Is 42,1-4.6-7; Sal 28; 1a. 2. 3ac-4. 9b-10; Hch 10,34-38; Lc
3,15-16.21-22
Nuestra sociedad
necesita dosis masivas de Espíritu Santo.
Raniero Cantalamessa
Quisiéramos iniciar recordando que en el
ciclo C el Evangelio que vamos a considerar es el de San Lucas. «¿A qué
corresponde la etapa… que la obra de Lucas expresa de manera tan
privilegiada?... En esta etapa tenemos la formación del testigo. Cuando el cristiano
ha aprendido a vivir en la comunidad como miembro responsable de ella, se pone
la pregunta: ¿qué puedo hacer y decir a los otros, a los que no creen?... Lucas
enseña al cristiano a llevar la Palabra a quien no cree, a quien piensa
distinto.»[1]
Esta orientación del Evangelio de San Lucas, nos ayuda a enfocar el relato del
Bautismo de Jesús según se nos ofrece en el Tercer Evangelio, este Evangelio
nos guía en la ruta de hacernos testigos, es decir, de vivir coherentemente lo
que se anuncia.
El Domingo anterior hemos celebrado la
Epifanía. Benedicto XVI nos recordaba en su JESÚS DE NAZARET que para la
Iglesia oriental la epifanía es el día del bautismo dado que la “epifanía es la
proclamación de la filiación divina por la voz del cielo” que es lo que precisamente
sucede en el último versículo del fragmento del Evangelio que leemos en este
Domingo en la fiesta del Bautismo del Señor: Σὺ εἶ ὁ Υἱός μου ὁ ἀγαπητός,
ἐν σοὶ εὐδόκησα. “Tú eres mi hijo amado, en ti me complazco”(Lc
3, 22d). «El bautismo que desde entonces administran los discípulos de
Jesús es el ingreso en el bautismo de Jesús, el ingreso en la realidad que Él
ha anticipado con su bautismo, así se llaga a ser cristiano.»[2]
«Ahora ese Dios,… desciende
definitivamente entre nosotros en la persona del Espíritu Santo, el Don de
Dios. Espíritu significa “vida”, santo significa “de Dios”. ¡La misma vida de
Dios se le entrega al hombre como un don! Es el soplo anunciado por Ezequiel
37, que anima y mueve los huesos áridos, rico en sabiduría e inteligencia, en
consejo y fortaleza, en conocimiento y temor de Dios (Is 11, 2; cf. Sb 7,
22ss). No sabes de dónde viene y adónde va (Jn 3, 8). Es invisible, pero oyes
su voz y reconoce sus efectos en sus frutos. Cambia radicalmente nuestra vida
egoísta, triste, intolerante, malévola, malvada, infiel, dura y esclava con
capacidad de amor, alegría, paciencia, benevolencia, fidelidad, mansedumbre y
libertad (Ga 5, 22).»[3] El
bautismo –es así- una entrega en donación de Espíritu Santo que se nos otorga
para que seamos fieles testigos, y el fiel testigo “promueve con firmeza la
justicia” (cf. Is 42, 3c).
«… todo cristiano en el bautismo se
vuelve “corporalmente teóforo”, portador de Dios, a semejanza de Cristo. En
efecto, “todos nosotros que con el rostro descubierto reflejamos como un espejo
la gloria del Señor, nos vamos trasformando en esa misma imagen cada vez más
gloriosos así es como actúa el Señor que es Espíritu” (2Co 3, 18).»[4]
El Espíritu hay que pedirlo, anhelarlo,
ansiarlo con las mismas ansias con las que el ahogado tiene avidez de una
bocanada de aire:
Un anciano –
starets (padre espiritual) fue visitado
por un joven quien le pidió: “Padre, enséñame a orar”.
- Bien, le
respondió. - ¡Sígueme! El anciano se
levantó, se fue a un profundo río y comenzó a entrar en el agua. El joven sin
saber qué hacer, lo siguió. Cuando ya estaban en el medio del río y el agua les
llegaba hasta la boca, el anciano agarro al joven por sus cabellos y lo
sumergió.
El joven con un
gran esfuerzo logró liberarse del anciano luego de una inmensa lucha y salió
del río respirando profundamente. Salió también el anciano e interrogó al
joven: - ¿Cómo te sentiste debajo del agua? Este le respondió: - Padre yo
gritaba a Dios, con un grito mudo para que me dé al menos un respiro y para que
me libre de la muerte.
Entonces el
anciano le explicó: - El río que hunde a los hombres es la vida sin Dios. Si
nosotros vamos a gritar y recurrir a Dios como tú lo hiciste debajo del agua,
vamos a orar correctamente. La oración siempre nos libra de la muerte y como el
respiro nos llena, no de aire, sino del Espíritu Santo: portador de Vida
Eterna.[5]
El Evangelio según San Lucas pone el
énfasis en la oración. La oración es derrotero para pasar por la ruta en que se
derrama la Gracia que nos hace portadores de Dios. Esa oración es acción vocal
y acción vital, esto es, ruta de fraternidad, solidaridad, servicio, amor y
perdón, es la vía mismísima de la Misericordia. Eso es lo que se requiere de
nosotros, poniendo a prueba nuestra fidelidad: expresar un corazón
misericordioso, llevando a Dios en él y manifestándolo a través de nuestras
acciones e inquietando a otros para que se enamoren de Dios. Ya que Dios acepta
al que le teme y practica la justicia (cfr. Hch 10, 35). Esa gracia,
insistimos, es don de Dios, Dios nos la entrega y, su punto de partida, en
nuestra vida, es el bautismo. Alegrémonos por este Sacramento en el que baja
“el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma”. (Lc 3, 22ab)
Gracias
por mi Bautismo
Señor, quiero
darte gracias por el regalo que el día de mi bautismo me entregaste:
el amor del
Padre, la fuerza del Espíritu y la
gracia de tu presencia.
El agua cayó
sobre mi cabeza con el poder de darme vida nuevamente
que lava, sana,
fortalece, vivífica, transforma.
Señor, quiero
revivir ese momento para salir de la mediocridad,
necesito
energía para ser testigo de la vida que Tú me entregaste.
Necesito
fortaleza para no desanimarme,
para seguir
adelante, para avanzar a pesar del miedo,
para no retroceder
arrastrado por el ambiente,
para
crecer cada día en la fe.
Sé que el
Espíritu habita en mi corazón de bautizado.
El, reanima mi
vida y con su fuerza es posible vivir el Evangelio.
Sé que las
aguas del Espíritu sobre mí derramadas
me permiten:
seguir a Jesús como Señor y Salvador,
vivir la
libertad de los hijos de Dios, ser profeta
que anuncia a
Jesús sin miedos,
en cualquier
ambiente y lugar.
Gracias, Jesús,
por mi bautismo,
que muestre con
dignidad y gozo,
a través de mis
obras,
[1]
Martini, Carlos María. POR LOS CAMINOS DEL SEÑOR. MEDITACIONES PARA CADA DÍA.
Ed. San Pablo. Santafé de Bogotá-Colombia 1995 p.24
[2]
Benedicto XVI. JESÚS DE NAZARET. I Parte Ed. Planeta. Bogotá-Colombia 2007. p.
46
[3]
Fausti, Silvano. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE LUCAS. Ed. San Pablo
Bogotá-Colombia 3ª ed. 2014. p. 89
[4]
Ibid. p. 90
[5] Sviatoslav
Shevchuk. LA ORACIÓN RESPIRO DEL ALMA. http://teoforos-orientecristiano.blogspot.com.co/
2011_05_01_archive.html
[6]
ORACIONES PARA TODAS LAS OCASIONES Ed. Lecat Bogotá-Colombia p. 273
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