Is 55, 6-9; Sal 144,
2-3. 8-9.17-18; Fil 1, 20-24.27; Mt 20, 1-16
Qué necesitan los hijos de Dios y él les proveerá
«Vale
comparar aquí nuestra parábola, con otra, que aparece en el Talmud de
Jerusalén: “Un notable doctor de la ley, Rabí Bum Bar Hiyya murió joven, hacia
235 d. de C. en el mismo día en que nació su hijo a quien se le llamó con el
mismo nombre. Uno de sus maestros pronunció la oración fúnebre y allí contó una
parábola: “Un rey contrató a un gran número de trabajadores. Dos horas después
de comenzar el trabajo vino a ver a los obreros. Entonces vio que uno de ellos
se había distinguido de todos los demás por su actividad y habilidad. Lo tomó
de la mano y paseó con él hasta el atardecer. Cuando vinieron los trabajadores,
para recibir su jornal, aquel recibió la misma suma que todos los demás.
Entonces murmuraron y dijeron: hemos trabajado todo el día y este sólo dos
horas, y, a pesar de ello, le has pagado el jornal entero. Sin embargo, el rey
respondió: con esto no les hago ninguna injusticia: este trabajador ha
realizado en dos horas más que ustedes en todo el día. Lo mismo Rabí Bum Bar
Hiyya ha realizado en 28 años de su vida, más que algunos doctores encanecidos
en 100 años.»[1]
Se
ha estimado que ganarse un denario era ganarse lo necesario para la vida diaria
del obrero. No era un gran tesoro. Era la paga justa por un día de trabajo. No
desatendamos que era una moneda romana con la efigie del emperador por un lado
y una deidad pagana por el otro. Se puede evocar el episodio del Maná en el
desierto, que estaba prohibido recogerlo para guardarlo y había que consumirlo
fresco. Digamos otro tanto acerca del denario: había que ganar uno para
sobrevivir y alimentarse cada día.
Otro
detalle esencial para bien comprender la parábola consiste en este verso: καὶ
λέγει αὐτοῖς Τί ὧδε ἑστήκατε ὅλην τὴν ἡμέραν ἀργοί; λέγουσιν αὐτῷ Ὅτι οὐδεὶς ἡμᾶς
ἐμισθώσατο. “Y les dijo: Por qué están ahí todo el día parados sin
trabajar. Le dijeron, porque nadie nos ha contratado” Mt 20, 6b-7a. No es que
ellos llegaron tarde y por eso no los alcanzaron a contratar, ellos estaban
allí todo el día esperando por trabajo, ofreciendo su fuerza laboral pero no
había suficiente demanda de mano de obra, por eso se han quedado “vacantes” toda
la jornada. O sea, que al final del día iban a llegar a casa con las manos
vacías, sin con qué alimentar a sus familias, sin con que proveer el pan
cotidiano. Podríamos pensar que “el Señor” estaba pagándoles simplemente lo
necesario para su subsistencia familiar. ¿Acaso no habían estado también
expuestos a la intemperie todo el día esperando por su oportunidad laboral? ¿Sería
un Verdadero-Señor si no hubiera proveído para lo indispensable de estos
jornaleros? Por eso este detalle no puede pasar desapercibido. El οἰκοδεσπότῃ
Señor está pagando no lo que le trabajaron a Él, sino que está cuidando
de la vida de sus ἐργάτας “obreros”; no perdamos de vista que son
obreros en la construcción del Reino dado que la parábola está propuesta con
referencia al Reino de Dios que es semejante al Amo que salió a contratar
obreros para su viña. Dios sale a contratar “obreros para construir el Reino”
para cultivar su Viña, para recoger la cosecha.
«Siguiendo a Ireneo y Orígenes, los Padres de la Iglesia
vieron en los sucesivos envíos de obreros, las grandes etapas de la historia
bíblica, durante las cuales Dios llama a hombres que cuidan su viña, su pueblo.
La primera vez con Adán en la creación del mundo. La segunda, con Noé, cuando
la conclusión de una Alianza universal. La tercera, con Abrahán y los
patriarcas. La cuarta, con Moisés, a quien se comunica la ley. La quinta con
Jesucristo. Otros han visto los principales momentos de la vida humana: algunos
son llamados a trabajar en el reino desde la infancia o más temprana edad;
otros, al salir de la adolescencia o juventud; otros en la edad adulta; otros
por fin en la ancianidad o al final de sus días o en el momento de su muerte»[2]
Convidados a la metanoia
El profeta nos llama a “convertirnos”, o sea a
cambiar nuestro patrón de pensamiento. El profeta nos pone sobre alerta para
que nos demos cuenta que es perentoria una trasformación del pensamiento. Hay
que dejar de pensar según nuestra interpretación “justicialista”, porque Dios
piensa distinto. Su justicia no es la de la “meritocracia” por mucho que a
nosotros nos parezca de lo mejor, de lo más justo. Para Dios el tema está en la
dialéctica entre necesidad y generosidad. Dios, rico en Misericordia, cuyo
nombre es Amor, Amor-desde-las-entrañas, nos enseña a ser don, a hacernos don,
a entregarnos en donación, a ser oblación.
No sólo piensa distinto sino que sigue
trayectoria diferente a la nuestra. Su camino es diverso del nuestro. Los
caminos Divinos se bifurcan respecto de los humanos. Y la raíz misma de esa
diversidad reposa sobre el fundamento del perdón. ¡Nuestro Dios es rico en
perdón!
El
profeta nos aconseja aprovechar el momento en el que podemos buscar a Dios.
Dios sale a buscar “obreros para su viña” y viene a distintas horas, en
distintos momentos; pero, claro, hay que aprovechar esos momentos. Si volvemos
sobre la parábola, tal como está relatada en Mateo, sale en cinco ocasiones:
1) Al amanecer
2) A media mañana
3) A medio día
4) A media tarde
5) Al caer la tarde
Podemos
aprovechar cualquiera de esos momentos para hacernos contratar, para aceptar la
invitación del Amor a trabajar en su viña. La Primera Lectura nos recomienda “buscarlo
cuando se le puede encontrar, invocarlo cuando está cerca. ¿Cuándo está cerca?
Si Dios “razona” según la
dialéctica entre necesidad y generosidad, podemos entender de ello que Dios se
acerca cuando lo necesitamos, es en ese momento cuando podemos invocarlo.
En
la epístola se nos enseña a vivir según la Voluntad de Dios, a recorrer los
caminos que Él ha diseñado. Si Él quiere
que muramos, pues, vamos a su encuentro, a gozar de su Majestad; pero, si Él
quiere que continuemos y tiene en su “Proyecto” que sigamos sirviendo a
nuestros hermanos, entonces no apremiemos la hora de la partida puesto que Él
sigue esperando frutos de nuestra labor, aquí, en vida.
Esto
hilvana perfecto con el Salmo. “Siempre el Señor es justo en sus designios y
están llenas de amor todas sus obras”. Cuando nuestra mente y nuestro camino
encuentran “conversión” aprendemos a aceptar lo que Dios nos trae, sin
encabritarnos contra nuestra propia realidad, contra nuestra vida, contra
nuestra historia. Aprendemos a aceptar (que es distinto a resignarse). Aceptar
es acogerlo todo conscientes que viene de las Manos de Dios, pese a que no
podamos comprenderlo o no lo podamos visualizar en el momento.
Cuando
esa aceptación llega, entonces somos capaces de tener a nuestro Dios por Rey.
Rey de nuestra existencia, y eso es lo que canta el Salmo. El salmo nos muestra
como es el Corazón de Dios, como es su pensamiento y por donde nos llevan sus
caminos.
i)
Es compasivo y misericordioso
ii)
Lento para enojarse
iii)
Generoso para perdonar
iv)
Bueno para con todos
v)
Su amor se extiende a todas sus criaturas.
Cuando
dice a todas sus criaturas quiere decir: a los que contrato al amanecer, a
media mañana, a medio día, a media tarde y, también, a los que contrató al caer
la tarde. Y esa “justicia” tan generosa no tiene por qué causarnos molestia y
mucho menos enojo. No tiene por qué llevarnos a que ὁ
ὀφθαλμός σου πονηρός
nuestro “ojo sea malo” lo que significa que al ver cómo reparte Dios nos
llenamos de envidia hacia otros que también han sido favorecidos con esa
Infinita Generosidad. No, por el contrario, lo que debemos hacer es lo que nos
recomienda el Salmista: “Bendecir al Señor eternamente”.
Alabemos
a nuestro Rey:
Un día tras otro bendeciré tu Nombre
Y no cesará mi boca de alabarte.
Muy digno de alabanza es el Señor
Por ser su grandeza incalculable. Sal
144, 2-3
Acoger a todos en la comunidad, sin discriminaciones.
«Jesús
ilustra la situación con otro ejemplo: los jornaleros de una viña que se
enfadan cuando el propietario paga a todos el mismo jornal sin tener en cuenta
el tiempo realmente trabajado (Mt 20, 1-15). aunque la situación no es tan
dramática como en el caso del siervo despiadado, esta parábola responde específicamente
un problema causado por la injusticia y la violencia “del sistema”: la gente se
vuelve tan corrompida, que las relaciones mutuas sólo pueden entenderse desde
esa perspectiva. Como consecuencia, incluso los actos de extraordinaria
generosidad de quienes pueden perdonar una deuda o impedir que una familia muera
de hambre por falta de jornal pueden ser ineficaces. La justicia es más que un
mero reparto equitativo; requiere un modo distinto de trato con los demás. Por
eso, los exegetas ven la parábola de los jornaleros de la viña como una lección
de solidaridad humana: los jornaleros tienen que dejar de ver al propietario de
la viña como un “enemigo” y dejar de competir unos contra otros. Cuando la
enseñanza de esta parábola se pone en relación con otros dichos de Jesús sobre
la “grandeza y el servicio”, carece de sentido toda pretensión de privilegio
por lo mucho que uno ha hecho por los “pequeñuelos”. A menos que se deseche esa
falsa pretensión, nuestra justicia no reflejará la de Dios.»[3]
Esa
es una dimensión: no competir unos contra otros, eso sólo propende a la
división, al egoísmo exacerbado, al culto de la personalidad -peligrosamente- a
la egolatría. Pero, simétricamente está la otra dimensión: Nadie es desechado
de la Comunidad de “obreros constructores del Reino”; todos son bienvenidos,
todos tiene un ministerio y unos carismas que ofrecer. Apertura y acogida
universal, católica. Tener en cuenta que ningún ministerio hace más a alguien
en la Iglesia. Todos estamos llamados a servir con humildad y, como decía San Pablo:
τῇ ταπεινοφροσύνῃ ἀλλήλους ἡγούμενοι ὑπερέχοντας ἑαυτῶν, μὴ τὰ ἑαυτῶν ἕκαστοι σκοποῦντες, ἀλλὰ καὶ τὰ ἑτέρων
ἕκαστοι. τοῦτο φρονεῖτε ἐν ὑμῖν ὃ καὶ ἐν Χριστῷ Ἰησοῦ, “Cada uno considere a los demás como
superiores a sí mismo y no busque su propio interés sino el del prójimo. Tengan
los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús” Fil 2, 3-5. Y, así, sin darnos
cuenta, hemos desembocado en la Segunda Lectura del próximo Domingo, el XXVI
Ordinario del Ciclo A. (Queda puesto el puente hacía la Liturgia de la Palabra
del próximo Domingo). ¡Qué tarea! Convertirnos, transformarnos, metanoizarnos
hasta tal punto que ya no tengamos sentimientos de “barro” sino sentimientos φρονεῖτε
como el Mismo Jesucristo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario