domingo, 30 de junio de 2019

TRASCENDER



XIII Domingo del Tiempo Ordinario (C)
1 R 19, 16b,19-21;Sal 16(15); Gal 5,1,13-18; Lc 9, 51-62

“Hay dos clases de libertad: la falsa, en la que uno puede hacer lo que le plazca, y la verdadera, en a que uno puede hacer lo que debe hacer”.
Charles Kingsley

La libertad es el poder creativo, poder de inventar una vida, de descubrir los pasos de liberación de la humanidad.
José Comblin

Conservemos la libertad de hijos de Dios
Uno puede iniciar un camino, recorrer media cuadra, arrepentirse, volver a la intersección y emprender otra ruta, de la cual también se arrepiente, y vuelve y juega, y así, ad infinitum, todos los días, mañana tras mañana. Algo así como iniciar mil carreras y no terminar ninguna. O, cambiarse una y otra vez de ropa sin decidirse jamás a salir y regresando una y mil veces a la primera muda, sin poder optar cual llevar ese día.

Otros, quizás, con la idea de usar su libertad, hacen y deshacen, se hacen daño y se lo causan a otros, dañan el medio ambiente, destruyen las riquezas y bondades de la naturaleza, agreden a sus semejantes y –al concluir la jornada- hacen gala de su “manejo de la libertad”, se trata de la libertad anti-social: los límites de mi libertad inician allí donde empieza la del otro”. Suave y dulce definición acorde al espíritu del neoliberalismo, con su evangelio individualista.


Pero ni siquiera esta libertad limitada por las de mi prójimo es un sano ideal. Hay que ir más lejos para poder disfrutar la libertad, para vivir la felicidad y el esplender de la vida (que está conectado muy estrechamente con el esplendor de la verdad), es preciso ir más allá del respeto de la línea limítrofe de una libertad equitativa, con gestos de solidaridad, el dialogo, de negociación, de fraternidad, de búsqueda del bien común, caridad, misericordia,  que equiparen al más débil. La construcción del reino implica aprender, aceptar y partir de un nuevo paradigma: mi libertad comienza solamente cuando tú también puedes ejercer la tuya, y nos equipara como hijos de Dios, hermanos en Cristo Jesús. Esta es la manera de contrarrestar el hecho de que siendo todos iguales, hay unos “más iguales” que otros.

Evidentemente, no basta con saber que tenemos libertad, es indispensable saber en qué consiste. Porque para alguien que siempre ha sido pisoteado, su libertad es tan mínima, tan ínfima que prácticamente, él no tiene libertad, entonces, los límites de la libertad del más fuerte, han acaparado desde antes, los espacios legítimos de la libertad del “oprimido”, del “anawin”. “Pues si ustedes se muerden y devoran mutuamente, acabarán por destruirse” (Ga 5, 15)


Queremos recordar el planteamiento de Leonardo Boff sobre este asunto: «Nadie es una isla. Somos seres de convivencia. Todos somos puentes que se unen unos a otros. Por eso nadie es sin los otros y libre «de los» otros. Todos estamos llamados a ser libres «para» los otros y «con» los otros. Como dejó escrito el Che Guevara en su Diario: “solamente seré verdaderamente libre cuando el último hombre haya conquistado también su libertad”… Es la perenne lección dejada por Paulo Freire: jamás seremos libres solos; sólo seremos libres juntos. Mi libertad crece en la medida en que crece también la tuya y gestamos conjuntamente una sociedad de ciudadanos libres y solidarios.»[1] Lo que podemos tomar como Manual para la Construcción del Reino.

Así, tomando otro “tubo” de los vasos comunicantes, el de la “libertad”, una vez más desembocamos en el concepto de Cuerpo Místico de Cristo, como Iglesia ampliada, como comunidad fraternal mundial, universal, que no disuelve a todos en un “uno” abstracto sino que equipara a cada uno como miembro, como órgano, con su identidad, con sus funciones, con su “persona” en una macro-entidad de respeto mutuo, de mutua valoración, donde “Se dice: ‘Uno es libre de hacer lo que quiera. Es cierto, pero no todo conviene. Si, uno es libre de hacer lo que quiera, pero no todo edifica la comunidad. No hay que buscar el bien de uno mismo, sino el bien de los demás.’” (1Co10, 23-24).


Hay una generosidad, en Cristo (aquí es definitivo recordar lo que hemos venido estudiando estos últimos Domingos, que no debemos incurrir en un pensamiento ego-céntrico, sino que debemos colocar a Jesús en el centro de nuestra existencia de manera tal que cada acto y cada instante se hagan Cristo-céntricos). Vayamos directamente a la Segunda Lectura de este Domingo XIII Ordinario, (Ciclo C): “Su vocación hermanos, es la libertad. Pero cuiden de no tomarla  εἰς ἀφορμὴν como pretexto (ocasión, oportunidad) para satisfacer σαρκί su egoísmo (materialismo, cuerpo, carne); antes bien, háganse  δουλεύετε servidores (esclavo, consagrado a) los unos de los otros por ἀγάπης amor.”(Ga 5, 13). Así que nuestro egoísmo, nuestra “carnalidad” debe ser contrarrestada y contrapesada por nuestra disposición al amoroso servicio de nuestro prójimo.

Viene aquí la frase –consigna del Manual para la Construcción del Reino: “Porque toda la ley se resume en un solo λόγῳ precepto: Amaras a tu prójimo como a ti mismo”(Gl 5, 14). «… el espíritu es la memoria de todo lo que Jesús hizo y enseñó (Cfr. Jn 14, 26). Por tanto, vida según el Espíritu es vivir del modo como vivió Jesús, creando relaciones de fraternidad, justicia y amor, a fin de que la vida de Dios se manifieste plenamente. … la vida según el Espíritu y la vida según los instintos egoístas son como dos árboles con frutos totalmente diferentes: el primero produce frutos buenos; el segundo frutos malos».[2]


Esto nos lleva a la perícopa siguiente de la que leemos en este Domingo:
Frutos de la vida según los instintos egoístas
Frutos de la vida según el Espíritu
Fornicación
Amor
Impureza
Alegría
Libertinaje
Paz
Idolatría
Paciencia
Hechicería
Bondad
Odio   
Benevolencia
Discordia
Fe
Chismes
Mansedumbre
Ira
Dominio de sí
Rivalidad
Contra estas cosas no existe ley.
División

Los que pertenecen a Cristo
crucificaron los instintos egoístas
junto con sus pasiones y deseos.
Gal 5, 19b-24
Sectarismo
Envidia
Embriaguez
Orgias

Quemar las amarras
En la Primera Lectura, tomada del Primer Libro de los Reyes, encontramos que Dios está preparando el relevo de sus huestes, ya que Jezabel había obligado a Elías a huir y lo tenía amenazado de muerte. Como relevos designa a Hazael para Rey de Siria, a Jehú como Rey de Israel y a Eliseo como sucesor del propio Elías (1R 19, 15d-16). Sin embargo, cuando Elías cumpliendo el encargo de Yahwe llega donde Eliseo, este pide plazo, como lo pide también el tercer “aspirante a discípulo de Jesús” del Evangelio de este Domingo.


Elías le permite a Eliseo irse a despedir, pero, acto seguido y sin solución de continuidad Eliseo recapacita y entiende que el llamado no se hace para darle largas, que cuando uno es llamado es para ya; o como dice la fórmula popular: “Para antier es tarde”. El llamado que nos hace Dios debe ser acogido con perfecta e inmediata disponibilidad: “¡Aquí estoy, háblame Señor que tu siervo escucha!” o como en la respuesta de Santa María: “Yo soy la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”. Esta es la enseñanza que podemos sacar de la Primera Lectura así como del Evangelio: El Señor quiere ver nuestra entrega, y disponibilidad, Él tiene urgencia de nuestros servicios, en su Plan Salvífico tiene escritos un “ya” y un “ahora” que no admiten dilación.

Así que conviene que “matemos los bueyes” y “hagamos trisas el arado y con sus pedazos encendamos una fogata” (cfr. 1R 19, 21). Recordemos como se desmovilizaron por ejemplo los dos de Emaús, se desgranaron del equipo y se volvieron a su pueblo (Lc 24, 13-18); o San Pedro, que una vez muerto Jesús anuncia que volverá a ser pescador: “Voy a pescar” (Jn 21, 3b); como cualquier desertor, avisa que vuelve a lo de siempre, que abandona para volver a lo mismo, a lo conocido, a lo seguro, a lo rutinario; y ¿dónde queda la misión?… debería haber quemado las redes desde el principio y la barca; quemarlas siempre significa que no hay vuelta atrás, conservarlas, así sea en secreto, quiere decir que en el fondo, siempre estamos pensando en la deserción, en la vuelta al pasado. “Mirar hacia atrás” siempre síntomatiza que no estamos preparados para entrar a construir el Reino de Dios:

Que podamos decir con el Salmista:

…lejos de Ti no hay cosa buena
El Señor es la parte que me ha tocado en herencia
Mi vida está en sus Manos
                                                                                     Sal 16(15), 2b. 5b.6



[1] http://servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=178
[2] Bortolini, José. CÓMO LEER LA CARTA A LOS GALATAS. EL EVANGELIO ES LIBERTAD Ed. San Pablo Bogotá – Colombia 2002 p. 35

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