R 17,10-16; Sal 145, 7.
8-9a. 9bc- 10; Hb 9,24-28; Mc 12,38-44.
… dondequiera que haya cristianos, cualquiera debería poder
encontrar un oasis de misericordia.
Misericordiae Vultus
Papa Francisco
Tratemos de
contextualizar el Evangelio que leemos en este XXXII Domingo Ordinario del
ciclo B. A partir del capítulo 11, y hasta el capítulo 13, estamos con Jesús que ejerce su ministerio en Jerusalén
y –por cinco veces consecutivas- contiende con escribas y fariseos. Podríamos
decir que en la primera parte de esta perícopa, Mc 12, 38-40 desahucia el fariseísmo.
Resumimos el contexto así: «Jesús maldice la higuera estéril, es decir, al templo
de Jerusalén (Mc 11, 12-14), expulsa a los mercaderes que han hecho del Templo
una cueva de ladrones (Mc 11, 15-19), discute con los que manejan el poder
religioso (Mc 11, 27-33), critica la falsedad de los maestros de la ley (Mc 12,
35-40), dice que la ofrenda de la viuda es más generosa que la de los falsos
bienhechores (Mc 12, 41-44).»[1]
En el verso 41 leemos ἐθεώρει
se trata del verbo
Θεωρέω. Nos dice exactamente
que, “Jesús estaba sentado frente al cofre del templo, -aquí viene el verbo- observaba como la gente echaba monedas en el
arca. Muchos ricos echaban mucho.” Lo hemos traducido como “observaba”, es el
verbo “ver” en la tercera persona del Imperfecto Indicativo activo. Es el verbo
ver, pero se refiere a una forma especial de “ver”, es una ver “comprometido”,
una mirada donde todo el ser está entregado a la acción de ver; lo que ve, lo
ve con mirada analítica; se trata de un ver profundo, que ve más allá y que lo
que ve, no sólo lo percibe, sino que lo experimenta, alcanzando un “discernimiento”.
Hay una palabra
“matemática” derivada del verbo Θεωρέω, es la palabra
“teorema” que significa el resultado de lo que se ve cuando se mira con
esta manera de “ver”; tal es el espesor de esta manera de ver que el teorema
conlleva “veracidad”. Hay otra palabra “científica” que es pariente inmediata
de este mismo verbo griego, se trata de “teoría” que es el instrumento lógico
que fundamenta una lectura interpretativa de la realidad; no es un
conocimiento, sino un puente provisorio, que nos permite acercarnos al
conocimiento.
Avancemos otro punto
con el examen de este verbo: Jesús está sentado en un “lugar privilegiado”, para
ver: “sentado frente al cofre del templo”. Casi vemos en esta situación, la
imagen de Dios Padre “recibiendo” el tributo que se le ofrece. El lugar
desde donde se observa recibe, en griego el nombre de θέατρον, de donde viene nuestra
palabra “teatro”.
Queremos destacar esta
palabra muchísimo, porque en ella late el significado total de la perícopa:
¡Jesús, el Hijo de Dios, está mirando, con una mirada Divina! Y esa es la
enseñanza, lo que Jesús nos está enseñando es a mirar y cómo mirar; aún más,
nos enseña “desde dónde mirar” y “lo que debemos mirar”, además “a quienes
debemos mirar”.
Jesús no nos está
dando un precepto. Jesús no nos está dando un lineamiento moral. Nos está
enseñando a relacionarnos con la realidad. Esta es una gran enseñanza. Muchas
veces experimentamos una especie de orfandad al pensar que Jesús ya ascendió y
gimoteamos reclamando haber vivido su presencia encarnada aquí en la tierra. Pero
aquí está hoy, a nuestro lado, enseñándonos cómo extraer de la vida los datos
necesarios para vivir Jesúsmente.
En la primera parte de
la perícopa Jesús –como lo hemos dicho arriba- descarta definitivamente la vía
farisaica, eso no es lo que el Padre espera de nosotros, definitivamente no es
el robo de los roles protagónicos, ni las ropas alambicadas y rimbombantes lo
que gusta al Corazón de Dios, por el contrario, es la sencillez y la humildad
lo que lo cautiva. Aquellos que quieren lucirse, acaparar miradas lo que
obtendrán será castigo.
Jesús nos deja unos
sucedáneos suyos donde podemos beber la sapiencia, el Rabí ha escogido a los
pobres como los maestros que se podrán sentar en su Cátedra. ¡Es en esa
dirección que tenemos que mirar si honestamente queremos aprender! Con
frecuencia se nos recuerda que en aquella sociedad machista la mujer que
enviudaba quedaba sumida en la condición más deplorable. Viuda era pues
sinónimo de pobre entre los más pobres. Por eso, dos moneditas expresa el nivel
de menesterosidad de aquella pobre mujer; pero hay aún otro aspecto en el hecho
de ser dos monedas, la lógica del avaro acaparador habría dicho: Una para mí y
otra para Dios; en cambio, desde la generosidad y el desprendimiento de esta
Rabina (lo decimos porque es ella la que a través de la historia nos sigue enseñando
y modelando la verdadera Bondad, la que se debe escribir con mayúscula)n no retiene nada para sí.
Entender el mundo y
discernir nuestras rutas de acción no depende de largos rezos, ni de sesudas
oraciones prolongadas para que “cuesten” más. Porque no será la predicación más
larga la que más enseñe, ni la que mejor nos acercará al Señor. Nuestro ojos
deben tender a mirar a las viudas (como también vio Elías a una
viuda que ejerció su ministerio de proveedora del profeta) porque no es
de los tiempos recientes que Dios nos da -a través de las viudas- ejemplo de
entrega, de capacidad de donación; a los niños, a los enfermos, a los ancianos,
a los extranjeros, a todos los marginados por cualquier clase de marginación
como la “lepra”, la “posesión de demonios”, o, cualquier clase de enfermedad,
con mayor veras, a los enfermos terminales; en fin, a todos los anawin”. Ellos
son nuestros nuevos rabinos, en ellos se trasparenta Jesús hoy por hoy. Ellos
nos darán ejemplo, nos traerán las enseñanzas de Jesús, nos dan ocasión de ser
misericordiosos.
El próximo 8 de
Diciembre, es decir dentro de cuatro semanas y 3 días, dará inicio el Año Santo
del Jubileo Extraordinario de la Misericordia que nos ha propuesto el Papa
Francisco. es muy oportuno pues que -partiendo del lema que él nos ha propuesto
para este año: “misericordiosos como el Padre”- miremos hacia estos sucesores
del Divino Maestro y meditemos estas indicaciones que nos da el Romano-Argentino
Pontífice: «¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo hoy! Cuántas
heridas sellan la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha
debilitado y silenciado a causa de la indiferencia de los pueblos ricos. En
este Jubileo la Iglesia será llamada a curar aún más estas heridas, a
aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia y a
curarlas con la solidaridad y la debida atención. No caigamos en la
indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide
descubrir la novedad, en el cinismo que destruye… Que su grito se vuelva el
nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar
campante para esconder la hipocresía y el egoísmo.
Es mi vivo deseo que
el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de
misericordia corporales y espirituales… Redescubramos las obras de
misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al
sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir los enfermos, visitar
a los presos, enterrar a los muertos. Y no olvidemos las obras de misericordia
espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que
no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas,
soportar con paciencia las personas molestas, rogar a Dios por los vivos
y por los difuntos.»[2]
No nos empeñemos en mirar las estrellas y entender
sus avatares, no nos empecinemos en las predicciones meteorológicas ni en el
profetismo esotérico, no releguemos nuestra inteligencia a las cárceles del
cientificismo, por el contrario –como dice una oración- “viéndolos con los
mismos ojos con que Tú los ves”, miremos el rostro de los que arrastran sus
precariedades y que sin embargo, no escatiman ni una de sus monedas para sí, y
todo lo tienen para entregarlo. Y así, dispongámonos a vivir este Jubileo.
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