jueves, 9 de abril de 2020

DESFIGURADO



VIERNES SANTO – PASIÓN DEL SEÑOR



Y como una zarza ardiendo, como el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, se manifiesta a los que buscan apresarlo diciéndoles: “YO SOY”. Es Yavé que les hace caer en tierra.
Emilio L. Mazariegos

Los hombres pueden ponerse a la derecha o a la izquierda de la cruz. Pero, quieran o no quieran, están a uno de sus lados.
Ernest Hello

Jesús viene a Jerusalén. Hace su entrada triunfal, apoteósica, los mantos tendidos a su paso permiten entender que los que lo acogen con gritos de júbilo sabían que era el Mesías. La recepción es la que se da a la realeza, a los Emperadores, con este gesto tan propio de la cultura semita. El Rey viene directo hacia su Basílica, esta expresión abrevia la que le dio origen, βασιλική οἰκία, “casa real” o “casa regia”; así es, si leemos el Evangelio de San  Juan, lo que viene después de la Entrada recibida con Ramos del que viene montando el borriquillo, es la “purificación del Templo”, «El templo que hay que destruir y reconstruir es Jesús mismo, en quien se cumple el sacrificio del verdadero cordero.»[1] Con toda autoridad volcará las mesas de los cambistas que trocaban las monedas romanas –impuras porque llevaban impresa la imagen del César- por las monedas Judías, dignas de ser ofrendadas, cambio este que les dejaba pingües ganancias, introduciendo en el Culto, acto de Amor a Dios, un mezquino gesto más del lenguaje comercial. Pero –permítasenos volver a insistir en ello porque es de la mayor importancia- este Rey es un Rey distinto, para nada a la manera y según nuestra concepción. ¡Se trata del Rey del Amor! Su poder es el poder del servicio, de la Misericordia. Lo conservamos en nuestra evocación como “El Sagrado Corazón”. Todo humildad, todo mansedumbre.


Sin embargo, en el marco de la pandemia, muchos corazones anhelan no que les derramen las monedas de las mesas, sino que saque su varita del castigo y se pasee vapuleando, no con el celo de la casa de su Padre, sino con la ira de un papá punitivo, rencoroso, represivo, enamorados acaso de la imagen justiciera de los mercenarios, los sicarios, los “justicieros” que le ahorran al estado los juicios y los trámites judiciales, y se toman por su mano la aplicación de la justicia. De esos tenemos no miles sino miríada en el universo de los mass-media. ¡Eso nos quieren hacer ver y creer! Pero, siguiendo el texto de la Pasión según San Juan, lo que vemos es otra cosa, es como si el mundo que nuestros sentidos visualizan fuera el “mundo al revés”, el “mundo patas-arriba” y, de la otra parte, el mundo de la fe, fuera el descubrimiento –detrás de esas apariencias- de su Reinado.

«Juan tiene una forma de mirar tan paradójica –porque ha conocido el misterio de Dios, que es paradójico respecto de cualquier acción humana- que es llevado a leer, aun en las más oprobiosas circunstancias de la muerte de Jesús, el signo del cumplimiento de su misión mesiánica»[2]. Lo que el Evangelio de hoy nos trae -día en que la liturgia consiste precisamente en su a-liturgia- es La Pasión según San Juan: «el término “gloria”, en su acepción ordinaria, significa honor, homenaje, favores, éxito; la gloria de Jesús pasa a través de la infamia, los insultos, los golpes y el aplastamiento por parte de los hombres. Una contradicción que supone un aceptar lo paradójico del misterio de Dios entre nosotros, que ahora se revela en sus momentos culminantes y más fuertes.»[3]

¿Quién juzga a quién?
Monseñor Carlo María Martini nos prevenía que es muy difícil seguir la Lectura de la Pasión porque es un texto muy largo y uno tiende a distraerse y a extraviarse en la densa maraña de datos y detalles en los cuales San Juan es muy prolífico: «En todo caso, puesto que la narración es bastante larga (dos capítulos) y a menudo uno se pierde por las muchas cosas que se encuentran allí,… El pasaje es muy complejo y largo; más aún, quien lee no puede menos que pensar que Juan habla demasiado. Casi 30 versículos para narrar algunos hechos sin duda fundamentales (la condenación a muerte de Jesús), pero que Marcos narra en casi la mitad de espacio.»[4]

Nosotros añadimos otra dificultad, la gran cantidad de figuras, imágenes y simbolismos. Insistimos que los símbolos podían ser decodificados por la Comunidad Joánica que contaba con los referentes de decodificación, no así para nosotros. Un comentario que se hace sobre el Apocalipsis se podría adecuar cuando comentamos la Pasión según San Juan, y, subrayemos que proviene de la misma escuela escriturística: «La multiplicidad de imágenes empleadas, su originalidad muchas veces desconcertante, el despliegue siempre imprevisible de la fantasía del autor, visiones y escenas inauditas, hacen que el lector se pierda en este laberinto de símbolos.»[5]

Siguiendo la Pasión con mucha atención lo primero que se nota es el empeño de mostrar a Jesús como Rey. Evidentemente es un Rey de una clase muy especial. ¡Su corona es de espinas! El Manto de Púrpura, es un trapo que le proveen los soldados torturadores; también ellos le adjudican el Cetro, una caña. En este evangelio se ha prescindido de ciertos detalles que aminorarían la calidad real de Jesús: No hay insultos, no hay escupitajos.

Pero el cuadro crucial, donde se muestra todo el señorío de Jesús es el momento en que el propio Pilato hace sentar (la palabra es ἐκάθισεν indicativo aoristo activo del verbo καθίζω hacer sentar, mandar sentar) a Jesús en la silla desde donde se juzgaba. «… la expresión ekathisen epi bematos en el v. 13, traducida por la vulgata “sedit pro tribunali”. Mientras comúnmente se pensaba que la frase significase que Pilato se sentó, dada la cercanía del nombre de Jesús y la posible atribución de un valor activo al verbo ekathisen parece que Pilato “hizo sentar a Jesús”, en el sentido de que lo instaló sobre la silla.»[6] Revisemos cómo traduce Luis Alonso Schökel: “Al oír aquello, Pilato sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el lugar llamado Enlosado (en hebreo Gabbata)”.Jn 19,13. Volvamos con el Cardenal Martini: «La impresión que se saca de la escena, pues, es que el que parece estar siendo juzgado, en realidad está juzgando a la humanidad.»[7] «Jesús es acusado, pero de hecho es él el que juzga. Jesús es rey, pero un soberano que reina sobre que escuchan sus palabras. En el centro la escena de la coronación, despojada de todo detalle (esputos, genuflexiones), hace destacar el título de rey. Y la escena termina apoteósicamente: Pilato hace sentar a Jesús en su tribunal para proclamarlo rey (v.13).»[8] «…el tema central… el que es juzgado reina, es decir, juzga. Los hombres se han encarnizado en juzgar a Jesús, y Él, precisamente mientras se deja juzgar, se demuestra efectivamente su juez y su rey.»[9] ¡El signo por excelencia de su Realeza serán las exageradas cien libras de mirra y áloe con las que será embalsamado el Rey!

Parcelación

Este texto, como hemos dicho, de suyo denso; merece un atento estudio; nuestro rol de discípulos nos llama a leerlo y meditarlo con atención, con espiritualidad; acompañar a Jesús en esta Semana Santa, en el Año de la Fe, significa –así lo entendemos- leer de manera meditada y con suma devoción las páginas de la Escritura consagradas a la Pasión. Pero no sólo hoy. El sentido intrínseco a esta celebración que la Iglesia ha instituido y conservado, lleva en sí, el mismo espíritu eucarístico, “Hagan esto en memoria mía”, y el alma toda de la Iglesia opera con este sentimiento, conservar lo que Jesús –con su Vida, Pasión y Muerte- nos legó, y que alumbra nuestro caminar en el discipulado.

El Cardenal Martini nos proporciona un plano explorativo, casi una guía turística (si cabe la analogía) a la Pasión del Evangelio de San Juan. Él nos propone una subdivisión en 7 episodios:

1.    El arresto de Jesús 18, 1-12
2.    Jesús ante los sumos sacerdotes y la negación de Pedro 18, 13-27
3.    Jesús ante Pilatos 18, 28 – 19, 16
4.    La Crucifixión 19, 17-22
5.    El “cumplimiento” 19, 23-30
6.    Agua y sangre y el Cordero de Dios 19, 31-39
7.    La valentía de los Amigos 18, 38-42.

Podemos aprovechar este “plano” que trazó Carlo María Martini para explorar la Pasión con mayor provecho y más honda profundización.

Retomemos el asunto de la opción preferencial

Pilato nos mostrará a Jesús: “Ecce homo”: Aquí tienen al hombre” Jn 19, 5c. Ya es un guiñapo; azotado, coronado de espinas, abofeteado, víctima de la burla, pero sobre todo y ante todo, sentenciado. Pilato no se cansa de pronunciar su sentencia: No encuentra en Él culpa alguna, lo declara tres veces inocente. Sabemos que los opresores romanos les habían quitado a los judíos toda autoridad para condenar a muerte, por eso lo presentan al gobernador romano para esta farsa de juicio. El Sanedrín, los Sumos sacerdotes, los fariseos y los saduceos ya llevaban la sentencia escrita en su corazón. Como lo dijera Caifás, “conviene que un hombre solo muera por el pueblo” (Cfr. Jn 18, 14).


Cuando Pilato lo muestra, aquella gente lo “ovaciona”: ¡Crucifícalo, crucifícalo! Pero el hombre que Pilato les muestra es –¿cómo dijéramos’- medio hombre. “Muchos se horrorizan al verlo porque estaba desfigurado su semblante, que no tenía ya aspecto de hombre;(Is 52, 14)… No vimos en Él ningún aspecto atrayente; despreciado y rechazado por los hombres, varón de dolores, habituado al sufrimiento, como uno del cual se aparta la mirada, despreciado y desestimado. (Is 53, 2d-3).

 Aquí se nos presenta el tema de la opción preferencial de Dios por los pobres. Si nos preguntamos por la razón para esta opción preferencial podemos mirar a Jesús en su trono: ¡Miremos al crucificado! Los pobres son su imagen y semejanza.

«… el pobre no es un tema de la agenda de los teólogos al lado de otros temas. No es una nota de algún diccionario teológico. El constituye el horizonte a partir del cual leemos e interpretamos los demás temas. Por tanto, el pobre es mucho más que un tema de reflexión teológica y política. El pobre ocupa la importancia de un lugar social y epistemológico.»[10]

«Dios escogió a los pobres… porque encontraba en ellos el reflejo de sí mismo, el resto que quedó de su honra y gloria divina en medio de la humanidad (Is 42, 8). Los escogió porque en ellos seguía existiendo el ideal que Él soñaba para todos, el ideal de una sociedad igualitaria y fraterna, sin opresor ni oprimido. Pues, a pesar de ser maltratados, ellos no maltrataban; a pesar de ser oprimidos, no oprimían (Is 42, 2-3) En ellos existía la matriz del futuro de la humanidad. Y los escogió de acuerdo a su justicia divina (Is 42, 6)»[11]

El salmo para este Viernes Santo es el Salmo 31(30). El responsorio dice: בְּיָדְךָ֮  אַפְקִ֪יד  ר֫וּחִ֥י  “En tus manos encomiendo mi espíritu”. Sal 31(30), 5(6)a. Otra versión dice: “En tus manos está mi destino”, aún otro traductor ha dicho: “En tus manos están mis azares”. Como quiera que sea, es la confianza en el Señor. El estará siempre al cuidado, de Él nos podemos fiar. Lo cual se relaciona directamente con aquello de que en los pobres está la matriz del futuro de la humanidad: Ellos como nadie se preocupan del hermano, si tienen un pan lo comparten, son el epítome de la solidaridad. El corazón de los pobres es siempre misericordioso como el corazón del Padre. Son portadores de la semilla de la liberación.


Nuestra teología para hoy no es un razonamiento alambicado e inaccesible. Es una idea sencilla de mansedumbre que encierra en sí la imagen de Jesús que avanza como una oveja llevada al matadero, como varón de dolores,… su manto real es la toalla que se ató a la cintura con la que amorosamente secó los pies de sus discípulos y con la que mostró su abajamiento para estar en medio de ellos no como el que es servido, sino como el que sirve. οὐ γὰρ ἔχομεν ἀρχιερέα μὴ δυνάμενον συμπαθῆσαι ταῖς ἀσθενείαις ἡμῶν, πεπειρασμένον δὲ κατὰ πάντα καθ’ ὁμοιότητα χωρὶς ἁμαρτίας. “En efecto, no tenemos un sumo sacerdote que no sea capaz de compadecerse de nuestros sufrimientos, puesto que Él mismo ha pasado por las mismas pruebas que nosotros,…(sólo que Él no pecó)” Hb 4, 15.

Así la imagen del Crucificado nos remite una vez más a Mt 25, 31-46. «…haciendo resplandecer en sí el amor de Dios por la humanidad desamparada, Jesús es capaz de atraer a sí a todo el que sepa leer el signo, a cualquiera que a través de la mediación de la Cruz sepa leer en la propia pobreza y abandono –situación totalmente semejante a la del Hijo- la certeza de ser amado por Dios.»[12]


[1] Martini, Carlo María. LAS NARRACIONES DE LA PASIÓN. MEDITACIONES. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá – Colombia 1998. p. 171
[2] Ibíd p. 168
[3] Ibíd. p. 152
[4] Ibíd. pp.156 y 160
[5] Álvarez Valdés, Ariel. ¿QUÉ SABEMOS DE LA BIBLIA?(I) Centro Carismático “Minuto de Dios” Bogotá – Colombia p. 83
[6] Martini, Carlo María. Op. Cit. p. 168
[7] Idem
[8] Charpentier, Etienne. PARA LEER EL NUEVO TESTAMENTO. Ed. Verbo Divino. Navarra – España 2004 p. 134
[9] Martini, Carlo María. Op. Cit. p. 157
[10] Boff, Leonardo. TEXTOS SELECTOS. Ediciones Paulinas Santafé de Bogotá – Colombia 1992 p. 211
[11] Mesters, Carlos o.c.d. LA MISIÓN DEL PUEBLO QUE SUFRE p. 110
[12] Martini, Carlo María. Op. Cit. p.170

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