viernes, 29 de noviembre de 2013

HASTA QUE TODO LE ESTÉ SOMETIDO


El Evangelio llama a la vigilancia y la conversión
 Is 2,1-5; Sal 121, 1-2. 3-4a. 4b-5. 6-7. 8-9; Rom 13,11-14; Mt 24,37-44.

Y nosotros, ahora, estamos aquí,
delante de la puerta del Adviento
que finalmente se abrió
y Tú Señor, nos convidas a entrar.

Averardo Dini

¡Si en este día comprendieras tú
lo que puede conducirte a la paz!
Más por lo pronto, está oculto a tus ojos

Lc 19, 42 bcd


Constructores de paz, testigos de su Amor



Nuevamente se trata del Salmo 122(121), exactamente el mismo que nos ha ocupado el Domingo anterior. Dijimos que era uno de los quince salmos graduales que hablan de las diversas etapas de la peregrinación; por tanto  es un Salmo gradual o de peregrinación.  Dijimos también que este salmo alude a diversas “peregrinaciones”, de un pueblo que es “errabundo” en diversos momentos de su historia: se destacan los cuarenta años que erró por el desierto antes de poder entrar en la “Tierra Prometida”, esa tierra que “manaba leche y miel”; también le correspondió esa triste página de la historia en que fue “llevado” en esclavitud a Babilonia donde permaneció sometido –según nuestras cuentas- desde el 607 hasta el 540, es decir 67 años, aun cuando más estrictamente va del 587 al 538 (período mucho más reducido, que sólo toma en cuenta el tiempo de deportación de la “aristocracia” judía en Babilonia). De este tiempo queremos destacar tres aspectos (a nuestra manera de ver) positivos:
i)              Comprendieron que habían sido infieles a la Alianza
ii)             Crecieron en su amor a Dios sabiendo que sólo Él los podía salvar y devolverles la libertad y la Tierra Perdida, se podría hablar de un arrepentimiento, de una conversión que los acercó a YHWH.
iii)            Empezó a esperarse un Mesías, liberador y restaurador.

El Domingo anterior, el último del año Litúrgico, del ciclo C, consideraba los versos 1-2; 4. 8-9. En este 1er Domingo de Adviento del año Litúrgico, del ciclo A, leemos lo mismo añadiendo los versos 6-7.



Si nos atenemos estrictamente a la expresión בִּ֝שְׁעָרַ֗יִךְ entendemos que significa que ya atravesaron las puertas, que ya están dentro de la ciudad, dice que están “dentro de las puertas”.

Queremos destacar que Jerusalén es, sobre todo, signo de convergencia: “A ti Jerusalén suben las tribus, las tribus del Señor. Así como los Sabios de Oriente convergieron hacía el sitio donde había nacido el Salvador, así Jerusalén será el punto de encuentro de todos los “fieles” del Señor. ¿A qué se reúnen? El verso 4b nos lo dice: “…para albar el nombre del Señor”. La palabra que se usa  עֵדוּת, implica algo así como “dar testimonio”. Así es, se nos da una misión, no es solamente el desplazamiento, el recorrido que se hace hasta la Ciudad de la Paz, es el encargo que tenemos de “glorificar el Santo Nombre de Dios dando testimonio”.



¿Testimonio de qué? Ahí entran en juego los dos versos que se leen en este Domingo y que no leímos la semana anterior. Testimonio de Paz, dicen estos dos versos: “Jerusalén, que haya paz entre aquellos que te aman, que haya paz dentro de tus murallas (y que reine la paz) que haya prosperidad en cada casa”. Nuestra tarea consiste en mostrarnos como gente de paz; trabajadores por la paz, nos llamará Jesús en las bienaventuranzas. Este Salmo nos convoca para “subir a Jerusalén” nosotros los trabajadores por la Paz, los que a través de esta conducta Alabamos el Santo Nombre de Dios: לְ֭מַעַן  אַחַ֣י  וְרֵעָ֑י  אֲדַבְּרָה־  נָּ֖א  שָׁלֹ֣ום  בָּֽךְ׃ Por el amor que tengo a mis hermanos voy a decir “La paz sea contigo”. El Salmo nos hace iniciar el Adviento con una tarea: trabajar por la paz.



Al proponernos esta tarea no podemos encararla con ingenuidad desinformada, hay que tener en cuenta que «El gasto mundial anual en guerras o en la preparación de conflictos se acerca a los 1,8 billones de dólares, siendo EE.UU. el país que más gasta, pese a la reducción de su presupuesto bélico. Según los últimos datos, el gasto militar de EE.UU. alcanzó en 2012 los 682.000 millones de dólares (el 39% del gasto mundial), y ello pese a la reducción de su presupuesto de defensa en unos 40.000 millones de dólares.»[1] Frente a este dato, que transparenta una realidad contundente y apabullante del mundo que habitamos con su cultura hegemónica de muerte y las enormes ganancias que estos empresarios alcanzan y –lo que es peor- que no están dispuestos a perder. No digamos que somos muy pequeños o muy insignificantes para hacerle oír nuestra voz a este Goliat, más bien, digamos como dijo David: “Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo voy contra ti en el Nombre del Señor Todopoderoso, el Dios de los Ejércitos de Israel a los que tú has desafiado” 1Sam 17, 45bc. Esta es la única manera de decir sinceramente ¡Por el amor que tengo a mis hermanos voy a decir “La paz sea contigo”! Toda otra palabra carece del “compromiso” suficiente y necesario.



Aprender a desarmar la muerte y a construir la paz

Hay que aprender a desbaratar fusiles y cañones y volverlos puentes y edificios y fábricas de paz. Hay que acabar de una vez por todas con las fábricas de guerra y de muerte, de bombas y napalm, de armas químicas y bacteriológicas, de ojivas nucleares. La tarea de trabajar por la paz se inserta en el contexto de este Domingo cual es la de una vigilancia activa. Muchas veces hemos señalado que el Primer Domingo de Adviento tiene como médula la vigilancia, pero no es la vigilancia de la persona que se sienta en la ventana a esperar que pase algo, una persona, un carro, o que alguien llegue. No. Esta es una vigilancia alerta, un estar en vigilia, un hacer preparativos para cuando llegue el momento tener todo dispuesto.



En la Primera Lectura, del profeta Isaías, se nos invita nuevamente –igual que en el Salmo- a “subir al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob…” pero la cosa no para ahí. Otra vez nos topamos con un “para”, vamos a la casa del Señor para que Él nos instruya וְיֹרֵ֙נוּ֙  מִדְּרָכָ֔יו  וְנֵלְכָ֖ה  בְּאֹרְחֹתָ֑יו en sus caminos y podamos marchar por sus sendas cfr. Is 2, 3c.



Observemos el mandato de volvernos trabajadores por la paz cómo está expresado por el profeta: “De las espadas forjaran arados y de las lanzas podaderas; ya no alzará la espada pueblo contra pueblo, ya no se adiestraran para la guerra” Is 2, 4bc.



Queremos llover sobre mojado, la tarea de vigilancia no es pasiva sino muy activa, muy comprometida, se nos conmina a encargarnos de la trasformación, evidentemente que las espadas no se volverán arados por mirarlos fijamente, ni se volverán podaderas las lanzas con rezar veinte mil oraciones. Habrá que hacer todo lo necesario, no sólo esperar pacientemente sino manos a la acción, mangas remangadas, ¡sudando la camiseta!



En su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium el Papa Francisco nos advierte en el numeral 218: «La paz social no puede entenderse como un irenismo o como una mera ausencia de violencia lograda por la imposición de un sector sobre los otros. También sería una falsa paz aquella que sirva como excusa para justificar una organización social que silencie o tranquilice a los más pobres, de manera que aquellos que gozan de los mayores beneficios puedan sostener su estilo de vida sin sobresaltos mientras los demás sobreviven como pueden. Las reivindicaciones sociales, que tienen que ver con la distribución del ingreso, la inclusión social de los pobres y los derechos humanos, no pueden ser sofocadas con el pretexto de construir un consenso de escritorio o una efímera paz para una minoría feliz. La dignidad de la persona humana y el bien común están por encima de la tranquilidad de algunos que no quieren renunciar a sus privilegios. Cuando estos valores se ven afectados, es necesaria una voz profética.»



Tenemos que descubrir la manera de invertir no en armamentismo sino en salud, alimentación, educación, oportunidades para la gente; no en vallas y carteles para promover candidaturas sino en llevar adelante las candidaturas con proyectos echados a andar favoreciendo a los que más lo necesitan. Votos para los que desde ya estén haciendo realidad lo que prometen. Es cierto que es difícil distinguirlo entre tanto engaño, calumnia y golpe sucio; pero recordemos que “por sus frutos los reconoceremos…”

Pasos que componen la tarea



Cuantas veces y cuantas personas van viendo el correr del tiempo como un simple proceso de envejecimiento, otros lo ven como un acercamiento sistemático a la hora de la muerte. San Pablo nos da una mejor óptica: cada minuto que pasa estamos más cerca de la hora de nuestra Salvación. Esta es la primera clave interpretativa que nos da esta perícopa de la Carta a los Romanos.



La segunda clave consiste en que nos entrega paso a paso la ruta para revestirnos de Nuestro Señor Jesucristo. ¿Qué significa esto de revestirse? Ponerse las mismas ropas para hacerse parecido. Una de las mejores maneras de imitar a alguien es vestirse del mismo modo. San Pablo nos da seis pasos esenciales para lograr esta mímesis:



1)    Desechemos las obras de las tinieblas
1a) Revistámonos con las armas de la luz
2)    Comportémonos honestamente
3)    Nada de comilonas y borracheras
4)    Nada de lujurias ni desenfrenos (esto reclama una actitud crítica ante el acoso del mercado y la cultura del despilfarro y el consumismo.)
5)    Nada de pleitos ni envidias
6)    Que el cuidado de su cuerpo no de ocasión a los malos deseos.

¿Por qué hay que hacer estas seis cosas? Porque ya es hora de que nos despertemos del sueño; otra vez el llamado a estar “vigilantes”, despiertos, alertas; insistimos (tercera vez) no sólo mantener los ojos bien abiertos sino hacer cosas, no cuales quiera cosas sino exactamente estas seis.



Velar y estar preparados

Jesús nos manda γρηγορεῖτε οὖν, ὅτι οὐκ οἴδατε ποίᾳ ἡμέρᾳ ὁ κύριος ὑμῶν ἔρχεται. “Velen pues, y estén preparados porque no saben qué día va a venir su Señor” Se trata de la Segunda Venida, la Primera vino como un Bebé y murió Crucificado para Resucitar al Tercer Día. La Segunda sabemos con toda seguridad que vendrá, más ignoramos los detalles, sólo sabemos que será revestido de Gloria y de Poder… de resto… nada podemos afirmar. Pero que viene ¡Viene!



Al doblar por la esquina de la “Segunda Venida” conviene recordar tres numerales del Catecismo de la Iglesia Católica:

672 Cristo afirmó antes de su Ascensión que aún no era la hora del establecimiento glorioso del Reino mesiánico esperado por Israel (cf. Hch 1, 6-7) que, según los profetas (cf. Is 11, 1-9), debía traer a todos los hombres el orden definitivo de la justicia, del amor y de la paz. El tiempo presente, según el Señor, es el tiempo del Espíritu y del testimonio (cf Hch 1, 8), pero es también un tiempo marcado todavía por la "tribulación" (1 Co 7, 26) y la prueba del mal (cf. Ef 5, 16) que afecta también a la Iglesia (cf. 1 P 4, 17) e inaugura los combates de los últimos días (1 Jn 2, 18; 4, 3; 1 Tm 4, 1). Es un tiempo de espera y de vigilia (cf. Mt 25, 1-13; Mc 13, 33-37).

El glorioso advenimiento de Cristo, esperanza de Israel



673 Desde la Ascensión, el advenimiento de Cristo en la gloria es inminente (cf Ap 22, 20) aun cuando a nosotros no nos "toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad" (Hch 1, 7; cf. Mc 13, 32). Este acontecimiento escatológico se puede cumplir en cualquier momento (cf. Mt 24, 44: 1 Ts 5, 2), aunque tal acontecimiento y la prueba final que le ha de preceder estén "retenidos" en las manos de Dios (cf. 2 Ts 2, 3-12).

674 La venida del Mesías glorioso, en un momento determinado de la historia (cf. Rm 11, 31), se vincula al reconocimiento del Mesías por "todo Israel" (Rm 11, 26; Mt 23, 39) del que "una parte está endurecida" (Rm 11, 25) en "la incredulidad" (Rm 11, 20) respecto a Jesús. San Pedro dice a los judíos de Jerusalén después de Pentecostés: "Arrepentíos, pues, y convertíos para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus profetas" (Hch 3, 19-21). Y san Pablo le hace eco: "si su reprobación ha sido la reconciliación del mundo ¿qué será su readmisión sino una resurrección de entre los muertos?" (Rm 11, 5). La entrada de "la plenitud de los judíos" (Rm 11, 12) en la salvación mesiánica, a continuación de "la plenitud de los gentiles (Rm 11, 25; cf. Lc 21, 24), hará al pueblo de Dios "llegar a la plenitud de Cristo" (Ef 4, 13) en la cual "Dios será todo en nosotros" (1 Co 15, 28).

Tan inusitadamente será su Llegada –dice en primer término- que será como el diluvio, que nadie se lo esperaba, pero llegó…

Tan inesperadamente como el ladrón, que si uno supiera cuando va a llegar, seguro que reforzaría la guardia y tendría muchos policías al acecho para que capturarlo.



 Παραλαμβάνεται - ἀφίεται  “llevada – dejada” una bina clave en esta perícopa del  Evangelio según San Mateo. La primera palabra significa llevarse, reconocerle, admitir, agresivamente llevada, como secuestrada, como raptada; la segunda palabra significa soltada, despachada, que se le ha permitido irse, perdonada. Que dos anden juntos y aunque estén haciendo lo mismo no garantiza que correrán la misma suerte porque muchas veces depende de lo que hay dentro del corazón, de las intenciones que mueven a las personas, de que una determina acción se esté haciendo en el Santo Nombre de Dios, para testimoniar su Infinita Grandeza y Misericordia. Mientras uno correrá una suerte bendita, el otro se quedará “viendo un chispero”.



La tónica es una actitud de alerta: γρηγορεῖτε Así que velen y estén preparados Mt 24, 42a. Y recuerda, una de las mejores preparaciones para estar “despierto” y “vigilante” es el Sacramento de la Conversión, así que, ¡amig@ mí@, visita el confesionario!









[1] http://actualidad.rt.com/actualidad/view/101774-mundo-gastar-armas-guerras-eeuu

jueves, 21 de noviembre de 2013

REY MUY FUERA DE LO COMÚN


2Sam 5, 1-3; Sal 122(121), 1-5; Col 1, 12-20; Lc 23, 35-43

El Señor ha jurado a David una promesa que no retractará:
“A uno de tu familia pondré sobre tu trono…
Sal 132(131), 11

Mirarán al que traspasaron
Jn 19,37

En la expresión  וַיִּמְשְׁח֧וּ  אֶת־  דָּוִ֛ד  לְמֶ֖לֶךְ  עַל־  יִשְׂרָאֵֽל׃  פ (que nosotros siempre trascribimos de izquierda a derecha y no como el texto hebreo real que va de derecha a izquierda) nos encontramos con el vocablo וַיִּמְשְׁח֧וּ “lo ungieron” derivado del verbo  מָשַׁח [masash] “ungir”. Desde tempranos episodios bíblicos nos encontramos con esta acción, derramar aceite y sobarlo para que el aceite penetre y empape, es un acto consagratorio, para poner algo aparte y significar que esta cosa ya no es común y corriente, sino que es una cosa especial que ha sido separada de las otras “comunes” para ponerla al servicio de Dios, como quien dice, “esto, de ahora en adelante, es posesión de Dios”.

Para hablar de “unción” no podemos evitar mencionar cuando Jacob durmió usando como cabecera una piedra y soñó ver que los ángeles de Dios subían y bajaban por una escalera que unía el Cielo y la tierra, esto ocurrió en Betel Gen 28, 10; la palabra סֻלָּם֙ que hemos traducido escalera también significa plano inclinado o terraplén, con antecedente en las entradas de templos mesopotámicos. Pero bueno, la mención de la escala de Jacob está motivada porque él al despertarse “paró” la piedra y luego, derramando aceite sobre ella, la ungió. ¿Qué pensó Jacob sobre este sueño? ¿A qué conclusión llegó? Lo podemos leer en Gen 28, 17bcd: זֶ֗ה  כִּ֚י  אִם־  בֵּ֣ית  אֱלֹהִ֔ים  וְזֶ֖ה  שַׁ֥עַר  הַשָּׁמָֽיִם׃ “Este lugar es muy sagrado. Aquí está la casa de Dios (Bet-el)[1]; es la puerta del Cielo”.



Muy fija está en nuestra mente el rito de Dedicación de un Templo, cuando el Obispo unge las paredes y el altar, precisamente derramando aceite sobre ellos.

La unción es pues un acto litúrgico por medio del cual lo material y común y corriente es puesto aparte, consagrado para el servicio de Dios y está puesto como un canal material para que el Poder Divino se manifieste a través de esa materialidad. Así el Altar –por ejemplo- deja de ser una mesa común y corriente para convertirse en un “Altar” o sea un Ara Sacrificial, donde Dios se hará presente y con su Poder Divino trasformará el Pan (común y corriente) y el vino (también común y corriente) que serán el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.

Jesucristo o sea Jesús el Cristo, recordemos que Cristo significa precisamente “Ungido” en griego; lo que en hebreo se dice: Mesías. Jesús fue puesto aparte, fue consagrado para que a través de Él se manifestara el Poder Divino de Dios. Esta manifestación se sale de lo común y corriente, corresponde a poderes que están más allá de la carne, más allá de lo material.



Así que Jesús fue ungido como lo fue David, en este episodio del Segundo Libro de Samuel para fungir como Rey. Pero un detalle importante es que la unción no es la que da el poder porque David ya venía liderando a aquel pueblo así como Jesús era Hijo de Dios y el Elegido desde siempre antes de los siglos, por los siglos de los siglos.

Uno de los frutos del Ungido es la victoria. El Poder Divino obra sus prodigios y vence a los enemigos, derrota los pueblos y los pone al servicio de Dios. Recordemos que Dios es, además, Dios de los Ejércitos, de los ejércitos que alcanzan la victoria –no por su propia fuerza- sino porque Dios obra, a través de la materialidad del Rey, dando a su ejército la victoria.



Para concluir subrayemos que David fue ungido  מֶ֫לֶך [Melek], לְמֶ֖לֶךְ  עַל־  יִשְׂרָאֵֽל׃; pero –lo mencionamos más arriba-  ya desde antes fungía como tal: אַתָּ֗ה  [הָיִיתָה  כ]  (הָיִ֛יתָ  ק)  [מֹוצִיא  כ]  (הַמֹּוצִ֥יא  ק)  [וְהַמֵּבִי  כ]  (וְהַמֵּבִ֖יא  ק)  אֶת־  יִשְׂרָאֵ֑ל “tú eras el que conducía a Israel”. Pero, quizá lo más importante es que este texto nos dice para qué se nombra Rey (Ungido), ¿cuál es su misión? Una doble misión: leamos con mucha atención y resuena la misión del Ungido:
a)    Para Pastorear (dirigir)
b)    Para guiar (gobernar)



Lo leemos en el verso 2Sam 5, 2e. Ese “pastoreo” en el texto bíblico está descrito con una expresión más cercana a alimentar:  רָעָה que es el verbo que corresponde a llevar a pastar al ganado, pero también significa cuidarlo y atenderlo, además de apacentarlo; de la misma manera, la expresión hebrea para guiar es  נָגִיד que significa liderarlo, capitanearlo, conducirlo, como el pastor guía sus ovejas; es una suerte de capitaneo en el sentido de ir a la cabeza, comandando el redil, así como Jesús lideró el acceso al Cielo, cuya Sangre nos ha franqueado las puertas del Cielo, Él fue el Primero para ser el primogénito de los Resucitados; y es en ese sentido que el Rey no sólo es la Casa de Dios, sino también, las Puertas del Cielo, como pensó Jacob de la Piedra en Betel, que le sirvió de almohada. Cfr. Gen 28, 17d puesto que por la Puerta que es Jesús pasamos a la Vida Plena, o sea, la Vida Eterna.

Ciudad de la Paz


Hacia Jerusalén (que –como una especie de ironía- traduce “Ciudad de la Paz”) sube el pueblo en peregrinación. Esta subida es un acto de fe, es una marcha que ratifica con hechos el Amor a un Dios que ha pactado con su pueblo una Alianza de Amor recíproco. Lo decimos declamando el adagio popular, “hechos son amores y  no buenas razones”, en este caso, el hecho es caminar, salir de la seguridad de la vivienda, inclusive de las pequeñas comodidades que uno se va construyendo en casa, para vagar por el camino hacía una ciudad, la Ciudad Santa donde ese Dios ha querido edificarse “su Casa”, el Templo, el lugar de encuentro entre los enamorados, Dios y su pueblo, en mutua fidelidad. Y todo judío, para expresar y ratificar que reconoce a su Dios como Dios, debía subir a Jerusalén, al menos una vez en su vida. Esta peregrinación es “memorial” de varias peregrinaciones que el pueblo de Israel hace:
a)    De Egipto fue a la tierra de Canaán y la conquistó y allí se plantó.
b) Después de ser llevados en esclavitud a Babilonia, retornaron y reconstruyeron su Templo.
c)    La marcha litúrgica-ritual, la peregrinación que hacían anualmente o, por lo menos una vez en la vida.
d)    La “peregrinación” definitiva, la escatológica, al Templo Celestial

Este grupo de quince salmos que en el salterio ocupan los  numerales 120(119) al 134(133), van marcando las diversas etapas de esta peregrinación. En este Domingo, el Salmo nos coloca ante la “Casa de YHWH”, estamos ante las propias puertas de la Ciudad Sagrada y se imparte una verdadera “catequesis”, un invitatorio a la oración.



Esta oración es una toma de conciencia, así como nosotros, cuando estamos conscientes de nuestras acciones, reconocemos la profundidad cultual de visitar el Templo, así el pueblo judío que peregrina a su Santuario, la Casa de YHWH, que al entrar en Jerusalén “ya los pies están pisando los umbrales”.

Un aspecto muy notable de la “peregrinación” es la conciencia de no creer en soledad, de no ser individuos separados, aislados, cada uno creyendo por su lado, sino hacerse consientes de formar parte de una Comunidad, de un pueblo “ungido”, para nosotros –católicos- parte del Cuerpo Místico de Cristo.

Jerusalén nos habla de:

a)  El lugar geográfico donde Jesús halló su centro cultual, donde se relacionó con su Padre, donde  discutió con los Doctores de la Ley, donde se quedó porque sintió que debía “ocuparse de las cosas de su Padre” Cfr.  Lc 2, 41-52.
b)    Donde Jesús, en su paso por este mundo, murió y resucitó.
c)    Y también donde vino el Espíritu Santo en Pentecostés.

Ahora bien. Esa conciencia “corporativa”, de ser célula del Cuerpo Místico de Cristo, infunde sentimientos de solidaridad, permite que se salga del egoísmo y se dé realce a la fraternidad, a la claridad de ser hijos del mismo Padre, hermanos en Cristo Jesús, entonces, como lo dice el salmista: לְ֭מַעַן  אַחַ֣י  וְרֵעָ֑י “Por el amor que tengo a mis hermanos…” Sal 122(121), 8 desea la שָׁל֣וֹם “paz”, pide ט֣וֹב “bienes” para los demás.

Como notamos, en la palabra יְרוּשָׁלִָ֑ם Jerusalén está contenida la raíz שָׁל֣וֹם "paz", y tendría que ser si admitimos su Reinado, que el lugar del Templo fuera también el lugar donde domine la Paz de Dios: ¿Lo reconocemos nuestro Rey? O ¿nos sublevamos?

Trono Real

El Evangelio del Domingo de Jesucristo Rey del Universo nos habla del Trono Real. Uno dice Trono Real e inmediatamente piensa en una gran silla, cómoda, muelle, tapizada en terciopelo, abullonada, adornada con toda clase de galas,  como que es la silla del gobernante. Quizás eso sólo muestra la idea errónea que nos hemos hecho del “gobernante”. Quizás, esa silla no sea para nada cómoda, nada muelle; quizás –en cambio- para el gobernante honesto, el que viene a pastorear, a liderar a su pueblo hacia pastos abundantes, sea la silla más incómoda: ¡pues ese es el Trono Real de Jesús, la Cruz de su entrega total!

Se le reta a probar, se le desafía para que demuestre su poder:
a)    Que se salve a sí mismo
b)    Que se salve a sí mismo y arrastre a otros a la salvación.

Esa es nuestra visión de “poder”; en cambio, “El reino de Dios no vendrá con señales externas que se puedan observar. No dirán: "¡Mirad, aquí está!" o "¡Allí está!" Lc 17, 20b-21a, nos había advertido Jesús. Luego no podemos jugar con nuestras reglas sino acomodarnos a las reglas de Dios y, no podemos juzgar desde nuestros juicios limitados, sino tratar de entender. Pero la Escritura lo afirma, en las tres lenguas oficiales de aquel momento histórico, Él es el Rey.



Si tratamos de verlo desde nuestros parámetros, no veremos nada. Se requiere una actitud especial, un don particular, no cualquiera puede distinguir el Reino, no todos reconocen al Rey. Parecería que en todo el contexto de la perícopa para este Domingo XXXIV del tiempo ordinario, del ciclo C, sólo un malhechor, otro supliciado es capaz de ver en Aquel Cuajaron de Sangre, en ese Cuerpo destrozado a látigo y por un sinfín de vejaciones y atropellos, al Rey, al dueño del Reinado.

Cómo es el Reino. ¿Qué os place?, ¿un brochure turístico?, ¿un plegable con fotos a todo color? Simplemente una palabra de la perícopa lo define: El Paraíso.

Pero Él no está allí lacerado para obrar a su favor, para hacer alarde de destrezas mágicas. ¡No! ¡Jesús no es un mago de circo! No está allí para eso. Entonces, ¿para qué está en la cruz? ¿Por qué no nos muestra su infinito poder?...

Respuesta para los Hermanos de Colosas

San Pablo nos contesta en su carta a los Colosenses.
a)    Nos ha liberado
b)    Reconcilia
c)    Nos da la Paz

La epístola a los Colosenses gira en torno al tema de la primogenitura. ¿Pero, en qué consiste este concepto desde la mentalidad judía?

a)    A falta del Padre o en su ausencia, detentará la autoridad de su Padre.
b)    Su herencia será doblemente mayor
c)    El primogénito sucederá al Rey en el Trono.

No tenemos nada que envidiar. Somos hijos de Dios también porque el Primogénito no hizo nada para sí mismo, no quería sacar partido propio de sus ventajas. Su dedicación , su aplicación se concentra en los que necesitan, y no entra en el juego de hacerse monito de plaza, miquito de bazar.

En conclusión, Jesús hizo lo que hizo no para lucro o usufructo propio sino para servir a su “prójimo”. No buscaba nada, sino que te quería a Ti (y a mí), te amaba a Ti, fue a Ti a quien vino a buscar y a salvar.

¿Y la sangre? Se derramo para convertirse en el Rey de la Paz. Harto de sacrificios de animales, de toros y machos cabríos, ovejas y palomas; ahora, no quiere más sacrificios cruentos. Que la de Él hubiera sido la última sangre que se hubiera derramado. Su desangramiento es un ¡Alto! a toda violencia sucesiva, a todo derramamiento de sangre. Quiere la paz de los verdaderos hermanos (y no la de los hermanos enemigos).

Él es el Primogénito en doble dimensión, como nos lo comenta San Pablo con lucidez prístina: Cristo es el primogénito de la creación”, eso está bien, pero aún hay más: "Él es el Principio, el primogénito de entre los muertos…para que sea el primero en todo.”

Y eso está resumido en una frase contundente: Dios quiso, (fue el propio Dios quien lo quiso) que en Cristo habitará toda plenitud πλήρωμα. O sea, que Él es el Todo y hacía Él todo tiende, porque todo aspira a la perfección y a plenificarse en Cristo.



¿Ves la gloria del mundo? 
Es gloria vana; 
nada tiene de estable, 
todo se pasa.
…………………………………..
Confianza y fe viva 
mantenga el alma, 
que quien cree y espera 
todo lo alcanza.
…………………………………..
Id, pues, bienes del mundo; 
id dichas vanas; 
aunque todo lo pierda, 
sólo Dios basta.
                            Santa Teresa de Jesús

Por eso es urgente acogerse a su Reinado. Buscar su trono, si fuese necesario aceptar todo lo incómodo y doloroso que es el trono de la cruz. Evitar todo dolor, mientras se pueda, toda violencia, hasta donde sea posible. Empezar a construir; y, aquí más que nunca vale la frase de San Agustín "Reza como si todo dependiera de Dios, trabaja como si todo dependiera de ti". Y –todavía hay más- repetir otra vez lo ya dicho: nada por egoísmo, nada por nuestro propio interés, que el único interés sea servir y lo único que busquemos sea convertirnos en reflejo del Rey, así seamos sólo un pálido reflejo.



[1] En el texto bíblico  leemos בֵּ֣ית  אֱלֹהִ֔ים o sea Bet Elohim.