martes, 31 de diciembre de 2013

MADRE DE DIOS, MADRE DE LA PAZ Y MADRE NUESTRA


Num 6, 22-27; Sal 67(66) 2-3. 5. 6. 8. (R.: 2a); Ga 4, 4-7; Lc 2, 16-21

Sin María es difícil el camino hacía Jesús. Sin María la búsqueda de Dios en Jesús se vuelve dura, desencarnada, sin entrañas. María está en la vida de Jesús como está el manantial en el río o la raíz en el árbol.
Emilio L. Mazariegos


La Primera Lectura del Año Civil, es la bendición que Dios confió a Moisés para que se la enseñara a Aarón –a quien se tiene por fundador del Sacerdocio Hebreo, ya que pertenecía a la tribu de Leví. Al proclamar la bendición en este Día, nosotros, el Nuevo Israel, recibimos sus efectos para el Año Civil que hoy se inicia.


Vamos a resumir las lecturas de hoy entresacando una síntesis «… las lecturas de la liturgia de hoy. Los textos bíblicos, sobre todo el evangelio de san Lucas,…  nos proponen contemplar la paz interior de María, la Madre de Jesús. A ella, durante los días en los que «dio a luz a su hijo primogénito» (Lc 2,7), le sucedieron muchos acontecimientos imprevistos: no solo el nacimiento del Hijo, sino que antes un extenuante viaje desde Nazaret a Belén, el no encontrar sitio en la posada, la búsqueda de un refugio para la noche; y después el canto de los ángeles, la visita inesperada de los pastores. En todo esto, sin embargo, María no pierde la calma, no se inquieta, no se siente aturdida por los sucesos que la superan; simplemente considera en silencio cuanto sucede, lo custodia en su memoria y en su corazón, reflexionando sobre eso con calma y serenidad. Es esta la paz interior que nos gustaría tener en medio de los acontecimientos a veces turbulentos y confusos de la historia, acontecimientos cuyo sentido no captamos con frecuencia y nos desconciertan…. La primera lectura nos recuerda que la paz es un don de Dios y que está unida al esplendor del Rostro de Dios, …Para la sagrada Escritura, contemplar el Rostro de Dios es la máxima felicidad: «lo colmas de gozo delante de tu rostro», dice el salmista (Sal 21,7)…. en la segunda lectura, tomada de la Carta a los Gálatas (4,4-7), al hablar del Espíritu que grita en lo más profundo de nuestros corazones: «¡Abba Padre!». Es el grito que brota de la contemplación del rostro verdadero de Dios, de la revelación del misterio de su Nombre. Jesús afirma: «He manifestado tu nombre a los hombres» (Jn 17,6)…. como afirma san Pablo en el texto que hemos escuchado: «Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: “¡Abba Padre!”» (Ga 4,6)…. No hay nada que pueda quitar a los creyentes esta paz, ni siquiera las dificultades y sufrimientos de la vida. En efecto, los sufrimientos, las pruebas y las oscuridades no debilitan sino que fortalecen nuestra esperanza, una esperanza que no defrauda porque «el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado» (Rm 5,5).»[1]

Conviene recordar que la denominación que damos a la Virgen Santísima como Madre de Dios fue honra que la devoción popular le atribuyó, ya desde el Siglo III se la llamaba así.  El papirólogo de la Universidad de Oxford Edgar Lobel ubicó un papiro datado del 250 d.C., en las proximidades de Oxirrinco con una oración, donde por primera vez tenemos noticia de este apelativo dirigido a Santa María: Θεοτόκος. allí la palabra aparece en vocativo: Θεοτόκε. Lo que hizo el Concilio fue, simplemente darle status de “oficialidad”. Recordemos entonces que desde el Concilio de Éfeso –ciudad excelentemente mariana donde se dice moró la Santísima Virgen con San Juan-, en el siglo V, más exactamente en 431 de nuestra era, María Santísima recibió oficialmente el título de “Madre de Dios”. El pueblo se adueñó de la expresión que queda registrada, en el rito bizantino con las palabras: “A Ti, verdadera Madre de Dios, te exaltamos” y en el rito latino: “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros”.



Al hablar de este tema, no se pueden pasar por alto los nombres de Nestorio de Constantinopla y Cirilo de Alejandría. El debate sería entre dos denominaciones: Theotokos y Christotokos. Muchos quieren, al historizar el debate, ridiculizarlo proponiéndolo como una simple cuestión de palabras, una polémica bizantina, adjetivo este que despectivamente se refiere a polemizar sobre una forma cuyo contenido no difiere, algo así como una sinonimia perfecta, y sin embargo, comprometerse en una feroz argumentación por la una o por la otra. Quien así procede trata de ocultar que a este debate subyace una “sustancia” de gran envergadura para nuestra fe, a saber, Jesús es sólo hombre, de pronto un gran profeta, pero sencillamente un hombre más, o –como afirmamos en nuestra fe- es Dios mismo, en una de las Tres Personas de la Trinidad Santa, que se encarnó y se hizo hombre, igual que todos nosotros, excepto en el pecado. Así, al decir Theotokos estamos diciendo que en Jesús se produce la unidad hipostática de Dios y hombre, María no es sólo la madre del ser humano sino que además –o mejor todavía, a la vez-  la Madre de Dios.

Nos hallamos ante la amenaza de una “herejía”, la posición de Nestorio niega la afirmación que conlleva la palabra griega Theotokos que significa “la que ha dado a luz a Dios”, ya que a Nestorio le repugnaba la idea de Dios formándose en el vientre de una mujer; mientras que Cirilo respaldaba la teoría unitaria y unificadora que veía en Jesús la presencia del hombre completo y de Dios completo. El Concilio de Trento culminó con el reconocimiento de María como Madre de Dios, vale la pena recordar la declaración de San Cirilo en las conclusiones del Concilio: « "Te saludamos, Oh María, Madre de Dios, verdadero tesoro de todo el universo, antorcha que jamás se apagará, templo que nunca será destruido, sitio de refugio para todos los desamparados, por quien ha venido al mundo el que es Bendito por los siglos. Por ti la Trinidad ha recibido más gloria en la tierra; por ti la cruz nos ha salvado; por ti los cielos se estremecen de alegría y los demonios son puestos en fuga; el enemigo del alma es lanzado al abismo y nosotros débiles criaturas somos elevados al puesto de honor". El II Concilio Vaticano ha puesto señas de ratificación de estas verdades de nuestra fe en la Lumen Gentium.

Iniciamos el Año Civil con esta celebración de María Santísima bajo la denominación de Madre De Dios, y sin embargo, las lecturas que se nos proponen para esta liturgia no aluden especialmente a Santa María, Madre de Dios, a quien nos referimos -resaltándola sencillamente- como Aquella que ἡ δὲ Μαρία πάντα συνετήρει τὰ ῥήματα ταῦτα συνβάλλουσα ἐν τῇ καρδίᾳ αὐτῆς. “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón”. Queremos detenernos en dos palabras: i) συνετήρει (del verbo  συντηρέω) traducida como “guardaba” pero que tiene dos connotaciones importantes al caso que nos ocupa, y muy interesantes: la de “atesorar”, porque implica no guardar cualquier cosa, como quien guarda un botón, un tornillo o una tuerca; sino, guardar un “tesoro”; y también, “guardar algo con mucho cuidado”, “preservarlo”, inclusive, “conservar en la mente”, es decir, “memorizarlo como dato de suprema valía”. ii) y la palabra  συντηρέω que hemos traducido “meditaba” que quedaría bien como “reflexionar”, “sopesar”, “ponderar”, en todo caso, originalmente la palabra se refería a algo relacionado con “calcularle el peso”. “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón” Lc 2, 19. Este examen de dos palabras griegas y su significado, no es –de manera alguna- una pretensión erudita, simplemente creemos poder penetrar mejor el “mensaje” de la Sagrada Escritura al precisarlas.



Nos gustaría señalar una palabra que se destaca tanto en el Evangelio como en la Segunda Lectura, es la palabra corazón.  La hemos encontrado ya en Lc 2, 19 ἐν τῇ καρδίᾳ αὐτῆς “en su corazón”; En la carta a los Gálatas, de donde tomamos la Segunda Lectura de esta liturgia, se menciona que Ὅτι δέ ἐστε υἱοί, ἐξαπέστειλεν ὁ Θεὸς τὸ Πνεῦμα τοῦ Υἱοῦ αὐτοῦ εἰς τὰς καρδίας ἡμῶν, κρᾶζον Ἀββᾶ ὁ Πατήρ. “Puesto que ustedes son hijos, Dios ha enviado a sus corazones el espíritu de su Hijo que clama “¡Abba!”, es decir, Padre. (Ga 4, 6). En las dos perícopas, la de la Carta a los gálatas tanto como en el Evangelio Lucano está presente la palabra καρδίας es decir, corazón.

Vamos a decir que el corazón es “la glándula de la Paz”. En él se cocinan los elementos constitutivos de la Paz: la fraternidad y la solidaridad. Y, en este primer día del año 2014 vamos a celebrar la Cuadragésima séptima Jornada Mundial de la Paz. «Bastaría recuperar las definiciones de paz de la Populorum progressio de Pablo VI o de la Sollicitudo rei socialis de Juan Pablo II. En la primera, encontramos que el desarrollo integral de los pueblos es el nuevo nombre de la paz. En la segunda, que la paz es opus solidaritatis.

Pablo VI afirma que no sólo entre las personas, sino también entre las naciones, debe reinar un espíritu de fraternidad. Y explica: "En esta comprensión y amistad mutuas, en esta comunión sagrada, debemos […] actuar a una para edificar el porvenir común de la humanidad".

Este deber concierne en primer lugar a los más favorecidos. Sus obligaciones hunden sus raíces en la fraternidad humana y sobrenatural, y se presentan bajo un triple aspecto: el deber de solidaridad, que exige que las naciones ricas ayuden a los países menos desarrollados; el deber de justicia social, que requiere el cumplimiento en términos más correctos de las relaciones defectuosas entre pueblos fuertes y pueblos débiles; el deber de caridad universal, que implica la promoción de un mundo más humano para todos, en donde todos tengan algo que dar y recibir, sin que el progreso de unos sea un obstáculo para el desarrollo de los otros.

Asimismo, si se considera la paz como opus solidaritatis, no se puede soslayar que la fraternidad es su principal fundamento. La paz –afirma Juan Pablo II– es un bien indivisible. O es de todos o no es de nadie. Sólo es posible alcanzarla realmente y gozar de ella, como mejor calidad de vida y como desarrollo más humano y sostenible, si se asume en la práctica, por parte de todos, una "determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común". Lo cual implica no dejarse llevar por el "afán de ganancia" o por la "sed de poder". Es necesario estar dispuestos a "‘perderse’ por el otro en lugar de explotarlo, y a ‘servirlo’ en lugar de oprimirlo para el propio provecho. […] El ‘otro’ –persona, pueblo o nación– no [puede ser considerado] como un instrumento cualquiera para explotar a bajo coste su capacidad de trabajo y resistencia física, abandonándolo cuando ya no sirve, sino como un ‘semejante’ nuestro, una ‘ayuda’".»[2]


La Primera Lectura del Año Civil, es la bendición que Dios confió a Moisés para que se la enseñara a Aarón –a quien se tiene por fundador del Sacerdocio Hebreo, ya que pertenecía a la tribu de Leví.

Santa María siempre Virgen, al ser Madre de Dios es Madre de todos nosotros, las células del Cuerpo Místico de Cristo, que articulamos –con la savia de la fe- la Iglesia; por tanto ha recibido, a través de Su Santidad Pablo VI el título  de Madre de la Iglesia, al concluir el II Concilio Vaticano.

Así para concluir este saludo de Año Nuevo, esta celebración de la Jornada Mundial de la Paz y, muy especialmente, estos títulos de Santa María, queremos incluir un par de fragmentos del numeral 288 de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium:



Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes… Le rogamos que con su oración maternal nos ayude para que la Iglesia llegue a ser una casa para muchos, una madre para todos los pueblos, y haga posible el nacimiento de un mundo nuevo. Es el Resucitado quien nos dice, con una potencia que nos llena de inmensa confianza y de firmísima esperanza: “Yo hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,5). Con María avanzamos confiados hacia esta promesa, y le decimos:…

Tú, llena de la presencia de Cristo,
llevaste la alegría a Juan el Bautista,
haciéndolo exultar en el seno de su madre.
Tú, estremecida de gozo,
cantaste las maravillas del Señor.
Tú, que estuviste plantada ante la cruz
con una fe inquebrantable
y recibiste el alegre consuelo de la resurrección,
recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu
para que naciera la Iglesia evangelizadora…

Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos
para que llegue a todos
el don de la belleza que no se apaga…



[1] Benedicto XVI HOMILÍA DE LA SANTA MISA EN LA SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS. XLVI JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ. Basílica Vaticana. 1º  de enero de 2013.

[2] Mensaje del Papa para la Jornada Mundial de la Paz 2014

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