Señor, Tú eres la esperanza de Israel. Todo el que te
abandona quedará avergonzado. Todo el que se aleja de Ti desaparecerá como un
nombre escrito en el polvo, por abandonarte a Ti, manantial de frescas aguas.
Jer 17, 13
De su Sabiduría brotaba el Amor Redentor .
¿Hemos vivido una Cuaresma real, o no pasó nada?
No somos expertos en
lengua hebrea, pero en Isaías 43, 20, encontramos la siguiente categoría: la de
“pueblo elegido”
עַמִּ֥י בְחִירִֽי
. Un pueblo predestinado a tener su lengua consagrada a cantar
las alabanzas del Señor; un pueblo que tendrá un corazón que –en cada
latido- lo glorifique; un pueblo cuyo
ser mismo es pura conciencia de criatura frente a la Grandeza de su Creador.
Creador Paternal que cuida, protege y acompaña.
¿Cómo alcanzar esa
categoría? ¿Cómo pertenecer al “pueblo escogido”? En las lecturas de hoy,
encontramos la respuesta, en los tres textos dice lo mismo, pero cada vez con
una perspectiva diferente:
En la primera nos lo
dice así: “No recuerden lo pasado ni piensen en lo antiguo; yo voy a realizar
algo nuevo. Ya está brotando. ¿No lo notan?”Is 43, 18
En el Evangelio,
Jesús le dice a la mujer adúltera: “Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas
a pecar”.Jn 8, 11
En la Segunda Lectura
lo dice San Pablo con gran énfasis: “Todo lo que era valioso para mí lo
consideré sin valor… pienso que nada vale la pena en comparación con el bien
supremo, que consiste en conocer a Cristo Jesús, mi Señor,…”Fil 3, 7-8
Inclusive si miramos
el Salmo nos encontramos con esta misma idea de cambio radical, lo que era,
pierde su sentido porque ahora empieza algo absolutamente nuevo, una Nueva
Creación. En el verso 4 del salmo 126(125) leemos: “Como cambian los ríos la
suerte del desierto, cambia también ahora nuestra suerte el Señor”.
Este sentido general
que articula las Lecturas de este 5to Domingo de Cuaresma nos hace recordar una
hermosa imagen de la Pasión de Mel Gibson, donde Jesús le dice a su Madre una
frase sacada del propio Apocalipsis: “Mira como hago nuevas todas las cosas” Ap
21, 5 (bien cierto que en el Apocalipsis están dirigidas a San Juan). ¿Cómo
hace Jesús todo nuevo? ¿Cómo recrea la Creación Entera, borrando la Caída, el
Pecado Original; para devolvernos al Mundo de la Gracia?
Este 5to Domingo de
Cuaresma es el preámbulo a la Coronación de Jesús como Crucificado- Resucitado.
El próximo Domingo entrará en Jerusalén para dar inicio a la re-creación
universal: La Semana Santa, con su pináculo: La Pascua del Señor.
Hoy es pues el punto
cardinal, como lo explica su etimología (cardinal que significa “principal” proviene
de la palabra cardo, término de origen incierto que significa gozne, bisagra)
donde la vida pública de Jesús se trasforma en Pasión-Muerte-Resurrección.
También para nosotros
es un punto cardinal: Culmina la cuarentena penitencial en la que caminamos los
senderos de la Conversión. ¿Hubo o no hubo conversión? ¿Aprovechamos la
cuaresma o seguimos en las mismas?
Podemos redondear la
idea revisando si esta Nueva Cuaresma que el Señor nos regaló nos permitió
avanzar y madurar en nuestra vida espiritual y dar por fin el paso hacía
nuestra metanoia a la que Jesús, con
tanta insistencia, nos llama día tras día, nos convida.
Criterio y discernimiento
Estamos en la época
de la fiesta de las tiendas. Desde la alborada hay teas encendidas alrededor
del Templo. Acude allí la multitud que escucha a Jesús quien viene del Monte de
los Olivos, lugar penitencial por excelencia para Jesús, y llega a Jerusalén,
el “antro” donde escribas y fariseos no cesan en tender celadas a Jesús. Estos
buscan con preguntas capciosas llevar a Jesús a una respuesta suficientemente
incriminatoria; y para escribas y fariseos, la mejor incriminación sería lograr
que Jesús apostatara de la Ley de Moisés. A la pregunta de los escribas y los
fariseos no había escapatoria: O negaba lo que venía enseñando o se distanciaba
de la Ley Mosaica y entonces tendrían pretexto para aprenderlo.
Jesús, no quiere
contestar, crea un silencia tenso donde los “acusadores”, “lapidadores de
mujeres” puedan verse a sí mismos, discernir, buscar el origen de su supuesta
autoridad para apedrear a alguien a muerte. Y, entonces, sólo entonces, después
de haber trazado unas enigmáticas grafías en el suelo. Jamás sabremos si
escribía, dibujaba, sólo hurgaba, simplemente quemaba tiempo. ¿Qué pasaba en el
corazón de Jesús en ese rato? El Evangelio es esquivo con todo tipo de
sicologismo. ¿Sería verdad que cada uno leyó en aquellos arabescos su propia
biografía con contabilidad de pecados? Aquellos escribas, tan compenetrados con
las escrituras ¿habrán pensado en el capítulo 5 de Daniel, evocando el verso 5:
“En aquel momento apareció una mano de hombre que, a la luz de los candiles,
comenzó a escribir con el dedo sobre la pared blanca de la sala. Al ver el rey
la mano que escribía se puso pálido y del miedo que le entró, comenzó a temblar
de pies a cabeza.” Dn 5,5.
Después de leer este
versículo del libro de Daniel uno entiende enseguida que Jesús no se iba a
quedar callado, Él no era la clase de persona dispuesta a cohonestar con la
injusticia. No se iba a quedar atrapado en el dilema que le tendían los
escribas y los fariseos; trampa astuta para llevarlo a la perdición. ¡No! Jesús
cambia el eje de la disputa. ¡Nos convoca al discernimiento!
Cuando el ser humano
se ve abocado a enfrentar una situación no puede ni siquiera imitar a los
santos. No puede –de manera simplista- preguntarse ¿qué habría hecho Jesús en
aquella misma situación? Porque no estamos en los pensamientos de Jesús por
mucho que lo amamos y pretendamos conocerlo. ¡Nada de esto está a la mano en
nuestra vida práctica!
Entonces ¿cómo saber
la vía? ¿Cómo proceder en cada caso? Jesús nos ha enseñado hoy que debo saber
discernir entre la letra de la ley y el caso concreto. Y en esta decisión sólo
el Espíritu Santo nos puede ayudar. El Espíritu Santo enseña y guía nuestra
conciencia; Él se ocupa de formar nuestra consciencia de una manera tal que
nosotros sabemos y sabemos con certeza qué es lo correcto y qué es lo que
ofende al Señor. Pero esta formación que hace el Espíritu Santo hay que
pedirla, orar para que el Espíritu Santo se sienta invitado a habitarnos, a
iluminarnos. Si no se lo pedimos Él no nos asistirá, porque sería un invasor.
Hay todavía más, es un Invitado sensible y delicado que se marcha cuando nos
contaminamos, cuando adormilamos la conciencia, cuando nos habituamos a vivir
en pecado, cuando no nos cuidamos de permanecer en estado de Gracia. Pero igual,
si al marcharse, lo llamamos, vivimos el Sacramento de la Conversión, entonces
rescatamos al Invitado, que Feliz vendrá en nuestro auxilio.
«De Jesús impactaba la
misericordia y la primariedad que le otorgaba: nada hay más acá ni más allá de
ella, y desde ella define la verdad de Dios y del ser humano. De Jesús
impactaba su honradez con lo real y su voluntad de verdad, su juicio sobre la
situación de las mayorías oprimidas y de las minorías opresoras, ser voz de los
sin voz y voz contra los que tienen demasiada voz, e impactaba su reacción
hacia esa realidad: ser defensor de los débiles y denuncia y desenmascaramiento
de los opresores. De Jesús impactaba su fidelidad para mantener honradez y
justicia hasta el final en contra de crisis internas y de persecuciones
externas. De Jesús impactaba su libertad para bendecir y maldecir, acudir a la
sinagoga en sábado y violarlo, libertad, en definitiva, para que nada fuese
obstáculo para hacer el bien. De Jesús impactaba que quería el fin de las
desventuras de los pobres y la felicidad de sus seguidores, y de ahí sus
bienaventuranzas. De Jesús impactaba que acogía a pecadores y marginados, que
se sentaba a la mesa y celebraba con ellos, y que se alegraba de que Dios se
revelaba a ellos. De Jesús impactaban sus signos -sólo modestos signos del
reino- y su horizonte utópico que abarcaba a toda la sociedad, al mundo y a la
historia. Finalmente, de Jesús impactaba que confiaba en un Dios bueno y
cercano, a quien llamaba Padre, y que, a la vez, estaba disponible ante un
Padre que sigue siendo Dios, misterio inmanipulable»[1]
Cómo supo Jesús qué
hacer en aquella circunstancia? Pues, es claro que él estaba lleno del Espíritu
Santo y su conciencia podía discernir con profunda claridad tanto la trampa de
los escribas y fariseos como la pecaminosidad de todos los presentes. Jesús
encontró la respuesta de “tercera vía”, la respuesta admirable que llamaríamos “sabia”,
o aún mejor, “divina”. Pero lo más hermoso es que esta alternativa está abierta
también para nosotros. También el Espíritu Santo nos dirá como contestar sin
que tengamos que preparar nuestra respuesta cuando se nos presenten estos
desafíos. Y seguro, con toda seguridad, no será evasión, ni indiferencia ni el silencio
de los cobardes. Será una respuesta libre, en la libertad de los hijos de Dios.
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