Job 7,1-4. 6-7; Sal
146, 1-6; 1Cor 9,16-19.22-23; Mc 1:29-39
«Quédate conmigo, y
empezaré a brillar como Tú brillas; brillar para ser luz para los demás. Jesús,
toda la luz viene de Ti: nada será mérito mío. Serás Tú quien brille en otros a
través de mí. Permite que te alabe, como más te gusta, que brille en todos los
que me rodean. Dales, y también a mí, tu Luz; ilumíname e ilumínalos, valiéndote
de mí. Enséñame a difundir tu Alabanza, tu Verdad, tu Voluntad. Haz que te de a
conocer no con palabras sino con el ejemplo, que la influencia de la
solidaridad que proviene de lo que hago, transparente a tus santos, con la
clara plenitud del amor que crece en mi corazón por Ti »
John Henry Newman
La elección
preferencial de los pobres y de los sin voz que Tú me exiges, no puede ser sólo
literatura barata, tiene que ser estilo constante de vida.
Averardo Dini
Vamos
a empezar esta liturgia de la palabra del V Domingo Ordinario del ciclo B, con
un fragmento de una noveleta que data de hace 26 siglos. Job vive y nos expresa
su desesperación «En sus palabras no hay confianza ni ofrenda, sino sólo
resignación. El Dios de Job es un Dios sin amor. Un Dios Todopoderoso, pero no “todo
amor”, con el cual el diálogo es imposible, un Dios culpable, pero no acusable
(cf. 42, 11). Concibiendo a Dios a su manera, no atreviéndose a cuestionar sus
convicciones, Job tiene una reacción demasiado pasiva para ser verdadera.»[1]
Esta
obra está organizada con un prólogo y un epilogo en prosa, mientras el resto de
la obra son de alta poética, de ricas y frecuentes imágenes. En los capítulos 3
al 27 discurre con tres “sabios” amigos
y allí se discute el motivo de la desgracia de Job que pasa de tenerlo todo a
perderlo todo. Estos alegatos sobre la justicia divina y en procura de “racionalizar”
el infortunio de Job se organizan en tres ciclos para un total de 18 discusiones.
En la perícopa de hoy alcanzamos un pináculo de pesimismo existencialista: “Me
acuesto y la noche se me hace interminable; me canso de dar vueltas hasta el
alba, y pienso: ¿Cuándo me levantaré?... Mis días se acercan a su fin, sin
esperanza, con la rapidez de una lanzadera de telar. (Job 7; 4.6). ¡Es el colmo
de la oscura desesperanza!
«Job
acepta lo que considera como un mal, porque no quiere y no sabe ver el don al
que Dios lo invita: la ofrenda de su ser. “En todo esto no pecó Job”, dice el
autor en dos ocasiones… pero, ¿la meta de la vida debe ser no pecar?
¡Los muebles, las piedras, y las plantas tampoco pecan!»[2]
El
Domingo anterior tuvimos oportunidad de ver la autoridad de Jesús en acción, su
autoridad no es auto-propaganda, no se trata de un hombre que hace populismo,
que reparte alimentos para que voten por él, no es la autoridad que manda por
el placer de mandar, por gozar las ebriedades del poder. Al contrario, su
ejercicio, su praxis lo conduce a ser despreciado, a ser perseguido, a verse
amenazado, a convertirse en reo de muerte. Él no manda por “mangonear”, evade a
toda costa su prestigio como fuente de dominio, Él no quiere “apoderarse” de la
gente, los quiere libres para creer, libres para seguirlo, libres para asumir
la misión. Vista la situación de que “todos te buscan” Mc 1, 37b, como le
dijeron Simón y sus compañeros; Él tiene otra opción: “Vayámonos a otra parte –les
dice- a los pueblos vecinos para que allí también predique; pues para eso he
salido” Mc 1, 38. Para permanecer libre liberando, para no caer en la
tentación.
Jesús
había curado a la suegra de Pedro Mc 1, 30-31, ella se pone a servirles «El
servicio no es el modo típico del seguimiento femenino, como lo pretenden
algunos: ¡es el verdadero seguimiento para todos!»[3] La ha curado de la fiebre πυρέσσουσα, aquí queremos destacar que fiebre es
todo tipo de obsesión, excitación, ardor, entusiasmo muy intenso por algo o por
alguien, exaltación. Curar a la suegra de Simón «… no es la apología del poder
de Cristo, sino el misterio de su encuentro con una anciana enferma, que para
San Agustín es el símbolo de toda la humanidad en la fiebre que la atormenta.»[4]
¿Cómo
hace Jesús para trasformar la perspectiva desesperada de Job en la óptica
luminosa de Jesucristo, que nos ha heredado también a sus discípulos, a nosotros?
«La praxis… Necesita una carga de esperanza indomable: de lo contrario se cede
frente a los obstáculos y se cae en la desesperación… ¿De dónde saca la luz, la
esperanza y la fuerza para la acción el cristiano? En el dialogo con Dios y por
lo tanto en la oración.»[5] Encontramos esa respuesta
en el verso 35 del primer capítulo de San Marcos: “De madrugada, cuando todavía
estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso
a hacer oración”.
«La
oración de Jesús debió ser un silencio o una escucha de Dios, un dialogo a
veces dramático con Él –como Jacob que lucha toda la noche con Dios, para
arrancarle la bendición (cf. Gn 32, 23-33)… La oración es una lucha con Dios (cf.
Gn 18, 16-33) en la cual Dios pierde y se nos entrega: “¡Has luchado con Dios…
y has vencido!”, dice el ángel a Jacob, que de allí se llama Israel, y es la
raíz del nuevo pueblo. Y éste exclama: “He visto a Dios cara a cara, y tengo la
vida salva” (Gn 32, 29.31)»[6]
Esta
oración nos conduce a la firme convicción del servicio como ruta, para poder
decir como San Pablo en la perícopa de la Segunda Lectura de este Domingo: “…
es que se me ha confiado una misión. Entonces,… me he convertido en esclavo de
todos, para ganarlos a todos. Con los débiles me hice débil, para ganar a los
débiles. Me he hecho todo a todos, a fin de ganarlos a todos. Todo lo hago por
el Evangelio, para participar, también yo, de sus bienes.” 1Cor 9, 17c.19b. 22-23.
[1]
Dumoulin, Pierre. JOB, UN SUFRIMIENTO FECUNDO Ed. San Pablo Bogotá D. C. –Colombia
2001. p.26
[2]
Ibidem.
[3] Beck,
T. Benedetti, U. Brambillasca, G. Clerici, F. Fausti,S. UNA COMUNIDAD LEE EL
EVANGELIO DE MARCOS. Ed. San Pablo Bogotá-Colombia 2009. P. 61.
[4]
Ibid. p. 64
[5] Ibid
p. 67.
[6]
Ibidem.
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