miércoles, 27 de agosto de 2025

Jueves de la Vigésimo Primera Semana del Tiempo Ordinario

 


1Tes 3, 7-13

Concluyendo el balance del proceso fundacional de la Comunidad Tesalonicense, San Pablo reconoce que, a pesar de todas las presiones en contra, como lo fueron las persecuciones, él y su equipo misionero, se sienten alentados al contemplar la firmeza de su fe y su estabilidad en la fidelidad mostrada por la comunidad tesalonicense. Este es un componente esencial en la dinámica de consolidación de una comunidad: el agente de pastoral entrega el “mensaje”, la comunidad lo recibe y da muestras patentes de crecimiento espiritual mostrándose sólida ante todos los “aprietos y las luchas” que sobrevengan. Esa solidez de la comunidad alienta al agente y que puede hallar en ella, a su vez, motivo de crecimiento espiritual y refuerzo para proseguir la misión con denuedo.

 

Entonces, sobreviene una plegaria de Acción de Gracias, rogando por la sinodalidad fundada en la solidaridad y el amor fraterno. El agente comprueba en el dinamismo comunitario la valía del “anuncio” lo que a su vez anima a la comunidad a avanzar y a coagular en mayores estadios de la fidelidad. La comunidad se nutre de la Enseñanza aportada por su Pastor, enseñanza que no es mera verbosidad, sino coherencia; y, a su vez, la fidelidad y la estabilidad construida sobre esta enseñanza recae en el agente de pastoral que se motiva a avanzar y crece en su “liderazgo”. En la fidelidad el agente halla un signo indeleble de gratitud, gratitud que se vuelca hacia el Cielo, ya que esta dinámica no es obra ni del agente, ni de la comunidad, sino de la Bendición Celestial que la ha sembrado.  De tal manera la comunidad eclesial vive en ella la asimilación de la enseñanza y el agente reconoce su función que se trasforma en Presencia Viva que la sustenta. El liderazgo se expresa en ese “caminar con”, no en un “ir por delante” sino acompañar y como parte de ese acompañamiento reconocer que “va junto con ellos y ¡no está solo ante Dios!

 

Resistir es lo que se precisa, Pablo y sus compañeros saben que sólo mediante la Asistencia Divina podrán “afianzar sus corazones” y mantenerse firmes e ἀμέμπτους [amemptous] “irreprensibles” hasta la Parusía. Hemos destacado esta palabra porque es un valor cristológico que Pablo establece como puente hacia la conformidad con la Divina Voluntad. Esta categoría nos habla de “pureza”. De “estar puro de la contaminación del pecado”; que Dios no tenga nada que objetarnos.

 

El trabajo de “incontaminación” aparece aquí narrado en un momento del proceso fundacional, pero no se ha de enfocar como anécdota histórica, algo que les paso a ellos en #aquel momento”, sino reconocer que está siempre presente en la dinámica de toda comunidad que se sostiene avanzando y avanza sosteniéndose fiel a la enseñanza recibida. Así la espera nos exige continuar y mirar siempre a la meta que está, siempre cercana, aun cuando -como a Moisés- no nos toque a nosotros dar el paso “del Jordán”, pero si nos corresponde vivir el “avance”, por mínimo que este nos pueda parecer.

 

Esta Carta -ya se ha dicho- encaja en la definición de Epístola Escatológica, y al pensar y plantear la cuestión de la παρουσίᾳ [parusía] “Segunda Venida”, “volver a hacer Presencia”, se da preaviso de lo que será nuclear en la Segunda Parte, en especial en las dos últimas perícopas que estudiaremos el lunes y martes de la semana entrante. Tema pivote de la Carta. Que aquí aparece enunciado: no consiste en sentarse a esperar en una cómoda antesala; sino que hay todo un trabajo de preparación, la vida toda de la comunidad está signada por la espera activa en procura de estos dos rasgos

i)              Santidad

ii)             Irreprochabilidad

 

Pablo y Silas tuvieron que salir huyendo de Tesalónica y quedó inconclusa una “labor” que se había gatillado. Este enunciado es la situación constante de nuestras comunidades que siempre están iniciando una tarea que queda en puntos suspensivos. Como sucedía durante el Éxodo, todos los días hay que estar preparados para recoger las tiendas y continuar la marcha, y siempre caminamos hacia “la tierra de promisión”, a la vez que siempre corremos el riesgo de dejar caer las manos en nuestro trabajo “preparatorio” y desmayar en la melancolía por aquellas ollas de puerros, nabos y cebollas que comíamos en la esclavitud, ya fuera en Egipto o en Babilonia.


 

Levantemos la cabeza con la dignidad de hombres libres y sigamos la marcha -contra aprietos y luchas- que siempre hallaremos como piedras de tropiezo en nuestro caminar; pero siempre, en nuestra sinodalidad mantengámonos fieles a la “incontaminación”, rasgo distintivo que nos permitirá entrar a los Jardines Edénicos.

 

Sal 90(89), 3-4. 12-13. 14 y 17

Este salmo de súplica parece montado con dos piezas poéticas de distinta procedencia: la primera pre-exilica, mira hacia Dios Magnificente contrastando la enormidad de Dios con la insignificancia de la criatura; en cambio, la segunda poesía es definitivamente post-exilica, y tiene una visión de Dios bien diversa, de proximidad y paternidad.

 

Un aspecto muy notable es el sentido de comunidad que reviste el interlocutor de Dios, nunca es un yo, -ni un egoísta, ni un solipsista-; siempre un “nosotros”; el que interpela es un pueblo, y el portavoz, el salmista, habla desde su sentido de pertenencia, con conciencia de ser un simple “vocero”. Que el agente de pastoral, -pudiendo ser externo- no es asumido como un foráneo, sino que siempre es tenido como “hermano” en la comunidad.

 

Un detalle de relieve es que la ruega a Dios que nos dé la capacidad de saber medir el tiempo de estancia en la tierra, para saberlo aprovechar, para gastarlo en los más valioso, para que gocemos de חָכְמָֽה [jak-maj] “sensatez”. ¿Qué es la sensatez, o en qué consiste? En el uso sabio de cada instante de la existencia.


 

Muy importante es el verso responsorial: Siendo un salmo de súplica, hay que prestar especial atención a qué es lo que se está pidiendo: “sácianos de tu Misericordia y estaremos alegres”. La Misericordia que pide, en hebreo, es la lealtad de parte de Dios a su Alianza; y la alegría es רָנַן [ranan] “dicha festiva. Dice que temprano en la mañana nos regale Su Fidelidad con el Pacto de la Alianza, para que, llegado el atardecer de la vida, podamos acogerlo con la dicha festiva de haber sido socorridos.

 

Mt 24, 42-51

De nuevo, la espera activa

Aquí empalma el Evangelio con la Primera Lectura, en cuanto se toca el tema de la Parusía: Dice Jesús, que uno tiene que estar γρηγορεῖτε [gregoreite] “en vela” o sea “alerta”, “vigilante”, como se dice ahora 24 x 7, porque esta Segunda Venida, no tiene fecha en nuestros calendarios humanos. Llegará, cuando menos se la espere.


 

Miren lo que pasa normalmente, por ejemplo, con los estudiantes, así sean universitarios, se les encarga una “tarea”, y por lo regular, se va postergando su desarrollo, de manera tal que, casi siempre terminamos cumpliéndola a última hora, o -todavía más grave- incumpliéndola. Podríamos llamarla “la manía postergatoria”. Y si Él llega y estamos desapercibidos ¿qué será de nosotros?

 

Que no seamos como ese amo de casa que ve en la pared un boquete propicio para los ladrones y resuelva inmediatamente… que lo arreglará el año entrante, porque mientras, es muy improbable que algo pase, … y le parece que el boquete ha estado ahí por años, y ¡nunca ha pasado nada!

 

O, aquel otro empleado, que ha sido muy especialmente contratado para pagar salarios, bonificaciones y entregar los “paquetes alimentarios” a los subalternos, pero él dice, no creo que ahora a finales de agosto, o en septiembre tengan hambre, o cuentas por pagar, en octubre menos, y noviembre es un mes muy tranquilo, casi no se gasta nada; decide -por su sola cuenta- que va a adelantar un programa de ahorro y dejará pagos para diciembre, o tal vez para más adelante, y él le ve dos ventajas: a) cuando reciban paga los empleados tendrán una buena suma una sobre otra, y b) se evitará llevar tantas planillas contables, porque se puede resumir todo por cuatrimestres… o más. Y ¿dónde queda el espíritu de la letra cuando Dios, ya en el Génesis, mandó: “Si alguien toma en prenda el manto de su prójimo, deberá devolvérselo al caer la noche. Ese manto es lo único que tiene para abrigarse; no tiene otra cosa ... “ (Cfr. Gn 22, 26s) ¡Sabed que el salario es lo único que tiene el pobre para allegar su sustento! ¡Pagádselo a tiempo!


Viene aquí, en esta perícopa una bienaventuranza, en Mt 24, 46, para el criado fiel y prudente, (es un ritornelo sobre el tema de la fidelidad con Dios), es decir la práctica de la sensatez -que en el buen sentido significa aplicar el sentido común- no hay que hacer un curso de lógica avanzada, por pura intuición podemos suponer que la dicha la tendremos si el Día de la παρουσίᾳ cuando el Señor Vuelva, estaremos cumpliendo a cabalidad nuestro encargo, nos entregará las “Llaves del Reino”, nos constituirá Mayordomos de la Casa Real del Rey de reyes y Señor de señores.

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