Hch 4, 8-12;
Sal 117, 1. 8-9. 21-23. 26. 28-29;
1Jn 3, 1-2; Jn 10, 11-18
¿Qué amor es ese que
no siente la necesidad de hablar del ser amado, de mostrarlo, de hacerlo
conocer?... Y una persona que no está convencida, entusiasmada, segura,
enamorada, no convence a nadie………………………………………………………
Permitir que Él nos
guíe, nos oriente, nos impulse hacia donde Él quiera.
Papa Francisco
Antíoco
IV Epífanes, rey Sirio de la dinastía Seléucida invadió Jerusalén y procuró
erradicar el culto a YHWH, para helenizar –de esta forma- el pueblo de Israel.
Puso en el Templo una estatua de Zeus e hizo sacrificar allí cerdos, mientras prohibió ofrecer los sacrificios normales que
prescribe la fe judía consistentes en toros, ovejas, cabras, palomas y tórtolas;
de la misma forma -y para más reprimir la practica de la fe judía- leer la
Escritura se volvió causal de muerte. Así, con el Templo profanado surge la
acción del Sacerdote Matatías y sus hijos los Macabeos con Judas Macabeo a
la cabeza que se enfrentaron a diversos generales sirios hasta reducirlos y
expulsarlos; y luego, Judas Macabeo procedió a purificar el Templo y a re-
consagrarlo, Ordenó hacer vasos para el templo e introdujo en él el altar del
incienso, la mesa del pan de la proposición y el candelabro. Fue así como
surgió la fiesta judía de חֲנֻכָּה
Janucá (del verbo hebreo חֲנֻכָּה inaugurar,
dedicar), la fiesta de
las luces, para celebrar la re-dedicación del Templo. Esta celebración va del
25 de Kislev al 2 ó 3 de Tevet, o sea que esta fiesta dura ocho días. Es una
fiesta de independencia porque conmemora la derrota de los invasores y la
victoria de los Macabeos. Es la fiesta de las luces porque en ella se enciende
la Menorah de ocho candelas y, una bujía adicional, flama “piloto” denominada Shamash
o sea “siervo” que proporciona el fuego para encender las otras.
En
el capítulo 8 de San Juan, Jesús declara que Él es la Luz del Mundo, el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la
luz de la vida. Jn 8, 12. Dios ha sido Fuego y Luz conductora cuando, en el
desierto los iba guiando: “El Señor iba delante de ellos, de día en una columna
de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para
alumbrarlos, a fin de que anduvieran de día y de noche”. Ex 13, 21. Insistimos enfáticamente en la teofanía de la Zarza Ardiente, donde Dios
se revela como Dios-liberador: “Y el Señor dijo: Ciertamente he visto la
aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he escuchado su clamor a causa de
sus capataces, pues estoy consciente de sus sufrimientos. Y he descendido para
librarlos de mano de los egipcios, y para sacarlos de aquella tierra
a una tierra buena y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel” Ex 3, 7-8a.
Pero en el Nuevo Testamento, es Jesús definitivamente la Luz del Mundo,
Dios-Humanado guiando a su pueblo. La Zarza Ardiente cede el puesto a la cruz
con el crucificado, llama ardiente de Amor que conduce al pueblo de Dios. La
Cruz-Ardiente-de-Amor es la columna de Fuego que lidera al pueblo. Su mejor
imagen litúrgica es el Cirio Pascual (Cristo ayer y hoy, Principio y Fin, Alfa
y Omega, Suyo es el tiempo, Y la eternidad, A Él la gloria y el poder, Por los
siglos de los siglos. Amén.) Este Cirio es nuestro Shamash cristiano. En
la vigilia Pascual, la completa oscuridad es rasgada y vencida por la llama del
Cirio Pascual del cual toman todos fuego para encender sus “pascualitos”, simbolizando con este gesto el ánimo
discipular que los asiste, como si dijeran: “Nos confesamos y nos comprometemos
en la fidelidad del seguimiento”.
«En
el Evangelio de Juan, Jesús usa muchas metáforas y similitudes para hablar, en
el fondo, de sí mismo: el agua (cap.4 y cap. 7), el pan (cap.6), la luz (cap.
9), la vida (cap. 11), la vid (cap.15). Sin embargo, estas son imágenes de
cosas…. Pero en la imagen personal del pastor, Jesús es para cada uno de
nosotros el responsable afectuoso, el que nos está cerca con atención,
paciencia, devoción incansable y suprema hasta la entrega total de sí.»[1]
Para
entender y aprender esta tarea-misión, para poder asumir el discipulado y ser “pascualitos”
del Buen Pastor, nos viene muy bien recordar algunos apartes de la Evangelii
Gaudium de S.S. el Papa Francisco: «266… No
se puede perseverar en una evangelización fervorosa si uno no sigue convencido,
por experiencia propia, de que no es lo mismo haber conocido a Jesús que no
conocerlo, no es lo mismo caminar con Él que caminar a tientas, no es lo mismo
poder escucharlo que ignorar su Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo,
adorarlo, descansar en Él, que no poder hacerlo. No es lo mismo tratar de
construir el mundo con su Evangelio que hacerlo sólo con la propia razón.
Sabemos bien que la vida con Él se vuelve mucho más plena y que con Él es más
fácil encontrarle un sentido a todo…. Y una persona que no está convencida,
entusiasmada, segura, enamorada, no convence a nadie.
267
Unidos a Jesús, buscamos lo que Él busca, amamos lo que Él ama. En definitiva,
lo que buscamos es la gloria del Padre… Éste es el móvil definitivo, el más
profundo, el más grande, la razón y el sentido final de todo lo demás. Se trata
de la gloria del Padre que Jesús buscó durante toda su existencia… Si somos
misioneros, es ante todo porque Jesús nos ha dicho: «La gloria de mi Padre
consiste en que deis fruto abundante» (Jn 15,8)… evangelizamos para la mayor
gloria del Padre que nos ama.
268
… Reconocer que somos pueblo: «Vosotros, que en otro tiempo no erais pueblo,
ahora sois pueblo de Dios» (1 Pe 2,10… también hace falta desarrollar el gusto
espiritual de estar cerca de la vida de la gente, [desarrollar el gusto por
oler a oveja, nos dijo en otra oportunidad] hasta el punto de descubrir que eso
es fuente de un gozo superior. La misión es una pasión por Jesús pero, al mismo
tiempo, una pasión por su pueblo… redescubrimos que Él nos quiere tomar como
instrumentos para llegar cada vez más cerca de su pueblo amado. Nos toma de en
medio del pueblo y nos envía al pueblo, de tal modo que nuestra identidad no se
entiende sin esta pertenencia.
269…
deseamos integrarnos a fondo en la sociedad, compartimos la vida con todos,
escuchamos sus inquietudes, colaboramos material y espiritualmente con ellos en
sus necesidades, nos alegramos con los que están alegres, lloramos con los que
lloran y nos comprometemos en la construcción de un mundo nuevo, codo a codo
con los demás…. 270… Jesús
quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los
demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o
comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta
humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia
concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura. Cuando lo hacemos,
la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la intensa
experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo… 271… se
nos invita a dar razón de nuestra esperanza, pero no como enemigos que señalan
y condenan. Se nos advierte muy claramente: «Hacedlo con dulzura y respeto» (1
Pe 3,16), y «en lo posible y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos
los hombres» (Rm 12,18). También se nos exhorta a tratar de vencer «el mal con
el bien» (Rm 12,21), sin cansarnos «de hacer el bien» (Ga 6,9) y sin pretender
aparecer como superiores, sino «considerando a los demás como superiores a uno
mismo» (Flp 2,3)… Queda claro que Jesucristo no nos quiere príncipes que miran
despectivamente, sino hombres y mujeres de pueblo… 272 Benedicto XVI ha dicho
que «cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante
Dios», y que el amor es en el fondo la única luz que «ilumina constantemente a
un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar»… Por lo tanto, cuando
vivimos la mística de acercarnos a los demás y de buscar su bien, ampliamos
nuestro interior para recibir los más hermosos regalos del Señor. Cada vez que
nos encontramos con un ser humano en el amor, quedamos capacitados para
descubrir algo nuevo de Dios…. La tarea evangelizadora enriquece la mente y el
corazón, nos abre horizontes espirituales, nos hace más sensibles para
reconocer la acción del Espíritu, nos saca de nuestros esquemas espirituales
limitados…. Sólo puede ser misionero alguien que se sienta bien buscando el
bien de los demás, deseando la felicidad de los otros. 273…Hay que
reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar,
bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar. Allí aparece la enfermera de
alma, el docente de alma, el político de alma, esos que han decidido a fondo
ser con los demás y para los demás…274… cada persona es digna de nuestra
entrega. No por su aspecto físico, por sus capacidades, por su lenguaje, por su
mentalidad o por las satisfacciones que nos brinde, sino porque es obra de
Dios, criatura suya. Él la creó a su imagen, y refleja algo de su gloria. Todo
ser humano es objeto de la ternura infinita del Señor, y Él mismo habita en su vida.
Jesucristo dio su preciosa sangre en la cruz por esa persona… cada uno es
inmensamente sagrado y merece nuestro cariño y nuestra entrega. Por ello, si
logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de
mi vida. Es lindo ser pueblo fiel de Dios. ¡Y alcanzamos plenitud cuando
rompemos las paredes y el corazón se nos llena de rostros y de nombres!
275…
“¿Para qué me voy a privar de mis comodidades y placeres si no voy a ver ningún
resultado importante?”. Con esa actitud se vuelve imposible ser misioneros… 276
Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha
penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a
aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable… Cada día en el
mundo renace la belleza, que resucita transformada a través de las tormentas de
la historia. Los valores tienden siempre a reaparecer de nuevas maneras, y de
hecho el ser humano ha renacido muchas veces de lo que parecía irreversible.
Ésa es la fuerza de la resurrección y cada evangelizador es un instrumento de
ese dinamismo. 277… no es lo mismo cuando uno, por cansancio, baja
momentáneamente los brazos que cuando los baja definitivamente dominado por un
descontento crónico, por una acedia que le seca el alma. Puede suceder que el
corazón se canse de luchar porque en definitiva se busca a sí mismo en un
carrerismo sediento de reconocimientos, aplausos, premios, puestos; entonces,
uno no baja los brazos, pero ya no tiene garra, le falta resurrección… 278 La
fe es también creerle a Él, creer que es verdad que nos ama, que vive, que es
capaz de intervenir misteriosamente, que no nos abandona, que saca bien del mal
con su poder y con su infinita creatividad. Es creer que Él marcha victorioso
en la historia «en unión con los suyos, los llamados, los elegidos y los
fieles» (Ap 17,14). Creámosle al Evangelio que dice que el Reino de Dios ya
está presente en el mundo, y está desarrollándose aquí y allá, de diversas maneras:
como la semilla pequeña que puede llegar a convertirse en un gran árbol (cf. Mt
13,31-32), como el puñado de levadura, que fermenta una gran masa (cf. Mt
13,33), y como la buena semilla que crece en medio de la cizaña (cf. Mt
13,24-30), y siempre puede sorprendernos gratamente.»
[1]
Martini, Carlo María. POR LOS CAMINOS DEL SEÑOR MEDITACIONES PARA CADA DÍA. Ed
San Pablo. Santafé de Bogotá-Colombia 1995 p. 176-177