Hech 2, 14. 22-33; Sal
15, 1-2 y 5. 7-8. 9-10. 11; 1Pe 1, 17 – 21; Lc 24, 13-35
¿Ustedes creían que
mi martirio era “verso”, y mi cruz de papel? ¿Pensaban que mi cáliz era un
licuado de banana…?
Héctor Muñoz
Empecemos
nuestra reflexión de hoy rememorando las palabras de Daniel y alabando el
Santísimo Nombre de Dios: “Bendito sea Dios por los siglos de los siglos, ya
que suyo es el saber, y suya la fuerza; Él ordena los tiempos y los
acontecimientos, da el poder a los reyes o se lo quita; da a los sabios sabiduría,
y ciencia a los entendidos. Él revela los misterios y los secretos, conoce lo
que ocultan las tinieblas. Donde está Él, está la luz.” (Dn 2, 20-22). Todo
este momento histórico que nos ha tocado vivir se nos antoja, de alguna manera,
ser el retrato de un coloso de hierro, bronce y oro que golpeado en su base por
una piedrita se viene a tierra hecho añicos. Nos tocó vivir una hora de
paganismo, de idolatría, de politeísmo. Es triste pero hasta nosotros mismos
hemos caído en la adoración de falsos dioses y de “becerros de oro”. «… también
yo adoro a esos dioses en secreto y me postro ante sus altares. También yo
busco el placer y las alabanzas y el éxito, y aun llego a envidiar a aquellos
que disfrutan los “bienes de este mundo”…»[1] Pero, nada de eso debe ni
tiene porque ocupar nuestro interés. Lo único que a nosotros compete es el
Reino que Dios hará surgir, que permanecerá eternamente y que jamás será
destruido. Nada más tiene porque hacernos temblar, nada de eso tiene porque
gozar de nuestros afanes. El coloso será demolido por la אֶבֶן “piedrita”, palabra esta de origen
arameo que, a nosotros nos evoca la que fue desechada por los arquitectos, pero
que ha venido a ser la Piedra Angular.
Rechazo a los paganismos de toda laya
La
tentación siempre estará presente, una especie de dilema, de bifurcación de la
vida: o bien mantener la fidelidad al Señor Nuestro Dios o bien tomar la ruta
del paganismo; el paganismo con sus múltiples rostros y sus diversas denominaciones.
Cuántas veces no encaramos el dilema cuando vemos a Dios –a simple vista- como
un derrotado, cuando nuestros ojos no alcanzan a descubrir su Presencia, cuando
nuestro corazón se siente frio y desamparado, cuando nuestra propia vida
atraviesa el Huerto de Getsemaní; entonces, la tentación es desistir de la fe;
si Dios (aparentemente) nos ha abandonado, entonces, abandonémoslo nosotros
también. Siempre nos sorprenden las miles de personas que van de denominación
en denominación, de iglesia en iglesia, de un culto a otro, o que optan, como
gran solución –para desistir de la búsqueda- por arrojarse en los brazos
abiertos del agnosticismo, del ateísmo. Existen demasiados paganismos en la
actualidad, no sólo la diversidad de “cultos” sino también el paganismo
materialista, la adoración del dinero como panacea, aunque este culto se solape
tras el argumento de que no es dios pero todo lo puede y ¡qué bien se vive con
él!; la droga y el alcoholismo están en el grupo de los paganismos, como
también lo están los super-héroes que se presentan como los verdaderos
salvadores con sus fórmula redentoras que –todo lo destruyen, todo lo destrozan
(aun cuando ahora está de moda que “no matan a nadie” sino que los neutralizan,
entregándolos a la policía o conduciéndolos a prisión), nos ofrecen salvar el
mundo y llevarse la maldad a “otra dimensión”, a “otro planeta”. Otras formas
de paganismo presentan la ciencia o los avances tecnológicos como nuestros
salvadores, confiándoles a ellos y a sus gadgets la salvación del mundo, la
redención de todo nuestro aburrimiento y el logro del nirvana donde todas las
emociones fuertes sean llevadas a su apoteosis.
En
esta apuesta al paganismo, con sus tintes politeístas, se zambullen los
publicistas para proponernos cada artículo y cada producto que a ellos les
comisionan promocionar, ofreciéndolos como las “llaves” que franquearían el
acceso a esos nirvanas. Hasta la salsa de tomate, pasando por los pañales y los
perfumes, desodorantes y lociones, se ofrecen con la promesa de llevarte a “un
cielo de placer”. Y, colateralmente, ofrecen también redimirte de un supuesto
tedio que parece colmarlo todo en una cultura de la muerte que todo lo tiñe con
su tinte de hastío, de hartazgo, de bostezo y de aburrimiento, sin mencionar
que para contrarrestarlos se proponen a más de las emociones llevadas al
clímax, el grito, la amoralidad y el riesgo llevado al extremo. Los antídotos
que se nos proponen son los del extremismo y el paroxismo.
Todas
estas alternativas se subsumen en las salsas de la evasión. Irse, partir para
otro lado, armarse otra familia, buscarse otros socios existenciales, si este
no me satisface aquel otro… tal vez; si en esta ciudad no soy feliz, quizás si
viviera en el extranjero; hasta las vacaciones se nos promocionan como formas
de evasión, como oasis de escapismo. Quizás era la misma fórmula la de los dos
de Emaús: su propuesta era darle la espalda a todo aquello que se había venido
abajo como un castillo de naipes: ¡valiente Mesías! “Nosotros esperábamos que
Él sería el libertador de Israel… y sin embargo, han pasado ya tres días….” Lc
24, 21b; ¡tres días, tres días significa que ya está recontramuerto!, o sea, la derrota total, ¡ya no hay esperanza!
Si
nos ponemos en los zapatos de los dos de Emaús, los podemos comprender, ellos
habían depositado todas sus expectativas en Jesús como sucesor de David;
lo esperaban como Mesías-caudillo que
los liderara para ser una nación soberana, para expulsar a los romanos, para no
tener que pagarles tributos, para mejorar su nivel de vida, para conquistar
otros pueblos y convertirse en una nación poderosa. Cualquier coincidencia con
las expectativas que nos inducen los medios de comunicación del mundo actual
sólo prueba que la fragilidad humana, su concupiscencia y sus debilidades han
venido siendo las mismas a través de la historia y que lo que cambia son las
maneras como son manipuladas por el Malo para inducir nuestro perjuicio.
El
salmo de hoy (un salmo de huésped de Dios, de un levita, cuya heredad es la de,
aunque sin tierra, poseer y tener derecho a la parte en todo lo que le ofrenden
al Señor), nos remonta a esta situación de paganismo, entre dioses y señores de
la tierra, de múltiples estatuas y a los que les ofrecen “libaciones
sangrientas”.
Cristo-centrismo y
pedagogía de Jesús
Señor Jesús, haz que
comprendamos la sagrada Escritura. Enciende nuestro corazón mientras nos
hablas.
Cf. Lc 24, 32
Cristocentrismo
es una invitación para poner a Jesús en medio de todo, de manera que sea el centro
en torno al cual gira nuestra existencia. Existen cosmovisiones geocentristas,
heliocentristas, egocentristas, plutocéntristas, pero nosotros proponemos como
eje de nuestro sistema a Jesucristo.
Aun
cuando estos dos de la historia van pensando que Dios los abandonó y que la
muerte de Jesús significó la derrota total, Jesús (que es el mismo Dios) viene
y se pone a su lado, y camina con ellos. ¡Es Dios-con-nosotros! ¡Qué manera de
desmentir su desespero! Dios no nos abandona, ¡camina a nuestro lado! A
nosotros nos hace mella la propaganda anti-Jesús porque la esparcen a toda
hora… «… el Ministerio del Interior acaba de dar un comunicado donde se afirma
que varios maleantes robaron el cuerpo del mencionado delincuente, Jesús,
precisamente para poder confundir y engañar a la opinión pública, informando
que ha resucitado. ¡Hay que ser caraduras para largar semejante versión
desestabilizadora!»[2]
El
problema está en que nuestro ojos (los que tenemos en la cara) no son capaces
de verlo,… (Lc 24, 16). “están velados”, la expresión en griego significa
“mantenerlo a uno en incapacidad de ἐπιγνῶναι conocer o de reconocer (del verbo
ἐπιγινώσκω, que es un conocer por medio de una relación personal, digamos como
por experiencia propia”. Después de
vivir toda la experiencia, que desemboca en la “fracción del pan”, lo reconocen
y toman conciencia que ya lo habían intuido con el corazón: “Con razón nuestro
corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino, y nos explicaba las
Escrituras” (Lc 24, 32).
Revisemos
cuál es la pedagogía de Jesús: Les explica las Escrituras pero tomándose a sí
mismo como referente de esas Escrituras: “… les explicó todos los pasajes de
las Escrituras que se referían a Él” (Lc 24, 27).
Si
tuviéramos que explicar el cristocentrismo de las Escrituras tendríamos que
partir de aquí, de la pedagogía de Jesús, todo cuanto está escrito en ellas,
desde Moisés hasta los profetas, permanece “velado”, “alienado” (veräußern),
necesita que sea διερμηνεύω explicado,
interpretado, traducido a la Luz de Jesucristo (porque Él es la Luz) Él es
quien Re-vela.
Qué
pasa cuando leemos las Escrituras a la Luz de Jesucristo el Resucitado, (si
recordemos que es el muerto pero Resucitado; repasemos en la Primera Lectura,
de los Hechos de los Apóstoles: “… a este Jesús Dios lo resucitó…” (Hch 2, 32a)
aquí el verbo que se usa para “resucitar” significa levantar de entre los
muertos, es el verbo ἀνίστημι. Inmediatamente ¡se nos abren los ojos y lo
reconocemos y hacemos conciencia de que su amor nos arde en el corazón mientras
Él nos habla!
…y descubrir que todos los fonemas
son mágicas señales que se entreabren,
constelación de soles generando
en círculos de amor que de repente
se abren flor en el suelo de la casa.
A veces ni hay casa: apenas suelo…[3]
Miremos
una vez más las etapas de esta Pedagogía que Jesús nos enseña por medio de la perícopa
evangélica que nos ocupa:
a)
Él toma la iniciativa, como dice el papa Francisco, nos primerea, se pone a
nuestro lado y camina con nosotros.
b)
Nos escucha, se interesa por saber qué nos pasa, nos atiende pacientemente para
ver lo que nos aflige y saber cómo lo entendemos, cómo vemos nuestra realidad,
nuestra historia.
c)
Nos reprende, nos hace reaccionar, caer en la cuenta de nuestra cortedad y
cerrazón, de nuestra dureza de corazón para aceptar las enseñanzas de Dios, que
Él nos ha trasmitido a través de sus profetas.
d)
Nos διερμηνεύω que hemos traducido como explicar, descifrar, interpretar,
traducir. En el Salmo se reconoce que Dios nos instruye a todas horas, aun
cuando estamos dormidos nos instruye internamente (entendemos que quiere decir
“por medio de sueños”)
e)
No nos obliga a aceptarlo, hace como que se va, y sólo cuando le insisten
acepta quedarse. Por lo tanto, hay un requisito, que nosotros lo “invitemos”:
“Quédate con nosotros porque ya es tarde y pronto va a oscurecer” Y sólo en ese
momento Él entra y se queda. En este
punto el verbo en relieve es el verbo μένω “permanecer”, “quedarse”.
f)
La Revelación “Eucarística” que está formada por cuatro elementos: 1) Tomar el
pan 2) Pronunciar la bendición 3) Partir el pan 4) La entrega.
El
paralelo más fiel con esta escala de seis peldaños es la Eucaristía y sus
momentos:
«La
RESURRECCIÓN del crucificado muestra que morir así como Jesús murió por los
otros y por Dios no es sin sentido. La muerte anónima de todos los vencidos de
la historia por la causa de la justicia, de la apertura y de un sentido último
de la vida humana, encuentra en la resurrección de Jesús su clarificación. Ella
tiene una función de liberación de un absurdo histórico»[4].
El aspecto clave de esta Lectura del Santo
Evangelio Lc 24, 13-35, radica en que aquel par de desmotivados, de
desmovilizados, desertores, inmediatamente “regresaron a Jerusalén a reunirse
con los Once y con la comunidad creyente para seguir adelante. La pedagogía de
Jesús-Resucitado los recobró para la misión, los rescató del desaliento. Les
participó la resurrección puesto que el ánimo que en ellos ya estaba muerto,
resurgió renovado haciendo de ellos germen nuevo de Nueva Humanidad.
«…llegar
a tiempo para poder tener de verdad ese momento de preparación, en el cual no
deberíamos mirar sin necesidad para un lado y para otro, ni pensar en cosas
inútiles, ni ojear vanamente un libro, sino que deberíamos concentrarnos y
serenarnos interiormente. Sería todavía mejor que ya en el camino hacia la
iglesia nos recogiéramos un poco: en efecto, vamos a la celebración sagrada,
así que el camino mismo hacia allá podría volverse una preparación del
recogimiento, una introducción, en cierta medida en, la cual se anticipe lo que
viene… quisiera decir que el preámbulo del silencio sagrado comienza realmente
desde el día anterior. Según el sentido de la liturgia, la vigilia del sábado
hace parte del domingo. Si a ello le sumáramos, quizá después de una lectura
adecuada, un pequeño lapso de recogimiento, podríamos sentir pronto el efecto
al día siguiente.»[5]
«Cuando vayas camino de Emaús, aunque sea a la parroquia a cuatro cuadras de tu
casa, acuérdate que el Señor da ardor a tu corazón cuando te habla. Y recuerda
también que cuando parte contigo su Pan, se hace Luz en tu inteligencia y podés
reconocerlo. ¿No te das cuenta de que cuando hay un calorcito en tu interior,
es Él el que con su Palabra está avivando el fuego del hogar?[6]
En
estos días, ni siquiera tenemos que recorrer ningún camino, Él mismo se llega
hasta tu casa, llama a la puerta y basta con abrirle el corazón para que entre.
Se pondrá a nuestro lado para explicarnos todo lo que estaba profetizado y se
tenía que cumplir. Y nos recuperará de nuestros temores y desalientos. “Me enseñaras
el sendero de la vida, me saciarás de gozo en Tu Presencia, de alegría perpetua
a Tu Derecha” (Sal 15,11)
[1]
Vallés, Carlos G. s.j. BUSCO TU ROSTRO. ORAR LOS SALMOS. Ed. Sal Terrae
Santander-Navarra. 1989 p. 34
[2]
Muñoz, Héctor. DE ALGUNAS COSAS SUCEDIDAS CAMINO A EMAÚS. En CUENTOS BÍBLICOS
CORTITOS Ed. San Pablo Bs As. – Argentina 2004 pp. 169
[3] De
Mello, Thiago. CANTO PARA LOS FONEMAS DE LA ALEGRÍA
[4] Boff, Leonardo. LA FE EN LA PERIFERIA DEL MUNDO. En
TEXTOS SELECTOS Ed. Paulinas Santafé de Bogotá. D. C. – Colombia 1992 p. 94
[5] Guardini,
Romano. PREPAREMOS LA EUCARISTÍA. Ed San Pablo Bogotá-Colombia 2009. p. 9
[6] Muñoz,
Héctor. Op. Cit. p. 171