ESCUELA DE APROJIMACIÓN
Gn 18, 1-10a; Sal 14(15);
Col 1, 24-28; Lc 10, 38-42
…el ideal consiste en tener las manos de Marta y el corazón
de María.
Dom Helder Câmara
Iniciemos
nuestra reflexión de este Domingo XVI del tiempo ordinario, en el ciclo C,
examinando dos palabas que aparecen en la Primera Lectura: En hebreo tenemos el
verbo עָמַד que significa “estar ahí, pendiente”, “permanecer
atento, a ver que se ofrece” este verbo aparece en Gn 18, 8. Por otra parte, ya
en Gn 18, 2 aparece el verbo קְרָאת en su forma לִקְרָאתָם֙ de
“salir al encuentro a recibirlos”. Todos los detalles de Abrahán nos hablan de cordial
acogida, de hospitalidad, de generoso trato, de disponibilidad
al servicio. Pero especialmente, sabe ver en Ellos al Señor Trinitario, el
de las Tres Divinas Personas Y es que podemos decir del Señor-Dios-Trinitario
lo que dice el padre Hugo Estrada refiriéndose a Jesús: «No podemos asegurar
que Jesús es el Señor de nuestra vida, mientras
no nos hayamos especializado en reconocerlo a través de los varios “disfraces”
con que se nos presenta»[1].
Pasemos
revista a estos “gestos” acogedores de Abrahán:
·
Saluda al Señor postrado en tierra
·
Ofrece traerles agua para refrescar los Pies del que
Camina (porque El Señor Caminante vino para recibir esta atención de Abrahán,
camina hacia él para comprobar su apertura, su aceptación, su
reconocimiento, su acogida), le ofrece también la sombra del árbol para
que descanse.
·
También le ofrece pan. Pide a Sara hacer panes con tres
(otra vez tres) medidas de harina.
·
Le da a un criado un “ternero” para que lo prepare para
Él, el Dios-Trinidad
·
Le brindo, además requesón y leche.
Abrahán
(Padre de multitudes, que eso significa ese nombre) cuando ve las Tres
Personas, nos dice el verso 2 del capítulo 18 de Génesis que וַיָּ֤רָץ “corrió” (se trata del verbo correr en hebreo); nos trae
a la mente a otro Padre, en este caso al Padre del “hijo pródigo”, también Él “…
cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia,
y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó”. O sea, todos estos son
actos misericordiosos, repletos de amor acogedor, de ternura paternal, de
entrañas conmovidas.
La
acogida es gesto fundamental de misericordia, de amor-ágape, podríamos hasta
decir –sin exagerar- que es su uniforme principal, el que la distingue, el que
nos la deja reconocer. En el Evangelio, Lc 10, 38, encontramos la expresión ὑπεδέξατο que corresponde al verbo ὑποδέχομαι que significa hospedar en aoristo
indicativo medio (aoristo es como decir indefinido, o indeterminado; como es
aoristo de indicativo indica que aconteció en el pasado; más o menos como
nuestro pretérito perfecto; de hecho, en nuestras traducciones dice “lo
hospedó”, esta última, proviene del latín hospes que significa
“huésped”, o sea “visita” y tiene en su raíz indoeuropea {ghosti} un correlato
de “extranjero”, y no perdamos jamás de vista que ¡al extranjero también hay que
aprojimarlo!), esta palabra hospedar es el pináculo de la acogida. En
fin, lo que queremos postular es que, el meollo del mensaje de la Palabra en
este Domingo XVI, es la “acogida”, la acogida es la nervadura del
discípulo, la que le abre la sensibilidad. Sin embargo habrá que ver que hay
acogidas de acogidas. Por ejemplo, está la forma de acogida de Marta, pero –de
otra manera- tenemos otro modelo de acogida retratado en la actuación de María.
Jesús, expresamente, aprueba la acogida que da María, y –se puede oír tras esa
aprobación- una resonancia de desaprobación –esta vez tácita- para la otra
propuesta de “acogida”. ¡Veamos!
Lo que Jesús le dice a Marta (este nombre viene
del hebreo מרתא que significa “señora”) es que ella se afana por muchas
cosas (muchas cosas la preocupan , la inquietan, así la semilla que
llega a ella cae entre espinas (Cfr. Lc 8, 14); en cambio Jesús postula la
importancia de “enfocarse”, y volcar todo el interés, ὀλίγων
δέ ἐστιν χρεία sobre una sola, la que es necesaria; la palabra χρεία
“necesaria”, se refiere a lo que es necesario para poder
sobrevivir, algo así como el pan de cada día, pero en este caso, es evidente
que lo necesario es el “Pan de la Palabra” porque Jesús dice que María – מִרְיָם-
(también es nombr de origen hebreo, significa “excelsa”) Μαριὰμ
γὰρ τὴν ἀγαθὴν μερίδα ἐξελέξατο escogió la mejor parte; o sea que, María si
está haciendo lo necesario, lo que le proporcionará el “pan de cada día”. ¿Y, qué
está haciendo María? Μαριάμ, ἣ καὶ παρακαθεσθεῖσα πρὸς τοὺς πόδας τοῦ
Κυρίου ἤκουεν τὸν λόγον αὐτοῦ. Está sentada a los pies de Jesús ¡escuchando
su Palabra!: λόγον.
Podemos llegar de una vez a la conclusión:
¡Para acoger la fe hay que escuchar la Palabra! En la aclamación antes del
Evangelio, durante la liturgia de este Domingo, proclamamos un cifrado del
verso 15 del capítulo 8vo de San Lucas que reza así: “Bienaventurados los que
cumplen la palabra del Señor con un corazón bueno y sincero, y perseveran hasta
dar fruto”, extractado de la parábola del Sembrador. Este tema de la escucha
obediente y dócil, atenta y enfocada es un eje de nuestra fe que se subtiende
especialmente desde Deuteronomio 6, 4 hasta Marcos 12, 29, un persistente
ritornello del “Shêmá Israel”.
Pero, ¡tengamos cuidado! «Es una autentica
tentación contraponer a María y a Marta, la contemplación y la acción, la
oración y el servicio. Pero no puede tomarse un texto aislado del Evangelio y
olvidar el resto, como es por ejemplo la parábola del buen samaritano. Y menos
aún puede olvidarse que el Señor resumió la Ley y los Profetas en dos
mandamientos igualmente positivos: “¡Ama a Dios! ¡Ama a tu prójimo!” Por eso le
digo a usted que el ideal consiste en tener las manos de Marta y el corazón de
María.»[2]
La acción deseable e ideal es la de –una vez
oída la Palabra- hacerse enviado, pregonero anunciador de la Buena Noticia (el
mensaje que Dios mantenía como designio secreto, «Hay facetas de su
personalidad que Dios tardó siglos en mostrárnoslas, mientras hay otras que las
hizo experimentar desde un comienzo»[3]
pero que desde entonces ha sido revelado para nosotros, el pueblo de la Nueva
Jerusalén, los Colosenses de hoy en día), eso es lo que promueve la Carta a los
Colosenses, cuando San Pablo propone que él fue constituido ministro de la
Iglesia que es el Cuerpo de Cristo –pero, ¡ojo! que él lo dice precisamente
para impulsarnos a nosotros –los destinatarios de la epístola, los
recipiendarios de hoy- para que nosotros hagamos otro tanto y nos incorporemos
al Cuerpo Místico de Cristo. Es una idea neural de esta carta que Cristo vive
en nosotros y es la esperanza de la gloria y apunta como cabeza de flecha e indicándonos
al estado de perfección cristiana (Col 1, 28). Hagamos una cita para resaltar
la importancia vital de la acción: «… respiro con la Iglesia, en su misma luz
de día, en sus oscuridades de noche; descubro por todas partes las tropas del
mal que la acechan o la asaltan; me encuentro en medio de sus batallas y sus
victorias, de sus oraciones de angustia y de sus himnos triunfales, de la
opresión de los prisioneros, de los gemidos de los moribundos, de las
exultaciones de los ejércitos y de los capitanes victoriosos. Me encuentro en
medio pero no como espectador pasivo, sino como actor, cuya vigilancia,
destreza, fuerza y valentía pueden tener un peso decisivo sobre la suerte de la
lucha entre el bien y el mal y sobre el destino eterno de los individuos y de
la multitud.»[4]
Volvamos con Dom Helder y analicemos dando
una mirada a la acción de los contemplativos: «Yo amo a los religiosos y
religiosas de vida contemplativa. Ellos rezan por quienes no saben hacerlo, no
tienen tiempo (o piensan que no lo tienen), e incluso por quienes no quieren
orar, porque no conocen al Señor. ¡Ah, sí le conocieran, serían los primeros en
orar…!
Pienso muchas veces que si existe una
esperanza para el mundo –y ciertamente existe-, se la debemos a todas esas
personas que, en la soledad, oran en nombre de todos nosotros».[5]
Pero entre la contemplación y la acción se
tensa una línea de contacto: «A mí me gusta estar frecuentemente con los
contemplativos, entre otras cosas para ponerles al corriente de la situación
del mundo: “No podéis presentaros solos ante el Señor! ¡Tenéis que llevar al
mundo entero en vuestras manos, sobre vuestras espaldas!”»[6]
Seamos agradables a los ojos del Señor aprendiendo
a ser contemplativos-activos, lo que implica un compromiso de acogida: acogida
al hermano, especialmente acogida al hermano más necesitado -«… Jesús no es todavía el Señor de
nuestra vida, si no hemos aprendido a descubrirlo en los más necesitados, que
son los retratos más perfectos de Jesús»[7], acogida a Dios y su Palabra, acogida de la vida y de la
historia, acogida de la dicha y del dolor; sigamos las instrucciones dadas en
el Salmo 14(15) de la liturgia de este XVI Domingo Ordinario, que nos
proporcionan el paso-a-paso de esta vocación-a-enviados:
a)
Procedamos honradamente
y obremos con justicia
b)
Seamos sinceros con
nuestras palabras sin desprestigiar a nadie
c)
No le hagamos mal al
prójimo, ni difamemos a nuestro vecino
d)
No tengamos ojos de
aprecio y admiración hacia los malvados
e)
Honremos y temamos al
Altísimo
f)
Si prestamos que sea sin
usura
g)
Tampoco aceptemos
sobornos para ir contra los inocentes
Una constelación de 7 estrellas que apuntan a
vivir la acogida con un corazón realmente misericordioso, aunando acción y
contemplación. ¡Como el Corazón de Jesús! Que Ama, vive, ora y muere por
nosotros, y nos llama “amigos”.
[1] Estrada,
Hugo sdb . PARA MÍ, ¿QUIÉN ES JESÚS? Ed. Salesiana Guatemala, 1998 p. 33
[2] Helder
Câmara, Dom. EL EVANGELIO CON DOM HELDER. Ed. Sal Terrae Santander-España. 2da
ed. 1985 p. 131
[3] Caravias,
José L. sj. DE ABRAHÁN A JESÚS. LA EXPERIENCIA PROGRSIVA DE DIOS EN LOS
PERSONAJES BÍBLICOS. Ed. “Tierra Nueva-Verbo divino” Quito-Ecuador 2001 p. 14
[4] Martini,
Carlos María. POR LOS CAMINOS DEL SEÑOR. Ed. San Pablo Santafé de
Bogotá-Colombia 1995 p. 310. Citando al Cardenal Hildefonso Schuster
[5] Helder Câmara, Dom. Op. Cit p.132
[6]
Ibid pp. 132 - 133
[7] Estrada,
Hugo sdb . Loc. Cit.
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