Gen 22, 1-2. 9-13.
15-18; Sal 115, 10 y 15. 16-17. 18-19; Rom 8, 31b-34; Mc 9, 2-10
Tiempo de
Gracia:
Iniciamos la
Segunda Semana de Cuaresma,
el tiempo
que el disparador de flechas se toma
para empalmar
la coca a la cuerda.
Después de
extraer la flecha del carcaj
(regulando
el aliento)
(con todo el
cuerpo relajado)
con
la pluma guía hacía afuera
toma la
cuerda, mientras le inserta al culatín la cuerda,
el
corazón, la mente y la esperanza están todas tres en el Blanco,
luego
tensa,
a medida que la fuerza
retrae cuerda y coca,
se
mentaliza y relaja los dedos
así el venablo empieza
su trayecto.
¡Si!, la
flecha vuela, pero el alma la dirige,
no va sola
la flecha
el tirador
la timonea con amor
con una suerte de telequinesis.
Así
viajamos hacia nuestro blanco con la mente,
no es la Cuaresma,
es la Resurrección.
La aparente
derrota
se desmorona
la muerte
se destruye
¡queda la
Vida Eterna!
¿Ay, si
tan sólo pudiéramos corregir el derrotero!
Ascender
al Tabor es un presagio
es -verdaderamente-
la premonición,
así es que
Simón-Pedro quisiera detener el tiempo
para poder
gozarse la anticipación.
Nos damos
cuenta que la Ley nos regula, pero nos enajena,
la pieza
esencial de la liberación.
¡La Profecía
es –sólo- anuncio!
flota en el vacío que existe, en el abismo
del entredicho
y hecho.
En cambio
la flecha vuela hacía le plena
Perfección.
¿Qué está
por encima de la Ley?
¿Qué
supera al Profeta?
El Padre –hoy,
en Teofanía- enseña que por arriba
Alto,
muy alto,
Volando con
alas Celestiales, muy arriba,
Alcanzando
la cumbre, está
¡la
Escucha!
Escuchar –se
trata del verbo ἀκούω [akouo]- forma en griego
para significar que mientras se oye dentro del corazón y
las entrañas
va naciendo la fe.
Moisés decía, explicativamente
Que escuchar significa:
Elegir al Señor para que Él sea mi Dios,
Ir por sus caminos,
Observando sus Decretos, Mandatos y Preceptos.
Así, ser parte de su Pueblo,
(nosotros
glosamos entendiendo con ello
ser Parte de su Cuerpo,
incorporarnos a Él y en Él;
Pueblo Santísimo.
Él Padre Celestial, no manda delegado,
Él,
El-mismísimo-Él,
Porque el Hijo y Él son Uno-mismo;
como
un Abraham,
despedazado en dolor, sube al Calvario,
las Ropas Blanquísimas de Jesucristo
que alcanzan a ver los Tres Discípulos
son la Capa de su Tinta-Roja-Sangre,
tan Santa y Pura que ciega en su Blanca-Pureza-Salvadora.
El Padre-Dios endereza sus Ojos buscando
ver un carnero trabado por los cuernos
para suplir al Hijo
en su papel de Manso Cordero.
Pero la roca insensible que el ser humano lleva en el
pecho,
No alcanza a aferrar la conversión.
La mano de Abrahán fue detenida por los ángeles.
Dios espera que sea el ser humano arrepentido (como el
pueblo de Nínive)
Que cubra
-arrepentido-
con cenizas la frente
y con sayal la desnudez.
Pero ese pueblo altanero y revesero
Tiene en el lugar del corazón,
sólo
una piedra;
y así malbarató cada ocasión
que el Todo-Misericordioso,
le proveyó.
Ofrecemos hacerle tres cabañas,
pero no enmendamos nuestras torcidas sendas,
y no cesamos de flagelarlo
y coronarlo de espinas.
Queremos que viva en medio de nosotros pero bajo nuestras
reglas.
Al tiempo de Gracia lo mandamos al tacho.
Porque no somos capaces de “Escuchar”.