HECHOS VERSUS
PALABRAS
Hech 9, 26-31; Sal 21,
26b-27. 28. 30. 31-32; 1Jn 3, 18-24; Jn 15, 1-8
“…el amor cristiano
tiene siempre una cualidad: lo concreto. El amor cristiano es concreto. Jesús
mismo, cuando habla del amor, nos habla de cosas concretas: dar de comer a los
hambrientos, visitar a los enfermos”. Son todas “cosas concretas” porque,
precisamente “el amor es concreto”. Es “lo concreto de la vida cristiana”
Papa Francisco
Jesús
es el Señor-de la-Historia.
Nosotros
vivimos bajo su égida, en la edad de la “siembra”,
una
época en que todo se nos da en el estadio de semilla,
eso
les debilita a muchos la fe
que desesperan en la espera
y
quisieran ver la planta convertida ya en árbol fuerte
y
ver su Reino
cumplido en todo su
esplendor.
En
cambio, lo que nos ha tocado presenciar,
son
las comunidades-creyentes
en estado muy incipiente.
Surge
un interrogante:
¿será
que no estamos suficientemente insertos en Jesús?
¿será
que nuestro injerto no ha “pegado”?
Adentrándonos
en las Pascua,
avanzando
hacia Pentecostés,
ya
próximos (a dos Domingos) de la Ascensión del Señor,
los
Evangelios tomados de San Juan, llegan hoy al capítulo 15:
La
Verdadera Vid.
Este
capítulo 15 comenta y parafrasea
Capítulos anteriores,
el tema de “me voy pero volveré”,
os
elijo y os envío,
entre los amigos están también los
enemigos,
y,
el Mandamiento del Amor.
Es
una re-edición de la humildad del Divino Maestro que se abaja a lavar los pies
para
enseñar que
el Camino es el Amor
y
el Amor
se concreta en Servicio.
De
la Primera Lectura,
nos
llama la atención como apadrina Bernabé a Pablo,
de
quien se desconfiaba profundamente, teniéndolo por enemigo,
la
imagen que acarreaba era la de “perseguidor”.
La
noticia que da en su defensa Bernabé se basa en hechos, ¿cuál es ese hecho?
“cómo
en Damasco había actuado valientemente en el Nombre de Jesús”.
(Claro
que se aporta un antecedente,
para
mostrar cuando había comenzado su metanoia,
citando
como origen de ese cambio
el
Encuentro con el Señor y su interpelación).
Entendemos
que el latido de cada eucaristía Dominical
se
teje entre sístole y diástole,
por
lo general la diástole está dada en el Primera Lectura,
y
la sístole la presenta el evangelio. En este caso,
¿cómo
se armoniza el palpitar?
Jesús
nos da la nota conductora: “Estar unidos a Él”,
“el
que permanece en Mí, y Yo en él, ese da fruto abundante;
porque
sin mí no pueden hacer nada”:
¡Sí,
la nota clave es la dialéctica entre
unidad
e impotencia: sin Él somos inválidos;
aún
más, somos rotundamente estériles.
Examinemos,
entonces, la nota de relleno que subyace a la Primera Lectura:
¿Qué
era lo que buscaba Pablo?
“llegado
Pablo a Jerusalén, trataba de juntarse
con los discípulos”,
ahí
lo tenemos, la búsqueda de unión, andaba en procura de inserirse
en
la Comunidad creyente de Jerusalén.
El
sarmiento se une a la vid por medio de la rama,
nuestra
rama es la Iglesia, la Comunidad particular que peregrina
en
nuestra zona. Si no estamos adheridos estamos como cortados,
tirados
fuera, secos…
todo
lo contrario del que permanece en Él.
Miremos
a Saulo, mientras está injerto en la rama de la Comunidad,
¿cómo
está?
“se movía con libertad
por Jerusalén”
Daba
testimonio de su Vid, “Actuando valientemente, en el Nombre del Señor”,
por
segunda vez en la perícopa, menciona su actuar valiente,
“hablaba
y discutía también con los helenistas”.
No
que estuviera exento de riesgos, no que flotara en una pompa de jabón,
los
helenistas “se propusieron matarlo”,
pero
la Comunidad lo cuida, lo guarda de esa amenaza,
se
lo llevan a otra parte…
¿Cómo
marchaba la Iglesia en ese marco situacional?
Gozaba
de paz,
se iba construyendo,
progresaba en el temor del Señor,
se
multiplicaba con el consuelo del Espíritu Santo.
Contemplemos
cómo se enfoca este examen
del
proceso-progreso de la Comunidad.
No
se refocila en los percances, no se regodea en el eje-ser-víctima,
subraya
los avances y nos revela el clima de paz que los envuelve,
dando
–cómo corresponde- rol protagónico al Espíritu Santo.
Entonces,
como conclusión tenemos el verbo μένω, permanecer,
“permanencia” que no se da en meras palabras,
se nos explica
en la Primera Carta de San Juan
-de donde se tomó la perícopa para la Segunda
Lectura-
“sino de verdad y con obras”.
(No desatendamos que las palabras también son
hechos
cuando son palabras coherentes con la vida,
cuando se tejen intrínsecamente con la manera
de actuar,
cuando contamos con la gracia que verbo
equivalga a factum).
(Se justifica comentar en torno a la palabra
[menó], permanecer en griego,
que contiene una connotación de esperanza,
no simplemente permanece, sino que aguarda,
ilusionada,
está pendiente de algo,
se mantiene fiel frente a lo prometido).
Esta Segunda Lectura no nos deja confusos,
refiriéndose a “obras” vagas
-por el contrario- las precisa con
concreción:
Guardar sus Mandamientos,
hacer
lo que le agrada,
creer en el Nombre de su Hijo,
valga decir, en Su Enseñanza integral, no
recortada a nuestro gusto,
no acomodada según nuestra “zona de confort”,
sino en la globalidad de su Revelación;
aún hay otra concreción importantísima,
se dejó para el final -no por menos
importante-
(sino porque la canción que siempre queda
resonando
es la última que hemos escuchado):
“que nos amemos los unos a los otros, tal
como nos lo mandó”.
Se cierra este fragmento de la Primera de San
Juan ratificando
que la clave de la permanencia
está en los Mandamientos
guardarlos es permanecer en Dios
y Dios en nosotros.
Amarnos los unos a los otros ¡es Mandamiento!
La doxología de toda esta liturgia
está concentrada en el Salmo:
Se refiere a una era futura,
cuando los desvalidos comerán hasta
saciarse;
es doxa y es profecía,
anuncia
una era de alabanza
de recordación
tiempo
adecuado para postrarse,
para inclinarse
para alabar.
Aun cuando seguimos en estadio de seminario
ya llegó la hora de la alabanza, de cantar
enhorabuenas,
de loar su Santo Nombre,
de trasmitirle a las generaciones futuras
confianza y seguridad en su Justicia.
¡Estamos en la edad de vivir totalmente
adheridos a Él!
«Dios es amor,
y quien permanece en el amor permanece en Dios
y Dios en Él» (1 Jn 4, 16).