Sab 11, 22-12, 2; Sal
144, 1-2. 8-9. 10-11. 13cd-14 (R.: cf. 1); 2Tes 1, 11-2, 2;
Lc 19, 1-10
“Porque todo hombre que se hace grande
será humillado y el que se humilla será hecho grande” Lc 18, 14b.
Nos ama y nos da ocasión de
convertirnos
Sentimos
que el corazón de la Primera Lectura radica en el Infinito Amor de Dios expresado en el verso 11, 24a: “Amas a todos
los seres y no aborreces nada de lo que has hecho”, que siendo el meollo, de
todas maneras se aclara con otras frases que están alrededor:
a) ”Tú de todos tienes compasión, porque
lo puedes todo” 11, 23b
b) “Si hubieras odiado alguna cosa, no la
habrías creado” 11, 24b
c) “¿Cómo podrían existir los seres, si
Tú no los hubieras querido?” 11, 25a
d) “¿Cómo podrían conservarse si Tú no lo
ordenaras?” 11, 25b
e) “Tú tienes compasión de todos, porque
todos, Señor, te pertenecen” 11, 26a
f) “y Tú amas todo lo que tiene vida” 11;
26b
g) “porque en todos los seres está tu
espíritu inmortal.” 12, 1.
Este
Amor abarcador, que todo lo compendia, que a todos alcanza y para todos está;
que no es un amor voluble que en un momento ama y entonces crea y después –tiempo
más tarde- muta en odio y en su corazón se torna deseo de destrucción o
arrepentimiento por haberlo creado. Este amor es un Amor Misericordioso, que
brota de las Entrañas de Dios, en Quien Jesús nos enseñó a ver, a tratar, a
relacionarnos con Él como Padre.
En
varias oportunidades y en diversos ambientes se habla de un Dios Padre-Madre, refiriéndose
a sus entrañas como asiento de su Amor, de su Corazón como sede del Amor que
perdona, y que perdona siempre, (ese es otro aspecto tratado en la perícopa,
que estamos comentando, del Libro de la Sabiduría):
a) ”Tú de todos tienes compasión, porque
lo puedes todo” 11, 23b
b) “Aparentas no ver los pecados de los
hombres, para que se arrepientan” 11, 23c.
c) “Tú tienes compasión de todos, porque
todos, Señor, te pertenecen” 11, 26a
d) “Por eso a los que pecan los corriges
y reprendes poco a poco y haces que reconozcan sus faltas, para que, apartándose
del mal crean en Ti, Señor. 12, 2.
Ama,
porque ama perdona e impulsa al arrepentimiento, llamándonos a la conversión;
así es el Amor verdadero, el que nos da pie a rectificar, el que nos aguarda
pacientemente (no que sea alcahueta), porque sabe lo mucho que nos cuesta,
porque sabe que nuestro amor si es voluble e inconstante, y sabe que estamos
hechos de “barro” y que nuestra única grandeza es haber salido de sus manos y habitar
el Amor de su Corazón que para todos tiene cabido y a todos cobija.
La victoria no es la
meta sino la carrera entera
No
se trata de una de esas carreras cortas, sino de una de largo aliento. No es
que la Parusía esté “a la vuelta de la esquina”. Este tema ha sido –como bien
sabemos- caballo de maniobra de muchas sectas milenaristas. Parece ser que, así
fue también en los tiempos de San Pablo. «La carta invita a la comunidad a no
preocuparse por el cuándo sucederá la gloriosa venida del señor (parusía) sino
por el cómo actuar hasta cuando él se manifieste al final de los tiempos. Y
sólo hay un modo de resistir, puesta la confianza en la victoria final de la
justicia y de la verdad»
Una
parte esencial de la fe consiste en saber dejar de lado los interrogantes sobre
el momento de la Segunda Venida. En ese caso, la información relevante, la que
debe inquietarnos es la que apunta hacía las “técnicas” para aplicar durante la
carrera. No ha de inquietarnos, pues, conocer el día y la hora –los cuales, nos
enseñó Jesús, son un conocimiento exclusivo del Señor- en cambio si nos urge
saber, qué hacer, como cooperar en el proyecto de construcción del reino, cómo profundizar
la amistad que Dios nos ofrece correspondiéndole con nuestra sincera amistad prodigada
a sus ahijados, a sus favoritos, a los que hemos señalado que son sus “clientes”,
porque Él se los ha escogido para apadrinarlos.
Queda
claro, entonces, con qué mira enfocar el objetivo. Cierto que “corremos”
apuntando a llegar a la meta, pero mientras corremos observemos la adecuación
de nuestra “técnica”, si mentalizados en la “llegada” pero para mejor lograrla.
Cuando hablamos de “técnica” estamos dando continuidad a la metáfora paulina
que compara la vida y la perseverancia en la fe, por parte de los cristianos,
con una carrera olímpica en el estadio; y los corredores usan “técnicas” para
correr bien y hacer más efectiva cada zancada, etc. Nosotros podemos “contemplar”
viva e intensamente las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo y toda la revelación
para mejor vivir la fidelidad a Dios padre, a Dios humnando y a su Santo
Espíritu.
La
parusía, y de esto no cabe ninguna duda a los fieles discípulos del Señor, será
la instauración del Reinado de Nuestro Señor Jesucristo sobre la tierra; y,
este Reiando no será sin Jesucristo. Pero, nosotros, el Cuerpo Místico de
Cristo estamos aquí para trabajar en pro de ese Reinado y de su pronta llegada
(aun cuando llegará cuando Dios quiera y hasta que su Divina Voluntad así lo
disponga “en vano se afanan los albañiles”).
En
conclusión: No se puede descoyuntar el Reino de Dios, por una parte, como una
realidad “espiritualista” exclusiva de una realidad del “más allá”, que no
tiene nada que ver con esta “tierra” (la que para esos espiritualistas es
demasiado tierra, demasiado polvo, demasiada bajeza; pero que ya leímos en el
Libro de la Sabiduría es totalmente amada por Dios, Quien ama todo lo creado,
es decir, toda su obra) de, por otra parte, la Parusía, en la que Dios viene
por Segunda Vez a Reinar. Aquí cobran enorme interés conceptos como el de
guardianía, que alude a la responsabilidad que tiene el hombre sobre toda la
creación: Por esa razón queremos recordar de la Encíclica Populorum Progressio
los numerales 80 y 86.
«80.
En esta marcha, todos somos solidarios. A todos hemos querido Nos, recordar la
amplitud del drama y la urgencia de la obra que hay que llevar a cabo. La hora
de la acción ha sonado ya: la supervivencia de tantos niños inocentes, el
acceso a una condición humana de tantas familias desgraciadas, la paz del
mundo, el porvenir de la civilización, están en juego. Todos los hombres y
todos los pueblos deben asumir sus responsabilidades.
86.
Vosotros todos los que habéis oído la llamada de los pueblos que sufren,
vosotros los que trabajáis para darles una respuesta, vosotros sois los
apóstoles del desarrollo auténtico y verdadero que no consiste en la riqueza
egoísta y deseada por sí misma, sino en la economía al servicio del hombre, el
pan de cada día distribuido a todos, como fuente de fraternidad y signo de la
Providencia.»
No
nos profesionalicemos en el anuncio de cataclismos para mañana, aun cuando
anhelemos ver pronto la Llegada de su reinado. No en vano nos recordaba el Sumo
Pontífice Pablo VI “la amplitud del drama y la urgencia de la obra que hay que
llevar a cabo” porque esta obra se lleva a cabo, no de espaldas a Jesús, sino
precisamente como un abrir los brazos y preparar el corazón. Una vez más
clamamos μαρὰν ἀθά. Maran atha.
Una generación pondera
tus obras a la otra
Para
no dejar de mencionar el Salmo, se presenta en este Canto un salmo alfabético,
como si dijéramos “de la ‘a’ a la ‘z’”, “Bendeciré Tu Nombre por siempre jamás”;
y luego, empieza a enumerar los dones y los atributos de Dios reincidiendo en
los que nombramos arriba, cuando hablábamos del capítulo 11 y el inicio del 12
del Libro de la Sabiduría, y, aun añade otros: a) Grande, b) Poderoso c)realiza
hazañas, d) Obra maravillas e) Ejecuta temibles proezas f) Las suyas son “Grandes
acciones” g)Su Bondad es inmensa h) Alcanza Victorias i) Es clemente y
misericordioso j) Lento a la cólera y rico en clemencia k) Es bueno con todos
l) Cariñosos con todas sus criaturas m) Su reinado es eterno n) Su gobierno
dura de edad en edad ñ) Fiel a su palabra o) Bueno en todas sus acciones p)
Sostiene a los que van a caer q) Endereza a los que ya se doblan r) Los alimentas
a tiempo s) sacia de favores a todos los vivientes t) Justo en todo sus caminos
u) Torna a decir que es bondadoso en todas sus acciones v) Esta cerca de los
que lo invocan con un corazón sincero. w) satisface los deseos de sus fieles x)
Escucha los gritos de los fieles y los salva y) Guarda a los que lo aman z)
Destruye al malvado.
Cabe
subrayar que este salmo no pide nada, se concentra y se limita a gloriar el
Santo Nombre de Dios y da ejemplo a las generaciones en la tarea de adorar y
cantar la Acción Gracias ante un Dios tan Maravilloso.
Búsqueda desinteresada
de Dios
En
la perícopa anterior a la que leemos este Domingo XXXI del Ciclo C, nos
encontramos al ciego que clama “Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí” Lc
18, 39c, este ciego quería recobrar la visión y eso fue lo que le pidió a Jesús.
Arturo Paoli nos señala que Zaqueo «Es la única persona en los Cuatro
Evangelios, que toma la iniciativa de encontrarse con el Maestro gratuitamente:
no tiene nada que decir y nada que pedir». Y verdaderamente que nos asombra
todo lo que hace Zaqueo, pero nos asombra aún más esa gratuidad con la que
busca el encuentro.
Todo
parece indicar que entre los orientales comerse los frutos del Sicomoro
equivale a comer bazofia, a comer desperdicios alimenticios, residuos de
restaurante. Nadie se subiría a un Sicomoro porque se prestaría a pensar que la
persona ha tenido que resignarse a comer lo que todos desechan. Y Zaqueo, pese
a que “es rico”, no tiene óbice alguno en treparse al susodicho συκομορέαν
. Es claro que el Sicomoro, que empieza a ramificarse y expandir su arborescencia
muy abajo, lo hace fácil de trepar para una persona de baja estatura, pero hay
que ser verdaderamente muy, pero muy humilde para –en el marco de esa cultura-
encaramarse en un sicomoro. La semana pasada vimos a un fariseo arrogante y a
un publicano humilde, capaz de reconocerse pecador; este domingo XXXI nos topamos
con otro publicano, esta vez con nombre propio Ζακχαῖος Zaqueo (del hebreo Zakkai, significa
"ser puro"), capaz de la máxima humildad, que no se entiende
si no se sabe cuánto se despreciaban en el contexto judío los frutos de este
árbol (aún quisiéramos anotar dos cosas más sobre el Sicomoro: es un árbol de
frondosas raíces que lo traban con el suelo haciéndolo prácticamente in-arrancable;
de otra parte, su madera es por así decirlo “incorruptible”, muy difícilmente entra
en el ciclo de descomposición, por lo cual pasó a ser madera de ataúd,
especialmente en Egipto donde se usó para los entierros de las momias de Faraones
y por esta vía devino signo de la Resurrección).
Observemos
que Jesús, que conoce las intenciones del corazón y lee en lo más profundo de
cada uno de nosotros, sabe que Zaqueo se está humillando, y el que se humilla
será ensalzado, así que, lo único que le pide Jesús es que se baje para que lo
invite a cenar en su casa, Zaqueo feliz baja para acogerlo en su morada. Si
Jesús no fuera Dios, si fuera sólo hombre, tal vez habría visto solo la
superficie, lo exterior, y no habría reparado en la sencillez de aquel hombre.
Zaqueo
va más lejos aún en su gratuidad. Sin que nadie se lo esté pidiendo, ofrece dar
la mitad de lo suyo a los pobres. Su corazón puro y arrepentido, sabe
desprenderse y, sabe desprenderse en favor de los más necesitados, o sea, sabe
reconocer los “clientes” de Dios y sabe que “cuanto hicisteis a unos de estos
hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.”.
Jesús
nos presenta paralelos muy frecuentes: Está, por ejemplo, el paralelo implícito
de Zaqueo con aquel joven a quien le pidió alcanzar la perfección vendiéndolo todo
para darlo a los pobres, y se fue con cara triste porque estaba amarrado, atado
a sus pertenencias, a sus posesiones. Zaqueo por su parte, es desprendido,
humilde y desprendido: «El evangelio no aconseja vender y dar a los pobres para
que juguemos al personaje, dándonos como motivos el temor a una revolución, el
deber de evangelizar y ni siquiera la imitación; sino porque sólo en la medida
en que el hombre se despoja de cuanto lo enajena busca la identidad consigo
mismo y puede descubrir a Dios.» Nos dice Arturo Paoli en su DIALOGO DE LA
LIBERACIÓN.
Y
lo hermoso es que le valió la pena porque lo encontró, lo conoció, lo tuvo en
su casa, le brindo alimento y le prometió que resarciría si había defraudado a
alguien con el cuádruplo. Jesús no le pidió nada, simplemente premio su
humildad, su Búsqueda de Dios, sus ganas de verlo por verlo, por pura gratuidad
como lo hemos dicho ya. Y descubrió que Zaqueo era un hijo de Abrahán y que
aquella generosidad de su gratuidad le había ganado con creces la Salvación que
aquella tarde entró en casa de Zaqueo en la persona de quien no vio en Zaqueo
un estereotipo sino una persona de carne y hueso, no un recaudador de impuestos
sino un hombre humilde que quería conocer el Rostro mismo de la Verdad y la
Fuente de la Vida.
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