AMOR
ETERNO, CONVERSIÓN Y CARIDAD
Hch 5, 12-16; Sal 118(117), 2-4. 22-24. 25-27a; Ap 1, 9-11a. 12-13. 17-19; Jn 20, 19-31
“Hija mía, di que soy el Amor y la Misericordia en persona”
Diario de Santa Faustina Kowalska.
Fiesta de la
Misericordia
En
el #140 del diario de Santa Faustina Kowalska leemos: “El amor puro es capaz de
grandes empresas y no lo destruyen ni las dificultades ni las contrariedades,
si el amor es fuerte a pesar de grandes dificultades, también es perseverante
en la vida cotidiana, gris, monótona. Sabe que para agradar a Dios, una cosa es
necesaria, es decir hacer las cosas más pequeñas con gran amor, amor y siempre
amor”. En el año 2000 el Papa San Juan Pablo II canonizó a Santa Faustina Kowalska,
quien había recibido –personalmente de Jesús- el encargo de celebrar la Fiesta
de la Divina Misericordia, leamos el #699 del Diario de Sor Faustina: “Que
ningún alma tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata. Mi
misericordia es tan grande que en toda la eternidad no la penetrará ningún
intelecto humano ni angélico. Todo lo que existe ha salido de las entrañas de
Mi Misericordia. Cada alma respecto a Mí, por toda la eternidad meditará Mi
amor y Mi Misericordia. La Fiesta de la Misericordia ha salido de Mis entrañas,
deseo que se celebre solemnemente el primer domingo después de Pascua.”
La
figura central de este Segundo Domingo de Pascua –el que antiguamente se
llamaba de Quasi modo- es Tomás, el discípulo que no estaba con los apóstoles,
que se hallaban reunidos a puerta cerrada, cuando Jesús-Resucitado vino y exhaló
su aliento sobre ellos. Santo Tomás milita en las filas del agnosticismo. Hasta
qué punto este discípulo encierra en su actitud la representación de muchísimos
que así sea sólo por formación académica se rigen en sus comprobaciones por la
línea de acción empirista: “Hasta no ver no creer”. Y suena terriblemente
funcional, funcional para el ateísmo puesto que la experiencia de fe no
funciona por repetitividad “experimental” (como vemos en la Creación, Dios no
tiene el estilo de las cadenas de producción industrial donde lo importante es
la rapidez en los “resultados”, el afán por producir más y más para “ganar” más
y más; en cambio para Dios cada uno de sus “productos”
es único porque dispone de Toda la Eternidad para que todo cuanto haga sea
perfecto); se requieren otras formas de pensamiento y de percepción: “…
dichosos los que creerán (aoristo participio activo) sin haber visto”. Jn 20,
29c.
El
Mesías para el pueblo judío era el Esperado, pero se esperaba que fuera según
la perspectiva mundana, empirista, bélica; Jesús-Es el Mesías, el Ungido, el
Cristo, pero –aquí viene lo difícil de aceptar y de captar- un Mesías de otro
modo, no es un guerrero líder-militar que devolverá el poderío y la “buena
vida” del apogeo davídico; este Mesías, por vía de sencillez y humildad, por
medio del sufrimiento en la cruz, derrotará el pecado y vencerá la muerte.
¡Señor de la Misericordia! De Él proclamamos: ¡Resucitó!
Pero
¿cómo así? Preguntara el empírico, ¿dónde veo esa victoria? Por el contrario
veo muerte y desolación por todas partes, guerras y masacres, hambre y pobreza…
Cuando así nos sucede, como a Tomas (que significa “mellizo”) que tuvo que
esperar un lapso porque para él Jesús seguía muerto. Para él el lapso fue de una semana. Este lapso de tiempo es el
tiempo de una conversión del discípulo en soledad al discípulo en Comunidad:
Pasar de “Tomás,
uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.” A “A los
ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos”. ¿De
quién era “mellizo” Tomas? Pues de todos nosotros los que no podemos aceptar
hasta ver la llaga y meter los dedos en el costado. Y cuando nuestra
incredulidad es más fuerte la espera es más larga. «¿Tomás tuvo caracteres de
agnóstico? Es duro de cabeza. Sólo le entra lo que él calcule, razone, pruebe y
argumente… El agnóstico ´pasa´ de Dios. No le importa. Lo deja en paz y quiere
que también Dios lo deje en paz. En el fondo es su ´narcisismo´, su orgullo y
soberbia, su autosuficiencia lo que le ha vuelto ´todopoderoso´. Él es ´dios´ para él mismo.»[1]
Somos
de la misma ralea de incrédulos. Creer no es algo que se logra haciendo mucha
fuerza o haciendo ejercicios de voluntad. La capacidad de creer es un don del
cielo, una iniciativa divina. Otro aspecto bien distinto es que –una vez la
hemos recibido, tenemos el deber de cultivarla, fortalecerla, llevarla al
“gimnasio”, instruirla, para que pueda desarrollarse.
Expresamos
nuestra intuición que su chispa siempre nos habita, que Dios Misericordiosísimo
no se la ha negado a nadie, que nuestra sed y nuestra hambre de espiritualidad
es su manifestación. Esta intuición sobre la generosa y abundante distribución
de “chispas” de fe indiscriminadamente y a diestra y siniestra nos obliga a
llamar la atención sobre la responsabilidad que tienen los formadores en esta
dimensión. Si alguien ha intentado prender fuego contando con unos cuantos
fósforos (prueba usual en el gremio de los exploradores) sabrá cuánto hay que
cuidar las “chispas” para lograr que ellas evolucionen hacia una “llama”
consistente. Valga la analogía para subrayar el papel que juegan padres y
maestros con la “chispa” de la fe entre niños y jóvenes. Muchas veces creemos
estar enseñando verdadera “sabiduría” cuando promovemos el ateísmo y no somos
capaces de reconocer el profundo mal que se causa al hacer tambalear el don de
la convicción y al desestabilizar el fuero que tiene el corazón para aceptar la
Revelación, que no es ciencia sino fe.
El
ser humano no es por su natural desconfiado e incrédulo; por el contrario,
podemos afirmar que somos por naturaleza confiados y propensos a creer, la
historia de las culturas demuestra ese potencial que hemos recibido. El
problema está en que exponemos a los más tiernos, desde su primera niñez, a
sentirse defraudados y a volverse desconfiados. Muchas veces tratando de
prevenir que una persona sea víctima de la gente mal-intencionada (que siempre
la hay) sembramos semillas de desconfianza, con el rotulo eufemístico de “ser
precavidos”. Bueno, esto sin duda daña, pero lo que verdaderamente destruye los
tiernos corazones es defraudarlos, eso si da al traste con la “chispa” de la
fe.
Reflexionemos
cuánto daño hacemos o hemos hecho en el pasado, nunca para “llorar sobre la
leche derramada” porque -ya lo dice la
sabiduría popular- “ya después del ojo afuera no hay Santa Lucia que valga”; ¡no!,
no se trata de caer en la zona de las lamentaciones sino procurar cambiar,
ayudar a creer, abrirle la puerta del corazón a Jesús que muchas veces está
allí, tras la puerta, llamando obstinadamente mientras nuestra cerrazón se
empecina enquistada en la indiferencia, negándose a abrirle.
El
Papa Francisco se ha referido al hecho de que Jesús muchas veces puede estar
afuera llamando para entrar; pero en no pocas oportunidades, Jesús está
adentro, llamando para salir, para llegar donde otros que también tienen sed de
Él. En otro momento se refirió a la necesidad de proclamar nuestra fe, que no
basta tenerla sino que además Jesús nos envía a anunciarlo, a evangelizar.
Hay
un punto nuclear en el Evangelio que no puede quedar ignorado: «Recibid el
Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a
quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Toda esta Misericordia está
concatenada con el Sacramento de la Conversión, de la Confesión, como muchas
veces los llamamos, que también se llama de la Penitencia y de la Reconciliación.
No nos hagamos de la vista gacha para no tomar en cuenta que se consagra este
sacramento con este mandato y gracia, ellos, los consagrados, reciben esta
potestad de perdonar y retener. Vayamos sobre el #1446 del Catecismo de la
Iglesia Católica: «Cristo instituyó el sacramento de la Penitencia en favor de
todos los miembros pecadores de su Iglesia, ante todo para los que, después del
Bautismo, hayan caído en el pecado grave y así hayan perdido la gracia
bautismal y lesionado la comunión eclesial. El sacramento de la Penitencia
ofrece a éstos una nueva posibilidad de convertirse y de recuperar la gracia de
la justificación. Los Padres de la Iglesia presentan este sacramento como
"la segunda tabla (de salvación) después del naufragio que es la pérdida
de la gracia" (Concilio de Trento: DS 1542; cf Tertuliano, De pænitentia
4, 2).»
Salmo 118(117): Eucarístico
Nos
hallamos ante un salmo de Acción de Gracias por eso lo llamamos Eucarístico.
«Voces de Domingo de Pascua, gritos de victoria sobre la muerte, confianza en
el poder de Dios, regocijo en el triunfo común y proclamación de este día como
el más grande que ha hecho el Señor. Eso es este salmo rebosante de gloria y de
gozo… esta es la liturgia de Pascua en el corazón del año. Pero para el
verdadero cristiano, cada domingo es Pascua y cada día es domingo. Por eso cada
día es Pascua, es “el día que ha hecho el Señor, el día en que actuó el Señor”»[2]
¡Dad
gracias a YHWH, porque es bueno! –porque es eterno su Amor.
Diga la casa
de Israel: -¡Es eterno su Amor!
Diga la
casa de Aarón: -¡Es eterno su Amor!
Digan los
que temen a YHWH: -¡Es eterno su Amor!
Nos
encontramos 4 veces la palabra חַסְדּֽוֹ׃ que viene de la palabra חָ֫סֶד
[jesed] ¿cómo traducirla? Pues la hemos traducido como “Amor”; ¿habría otra traducción
más exacta? Podríamos proponer “Misericordia”,
“Favor”, “Lealtad Divina”, “Predilección Amorosa”.
Si
se tiene en cuenta que la relación con Dios se formula bíblicamente en términos
de “Alianza” podríamos decir que “Su alianza no se quiebra nunca jamás” y ese
es el motivo de nuestro agradecimiento expresado en este salmo. Estamos
agradeciendo con el Salmo que Dios no quebranta su Alianza, aunque nosotros
fallemos, Él no se defrauda con nuestra actitud y nos sigue amando; nos perdona
nuestras fallas y nos disculpa así como su Hijo declaró que merecíamos perdón
porque no sabemos lo que hacemos, porque “metemos la pata” inconscientes de
nuestras faltas, sin alcanzar a comprender que ofendemos a un Dios-tan-Bueno.
Nadie
discrepa que este salmo se compuso cuando ya no había rey en Israel, se trata
de un salmo post-exilico; entonces ¿a qué rey se refiere? Al Rey escatológico,
al aguardado, al esperado, al vaticinado: a Nuestro Mesías, a Jesús Nazareno
que no quebrantó la Alianza y que fiel al Amor-de-Dios por la raza humana, se
brindó hasta la última Gota de su Sangre para ser el
Manso-Cordero-Llevado-al-matadero; aceptó ser el Chivo-Expiatorio y lavó
pagando Altísimo Precio, todas nuestras culpas: A Él que nunca nos ha fallado,
“que es Bueno, demos gracias, porque su Alianza no se quiebra nunca jamás”,
Cfr. Sal 18(17), 29. ¡Porque es eterna su Misericordia!
En
los versos 17 y 18 se declara expresamente la victoria de YHWH sobre la muerte.
Herederos
Jesús
nos había ofrecido que haríamos incluso obras mayores que las suyas. En la
semana anterior, hemos venido leyendo continuadamente el Libro de los hechos de
los Apóstoles. Hemos visto a Pedro y a los otros discípulos realizando muchas
señales milagrosas y prodigios en medio del pueblo, como nos lo narra este
sumario, de los cuales encontramos varios en este libro.
Los
sumarios cumplen una función diegética, hacen avanzar el relato y permiten la
transición de un episodio a otro. Encierran un resumen de lo que se ha contado
hasta ese punto; pero, además, son como un telón que baja en la continuidad del
relato como quien dice: “Hasta aquí hemos hablado de una cosa, ahora, vamos a
hablar de otra”. Ahora, inmediatamente
después de esta sumario viene la persecución, en el versículo 18, sólo dos
versículos más adelante, serán llevados a la cárcel.
Pero
el resumen o sumario como se le llama nos deja una idea muy clara: Jesús no se
ha ido, no es que hayan sido abandonados, está con ellos (y con nosotros
veintiún siglos después) y los/nos llena de poder, de autoridad, de seguridad y
firmeza y también de elocuencia, pues a pesar de ser simples pescadores
proclaman sin ambages y superando sus propios temores e inseguridades, que no
obran en nombre propio sino en el Nombre de Jesús.
Con nosotros está
No
vale trancar la puerta pues no hay obstáculos por fuertes que sean que impidan
la presencia del Señor.
«Reunió a varios discípulos para
explicarles que el mayor de los milagros era que Dios creó el mundo por puro
amor, y creo al hombre por amor más grande todavía… Jesús elevó los ojos hacia
Dios, su Padre, nos pidió que hiciéramos lo mismo y que escucháramos
atentamente sus palabras. Y expresó, lenta y cadenciosamente, como en un
susurro suave -te alabo, Padre bueno y fecundo, hacedor de toda bondad, porque
Eres-el-que-Eres y Haces lo que Haces. Te doy gracias y te canto con las notas
de la sinfonía de las estrellas y las voces de las lluvias, porque el mar es
hondo, y tu Corazón, más profundo aún. Querría ser poeta para decirte que el
oro es vil, comparado con tu Amor, y que el mejor vino y la miel más deliciosa,
son vinagre y amargor, al lado de la dulce embriaguez que produce tu Palabra.
Te canto una y mil veces, con las voces de todos los coros y de todas las
orquestas y también “con el sonido de las batutas”, porque tú eres el Cantor
que merece nuestro canto y porque purificas nuestros labios con brazas encendidas,
para que nuestro aliento te sea grato.»[3]
También
en el texto de Apocalipsis Él está allí con Juan, lo anima y lo manda a
proclamar (en este caso por escrito), porque una fe verdadera no es un asunto
personal, privado; la fe es algo para anunciar, para compartir (no para
imponer, la fe se propone). La Presencia del Señor tiene un valor de presencia
tangible, física. Insistimos que no se trata de una Presencia fantasmagórica,
es alguien que se puede tocar y en efecto, nos narra el Apocalipsis, que “le
tocó con la mano derecha. Si leemos toda la perícopa Ap 1, 9-20 advertimos el
carácter fuertemente físico de la visión: la Voz, la figura humana, las
vestiduras, el pecho, el cinturón de oro, cabeza, cabellos, ojos, pies, la
diestra, etc. «El símbolo de la figura humana… representa allí al Pueblo de los
Santos del Altísimo. Es el anti-símbolo de las Bestias, que representan a los
Impe-rios. En el Apocalipsis este símbolo representa claramente a Jesús
resucitado… la figura humana tiene vestido, cabeza, cabellos, pies, voz, mano,
boca, rostro. El autor expresa simbólicamente cómo él experimenta cada elemento
de la corporeidad de Jesús: el vestido es una túnica sacerdotal; los cabellos
son blancos; los ojos como fuego; los pies sólidos como el metal; su mano tiene
7 estrellas (los responsables de cada comunidad están seguros en la mano de
Cristo resucitado); de su boca sale una espada penetrante; su rostro brilla
como el sol. Finalmente, Juan siente físicamente la mano de Jesús sobre su
cuerpo: El puso su mano derecha sobre mí.»[4]
Si
bien este es el Domingo llamado de la Misericordia , podríamos Afirmar también
que es el Domingo de la Presencia puesto que una y otra vez se vuelve al tema
de que Él está con nosotros y que su Alianza, no se parece a las cosas humanas:
momentáneas, transitorias, perecederas. El Amor de Dios es eterno porque Dios
es Eterno y Dios es Amor.
Celebrar
la Fiesta de la Divina Misericordia requiere trasparentar esa Presencia, vivir
Jesús-mente viviendo misericordiosamente; por eso no podemos pasar
desapercibido el numeral 742 del Diario de Santa Faustina: “Sí, el primer Domingo después de
Pascua es la Fiesta de la Misericordia, pero también ha de haber obras de misericordia que deben surgir de tu
confianza en Mí y de tu amor hacia Mí. Debes mostrar misericordia al prójimo
siempre y en todas partes: la acción, la palabra y la oración. No puedes
excusarte. La fe sin obras es inútil.”
[1]
Mazariegos, Emilio L. ESTALLIDOS DE GOZO Y ALEGRÍA E. San Pablo Bogotá-Colombia
2003 p. 73
[3]
Muñoz, Héctor. CUENTOS BÍBLICOS CORTITOS. Ed. San Pablo 2004 BB.AA.-Argentina
pp. 174-175
[4] Richard, Pablo. APOCALIPSIS. RECONSTRUCCIÓN
DE LA ESPERANZA. Ed. Tierra Nueva. Quito-Ecuador. 1999 pp.73-74
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