martes, 31 de diciembre de 2013

MADRE DE DIOS, MADRE DE LA PAZ Y MADRE NUESTRA


Num 6, 22-27; Sal 67(66) 2-3. 5. 6. 8. (R.: 2a); Ga 4, 4-7; Lc 2, 16-21

Sin María es difícil el camino hacía Jesús. Sin María la búsqueda de Dios en Jesús se vuelve dura, desencarnada, sin entrañas. María está en la vida de Jesús como está el manantial en el río o la raíz en el árbol.
Emilio L. Mazariegos


La Primera Lectura del Año Civil, es la bendición que Dios confió a Moisés para que se la enseñara a Aarón –a quien se tiene por fundador del Sacerdocio Hebreo, ya que pertenecía a la tribu de Leví. Al proclamar la bendición en este Día, nosotros, el Nuevo Israel, recibimos sus efectos para el Año Civil que hoy se inicia.


Vamos a resumir las lecturas de hoy entresacando una síntesis «… las lecturas de la liturgia de hoy. Los textos bíblicos, sobre todo el evangelio de san Lucas,…  nos proponen contemplar la paz interior de María, la Madre de Jesús. A ella, durante los días en los que «dio a luz a su hijo primogénito» (Lc 2,7), le sucedieron muchos acontecimientos imprevistos: no solo el nacimiento del Hijo, sino que antes un extenuante viaje desde Nazaret a Belén, el no encontrar sitio en la posada, la búsqueda de un refugio para la noche; y después el canto de los ángeles, la visita inesperada de los pastores. En todo esto, sin embargo, María no pierde la calma, no se inquieta, no se siente aturdida por los sucesos que la superan; simplemente considera en silencio cuanto sucede, lo custodia en su memoria y en su corazón, reflexionando sobre eso con calma y serenidad. Es esta la paz interior que nos gustaría tener en medio de los acontecimientos a veces turbulentos y confusos de la historia, acontecimientos cuyo sentido no captamos con frecuencia y nos desconciertan…. La primera lectura nos recuerda que la paz es un don de Dios y que está unida al esplendor del Rostro de Dios, …Para la sagrada Escritura, contemplar el Rostro de Dios es la máxima felicidad: «lo colmas de gozo delante de tu rostro», dice el salmista (Sal 21,7)…. en la segunda lectura, tomada de la Carta a los Gálatas (4,4-7), al hablar del Espíritu que grita en lo más profundo de nuestros corazones: «¡Abba Padre!». Es el grito que brota de la contemplación del rostro verdadero de Dios, de la revelación del misterio de su Nombre. Jesús afirma: «He manifestado tu nombre a los hombres» (Jn 17,6)…. como afirma san Pablo en el texto que hemos escuchado: «Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: “¡Abba Padre!”» (Ga 4,6)…. No hay nada que pueda quitar a los creyentes esta paz, ni siquiera las dificultades y sufrimientos de la vida. En efecto, los sufrimientos, las pruebas y las oscuridades no debilitan sino que fortalecen nuestra esperanza, una esperanza que no defrauda porque «el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado» (Rm 5,5).»[1]

Conviene recordar que la denominación que damos a la Virgen Santísima como Madre de Dios fue honra que la devoción popular le atribuyó, ya desde el Siglo III se la llamaba así.  El papirólogo de la Universidad de Oxford Edgar Lobel ubicó un papiro datado del 250 d.C., en las proximidades de Oxirrinco con una oración, donde por primera vez tenemos noticia de este apelativo dirigido a Santa María: Θεοτόκος. allí la palabra aparece en vocativo: Θεοτόκε. Lo que hizo el Concilio fue, simplemente darle status de “oficialidad”. Recordemos entonces que desde el Concilio de Éfeso –ciudad excelentemente mariana donde se dice moró la Santísima Virgen con San Juan-, en el siglo V, más exactamente en 431 de nuestra era, María Santísima recibió oficialmente el título de “Madre de Dios”. El pueblo se adueñó de la expresión que queda registrada, en el rito bizantino con las palabras: “A Ti, verdadera Madre de Dios, te exaltamos” y en el rito latino: “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros”.



Al hablar de este tema, no se pueden pasar por alto los nombres de Nestorio de Constantinopla y Cirilo de Alejandría. El debate sería entre dos denominaciones: Theotokos y Christotokos. Muchos quieren, al historizar el debate, ridiculizarlo proponiéndolo como una simple cuestión de palabras, una polémica bizantina, adjetivo este que despectivamente se refiere a polemizar sobre una forma cuyo contenido no difiere, algo así como una sinonimia perfecta, y sin embargo, comprometerse en una feroz argumentación por la una o por la otra. Quien así procede trata de ocultar que a este debate subyace una “sustancia” de gran envergadura para nuestra fe, a saber, Jesús es sólo hombre, de pronto un gran profeta, pero sencillamente un hombre más, o –como afirmamos en nuestra fe- es Dios mismo, en una de las Tres Personas de la Trinidad Santa, que se encarnó y se hizo hombre, igual que todos nosotros, excepto en el pecado. Así, al decir Theotokos estamos diciendo que en Jesús se produce la unidad hipostática de Dios y hombre, María no es sólo la madre del ser humano sino que además –o mejor todavía, a la vez-  la Madre de Dios.

Nos hallamos ante la amenaza de una “herejía”, la posición de Nestorio niega la afirmación que conlleva la palabra griega Theotokos que significa “la que ha dado a luz a Dios”, ya que a Nestorio le repugnaba la idea de Dios formándose en el vientre de una mujer; mientras que Cirilo respaldaba la teoría unitaria y unificadora que veía en Jesús la presencia del hombre completo y de Dios completo. El Concilio de Trento culminó con el reconocimiento de María como Madre de Dios, vale la pena recordar la declaración de San Cirilo en las conclusiones del Concilio: « "Te saludamos, Oh María, Madre de Dios, verdadero tesoro de todo el universo, antorcha que jamás se apagará, templo que nunca será destruido, sitio de refugio para todos los desamparados, por quien ha venido al mundo el que es Bendito por los siglos. Por ti la Trinidad ha recibido más gloria en la tierra; por ti la cruz nos ha salvado; por ti los cielos se estremecen de alegría y los demonios son puestos en fuga; el enemigo del alma es lanzado al abismo y nosotros débiles criaturas somos elevados al puesto de honor". El II Concilio Vaticano ha puesto señas de ratificación de estas verdades de nuestra fe en la Lumen Gentium.

Iniciamos el Año Civil con esta celebración de María Santísima bajo la denominación de Madre De Dios, y sin embargo, las lecturas que se nos proponen para esta liturgia no aluden especialmente a Santa María, Madre de Dios, a quien nos referimos -resaltándola sencillamente- como Aquella que ἡ δὲ Μαρία πάντα συνετήρει τὰ ῥήματα ταῦτα συνβάλλουσα ἐν τῇ καρδίᾳ αὐτῆς. “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón”. Queremos detenernos en dos palabras: i) συνετήρει (del verbo  συντηρέω) traducida como “guardaba” pero que tiene dos connotaciones importantes al caso que nos ocupa, y muy interesantes: la de “atesorar”, porque implica no guardar cualquier cosa, como quien guarda un botón, un tornillo o una tuerca; sino, guardar un “tesoro”; y también, “guardar algo con mucho cuidado”, “preservarlo”, inclusive, “conservar en la mente”, es decir, “memorizarlo como dato de suprema valía”. ii) y la palabra  συντηρέω que hemos traducido “meditaba” que quedaría bien como “reflexionar”, “sopesar”, “ponderar”, en todo caso, originalmente la palabra se refería a algo relacionado con “calcularle el peso”. “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón” Lc 2, 19. Este examen de dos palabras griegas y su significado, no es –de manera alguna- una pretensión erudita, simplemente creemos poder penetrar mejor el “mensaje” de la Sagrada Escritura al precisarlas.



Nos gustaría señalar una palabra que se destaca tanto en el Evangelio como en la Segunda Lectura, es la palabra corazón.  La hemos encontrado ya en Lc 2, 19 ἐν τῇ καρδίᾳ αὐτῆς “en su corazón”; En la carta a los Gálatas, de donde tomamos la Segunda Lectura de esta liturgia, se menciona que Ὅτι δέ ἐστε υἱοί, ἐξαπέστειλεν ὁ Θεὸς τὸ Πνεῦμα τοῦ Υἱοῦ αὐτοῦ εἰς τὰς καρδίας ἡμῶν, κρᾶζον Ἀββᾶ ὁ Πατήρ. “Puesto que ustedes son hijos, Dios ha enviado a sus corazones el espíritu de su Hijo que clama “¡Abba!”, es decir, Padre. (Ga 4, 6). En las dos perícopas, la de la Carta a los gálatas tanto como en el Evangelio Lucano está presente la palabra καρδίας es decir, corazón.

Vamos a decir que el corazón es “la glándula de la Paz”. En él se cocinan los elementos constitutivos de la Paz: la fraternidad y la solidaridad. Y, en este primer día del año 2014 vamos a celebrar la Cuadragésima séptima Jornada Mundial de la Paz. «Bastaría recuperar las definiciones de paz de la Populorum progressio de Pablo VI o de la Sollicitudo rei socialis de Juan Pablo II. En la primera, encontramos que el desarrollo integral de los pueblos es el nuevo nombre de la paz. En la segunda, que la paz es opus solidaritatis.

Pablo VI afirma que no sólo entre las personas, sino también entre las naciones, debe reinar un espíritu de fraternidad. Y explica: "En esta comprensión y amistad mutuas, en esta comunión sagrada, debemos […] actuar a una para edificar el porvenir común de la humanidad".

Este deber concierne en primer lugar a los más favorecidos. Sus obligaciones hunden sus raíces en la fraternidad humana y sobrenatural, y se presentan bajo un triple aspecto: el deber de solidaridad, que exige que las naciones ricas ayuden a los países menos desarrollados; el deber de justicia social, que requiere el cumplimiento en términos más correctos de las relaciones defectuosas entre pueblos fuertes y pueblos débiles; el deber de caridad universal, que implica la promoción de un mundo más humano para todos, en donde todos tengan algo que dar y recibir, sin que el progreso de unos sea un obstáculo para el desarrollo de los otros.

Asimismo, si se considera la paz como opus solidaritatis, no se puede soslayar que la fraternidad es su principal fundamento. La paz –afirma Juan Pablo II– es un bien indivisible. O es de todos o no es de nadie. Sólo es posible alcanzarla realmente y gozar de ella, como mejor calidad de vida y como desarrollo más humano y sostenible, si se asume en la práctica, por parte de todos, una "determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común". Lo cual implica no dejarse llevar por el "afán de ganancia" o por la "sed de poder". Es necesario estar dispuestos a "‘perderse’ por el otro en lugar de explotarlo, y a ‘servirlo’ en lugar de oprimirlo para el propio provecho. […] El ‘otro’ –persona, pueblo o nación– no [puede ser considerado] como un instrumento cualquiera para explotar a bajo coste su capacidad de trabajo y resistencia física, abandonándolo cuando ya no sirve, sino como un ‘semejante’ nuestro, una ‘ayuda’".»[2]


La Primera Lectura del Año Civil, es la bendición que Dios confió a Moisés para que se la enseñara a Aarón –a quien se tiene por fundador del Sacerdocio Hebreo, ya que pertenecía a la tribu de Leví.

Santa María siempre Virgen, al ser Madre de Dios es Madre de todos nosotros, las células del Cuerpo Místico de Cristo, que articulamos –con la savia de la fe- la Iglesia; por tanto ha recibido, a través de Su Santidad Pablo VI el título  de Madre de la Iglesia, al concluir el II Concilio Vaticano.

Así para concluir este saludo de Año Nuevo, esta celebración de la Jornada Mundial de la Paz y, muy especialmente, estos títulos de Santa María, queremos incluir un par de fragmentos del numeral 288 de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium:



Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes… Le rogamos que con su oración maternal nos ayude para que la Iglesia llegue a ser una casa para muchos, una madre para todos los pueblos, y haga posible el nacimiento de un mundo nuevo. Es el Resucitado quien nos dice, con una potencia que nos llena de inmensa confianza y de firmísima esperanza: “Yo hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,5). Con María avanzamos confiados hacia esta promesa, y le decimos:…

Tú, llena de la presencia de Cristo,
llevaste la alegría a Juan el Bautista,
haciéndolo exultar en el seno de su madre.
Tú, estremecida de gozo,
cantaste las maravillas del Señor.
Tú, que estuviste plantada ante la cruz
con una fe inquebrantable
y recibiste el alegre consuelo de la resurrección,
recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu
para que naciera la Iglesia evangelizadora…

Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos
para que llegue a todos
el don de la belleza que no se apaga…



[1] Benedicto XVI HOMILÍA DE LA SANTA MISA EN LA SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS. XLVI JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ. Basílica Vaticana. 1º  de enero de 2013.

[2] Mensaje del Papa para la Jornada Mundial de la Paz 2014

viernes, 27 de diciembre de 2013

CONSTRUYENDO FAMILIA


Sir 3 3-7, 14-17 a; Sal 127,1-2.3.4-5; Col. 3 12-21; Mt 2 13-15, 19-23


José, indudablemente, no dio a ese hijo su sangre, pero esa sangre tenía que ser alimentada, mantenida, enriquecida. Y fue el humilde carpintero quien, con el sudor de su frente, se encargó de hacerlo. Jesús comerá el pan que José ganará con su trabajo y gracias a él alcanzará la talla humana que necesitaba para salvar al mundo al ser clavado en la Cruz.


Post-navidad

¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto! Era nuestra consigna durante el tiempo de Adviento. Y bien, ya tenemos el Bebé entre los brazos, ¿y ahora qué?

Para aquellas personas que han tenida la buenaventura de tener un hijo ya saben la diferencia que hay entre la idea romántica, dulzona y almibarada de la paternidad y el cambio de vida que representa el niño ya nacido. Realmente mientras se espera el nacimiento, la mamá sufre las molestias e incomodidades conexas con el embarazo, pero dentro del vientre materno, la criatura duerme una gran parte del tiempo, además, no se le oye producir ningún ruido, no llora, no grita, su vida es muy –por así decirlo- “pacífica". Pero ya habiendo nacido, llora, exige, se despierta, hay que cambiarlo, bañarlo, atenderlo, cuidarlo, evitar que se enferme, estar permanentemente atentos y pendientes de él.

Esta es sólo una parte de los cuidados y desvelos que el recién nacido reclama. Además de prepararle los alimentos y lavarle su ropita se tienen que allegar los elementos indispensables a su cuidado: la leche, los pañales, los remedios. A todo esto se suma que la madre está cansada, delicada, adolorida.

De manera análoga: Una vez ha nacido el Niño Dios, después de haber colocado la figurita de yeso en el Pesebre y de haber abierto los regalos, comido y bebido las viandas y el trago “navideños”. ¿Qué viene después? La mayor parte de las veces, esperar que llegue el seis de Reyes, desbaratar el pesebre y el árbol y esperar para -a finales del año siguiente- volver a empezar el “rito”: Armar el pesebre, decorar el árbol y adornar la casa con todos los toques, accesorios, iluminaciones… Casi se podría decir que el “pesebre” parece la “tumba del olvido” para el Niño-Dios.

Parecerá normal, es como una especie de “eterno retorno”, el “ciclo de la vida” dirán otros. Pero, para los discípulos-misioneros una verdadera tragedia. Esto es lo que nos temíamos, a esto nos hemos venido refiriendo últimamente. No puede ser que lo invitemos a venir, le insistamos en llegar cuanto antes y luego continuemos, en el colmo de la indiferencia con total indiferencia, con indolencia.

Y, en vez de indiferencia somos llamados a la solidaridad, a la hermandad, a una verdadera fraternidad. Somos convidados a la unidad. Todo este proceso es un proceso de adopción: Jesús nos adopta como hermanos suyos, el Padre Celestial nos adopta en Jesús, san José –superando sus resquemores- adopta a Jesús como hijo y como a un hijo de su sangre y de su carne se aplica a cuidarlo, a velar por Él, a proveerlo, a ser su custodio. Quienes han tenido un hijo adoptivo señalan que se le llega a amar más que a uno propio, porque en vez de que crezca en el vientre de la mamá, crece en el corazón.

Familia y la gran familia de los creyentes

El Domingo siguiente a la Natividad está consagrado a celebrar la Sagrada Familia: María Santísima, San José y el Divino Niño Jesús.



La Primera Lectura, como vemos, provine del Sirácida, del capítulo 3. Empieza enunciando que la familia está fundamentada en la Gracia de Dios puesto que Él da honra al padre por medio de los hijos y, en cuanto a la madre, recibe “respaldo” en su autoridad de la fuente divina. Así mismo, como reciprocidad, el hijo que honra al padre encuentra perdón de sus pecados, alegría en sus hijos, larga vida y escucha para sus oraciones, lo que haga en favor del padre no se olvidará y se le tomará en cuenta en la contabilidad de sus pecados; y si respeta a la madre encuentra tesoros. Un buen hijo, que es obediente al Señor, será consuelo para su madre.

Concluye la perícopa mencionando algunas de las responsabilidades de un hijo:

Cuidar de su padre en la vejez
No entristecerlo pese a la debilidad de sus años
Tenerle paciencia y no menospreciarlo porque durante la ancianidad merma su vigor.
Resulta muy interesante que el bien causado a los progenitores redunda en la balanza de la justicia a la hora del juicio.

El Salmo contiene un tono de fecundidad, de abundancia, de bienestar, de prosperidad. Tiene tonalidades de banquete, de banquete familiar. Anotemos que la dicha en este banquete está definida por el “temor de Dios”, mencionado en dos oportunidades, tanto al principio como al final “dichoso el que teme al Señor” y “Esta es la bendición del hombre que teme al Señor”: esto no se debe entender como la relación con un dios castigador, temible, sanguinario, un dios que se las cobra todas y que cobra con taza de usurero. Se trata de un Dios-Justo, y el temor significa más bien obediencia, atención a lo que Él nos ha enseñado, a lo que nos ha revelado, a lo que espera de nosotros. Temor en este caso no es sinónimo de miedo, es respeto coherente a sus mandamientos, a sus designios, a su Misericordiosa providencia.

El banquete está mencionado varias veces de manera indirecta: “comerá del fruto de su trabajo”// “su mujer, … sus hijos… alrededor de la mesa”//.

Demos un vistazo a la Segunda Lectura. Proviene de Colosenses. También hace una clara alusión a la familia dirigiendo una exhortación a las mujeres respecto de sus maridos y a los maridos con relación a sus esposas: A las mujeres para que respetan la autoridad de sus Maridos. A los maridos para que no sean bruscos con sus esposas y las amen. Luego, se dirige a los hijos conminándolos a la obediencia para agradar al Señor; y a los padres, para que no sean excesivamente exigentes con los hijos pues ἀθυμῶσιν se desalentarán, se desanimaran (θυμός es valentía, ánimo; y el prefijo indica carencia, falta, ausencia de).

Pero, aun cuando se refiere a estas funciones de la familia nuclear, la exhortación está dirigida a una familia más amplia, mucho más allá de la familia extendida: se trata de la familia en la fe; todos los hermanos creyentes. Unidos a Cristo formamos una familia en la fe, todos hermanos, hermanados en el mismo credo, todos hijos del mismo Padre, todos co-orgánicos en el mismo Cuerpo Místico. Unidos en una hermandad adopcional cuyo acto notarial fundacional fue sellado con la Sangre Bendita del Crucificado.

Para nosotros el llamado a ser una familia σπλάγχνα οἰκτιρμοῦ de entrañas compasivas, χρηστότητα magnánima, ταπεινοφροσύνην humilde, πραΰτητα afable, μακροθυμίαν paciente, que se soporta pacientemente unos a otros perdonándose como Cristo mismo nos ha perdonado, que se perdona el uno al otro si alguno tiene queja del otro. Y, por encima de todo, como iluminando esas virtudes, está ἀγάπην el amor que es el lazo de la unidad perfecta.

Vienen aquí los pilares que sostienen la familia de la comunidad de fe: El amor es la lámpara que ilumina, la Palabra de Cristo, el tesoro que nos enriquece; enseñanza y consejo reciproco nuestra escuela, que nos instruye y corrige; la gratitud que se expresa en le oración; y todo, absolutamente todo en el Santo Nombre de Jesús, por medio del cual va la gratitud al Padre Celestial que nos lo “entregó”.

Aquí conviene recordar que Jesús instituyó la familia en la fe, grande, incluyente, cuando respondió: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?»  Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.» Mt 12, 48b-50.

La huida a Egipto

José el padre adoptivo de Jesús, así como el José –hijo de Jacob- tiene como pivote de su existencia "los sueños". Los capítulos 37 a 50 del Génesis se ocupan de la historia de los hijos de Jacob y tienen como protagonista la vida de José. José es proto-tipo de San José, no sabemos casi nada de San José, pero el hecho de estar enlazados por el signo de los “sueños” nos permite ver en el primero, en el del Antiguo Testamento, un boceto del segundo -el padre putativo de Jesús- de los designios amorosos del Plan Salvífico de Dios.



Su primer sueño le indica recibir a María sin recelos de infidelidad porque el hijo que Ella lleva en sus entrañas fue concebido por el Espíritu Santo. El segundo sueño le advierte la urgencia de huir a Egipto para salvar la vida del Niño Jesús. El tercer sueño le permite el regreso a la tierra de Israel, y el cuarto sueño le previene de regresar a Belén –donde gobierna en ese momento el hijo de Herodes, Arquelao- este cuarto sueño es el que lo decide a ir a vivir con su familia en Nazaret.

Para nosotros esta es la gran enseñanza del Evangelio y la columna vertebral de este Domingo de la Octava de Navidad: La obediencia a los designios de Dios. Como sabemos, la palabra obediencia se deriva de ob-audire, es decir seguir los que oímos, pero no lo que oímos de cualquier fuente, la médula de nuestra obediencia es seguir lo que oímos de Boca de Dios. En el relato del Evangelio mateano, José oye la Palabra de Dios por medio de los labios del ángel (recordemos que la palabra "ángel" significa mensajero).

Esta idea se ratifica en el hecho de que cada acción que ejecuta San José desencadena el cumplimiento de algo que estaba profetizado, o sea, de algo que Dios tenía previsto en su plan de salvación.

Interesarnos y amar a todos nuestros hermanos

Nosotros contamos –hoy en día- con otros medios de comunicación de Dios con nosotros; «El problema es que en nuestro entorno los sueños se han convertido en algo supersticioso, para adivinar o querer conocer el futuro. Sin embargo, los sueños son importantes porque a través de ellos podemos llegar a conocernos mejor»[1]. También tenemos la Iglesia, medio privilegiado para guardar y conservar, difundir –por su magisterio- y llevar el Anuncio del Reinado de Dios y sus proyectos. En el marco Eclesial tenemos la figura del Romano Pontífice, el Papa.

Muchos son los que -desde el otro lado de la barrera- nos reprochan y nos acusan de haber manoseado la imagen del Dios humanado para adormecer, para alienar, para pasar por el lado del más necesitado haciendo gala de ceguera, torciendo la cara para otro lado a fin de no darnos cuenta de nada. Por el contrario, el Papa en su bendición Urbi et Orbi- nos invita a construir la paz, una vez más, tal y como siempre, clamamos para que el cantico de los ángeles, motivado por el nacimiento del Mesías, sea el nuestro, en oraciones y acciones: «… que es el de cada hombre y mujer que vigila en la noche, que espera un mundo mejor, que se preocupa de los otros, intentado hacer humildemente su proprio deber… La verdadera paz – como sabemos – no es un equilibrio de fuerzas opuestas. No es pura «fachada», que esconde luchas y divisiones. La paz es un compromiso cotidiano, y la paz es también  artesanal, que se logra contando con el don de Dios, con la gracia que nos ha dado en Jesucristo.

Viendo al Niño en el Belén, niño de paz, pensemos en los niños que son las víctimas más vulnerables de las guerras, pero pensemos también en los ancianos, en las mujeres maltratadas, en los enfermos… ¡Las guerras destrozan tantas vidas y causan tanto sufrimiento!

Demasiadas ha destrozado en los últimos tiempos el conflicto de Siria, generando odios y venganzas. Sigamos rezando al Señor para que el amado pueblo sirio se vea libre de más sufrimientos y las partes en conflicto pongan fin a la violencia y garanticen el acceso a la ayuda humanitaria. Hemos podido comprobar la fuerza de la oración. Y me alegra que hoy se unan a nuestra oración por la paz en Siria creyentes de diversas confesiones religiosas. No perdamos nunca la fuerza de la oración. La fuerza para decir a Dios: Señor, concede tu paz a Siria y al mundo entero. E invito también a los no creyentes a desear la paz, con su deseo, ese deseo que ensancha el corazón: todos unidos, con la oración o con el deseo. Pero todos, por la paz.»

A continuación oró y nos llamó a unirnos en oración por:

El conflicto de Siria, para que el Señor le concede paz a Siria y al mundo entero
La República Centroafricana
Para que se afiance la concordia en Sudán del Sur
Por Nigeria
Por la tierra que Él eligió para venir al mundo, para que lleguen a feliz término las negociaciones de paz entre israelíes y palestinos
Por las llagas de la querida tierra de Iraq
Por cuantos sufren persecución a causa de su Santo Nombre
Por los desplazados y refugiados, especialmente en el Cuerno de África y en el este de la República Democrática del Congo
Por los emigrantes, que buscan una vida digna, para que encuentren acogida y ayuda
Para que no asistamos de nuevo a tragedias como las que hemos visto este año, con los numerosos muertos en Lampedusa
Por los que están involucrados en la trata de seres humanos

Estos, entre muchos otros conflictos locales y/o nacionales, son algunos de los aspectos y detalles que debemos cuidar del Bebé recién nacido que dijimos esperar y aguardar. Este cuidado por nuestra familia ampliada, creyentes y no creyentes -a quienes el Papa también se dirigió en su bendición Urbe et Orbi- nos permite la prerrogativa de ser familia de Jesús, de trasparentar en nuestra existencia a María y José. No podemos recluirnos en una religión privada, individualista, intimista, de puertas hacia adentro. Tampoco en una Iglesia Domestica, cuya fe y sus efectos sólo vive de puertas adentro. Es preciso salir, abrirnos, llegar allí donde no habíamos llegado, ir como Jesús iba, por los caminos, de poblado en poblado, vagando por las ciudades.  Cuidar a cada uno de los débiles y pequeños de la historia, para hacerlo con Él (Cfr. Mt 25, 40). Digámoslo con otras palabras, con las de nuestro Papa actual: «… prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos. Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida. Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: «¡Dadles vosotros de comer!» (Mc 6,37).»[2] Y esta consigna que nos da el Papa Francisco es nuestra guía para hacer familia, familia sagrada, parientes de los Tres de Belén y de las Tres Divinas Personas.







[1] Cabarrús, Carlos. Orar tu propio sueño. Universidad Comillas, Madrid, 1996. Citado por Chigua, Milton Jordán PINCELADAS BÍBLICAS DEL EVANGELIO San Pablo Bogotá- Colombia 2009. p. 39
[2] Papa Francisco EXHORTACIÓN APOSTÓLICA EVANGELII GAUDIUM #49

miércoles, 25 de diciembre de 2013

NOS HA NACIDO EL REY-JUSTICIA


Is 9, 1-3.5-6; Sal 96(95); Ti 2, 11-14; Lc 2, 1- 14

La Navidad… Es el día en que Dios, que nos creó a su imagen y semejanza, quiso hacerse como nosotros en la persona del Hijo.

José Bortolini

Esta luz que brilla en las tinieblas no es un suceso fortuito, sino una fuerza personal y viva que nos saca de la confusión y del no-sentido, para darnos una orientación, una capacidad de caminar, de movernos, de ver por dónde vamos.

Carlo María Martini

Su Reinado se funda en la Justicia y el Derecho

El pueblo que andaba en la oscuridad בַּחֹ֔שֶׁךְ, que vivía צַלְמָ֔וֶת “bajo sombras de muerte” dice el verso 1 del capítulo 9 de Isaías, pasa –a un estado radicalmente distinto- pasa a una אֹ֣ור  גָּדֹ֑ול “Gran Luz”. Se trata de una verdadera Conversión. Ahora, bajo esta Gran Luz, se vive de otra manera, con alegría y muy grande gozo (Cfr. Is 9, 2a); esa alegría es  comparable a la que acompaña al campesino cuando recoge una cosecha generosa o cuando se tiene para repartir con prodigalidad. El Señor ha erradicado la esclavitud que tan grande opresión causaba, la tiranía, como en el día de Madián, es decir, el Día en que Dios se mostró favorable con su pueblo y le concedió una gran victoria, victoria que aplastó a los injustos, a los inmorales que corrompían a la gente del pueblo escogido. En el verso 4, que no se lee en la perícopa de esta fecha, se nos dice que las botas militares y sus trajes manchados de sangre desaparecerán quemados (Cfr.).

¿Cuál es esa “Gran Luz”? ¡Nos ha nacido un Niño! ¡Él es esa Gran Luz! Dios nos ha dado un hijo, con poder para gobernar. Recibirá varios títulos, que se nos revelan en el verso 5:
Admirable en sus planes (Consejero Maravilloso),
Dios invencible,
Padre Eterno
Príncipe de la Paz.

En el verso 6 dice que es descendiente de David, en cuyo trono se sentará; su poder se extenderá por doquier, y la paz que Él construirá será una paz perdurable; su reinado estará fundado sobre dos bases inamovibles, tendrá como fundamento la justicia y el derecho. ¿Quién lo garantiza? קִנְאַ֛ת  יְהוָ֥ה  צְבָאֹ֖ות  תַּעֲשֶׂה־  זֹּֽאת׃  ס  El celo del Señor Dios de los Ejércitos, Él es quien lo dice, Él es quien lo promete.

YHWH reina con Rectitud y Fidelidad

La idea de venida, de llegada es el eje de este ciclo de Navidad que se inicia con el Tiempo de Adviento y tiene su cúspide en esta Noche que conmemora el nacimiento de Jesús, su venida Encarnada, su “Primera Venida” que es vaticinio y promesa de la Segunda Venida, la Parusía, cuando vendrá rodeado de Gloria y Majestad. El salmo de esta misa de Gallo (que no es necesariamente Misa de media noche), cuando celebramos el momento del Nacimiento, Sal 96(95), en el verso 13, se refiere precisamente a esto: nos habla del Señor que “viene”, mejor todavía, “que está viniendo”, “que está llegando”; la expresión en Hebreo es algo que ya empezó, sigue sucediendo y seguirá (la acción ya se inició cuando se habla, sigue funcionando mientras se habla y se continuará por un tiempo indefinido, que puede ser muy corto), la expresión en hebreo es בָ֗א que viene del verbo  בּוֹא (venir, llegar, entrar).



Bueno, muy bien, “está llegando” el Niño Dios ¿y qué? Que viene a “gobernar la tierra, los pueblos del mundo con בְּצֶ֑דֶק rectitud y בֶּאֱמוּנָתֽוֹ׃ fidelidad! En este sentido, se conectan la Primera lectura con el Salmo. Ahora podemos colegir que el Rey que nace en esta fecha es un Gobernante cuyo modo de regir son justicia, rectitud y fidelidad.

Se trata de otro Salmo del Reino, es decir, nos anuncia que YHWH es quien reina. El salmo procede en tres fases muy definidas: Se invita al pueblo elegido a loar al Señor (versos 1-3); luego, a todos los pueblos (versos 7-10); y, finalmente, a todas las criaturas (versos 11-12). En los versos 4-6 se interpola una “teodicea”, o sea, una verdadera enumeración de los atributos de Dios: i) es grande, ii) digno de alabanza, iii) más terrible que todos los dioses, iv) los dioses de otros pueblos no son nada, v) en cambio YHWH es Dios Creador, vi) hizo los cielos, vii) hay gran esplendor en Su Presencia (nos brilla una Gran Luz, leímos en Isaías), viii) Hay poder y belleza en su Santuario.

Se nos convida a celebrar cantándole al Señor “una canción nueva”. «… este es el mandamiento imposible. ¿Cómo cantar un cántico nuevo cuando todos los cantos, en todas las lenguas, te han cantado una y otra vez, Señor? Se han agotado los temas, se han probado todas las rimas, se han ensayado todos los tonos.»[1] Pero se puede hacer un cántico nuevo cuando el motivo es nuevo, así sean las mismas palabras, ¡el motivo es el que es nuevo!; y es que el Señor cada día crea, el Señor ni duerme ni reposa, el Señor sigue haciendo todo nuevo,  así que el mismo canto de ayer hoy es un canto nuevo porque alaba las nuevas creaciones del Señor. Aún hay más, hasta ayer muchos pechos eran incrédulos, hoy muchos amanecen creyentes y esa es creación, es gracia, bondad y poder de Dios. Muchos que se levantaron hoy mismo con el Señor Jesús muerto en el sepulcro de su corazón, en esta Noche han vista una Gran Luz, y ese resplandor les ha resucitado al Salvador en su pecho. «Los cielos y la tierra y los campos y los árboles son ahora nuevos, porque mi mirada es nueva. Se me unen para cantar todos juntos el nuevo cántico de alabanza…. Este es el cántico nuevo que llena mi vida y llena el mundo que me rodea, el único canto que es digno de Aquel cuya esencia es ser nuevo en cada instante con la riqueza irrepetible de su ser eterno.»[2]

«Se comprende bien que el pueblo sencillo de los creyentes haya oído cantar también a los pastores, y que hasta el día de hoy se una a sus melodías en la Noche Santa, expresando con el canto la gran alegría que desde entonces, hasta el día de hoy se una a sus melodías en la Noche Santa, expresando con el canto la gran alegría que desde entonces hasta el fin de los tiempos se nos ha dado a todos.»[3]

Camino, rumbo y estrategia

Las empresas definen su visión, valga decir, la meta hacía la cual caminan, para orientar sus acciones y poderla integrar a su desplazamiento hacia el “norte” propuesto. Nosotros apuntamos hacia la construcción del Reinado de Dios, para la meta, Dios se ha escogido un pueblo que debe ζηλωτὴν καλῶν ἔργων. “ser celoso en aplicarse a los trabajos honrosos”, -mejor todavía y mucho más claro- “dedicado a las obras buenas”. En efecto Jesús vino a este mundo trayendo la salvación a toda la humanidad, y se escogió un pueblo –que se puede honrar en llamarse suyo- cuyo propósito consiste en dedicarse a hacer el bien y toda obra buena, toda la que honre y celebre la bondad del Señor, que nos ha hecho a su imagen, trasparencia Suya.

Y en esto radica la Segunda Lectura, tomada de la Carta a Tito, en darnos una “visión” de nuestro ser de cristianos. Acorde con ella debe ir nuestra estrategia, nuestras acciones, nuestros pasos, cada uno, y su sumatoria, no pueden extraviar por un instante la dirección señalada y anhelada. Gloria sea dada al Señor en todas y cada una de nuestras acciones.



«Respuestas Infantiles que sorprenden»

«Al autor y orador Leo Buscaglia se le solicitó una vez que fuera parte del jurado en un concurso. El propósito del concurso era encontrar el niño más cariñoso. El ganador fue un niño de 4 años, cuyo vecino era un anciano, a quien recientemente le había fallecido su esposa. El niño al ver al hombre llorar, fue al patio de su casa, se subió a su regazo y se sentó. Cuando su mamá le preguntó que le había dicho al vecino, el pequeño niño le contestó: “Nada, sólo le ayudé a llorar”.

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La maestra Debbie Moon’s, de primer grado, estaba discutiendo con su grupo el dibujo de una familia. Había un niño pintado y tenía el cabello de un color diferente al del resto de los miembros de la familia. Uno de ellos sugirió que el niño era adoptado y una niña compañera del grupo le dijo: “Yo sé todo de adopciones porque yo soy adoptada” ”¿Qué significa ser adoptad?” preguntó otro. “Significa -dijo la niña- que tú creces en el corazón de tu mamá, en lugar de crecer en su vientre”.

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Nueva York, en un frio día de diciembre: Un niño de 10 años estaba parado frente a una tienda de zapatos, estaba descalzo, apuntando a través de la ventana y temblando de frio. Una señora se le acercó y le dijo: “Mi pequeño amigo, ¿qué estas mirando con tanto interés en esa ventana?” “Le estaba pidiendo a Dios que me diera un par de zapatos” fue la respuesta. La señora lo tomó de la mano y lo llevó adentro de la tienda, le pidió empleado que le diera media docena de calcetines para el niño. Preguntó si podría darle un recipiente con agua y una toalla. El empleado rápidamente le trajo lo que pidió. Ella se llevó al pequeño a la parte trasera de la tienda, se quitó los guantes, le lavó los pies y se los secó con la toalla.

Llegó el empleado con los calcetines. La señora le puso un par al niño y le compró un par de zapatos. Junto el resto de calcetines y se los dio al niño. Lo acarició en la cabeza y le dijo: ¡No hay duda, pequeño amigo, que te sientes más cómodo ahora!”… Mientras ella daba la vuelta para irse, el niño la alcanzó de la mano, mirándola con lágrimas en los ojos contestó con estas palabras: “¿Es usted la esposa de Dios?”.»[4]



Pastor entre pastorcillos

Podemos enumerar los personajes que intervienen en el Evangelio: El Divino Niño, la Santísima Virgen María, San José, los Ángeles, los pastores y nosotros mismos. Los pastores καὶ πάντες οἱ ἀκούσαντες ἐθαύμασαν περὶ τῶν λαληθέντων ὑπὸ τῶν ποιμένων πρὸς αὐτούς· “…contaron lo que se les había dicho de aquel niño, y cuantos los oían quedaban maravillados.”. Nosotros participamos como personajes del relato de este grandioso momento histórico como “aquellos que oían y quedaban maravillados”. Sin embargo, no podemos oír y maravillarnos a menos que haya “pastores” que cuenten; así que también participamos de la historia en nuestra función de “pastores” encargados de relatar, de generación en generación, δοξάζοντες καὶ αἰνοῦντες τὸν Θεὸν ἐπὶ πᾶσιν οἷς ἤκουσαν καὶ εἶδον καθὼς ἐλαλήθη πρὸς αὐτούς. “alabando y glorificando a Dios por todo cuanto habían visto y oído, según lo que se les había anunciado.” «Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones.»[5]



¿Qué es lo primero que dicen los pastores cuando los Ángeles se retiran? Διέλθωμεν δὴ ἕως Βηθλεὲμ “Vayamos hasta Belén” ¿Cómo podemos llegarnos a Belén? Hemos dicho que Belén es una alusión Eucarística, que Belén significa Casa de Pan, y el Pan es Jesús que se nos entrega en la Eucaristía para que lo comamos. ¡Por eso se acunó en un cajón de alimento, en un pesebre; para que desde el principio supiéramos que Él era alimento! “Mientras comían, Jesús tomó en sus manos el pan y, habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se lo dio a los discípulos, diciendo: -Tomen y coman, esto es mi cuerpo.” (Mt 26, 26). Por eso Belén es una alusión Eucarística. Todos podemos llegarnos a Belén simplemente acercándonos a comulgar. Comulgar es “comunión” con Jesús, Dios-Encarnado. Por supuesto, la Transubstanciación es Encarnación-segunda hecha posible por su nacimiento –Encarnación primera- en un Cuerpo humano.

Retomamos una idea que ya apuntábamos en nuestra interpretación del Salmo: «…para los cristianos estuvo claro desde el principio que el hablar de los Ángeles es un cantar, en el que se hace presente de modo palpable todo el esplendor de la gran alegría que ellos anuncian. Y así, desde aquel momento hasta ahora el canto de alabanza de los Ángeles jamás ha cesado. Continúa a través de los siglos siempre con nuevas formas y, en la celebración de la Natividad de Jesús, resuena siempre de modo nuevo.» [6] Entonemos, entonces, un cantico nuevo sumando nuestras voces a las voces celestiales.

Pero no sólo se trata de un asunto de ángeles, también están los pastores: «Los primeros testigos del gran acontecimiento son pastores que velan… Jesús nació fuera de la ciudad, en un ambiente en que por todas partes en sus alrededores había pastos a los que los pastores llevaban sus rebaños. Era normal por tanto que ellos al estar más cerca del acontecimiento, fueran los primeros llamados a la gruta… Ellos representan a los pobres de Israel, a los pobres en general: los predilectos del amor de Dios…, se puede pensar además en el relato de la elección de David para rey. Samuel es enviado a casa de Jesé, en Belén, para ungir como rey a uno de sus hijos, que el Señor le indicaría. Ninguno de los hijos que se presenta ante él es el elegido. Todavía falta el más joven, pero está pastoreando el rebaño, como explica Jesé al profeta. Samuel lo manda a traer de los pastos y, según las indicaciones de Dios, unge al joven David “en medio de sus hermanos” (cf. 1S 16, 1-13). David viene de pastorear ovejas, y es constituido pastor de Israel (cf. 2S 5,2).»[7]

Búsqueda del significado profundo

«Las navidades, creo, pueden celebrarse de dos maneras: o simplemente celebrándolas y entonces hasta resultan agradables; o atreviéndose a pensar y, entonces, no se sale de ellas sin grietas en las rodillas y desgarraduras en las yemas de los dedos… Y por eso la idea de que Dios se haga uno de nosotros, cuantas más vueltas le doy, más vertiginosa se me vuelve. Un día enloqueceré. En Navidad Dios se me hace más pequeño y, por tanto, más abrazable. Más sencillo y, por tanto, más comprensible. Más amigo y, por tanto, más acompañable. Dios me parece más Dios en Navidad precisamente porque se disfraza de menos Dios. Y como a mí el dolor también me va haciendo más pobre y necesitado, también resulta que se adapta mejor a mis heridas. En Navidad siento que yo era aquel herido de la parábola del Buen samaritano. Alguien pasa por mi lado, se baja del caballo de la divinidad y cura mis heridas con aceite. Y luego los dos, en el mismo caballo, cruzamos los caminos del mundo. Hasta la posada. Sobre ella hay una estrella encendida.»[8]



Este Buen Samaritano es el propio Dios-humanado, Rey de reyes, Señor de señores, Rey disfrazado de menos Dios, Rey-Dios-Encarnado, que gobierna con toda Majestad, majestad que se explica con las palabras justicia, rectitud, fidelidad. Rey que es Misericordia, que nos incorpora a su reinado como súbditos de su caridad para con todos, «La Palabra de Dios enseña que en el hermano está la permanente prolongación de la Encarnación para cada uno de nosotros: “Lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, me lo hicisteis a mí.” (Mt 25, 40). »[9]

«Esto debe hacernos pensar y remitirnos al cambio de valores que hay en la figura de Jesucristo, en su mensaje. Ya desde su nacimiento, él no pertenece a este ambiente que según el mundo es importante y poderoso. Y, sin embargo, precisamente este hombre irrelevante y sin poder se revela como el realmente Poderoso, como aquel de quien a fin de cuentas todo depende. Así pues, el ser cristiano implica salir del ámbito de lo que todos piensan y quieren, de los criterios dominantes, para entrar en la luz de la verdad sobre nuestro ser y, con esta luz, llegar a la vía justa.»[10]

«… aceptar el poder del Señor que quiere hacer, por mi mano, gestos de salvación, de amor, de misericordia, de verdad, de amistad. Significa aceptar el poder de mi llamada para ser como Jesús…, aceptar el compromiso de salvar a otros, de llevar la palabra de salvación, de pronunciar palabras no simplemente de consuelo exterior, sino palabras que tengan en sí la fuerza del Espíritu Santo, para ese tipo, género y modo de salvación que el Señor dispuso en mi vocación.»[11]

Para ti, herman@ que nos lees:
¡Feliz Navidad!



[1] Vallés, Carlos G. s.j. BUSCO TU ROSTRO. ORAR LOS SALMOS Ed. Sal Terrae. Santander-España 1989. pp. 184-185
[2] Ibidem
[3] Benedicto XVI LA INFANCIA DE JESÚS. Ed. Planeta. Colombia 2012 p. 81
[4] Agudelo, Humberto Pbro. VITAMINAS DIARIAS PARA EL ESPÍRITU T. 2. Ed. Paulinas Bogotá Colombia 2005 3ª. imp. pp. 55-56
[5] Papa Francisco. EXHORTACIÓN APOSTÓLICA EVANGELII GAUDIUM # 120.
[6] Benedicto XVI. Op. Cit. p. 80
[7] Ibid. p. 79-80
[8] Martín Descalzo, José Luis. BUENAS NOTICIAS. Ed. Planeta Barcelona – España 1998 pp. 93. 95
[9] Papa Francisco. EXHORTACIÓN APOSTÓLICA EVANGELII GAUDIUM #179
[10] Benedicto XVI. Op. Cit. pp. 73-74
[11] Martini, Carlo María Card. POR LOS CAMINOS DEL SEÑOR. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 1995 p. 510