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Re 17,10-16; Sal 145, 7-10; Heb 9, 24-28; Mc 12, 38-44
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Después
de este Domingo XXXII, quedan dos Domingos de este año litúrgico. A medida que
avanzamos hacia el fin del año litúrgico avanzamos también con Jesús hacía el
Calvario. Hoy leemos el Evangelio tomado del capítulo 12 del Evangelio de San
Marcos, el próximo Domingo leeremos del capítulo 13, en San Marcos, la Pasión
viene a partir del capítulo 14. Al celebrar Jesucristo Rey del Universo –en el
Domingo XXXIV- leeremos en San Juan, la entrevista de Jesús con Pilatos, donde
se declara la realeza de Jesús. Es decir, vamos en una clara progresión hacía
la entrega de Jesús, su entrega total, donde Él dará hasta las últimas dos
moneditas que le quedaban para vivir: Sus últimas gotas de Sangre.
Esta
contextualización es muy importante para entender el Evangelio y en general
toda la liturgia de esta fecha. Este pasaje se inserta aquí para que la
preparación del “discípulo” sea completa. Hemos aprendido que el discípulo
tiene que superar y remontar sus egoísmos, la preocupación por sus intereses
personales; tiene que lograr el desapego y el desprendimiento indispensables
para el seguimiento sin contrapesos que obstaculicen ir tras del Señor. Hemos
visto que no basta el amor a Dios sino que se requiere además Amar con todo al
prójimo. Hoy, la liturgia nos trae varios ejemplos de ese desprendimiento.
Ya
en Domingo anterior (el XXVIII) vimos al hombre rico que pese a querer alcanzar
la vida eterna, sus muchos bienes y posesiones se lo impidieron; en cambio,
Bartimeo, que escasamente poseía un manto, hasta el manto lo abandona para ir
tras el Maestro, el Mesías, el Hijo de David. ¿De qué se trata la liturgia de
hoy? De mostrar la capacidad y la posibilidad de desprenderse de todo, hasta lo
último, ir hasta el mismísimo fondo de la “alcuza de aceite”. Allí, en el
último puñado de harina y en la última gota de aceite de la vasija, allí está Dios,
aguardando, como lo dijimos el Domingo anterior, con los brazos abiertos y un
abrazo emanado de su Sacratísimo Corazón.
2
¿Qué
está haciendo Jesús frente a las alcancías del Templo? ¿Está orando? No, el
Evangelio nos dice que está allí ἐθεώρει “mirando”, si, simple y sencillamente
está “mirando”. Maravillosa enseñanza. Jesús nos enseña a mirar, a darnos
cuenta de las cosas, a observar la vida, en sus esencia, y llevarla a nuestro
interior, transportándola precisamente con los ojos hasta el corazón.
Hay
que subrayar que Jesús está mirando pero mira y “ve”; porque muchas veces
miramos y no vemos; los ojos se posan pero la mente y el corazón están en otra
parte. Jesús nos enseña a mirar, a fijarnos, a darnos cuenta, a percatarnos de
la “realidad”.
Jesús
es el sacramento del Padre entre nosotros: Dios se hizo hombre. Y ahí vemos
cómo obra Dios. Mira con su tierna Mirada, con su Mirada Misericordiosa. Sus
ojos están fijos en las manos de la viuda. Y Dios, Dios Humanado mira atento y
comprende el valor trascendental de esa donación, porque πάντες γὰρ ἐκ τοῦ περισσεύοντος αὐτοῖς ἔβαλον, αὕτη δὲ ἐκ τῆς
ὑστερήσεως αὐτῆς πάντα ὅσα εἶχεν ἔβαλεν ὅλον τὸν βίον αὐτῆς. “todos
dan de lo que les sobre pero la
viuda no da de lo que le sobra, sino de lo que ella tiene para vivir”. Cfr. Mc
12, 44.
Tendríamos
que esforzarnos en ver a Dios que nos mira con sus Ojos Cariñosos y
Providentes, con su Mirada de Ternura, que tiene nada de indiferencia. Con Ojos
que no son de celador, ni de juez; nos mira con Ojos Perdonadores, Ojos de Amor.
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Cuentan
que un alpinista desesperado por conquistar el Aconcagua, inició su travesía
después de años de preparación.
Pero
quería la gloria para él solo, por lo tanto subió sin compañeros. Empezó a
subir y se le fue haciendo tarde, y más tarde. No se preparó para acampar, sino
que siguió subiendo decidido a llegar a la cima, hasta que se hizo la
oscuridad. La noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña; ya no
podía ver absolutamente nada. Todo era negro, cero visibilidad, no había luna y
las estrellas estaban cubiertas por las nubes.
Subiendo
por un acantilado, a solo 100 metros de la cima, resbaló y se desplomó por los
aires... Caía a una velocidad vertiginosa, sólo podía ver veloces manchas más
oscuras que pasaban en la misma oscuridad y la terrible sensación de ser
succionado por la gravedad. Seguía cayendo... y en esos angustiantes momentos,
le pasaron por su mente todos los gratos y no tan gratos momentos de su vida.
Pensaba que iba a morir; sin embargo, de repente sintió un tirón muy fuerte que
casi lo partió en dos...Sí, como todo alpinista experimentado, había clavado
estacas de seguridad con candados a una larguísima soga que lo amarraba de la
cintura. Después de un momento de quietud, suspendido por los aires, gritó con
todas sus fuerzas:
-"¡¡¡Ayúdame
Dios mío!!!..."
De
repente una voz grave y profunda de los cielos le contestó:
-"¿Qué
quieres que haga, hijo mio ?"
-"Sálvame,
Dios mío "
-"¿Realmente
crees que te pueda salvar?"
-"Por
supuesto, Señor"
-"Entonces
corta la cuerda que te sostiene..."
Hubo
un momento de silencio y quietud. El hombre se aferró más a la cuerda y
reflexionó...
Cuenta
el equipo de rescate que al día siguiente encontraron colgado a un alpinista
muerto, congelado, agarrado fuertemente con las manos a una cuerda...a tan solo
dos metros del suelo...
¿Y
tú ? ¿Qué tan aferrado estás de tu cuerda? ¿Por qué no la sueltas?
4
Veamos
con mayor detalle lo que “mira” Dios, cómo lo protege, pronunciado en “nueve
participios hímnicos”:
[6b]
El Señor siempre es fiel a su Palabra,
y es quien hace justicia al oprimido.
[7]
El proporciona
pan a los hambrientos y libera al
cautivo.
[8] Abre
el Señor los ojos de los ciegos y alivia
(endereza) al agobiado.
Ama el Señor al hombre justo [9] y toma el forastero a su cuidado
A
la viuda y al huérfano sustenta y trastorna
los planes del inicuo.
Estos
versos forman parte del Salmo hímnico 146(145) que es el primero de los cinco
últimos que inician con el Al-luya; conforman un último Hallel del salterio.
«Si
Dios se interesa por los desgraciados…¿Tú qué? ¿Qué haces?... Proteger, guardar,
curar, levantar, sostener. Dios ha confiado al hombre sus propias tareas. Si el
hombre es “este humilde polvo inconsistente”, tiene la admirable dignidad de
poder imitar a Dios. “Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto”
decía Jesús. He ahí, en las palabras de este Salmo, todo el compromiso del
cristiano por la promoción, por el desarrollo, por el “servicio”, personal y
colectivo de la sociedad.»[1]
“Sed
perfectos” es la indicación, la orientación que nos da Jesús, pero Él mismo la
clarifica: «Jesús precisa ulteriormente el sentido de esta perfección: ”Sed
misericordiosos como vuestro Padre es Misericordioso” (Lc6, 36). El camino y, a
la vez, el contenido de esta perfección consiste en la séquela Christi, en el
seguimiento de Jesús, después de haber renunciado a los propios bienes y a sí
mismos»[2]
Con
este salmo declaramos que hay que cantar alabando a Dios siempre, que es una
tarea para toda la vida, que hay mil y un (es una expresión con la que queremos
decir infinitos, innumerables) motivos de alabanza. Conduce a la declaración
final del versículo 10: ימלך יהוה ׀ לעולם אלהיך ציון לדר ודר הללו־יה׃ Oh
Sión, el Señor reinará por siempre; tu Dios reinará por todos los siglos. ¡Al-luya!
Así
también, toda la liturgia converge hacía el Domingo XXXIV donde declaramos que
Jesucristo Reina por siempre de generación en generación.
5
Varios
paralelismos se nos ofrecen en las lecturas de este Domingo:
En
la carta a los Hebreos encontramos un paralelo trazado entre el sacerdocio de
la antigua Alianza y el Sacerdocio de Jesucristo:
En
el Santuario de la antigua Alianza
|
Jesucristo
|
Los Sacerdotes del Primer Testamento entraban en el
Santuario
|
Cristo entró “en el Cielo mismo”, … en la Presencia de
Dios.
|
El Sacerdote entraba cada año
|
Cristo.. “se manifestó una sola vez, en el momento
culminante de la historia
|
Ofrecía una sangre que no era la suya
|
Ofreció su propia Vida, διὰ τῆς
θυσίας αὐτοῦ πεφανέρωται.
se ofreció “a Sí mismo” Heb 9, 26c
|
«La
carta pide que los cristianos no trasformen la fe en mero culto, dejando el
testimonio en cambio de rituales vacíos. El verdadero modo de unirse y servir a
Dios, es obedecer su Voluntad, viviendo una vida dirigida por la entrega de
amor hasta la muerte a ejemplo de Jesús (10, 1-10)»[3]
Este
“a ejemplo” de Jesús es aclarado muy bien en la VERITATIS SPLENDOR: «…la condición de todo creyente es ser
discípulo de Cristo (Cf. Act 6,1). Por esto, seguir a Cristo es el fundamento esencial y original de la moral
cristiana: como el pueblo de Israel seguía a Dios, que lo guiaba por el
desierto a la Tierra Prometida (cf. Ex 13, 21), así el discípulo debe seguir a
Jesús, hacía el cual lo atrae el mismo Padre (cf. Jn 6, 44)… Jesús pide que le sigan y le imiten en el
camino del amor, de un amor que se da totalmente a los hermanos por amor de
Dios: “Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como
yo os he amado” (Jn 15, 12)»[4]
6.
Para
concluir por hoy, echemos una mirada al paralelo que se traza en el Evangelio:
Los
escribas.
Los
ricos.
|
Los
Anawin representados en este caso por la Viuda
|
Amplios ropajes. Largos rezos. Se echan sobre los
bienes de las viudas. Buscan los primeros puestos en los banquetes
|
Dos moneditas de muy poco valor. Κοδράντης la moneda
romana de cobre de menor valor, la cuarta parte de un as y la dieciséisaba de
un sestercio.
|
Han echado de lo que les sobraba
|
Ha echado todo lo que tenía para vivir.
|
Se
retoma la oposición entre los ricos y los pobres. Esta viuda es explícitamente señalada
por Jesús como miembro de los πτωχός “pobres”,
dado que Jesús dice ἡ χήρα αὕτη ἡ πτωχὴ “esa
pobre viuda”. Debemos declarar una vez más, que no se trata de idilizar la
pobreza, «”Bienaventurados los pobres porque de ustedes es el Reino de Dios”,
no quiere, nos parece, decir: “acepten su pobreza que más tarde esa injusticia
les será compensada en el Reino de Dios”.
Si creemos que el Reino de Dios es un don que se acoge en la historia
para que esta sea llevada a plenitud; si pensamos, como el tema de las promesas
escatológicas –preñadas de contenido humano e histórico- nos lo indica, que el
Reino de Dios trae necesariamente consigo el restablecimiento de la justicia en
este mundo, hay que pensar que Cristo declara bienaventurados a los pobres
porque el Reino de Dios ha comenzado: “cumplido es el tiempo y el Reino de Dios
está cercano” (Mc 1, 15). Es decir: se ha iniciado la supresión de la situación
de despojo y pobreza que les impide ser plenamente hombres, se ha iniciado un
reino de justicia, que va incluso más allá de lo que ellos podrían esperar.»[5]
7
Tú eres un Dios
extraordinario, Señor,
porque consideras
grande y maravilloso
lo que es pequeño y
sin valor,
porque no mides con
el metro
sino sólo y siempre
escuchando
el escondido y
silencioso latido del corazón.
Ayúdame, Señor, a
darte todos los días
Lo mejor que hay en
mí, aunque sea poco,
Pero con un corazón
extraordinario.
Amén.[6]
[1] Quesson,
Noël. 50 SALMOS PARA TODOS LOS DÍAS. Tomo 1. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá –
Colombia 1996. pp266-267
[2]
Juan Pablo II. EL ESPLENDOR DE LA VERDAD. ##18-19 Librería del Seminario Bogotá.
1993 p.32
[3]
Storniolo, Ivo y Martins Balancins, Euclides. CONOZCA LA BIBLIA Ed. San Pablo
Bogotá-Colombia 5ta reimpresión 2002. p.
117
[4]
Juan Pablo II. Op. Cit. ##19. 20. pp. 32-33
[5] Gutiérrez,
Gustavo. TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN. PERSPECTIVAS Editorial Universitaria Lima – Perú 1971 p.
397
[6] Dini,
Averardo. EL EVANGELIO SE HACE ORACIÓN. Tomo II –Ciclo B Ed. Comunicaciones sin
fronteras. Bogotá – Colombia. P. 92
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