Mt 21, 1-11; Is
50, 4-7; Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24(R.:2a); Fil 2, 6-11; Mat 26, 14-27,
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… en la noche
del sepulcro, germina el alba de la resurrección.
Etienne
Charpentier
A propósito hemos
querido dejar grandes hiatos entre glosa y glosa para invitarlos a profundizar
la propia reflexión. Hay tanto que decir y que sólo lo puede pronunciar nuestro
propio corazón. Vivamos esta Semana Santa de tal manera que acompañemos a Jesús
en su subida al Calvario y en cada paso desgranemos con Él el dolor de la cruz
hilvanado con su inexplicable Amor por cada uno de nosotros, que si sólo tú
existieras, Él volvería a subir al Gólgota solo por ti.
«Jesús entra en Jerusalén con banda de música (Mateo 21, 1-11)
¡Pobre Jesús! Le
hicieron toda una “puesta en escena” para que ingresara triunfante en
Jerusalén, como la selección nacional después de haber ganado la Copa del
mundo, o como una estrella aclamada por sus “fans” adolescentes, o como uno de
los tantos “ídolos” que conocemos. Como en este entonces no había “limousines”
plateadas y largas, montó sobre una burra. Como no había alfombras largas, sus
simpatizantes extendieron sus mantos sobre el camino. A modo de flores,
cortaban ramas de los árboles, para cubrir el lugar por donde pasaría este tipo
importante.
¿Qué cantaban los que
bordeaban el camino? Nos dice el evangelio que entonaban con entusiasmo:
-¡Hosana el hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
¡Hosana en las alturas! Hoy, los muchachos gritarían: -Y ya lo ve, y ya lo ve,
este es el hi-jo de Jo-sé! O también (no lo puedo asegurar pero tampoco hay
quien pueda desmentirlo):
-¡Y dale Cristo,
dáledále Cristo, y dále Cristo, dáledále Cristo! Es un poco más difícil, pero
hay evangelios apócrifos que afirman haber oído esta frase: -¡El que no salta
es un fariseo! A lo mejor, las viejitas de la parroquia, con voz densa y
sentida entonarían: ¡Oh, buen Jesús, yo creo firmemente...! o, tal vez,
elogiando a la mamá del Señor:
-¡Oh , María, madre
mía, oh consuelo del mortal...!
Lo que si importa es
que el pueblo lo aclamó como mesías, entre trompetas y maracas, charangos y
aplausos, bombas de estruendo, cañitas voladoras, serpentinas y papel picado,
panfleteada a granel y brazos en alto. Un megáfono, sobre un auto destartalado,
atronaba los aires incitando a la multitud a gritar: -¡Viva Cristo Rey! ¡Abajo
los roñosos romanos!, y lindezas por estilo, mientras el Señor entraba en la
ciudad santa y asesina, para sufrir su pasión dolorosa.
Aprovechando la ocasión, porque la mano venía
dura y porque “la malaria” no es cosa sólo de ahora, alguien vendía salchichas
con mostaza, gritando a los cuatro vientos: -¡A lo rico pancho, muchacho, a lo
rico panchitoooo!, mientras otros ofrecían gorritos, chombas que decían I love Jesus y postales y banderines...
Una Travel agency promocionaba un tour de Jerusalem by night, que sería la delicia de cualquier turista
actual, para poder contar a los amigos, al regreso a casa, lo bien conservados
que están los monumentos y la buena organización que tienen los judíos.
Todo era alegría
desbordante y exteriorización de la farra corrida que la pascua prometía.
Sin
embargo, otra cosa bullía en el corazón de Jesús, en ese corazón loca y
dolorosamente enamorado. Él no venía a hacer “turismo”. No compraría souvenirs ni enviaría tarjetas postales
a Nazaret. No aceptaría el reinado de opereta(o de guerrilla) que se le ofrecía
en bandeja: -Yo he venido para otra cosa. Este domingo será un día de pasión y
de dolor. La cruz del próximo viernes ya está, hondamente clavada en mi alma.
Casi no puedo ver el camino, pues las lágrimas inundan mis ojos.
Mientras Jesús
cavilaba sobre estos temas, más de uno de los que gritaban, más locos que
barrasbravas, “¡Viva Cristo Rey!..., ¡Cristo, la barra de la parroquia de Santa
Rita te saluda!, sería de los que, unos días más tarde, reclamaría (¡también a
grito pelado!) la libertad de Barrabas y la muerte de Jesús.
¡Cuántas vueltas
tiene la vida, calesita veterana y cuán caprichosos son nuestros corazones,
veletas sacudidas por todo viento...! Hoy matamos a quien ayer vivábamos y por
quien íbamos a dar la vida.
Poco más tarde, los
vendedores de panchos y banderines, los organizadores de excursiones, el
groncho que atronaba con el megáfono, las viejitas que cantaban “al amor de los
amores”, enmudecieron y corrieron a esconderse en cuevas cercanas...
ttt
Cuando Jesús ingresó en Jerusalén, con la Banda de la
Policía, era un héroe, “ciudadano ilustre de Nazaret y de Belén”, socio
honorario y a perpetuidad del Rotary Club y de Boca y de la Academia de
Ciencias Religiosas local. Pero... cuando la gente vio que la mano venía
pesada, se abrió de piernas y lo dejó sólo.
La banda calló sus vientos. Se acabaron “los lustres”,
porque dejó de ser ilustre...
¿Moraleja...? Las bandas de música son mentirosas:
¡”puro viento”!»[1]
La Pasión según San
Mateo, estructura
Nos gustaría examinar
la estructura de la Pasión en el Evangelio de San Mateo:
Decisión de los Sumos
Sacerdotes y de los fariseos de arrestar a Jesús 26, 5
Unción en Betania 26,6-13
Decisión de
Judas de entregar a Jesús 26, 14-16
La última
cena 26, 17-35
La oración
en el Huerto de Getsemaní 26, 36-46
Prendimiento
de Jesús 26, 47-56
Jesús es
presentado ante el sanedrín 26, 57-68.
Negación de
Pedro 26, 69-75
Reunión
(conspirativa contra Jesús) del Sanedrín, al amanecer 27, 1-2
Remordimiento
y muerte de Judas 27, 3-10
Jesús es presentado
ente Poncio Pilato 27, 11-26
Jesús
víctima de ultrajes, burlas y flagelación 27, 27-31
Camino del
Calvario 27, 32-34
Crucifixión
27, 35-44
Muerte de
Jesús 27, 45-50
Confesión
del Centurión de la filiación directa de Jesús de Dios-Padre 27, 54
Son en total
16 fragmentos que conforman esta unidad narrativa.
Un mesías
que cambia el paradigma
Entra
montando una burrita. Nada más humilde, rayando en los ridículo, las piernas
colgando y los pies prácticamente tocando el suelo. Los reyes y los poderosos
iban de a caballo. Nos informan los historiadores que las autoridades judías,
en el antiguo Israel, iban montando en una mula, pero en burro…
Estamos
frente al cumplimiento de una profecía. El caballo es –por antonomasia- una
cabalgadura bélica. El burrito no, el burrito simboliza un tipo de pacifismo,
es la renuncia a la violencia, es el anti-poder en esencia.
Tal vez en
el tipo de cabalgadura ya está contenido el germen del cambio de opinión de
este pueblo que, primero aclama y vitorea y luego reclama la crucifixión: Se
espera un mesías poderoso, un mesías capaz de darle esplendor a Judea. Varias
veces hemos indicado que se trata de la espera de otro David que trajera
prosperidad, que sacudiera el yugo opresor y oprobioso del imperio Romano… y ¿Qué
tenemos? Un rey en burrito…
«”¡Hosanna!”
Eso que pensamos sea un grito de alabanza es, en verdad, una súplica: ¿Sálvanos
por favor!”. El pueblo se reconoce perdido y percibe que es a través de la
intervención de Jesús como él será salvo… la ciudad se agita y se estremece,
como en un terremoto- ¿Por qué? La ciudad aquí son ciertamente los poderosos
que perciben que Jesús es una amenaza peligrosa para lo que ellos hacen.»[2]
El tema de
la obediencia
Partiremos
de la Carta a los Filipenses. Y escogeremos como núcleo la perícopa 2, 7-8: δούλου λαβών, ἐν ὁμοιώματι ἀνθρώπων γενόμενος·
καὶ σχήματι εὑρεθεὶς ὡς ἄνθρωπος ἐταπείνωσεν ἑαυτὸν γενόμενος ὑπήκοος μέχρι
θανάτου, θανάτου δὲ σταυροῦ. “tomando la condición de servidor, llegó a ser
semejante a los hombres. Habiéndose comportado como hombre, se humilló y se
hizo obediente hasta la muerte-y muerte en una cruz.” Esta acción decisión está
signada en el texto por un verbo que la rige: ἐκένωσεν “se despojó”,
que implica –así lo hemos glosado varias veces- un desproveerse, un enajenarse,
una renuncia voluntaria, un abajamiento, una renuncia a las autoridades que le
son propias. Es un vaciarse que significa, desacomodarse, vaciarse, deprivarse.
Se es obediente respecto
del Padre Celestial, en quien se puede confiar sin límites; pero rebelión
contra la esclavitud, contra el imperialismo romano, contra toda injusticia.
Todo menos callar: Jesús se opone, se posiciona, cuestiona y es capaz de correr
todo riesgo pero no hace nada que rompa con sus obediencia al Padre. Por eso
leemos: “se hizo obediente hasta la muerte-y muerte en una cruz”.
Y esta obediencia que
le implica “rebelarse contra” se convierte en la clave de todo el
comportamiento de Jesús. Sabemos que Él es el camino, la verdad y la vida: pues
esta incondicionalidad que muestra es camino, verdad y vida. Esta es la manera
de ser vida, viviendo su incondicionalidad con coherencia, con
consecuentalismo. Un consecuentalismo radical. Su radicalidad nos evoca a Sadrac, Mesac y Abednegó que desobedece a Nabuconodosor antes
que desobedecer a su Dios aun cuando la condena es perder la vida muriendo en
el horno: “Si el Dios a quien adoramos puede librarnos del horno ardiente y de
tu mano, seguro que nos librará, majestad. Pero, aunque no lo hiciera, puedes
estar seguro, majestad, que no daremos culto a tus dioses ni adoraremos la
estatua de oro que has erigido.” Dn 3, 1-30.
Muchas
veces decimos que la crucifixión no fue un evento político y nos equivocamos al
afirmarlo. Toda la historia de Jesús desde su mismo nacimiento está enmarcada
en la politicidad. Desde el mismo momento en que nace y su elección de contexto
de nacimiento, todo en su vida reside en un contexto político. La obediencia a
Dios desemboca en una exigencia política puesto que exige coherencia con la
justicia, y coherencia con los pobres. Es decir, se espera de nosotros un “ser
consecuentes” a la manera de Jesús.
Se dice
que Jesús bien podría haberse callado, bien podría haber huido; pero quizás
donde quiera hubiese ido su consecuentalidad le habría llevado al mismo
desenlace.
Quiere
decir que ¿la exigencia de ser coherente con Dios, de permanecer
incondicionalmente fiel implica llegar a la cruz? ¿quiere decir que todos los
caminos llevan al Calvario? Diremos que no. ¡No de todos se espera el martirio!
Pero de todos se espera la coherencia, la incondicionalidad hacía Dios, la fidelidad
con Jesús, Camino, Verdad y Vida.
Esa
incondicionalidad para con Dios, para con el proyecto de construcción del reino
es lo que nos da referente existencial. Ninguna fe verdadera puede ser puro
ritualismo, aun cuando esté impregnada de ritos que llenan el 100% del tiempo y
de la vida. No son los ritos, ni los holocaustos lo que Dios espera –ya nos lo
dijo el profeta: “Lo que quiero de ustedes es que me amen, y no que me hagan
sacrificios; que me reconozcan como Dios y no que me ofrezcan holocaustos (Os
6, 6)- sino la justicia que es la manera de demostrarle el amor a Dios. Algunos
serán llamados a la gracia del martirio, pero todos estamos invitados a la
gracia de la fidelidad, de la coherencia, de la obediencia.
Recordemos que Él siempre está
En el
Salmo nos encontramos con esa paradoja: Jesús –si ponemos el salmo en labios de
Jesús, y el evangelio nos informa que Jesús antes de morir pronuncio el
versículo 1º, Elí, Eli lemá Sabactaní Mt 27, 46- reclama al Padre porque
aparentemente lo ha abandonado; y, sin embargo, si le reclama es porque tiene
conciencia que está allí presente con Él. Como nos lo dice Carlos Vallés s.j.
«Mi queja ante ti era en sí misma un acto de fe en Ti, Señor. Me quejaba a ti
de que me habías abandonado, precisamente porque sabía que estabas allí.»[3]
No nos dejemos
deslumbrar, ni ensordecer por las bandas de música… ya es sabido que detrás del
estruendo está el silencio y desde el silencio (de la cruz) nos habla Dios… que
nunca nos desampara, que siempre está allí, aun cuando no lo sabemos ver o no
lo podemos descubrir; es entonces cuando está más presente!
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