sábado, 7 de febrero de 2015

MISIÓN: LIBERAR PARA SERVIR


Job 7,1-4. 6-7; Sal 146, 1-6; 1Cor 9,16-19.22-23; Mc 1:29-39


«Quédate conmigo, y empezaré a brillar como Tú brillas; brillar para ser luz para los demás. Jesús, toda la luz viene de Ti: nada será mérito mío. Serás Tú quien brille en otros a través de mí. Permite que te alabe, como más te gusta, que brille en todos los que me rodean. Dales, y también a mí, tu Luz; ilumíname e ilumínalos, valiéndote de mí. Enséñame a difundir tu Alabanza, tu Verdad, tu Voluntad. Haz que te de a conocer no con palabras sino con el ejemplo, que la influencia de la solidaridad que proviene de lo que hago, transparente a tus santos, con la clara plenitud del amor que crece en mi corazón por Ti »

John Henry Newman

La elección preferencial de los pobres y de los sin voz que Tú me exiges, no puede ser sólo literatura barata, tiene que ser estilo constante de vida.

Averardo Dini

Vamos a empezar esta liturgia de la palabra del V Domingo Ordinario del ciclo B, con un fragmento de una noveleta que data de hace 26 siglos. Job vive y nos expresa su desesperación «En sus palabras no hay confianza ni ofrenda, sino sólo resignación. El Dios de Job es un Dios sin amor. Un Dios Todopoderoso, pero no “todo amor”, con el cual el diálogo es imposible, un Dios culpable, pero no acusable (cf. 42, 11). Concibiendo a Dios a su manera, no atreviéndose a cuestionar sus convicciones, Job tiene una reacción demasiado pasiva para ser verdadera.»[1]

Esta obra está organizada con un prólogo y un epilogo en prosa, mientras el resto de la obra son de alta poética, de ricas y frecuentes imágenes. En los capítulos 3 al 27 discurre  con tres “sabios” amigos y allí se discute el motivo de la desgracia de Job que pasa de tenerlo todo a perderlo todo. Estos alegatos sobre la justicia divina y en procura de “racionalizar” el infortunio de Job se organizan en tres ciclos para un total de 18 discusiones. En la perícopa de hoy alcanzamos un pináculo de pesimismo existencialista: “Me acuesto y la noche se me hace interminable; me canso de dar vueltas hasta el alba, y pienso: ¿Cuándo me levantaré?... Mis días se acercan a su fin, sin esperanza, con la rapidez de una lanzadera de telar. (Job 7; 4.6). ¡Es el colmo de la oscura desesperanza!

«Job acepta lo que considera como un mal, porque no quiere y no sabe ver el don al que Dios lo invita: la ofrenda de su ser. “En todo esto no pecó Job”, dice el autor en dos ocasiones… pero, ¿la meta de la vida debe ser no pecar? ¡Los muebles, las piedras, y las plantas tampoco pecan!»[2]

El Domingo anterior tuvimos oportunidad de ver la autoridad de Jesús en acción, su autoridad no es auto-propaganda, no se trata de un hombre que hace populismo, que reparte alimentos para que voten por él, no es la autoridad que manda por el placer de mandar, por gozar las ebriedades del poder. Al contrario, su ejercicio, su praxis lo conduce a ser despreciado, a ser perseguido, a verse amenazado, a convertirse en reo de muerte. Él no manda por “mangonear”, evade a toda costa su prestigio como fuente de dominio, Él no quiere “apoderarse” de la gente, los quiere libres para creer, libres para seguirlo, libres para asumir la misión. Vista la situación de que “todos te buscan” Mc 1, 37b, como le dijeron Simón y sus compañeros; Él tiene otra opción: “Vayámonos a otra parte –les dice- a los pueblos vecinos para que allí también predique; pues para eso he salido” Mc 1, 38. Para permanecer libre liberando, para no caer en la tentación.


Jesús había curado a la suegra de Pedro Mc 1, 30-31, ella se pone a servirles «El servicio no es el modo típico del seguimiento femenino, como lo pretenden algunos: ¡es el verdadero seguimiento para todos!»[3] La ha curado de la fiebre πυρέσσουσα, aquí queremos destacar que fiebre es todo tipo de obsesión, excitación, ardor, entusiasmo muy intenso por algo o por alguien, exaltación. Curar a la suegra de Simón «… no es la apología del poder de Cristo, sino el misterio de su encuentro con una anciana enferma, que para San Agustín es el símbolo de toda la humanidad en la fiebre que la atormenta.»[4]

¿Cómo hace Jesús para trasformar la perspectiva desesperada de Job en la óptica luminosa de Jesucristo, que nos ha heredado también a sus discípulos, a nosotros? «La praxis… Necesita una carga de esperanza indomable: de lo contrario se cede frente a los obstáculos y se cae en la desesperación… ¿De dónde saca la luz, la esperanza y la fuerza para la acción el cristiano? En el dialogo con Dios y por lo tanto en la oración.»[5] Encontramos esa respuesta en el verso 35 del primer capítulo de San Marcos: “De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración”.

«La oración de Jesús debió ser un silencio o una escucha de Dios, un dialogo a veces dramático con Él –como Jacob que lucha toda la noche con Dios, para arrancarle la bendición (cf. Gn 32, 23-33)… La oración es una lucha con Dios (cf. Gn 18, 16-33) en la cual Dios pierde y se nos entrega: “¡Has luchado con Dios… y has vencido!”, dice el ángel a Jacob, que de allí se llama Israel, y es la raíz del nuevo pueblo. Y éste exclama: “He visto a Dios cara a cara, y tengo la vida salva” (Gn 32, 29.31)»[6]

Esta oración nos conduce a la firme convicción del servicio como ruta, para poder decir como San Pablo en la perícopa de la Segunda Lectura de este Domingo: “… es que se me ha confiado una misión. Entonces,… me he convertido en esclavo de todos, para ganarlos a todos. Con los débiles me hice débil, para ganar a los débiles. Me he hecho todo a todos, a fin de ganarlos a todos. Todo lo hago por el Evangelio, para participar, también yo, de sus bienes.” 1Cor 9, 17c.19b. 22-23.








[1] Dumoulin, Pierre. JOB, UN SUFRIMIENTO FECUNDO Ed. San Pablo Bogotá D. C. –Colombia 2001. p.26
[2] Ibidem.
[3] Beck, T. Benedetti, U. Brambillasca, G. Clerici, F. Fausti,S. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE MARCOS. Ed. San Pablo Bogotá-Colombia 2009. P. 61.
[4] Ibid. p. 64
[5] Ibid p. 67.
[6] Ibidem.

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