sábado, 16 de abril de 2016

MISERICORDIOSOS COMO EL HIJO


Hech 13, 14. 43-52; Ap 7, 9.14b-17;  Jn 10, 27-30.


Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
Jn 17, 21

…yo estoy entre ustedes como el que sirve.
Lc 22, 27c

    … sed pastores con «olor a oveja», que eso se note
Papa Francisco

Dios-Padre δέδωκέν ha entregado a su Hijo un rebaño, y (πάντων μεῖζόν ἐστιν “Quien es superior a todos”) como es Dios-Omnipotente Quien entrega esa donación, la donación no puede ser revocada. Nadie podrá, pues, sustraer esas ovejas de su “mano”. Entendemos aquí “mano” como “Potestad” a la vez que como “Señorío”, personas o “instrumentos” que han sido destinados al cumplimiento y realización de su Voluntad, a construir su Reino.

Jesús, en esta perícopa del Evangelio de Juan nos presenta una serie de afirmaciones puntuales y enfáticas:
a)    Sus “ovejas” escuchan su voz
b)    Él nos conoce
c)    Nosotros (sus ovejas) lo seguimos.
Estas primeras tres afirmaciones pueden aclararse si las atendemos al revés: precisamente lo que nos distingue como “sus” ovejas es que lo sigamos; nuestro discipulado es verdadero cuando hay seguimiento, sin seguimiento no somos “ovejas suyas”. Entre otras cosas Jesús va señalando unas imágenes que lo definen, Él es camino, Él es Verdad, Él es vida, Él es Puerta, Él es Luz del Mundo; hoy nos enseña que Él es Pastor, para que –sabiendo quien es Él, lo podamos seguir; así que si Él es Pastor, nosotros estamos llamados a ser Pastores. Por eso este Domingo es Domingo de Las Vocaciones, porque estamos llamados a ser Pastores, desde la profesión u oficio que elijamos, desde allí estamos convocados a ejercer este pastoralismo. Como Simón Pedro que siendo pescador fue llamado –tres veces, lo vimos en el Evangelio de Domingo anterior- a pastorear, a apacentar el rebaño… Después le dijo  Ἀκολούθει μοι “Sígueme”. (Jn 21, 15-17. 19)


Ahora, ¡la cosa se pone más interesante! Este “Pastor Bueno”, ¿qué es lo que nos da?
d)    κἀγὼ δίδωμι αὐτοῖς ζωὴν αἰώνιον, καὶ οὐ μὴ ἀπόλωνται εἰς τὸν αἰῶνα “Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás.”
e)    “Nadie las arrebatará de mi mano”
f)     “Me las ha dado mi Padre, y Él es superior a todos”. Dirá en Jn 17, 24 “Tú me las has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo”.
g)    “El Padre y yo somos uno”. Intuimos en esta afirmación final una especie de “cima” del conjunto expositivo: esto es lo máximo en el contexto de esta perícopa; es como la super-verdad de lo que Jesús nos quiere comunicar aquí: No hay ninguna fisura entre Dios Padre y Dios Hijo, no hay, ni siquiera, discontinuidad; no podemos hablar de dualidad, ¡Ellos no son dos, en realidad son Uno! Estamos sobrevolando la periferia del concepto Trinitario que nos conduce al núcleo monoteísta. Los teólogos han establecido un “puente” que va de la periferia al núcleo: Dios Padre se lo entrega “Todo” al Hijo, hay una sola cosa que no le entrega: ¡la Paternidad!, todo lo demás, se lo da. Por eso el Hijo se entrega “Todo” (ya hemos visto en los días de la Pasión como asciende en su entrega: en la última Cena –como condensación de toda su entrega- se entrega para ser comido y bebido; luego, entregará sus ropas, hasta la última prenda, entrega su Sangre preciosísima, entrega su Cuerpo para ser taladrado, para que lo agujereen, ya crucificado y a punto de expirar, entrega su Madre al discípulo-amado, con su postrer aliento, entrega su Espíritu, Resucitado, entrega sus llagas para que se las escarben) ¡así como su Padre se ha despojado de Todo, inclusive de la potestad “juzgativa”, así el Hijo se entrega todo, integro!

En la Segunda Lectura, tomada del Apocalipsis, vienen otras ricas claridades sobre como ejerce Jesús –el Cordero- su Pastoreo: Él las acampa, las protege, las apacienta evitando que sufran de hambre o sed, llevándolas donde el sol no las queme y el calor no las agobie, las lleva a fuentes del “agua de vida” y les enjuga toda lágrima, es decir, las sustrae de toda pena, consolándolas. Valga decir, ejerce con ellas todas las obras de Misericordia.

Toda lágrima será enjugada, toda hambre será saciada, toda tristeza transformada en un estallido de alabanzaComo lo parafrasea Martha Reyes en una canción.

Es Domingo de Buen Pastor porque los discípulos verdaderos de Jesús tiene que ser como Él, Misericordiosos! Es Domingo de Vocación porque nuestra vocación esencial es Pastorear, Apacentar, Cuidar a cada oveja desde su nombre propio, es decir, desde su identidad, desde su unicidad, desde sus características propias. Llevarlas a la unidad, no en la uniformidad, sino en la fraternidad. Ellas, las ovejas prójimas, las que “nos han correspondido” han sido puestas en nuestra mano para que las cuidemos, las saciemos, las consolemos y velemos por ellas hasta la última gota de nuestra sangre. ¡Casi nada!

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