sábado, 28 de noviembre de 2015

HACIA LA PLENIFICACIÓN DEL CUERPO MÍSTICO DE CRISTO


Jer 33, 14-16; Sal 24, 4bc-5ab. 8-9. 10. 14; 1 Tes 3, 12- 4,2; Lc 21, 25-28. 34-36

…toda la historia humana es una larga espera. Antes de Cristo se esperaba su venida; después de él se espera su retorno glorioso al final de los tiempos. Precisamente por esto el tiempo de Adviento tiene algo muy importante que decirnos para nuestra vida.

Raniero Cantalamessa

A la idea de un “cupo” limitado en el Cielo según algún número “profético” se contrapone la idea antitética de “cupo ilimitado”, según la cual todos entraran. Estas ideas pecan precisamente de “extremismo”, son soluciones ingenuas que rehúyen el análisis y simplifican el atento estudio de la “revelación” que –si bien- no responde a la cuestión más allá de nuestras limitaciones (aspecto mistérico del escatón), tampoco nos deja en la ignorancia impotente, sino que nos entrega las “pautas prácticas de nuestro compromiso existencial”: vivimos para –siendo miembros del Cuerpo Místico- participar de la Construcción de su Reinado, que fue lo que Él nos vino a “anunciar”.


El Domingo anterior hemos celebrado el final del año litúrgico ciclo B, hoy es Año Nuevo litúrgico, iniciamos el ciclo C, con el I Domingo de Adviento. El Domingo anterior tuvo un contexto escatológico, este nuevo Domingo mantiene ese contexto. Al decir de Hans Urs von Balthasar “La Escatología es el signo de los tiempos de la teología contemporánea” Para entender a qué se refiera la escatología, que mira hacia el “Nuevo Universo” donde  se dará plenamente el Reinado de Dios, vamos a remitirnos a los numerales 1043 y 1044 del Catecismo de la Iglesia Católica

1043 La sagrada Escritura llama "cielos nuevos y tierra nueva" a esta renovación misteriosa que trasformará la humanidad y el mundo (2 P 3, 13; cf. Ap 21, 1). Esta será la realización definitiva del designio de Dios de "hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra" (Ef 1, 10).

1044 En este "universo nuevo" (Ap 21, 5), la Jerusalén celestial, Dios tendrá su morada entre los hombres. "Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado" (Ap 21, 4; cf. 21, 27).

Para decirlo en forma sintética, tomemos el numeral 1042: Al fin de los tiempos el Reino de Dios llegará a su plenitud. Después del Juicio final, los justos reinarán para siempre con Cristo, glorificados en cuerpo y alma, y el mismo universo será renovado. Esto nos da una referencia básica. La otra parte de la referencia está en el propio Credo: ¡El eje del Credo es lo escatólogico!

La idea de cupo limitado habría que analizarla desde la perspectiva del “fracaso”. ¿Es Dios un fracasado que nos creó para el fracaso de nuestra perdición? ¿Nos predestinó al fracaso? O, -y en ese caso no sólo sería fracaso sino además injusticia- creó “algunos” cuyo fin, estaba escrito, era la condenación eterna.


De otra parte, ¡no se puede reducir o soslayar la importancia de nuestro propio albedrío, de nuestra capacidad de decisión! Somos nosotros quienes tenemos la prerrogativa de “elegir” entre estar con Dios y seguir y acoger su propuesta o –poniéndonos de espaldas a ella- rechazarla y aceptar la opción que nos ofrece el Malo con su sutil coquetería.

Pero, y aquí viene el elemento de la infinita Misericordia, según la cual, aún los más pertinaces tendrían siempre la Gracia de su parte, y así, cuando tercamente se empecinan en caminar hacia la oscuridad, la Gracia –de manera prodigiosa y providencial- arrojaría su destello victorioso para rescatarlos. Si miramos los referentes bíblicos, encontramos que, Jesús siempre encontró un “recurso” salvífico y nunca firmó decreto de perdición. ¡Así la escatología católica opta por la Benevolencia Divina!

No ocultamos que habrá contumaces que porfían y quizás su cerrazón se oponga hasta sobreponerse a la Gracia, porque Dios nos auxilia pero no nos obliga. Nos creó libres, nos quiere libres, nos ama libres y no  nos niega la libertad tampoco para que decidamos por la perdición.

Jeremías nos da un primer elemento: Nos ratifica que las promesas del Señor se cumplirán. En este caso ¿cuál es la promesa? Ni nada más ni nada menos que Uno de la estirpe davídica. ¿Cuál es el ADN de este linaje? También nos contesta Jeremías, hará justicia y derecho en la tierra; misericordia y lealtad, dice el Salmo. Esta profecía es clave para contestar a quienes destierran el proyecto justiciero de Jesús a los solos Cielos. No, no sólo su Voluntad debe cumplirse en el Cielo, así como en los Cielos ha de ser obedecida también en la tierra.

Esta parte de la profecía está reforzada en la 1ª de San Pablo a los Tesalonicenses: “Por Cristo Jesús les rogamos y exhortamos: han aprendido de nosotros cómo proceder para agradar a Dios; pues procedan así y sigan adelante? Pero, para qué nos da este consejo San Pablo, ¿para que lleguemos al Cielo? Sí, también, pero San Pablo está pensando –cuando da esta recomendación- en otra cosa, en la παρουσίᾳ “Parusía”.


En efecto, San Pablo nos conmina a la virtud, a la vida en justicia y santidad, -mejor todavía, digámoslo como él mismo lo dice: “amor mutuo y amor a todos” ¿cómo? ¿Dónde? ¿Cuándo? “Para que cuando Jesús nuestro Señor, regrese acompañado de todos sus santos, se presenten santos e irreprensibles ante Dios nuestro Padre”. San Lucas usa otras palabras bien diversas para exhortarnos a la santidad y la justicia, vamos a ponerlas en forma de enumeración para que seamos bien conscientes del derrotero que nos traza el tercer evangelista desde la perícopa que leemos en este Primer Domingo de Adviento:
a)    “levántense, alcen la cabeza: se acerca su liberación.
b)    Tengan cuidado: no se les embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida…
c)    Estén siempre despiertos,
d)    Pidiendo fuerzas para escapar de todo lo que ha de venir y
e)    Manténganse en pie ante el Hijo del Hombre.”

Así como los judíos se sentían esclavizados cuando estaban siendo sometidos a explotación en Egipto, así también nosotros experimentamos las pesadas cadenas de la esclavitud de la maldad y el pecado, en este mundo y en esta sociedad donde el Malo echa ventaja y se le ha concedido un cuarto de hora para que haga de las suyas, pero es ahí, en esa hora, cuando se debe perseverar: ¡y quien persevere se salvará!

Cristo envía a sus discípulos al mundo entero como corderos en medios de lobos. Los lobos son los sirvientes de la Bestia, juegan a probarnos, a tentarnos, a acorralarnos, a torturarnos. Tiene a su haber todo un arsenal de máquinas de dolor y muerte, muchas de sus maquinarias y de sus maquinaciones son armamentos sicológicos. Nosotros, pese a los signos de los tiempos, ¡de los signos en el sol y en la luna y las estrellas, y en la tierra la angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje; a nosotros lo que nos corresponde es Mantenernos en pie ante el Hijo del Hombre! Ni desfallecer, ni llenarnos de pánico, sino firmes, mantenernos de pie y confiar en Él, en Jesucristo, nuestro Señor.


sábado, 21 de noviembre de 2015

RECONDUCIR TODO A SU CREADOR


Dn 7,13-14; Sal 92,1ab.1c-2.5; Ap 1,5-8; Jn 18,33b-37

Se está a la expectativa de una epifanía del hombre, de una “antropofanía”. La historia no es más –como para los griegos- una “anámnesis”, un recuerdo. Es más bien una proyección hacia el futuro. El mundo contemporáneo es un mundo de posibilidades latentes, de expectativas.
Gustavo Gutiérrez

Tekiá – el sonido directo y largo del shofar – es el sonido de la coronación del Rey.




El “apocaliptismo” barato habla del fin del mundo como la gran noticia para mañana, lo comentábamos la semana anterior, metiéndonos miedo, anunciando dolores y padecimientos sin término, sus cabecillas sólo ven oscuridad, terror y muerte. ¡Ese “apocaliptismo” tiene su lado sádico! Miren la cara de cualquiera de sus “funcionarios” cuando están en acción: sin duda uno de sus objetivos más preciados es –no sólo asustarnos- sino sumirnos en profunda desazón, que –y eso lo acarician con vehemencia- nos lleva a la impotencia y al derrotismo.

Esas ganas de poder predecir algo que les permita “profetizar” en el sentido de poder ser “periodistas” del futuro tiene su atractivo, y lo más dañoso es que vende, y todo lo que vende es veta de la cual se adueñan los “empresarios” que no tienen ninguna ética. Así proliferan en la cinematografía las producciones emparentadas con esta línea. Con tintes de “futurología” y no pocas veces emparentando con la “ciencia ficción” nos venden sus “pesadillas”. Insistimos que su bien caro objetivo es el quietismo que puedan infundir.

Y ¿por qué retornamos –una vez más- sobre esta idea? Porque no pocas veces en esta rama se posan aves de mal agüero que se consideran “sacerdotes” o “sacerdotisas” de la fe y entran a “evangelizar” con esta clase de “anuncio” desalentador. Se disfrazan de catequistas y se ponen prendas camufladas para pasar por portadores del “anuncio”. En vez de ευαγγελίου  “Buena Noticia” es cacangelio Τα κακά νέα o sea, la mala noticia, la que sirve al Malo.
 
La verdadera fe es un anuncio de optimismo, (decíamos en otra parte que no es el optimismo por el optimismo, que no es ni optimismo pueril, ni optimismo fácil, no ignora la realidad, ni las dificultades que entraña; recordemos que Jesús –en la oración sacerdotal- ora por nosotros, οὐκ ἐρωτῶ ἵνα ἄρῃς αὐτοὺς ἐκ τοῦ κόσμου, ἀλλ’ ἵνα τηρήσῃς αὐτοὺς ἐκ τοῦ πονηροῦ. no para que nos saque del mundo sino para que nos preserve del Malo (Jn 17, 15); (obsérvese que la palabra griega para designar al Malo significa algo así como “el jinete del dolor” porque lo que brinda su maldad es sufrimiento y pena y lo que él promueve son nuestras miserias, tribulaciones y la muerte). La fe trabaja por el futuro, promueve un mañana donde se haga la voluntad del Padre y haga que aquí en la tierra se cumpla con la exacta fidelidad con que se cumple en el Cielo, donde lo que Dios quiere es lo que exactamente es.

 
Para que así sea, se nos da ¡una ruta y se nos propone un “Modelo”! Tenemos ciertas “realidades” modélicas. “Padre” el Padre ideal, es una propuesta modélica de la relación protectiva y solícita del ser con su prole, con sus criaturas. Otra realidad modélica es la de La Santísima Virgen, que modela la feminidad. Los hermanos, entre sí, modelan la relación entre los seres de un mismo género o sea la fraternidad, así como la conyugalidad modela la relación entre seres de distinto género. El pastor modela la actitud del cuidado y los Santos modelan que es posible vivir –con generosidad y heroicamente- lo que Dios nos ha propuesto, ¡que la Ley de Dios no es una utopía!
 
El rey modela la perfección del gobierno. Si es rey debería ser modelo de autoridad debería inspirar a los demás, ser ejemplo de “rectitud” y “justicia” estos son los componentes de su soberanía, el rey no es rey porque sí, lo es en tanto y en cuanto sea paradigma de rectitud y justicia, el Rey representa la verdad, los valores rectos, el rey modela la preocupación por cada uno de sus súbditos; esto se puede perder de vista, y en efecto, si miramos la historia, vemos que así sucedió, se olvidó que el rey era producto de una necesidad social, que respondía a una necesidad histórica y que era la “personificación” de un servicio, y se pasó a fetichizar su valor social, desplazando el significado hacía sus significantes: la fuerza (expresada en las huestes militares a su disposición), el poder –entre otras cosas poder sobre la vida y la muerte de los ciudadanos- (recordemos que los judíos reconocen que han enajenado su autoridad para imponer penas de muerte en favor del César, puesto que se habían convertido en colonia del Imperio Romano cfr. Jn 18, 31d), la riqueza y el ornato en el vestir y en el comer. 
 
Por otra parte, la autoridad supone una subordinación, alguien que manda entraña alguien que obedece: es curioso y a la vez interesante que al comprender la soberanía real nos encontramos con el “individuo” que es a la vez soberano y súbdito. Esto nos lleva a una especie de sin-sentido, a menos que entendamos que en la persona individual está la capacidad de enajenar su autoridad para delegarla en aquel que la personificará. Esa es la in-vestidura, la transferencia de la autoridad personal así como el compromiso de acatamiento que esta transferencia supone. Delegamos la autoridad y asumimos la obediencia. 
 
Delegar lleva, de manera inherente, una comprensión estricta y exacta de la delegación, no es un abandono, no es dejación, no es descuido e indiferencia, el “mandatario” debe responder a sus “delegatarios” y los delegatarios  deben supervisar celosamente  al mandatario; la delegación entraña una dialéctica de responsabilidad. Esta dinámica parece no corresponderse a la imagen que tenemos de la monarquía, pero es precisamente porque la imagen del rey se desgastó y llegó a semejante nivel de deslucimiento que quedó pervertida. La delegación es significada, por ejemplo en la coronación de los reyes Británicos por la Colobium sindonis, prenda que simboliza la transferencia de poder del pueblo hacia el soberano; es la primera prenda con la que el soberano es investido en la ceremonia, de tela blanca, de lino fino, bordada de encaje, abierta por los lados, sin mangas y escotada en el cuello. Otra prenda muy significativa es la Anointing gown que se usa precisamente mientras transcurre la unción. Aquí, lo importante es que la investidura y la soberanía se urden con la unción, la unción es la expresión de la elección divina, la unción es consagración: de paso queremos hacer notar que el color asociado a la consagración real es el purpura que simboliza sabiduría, prudencia, nobleza y dignidad. 
 
Cristo es Cuerpo Místico, somos todos en potencia; pero Él es, además el modelo, hacía Él tendemos. Por Jesucristo fueron creadas todas las cosas ὅτι ἐν αὐτῷ ἐκτίσθη τὰ πάντα ἐν τοῖς οὐρανοῖς καὶ ἐπὶ τῆς γῆς, τὰ ὁρατὰ καὶ τὰ ἀόρατα, εἴτε θρόνοι εἴτε κυριότητες εἴτε ἀρχαὶ εἴτε ἐξουσίαι· τὰ πάντα δι’ αὐτοῦ καὶ εἰς αὐτὸν ἔκτισται·, a Él han sido entregadas, en El fueron creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de Él y para Él, leemos en Col 1, 16; es en ese sentido que Jesucristo es el Alfa. En ese sentido leemos este Domingo del Reinado de Jesucristo, en la Segunda Lectura, “Yo soy el Alfa y el Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que ha de venir, el Todopoderoso” (Ap 1,8).
 
Omega, en cuanto es el compendio de todo Modelo, todos los valores y todas las virtudes humanas en Él han alcanzado su cúspide, su perfección. «Así agregamos un argumento más para rechazar todo dominio despótico e irresponsable del ser humano sobre las demás criaturas. El fin último de las demás criaturas no somos nosotros. Pero todas avanzan, junto con nosotros, hacía el término común, que es Dios, en una plenitud trascendente donde Cristo resucitado abraza e ilumina todo»[Papa Francisco. LAUDATO SI. #83].  Hacía Él tendemos, Él es la orientación de hacia dónde nuestro destino, Él es nuestro Fin. Por eso es Rey, y hoy, el Domingo de su reinado lo entronizamos en nuestro corazón y confesamos su realeza en nuestro ser, en nuestra vida. Él es el rey de nuestro corazón, de nuestra voluntad, de nuestra conciencia. A Él nos entregamos y a Él nos confiamos enteramente.
 
La manera como Él nos retro-alimenta la soberanía es haciendo de nosotros un reino de sacerdotes para su Dios y Padre (Ap 1, 5). No quiere acaparar la soberanía, la soberanía le pertenece, pero la comparte con nosotros incorporándonos a su ser, o sea –como bien lo significa la palabra- haciéndonos parte de su Cuerpo, miembros de su Ser de la misma manera que nos comparte la condición filial del Padre Celestial por el poder redentor de su Preciosísima Sangre. A Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. ¡Amén!”(Ap 1, 5c)
 
 


sábado, 14 de noviembre de 2015

ESCATOLOGÍA, PARA QUÉ Y HACÍA DÓNDE


Dan 12,1-3; Sal C-11); Heb 10, 11-14,18; Mc 13, 24-32

El Señor es mi heredad y mi copa; mi suerte está en Su Mano”
Salmo Sal 16(15), 5

Cristo borra definitivamente el verbo en pasado, para convertirse en la inaudita novedad del presente y del futuro.
Enrico Masseroni

La primera noticia que tenemos de Abrahán es que era hijo de Térah que –junto con su clan- había salido hacía Ur de los caldeos y al pasar por la ciudad de Harán, se instaló allí. Luego, “Un día el Señor le dijo a Abram: ‘Deja tu tierra, tus parientes, y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te voy a mostrar. Con tus descendientes voy a formar una gran nación; voy a bendecirte y hacerte famoso, y serás una bendición para otros. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; por medio de ti bendeciré a todas las familias del mundo’ Abram salió de Harán tal como el Señor se lo había ordenado.”(Gn 12, 1-4a) La manera como se introduce la acción de Dios en la vida de Abraham es esta, la encontramos plasmada así en la Sagrada Escritura. Dios se manifiesta y simplemente ordena. La palabra clave, con la que Dios empieza su actuar es una palabra de desarraigo, de ruptura, de riesgo, de “quiebre” existencial: לֶךְ־לְךָ֛ un hasta aquí-y desde ahora. «El Dios de Abrahán se presenta como alguien que tiene autoridad para ordenar: “Deja… anda…, ve…”. Y al mismo tiempo tiene poder para prometer: “Haré de ti…, bendeciré…, engrandeceré…, te daré…”. Es un Dios que pide y promete. Dios que llama a cada uno por su nombre, pide despojo de las cosas, envía a cumplir una misión, muestra el camino y da fuerzas para recorrerlo.»[1]

Pero la ruta de Abrahán no es un sendero de delicias y seguridades, antes bien, «Aunque tuvo que abandonarlo todo, aunque vivió como extranjero en la tierra prometida, aunque tuvo que ir por hambre a Egipto con el riesgo de perder a su esposa (Gen 12, 10) aunque tuvo que separarse de su sobrino Lot y quedarse en soledad, aunque la promesa tardaba en cumplirse, aunque llagara a matar al depositario de las promesas, Abrahán confía siempre en la palabra divina, admite lo incomprensible y se siente seguro ante el futuro.»[2]

Si leemos la página de Abrahán en paralelo con la ruta de Moisés encontramos esa experiencia de obediencia-vagabundeo intensificada, se trata de 40 años de deambular, de ir tras la incertidumbre con la aspereza y la aflicción del pueblo que –apesadumbrado- recordaba las cebollas, los pepinos, los ajos y los melones que comía en Egipto; es decir la nostalgia de la “esclavitud” que no vislumbra los valores superiores que se alcanzan en la “libertad”, es una forma de “practicismo” que prefiere pan duro en la prisión a un manjar imponderable que aún no ha saboreado, una forma de enfrentar la vida que antepone –como lo ha condensado el decir popular- “pájaro en mano vale más que ciento volando”.


Estos senderos se pudieron recorrer con el sostén y soporte que la fe les brindaba. Pero la fe es don, es gracia. «Creer no es soñar el cielo con imágenes humanas, es sumergirse en una tiniebla que oculta la luz de Dios en lo más profundo de su oscuridad.»[3] La fe es un regalo divino que nosotros estamos convocados a fortalecer, a nutrir, a cultivar. Su “suplemento alimenticio” está –de forma muy especial- en la Sagrada Escritura, en el Sagrario, en la Comunión asidua, y en nuestros hermanos, en nuestros prójimos –preferencialmente, como tanto hemos insistido- en los marginados, en los pobres, en los que sufren. «… cualquiera que tenga aunque sea una mínima experiencia de evangelización se da cuenta de ello- los más disponibles al encuentro con el Señor son los necesitados, los pobres, los que de verdad esperan una salvación, una liberación que los otros ni siquiera desean porque, tal vez, creen que ya están liberados, que ya están salvados.»[4]

No podemos desistir y cansarnos de repetir que la fe no consiste en ir a misa, o bolear camándula, o simplemente peregrinar por los santuarios, o apadrinar para los sacramentos de la iniciación cristiana, o acompañar a los dolientes que nos convocan para las exequias o para las misas que se ofrecen por el eterno descanso de los fieles difuntos. La fe se nutre día a día, minuto a minuto, meditando y orando la Biblia; ejercitándola en la caridad cristiana, como nos dice el Papa Francisco en Misericordiae Vultus, retornando a la práctica de las obras de misericordia corporales así como espirituales.

No ha dejado de ser atractivo el cliché de las profecías que anuncias a término fijo, la venida del Hijo del hombre; además atractivo por su apariencia pintoresca. Muchos milenaristas andaban –calle arriba y calle abajo- con sus zapatitos nuevos, anunciando el “fin del mundo” para el 2000. Otros, muy confiados se pegaban al calendario maya, para tener “el dato”; «… todo el tiempo y siempre en la historia hemos conocido a los anunciadores de cataclismos. Cada cierto tiempo surge otro anunciador del “fin”. Gozan adornando, con toques de ciencia ficción catastrófica, los negros días que sobrevendrán. Y lo peor de esta actividad es que nos condena a la pasividad, nos reduce a la impotencia. ¿Qué se puede hacer frente a la horrenda destrucción de “rayos y centellas” que los adivinos de las tinieblas propagan. ¡Pues nada! Sentarnos a tenernos la cabeza a dos manos y lloriquear.»[5] O, aún mejor, meternos debajo de la cama a temblar y rechinar los dientes. Seguramente, esos se sentirá muy orondos de contarse entre los elegidos  a quienes el dato fue –como su nombre lo indica- entregado (de datum “dado”, el participio pasivo del verbo latino “dare”). Se cuentan por miles los esotéricos que “descubren” algún profeta que les da la pista precisa de dónde extractar el datum. Hoy la enseñanza de Jesús en el evangelio nos pone de presente que esa clase de informaciones son conocimiento exclusivo del Padre; y, ni siquiera, su Mismísimo-Hijo, por participar de la naturaleza encarnada propia de los seres humanos- puede acceder a ella.


¿Es, acaso, Dios-Padre un ser envidiosos que se reserva y nos oculta tan vital información? ¿Y dónde queda nuestro derecho a “ser informados”? Rotundamente ¡No! Vemos a través de toda la historia de Salvación que Dios no esconde ni restringe –antes por el contrario- se entrega generoso, se abre disponible, se dona abundante. Si hemos de evocar la historia de Moisés, tenemos que ver en el principio de su revelación que no le oculta ni siquiera su Propio Nombre: «Cuando Moisés le pregunta a Dios ¿cuál es tu nombre?, Dios responde “Yo soy el que existo” (3, 14)… No se trata aquí de categorías propias de la metafísica occidental. Ser, para un semita, es acción; nunca una realidad estática. Significa estar ahí, estar-con. ‘Estoy acá como el Dios que quiere ayudarte y establecer contigo una alianza’. Yavé es el único de quien se puede afirmar con toda verdad que es lo que hace y hace lo que es.»[6] Pero nos dijo por Boca de su Hijo lo que el mismo Abrahán le respondió al rico epulón, lo que puede hacer el hombre que no sabe aprovechar ciertos “saberes”: Hay conocimientos que “Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, tampoco se convencerán aunque uno de los muertos resucite".

Muchos están afanados, y con ceño adusto nos recriminan que ya van corridos –algo así como 1978 años. Ayer mismo, hemos asistido, por vía noticiosa al atentado terrorista en seis puntos de Paris, que la ¿yihad (IE)? se reivindicó. Es en este contexto que hoy por hoy tanteamos las ramas de la higuera. ¿Están tiernas las ramas? ¿Le están brotando yemas? «Es hora de darle una re-lectura a la historia y ver lo que se está derrumbando, lo que se está desmoronando; cómo, lo que se tenía por inamovible, se ha venido a pique; y, en cambio, aquí y acullá, brotan espiguitas esperanzadoras; hay Luz en el fondo del túnel, es la Luz de Cristo que como un Faro  resplandece al final del camino, allá en el fondo.»[7] «La esperanza cristiana no es ingenuidad, optimismo beato o falsa idea de la providencia. El Señor no arreglará el mundo en lugar nuestro, no es a Él a quien corresponde dar  trabajo a los parados o convocar conferencias internacionales para construir una difícil paz. Pero la esperanza cristiana reposa sobre la fidelidad del Padre y por eso es “teologal”.»[8] «Si, según evoluciona la higuera, somos capaces de vaticinar la llegada del verano; también el derrumbe de los gobiernos in-justos nos permite vislumbrar –no el cuándo- que es potestativo del Padre saberlo Él-Sólo; sino, entender que las tiranías explotadoras no duran por siempre, que inevitablemente les llega la hora, más temprano que tarde. Detrás de todo esto, podemos presentir al Aguardado, al Vaticinado, al que hemos esperado generación tras generación. Y exclamar: “Marana- tha”(¡Ven Señor Jesús!).»[9] No son esperanzas fáciles, ni un optimismo barato; no son predicciones de fanático milenarista. Sacudidos de toda charlatanería, en esas coordenadas nos ubicamos ahora, en el penúltimo Domingo Ordinario del ciclo (B), justo antes del Domingo Último: Jesucristo Rey del Universo; y, ad-portas del Adviento (ciclo C), tiempo privilegiado para pronunciar con todas las fuerzas de nuestra fe ese ¡Marana- tha!



[1] Caravias, José L. s.j. DE ABRAHÁN A JESÚS LA EXPERIENCIA PROGRESIVA DE DIOS EN LOS PERSONAJES BÍBLICOS. Ed. “Tierra Nueva”-Centro Bíblico Verbo Divino Quito-Ecuador 2001 p. 16
[2] Ibid
[3] Ferlay, Philippe. COMPENDIO DE LA FE CATÓLICA EL CAMINO DE LOS CRISTIANOS. Ed. EDICEP. España 1989 p. 271
[4] Bianchi, Enzo. LAS PARADOJAS DE LA CRUZ. Ed. San Pablo Bogotá D.C. Colombia. 2001. p. 91
[5] rianchab.blogspot. com.co/2012/11/escatologia-motor-de-una-historia.html
[6] Caravias, José L. s.j. Op. Cit. pp. 25-26
[7] rianchab.blogspot. com.co Loc. Cit. 18 de noviembre de 2012.
[8] Ferlay, Philippe. Op. Cit. p. 293
[9] rianchab.blogspot. com.co Loc. Cit. 

sábado, 7 de noviembre de 2015

APRENDER A VER CON OJOS MISERICORDIOSOS


R 17,10-16; Sal 145, 7. 8-9a. 9bc- 10; Hb 9,24-28; Mc 12,38-44.

… dondequiera  que haya cristianos, cualquiera debería poder encontrar un oasis de misericordia.
Misericordiae Vultus
Papa Francisco

Tratemos de contextualizar el Evangelio que leemos en este XXXII Domingo Ordinario del ciclo B. A partir del capítulo 11, y hasta el capítulo 13,  estamos con Jesús que ejerce su ministerio en Jerusalén y –por cinco veces consecutivas- contiende con escribas y fariseos. Podríamos decir que en la primera parte de esta perícopa, Mc 12, 38-40 desahucia el fariseísmo. Resumimos el contexto así: «Jesús maldice la higuera estéril, es decir, al templo de Jerusalén (Mc 11, 12-14), expulsa a los mercaderes que han hecho del Templo una cueva de ladrones (Mc 11, 15-19), discute con los que manejan el poder religioso (Mc 11, 27-33), critica la falsedad de los maestros de la ley (Mc 12, 35-40), dice que la ofrenda de la viuda es más generosa que la de los falsos bienhechores (Mc 12, 41-44).»[1]

En el verso 41 leemos ἐθεώρει se trata del verbo Θεωρέω. Nos dice exactamente que, “Jesús estaba sentado frente al cofre del templo, -aquí viene el verbo-  observaba como la gente echaba monedas en el arca. Muchos ricos echaban mucho.” Lo hemos traducido como “observaba”, es el verbo “ver” en la tercera persona del Imperfecto Indicativo activo. Es el verbo ver, pero se refiere a una forma especial de “ver”, es una ver “comprometido”, una mirada donde todo el ser está entregado a la acción de ver; lo que ve, lo ve con mirada analítica; se trata de un ver profundo, que ve más allá y que lo que ve, no sólo lo percibe, sino que lo experimenta, alcanzando un “discernimiento”.

Hay una palabra “matemática” derivada del verbo Θεωρέω, es la palabra “teorema” que significa el resultado de lo que se ve cuando se mira con esta manera de “ver”; tal es el espesor de esta manera de ver que el teorema conlleva “veracidad”. Hay otra palabra “científica” que es pariente inmediata de este mismo verbo griego, se trata de “teoría” que es el instrumento lógico que fundamenta una lectura interpretativa de la realidad; no es un conocimiento, sino un puente provisorio, que nos permite acercarnos al conocimiento.

Avancemos otro punto con el examen de este verbo: Jesús está sentado en un “lugar privilegiado”, para ver: “sentado frente al cofre del templo”. Casi vemos en esta situación, la imagen de Dios Padre “recibiendo” el tributo que se le ofrece. El lugar desde donde se observa recibe, en griego el nombre de θέατρον, de donde viene nuestra palabra “teatro”.

Queremos destacar esta palabra muchísimo, porque en ella late el significado total de la perícopa: ¡Jesús, el Hijo de Dios, está mirando, con una mirada Divina! Y esa es la enseñanza, lo que Jesús nos está enseñando es a mirar y cómo mirar; aún más, nos enseña “desde dónde mirar” y “lo que debemos mirar”, además “a quienes debemos mirar”.

Jesús no nos está dando un precepto. Jesús no nos está dando un lineamiento moral. Nos está enseñando a relacionarnos con la realidad. Esta es una gran enseñanza. Muchas veces experimentamos una especie de orfandad al pensar que Jesús ya ascendió y gimoteamos reclamando haber vivido su presencia encarnada aquí en la tierra. Pero aquí está hoy, a nuestro lado, enseñándonos cómo extraer de la vida los datos necesarios para vivir Jesúsmente.

En la primera parte de la perícopa Jesús –como lo hemos dicho arriba- descarta definitivamente la vía farisaica, eso no es lo que el Padre espera de nosotros, definitivamente no es el robo de los roles protagónicos, ni las ropas alambicadas y rimbombantes lo que gusta al Corazón de Dios, por el contrario, es la sencillez y la humildad lo que lo cautiva. Aquellos que quieren lucirse, acaparar miradas lo que obtendrán será castigo.


Jesús nos deja unos sucedáneos suyos donde podemos beber la sapiencia, el Rabí ha escogido a los pobres como los maestros que se podrán sentar en su Cátedra. ¡Es en esa dirección que tenemos que mirar si honestamente queremos aprender! Con frecuencia se nos recuerda que en aquella sociedad machista la mujer que enviudaba quedaba sumida en la condición más deplorable. Viuda era pues sinónimo de pobre entre los más pobres. Por eso, dos moneditas expresa el nivel de menesterosidad de aquella pobre mujer; pero hay aún otro aspecto en el hecho de ser dos monedas, la lógica del avaro acaparador habría dicho: Una para mí y otra para Dios; en cambio, desde la generosidad y el desprendimiento de esta Rabina (lo decimos porque es ella la que a través de la historia nos sigue enseñando y modelando la verdadera Bondad, la que se debe escribir con mayúscula)n no retiene nada para sí.

Entender el mundo y discernir nuestras rutas de acción no depende de largos rezos, ni de sesudas oraciones prolongadas para que “cuesten” más. Porque no será la predicación más larga la que más enseñe, ni la que mejor nos acercará al Señor. Nuestro ojos deben tender a mirar a las viudas (como también vio Elías a una viuda que ejerció su ministerio de proveedora del profeta) porque no es de los tiempos recientes que Dios nos da -a través de las viudas- ejemplo de entrega, de capacidad de donación; a los niños, a los enfermos, a los ancianos, a los extranjeros, a todos los marginados por cualquier clase de marginación como la “lepra”, la “posesión de demonios”, o, cualquier clase de enfermedad, con mayor veras, a los enfermos terminales; en fin, a todos los anawin”. Ellos son nuestros nuevos rabinos, en ellos se trasparenta Jesús hoy por hoy. Ellos nos darán ejemplo, nos traerán las enseñanzas de Jesús, nos dan ocasión de ser misericordiosos.


El próximo 8 de Diciembre, es decir dentro de cuatro semanas y 3 días, dará inicio el Año Santo del Jubileo Extraordinario de la Misericordia que nos ha propuesto el Papa Francisco. es muy oportuno pues que -partiendo del lema que él nos ha propuesto para este año: “misericordiosos como el Padre”- miremos hacia estos sucesores del Divino Maestro y meditemos estas indicaciones que nos da el Romano-Argentino Pontífice: «¡Cuántas situaciones de precariedad  y sufrimiento existen en el mundo hoy! Cuántas heridas sellan la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de la indiferencia de los pueblos ricos. En este Jubileo la Iglesia será llamada a curar aún más estas heridas, a aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia y a curarlas con la solidaridad y la debida atención. No caigamos en la indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo que destruye… Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo.

Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espiritualesRedescubramos las obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos. Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las personas molestas, rogar a  Dios por los vivos y por los difuntos.»[2]
 
No nos empeñemos en mirar las estrellas y entender sus avatares, no nos empecinemos en las predicciones meteorológicas ni en el profetismo esotérico, no releguemos nuestra inteligencia a las cárceles del cientificismo, por el contrario –como dice una oración- “viéndolos con los mismos ojos con que Tú los ves”, miremos el rostro de los que arrastran sus precariedades y que sin embargo, no escatiman ni una de sus monedas para sí, y todo lo tienen para entregarlo. Y así, dispongámonos a vivir este Jubileo.





[1] PARA LEER EL NUEVO TESTAMENTO. LOS EVANGELIO DE MARCOS Y MATEO. Fundación Editores Verbo Divino  Bogotá D.C. – Colombia. p. 18
[2] Papa Francisco MISERICORDIAE VULTUS  BULA DE CONVOCACIÓN DEL JUBILEO EXTRAORDINARIO DE LA MISERICORDIA. 11 de abril de 2015 Roma #15