Jer 33, 14-16; Sal 24,
4bc-5ab. 8-9. 10. 14; 1 Tes 3, 12- 4,2; Lc 21, 25-28. 34-36
…toda la historia humana es una larga espera. Antes de Cristo
se esperaba su venida; después de él se espera su retorno glorioso al final de
los tiempos. Precisamente por esto el tiempo de Adviento tiene algo muy
importante que decirnos para nuestra vida.
Raniero Cantalamessa
A
la idea de un “cupo” limitado en el Cielo según algún número “profético” se
contrapone la idea antitética de “cupo ilimitado”, según la cual todos
entraran. Estas ideas pecan precisamente de “extremismo”, son soluciones
ingenuas que rehúyen el análisis y simplifican el atento estudio de la
“revelación” que –si bien- no responde a la cuestión más allá de nuestras
limitaciones (aspecto mistérico del escatón), tampoco nos deja en la
ignorancia impotente, sino que nos entrega las “pautas prácticas de nuestro
compromiso existencial”: vivimos para –siendo miembros del Cuerpo Místico-
participar de la Construcción de su Reinado, que fue lo que Él nos vino a
“anunciar”.
El
Domingo anterior hemos celebrado el final del año litúrgico ciclo B, hoy es Año
Nuevo litúrgico, iniciamos el ciclo C, con el I Domingo de Adviento. El Domingo
anterior tuvo un contexto escatológico, este nuevo Domingo mantiene ese
contexto. Al decir de Hans Urs von Balthasar “La Escatología es el signo de los
tiempos de la teología contemporánea” Para entender a qué se refiera la
escatología, que mira hacia el “Nuevo Universo” donde se dará plenamente el Reinado de Dios, vamos a
remitirnos a los numerales 1043 y 1044 del Catecismo de la Iglesia Católica
1043
La sagrada Escritura llama "cielos nuevos y tierra nueva" a esta
renovación misteriosa que trasformará la humanidad y el mundo (2 P 3, 13; cf.
Ap 21, 1). Esta será la realización definitiva del designio de Dios de
"hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo
que está en la tierra" (Ef 1, 10).
1044
En este "universo nuevo" (Ap 21, 5), la Jerusalén celestial, Dios
tendrá su morada entre los hombres. "Y enjugará toda lágrima de sus ojos,
y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo
viejo ha pasado" (Ap 21, 4; cf. 21, 27).
Para
decirlo en forma sintética, tomemos el numeral 1042: Al fin de los tiempos el
Reino de Dios llegará a su plenitud. Después del Juicio final, los justos
reinarán para siempre con Cristo, glorificados en cuerpo y alma, y el mismo
universo será renovado. Esto nos da una referencia básica. La otra parte de la
referencia está en el propio Credo: ¡El eje del Credo es lo escatólogico!
La
idea de cupo limitado habría que analizarla desde la perspectiva del “fracaso”.
¿Es Dios un fracasado que nos creó para el fracaso de nuestra perdición? ¿Nos
predestinó al fracaso? O, -y en ese caso no sólo sería fracaso sino además
injusticia- creó “algunos” cuyo fin, estaba escrito, era la condenación eterna.
De
otra parte, ¡no se puede reducir o soslayar la importancia de nuestro propio
albedrío, de nuestra capacidad de decisión! Somos nosotros quienes tenemos la
prerrogativa de “elegir” entre estar con Dios y seguir y acoger su propuesta o –poniéndonos
de espaldas a ella- rechazarla y aceptar la opción que nos ofrece el Malo con
su sutil coquetería.
Pero,
y aquí viene el elemento de la infinita Misericordia, según la cual, aún los
más pertinaces tendrían siempre la Gracia de su parte, y así, cuando tercamente
se empecinan en caminar hacia la oscuridad, la Gracia –de manera prodigiosa y
providencial- arrojaría su destello victorioso para rescatarlos. Si miramos los
referentes bíblicos, encontramos que, Jesús siempre encontró un “recurso”
salvífico y nunca firmó decreto de perdición. ¡Así la escatología católica opta
por la Benevolencia Divina!
No
ocultamos que habrá contumaces que porfían y quizás su cerrazón se oponga hasta
sobreponerse a la Gracia, porque Dios nos auxilia pero no nos obliga. Nos creó
libres, nos quiere libres, nos ama libres y no
nos niega la libertad tampoco para que decidamos por la perdición.
Jeremías
nos da un primer elemento: Nos ratifica que las promesas del Señor se
cumplirán. En este caso ¿cuál es la promesa? Ni nada más ni nada menos que Uno
de la estirpe davídica. ¿Cuál es el ADN de este linaje? También nos contesta
Jeremías, hará justicia y derecho en la tierra; misericordia y lealtad, dice el
Salmo. Esta profecía es clave para contestar a quienes destierran el proyecto
justiciero de Jesús a los solos Cielos. No, no sólo su Voluntad debe cumplirse
en el Cielo, así como en los Cielos ha de ser obedecida también en la tierra.
Esta
parte de la profecía está reforzada en la 1ª de San Pablo a los Tesalonicenses:
“Por Cristo Jesús les rogamos y exhortamos: han aprendido de nosotros cómo
proceder para agradar a Dios; pues procedan así y sigan adelante? Pero, para
qué nos da este consejo San Pablo, ¿para que lleguemos al Cielo? Sí, también, pero
San Pablo está pensando –cuando da esta recomendación- en otra cosa, en la παρουσίᾳ “Parusía”.
En
efecto, San Pablo nos conmina a la virtud, a la vida en justicia y santidad,
-mejor todavía, digámoslo como él mismo lo dice: “amor mutuo y amor a todos”
¿cómo? ¿Dónde? ¿Cuándo? “Para que cuando Jesús nuestro Señor, regrese acompañado
de todos sus santos, se presenten santos e irreprensibles ante Dios nuestro
Padre”. San Lucas usa otras palabras bien diversas para exhortarnos a la
santidad y la justicia, vamos a ponerlas en forma de enumeración para que
seamos bien conscientes del derrotero que nos traza el tercer evangelista desde
la perícopa que leemos en este Primer Domingo de Adviento:
a) “levántense,
alcen la cabeza: se acerca su liberación.
b) Tengan cuidado:
no se les embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida…
c) Estén siempre
despiertos,
d) Pidiendo fuerzas
para escapar de todo lo que ha de venir y
e) Manténganse en
pie ante el Hijo del Hombre.”
Así
como los judíos se sentían esclavizados cuando estaban siendo sometidos a
explotación en Egipto, así también nosotros experimentamos las pesadas cadenas
de la esclavitud de la maldad y el pecado, en este mundo y en esta sociedad
donde el Malo echa ventaja y se le ha concedido un cuarto de hora para que haga
de las suyas, pero es ahí, en esa hora, cuando se debe perseverar: ¡y quien
persevere se salvará!
Cristo
envía a sus discípulos al mundo entero como corderos en medios de lobos. Los lobos
son los sirvientes de la Bestia, juegan a probarnos, a tentarnos, a acorralarnos,
a torturarnos. Tiene a su haber todo un arsenal de máquinas de dolor y muerte,
muchas de sus maquinarias y de sus maquinaciones son armamentos sicológicos.
Nosotros, pese a los signos de los tiempos, ¡de los signos en el sol y en la
luna y las estrellas, y en la tierra la angustia de las gentes, enloquecidas
por el estruendo del mar y el oleaje; a nosotros lo que nos corresponde es
Mantenernos en pie ante el Hijo del Hombre! Ni desfallecer, ni llenarnos de
pánico, sino firmes, mantenernos de pie y confiar en Él, en Jesucristo, nuestro
Señor.