Ml 3, 1-4; Sal 23,
7-10; Hb. 2, 14-18; Lc 2, 22-40
PRESENTACIÓN DEL SEÑOR
…enséñame la lección
de tu Encarnación. Dios y hombre; Señor y amigo; Príncipe y compañero.
¡Bienvenido sea el
Rey de la Gloria!
Carlos G. Vallés s.j.
Alzad los dinteles-revestid de pureza el corazón
El
Señor Dios, Nuestro Señor, es el Dueño de todo, a Él le pertenece absolutamente
toda criatura animada e inanimada. Esta es la primera afirmación del salmo
24(23), 1b. Hay una razón poderosa para que Él detente este título de
propiedad, sencillamente, porque fue Él quien puso las “bases” para sostener lo
creado sobre mares y ríos.
El
tema de nuestra amistad con Dios está supeditado a una “dignidad”, a una
“limpieza”. Entiéndase que no cualquiera puede presentarse ante Dios y no puede
presentarse de cualquier manera sino con “vestiduras” blancas, muy limpias. ¿En
qué consiste esa pulcritud? El salmo nos lo aclara: las reglas de “limpieza”
que nos hacen dignos de presentarnos delante del Señor son solamente tres: i)
Tener limpias las manos y la mente de todo pecado, ii) no adorar ídolos y iii)
no hacer falsos juramentos.
Nos
encontramos examinando un salmo del Reino. ¡Dios Reina! Como lo hemos comentado
en otros lugares, se trata de una procesión que lleva el arca de la Alianza
hasta el Sancta Sanctorum; llegado el cortejo procesional ante las puertas del
Templo, se produce un dialogo, entre los que guardan la entrada –los guardianes
del Templo- y el coro de aquellos que van a entrar.
Al
dintel, formado por la columna horizontal sostenida por los dos pilares o
jambas, que formaba el portal del Templo, se le ordena levantarse. Dios-el-Altísimo
es tan Grande, que para entrar, el mismísimo dintel tenía que elevarse para que
pudiera pasar el Señor. Es una hipérbole y una personificación: se le habla a
una cosa como si esta fuera una persona que pudiera entender y obedecer y a la
vez, se exagera para subrayar que Dios es el Altísimo, como lo dice el propio
salmo, Dueño y Señor de Todo.
Las
puertas deben abrirse de par en par; y, no son puertas cualesquiera, son las
Puertas del Cielo, del templo eterno, porque son פִּתְחֵ֣י עֹולָ֑ם “puertas eternas”.
Las puertas eternas se deben abrir porque el que va a llegar, el que va a
entrar es el Rey de la Gloria.
«Enséñame a tratar contigo, Señor. Enséñame a
combinar la intimidad y el respeto. La amistad y la adoración, la cercanía y el
misterio. Enséñame a levantar mis dinteles y abrir mi corazón al mismo tiempo
que me arrodillo y me inclino en tu presencia.»[1]
El Mensajero nos
purificará
Esto nos conduce directamente al mensaje del
profeta, su vaticinio nos llega por medio de la Primera Lectura. El verso
anterior a la perícopa que leemos en esta liturgia de la Presentación del
Señor, dice que en su pueblo escogido se está afirmando que a Dios le agradan
los que hacen lo malo y está satisfecho con ellos. Ya antes se han anunciado unas
conductas en el pueblo como casarse con mujeres que adoran ídolos y han sido
infieles con sus esposas. Este pueblo es reo de pecado, así le traigan ofrendas
a su templo. (Cfr. Ml 2, 10-17).
Este pueblo que se ha desviado y ha perdido su
curso, ¿Cómo podrá ser redimido? ¿cómo merecerá que se le sostenga la promesa,
que por otro lado Dios-Fiel-a-su-Palabra les había hecho? El Señor enviará su
Mensajero, entrará en el Santuario (Puertas, ábranse de par en par, agrándense
portones eternos), el Esperado, el Anunciado, el que nosotros aguardamos con
anhelo (cfr. Ml 3, 1). Y nos hará más limpios que la vestidura más limpia, como
lavados con lejía, como plata refinada (cfr. Ml 3, 2b).
Otra misión trae, directamente relacionada con
la anterior, tanto así que es otra pero es la misma: establecer un sacerdocio
santo, que presente la oblación con “manos y mentes puras”.
Así pues, se trata de prepararnos para la
llegada del Mensajero que va a entrar en el templo. Esta liturgia de la
Presentación en el Templo nos habla de un nuevo sacerdocio, y la Carta a los
Hebreos nos señala cómo se establece este Nuevo Sacerdocio: Jesús, se encarna,
toma en sus venas, de la misma sangre que llevamos nosotros en nuestras venas,
de esta manera nos asume totalmente, se solidariza con nosotros completamente.
Esa es su manera de emparentar con nosotros, esa es su manera de hacerse de
nuestra familia. Así, Él se presenta a sí mismo como “rescate”, como “Cordero
de expiación”. Así, Él, que no tenía pecado, tomó sobre sí todos los pecados
nuestros para matar a la muerte que nos tenía atados, subyugados, esclavizados.
Así Él nos liberó. Al examinar por qué Jesús se bautizó sin necesitarlo,
entendimos este gesto de solidaridad Suyo, nada que no fuera asumido podía ser
redimido; como Él lo asumió todo, todo fue redimido. Él pagó el rescate y pagó todo el precio que
se pidió: ¡Su Preciosísima Sangre lo canceló! Estamos hablando de Victoria. El
que viene es el Victorioso, el Rey de la Gloria, Él que derrotó a la muerte,
nuestra esclavizadora, Él, nuestro Liberador.
La perícopa de la Segunda Lectura concluye con
una frase ilustrativa del significado de la solidaridad del Hijo de Dios con el
género humano: ἐν ᾧ γὰρ
πέπονθεν αὐτὸς πειρασθείς, δύναται τοῖς πειραζομένοις βοηθῆσαι “como Él mismo fue probado por medio del
sufrimiento, puede ahora ayudar a los que están sometidos a la prueba” (Hb 2,
18).
Consagración
y rescate de los primogénitos
Sin
embargo, el Señor que detenta la propiedad de todo, no la hace explicita y solo
la reclama para los primogénitos. Veamos algunas citas del Éxodo, el Levítico y
del Libro de los Números:
En Exodo 13, 1-2 leemos: “Yahvé dijo a Moisés:
«Conságrame todo primogénito. Todos los primogénitos de los hijos de Israel son
míos, tanto de hombre como de animales.»”
Y en Éxodo 13, 12-13: “Consagrarás a Yahvé
todos los primogénitos. Todo primer nacido de tus ganados, si es macho,
pertenece a Yahvé. Todo primer nacido de burro ha de ser cambiado por un
cordero; si no, lo matarás. Tratándose de personas, todo hijo primogénito será
rescatado.
Por otra parte, en Lv 12, 6-8 encontramos que: «Cuando
se cumplan los días de su purificación por un hijo o por una hija, traerá al
sacerdote, a la entrada de la tienda de reunión, un cordero de un año como
holocausto, y un pichón o una tórtola como ofrenda por el pecado. Entonces él los
ofrecerá delante del Señor y hará expiación por ella, y quedará purificada por
el flujo de su sangre. Estas son las instrucciones para la que da a luz, sea
hijo o hija. Pero si no le alcanzan los recursos para ofrecer un cordero,
entonces tomará dos tórtolas o dos pichones, uno para el holocausto y el otro
para la ofrenda por el pecado; y el sacerdote hará expiación por ella, y
quedará limpia.’»
En Nm 18, 15 se lee: “Todos los primeros hijos de los israelitas o las
primeras crías de los animales, que me ofrecen, serán para ti (Aarón). Pero en
el caso de los primeros hijos de los hombres y de las primeras crías de los
animales impuros pedirás un rescate a cambio.
«Lucas cita ante todo implícitamente el derecho a reservarse
al primogénito: “todo primogénito varón será consagrado (es decir
perteneciente) al Señor” (2, 23; cf Ex 13,2; 13, 12s.15). Pero lo singular de
su narración consiste en que luego no habla del rescate de Jesús, sino de un
tercer acontecimiento, de la entrega (“presentación”) de Jesús. Obviamente,
quiere decir: este niño no ha sido rescatado y no ha vuelto a pertenecer a sus
padres, sino todo lo contrario: ha sido entregado personalmente a Dios en el
templo, asignado totalmente como propiedad suya. La palabra paristánai,
traducida aquí como “presentar”, significa también 2ofrecer”, referido a lo que
ocurre con los sacrificios en el templo. Suena aquí el elemento del sacrificio
y el sacerdocio.»[2]
Abba es
el mismo Yahvé
La
construcción del reino significa la superación de la rebeldía pueril y mecánica
que pretende destruirlo y arrancarlo todo y no dejar piedra sobre piedra. Por
el contrario, el ejemplo de Jesús nos enseña a empezar la Nueva Construcción
recuperando y rescatando todo lo que se pueda, lo que más se pueda, inclusive,
muchas veces, aquello que a todas luces nos puede parecer inútil, perdido, estéril,
improductivo. Especialmente cuando se trata de seres humanos; para Él nadie está
completamente descartado o marginado, ni es caso perdido.
Bien
es cierto que nos invita a usar odres nuevos para el vino nuevo pero
destaquemos el sentido de continuidad que da a su obra sobre lo que el Padre
había entregado y dispuesto. Empecemos por insistir que siempre parte de lo que
nosotros somos y de lo que tenemos, inclusive nuestras limitaciones, nuestras
debilidades y nuestras imperfecciones. Como reza la sentencia: “Dios escribe
derecho entre reglones torcidos”.
Frente
a los impuestos, recordemos que ordenó a San Pedro pescar y obtener del
estómago del pescado la moneda para pagarlos. Curó a los leprosos, pero se
sometió a lo prescrito y los envió a presentarse a los sacerdotes. Hay un
profundo respeto a todo el judaísmo, al pueblo escogido, a la Revelación
previa; esto nos lleva a identificar la fe católica como un credo
judeo-cristiano. Recientemente, vimos que Él no necesitaba bautizarse y sin embargo,
se plegó a lo que se estaba haciendo, a lo que el pueblo y la devoción popular venían
aceptando, a la costumbre.
También
en la celebración de la Presentación de Jesús en el Templo, se pliegan, tanto
Él como sus Padre, María y José a cumplir todo “lo prescrito en la ley”. De
esta manera, el episodio de la purificación de la Virgen, cuarenta días después
del nacimiento, revela ese continuismo, esa unidad entre el Primer y el Segundo
Testamentos. Así Yahvé y el Padre, Abba, como lo llama Jesús, no son dos Dioses
distintos, sino el mismo Dios que, ahora Jesús nos lo revela cercano, amistoso,
Paternal-Maternal, un Dios que ahora tiene Rostro Humano, Rostro
Misericordioso.
Cuando
la Virgen entrega a Jesús en brazos de Simeón, nos lo está entregando. Así,
Dios-Espíritu Santo, cumple su promesa a Simeón y Jesús le cumple la “cita” que
tenían. La Iglesia Ortodoxa llama a esta festividad Hypapante “El Santo
Encuentro” porque Simeón se encuentra con el Tres Veces Santo, con
El-que-Es-Santo-por-Excelencia. Este encuentro es gozne entre el Antiguo
Testamento y el Nuevo. Y se ha escogido a dos “adultos mayores” –Simeón y Ana-
que en la cultura judía eran representativos de la sabiduría, pilares de la
familia y de la comunidad para quienes toda la ley reclamaba respeto y especial
consideración. Ay de aquel que avergonzara a una persona mayor o le faltara al
respeto, contra ese iría la ira Divina.
María,
al ponerlo en sus manos está entregándoles –y en ellos a toda la humanidad- la
Luz del Mundo. Por eso, esta fiesta se celebra con la bendición de las “Candelas”
y aludimos a ella como la Fiesta de la Candelaria. Celebrando este gesto de
confianza de María Santísima que deposita el luminoso “Fruto de su Vientre” en
nuestras manos; celebramos a María Santísima en la advocación de Nuestra Señora
de la Candelaria.
XVIII Jornada de la Vida
Consagrada
En esta fecha, la Iglesia celebra la XVIII Jornada
de la Vida Consagrada. Veamos algunos apartes del texto con el que Juan Pablo
II instituyó esta Jornada:
«La celebración de la Jornada de la vida
consagrada, que tendrá lugar por primera vez el próximo 2 de febrero [de 1997],
quiere ayudar a toda la Iglesia a valorar cada vez más el testimonio de quienes
han elegido seguir a Cristo de cerca mediante la práctica de los consejos
evangélicos y, al mismo tiempo, quiere ser para las personas consagradas una
ocasión propicia para renovar los propósitos y reavivar los sentimientos que
deben inspirar su entrega al Señor…. En esta escena evangélica se revela el
misterio de Jesús, el consagrado del Padre, que ha venido a este mundo para
cumplir fielmente su voluntad (cf Hb 10, 5-7). Simeón lo indica como "luz
para iluminar a las gentes" (Lc 2, 32) y preanuncia con palabra profética
la suprema entrega de Jesús al Padre y su victoria final (cf Lc 2, 32-35).
La Presentación de Jesús en el templo
constituye así un icono elocuente de la donación total de la propia vida por
quienes han sido llamados a reproducir en la Iglesia y en el mundo, mediante
los consejos evangélicos, "los rasgos característicos de Jesús virgen,
pobre y obediente" (Vita consecrata n. 1).
A la presentación de Cristo se asocia María.
La Virgen Madre, que lleva al Templo al Hijo
para ofrecerlo al Padre, expresa muy bien la figura de la Iglesia que continúa
ofreciendo sus hijos e hijas al Padre celeste, asociándolos a la única oblación
de Cristo, causa y modelo de toda consagración en la Iglesia.»
Para esta Jornada S.S. Juan Pablo II el hoy
beato y que en breve tiempo será inscrito en el Canon de los Santos, daba como
justificación los siguientes motivos:
« i) responde a la íntima necesidad de alabar
más solemnemente al Señor y darle gracias por el gran don de la vida consagrada
que enriquece y alegra a la comunidad cristiana con la multiplicidad de sus
carismas y con los edificantes frutos de tantas vidas consagradas totalmente a la
causa del Reino. Nunca debemos olvidar que la vida consagrada, antes de ser
empeño del hombre, es don que viene de lo Alto, iniciativa del Padre, "que
atrae a sí una criatura suya con un amor especial para una misión
especial" (ib., 17). Esta mirada de predilección llega profundamente al
corazón de la persona llamada, que se siente impulsada por el Espíritu Santo a
seguir tras las huellas de Cristo, en una forma de particular seguimiento,
mediante la asunción de los consejos evangélicos de castidad, pobreza y
obediencia. Estupendo don.
"¿Qué sería del mundo si no existieran los
religiosos?", se preguntaba justamente santa Teresa (Libro de la vida, c.
32,11). He aquí una pregunta que nos lleva a dar incesantes gracias al Señor,
que con este singular don del Espíritu continúa animando y sosteniendo a la
Iglesia en su comprometido camino en el mundo.
ii) tiene como finalidad promover en todo el
pueblo de Dios el conocimiento y la estima de la vida consagrada… la vida consagrada "imita más de cerca y
hace presente continuamente en la Iglesia la forma de vida que Jesús, supremo
consagrado y misionero del Padre para su Reino, abrazó y propuso a los
discípulos que le seguían" (n. 22). Esta es, por tanto, especial y viva
memoria de su ser de Hijo que hace del Padre su único Amor -he aquí su
virginidad-, que encuentra en Él su exclusiva riqueza -he aquí su pobreza- y
tiene en la voluntad del Padre el "alimento" del cual se nutre (cfr
Jn 4,34) -he aquí su obediencia.
Esta forma de vida abrazada por Cristo y
actuada particularmente por las personas consagradas, es de gran importancia
para la Iglesia, llamada en cada uno de sus miembros a vivir la misma tensión
hacia el Todo de Dios, siguiendo a Cristo con la luz y con la fuerza del
Espíritu Santo.
iii) se refiere directamente a las personas
consagradas, invitadas a celebrar juntas y solemnemente las maravillas que el
Señor ha realizado en ellas, para descubrir con más límpida mirada de fe los
rayos de la divina belleza derramados por el Espíritu en su género de vida y
para hacer más viva la conciencia de su insustituible misión en la Iglesia y en
el mundo.
En un mundo con frecuencia agitado y distraído,
la celebración de esta Jornada anual ayudará también a las personas
consagradas, comprometidas a veces en trabajos sofocantes, a volver a las
fuentes de su vocación, a hacer un balance de su vida y a renovar el compromiso
de su consagración.»
También se refería a los frutos esperados de esta
Jornada:
«a) que ayude a la comunidad cristiana a crecer
en la estima por las vocaciones de especial consagración, a intensificar la
oración para obtenerlas del Señor, haciendo madurar en los jóvenes y en las
familias una generosa disponibilidad a recibir el don de la vocación. Se verá
beneficiada la vida eclesial en su conjunto y tomará fuerza la nueva
evangelización.
b) Confío (decía Juan Pablo II) que esta
"Jornada" de oración y de reflexión ayude a las Iglesias particulares
a valorizar cada vez más el don de la vida consagrada y a confrontarse con su
mensaje, para encontrar el justo y fecundo equilibrio entre acción y
contemplación, entre oración y caridad, entre compromiso en la historia y
tensión escatológica.
La Virgen María, que tuvo el gran privilegio de
presentar al Padre a Jesucristo, su Hijo Unigénito, como oblación pura y santa,
nos alcance estar constantemente abiertos y receptivos a las grandes obras que
Él mismo no cesa de realizar para el bien de la Iglesia y de la humanidad
entera.»[3]
Si examinamos el modo de vida de la profetiza
Ana, ya descubrimos el ejercicio de la consagración que significa la dedicación
al culto, la entrega generosa y entera a responder al llamado del Señor y la
dedicación completa al anuncio de la Revelación de Dios que en este caso es el
anuncio del Evangelio que es Jesucristo:
Lc 2, 36-38 “Estaba también allí una mujer de
edad muy avanzada,, llamada Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Tenía ochenta
y cuatro años. Después de siete años de casada había perdido muy joven a su
marido y siendo viuda, no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día al Señor con ayunos y oraciones. Ella también
tenía don de profecía. Llegándose a ellos en ese mismo momento, daba gracias a Dios,
y hablaba del niño a todos los que
aguardaban la redención de Jerusalén”.
Muchos jóvenes dan por descontado que puedan
ser llamados y no pocos padres de familia se esfuerzan por insonorizar la Voz
de Dios que llama; nuestra responsabilidad, en la vida de la fe, consiste en
aceptar y estar prontos a responder y a fomentar el desarrollo de la
espiritualidad que nos faculte a oír y discernir si el Señor nos regalara
semejante don. No para ahí nuestro deber. También debemos orar con acrecentada
devoción para que el Señor siempre “envíe más obreros a su mies” (cfr. Lc 10,
2).
«La Buena Nueva, anunciada gratuitamente y
acogida generosamente en el bautismo, constituye un conjunto llamado al pleno
desarrollo de esta vida nueva: la santificación del fiel en Cristo Jesús (Cf.
Rom 1, 6-7; 8, 8; 1Co 1, 2.24).
La “klesis” divina (vocación o llamada)
se concreta en las diversas circunstancias de la vida como una “paráklesis”
(exhortación o llamado) del mismo Dios….
La vida consagrada es “camino de especial
seguimiento de Cristo, para dedicarse a Él con corazón ‘indiviso’” Cf. 1Co
7, 34) (n.1b). Constituye “la forma de vida practicada personalmente por
Jesús y propuesta por Él a los discípulos” (n. 31d) Así se trata de “una opción
que se expresa en la radicalidad del don de sí mismo por amor al Señor
Jesús y en Él, por amor a cada miembro de la familia humana” (n. 3b)”…
El discípulo del Señor es invitado (“vacacionado”)
a caminar para que la gracia en él hasta la posesión definitiva
de la herencia gloriosa (1Ts 2, 11-12; Ef 4,1)….
La vida consagrada auténticamente vivida
constituye una fuerte interpelación de criterios y modelos vigentes en nuestra
sociedad. Desmiente mediante el propio ser las apariencias, los valores
engañosos y las idolatrías. Instaura una protesta contra la dictadura del “tener”
y contra el mito del “poder”, cuestionando igualmente la mentalidad consumista
y hedonista dominante. No es exagerado afirmar que posee una “capacidad
exorcista” en relación con los “nuevos demonios” que han hecho su entrada en el
mundo actual.»[4]
«Como portadora de valores evangélicos, la vida
consagrada es una provocación que interpela la conciencia de los hombres. Con
su fuerza profética es capaz de ser fermento del evangelio en medio de las
culturas humanas y hacerlas evolucionar proponiendo nuevos modelos de vida.»[5]
[1]
Vallés, Carlos
G. s.j. BUSCO TU ROSTRO. ORAR LOS SALMOS. Ed. Sal Terrae Santander- España 8va
ed. 1993 p. 49
[2] Benedicto
XVI. LA INFANCIA DE JESÚS. Ed. Planeta Bogotá Colombia 2012 p. 89
[4]
José Matos, Henrique Cristiano. LA VIDA CONSAGRADAA LA LUZ DE LA ESPIRITUALIDAD
PAULINA. SUBSIDIOS PARA LA FORMACIÓN PERMANENTE Ed. San Pablo Santafé de
Bogotá-Colombia 2000. pp. 24-25. 78
[5] Amigo
Vallejo, Carlos. CIEN RESPUESTAS MÁS PARA TENER FE. Ed. Planeta Barcelona- España
2003 p. 203