Hech 14, 21b-27; Sal
144, 8-9. 10-11. 12-13ab; Ap 21, 1-5a; Jn 13, 31-33a. 34-35
Trascendencia de lo racional
En
1Jn 4, 8c se nos revela que Dios es Amor. Sabemos que Dios es Misterio y de
ello podemos inferir que el Amor es Misterio. Pero, aquí se halla, el real quid
de la cuestión: Qué es Misterio. Porque a esta palabra se pueden atribuir
varios significados: lo que no se puede entender ni explicar, lo que ignoramos
y no podremos llegar a saber o, un tercer significado que es más próximo al
pensamiento teologal: lo que sabemos de la realidad trascendente pero no lo
podemos descifrar a partir de nuestro equipamiento lógico-intelectual o sea que
hemos llegado a ello no por nuestros
propios “medios”, sino porque Dios en su Misericordia nos lo ha entregado.
Podemos decir –y sería válido- que son verdades, no racionales, sino a las que
hemos llegado por pura Gracia.
Caemos
en la cuenta que el Amor es un Misterio porque no sabemos lo que es sino que Dios
en su infinita Bondad nos lo ofrece y nos lo “define”. Sí no nos abrimos a esa
Generosidad, y pretendemos llenar este concepto de contenido meramente humano,
sólo podremos garantizar que el resultado será una paupérrima desfiguración.
Evidentemente el Amor trasciende la representación gráfico-geométrica del
corazón, los presentes, las tarjetas impresas y las flores, los besos y los
abrazos, las citas románticas, las caricias y los apapuches, el deseo, la
imagen que de él nos dan las baladas, el cariño, la atracción y la simpatía.
Miles de cosas se pueden hacer por su razón o sin razón alguna y el resultado
–a simple vista- parece no diferir en absoluto. Tenemos, sin embargo, como una
percepción “inconsciente” de esa indigencia, de nuestro desconocimiento y
quizás por ello fue tan exitosa la sería de laminitas de “amor es…”. Tras de
ella se agazapaba la esperanza de entender el “misterio” juntando las
suficientes. Roguemos al Cielo, en la Tercera Persona de la Divinidad para que
nos “ilumine” con la experiencia cada vez más clara de esta verdad, para
poderla vivir y –a través de ella- acercarnos cada vez más a nuestro
Dios-y-Salvador, Señor de lo histórico y no sólo de lo meta-histórico.
No
somos Dios, sino “semejantes” a Él, y sólo Él nos puede “levantar” y hacernos
suyos si nos abrimos a la experiencia de la metanoia, valga decir, dejarnos transformar
por Él, para llegarlo a contemplar. Esa disponibilidad y apertura hará posible
que un día lo conozcamos como Él nos conoce, cuando estemos Cara a cara; cuando
se hagan inútiles la Fe y la Esperanza y lo Único que perdure sea Él, el Amor.
(Cfr. 1Cor 13, 8-13).
Una Nueva Creación: el
Verdadero amor
La perícopa del Evangelio de San Juan que
leemos en esta fecha se compone de dos partes: La primera alude a la
glorificación del Padre a través de la glorificación del Hijo; y, esta
glorificación pasó precisamente a través de la traición de Judas. Cuando las
treinta monedas pasaron de las manos de los jefes de los sacerdotes y de la
policía (Cfr.Mt 26:14-16,Lc 22:3-6) a las de Judas, el Tres Veces Santo fue
ensalzado Misericordioso.
La
segunda se refiere al Mandamiento Nuevo: Veíamos cómo la Pascua es, por
excelencia, el Tiempo de la Nueva Alianza. A esta Nueva Alianza corresponde una
Ley Nueva: el Mandamiento del Amor. Hay algo que distingue esto de aquello, lo
viejo de lo nuevo, lo falso de lo verdadero, lo sinuoso de lo derecho, lo
caduco de lo perenne. El Mandamiento no es una especie de dictadura sino una
valiosa indicación de cómo podemos vivir la existencia dentro de la fe,
cosechando precisamente los dulces frutos de la libertad. Nosotros existimos en
la atmosfera de la libertad gozosa; de ninguna manera en un contexto de
amargura, depresión u opresión. ¿Qué es lo que nos distingue a los cristianos
que andamos en pos de Jesús? ¡Que tenemos Amor los unos por los otros! ¡Amor
como el de Dios!
La
palabra griega para Mandamiento (ἐντολή) connota
un entrar en la meta alcanzando el objetivo que uno se ha propuesto; o sea que
es la indicación que uno guarda en mente para no enredarse en el camino,
distraerse o confundir la ruta que lleva adonde nos hemos planteado llegar.
Papa Francisco nos llama la atención sobre la palabra que figura en le Biblia
originalmente y que hemos traducido como Mandamiento:
« Al inicio del capítulo 20 del
libro del Éxodo leemos —y esto es importante—: “Pronunció Dios todas estas
palabras” (v. 1). Parece una apertura como otra, pero nada es banal en la
Biblia. El texto no dice: “Dios pronunció estos mandamientos” sino “estas
palabras”. La tradición hebrea llamará siempre al Decálogo “las diez Palabras”.
Y el término “decálogo” quiere decir precisamente esto. Y también tienen forma
de ley, son objetivamente mandamientos. ¿Por qué, por tanto, el Autor sagrado
usa, precisamente aquí, el término “diez palabras”? ¿Por qué? ¿Y no dice “diez
mandamientos”? ¿Qué diferencia hay entre un mandamiento y una palabra? El
mandamiento es una comunicación que no requiere el diálogo. La palabra, sin
embargo, es el medio esencial de la relación como diálogo. Dios Padre crea por
medio de su palabra, y su Hijo es la Palabra hecha carne. El amor se nutre de
palabras, y lo mismo la educación o la colaboración. Dos personas que no se
aman, no consiguen comunicar. Cuando uno habla a nuestro corazón, nuestra
soledad termina. Recibe una palabra, se da la comunicación y los mandamientos
son palabras de Dios: Dios se comunica en estas diez Palabras, y espera nuestra
respuesta. Otra cosa es recibir una orden, otra cosa es percibir que alguno
trata de hablar con nosotros. Un diálogo es mucho más que la comunicación de
una verdad.»[1]
Jesús
nos enseñó siempre palabras de ternura. Nos enseñó a llamar cariñosamente a
Dios Padre: ¡Abba! Lo primero que nos dice Jesús en este Evangelio que leemos
en este Quinto Domingo de Pascua es llamarnos: ¿Cómo nos llama? En griego
tenemos la palabra τέκνον cuyo diminutivo es τεκνίον:
¡Hijitos míos! ¡Con esta palabra congrega la gallinita a sus polluelos,
porque Jesús (Cfr. Lc 13, 34) a pesar de nuestra negativa quiere juntar a los
hijos de Dios bajo su Misericordia! Está cerca el momento en que se perderá la
Presencia física del Señor, lo cual es requisito para que se nos pudiera dar el
Espíritu Santo, el Paráclito (cfr. Jn 16, 7). En nuestra Vía hacia Pentecostés, estamos al
borde de llegar a la Ascensión del Señor, por eso llega la hora de suscribir el
Testamento y sentar las firmas y los sellos notariales: « Jesús
glorioso y poderoso está en nosotros y con nosotros, está en nuestras manos
para que podamos construir una sociedad más justa, está en nuestra mente para
que podamos reflexionar sobre lo que es bueno y lo que es verdadero, está en
nuestro corazón para que podamos elegir lo que lleva a la vida y al amor.»[2] Había
llegado la hora de legar la Herencia y esta es la que nos deja el
Hijo-del-hombre: “Os doy un mandamiento
nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre
vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que
os amáis unos a otros”.
Nueva etapa
Como Dios es Todopoderoso nos figuramos que la
Nueva Alianza se instauraría de golpe y porrazo. ¡Pero no es esa la vía y
estilo de Dios-Misericordioso! Inclusive, todavía seguimos esperando que una
buena mañana Dios se levante impulsivo y resuelva trastocarlo todo. No nos cabe
en nuestras pequeñas mentes –eso requeriría grande humildad- visualizar a Dios
como Dios-Paciente. ¡Él mismo se definió como lento a la cólera y rico en
clemencia; esa es otra forma de autodenominarse Dios-Paciencia, la paciencia es
una faceta esencial de su Caridad.
Miremos a Pablo y Bernabé que regresan a
Listra, Iconio y Antioquía de Pisidia con una tarea precisa: animar y
recomendarles la perseverancia, la firmeza en la fe. A continuación el
reconocimiento de las aristas más filosas que nos habremos de encontrar por el
Camino, que por ser ruta santa no está exenta de abrojos y espinas.
En ese caminar iban “instituyendo” presbíteros,
dotando a las nacientes comunidades de creyentes con dirigentes que
garantizaran su estabilidad y permanencia; y, este conjunto de acciones nos habla
de la construcción de la Iglesia como instrumento-sacramento de la Paciencia de
Dios. Recordemos que al conversar con los Dos que iban hacia Emaús nos descubre
en nuestra βραδύς “lentitud de comprensión y entendimiento”. A nuestro
ritmo lento Dios responde obsequiándonos su Calma y Paciencia, Su Espera sin
desespero. Su Longanimidad. La longanimidad está conectada directamente con la
capacidad de perdón y a su vez con la esperanza porque es paciencia ante las
asperezas del devenir y a su vez es confianza en que la solución será otorgada
por la-Mano- de-Quien-todo-lo-puede.
Sigue el periplo de Pablo y Bernabé,
protagonistas de esta perícopa y representantes de la Misión Evangelizadora:
van a Perge, luego a Atalía y culminan dirigiéndose a Antioquía de Siria, que
fue el punto de partida. Allí convocan a la Asamblea Santa para rendir cuentas
mostrando el fiel cumplimiento de la Misión. Y como se habían convertido en los
evangelizadores de los gentiles. Este contexto que nos brinda el fragmento de
los hechos de los Apóstoles forma un capítulo esencial en la historia de las
primeras comunidades, raíz de estos 20 siglos de fe, y sigue corriendo la
cuenta. Aquí la paciencia se nos presenta como una “tolerancia” por parte de
los apóstoles que con esta estrategia lograron abrir la puerta para alcanzar la
convivencia con los no-judíos. La Iglesia así concebida rebasa la imagen
alimentada por el fariseísmo y excede los límites de la Primer Alianza. Es –por
tanto- una Comunidad Nueva definida en el contexto de un Cielo Nuevo y una
Tierra nueva.
Esta catolicidad
Salmo Alfabético,… Signo de que quiere cantar “la Alianza” en
forma total…
Noël Quesson
Por lo tanto, Dios se ha revelado con un Rostro
más Benévolo, pero no diferente sino el mismo pero ahora sonriente, acogedor.
Ya en el Viejo Testamento, en este salmo de la Alianza, era:
·
Clemente y Misericordioso
·
Lento a la cólera y rico en piedad
·
Bueno con todos
·
Cariñoso con todas sus criaturas
·
Perpetuo Rey
·
Gobernante verdadero, de edad en edad.
Entonces, Dios no hace acepción de país, ni de
credo, ni de raza. Su alcance trasciende todas las fronteras, las bardas, los
cercados, las líneas limítrofes. ¡Todos esos son artilugios abusivamente
humanos; humanos-demasiado humanos. El mapa Divino no tiene fronteras, no está
diseñado con compartimentos estancos, no tranza con pasaportes y no contrata
guardias fronterizos. El propio Salmo ya lo reclamaba:
·
Que todas tus criaturas te den gracias
·
Que te bendigan tus fieles; que proclamen la
gloria de tu reinado,
·
que hablen de tus hazañas,
·
explicándoles a sus semejantes la Gloria y Majestad
de tu Reino.
«Una generación instruye a la siguiente, pasa
el testigo, entrega creencias y ritos, y el pueblo entero, viejos y jóvenes,
reza al unísono, en concierto de continuidad, a través de las arenas del
desierto de la vida.»[3]
Y el mar ya no existe
¡Por qué nos cuesta tanto entender estas
realidades escatológicas? ¡Porque todo es nuevo! «Juan ve un cosmos nuevo. Este
cosmos es nuevo, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron. Y
se agrega: las cosas primeras han pasado, y es Dios mismo Quien dice: Mira que
hago un mundo nuevo…El cosmos es nuevo porque la vida en este cosmos nuevo ha
derrotado la muerte, la vida se afirma victoriosa más allá de la muerte… «Se
realiza así el anuncio de la creación nueva hecho por los profetas del
destierro: ved Is 65, 17-19; 66,22… En esta nueva creación ya no hay muerte, ni
gemidos, ni lágrimas; ha quedado anulada la maldición del Génesis: ved Is 25,8;
35, 10; 40, 2; Gn 3, 2. Esto mismo es lo que expresa la desaparición del mar,
albergue de las potencias malvadas (cf. Job 7, 12).»[4] En
resumen: la tierra y el cielo son nuevos y Jerusalén es nueva, porque en ellos
la vida triunfa sobre la muerte, el orden sobre el caos y la luz sobre las
tinieblas; la compasión triunfa sobre todo llanto, clamor y dolor; ya no hay
maldición alguna,… sigue habiendo cielo tierra y ciudad; sigue habiendo
historia, pero ahora sin muerte y sin maldición.»[5]
«El futuro principal que Dios ofrece es Él
mismo. Dios presente para siempre en medio de nosotros. El cielo desciende a la
tierra, transformada para siempre en morada de Dios (21, 2). Dios es la fuente
de la vida (21, 6; 22,1). Es el principio y el fin de todo (21,5). Yavé Dios
con nosotros, Dios liberador, será nuestro Dios para siempre (21,3).»[6]
[2]
Martini, Carlos maría. POR LOS CAMINOS DEL SEÑOR Ed. San Pablo. Santafé de
Bogotá-Colombia 1995 p. 183
[3]
Vallés, Carlos G. BUSCO TU ROSTRO. ORAR LOS SALMOS. Ed. Sal Terrae. Santander
1993 p. 262
[4]
Charpentier, Etienne PARA LEER EL NUEVO TESTAMENTO. Ed. Verbo Divino Estella
–Navarra 2004 p.150
[5]
Richard. Pablo. APOCALIPSIS. RECONSTRUCCIÓN DE LA ESPERANZA. Colección Biblia
65.Ed. Tierra Nueva Quito-Ecuador. 1999. p. 221
[6]
Caravias, José Luis. s.j. DE ABRAHAN A JESÚS. LA EXPERIENCIA PROGRESIVA DE DIOS
EN LOS PERSONAJES BÍBLICOS. Colección biblia. Ed. Tierra Nueva, 2001 Quito
Ecuador. p. 233.
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