Jer 23, 1-6; Sal 22, 1-3a.
3b-4. 5. 6.; Ef 2, 13-18; Mc 6, 30- 34
“No somos más que guijarros que se arrojan al mar y trazan
ondas”, y una onda se puede hacer con un pequeño acto de ayuda, que no es sino
el primero de otros tantos…
Madre Teresa de Calcuta
Cuando vemos a alguien que anda como “oveja sin pastor” de
inmediato debemos entender que esa oveja es nuestra prioridad.
«Esquemáticamente
podemos expresar el pensamiento paulino acerca del “hombre nuevo” de la
siguiente forma:
Por
el bautismo se realiza en nosotros el misterio pascual de la muerte y
resurrección de Cristo:
v Es aniquilado el hombre viejo, herencia
de Adán y muerto este,
v somos introducidos en una novedad de vida
(“resucitamos”),
v buscando las “cosas de arriba” (las realidades
de Dios) y
v revistiéndonos del “hombre nuevo”,
realidad espiritual que se manifiesta en un comportamiento nuevo, un caminar
según el Espíritu se realiza, de hecho, el paso (transito) del hombre viejo (el
“pagano”) al hombre nuevo (el “cristiano”).
Mediante
la incorporación en el Hombre Nuevo que es Cristo. En Él el bautizado es
recreado (Cf. Ga 3, 27; Rm 13, 14), trasformado en una nueva creación.
(Cf. 2Co 5, 17).
El
ya de la “vida nueva en Cristo” (bautismo, Cf. Ga 3, 27) debe concretarse en
una existencia (un “caminar”) que haga concreta y palpable esta realidad
divina. Así, el Evangelio se actualiza como vivencia cotidiana y se consolida
la “vida nueva en Cristo”.»[1]
Toda
la marcha del pueblo de Dios a través de la historia no es otra cosa que la
lenta ascesis del hombre que muy poco a poco logra identificar al paradigma del
Homo Novus y ponerse en la vía imitativa. Este proceso no es de avance lineal,
cuanta con retrocesos y hasta con estancamientos. El Malo no se conforma, nos
ciega, nos embrutece con sus pérfidos elixires, y con sus dosis de alucinógeno.
Nos pone a buscar entre falsos paradigmas de superhéroes, propuestas belicistas
y estrellas de farándula.
Varias
imágenes nos ilustran los rasgos esenciales del paradigma. Hoy tenemos la
instructiva revelación del Pastor. Esta magistral imagen verdaderamente nos
alecciona como hemos de actuar amorosamente con nuestros prójimos, con el
tierno cuidado y desvelo que el pastor cuida sus ovejas. Ya sabemos y hemos reflexionado
que el Pastor ama a sus ovejas y les da nombre a cada una, las conoce por
nombre propio y ellas identifican su timbre de voz. En el Evangelio según San
Juan leemos que Él entra por la puerta puesto que es Pastor-Verdadero y n o
ladrón.
Insistimos
en no quedarnos en la imagen idílica del pastor. Los pastores huelen mal,
huelen a oveja, andan por el monte, por los campos, son trashumantes tras su
rebaño. Eran gentes incultas, podríamos decir que eran pueblo-pueblo, y aún
más, siguiendo la usanza hebrea, configurando una especie de superlativo:
pueblo-pueblo-pueblo.
Esta
imagen antecede a la imagen central de Dios que nos entrega Jesús y en la que
Él se basa: la de Padre. Pero en aquella sociedad agrícola-ganadera que era el
contexto de la realidad Escrituristica, era una imagen muy clara y rica, ellos
sabían con cuánto cariño cuida el pastor a sus “animalitos” y cómo se desvive
por ellos. Así es el Amor de Dios por nosotros y así debemos aprender a amarnos
entre nosotros para cumplir con el mandamiento del Amor no sólo a Dios sino
también al prójimo como a uno mismo. El Buen Pastor que es nuestro modelo,
Jesucristo, nos llama a ser “hombres nuevos” para así construir una Nueva
Humanidad donde rijan la justicia y la bondad.
Vemos en el Evangelio que el Buen Pastor se
compadece -el significado de la palabra griega σπλαγχνίζομαι explicándola como
tener piedad, conmoverse, sentir compasión, sentirse tocado profundamente,
sentir que se le remueven a uno las entrañas, sufrir solidarizándose con su
semejante desde el meollo del propio corazón. Gustavo Gutiérrez, comenta sobre
esta palabra en los siguientes términos: «Amándonos como hombre, Cristo nos
revela el amor del Padre. La caridad, amor de Dios por los hombres, no se da
sino encarnada en el amor humano: de padres, esposos, hijos, amigos, y lo lleva
a su plenitud. El samaritano se acerca al herido que está al borde del camino
no por un frío cumplimiento de una obligación religiosa, sino porque se le
“revuelven las entrañas” (eso es lo que significa literalmente el verbo
splanknizein usado en Lc 10, 33; cf. Lc 1, 78; 7,13. 15. 20.) porque su amor
por ese hombre se hace carne en él»[2] (seríamos
más partidarios de entenderlo como “enternecerse” al vernos como “ovejas
huérfanas”, que no tienen quien vele por ellas. Ese “sentimiento” en Jesús no
es superficial, es algo que tiene su origen en su fuero más interno, en sus
“entrañas”. Es un Pastor que toma todo lo nuestro como propio, que le duele lo
que a nosotros nos duele, y, además quiere que cada uno de nosotros asuma su
condición de hermano de cada prójimo del mismo modo que lo hace Él, con esa
misma intensidad, con igual calidad y calidez, recordando que cada ovejita es
hija del mismo Padre, el Padre-Celestial.
Esta imagen debe superar la imagen pervertida
de los Malos pastores. «La imagen del pueblo como “ovejas sin pastor” recuerda
ciertamente varios pasajes del Antiguo Testamento como en Nm 27, 17; 1Re 22, 17
etc; y sobre todo Ez 34, donde se denuncian las traiciones de los que han sido
llamados a guiar al pueblo.»[3] Eso
denuncia el profeta Jeremías en la Primera Lectura, Dios encomendó funciones
gubernativas a unos pastores de hombres, les encargó la dirección y el liderazgo,
la defensa y el cuidado de su pueblo-pueblo-pueblo, pero esos encargados lo
defraudaron, se ocuparon sólo de sus egoísmos, de sus intereses personales, de
engordar la bolsa propia. Al verdadero discípulo le corresponde denunciar al
Mal Pastor, y superarlo siendo él mismo como el Buen Pastor. Además, esa es la
ruta para sembrar la paz, porque el contenido profundo del Evangelio es la Paz,
es la Buena Nueva de la Paz.
¿Qué
hace Dios ante esta deslealtad de los gobernantes que Él había puesto a cargo?
Los reemplaza por un Nuevo Gobernante, un “Hombre Nuevo” este Hombre-Nuevo es
un “renuevo en el tronco de David” con dos rasgos prominentes que caracterizan
su gobierno: מִשְׁפָּ֥ט וּצְדָקָ֖ה “justicia y rectitud” y, como ya sabemos,
los nombres en esta cultura representan la totalidad del ser que es nombrado,
entonces este Rey–Pastor llevará el nombre de
יְהוָ֥ה צִדְקֵֽנוּ׃ ס
“El Señor es nuestra victoria” Jer 23, 6.
Queremos
ratificar –y disculpen la reiteratividad- que pastores lo somos todos, unos
gobernantes de país, de departamento, de municipio, de ciudad, de pueblo, otros
de su casa, de su familia, de su grupo, de su equipo, de su núcleo laboral…
todos somos pastores, en lo grande o en lo pequeño. Todos estamos llamados a
ser Hombres Nuevos para armar la Nueva Humanidad con pastores buenos a la manera del Buen Pastor.
«No basta, en efecto, decir que el amor a Dios es inseparable del amor al
prójimo. Es necesario afirmar además, que el amor a Dios se expresa
ineludiblemente en el amor al prójimo»[4] ¿A qué viene que
regresemos sobre esta palabra? Pues, resulta que este verbo está usado en la
perícopa de hoy del Evangelio de San Marcos, 6, 30-34. Precisamente en el verso
34 leemos : Καὶ ἐξελθὼν εἶδεν πολὺν ὅχλον καὶ ἐσπλαγχνίσθη ἐπ’ αὐτοὺς ὅτι ἦσαν ὡς
πρόβατα μὴ ἔχοντα ποιμένα, καὶ ἤρξατο διδάσκειν αὐτοὺς πολλά. “Y habiendo
salido vio una numerosa multitud que lo estaba esperando y ἐσπλαγχνίσθη ἐπ’ αὐτοὺς
se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a
enseñarles muchas cosas”.
Lo
primero que hace el Hombre Nuevo al enternecerse es dar el pan que cura la
ignorancia de Dios, después dará al pan que calma el hambre, el maná que
alimenta el cuerpo. Nutrir al hombre integral, calmar todas las hambres, eso es
lo que compete al hombre-nuevo, al Llamado-Enviado.
[1] José
Matos, Henrique Cristiano. LA VIDA CONSAGRADA A LA LUZ DE LA ESPIRITUALIDAD
PAULINA SUBSIDIOS PARA LA FORMACIÓN PERMANENTE. Ed. San Pablo. Santafé de
Bogotá – Colombia 2000 pp. 34-35
[2] Cf.
UNEC: Caridad y amor humano, Lima, 1966. Citado por Gutiérrez, Gustavo. TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN. PERSPECTIVAS. CEP Editorial
Universitaria Lima, Perú. 1971 p. 246
[3] Beck, T. Benedetti, U.
Brambillesca, G. Clerici. Fausti. S. UNA COMUNIDAD LEE EL
EVANGELIO DE MARCOS. Ed. San Pablo Bogotá-Colombia 1ª re-imp. 2009 p. 219
[4] Cf.
J. Alfaro: Una teología del progreso humano, p. 114. Citado por Gutiérrez,
Gustavo. TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN.
PERSPECTIVAS. CEP Editorial Universitaria Lima, Perú. 1971 p. 248
No hay comentarios:
Publicar un comentario