viernes, 31 de enero de 2014

JESUCRISTO, LUZ DEL MUNDO



Ml 3, 1-4; Sal 23, 7-10; Hb. 2, 14-18; Lc 2, 22-40
PRESENTACIÓN DEL SEÑOR

…enséñame la lección de tu Encarnación. Dios y hombre; Señor y amigo; Príncipe y compañero.
¡Bienvenido sea el Rey de la Gloria!

Carlos G. Vallés s.j.


Alzad los dinteles-revestid de pureza el corazón

El Señor Dios, Nuestro Señor, es el Dueño de todo, a Él le pertenece absolutamente toda criatura animada e inanimada. Esta es la primera afirmación del salmo 24(23), 1b. Hay una razón poderosa para que Él detente este título de propiedad, sencillamente, porque fue Él quien puso las “bases” para sostener lo creado sobre mares y ríos.



El tema de nuestra amistad con Dios está supeditado a una “dignidad”, a una “limpieza”. Entiéndase que no cualquiera puede presentarse ante Dios y no puede presentarse de cualquier manera sino con “vestiduras” blancas, muy limpias. ¿En qué consiste esa pulcritud? El salmo nos lo aclara: las reglas de “limpieza” que nos hacen dignos de presentarnos delante del Señor son solamente tres: i) Tener limpias las manos y la mente de todo pecado, ii) no adorar ídolos y iii) no hacer falsos juramentos.

Nos encontramos examinando un salmo del Reino. ¡Dios Reina! Como lo hemos comentado en otros lugares, se trata de una procesión que lleva el arca de la Alianza hasta el Sancta Sanctorum; llegado el cortejo procesional ante las puertas del Templo, se produce un dialogo, entre los que guardan la entrada –los guardianes del Templo- y el coro de aquellos que van a entrar.



Al dintel, formado por la columna horizontal sostenida por los dos pilares o jambas, que formaba el portal del Templo, se le ordena levantarse. Dios-el-Altísimo es tan Grande, que para entrar, el mismísimo dintel tenía que elevarse para que pudiera pasar el Señor. Es una hipérbole y una personificación: se le habla a una cosa como si esta fuera una persona que pudiera entender y obedecer y a la vez, se exagera para subrayar que Dios es el Altísimo, como lo dice el propio salmo, Dueño y Señor de Todo.

Las puertas deben abrirse de par en par; y, no son puertas cualesquiera, son las Puertas del Cielo, del templo eterno, porque son פִּתְחֵ֣י עֹולָ֑ם “puertas eternas”. Las puertas eternas se deben abrir porque el que va a llegar, el que va a entrar es el Rey de la Gloria.

«Enséñame a tratar contigo, Señor. Enséñame a combinar la intimidad y el respeto. La amistad y la adoración, la cercanía y el misterio. Enséñame a levantar mis dinteles y abrir mi corazón al mismo tiempo que me arrodillo y me inclino en tu presencia.»[1]


El Mensajero nos purificará

Esto nos conduce directamente al mensaje del profeta, su vaticinio nos llega por medio de la Primera Lectura. El verso anterior a la perícopa que leemos en esta liturgia de la Presentación del Señor, dice que en su pueblo escogido se está afirmando que a Dios le agradan los que hacen lo malo y está satisfecho con ellos. Ya antes se han anunciado unas conductas en el pueblo como casarse con mujeres que adoran ídolos y han sido infieles con sus esposas. Este pueblo es reo de pecado, así le traigan ofrendas a su templo. (Cfr. Ml 2, 10-17).



Este pueblo que se ha desviado y ha perdido su curso, ¿Cómo podrá ser redimido? ¿cómo merecerá que se le sostenga la promesa, que por otro lado Dios-Fiel-a-su-Palabra les había hecho? El Señor enviará su Mensajero, entrará en el Santuario (Puertas, ábranse de par en par, agrándense portones eternos), el Esperado, el Anunciado, el que nosotros aguardamos con anhelo (cfr. Ml 3, 1). Y nos hará más limpios que la vestidura más limpia, como lavados con lejía, como plata refinada (cfr. Ml 3, 2b).

Otra misión trae, directamente relacionada con la anterior, tanto así que es otra pero es la misma: establecer un sacerdocio santo, que presente la oblación con “manos y mentes puras”.

Así pues, se trata de prepararnos para la llegada del Mensajero que va a entrar en el templo. Esta liturgia de la Presentación en el Templo nos habla de un nuevo sacerdocio, y la Carta a los Hebreos nos señala cómo se establece este Nuevo Sacerdocio: Jesús, se encarna, toma en sus venas, de la misma sangre que llevamos nosotros en nuestras venas, de esta manera nos asume totalmente, se solidariza con nosotros completamente. Esa es su manera de emparentar con nosotros, esa es su manera de hacerse de nuestra familia. Así, Él se presenta a sí mismo como “rescate”, como “Cordero de expiación”. Así, Él, que no tenía pecado, tomó sobre sí todos los pecados nuestros para matar a la muerte que nos tenía atados, subyugados, esclavizados. Así Él nos liberó. Al examinar por qué Jesús se bautizó sin necesitarlo, entendimos este gesto de solidaridad Suyo, nada que no fuera asumido podía ser redimido; como Él lo asumió todo, todo fue redimido.  Él pagó el rescate y pagó todo el precio que se pidió: ¡Su Preciosísima Sangre lo canceló! Estamos hablando de Victoria. El que viene es el Victorioso, el Rey de la Gloria, Él que derrotó a la muerte, nuestra esclavizadora, Él, nuestro Liberador.


La perícopa de la Segunda Lectura concluye con una frase ilustrativa del significado de la solidaridad del Hijo de Dios con el género humano: ἐν ᾧ γὰρ πέπονθεν αὐτὸς πειρασθείς, δύναται τοῖς πειραζομένοις βοηθῆσαι “como Él mismo fue probado por medio del sufrimiento, puede ahora ayudar a los que están sometidos a la prueba” (Hb 2, 18).

Consagración y rescate de los primogénitos
Sin embargo, el Señor que detenta la propiedad de todo, no la hace explicita y solo la reclama para los primogénitos. Veamos algunas citas del Éxodo, el Levítico y del Libro de los Números:
En Exodo 13, 1-2 leemos: “Yahvé dijo a Moisés: «Conságrame todo primogénito. Todos los primogénitos de los hijos de Israel son míos, tanto de hombre como de animales.»”
Y en Éxodo 13, 12-13: “Consagrarás a Yahvé todos los primogénitos. Todo primer nacido de tus ganados, si es macho, pertenece a Yahvé. Todo primer nacido de burro ha de ser cambiado por un cordero; si no, lo matarás. Tratándose de personas, todo hijo primogénito será rescatado.



Por otra parte, en Lv 12, 6-8 encontramos que: «Cuando se cumplan los días de su purificación por un hijo o por una hija, traerá al sacerdote, a la entrada de la tienda de reunión, un cordero de un año como holocausto, y un pichón o una tórtola como ofrenda por el pecado. Entonces él los ofrecerá delante del Señor y hará expiación por ella, y quedará purificada por el flujo de su sangre. Estas son las instrucciones para la que da a luz, sea hijo o hija. Pero si no le alcanzan los recursos para ofrecer un cordero, entonces tomará dos tórtolas o dos pichones, uno para el holocausto y el otro para la ofrenda por el pecado; y el sacerdote hará expiación por ella, y quedará limpia.’»

En Nm 18, 15 se lee: “Todos los primeros hijos de los israelitas o las primeras crías de los animales, que me ofrecen, serán para ti (Aarón). Pero en el caso de los primeros hijos de los hombres y de las primeras crías de los animales impuros pedirás un rescate a cambio.


«Lucas cita ante todo implícitamente el derecho a reservarse al primogénito: “todo primogénito varón será consagrado (es decir perteneciente) al Señor” (2, 23; cf Ex 13,2; 13, 12s.15). Pero lo singular de su narración consiste en que luego no habla del rescate de Jesús, sino de un tercer acontecimiento, de la entrega (“presentación”) de Jesús. Obviamente, quiere decir: este niño no ha sido rescatado y no ha vuelto a pertenecer a sus padres, sino todo lo contrario: ha sido entregado personalmente a Dios en el templo, asignado totalmente como propiedad suya. La palabra paristánai, traducida aquí como “presentar”, significa también 2ofrecer”, referido a lo que ocurre con los sacrificios en el templo. Suena aquí el elemento del sacrificio y el sacerdocio.»[2]

Abba es el mismo Yahvé

La construcción del reino significa la superación de la rebeldía pueril y mecánica que pretende destruirlo y arrancarlo todo y no dejar piedra sobre piedra. Por el contrario, el ejemplo de Jesús nos enseña a empezar la Nueva Construcción recuperando y rescatando todo lo que se pueda, lo que más se pueda, inclusive, muchas veces, aquello que a todas luces nos puede parecer inútil, perdido, estéril, improductivo. Especialmente cuando se trata de seres humanos; para Él nadie está completamente descartado o marginado, ni es caso perdido.
Bien es cierto que nos invita a usar odres nuevos para el vino nuevo pero destaquemos el sentido de continuidad que da a su obra sobre lo que el Padre había entregado y dispuesto. Empecemos por insistir que siempre parte de lo que nosotros somos y de lo que tenemos, inclusive nuestras limitaciones, nuestras debilidades y nuestras imperfecciones. Como reza la sentencia: “Dios escribe derecho entre reglones torcidos”.
Frente a los impuestos, recordemos que ordenó a San Pedro pescar y obtener del estómago del pescado la moneda para pagarlos. Curó a los leprosos, pero se sometió a lo prescrito y los envió a presentarse a los sacerdotes. Hay un profundo respeto a todo el judaísmo, al pueblo escogido, a la Revelación previa; esto nos lleva a identificar la fe católica como un credo judeo-cristiano. Recientemente, vimos que Él no necesitaba bautizarse y sin embargo, se plegó a lo que se estaba haciendo, a lo que el pueblo y la devoción popular venían aceptando, a la costumbre.


También en la celebración de la Presentación de Jesús en el Templo, se pliegan, tanto Él como sus Padre, María y José a cumplir todo “lo prescrito en la ley”. De esta manera, el episodio de la purificación de la Virgen, cuarenta días después del nacimiento, revela ese continuismo, esa unidad entre el Primer y el Segundo Testamentos. Así Yahvé y el Padre, Abba, como lo llama Jesús, no son dos Dioses distintos, sino el mismo Dios que, ahora Jesús nos lo revela cercano, amistoso, Paternal-Maternal, un Dios que ahora tiene Rostro Humano, Rostro Misericordioso.
Cuando la Virgen entrega a Jesús en brazos de Simeón, nos lo está entregando. Así, Dios-Espíritu Santo, cumple su promesa a Simeón y Jesús le cumple la “cita” que tenían. La Iglesia Ortodoxa llama a esta festividad Hypapante “El Santo Encuentro” porque Simeón se encuentra con el Tres Veces Santo, con El-que-Es-Santo-por-Excelencia. Este encuentro es gozne entre el Antiguo Testamento y el Nuevo. Y se ha escogido a dos “adultos mayores” –Simeón y Ana- que en la cultura judía eran representativos de la sabiduría, pilares de la familia y de la comunidad para quienes toda la ley reclamaba respeto y especial consideración. Ay de aquel que avergonzara a una persona mayor o le faltara al respeto, contra ese iría la ira Divina.


María, al ponerlo en sus manos está entregándoles –y en ellos a toda la humanidad- la Luz del Mundo. Por eso, esta fiesta se celebra con la bendición de las “Candelas” y aludimos a ella como la Fiesta de la Candelaria. Celebrando este gesto de confianza de María Santísima que deposita el luminoso “Fruto de su Vientre” en nuestras manos; celebramos a María Santísima en la advocación de Nuestra Señora de la Candelaria.
XVIII Jornada de la Vida Consagrada

En esta fecha, la Iglesia celebra la XVIII Jornada de la Vida Consagrada. Veamos algunos apartes del texto con el que Juan Pablo II instituyó esta Jornada:



«La celebración de la Jornada de la vida consagrada, que tendrá lugar por primera vez el próximo 2 de febrero [de 1997], quiere ayudar a toda la Iglesia a valorar cada vez más el testimonio de quienes han elegido seguir a Cristo de cerca mediante la práctica de los consejos evangélicos y, al mismo tiempo, quiere ser para las personas consagradas una ocasión propicia para renovar los propósitos y reavivar los sentimientos que deben inspirar su entrega al Señor…. En esta escena evangélica se revela el misterio de Jesús, el consagrado del Padre, que ha venido a este mundo para cumplir fielmente su voluntad (cf Hb 10, 5-7). Simeón lo indica como "luz para iluminar a las gentes" (Lc 2, 32) y preanuncia con palabra profética la suprema entrega de Jesús al Padre y su victoria final (cf Lc 2, 32-35).

La Presentación de Jesús en el templo constituye así un icono elocuente de la donación total de la propia vida por quienes han sido llamados a reproducir en la Iglesia y en el mundo, mediante los consejos evangélicos, "los rasgos característicos de Jesús virgen, pobre y obediente" (Vita consecrata n. 1).



A la presentación de Cristo se asocia María.

La Virgen Madre, que lleva al Templo al Hijo para ofrecerlo al Padre, expresa muy bien la figura de la Iglesia que continúa ofreciendo sus hijos e hijas al Padre celeste, asociándolos a la única oblación de Cristo, causa y modelo de toda consagración en la Iglesia.»



Para esta Jornada S.S. Juan Pablo II el hoy beato y que en breve tiempo será inscrito en el Canon de los Santos, daba como justificación los siguientes motivos:

« i) responde a la íntima necesidad de alabar más solemnemente al Señor y darle gracias por el gran don de la vida consagrada que enriquece y alegra a la comunidad cristiana con la multiplicidad de sus carismas y con los edificantes frutos de tantas vidas consagradas totalmente a la causa del Reino. Nunca debemos olvidar que la vida consagrada, antes de ser empeño del hombre, es don que viene de lo Alto, iniciativa del Padre, "que atrae a sí una criatura suya con un amor especial para una misión especial" (ib., 17). Esta mirada de predilección llega profundamente al corazón de la persona llamada, que se siente impulsada por el Espíritu Santo a seguir tras las huellas de Cristo, en una forma de particular seguimiento, mediante la asunción de los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia. Estupendo don.



"¿Qué sería del mundo si no existieran los religiosos?", se preguntaba justamente santa Teresa (Libro de la vida, c. 32,11). He aquí una pregunta que nos lleva a dar incesantes gracias al Señor, que con este singular don del Espíritu continúa animando y sosteniendo a la Iglesia en su comprometido camino en el mundo.

ii) tiene como finalidad promover en todo el pueblo de Dios el conocimiento y la estima de la vida consagrada…  la vida consagrada "imita más de cerca y hace presente continuamente en la Iglesia la forma de vida que Jesús, supremo consagrado y misionero del Padre para su Reino, abrazó y propuso a los discípulos que le seguían" (n. 22). Esta es, por tanto, especial y viva memoria de su ser de Hijo que hace del Padre su único Amor -he aquí su virginidad-, que encuentra en Él su exclusiva riqueza -he aquí su pobreza- y tiene en la voluntad del Padre el "alimento" del cual se nutre (cfr Jn 4,34) -he aquí su obediencia.
Esta forma de vida abrazada por Cristo y actuada particularmente por las personas consagradas, es de gran importancia para la Iglesia, llamada en cada uno de sus miembros a vivir la misma tensión hacia el Todo de Dios, siguiendo a Cristo con la luz y con la fuerza del Espíritu Santo.

iii) se refiere directamente a las personas consagradas, invitadas a celebrar juntas y solemnemente las maravillas que el Señor ha realizado en ellas, para descubrir con más límpida mirada de fe los rayos de la divina belleza derramados por el Espíritu en su género de vida y para hacer más viva la conciencia de su insustituible misión en la Iglesia y en el mundo.

En un mundo con frecuencia agitado y distraído, la celebración de esta Jornada anual ayudará también a las personas consagradas, comprometidas a veces en trabajos sofocantes, a volver a las fuentes de su vocación, a hacer un balance de su vida y a renovar el compromiso de su consagración.»

También se refería a los frutos esperados de esta Jornada:

«a) que ayude a la comunidad cristiana a crecer en la estima por las vocaciones de especial consagración, a intensificar la oración para obtenerlas del Señor, haciendo madurar en los jóvenes y en las familias una generosa disponibilidad a recibir el don de la vocación. Se verá beneficiada la vida eclesial en su conjunto y tomará fuerza la nueva evangelización.

b) Confío (decía Juan Pablo II) que esta "Jornada" de oración y de reflexión ayude a las Iglesias particulares a valorizar cada vez más el don de la vida consagrada y a confrontarse con su mensaje, para encontrar el justo y fecundo equilibrio entre acción y contemplación, entre oración y caridad, entre compromiso en la historia y tensión escatológica.

La Virgen María, que tuvo el gran privilegio de presentar al Padre a Jesucristo, su Hijo Unigénito, como oblación pura y santa, nos alcance estar constantemente abiertos y receptivos a las grandes obras que Él mismo no cesa de realizar para el bien de la Iglesia y de la humanidad entera.»[3]

Si examinamos el modo de vida de la profetiza Ana, ya descubrimos el ejercicio de la consagración que significa la dedicación al culto, la entrega generosa y entera a responder al llamado del Señor y la dedicación completa al anuncio de la Revelación de Dios que en este caso es el anuncio del Evangelio que es Jesucristo:

Lc 2, 36-38 “Estaba también allí una mujer de edad muy avanzada,, llamada Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Tenía ochenta y cuatro años. Después de siete años de casada había perdido muy joven a su marido y siendo viuda, no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día  al Señor con ayunos y oraciones. Ella también tenía don de profecía. Llegándose a ellos en ese mismo momento, daba gracias a Dios, y  hablaba del niño a todos los que aguardaban la redención de Jerusalén”.



Muchos jóvenes dan por descontado que puedan ser llamados y no pocos padres de familia se esfuerzan por insonorizar la Voz de Dios que llama; nuestra responsabilidad, en la vida de la fe, consiste en aceptar y estar prontos a responder y a fomentar el desarrollo de la espiritualidad que nos faculte a oír y discernir si el Señor nos regalara semejante don. No para ahí nuestro deber. También debemos orar con acrecentada devoción para que el Señor siempre “envíe más obreros a su mies” (cfr. Lc 10, 2).

«La Buena Nueva, anunciada gratuitamente y acogida generosamente en el bautismo, constituye un conjunto llamado al pleno desarrollo de esta vida nueva: la santificación del fiel en Cristo Jesús (Cf. Rom 1, 6-7; 8, 8; 1Co 1, 2.24).

La “klesis” divina (vocación o llamada) se concreta en las diversas circunstancias de la vida como una “paráklesis” (exhortación o llamado) del mismo Dios….

La vida consagrada es “camino de especial seguimiento de Cristo, para dedicarse a Él con corazón ‘indiviso’” Cf. 1Co 7, 34) (n.1b). Constituye “la forma de vida practicada personalmente por Jesús y propuesta por Él a los discípulos” (n. 31d) Así se trata de “una opción que se expresa en la radicalidad del don de sí mismo por amor al Señor Jesús y en Él, por amor a cada miembro de la familia humana” (n. 3b)”…

El discípulo del Señor es invitado (“vacacionado”) a caminar para que la gracia en él hasta la posesión definitiva de la herencia gloriosa (1Ts 2, 11-12; Ef 4,1)….

La vida consagrada auténticamente vivida constituye una fuerte interpelación de criterios y modelos vigentes en nuestra sociedad. Desmiente mediante el propio ser las apariencias, los valores engañosos y las idolatrías. Instaura una protesta contra la dictadura del “tener” y contra el mito del “poder”, cuestionando igualmente la mentalidad consumista y hedonista dominante. No es exagerado afirmar que posee una “capacidad exorcista” en relación con los “nuevos demonios” que han hecho su entrada en el mundo actual.»[4]

«Como portadora de valores evangélicos, la vida consagrada es una provocación que interpela la conciencia de los hombres. Con su fuerza profética es capaz de ser fermento del evangelio en medio de las culturas humanas y hacerlas evolucionar proponiendo nuevos modelos de vida.»[5]








[1] Vallés, Carlos G. s.j. BUSCO TU ROSTRO. ORAR LOS SALMOS. Ed. Sal Terrae Santander- España 8va ed. 1993 p. 49

[2] Benedicto XVI. LA INFANCIA DE JESÚS. Ed. Planeta Bogotá Colombia 2012 p. 89
[3] Juan Pablo II. MENSAJE PARA LA PRIMERA JORNADA DE LA VIDA CONSAGRADA. 6 de Enero de 1997
[4] José Matos, Henrique Cristiano. LA VIDA CONSAGRADAA LA LUZ DE LA ESPIRITUALIDAD PAULINA. SUBSIDIOS PARA LA FORMACIÓN PERMANENTE Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 2000. pp. 24-25. 78
[5] Amigo Vallejo, Carlos. CIEN RESPUESTAS MÁS PARA TENER FE. Ed. Planeta Barcelona- España 2003 p. 203

sábado, 25 de enero de 2014

LLAMADOS A PROCLAMAR LA CERCANÍA DEL REINO


Is 8,23-9.3; Sal 26, 1. 4. 13-14 (R.: 1a); 1 Cor. 1,10-13.17;  Mt. 4,12-23

Tu luz deslumbrante no perturba
pero está rebosante de ternura
como el rostro de una madre.
Averardo Dini

“Jesús es la Palabra del Padre, el Hijo, que nos guía por el camino hacia la libertad, como la nube luminosa que condujo al pueblo desde Egipto hasta la tierra prometida.”
Silvano Fausti

… ya no decimos que somos “discípulos” y “misioneros”, sino que somos siempre “discípulos misioneros”
Papa Francisco. Evangelii Gaudium # 120

Por nuestro encariñamiento con los collages, queremos construir esta reflexión como quien hace una colcha de retazos, donde la variedad y el colorido alegran la vista con la policromía de cada trozo. Será como los vitrales -preciosos en las Catedrales- donde las luces se trasforman en una experiencia trascendente, verdaderamente mística. Nos permitirán el μετανοέω metanoeó, convertirnos de sólo discípulos a discípulos-misioneros.

Tenemos una lámpara entre nuestras manos


Vino Jesús y se encarnó. Él que es la Luz-Divina se entregó para que todos tuviéramos la Luz, φῶς εἶδεν μέγα (Luz han visto muy grande). Nosotros no somos la Luz, pero somos los encargados de iluminar con la Luz que Él nos entregó. También nos advirtió que una luz no tiene para que ponerse debajo de un “celemín”, ni debajo de la cama (cfr. Mc 4, 21); pero eso –ni más ni menos- es lo que nos ha ocurrido. Nuestra Luz no está puesta en un lugar alto para iluminar a los otros, sino que la hemos ocultado.

«Si alguien me preguntase cuál ha sido la mayor de las herejías y la que más daño ha hecho a la Iglesia a lo largo de su historia, creo que respondería sin vacilar que esa, tan extendida todavía hoy, de que “la Iglesia son los curas y los Obispos” y que los seglares serían simplemente los oyentes, los que se limitan a obedecer y cumplir lo que los curas guisan y comen ellos solos. Realmente nada más grave podía pasarle a una comunidad que se presenta a sí misma como una “comunión”, que tener a un 98 por ciento de su cuerpo paralítico o cloroformizado, que contar con un cuerpo cuya cabeza hace, piensa y decide todo y un cuerpo que se limita a dejarse mansamente arrastrar… Los cristianos de la Iglesia primitiva no entendieron esto. Para ellos era claro que convertirse al evangelio era incorporarse vitalmente a la acción misionera de la Iglesia. Predicaban los sucesores de los apóstoles, pero ayudaban todos, participaban todos… no podemos seguir con cuatro quintos de la Iglesia adormecida».[1]



Esta situación nos hace pensar y preguntarnos lo que habría sido si Pedro, Andrés, Santiago y Juan hubieran ignorado el Δεῦτε ὀπίσω μου “¡Síganme!” que les dirigió Jesús. «El Evangelio… Nos  enseña que ser discípulos de Jesús es seguirlo, y que en eso consiste la vida cristiana. Jesús exigió fundamentalmente el seguimiento, y todo nuestro cristianismo se construye sobre nuestra respuesta a esta  llamada… la esencia de la espiritualidad cristiana es el seguimiento de Cristo bajo la guía de la Iglesia… El cristianismo no consiste sólo en el conocimiento de Jesús y de sus enseñanzas trasmitidas por la Iglesia. Consiste en su seguimiento… no existe una “espiritualidad de la cruz”, sino del seguimiento… No existe una “espiritualidad de la oración”, sino del seguimiento… No existe una “espiritualidad de la pobreza”, sino del seguimiento… No existe una “espiritualidad del compromiso”, pues todo compromiso o entrega al otro es un fruto de la fidelidad al camino que siguió Jesús… Seguir a Cristo significa someter todo otro seguimiento sobre la tierra al seguimiento de Dios hecho carne. Por eso hablar del seguimiento de Cristo es hablar de conversión, de “venderlo todo”… seguir a Jesús es seguir a Dios, el único absoluto. Todo cristiano sabe lo que es la conversión: adecuarse a los valores que Cristo enseñó, que nos arrancan del egoísmo, la injusticia, el orgullo… Sabe también que la conversión es el fundamento de toda fidelidad cristiana, en la vida personal, en el apostolado o en los compromisos sociales, profesionales y políticos. Ella nos arranca de nuestros “encierros” y nos conduce “a donde no querríamos” en el seguimiento de Cristo… No hay una sola llamada de Cristo en la vida, hay varias, cada una más exigente que la anterior, y envueltas en las grandes crisis de nuestro crecimiento humano-cristiano.»[2]



«… un altísimo porcentaje de los humanos se muere sin llegar a descubrir cuál era su verdadera vocación. Y uso esta palabra, en todo su alto y hermoso sentido. Porque, curiosa y extrañamente, es este un vocablo que en el uso común se ha restringido a las vocaciones sacerdotales y religiosas, cuando en realidad “todos” los hombres tienen no una, sino varias vocaciones muy específicas.

·         Todos hemos sido llamados, por de pronto, a vivir. Entre los miles de millones de seres posibles fuimos nosotros los invitados a la existencia. Si nuestros padres no se hubieran cruzado “aquel” día, en “aquella” esquina, o en "aquel" baile, hoy no existiríamos. Y si nuestro padre se hubiera casado con otra mujer, habría nacido "Otra" persona distinta de la que nosotros somos… Y ésta fue nuestra primera y radical vocación- a nacer, a realizarnos en plenitud, a vivir en integridad el alma que nos dieron.
·     Fuimos, después, llamados al gozo, al amor y a la fraternidad, otras tres vocaciones universales….
·      Y fuimos finalmente llamados a realizar en este mundo una. tarea muy concreta, cada uno la suya…


… la vocación no es un lujo de elegidos ni un sueño de quiméricos. Todos llevan dentro encendida una estrella. Pero a muchos les pasa lo que ocurrió en tiempos de Jesús: en el cielo apareció una estrella anunciando su llegada y sólo la vieron los tres Magos.

 Sólo tiene vocación el que no sería capaz de vivir sin realizarla… benditos los que saben adónde van, para qué viven y qué es lo que quieren, aunque lo que quieran sea pequeño. De ellos es el reino de estar vivos.»[3]


Vocación para llevar la lámpara en alto

Tal como lo vemos en la perícopa del evangelio que corresponde a este Tercer Domingo del Tiempo Ordinario del ciclo A, Περιπατῶν δὲ παρὰ τὴν θάλασσαν τῆς Γαλιλαίας εἶδεν δύο ἀδελφούς, Σίμωνα τὸν λεγόμενον Πέτρον καὶ Ἀνδρέαν τὸν ἀδελφὸν αὐτοῦ, βάλλοντας ἀμφίβληστρον εἰς τὴν θάλασσαν· ἦσαν γὰρ ἁλεεῖς. καὶ λέγει αὐτοῖς Δεῦτε ὀπίσω μου, καὶ ποιήσω ὑμᾶς ἁλεεῖς ἀνθρώπων. οἱ δὲ εὐθέως ἀφέντες τὰ δίκτυα ἠκολούθησαν αὐτῷ. Καὶ προβὰς ἐκεῖθεν εἶδεν ἄλλους δύο ἀδελφούς, Ἰάκωβον τὸν τοῦ Ζεβεδαίου καὶ Ἰωάνην τὸν ἀδελφὸν αὐτοῦ, ἐν τῷ πλοίῳ μετὰ Ζεβεδαίου τοῦ πατρὸς αὐτῶν καταρτίζοντας τὰ δίκτυα αὐτῶν· καὶ ἐκάλεσεν αὐτούς. οἱ δὲ εὐθέως ἀφέντες τὸ πλοῖον καὶ τὸν πατέρα αὐτῶν ἠκολούθησαν αὐτῷ. “Paseando junto al lago de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: -Venid y seguidme y os haré pescadores de hombres. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron”. (Mt 4, 18-22)



Vamos a trascribir aquí La parábola “El ladrillo”, de José Manuel Balabanián, que nos ilustra el papel de cada uno de los que ha sido “vocacionado”;

«(Edificar la Iglesia) es una obra común y mutua, en la que cada uno edifica al otro dándole su pleno valor en el edificio y recibiendo del otro ayuda y fuerza”
Jacques Guillet


¡Qué hermosos edificios hay en las ciudades! ¡Cuánta gente habrá trabajado en la construcción de cada uno de ellos! ¡Qué solución para aprovechar los espacios reducidos en las zonas urbanas!

Pero pensaba que, como todas las cosas, un buen edificio, por más alto e imponente que sea, necesita de lo elemental que, en este caso, no es otra cosa que un simple ladrillo.

Algo con menos gracia que un ladrillo, es difícil de encontrar. Nada en él llama la atención. Por más que se lo quiera evitar, siempre estará polvoriento.

Se quiebra con facilidad ante el choque con algo duro y hasta su forma carece de belleza. Pero, aun con todos esos "defectos", es imprescindible para poder construir un edificio.

Hay otros tipos de ladrillos, los que son decorativos, los que van a la vista, los que "se hacen ver"; pero los que realmente son edificantes son los otros, los que no se ven, los que permanecen ocultos y, quizás, incluso, son más toscos, pero se necesitan.

Claro que un único ladrillo, por sí solo, no puede hacer nada, estaría tirado en algún corralón. Necesita de la unión con otros ladrillos para poder ser útil. Y, sobre todo, necesita del albañil para ponerlo en el lugar que le toca. Unos por abajo, otros muy arriba, algunos, quizás, tengan que "sufrir", ser partidos al medio; pero todos cumplen con su tarea de manera oculta y "silenciosa", aportando su existencia para la construcción.

Ahora bien, el ladrillo, si tuviera vida, al descubrirse tal cual es, podría lamentarse por su rusticidad y no entregarse al albañil.

Pero, aun en ese caso, debiera saber que sin el ladrillo común y silvestre, no se podrían construir ni las casas más sencillas ni los más hermosos rascacielos.»[4]


«Quisiera concluir este apartado con las palabras de un famosos “gurú” hindú al que una religiosa católica le había preguntado: “Usted dijo hace tiempo que, si un cristiano se hacía discípulo suyo, usted no trataría de convertirle al hinduismo, sino que intentaría hacer de él un mejor cristiano. ¿Puedo preguntarle cómo se las arreglaría para hacer semejante cosa? Y el “gurú” le dio una respuesta digna del mejor de los directores espirituales católicos, sugiriendo dos de las principales maneras de obtener la experiencia de Jesucristo resucitado: “Me esforzaría por ponerlo en contacto con Jesucristo. Y trataría de persuadirle de que lo hiciera teniendo a Cristo constantemente a su lado durante todo el día y leyendo asiduamente las Escrituras.»[5]

¿De la noche a la mañana? ¿o saber aguardar pacientemente?

«Llegó una vez un profeta a una ciudad y comenzó a gritar, en su plaza mayor, que era necesario un cambio de la marcha del país. El profeta gritaba y gritaba y una multitud considerable acudió a escuchar sus voces, aunque más por curiosidad que por interés. Y el profeta ponía toda su alma en sus voces, exigiendo el cambio de las costumbres.
 
Pero, según pasaban los días, eran menos cada vez los curiosos que rodeaban al profeta y ni una sola persona parecía dispuesta a cambiar de vida. Pero el profeta no se desalentaba y seguía gritando. Hasta que un día ya nadie se. detuvo a escuchar sus voces. Más el profeta seguía gritando en la soledad de la gran plaza.
 
Y pasaban los días. Y el profeta seguía gritando. Y nadie le escuchaba. Al fin, alguien se acercó y le preguntó: “¿Por qué sigues gritando? ¿No ves que nadie está dispuesto a cambiar?» «Sigo gritando -dijo el profeta- porque si me callara, ellos me habrían cambiado a mí.”

La moraleja de esta fabulilla me parece bastante simple y muy necesaria. No se debe trabajar porque esperemos que se vaya a conseguir un fruto, sino ante todo porque es nuestro deber, porque creemos en lo que estamos diciendo.
 
Como es lógico, todo el que proclama una idea lo hace para que esa idea penetre en sus oyentes; pero el que se desanima porque sus pensamientos no son oídos o seguidos, es que no tiene suficiente fe en lo que piensa y en lo que hace. La utilidad, el puro fruto, no puede ser el único baremo de nuestras acciones. Y, sobre todo, si esos frutos se esperan de inmediato, se está uno ya preparando al desaliento.

Cambiar el mundo, por lo demás, es cosa muy difícil. Casi imposible, y en todo caso, el sembrador no suele llegar a ver el fruto de su siembra, porque en el mundo son rápidos los cambios de las modas, de todo lo accidental, mientras que los corazones cambian con freno y a veces con marchas atrás y adelante.


 
Esto lo puede entender cualquiera que contemple con ojos agudos qué lentamente cambia su corazón, cuánto nos cuesta a todos evolucionar, qué despacio nos crece dentro la madurez y la paz del alma.

Pero todo esto no encadena ni al verdadero profeta ni al auténtico trabajador. Porque no se es ni auténtico ni verdadero si no se tiene terquedad y paciencia.»[6]

¿Cuál es esa idea que hemos sido llamados por el propio Jesús a proclamar? El anuncio del Reino, se nos dice en el Evangelio: Ἀπὸ τότε ἤρξατο ὁ Ἰησοῦς κηρύσσειν καὶ λέγειν Μετανοεῖτε, ἤγγικεν γὰρ ἡ βασιλεία τῶν οὐρανῶν. “Desde entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los Cielos”. Mt 4, 17 y también en el verso 23 (el último de la perícopa que leemos en este Domingo): Καὶ περιῆγεν ἐν ὅλῃ τῇ Γαλιλαίᾳ, διδάσκων ἐν ταῖς συναγωγαῖς αὐτῶν καὶ κηρύσσων τὸ εὐαγγέλιον τῆς βασιλείας καὶ θεραπεύων πᾶσαν νόσον καὶ πᾶσαν μαλακίαν ἐν τῷ λαῷ. “Y recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas y proclamando el Evangelio del Reino, y curando a la gente de toda enfermedad y dolencia” Mt 4, 23.

«Al ser vencido Satanás (después de tentar a Jesús), llega el Reino. Existe una contraposición entre los reinos programados por el enemigo y el que quiere el Señor: es la misma que existe entre el Cielo y la tierra, entre el hombre y Dios. Los reinos de la tierra son los de Adán, que ponen como principio de vida los propios temores -y los realizan-; el reino de los cielos es Jesús, que tiene como principio el Padre de todo y su Palabra.»[7]



«De las Vidas de los Padres del Desierto:

El abad Lot fue a ver al abad José y le dijo: ““Padre, de acuerdo con mis posibilidades, he guardado mi pequeña regla y he observado mi humilde ayuno, mi oración, mi meditación y mi silencio contemplativo; y en la medida de lo posible, mantengo mi corazón limpio de malos pensamientos. ¿Qué más debo hacer?”.



En respuesta, el anciano se puso en pie, elevó hacia el cielo sus manos, cuyos dedos se tornaron en otras tantas antorchas encendidas, y dijo: “Ni más ni menos que esto: transformarte totalmente en fuego”.»[8]




[1] Martín Descalzo, José Luis. BUENAS NOTICIAS. Ed. Planeta. Barcelona- España 1996.  pp. 211-212
[2] Galilea, Segundo. Razones para la alegría (cuaderno de apuntes II). Ed. Sociedad de Educación Atenas. Madrid-España 2ª Ed. Julio 1985. pp. 8-10
[3] Martín Descalzo, José Luis. RAZONES PARA LA ALEGRÍA. Ed. Planeta. Barcelona- España 1996.  pp. 181-183
[4] Balabanián, José Manuel. EL DIOS ESCONDIDO. CUENTOS Y REFLEXIONES DE LA CIUDAD. Ed. San Pablo Bogotá Colombia 1ª re-impresión 2001 pp. 14-15
[5] De Mello, Anthony CONTACTO CON DIOS. CHARLAS DE EJERCICIOS. Ed Sal Terrae Santander-España 3ª ed. 1992 p. 208
[6] Martín Descalzo, José Luis. RAZONES PARA EL AMOR. Ediciones Sígueme. Salamanca- España 2000.  p. 85.
[7] Fausti, Silvano. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE MATEO. Ed. San Pablo. Bogotá- Colombia.  2da.  re-impresión 2011. p. 56.
[8] De Mello, Anthony. LA ORACIÓN DE LA RANA I. Ed Sal Terrae Santander-España 3ª ed. 1988 p. 8