BAUTISMO DE JESÚS
Is 42, 1-4. 6-7; Sal
29(28), la-2. 3ac-4. 9b-10 (R.: 1b); He 10, 34-38; Mt 3, 13-17
…en contraste profundo con la
predicación de Juan: Jesús enseñaba la cercanía de un año de gracia y de
misericordia.
Virgilio Zea, s.j.
Jesucristo, punto culminante de la
historia de la salvación, es llamado por excelencia sacramento primordial de
Dios.
Leonardo Boff.
Conclusión del tiempo de Navidad
Esta Fiesta que celebramos el Domingo
siguiente a la Epifanía o Fiesta de los Reyes Magos, concluye el Tiempo de
Navidad y da inicio al Tiempo Ordinario. A partir de esta semana que hoy
inauguramos estaremos en el Tiempo Ordinario del ciclo A. Se trata de una
Teofanía y a la vez una Epifanía. Como lo hemos comentado en otro lugar, en la
Iglesia latina la epifanía se celebra en la Fiesta de Reyes, mientras en la
Iglesia de Oriente la Epifanía corresponde al Bautismo de Jesús. Esta celebración “abisagra”, por así
decirlo” estos tiempos litúrgicos: dejamos atrás a Jesús Niño y nos encontramos
a Jesús adulto, que con treinta años ya puede –según lo establecido por el judaísmo- actuar en la vida pública, ser
testigo, dar testimonio de otro o de sí mismo.
¿Por qué decimos que es teofanía y
epifanía a la vez? La teofanía es la manifestación de Dios que nos habla, que
se nos revela, y aquí estamos en esa situación: Dios nos habla, su Voz se oye
directamente en el episodio bíblico que constituye el Evangelio de esta
festividad.«… Según Mateo, la voz habla de Jesús a una(s) tercera(s)
persona(s): “Este es mi Hijo el amado, en quien me he complacido”. ¿A quién o
quiénes se dirigen estas palabras?... La voz como por otra parte toda la
teofanía (vv. 16-17), se dirige a los lectores… es a la Iglesia a la que corresponde revelar la
identidad de Jesús.»[1] Pero, es también epifanía, porque nos habla
sobre Jesús, nos lo revela como Divino, como Hijo suyo: «El pasaje es una
miniatura que contiene todo el Evangelio y revela el misterio más profundo de
Dios: la Trinidad, como amor entre el Padre y el Hijo, ofrecido por este a
todos los hermanos… El bautismo de Jesús es la puerta de ingreso a la
revelación cristiana, que nos introduce en la casa de Dios. ¿No es acaso Él una
puerta abierta de par en par al hombre?
El bautismo es la “vocación” de Jesús:
recibe del Padre el nombre de Hijo.
Pero es también su “misión”: su
condición como Hijo lo lleva a hacerse hermano….
El Padre en todo el Evangelio habla
sólo dos veces: aquí y en la trasfiguración (cf. Jn 12, 28). Aquí habla para
confirmar al Hijo en su opción como siervo; allá para revelarnos a nosotros la
gloria de ese Hijo, para que le escuchemos y lleguemos a ser también nosotros
como Él.»[2]
Solidaridad total con su pueblo
«El retrato de Juan el Bautista que
aparece en los evangelios prepara al lector para la venida de Jesús, Juan ocupa
un lugar en la historia por su papel de “precursor” de la misión de Cristo,
pero el Bautista desempeñaba un papel profético propio y la multitud podía
esperar que Jesús continuase la misión que él había comenzado. El historiador
judío Josefo testimonia que la creencia popular era que la derrota militar de
Herodes se debía a la ira de Dios por haber ejecutado a Juan al Bautista:
“Algunos judíos pensaron que las
tropas de Herodes habían sido destruidas por la acción divina y que él mismo
había sufrido el justo castigo por haber dado muerte a Juan llamado el
Bautista. Herodes condenó a muerte a este buen hombre que exhortaba a los
judíos a llevar una vida virtuosa, a practicar la justicia unos con otros y a
bautizarse. Incluso parece que Juan creía que el bautismo sería sólo una
purificación corporal y no perdonaría los pecados a menos que el alma estuviera
ya limpia por una conducta virtuosa. Cuando la multitud a su alrededor creció y
se entusiasmaba con su palabra, Herodes empezó a temer que su influencia
condujera a una revuelta, pues daba la impresión de que la multitud estaba
dispuesta a hacer cualquier cosa que le dijera (Ant. Jud., XVIII, 5)
Josefo presenta al Bautista como un
reformador de costumbres; el bautismo sólo purifica el cuerpo, mientras que el
resto de la vida personal cambia únicamente con la fidelidad a Dios y la
justicia para con el prójimo. Los evangelios señalan otra característica de la
predicación del Bautista que pasó inadvertida a Josefo: la llamada al
arrepentimiento se basaba en la proximidad del juicio final (cf. Lc 3, 7-9; Mt
3, 11-12).
Al igual que el Bautista, Jesús se
dirigía a la multitud hablándole de cómo la Ley
de Dios interviene en la historia humana; pero, a diferencia de Juan,
Jesús no acabó siendo conocido por predicar el bautismo de agua como símbolo de
que una persona comenzaba una vida de santidad, aunque los primeros cristianos
emplearon de nuevo el bautismo para expresar la nueva relación que unía al creyente
con Jesús.»[3]
«…una página que personalmente me
conmovió, donde el teólogo indio Samuel Rayan describe profundamente esta
experiencia fundamental de Jesús al comienzo de su vida pública: “Sucedió en el
Jordán. Fue para Jesús una experiencia que le llegó hasta lo más profundo de su
alma. Allí, su vida ganó en fuerza y en sentido. Fue un abrirse al mundo por
fuera, y a una nueva experiencia de oración por dentro. Todo comenzó cuando
Jesús emprendió camino desde Galilea hasta Enón, cerca de Salín, en el Jordán.
Jesús siempre había mantenido su espíritu abierto al padre y atento a su
presencia y su acción en los sucesos dela historia humana de cada día. Allá
abajo, cerca del mar de sal, Juan predicaba penitencia y bautizaba al pueblo.
La gente se llegaba a él en gran número, procedente de todo el país: de
Jerusalén y de toda la Judea, así como de las regiones cercanas al Jordán. Jesús
vio en ello la obra del Padre y escuchó su voz, a la que siempre era obediente.
Se unió a la multitud, se puso en la fila de los penitentes, con gran sencillez
y claridad de espíritu, y fue bautizado por Juan. Y ahora el Padre sale al
encuentro de esta decidida entrega, con una comunicación arrolladora de Sí
mismo que se hace sentir en el centro más profundo del ser de Jesús. Los evangelios
describen esta experiencia de Jesús con imágenes de perfección sublime. Jesús
vio y sintió como los cielos se abrían, en toda su grandeza y belleza, ante sus
propios ojos y le revelaban en su visión el plan divino para la salvación del
género humano. Sintió cómo el espíritu de Dios invadía su alma y la elevaba con
todo su poder, en un océano de paz que ningún medio humano puede dar ni
comprender. Oyó la voz del Padre en el último silencio de sus entrañas, en cada
fibra y célula de su cuerpo. Y la voz del Padre le habló directamente a Él, se
dirigió personal y convergentemente a Él solo, y le dijo: ‘Tú eres mi Hijo, mi
Siervo, mi Elegido y mi Amado; en Ti descansan mis complacencias’. Jesús
descubrió en ese instante nuevas dimensiones en sí mismo, y vio extenderse los
horizontes de su vida en todas direcciones. Se volvió a encontrar a sí mismo en
la palabra que el Padre le había dirigido. El Padre había enfocado hacia Él
líneas escogidas de la historia veterotestamentarias, palabras, imágenes,
esperanzas, expectativas del Antiguo Testamento; y ahora Jesús sentía que esa
herencia sagrada se hacía realidad en sí mismo y urgía su manifestación y su
fruto. A eso venía aquí esa consolación y esa confirmación intima del Espíritu
Santo. Ese fue el momento expectante en que resonó en su alma la palabra que lo
retaba, con toda la ternura del Padre, y que al darle su nombre de Hijo, lo
consagraba en familia y le entregaba, en lo más profundo de su ser, el sentido
último de su propia existencia. Esto era oración, esto era unión íntima, esto
era experiencia clara y profunda de la divinidad, precedida por la humilde
sumisión al Padre y continuada en la fidelidad práctica a su llamada. Fue para
Jesús una hora inolvidable de encuentro vital con su padre, en la que recibió
explícitamente su consagración y quedó inaugurada su misión como Mesías”»[4]
Toda esta muchedumbre que se baña en
el Jordán deja en el agua toda su maldad, todo su pecado, toda mancha; por su
parte, Jesús entra en el agua absolutamente limpio –no tiene nada que lavar- y
recoge sobre sí toda esta “suciedad”, la carga voluntariamente, voluntariamente
acepta recoger toda la pecaminosidad de esa muchedumbre que nos representa a
todos –óigase bien- toda la humanidad se ha bañado en el Jordán, absolutamente
todos, los de ese tiempo, los de antes, los de ahora y los que vendrán luego:
toda mancha, todo pecado quedó lavado en esa agua “sacramental”. En otra parte
nos hemos referido a este “hacerse en todo como nosotros, menos en el pecado”
como una parte de la kénosis de Jesús, y así es, pero esta vez queremos
subrayar que esa kénosis es “solidaridad”: «¿Cómo, pues, podía en alguna
manera recibir ese bautismo Jesús, que estaba esencial y radicalmente libre de
toda mancha de pecado?
Jesús lo hacía según agradecidamente
lo entendemos, para mostrar con gesto gráfico y sincero su pertenencia a
nuestro género, a nuestro pueblo, a nuestra raza teñida de culpa, aunque Él era
intrínsecamente inmaculado en su mismo ser. Muestra de solidaridad hermana en
la distancia de la inocencia»[5]. «Qué sentido le da Jesús a su
bautismo? De parte de Jesús es la aceptación solidaria de su pueblo y de su
historia... El gesto de Jesús es totalmente programático: el camino de su
ministerio será el camino de la aceptación de la historia de su pueblo tal como
es, sin discriminarlo,…»[6]
Jesús puede -porque es Dios-
sacramentalizar toda el agua, revestirla de un poder “redentor” porque Él mismo
es Sacramento, “sacramento Fontal” de Dios” lo llama Leonardo Boff.[7]. «… Jesús de Nazaret, por su vida,
por sus gestos de bondad, por su muerte heroica, y por su resurrección, es
llamado el Sacramento por excelencia. En Él, la historia de salvación, como
realización de sentido, encontró su culminación. Él llegó primero al término
del largo proceso de hominización, venció a la muerte, e irrumpió dentro del misterio
de Dios. En cuanto encarna el plano salvífico de Dios, que es unión radical de
la criatura con el Creador y anticipación del destino de todos los hombres
redimidos, Jesús se presenta como el sacramento primero de Dios.
Si Dios es amor y perdón, servidor de
toda criatura humana, y simpatía gratuita para con todos los hombres, entonces
Jesucristo corporeizaba a Dios en medio de nosotros por su inagotable capacidad
de amor, de renuncia a toda voluntad de poder y venganza, y de identificación
con todos los marginados del orden de este mundo»[8]. «… Jesús no acude al bautismo como
pecador, sino, como bellamente dirá más tarde un padre de la Iglesia, “para
santificar con su bautismo el agua de todos nuestros bautismos”»[9]
Don a cuidar
Explorando entre las citas bíblicas en
los Hechos de los Apóstoles el Cardenal Martini encontraba que todos «Los
verbos están en voz pasiva. Es decir, ninguno se puede bautizar a sí mismo:…
debo pedir este Sacramento, debo se sumergido en el agua por otro. La alteridad
del ministerio, la necesidad de una persona que me lo confiera en
representación de Jesús, quiere expresar que la vida divina otorgada en el
bautismo no se puede adquirir ni siquiera en un centímetro o en un gramo: es
puro don.»[10]
Lo cual nos conduce a nuestra misión,
leámoslo como está puesto en el Catecismo de la Iglesia Católica «1223 Todas las prefiguraciones
de la Antigua Alianza culminan en Cristo Jesús. Comienza su vida pública
después de hacerse bautizar por san Juan el Bautista en el Jordán
(cf. Mt 3, 13) y, después de su Resurrección, confiere esta misión a
sus Apóstoles: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes
bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y
enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado" (Mt 28, 19-20;
cf Mc 16, 15-16).». Todavía más: «1265 El Bautismo no solamente
purifica de todos los pecados, hace también del neófito "una nueva
creatura" (2 Co 5, 17), un hijo adoptivo de Dios
(cf Ga 4,5-7) que ha sido hecho "partícipe de la naturaleza
divina" (2 P 1, 4), miembro de Cristo (cf 1 Co 6, 15; 12, 27),
coheredero con Él (Rm 8,17) y templo del Espíritu Santo (cf 1
Co 6,19).
1266 La Santísima Trinidad da al
bautizado la gracia santificante, la gracia de la justificación que:
— le hace capaz de creer en Dios, de
esperar en Él y de amarlo mediante las virtudes teologales;
— le concede poder vivir y obrar bajo
la moción del Espíritu Santo mediante los dones del Espíritu Santo;
— le permite crecer en el bien
mediante las virtudes morales.
Así todo el organismo de la vida
sobrenatural del cristiano tiene su raíz en el santo Bautismo.»
«Puede nacer en nosotros una pregunta:
¿Es necesario el bautismo para vivir como cristianos y seguir a Jesús? ¿No es
en el fondo un simple rito, un acto formal de la Iglesia para dar el nombre al
niño o la niña?".
Es una pregunta que puede surgir y al
respecto es iluminante cuanto escribe el apóstol Pablo" sobre el ser
bautizados "en Cristo y luego en su muerte y resurrección, para poder
caminar con él y llevar a una vida nueva.
En
consecuencia el bautismo no es una formalidad, es un acto que toca en
profundidad nuestra existencia, no es lo mismo un niño bautizado y un niño no
bautizado; no, con el bautismo somos inmersos en el más grande acto de amor de
toda nuestra historia y gracias a este podemos vivir una vida nueva, no en
manos del pecado y de la muerte, sino en la comunión con los hermanos»[11].
Al recibir el Bautismo, estos niños
obtienen como don un sello espiritual indeleble, el «carácter», que marca
interiormente para siempre su pertenencia al Señor y los convierte en miembros
vivos de su Cuerpo místico, que es la Iglesia… un camino que debería ser un
camino de santidad y de configuración con Jesús, una realidad que se deposita…
como la semilla de un árbol espléndido, que es preciso ayudar a crecer… La
colaboración entre la comunidad cristiana y la familia es más necesaria que
nunca en el contexto social actual, en el que la institución familiar se ve
amenazada desde varias partes y debe afrontar no pocas dificultades en su
misión de educar en la fe. La pérdida de referencias culturales estables y la
rápida transformación a la cual está continuamente sometida la sociedad, hacen
que el compromiso educativo sea realmente arduo. Por eso, es necesario que las
parroquias se esfuercen cada vez más por sostener a las familias, pequeñas
iglesias domésticas, en su tarea de transmisión de la fe.»[12]
[1] Baudoz, Jean-François. LECTURA SINÓPTICA DE
LOS EVANGELIOS. Ed. Verbo Divino Navarra- España 2000. P. 31
[2] Fausti, Silvano. UNA
COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE MATEO. Ed. San Pablo. Bogotá- Colombia. 2da.
re-impresión 2011. pp. 43. 46.
[4] González Vallés, Carlos.
CRECIA EN SABIDURÍA… Ed. Sal Terrae Santander – España 1995 3ª Edición. p. 31
[5] Ibid. pp. 32-33
[6] Zea, Virgilio. JESÚS, EL
HIJO DE DIOS. Facultad de Filosofía Universidad Santo Tomás de Aquino Bogotá -
Colombia 1989 p. 56
[7] Boff, Leonardo. LOS SACRAMENTOS DE LA VIDA Y LA VIDA DE LOS
SACRAMENTOS. Ed. Indo American Press Service. Bogotá-Colombia 2003 18ª Edición.
p. 44
[10] Martini. Carlo María. LOS
SACRAMENTOS.ENCUENTRO CON CRISTO E INSTRUMENTO DE COMUNICACIÓN. Ed. San Pablo
Bogotá D.C. –Colombia 2002. 3ª
re-impresión p. 15
[11] Papa Francisco AUDIENCIA GENERAL Plaza de San Pedro 13 de noviembre de
2013.
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