“…definimos que por todos los cristianos sea creída y
recibida esta verdad de fe… que la Sede Apostólica y el Romano Pontífice tiene
el primado sobre todo el orbe y que el mismo Romano Pontífice es el sucesor del
bienaventurado Pedro,…”
Dz. 694.
Concédeme , Señor,
un amor grande por tu Iglesia,
pues es por medio de ella
que me siento amado y salvado por Ti;
es por medio de ella
que me abrazas y perdonas;…
Averardo Dini
Nuestras
cosechas serán abundantes
Jesús
pronuncia una bienaventuranza que recae sobre Pedro, pero que a través de
Pedro se hace extensiva a todos
nosotros, los que reconocemos a Jesús como el Mesías:
Μακάριος εἶ, Σίμων Βαριωνᾶ, ὅτι σὰρξ καὶ αἷμα οὐκ ἀπεκάλυψέν
σοι ἀλλ’ ὁ Πατήρ μου ὁ ἐν τοῖς οὐρανοῖς. “Bienaventurado tú, Simón hijo de Jonás, porque no te lo ha
revelado nadie de carne y sangre, sino mi Padre del Cielo” Mt 16, 17.
El tema es el del verbo eje: ἀπεκάλυψέν /ἀποκαλύπτω que significa,
descubrir, retirarle el velo, develar, mostrar, exponer, poner a la luz. Este
verbo griego nos habla del conocimiento de realidades trascendentes, de
“cosas”, de “verdades” que están fuera de nuestro alcance, pero que por una
especial Bondad de Dios, nos son dadas. Sus planes, sus arcanos (arcano es
aquello que está encerrado en el arca o arcón, su develamiento, en ese
caso, consistiría en sacarlo del arca) nos son develados, necesitan ser
transportados, por así decirlo de la Dimensión Celestial a la Dimensión terrena
y, además, requieren ser traducidos, también es una manera de expresar que
provienen de un “idioma” que está fuera de nuestro alcance. Pongámoslo en estos
términos, por más esfuerzo que hagamos nuestra inteligencia no lo puede
“alcanzar”, sólo Dios El-Infinitamente-Bondadoso puede regalarlo, luego es una
“suerte”, una “bendición, un “don”, es puro “regalo”. Ahí mismo debemos
adjuntar, no es premio, no es contraprestación por algún mérito, insistimos
enfáticos, es puro “don”, “dádiva” emanada de la Generosidad Plena, que espera
nada a cambio. Recordemos que el Amor de Dios en lengua griega, es ἀγάπη un amor que no se busca a sí mismo sino que su único interés
es el bien del destinatario.
La palabra bienaventurado habla de promesa, de un futuro
feliz, de que le sobrevendrán cosas agradables, que su futuro será fructífero,
siendo una idea nacida en el seno de culturas agrarias, está relacionado con
cosechas abundantes. Así pues esta palabra vaticina vida en abundancia, vida en
plenitud, decimos nosotros los creyentes cristianos. Esta plenitud de vida
forma parte de un proceso de pleromización, es decir, proceso de incorporación
de la criatura al cuerpo Místico de Cristo, que el Doctor Enrique Neira
Fernández define como la «compleción de lo creado y lo Increado teniendo como
centro a Cristo»[1]
No podemos pensar la relación de Jesús con sus “amigos” y
“discípulos” como que Él sacó un carnet del bolsillo y se identificó como
Mesías ante ellos. Ya hemos insistido abundantemente que Dios no se revela de
“una sola vez”, digamos que su revelación no se da “de golpe y porrazo”. Esta
manifestación de lo Divino de Jesús en humanidad Encarnado tuvo que revestir un
carácter de procesualidad.
El Mesías, denominado “Hijo de Hombre” en el profeta Daniel,
está precisado con unos rasgos definitorios: ¿Quién es el Mesías? ¿Cuáles son
los rasgos mesiánicos del Hijo de Hombre? Veámoslos en Daniel 7, 13:
a) Venía
entre las nubes (ya hemos visto que este es un signo teofánico)
b) Fue
donde estaba el Anciano (figura de Dios Padre)
c) Le
fue dado el poder, la gloria y el Reino
d) Gente
de todas las naciones y lenguas le servían.
e) Su
poder será siempre el mismo y su reino jamás será destruido (reinado eterno o
sea reinado de Dios porque todo reino humano es “temporal”).
Ahora, precisemos: El Mesías es Rey, primero que todo es Rey.
Pero su Reinado tiene una razón de ser, el Rey no es Rey por y para sí mismo.
El Rey está puesto para gobernar, o sea, que el Rey es Rey para prestar un
servicio a los otros, a sus “súbditos”. ¿Cómo sería “deseable” que gobernara el
Rey? De manera tal que cada uno pueda “realizarse”, llegar a ser lo más
plenamente, lo más cabalmente todo lo que puede ser esa persona. Es por eso que
la Realeza Mesiánica encierra en sí los conceptos de liberación y de justicia.
Liberación porque cualquiera necesita estar desatado para hacer mejor y todo lo
que puede, y justicia porque da a cada uno según lo que necesita y pide y
espera de cada uno todo y sólo lo que puede dar. Tan exacto como el rey que se
encontró el Principito en uno de los asteroides que visitó: “A cada uno hay que
exigirle lo que cada uno puede dar”. De manera tal que el Rey-Mesías tiene que
ser justísimo y liberador para que sea el mismo tiempo nuestro Salvador:
Nuestra salvación radica en que seamos libres y recibamos según justicia.
Mesías es de por sí Rey porque para tal fue Ungido y ese es el significado
primigenio de la palabra Mesías, “el Ungido”.
Seguramente nuestra ingenuidad nos hace imaginar sin mayor
reflexión al rey como gobernante con ejércitos, probablemente porque así son
los reyes que se han dado en la tierra y quienes han confiado su autoridad en
el “poder” opresor y avasallador de las armas, de los combatientes, de la
muerte. Pero un Rey-Dios nos obliga a llevar nuestra imaginación y nuestro corazón
hasta las fronteras de lo Divino; y para alcanzar a ver tan allá, requerimos
que Dios mismo nos habrá una “ventana” hacia su “realidad”. A esta ventana la
llamamos Ἀποκάλυψις “Apocalipsis”. Y este
rey-Mesías revelado se confía no a los poderes de la muerte sino a los poderes
de la vida. El Mesías es, Hijo de Dios, y Dios es un Dios de vivos y no de
muertos (Cfr. Mt 22, 32b).
El Mesías llama a unos, estos son sus convocados, sus
“discípulos”; y la reunión de sus discípulos, de sus convocados forma la
Ekklésia. Bueno, si pensamos en los reyes terrenales diríamos que son sus
“Ministros”, palabra que deriva del latín, minister y que significa “el
que sirve”, el que se abaja, el que se hace menos, por oposición al “magister”,
el que se hace más. Entre esos “sirvientes”, se elige un “mayordomo” (de entre
los que se hacen “menos” en la casa, se elige el que será puesto al frente, el
“mayordomo” maior-domus. Este Mayordomo, en el léxico político vendría a
ser el Primer Ministro. Jesús, el Mesías, (en griego “el Cristo”) de entre sus
doce Ministros se elige un Mayordomo, y este será Pedro, en cuya cátedra (καϴεδρα
silla en griego) se han sentado 111 sucesores.
Elección del Mayordomo
La Primera Lectura está tomada del profeta Isaías. Es del
capítulo 22, por tanto es una perícopa extractada del Proto-Isaías. En Isaías
22, 22 leemos:
וְנָתַתִּ֛י מַפְתֵּ֥חַ בֵּית־דָּוִ֖ד עַל־שִׁכְמֹ֑ו וּפָתַח֙ וְאֵ֣ין סֹגֵ֔ר
וְסָגַ֖ר וְאֵ֥ין פֹּתֵֽחַ׃
“Pondré
la llave de la Casa de David en sus hombros, de manera que lo que abra nadie lo
cierre; y lo que él cierre, ninguno lo abrirá”.
Ponerle
en los hombros es colgarle (con un cordel, de la nuca) el llavero, para que
nadie pueda usurparle la “llave”; para que él esté pendiente de la llave y así
esté dormido no se la puedan “arrebatar” porque se daría cuenta.
Vemos
en esta autoridad que se le asignan “amplios poderes”, están expresados de una
forma que se podría reinterpretar como “de ninguna manera lo voy a
desautorizar”, o “no lo contradiré, sino que sus decisiones contaran con mi
respaldo”. «Lo que ates en la tierra. Atar y desatar significa prohibir y
permitir, interpretando auténticamente la Palabra. Además significa admitir y
excluir de la comunidad… se le da el don/compromiso de decir lo que es conforme
o no con ella y, por consiguiente, quien pertenece o no al reino.»[2]
Aún
cabe resaltar que Jesús es de la Casa de David, como nos lo enfatizó la cananea
del Domingo Anterior que lo llamaba a gritos diciéndole “Hijo de David”.
Entonces,
estas Lecturas son para el Romano Pontífice, que se encierre él en sus
aposentos y se las lea él.
¡No
es así! A través de Pedro todos estamos implicados. Todos nosotros, los
creyentes somos discípulos, nos compete tener presente y muy presente este
valor unificador del Papa. De muchas maneras nuestra unidad se mediatiza por
medio de esta figura sucesora. Si bien Jesucristo es nuestra Piedra Angular, Él
se escogió para Sí un mayordomo, a quien le colgó la Llave en los hombros, para
mantener en nuestra diversidad una “Piedra” de unificación. Su ejercicio,
su ministerio no es el de Rey, pues Uno
sólo es Nuestro Rey y Señor, y Ese es Jesucristo Nuestro Salvador (Jesús=Dios
Salva); pero en el proceso Cristogenético (el Dr. Neira define este concepto
Teilhardiano como “Elaboración en el curso de la evolución del Cristo Total, es
decir de la Humanidad unida a Cristo”) el vector unificador está encargado al
Sumo Pontífice, nuestro Papa.
Además,
esta revelación no es sólo para el Papa; todos la disfrutamos, todos somos
bienaventurados. A través del Mayordomo todos somos Ekklésia, esta Iglesia
sigue, con la Voz de Jesucristo y en su Santo Nombre llamando. Y hemos sido
llamados, llamados para que llamemos a otros, porque es una cadena testimonial.
¿Descubrimos en todo ello la importancia de la institución de esta Mayordomía
que estaba en el Corazón de Dios desde los tiempos de Isaías (nombre que
significa YHWH es el salvador)?.
Hijo de Hombre
En
el Libro de Daniel, ya lo hemos dicho, aparece esta profecía, donde el Mesías
es como (parecido a) un Hijo del Hombre. Ya hemos dicho también, que Dios se
revela, en el Antiguo Testamento, en lo referente a כְּבַ֥ר
“uno como Hijo de Hombre”; no es propiamente Hijo de Hombre sino “como”,
“semejante”, “parecido”.
Cómo
se revela Jesús a Pedro, cómo le comunica el que no es Hijo de Hombre sino
“como una Hijo de Hombre” porque siendo humano es Dios, es como, pero no es
exactamente. Él es completamente hombre pero también es totalmente Dios. Y se
lo comunica a Pedro con la segunda frase de la perícopa de este Domingo XXI del
Tiempo Ordinario, del ciclo A: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del
Hombre?” Mt 16, 13b.
Así
que Dios no le reveló a Pedro como en los tiempos de Daniel que se reveló por
medio de Daniel que era carne y sangre σὰρξ καὶ αἷμα; sino
a través del que es Dios y Hombre. No es que Pedro sea “inteligentísimo”, es
que Jesús, Dios-y-hombre, le da la pista. El mérito de Pedro está en que
conocía lo suficiente de la Escritura, y andaba al lado de
Uno-como-Hijo-de-Hombre, los dos Elementos que en su mente y corazón lo forjan
como criatura nueva, puso al lado de la Palabra de su Maestro la Palabra de la
Escritura: «Esta respuesta genera a Pedro y lo hace hombre nuevo, participe del
secreto de Dios. Con una sorpresa ulterior deberá comprender luego que “el”
Cristo no es el que él piensa sino un Cristo inesperado para él; descubrirá
también que “el” Hijo de Dios es un Hijo que ni siquiera él sospecha, y que el
Dios vivo es otro, distinto del que él imagina.»[3]
En la Carta a los Romanos
Leemos: ὅτι ἐξ αὐτοῦ καὶ δι’ αὐτοῦ καὶ εἰς αὐτὸν τὰ
πάντα· αὐτῷ ἡ δόξα εἰς τοὺς αἰῶνας· ἀμήν. “Porque de Él y por Él y
para Él son todas las cosas. A Él le gloria por los siglos de los siglos.
Amén.”
La propuesta consiste en mirar estas proposiciones:
ἐξ de, δι’ por y εἰς para.
“De” implica origen, causa, procedencia, tomado
de entre, o que sale o brota de su seno, de su interior. O sea que Él es la
fuente de la que brota la Creación entera. Es Dios Creador. Teológicamente
hablando sería Alfa.
“Por” Él lo justifica, a través, es mediación,
es instrumentalidad, en el sentido en que no se activaría sino fuera porque la
causa Primera se movió, Jesús, Dios-Hijo movió al Padre (Causa Primera) y hubo
Creación, y brotaron las criaturas. Teológicamente hablando serían todas las
letras intermedias entre Alfa y Omega (intervalo abierto, no se incluyen los
extremos).
“Para” significa finalidad, meta, con un
propósito específico y particular; como cuando digo que corte esta rosa “para”
llevártela a ti, casi se podría implicar que de no haber sido por ti, la rosa
no habría sido cortada y yo habría pasado de largo. De no haber sido por Jesús,
nada habría sido Creado. Teológicamente hablando sería el Omega.
Nos parece enriquecedora la perspectiva
Teilhardiana sobre este tema: «En 23 de septiembre de 1950, en el curso de una
plática, Teilhard nos decía esto, poco más o menos:
Se puede considerar al Cristo histórico como el
punto de partida de un movimiento religioso crístico: el Cristo histórico puede
compararse a una especie de puntal sobre el que se ha edificado la bóveda, la
religión crística. Si se quita a Cristo la cualidad de haber existido como
elemento real, el movimiento cristiano se desplomaría….
El Cristo histórico aporta un elemento de
realidad, de cosmicidad concreta. Se
necesita una célula, un germen para que el edificio se mantenga biológicamente.
Si se quita a Cristo el hecho de haber sido una chispa, una célula biológica,
todo el edificio queda inseguro.»[4]
La humanidad está llamada a “clonar” a
Jesucristo-clonación no laboratorista sino evolutiva; su existencia biológica
era indispensable para hacer factible el mapa génico para sus “clones”. Este
cimiento-simiente es bio-teológicamente hablando la “Piedra Angular”.
Pero hay más todavía: «El Verbo, como Dios es
eterno. Pero no deja de tener una cara evolutiva a través de su humanidad: su
Cuerpo místico está en perpetuo devenir, puesto que no cesa de totalizarse y
madurar hasta la Parusía… así pues en el Cristo Evolucionador, se juntan el
Dios trascendente, el Dios del Hacia-Arriba, del antiguo Testamento y el Deus
evolutivus, el Dios-evolutivo del Hacia-Adelante recientemente descubierto
por los panteísmos humanitarios, y la charnela que articula ambos es el
Evangelio con su Dios encarnado.»[5]
Así
Jesús es Causa, Efecto y Finalidad de todas las cosas, pero muy especialmente
nuestra, del género humano, porque vive desde la eternidad, es prototipo
perfecto y nos atrae con su “polaridad” hacia lo ultrahumano, el Pleroma. De
esta manera la expresión Jesucristo es “Señor del tiempo y de la historia”
transporta y comunica un sentido de vida, un direccionamiento, una
vectorialidad de vida y no sólo de la vida individual y personal sino de la
vida comunitaria, corporativa. «Es la dialéctica del despegue para ponerse en
órbita, del desapego terrenal para el apego de lo divino, de la muerte para
llegar a la vida! Es este uno de los principios espirituales más acordes con el
evangelio de Cristo.»[6]
[1]
Neira Fernández, Enrique. CIENCIA, EVOLUCIÓN Y CRISTIANISMO SIGLO XXI. A LA LUZ
DE TEILHARD DE CHARDIN. Folleto-Síntesis de su obra DEL αLFA AL ΩMEGA. EL PENSAMIENTO EVOLUTIVO
DE TEILHARD DE CHARDIN. 2014
[2]
Fausti, Silvano. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE MATEO. Ed. San Pablo Bogotá
Colombia 2011 p. 359
[3] Fausti, Silvano Loc Cit.
[5]
Ibid. p. 118
[6] Neira
Fernández, Enrique. Loc. Cit. p.41
No hay comentarios:
Publicar un comentario