Deut 30,10-14; Sal 69(68),
14.17. 30-31. 33-34. 36ab. 37; Col 1,15-20; Lc 10,25-37
Cuando alimenté a los
pobres me llamaron santo; pero cuando pregunté por qué hay gente pobre me
llamaron comunista.
Dom
Helder Câmara
¡Ignorar el
sufrimiento del hombre, ¿qué cosa significa? Significa ignorar a Dios! Si yo no
me acerco a aquel hombre, a aquella mujer, a aquel niño, a aquel anciano o
aquella anciana que sufre, no me acerco a Dios.
Papa Francisco
La
Parábola del Buen Samaritano es un auto retrato de Jesús. Jesús es el Buen
Samaritano en toda le extensión de la Palabra. «Los Padres de la Iglesia han
leído la parábola desde el punto de vista cristológico… el hombre que yace
medio muerto y saqueado al borde del camino, ¿no es una imagen de “Adán”, del
hombre en general, que “ha caído en manos de unos ladrones”? ¿No es cierto que
el hombre, la criatura hombre, ha sido alienado, maltratado, explotado, a lo
largo de toda su historia?... El camino de Jerusalén a Jericó aparece, pues,
como imagen de la historia universal;…Si el hombre atracado es por antonomasia
la imagen de la humanidad, entonces el samaritano sólo puede ser la imagen de
Jesucristo»[1].
Todo lo cual nos remite al tema de cómo practicar nuestra religión porque
nosotros no simplemente creemos, sino que vivimos según creemos. Es decir,
nuestra existencia en la fe significa un estilo de vida. Si somos discípulos de
Cristo-Jesús se implica una coherencia que exige vivir Jesúsmente. Así
arribamos a la conclusión de que profesar la religión católica nos lleva no
sólo a saber en qué creemos sino –igualmente- a aplicarlo siguiendo las
“Huellas del Maestro”.
Jesús
es la encarnación del irrevocable amor de Dios por el hombre. «… la
característica fundamental de Dios, sus entrañas maternas se mueven de
compasión a la vista del hombre, que es su hijo, al que no puede dejar de amar.
El viaje del samaritano –la misión de Jesús es la misma compasión de Dios por
sus hijos»[2]. En Jesús, «En sus
palabras y gestos tomamos conciencia de lo que Dios es para el hombre: amor y
perdón, denuncia y exigencia, donación y presencia, elección y envío,
compromiso y fuerza…. La única forma en que nosotros conozcamos a Dios es
reconociéndolo en el mismo Jesús. Él no revela “cosas” sobre Dios, sino que
Jesús es la forma humana, vital, de decírsenos Dios…. El mensaje de Jesús
consiste en afirmar que nada se adelanta en querer conocer a Dios en sí mismo,
directamente…. En Jesús se nos ha comunicado de tal manera la presencia
amorosa, perdonadora y regeneradora de Dios,… Él hace visible a Dios a través
de su inagotable capacidad de amor, su renuncia a toda voluntad de poder y de
venganza, su identificación con todos los marginados de este mundo… Cristo es…
el sacramento primero de Dios, pues Él es Dios de una manera humana y es hombre
de una manera divina.»[3]
«Según
Pablo, la fe cristiana no se reduce a creer en una serie de “dogmas”, ni a
cumplir una serie de leyes, ni a practicar ritos religiosos especiales. Su fe
se centra en una persona. Jesús, a quien quiere conocer a fondo para poderlo
querer de veras y ser capaz así de seguirlo cada vez más de cerca. Se trata de
querer y seguir a alguien que es plenamente Dios y plenamente hombre, imagen
humana de la divinidad, camino nuevo y vivo para llegar a Dios con confianza y
seguridad.»[4]
Así mismo nos lo explica la Carta a los Colosenses: “Cristo es la imagen de
Dios invisible” (Col 1, 15). «Los cristianos de la ciudad de Colosas, junto con
los de Laodicea y de Gerápolis, forman parte de la Iglesia de Asia que gira en
torno a la metrópolis que es Éfeso. De hecho, la ciudad de Colosas, situada en
Frigia, se halla en el valle del río Lico sobre el camino imperial que una a
Éfeso con el oriente. Aquí se hacen sentir los diferentes influjos religiosos y
culturales de cuño helenista y judío. En la comunidad cristiana de Colosas se
tiende a conjugar la fe cristiana, el culto de las figuras mediadoras y de las
potencias espirituales y la observancia de prácticas ascéticas»[5]. «…las extrañas ideas de
los frigios fue la oportunidad para que se nos legara una idea universalista y cósmica
de la fe, totalmente ajena ya a las cuestiones judías y considerando todo el
universo como un inmenso territorio donde Dios ejerce su soberanía por medio de
Cristo resucitado. Al mismo tiempo, la carta insiste en la figura central de
Jesucristo visto no como un ángel especial sino como la misma imagen visible de
Dios. Cristo es el Dios encarnado en medio de los hombres; más aún, es la
Palabra, como dirá Juan, que dio origen al mundo, y el principio de una nueva
humanidad renacida de las cenizas de la muerte. Es también universal el
carácter de la redención, como obra reconciliadora de toda la humanidad y del
cosmos entero, en paz con Dios y en armonía consigo mismo. Pero este ideal de
reconciliación supone, como es obvio, una nueva estructura de la sociedad, un
nuevo orden del que la comunidad cristiana debiera ser el prototipo.»[6]
Como
ya hemos enfatizado el discipulado lleva implícito un “hacer”, un poner en
práctica, «En el centro de la historia del Buen Samaritano se plantea la
pregunta fundamental del hombre…: “Maestro, ¿Qué tengo que hacer para heredar
la vida eterna?”… “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu
alma, y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo”
(Lc 10, 27) Sobre esta cuestión Jesús enseña lo mismo que la Torá,… la palabra
de la Escritura es indiscutible, pero su aplicación en la práctica de la vida
suscitaba cuestiones que se discutían mucho en las escuelas (y en la vida
misma). La pregunta en concreto, es ¿Quién es “el prójimo”?... Jesús respondió
con la parábola del hombre que, yendo por el camino de Jerusalén a Jericó, cayó
en manos de unos bandidos que lo saquearon y golpearon, abandonándolo medio
muerto al borde del camino.»[7] La manera como resume la
perícopa del Evangelio el Papa -ahora- Emérito, subraya el hecho de que el
Doctor de la Ley estaba preguntando por la ortopraxis, pero que esta pregunta
es una pregunta de validez intemporal. Así se desprende que el Buen Samaritano
es Jesús, pero nosotros estamos llamados a vivir Jesúsmente, «La relación
Iglesia-mundo la definen estas palabras de Jesús, que envía la Iglesia a
continuar su misma misión como samaritano: “Vete y haz tú lo mismo”.»[8] En griego reza así: Πορεύου
καὶ σὺ ποίει ὁμοίως.
Aquí, el verbo ποιέω “hacer”, “Construir” está en presente de
imperativo activo ποίει, así se resalta que el asunto se refiere a
la praxis, al “deber hacer”. «Jesús cambia la prospectiva: no clasificar a los
demás para ver quién es el prójimo y quién no lo es. Tú puedes hacerte prójimo
de quien se encuentra en la necesidad, y lo serás si en tu corazón tienes
compasión, es decir, tienes esa capacidad de sufrir con el otro»[9].
Decía
Helder Câmara: «Estoy convencido, sin embargo, de que, hoy día, el buen
samaritano no se limitaría a cuidar de las víctimas de los bandidos y a
subirlos no ya en su cabalgadura, sino en su coche. Hoy, el buen samaritano se
ocuparía de las víctimas, cada vez más numerosas, de la injusticia. Estaría ahí
–lo está, de hecho- para luchar pacífica pero valerosamente contra las
estructuras de injusticia que oprimen a los hombres. Porque no basta con socorrer
a las víctimas de la desdicha, sino que hay que atacar las raíces mismas de esa
desdicha, que es inaceptable».[10]
Volvamos
con el Papa Emérito: «La actualidad de la parábola resulta evidente. Si la
aplicamos a las dimensiones de la sociedad mundial, vemos cómo los pueblos
explotados y saqueados de África nos conciernen. Vemos hasta qué punto son
nuestros “próximos”; vemos que también nuestro estilo de vida, nuestra
historia, en la que estamos implicados, los ha explotado y los explota…les
hemos llevado el cinismo de un mundo sin Dios, en el que sólo importa el poder
y las ganancias; hemos destruido los criterios morales, con lo que la
corrupción y la falta de escrúpulos en el poder se han convertido en algo
natural. Y esto no sólo ocurre en África»[11].
«Un día me invitaron
a la inauguración de una gran empresa. Hacía muchísimo calor. Pero en el
despacho del director había aire acondicionado, y los camareros ofrecían
whisky. Una, dos, tres veces… Yo prefería tomar Coca-Cola, no por virtud, sino
porque, aunque no me disgusta un poco de alcohol, ni me plantea ningún problema
moral, no me cae bien…
En un momento dado se
me acercó uno de los invitados y me dijo: “¡Hombre, Dom Helder! ¿Qué tal? ¿Cómo
va su demagogia? A propósito, ¿cómo tiene el valor de decir constantemente que
en Recife hay miseria y se pasa hambre?” envalentonados, se acercaron otros
invitados a hacerme la misma pregunta. Entonces les dije: “¡Vaya! Estaba yo tan
discretamente en mi rincón, y vienen ustedes a provocarme… Pues les daré
respuesta: todos ustedes tiene aquí sus coches, ¿no es así?; pues bien, podemos
montar en ellos y, en muy pocos minutos, les introduzco a ustedes de lleno en la
miseria, en el hambre…”
Aceptaron el desafío.
Al cabo de diez minutos nos hallábamos en uno de esos lugares donde el
ayuntamiento hace quemar las basuras de la ciudad. Antes de quemarlas las
distribuyen en montones por el suelo. Yo conocía aquello muy bien. Llamé a un
amigo a quien llamaban “Doctor Podredumbre” y que es funcionario municipal. Es
un verdadero experto en saber si los alimentos que han sido arrojados a la
basura son aún comestibles. El distingue entre alimentos de primera clase,
reservados a los funcionarios, alimentos de segunda clase, aptos para la gente que
intenta vivir allí y para los cuervos, que picotean como gallinas, y alimentos
de tercera clase, que se salan y después se venden en las tascas de cuarta o
quinta clase, donde cualquier cosa sirve para acompañar un trago… El “Doctor
Podredumbre” explicaba todo esto a aquellas decenas de empresarios que me
habían seguido hasta allí. Yo pensaba que les impresionaría. Pero al día
siguiente, uno de ellos me telefoneó: “¡Dom Helder, he tenido una idea
formidable! ¡Se puede hacer negocio, se puede ganar dinero con el ¿Doctor
Podredumbre’” ¡Terrible!
¿Cómo estamos tan
lejos de tener el espíritu del buen samaritano?»[12]
Después
de ver la anécdota de Helder Câmara conviene que retomemos –una vez más- a Su
Santidad Benedicto XVI: «Ciertamente tenemos que dar ayuda material y revisar
nuestras propias formas de vida. Pero damos siempre demasiado poco si damos
sólo lo material. ¿Y no encontramos también a nuestro alrededor personas
explotadas y maltratadas? Las víctimas de la droga, del tráfico de personas,
del turismo sexual; personas destrozadas interiormente, vacías en medio de la
riqueza material. Todo esto nos afecta y
nos llama a tener los ojos y el corazón de quien es prójimo, y también
al valor de amar al prójimo. Pues… quizás el sacerdote y el levita pasaron de
largo más por miedo que por indiferencia. Tenemos que aprender de nuevo, desde
lo más íntimo, la valentía de la bondad; sólo la conseguiremos si nosotros
mismos nos hacemos “buenos interiormente, si somos “prójimos” desde dentro y
cada uno percibe qué tipo de servicio se necesita en mi entorno y en el radio
más amplio de mi existencia, y cómo
puedo prestarlo yo»[13].
Hacerse
prójimo es una tarea, no es una situación que nos “llueve” porque siempre
correremos el riesgo de pasar indiferentes o inmóviles por el miedo; o –lo que
es aú peor- impotentes porque hemos sido educados para la impotencia bien
maquillada con pretextos. El Sacerdote y el Levita tuvieron por pretextos –muy
seguramente- la pureza ritual; Papa Francisco lo dice así «La Ley del Señor en
situaciones símiles preveía la obligación de socorrerlo, pero ambos pasan de
largo sin detenerse. Tenían prisa. El sacerdote, tal vez, ha mirado el reloj y
ha dicho: “pero, llegare tarde a la Misa… Debo decir la Misa”. Y el otro ha
dicho: “pero, no sé si la Ley me lo permite, porque hay sangre ahí y yo quedare
impuro…”. Van por otro camino y no se acercan.»[14]. Nuestra sociedad –que el
Malo usa como máscara- nos agencia un sinfín de justificaciones para evadir la
samaritanidad. Pero el mandato de Jesús prevalece como guía para nuestra
ortopraxis: Πορεύου καὶ σὺ ποίει ὁμοίως “Vete y haz tú lo mismo” (Lc 10, 37d)
[1]
Benedicto XVI. JESÚS DE NAZARET I Parte. Ed. Planeta 2da ed. Bogotá- Colombia
2007 pp.240-242
[2] Fausti,
Silvano. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE LUCAS. Ed. San Pablo
Bogotá-Colombia. 2013. P. 392
[3] José
Luis Caravias s.j. DE ABRAHÁN A JESÚS LA EXPERIENCIA PROGRESIVA DE DIOS EN LOS
PERSONAJES BÍBLICOS. Ed Tierra nueva y Centro Bíblico “Verbo Divino” Quito
–Ecuador. 2001 pp. 174-175
[4]
Ibid. p 207
[5]
Fabris, Rinaldo. PARA LEER A SAN PABLO. Ed. San Pablo 2ª re-imp. 2006 Bogotá –
Colombia p. 148
[6]
Benetti, Santos. PABLO Y SU MENSAJE Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 1994
p. 253
[7]
Benedicto XVI. Op. Cit. p. 237
[8]
Fausti, Silvano. Op Cit. p.395
[10]
Helder Câmara, Dom EL EVANGELIO CON DOM HELDER CÂMARA. Ed. Sal Terrae Santander
– España 1985 p. 130
[11]
Benedicto XVI. Op. Cit. p. 239
[12] Helder Câmara, Dom Op. Cit. pp. 129-130
[13]
Benedicto XVI Op. Cit. pp. 239-240
[14]
Papa Francisco. Ibid
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