2Re 5, 14-17; Sal 98(97), 1. 2-3ab. 3cd-4 (R.: cf. 2b); 2Tim 2, 8-13;
Lucas 17, 11-19
Dos cargas de mula de
tierra
La
palabra cliente parece provenir –etimológicamente hablando- de la raíz
indoeuropea klei, kli, que significa “inclinarse”,
“apoyarse en”, (de hecho, la palabra clínica proviene del griego kliné, que
significa cama, que también deriva del indoeuropeo “inclinarse”). Entre los
romanos, cuando un fuereño llegaba a Roma “apadrinado” por un patricio, ese era
un cliente, y el patricio era su patronus; el que llamamos “el patrón”.
Nosotros hemos venido hablando del patronato de Dios sobre unas personas a las
cuales Él brinda especial protección, cuidado y defensa; los llamamos los “clientes
del Señor”, se trata de los pobres, los desamparados, los marginados, los
expatriados, los desplazados, los extranjeros, los explotados, los ancianos,
los niños, los huérfanos, las viudas, las mujeres, en general, en tanto y
cuanto han sido subyugadas por una cultura “machista”, los enfermos de toda
laya, trátese de ciegos, sordos, paralíticos, leprosos, poseídos, endemoniados.
Cabe
en este contexto recordar cómo escogió Dios para Rey a David, por medio de Samuel,
de entre los hijos de Jesé. Ya Dios lo había prevenido, “No te fijes en su
apariencia, ni en su elevada estatura, pues yo lo he rechazado…” (se refiere a
Eliab, quien Samuel al verlo pensó que era el elegido de Dios). “… No se trata
de lo que el hombre ve, pues el hombre se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón.” 1Sam 16, 7b.
Notemos que David era el más pequeño, ni siquiera estaba en edad de ser tomado
en consideración, por eso, él no está entre los presentes en la ceremonia
mientras Jesé presenta a sus hijos-candidatos.
Cuando
examinábamos la situación del Rico epulón recordábamos la sentencia de Jesús
sobre la dificultad de los ricos para entrar en el Reino de los cielos (Mt 19,
24), en cambio, es a todas luces clara su preferencia por los pobres. Jesús nos
enseña a enfocar nuestras preferencias, a buscar nuestros propios clientes, cuando nos aconseja “Al
contrario, cuando des un banquete,
invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos.
¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu
recompensa en la resurrección de los justos!”.Lc 14, 13-14.
La perícopa que conforma la Primera Lectura es el
segundo fragmento de 2Re 5, 1-27 que reconocemos bajo el título de «Naamán es
curado de su lepra», que podemos subdividir en 1-14, 15-19 y 20-27, a cada
fragmento podemos darle un sub-título, que serían, respectivamente: “Naamán se
cura con el agua del Jordán”, “Naamán se acoge a YHWH” y “Guejazí, el criado del
profeta Eliseo, muestra su codicia”. Les invitamos a leer el capítulo 5
completo, para contextualizar la Primera Lectura de este XXVIII Domingo
Ordinario del Ciclo C, (se echa de ver que leemos un versículo del primer
fragmento, , leemos el verso 14 que pertenece al primer fragmento, para que
cobre sentido la Lectura de este Domingo, por eso la perícopa elegida es 2Re 5, 14-17; y se exceptúan los versos 18 y
19, donde el general explica que tendrá que arrodillarse en adoración ante los ídolos
que venera su rey). En este contexto, al leer el tercer fragmento, que no está
incluido en la liturgia de este Domingo, nos encontramos con el corazón sucio
de Guejazí quien queriendo aprovechar la recompensa que Naamán había ofrecido a
Eliseo y que este había rechazado, sale en su persecución, pide la recompensa y
como castigo, se llena de lepra. Aquí la lepra es el signo exterior de la
enfermedad del corazón (la codicia), ya que cuando Naamán se ve libre de la
lepra (ya no es codicioso) está afanado en desprenderse de sus bienes en favor
de quien ha mediado su sanación; mientras que, Guejazí, con su corazón idolatra
hacia la “riqueza”, la contrae por haber cedido a la tentación de su ambición.
Naamán quiere adorar en lo sucesivo tan sólo a YHWH,
pero, como es el edecán del rey de Siria, pide a Eliseo la “venia del Señor”
para poderse arrodillar cuando el Rey “se apoye en su brazo” para rendir
tributo a su dios en el santuario de Rimón (cfr. 2Re 5, 18). La memoria de
nuestros mártires nos enseña que ni por asomo se puede ceder a falsas
religiones, al culto de ídolos o poderosos, aun cuando el secreto del corazón
mantenga la fidelidad. Así nos lo mostraron, inclusive mártires niños, que
fueron invitados a “salvar su pellejo” con sólo apostatar de palabra.
Más difícil de entender en la perícopa de este
Domingo la asociación que hace Naamán entre la tierra de Israel que él pueda trasportar a lomo de
mula para construirse su propio altar de adoración para ofrecer sacrificios,
como si Dios estuviera ligado a la tierra como lo puede estar una planta o un
árbol. Sabemos a través de la Sagrada Escritura que YHWH no está atado a la
tierra sino a la gente, que Dios es un Dios transeúnte, itinerante, nómada, que
acompaña a su gente y a su pueblo. Recordemos como acompaña a Abrahán, cómo
acompaña a Israel (Jacob) y se le manifiesta al dormir usando como almohada una
piedra que él yergue y unge con aceite como Altar-recordatorio del Sueño-visión
de la escala por la que los ángeles de Dios subían y bajaban; como está con su
pueblo en Egipto viéndolo sufrir, sumido en la esclavitud y, precisamente por
eso, designa a Moisés para que lidere la salida-liberación de Egipto y el sucedáneo
vagabundeo por el desierto durante 40 años, sin perder de vista que en ese
vagabundeo los acompañaba como Columna de Fuego o Nube que los iba guiando y
que los alimentó y les dio de beber durante todo este tiempo, aparte de
haberles mostrado todo su poder, como lo hizo con la Serpiente de Bronce que
sanaba a los picados de serpiente, o aún más, cuando les permitió cruzar el Mar
a pie enjuto. Por tanto, nuestro Dios va con nosotros aun cuando Naamán no
alcanzaba a comprender esto y su teología lo suponía ligado a la tierra, como
si dos bultos de esta Lo mantuvieran aprisionado.
Sin embargo, Eliseo, el profeta –la voz de Dios- no
se lo impide, ni lo corrige, ni lo refuta en modo alguno. Podríamos afirmar que
Dios le acepta este culto conforme con la teología de Naamán aun cuando no sea
conforme con el culto que YHWH espera de los miembros de su Pueblo Escogido. Lo
importante aquí son las manifestaciones de “gratitud” de Naamán, como reza en
el adagio popular “cada quien da de lo que tiene” y desde el enfoque pagano de
los Sirios de la época, este era el tributo del creyente a sus dioses, luego,
le es aceptado y el Señor se los recibe, los acepta como un incienso que le es
grato.
Reflexionemos sobre la rotunda negativa de Eliseo
de aceptar el “regalo” que le ofrece Naamán, recordemos que todo amor –y el
amor de Dios que sana, que salva es Amor-Ágape, o sea amor de gratuidad- no se
compra ni se vende, ya que todo amor que se comercia, que se mercantiliza es “prostitución”;
el Amor de Dios sólo se puede corresponder con nuestro culto, porque “el amor
con amor se paga”.
Que
todos los pueblos y naciones aclamen con júbilo al Señor
Leemos en el verso 4 del Salmo que entonamos para
este Domingo. En otras versiones leemos הריעו ליהוה כל־הארץ פצחו ורננו וזמרו׃ “Canten a Dios con alegría habitantes de toda la
tierra, cántenle himnos con estallido de júbilo”. Nos encontramos con esta
teología en este Salmo, es una catolicidad teñida de in-culturación, que la
religión de YHWH no es exclusiva ni excluyente, permite acceso a todos, como ya
empezábamos a comprender con San Pablo Οὐκ ἔνι
Ἰουδαῖος οὐδὲ Ἕλλην, οὐκ ἔνι δοῦλος οὐδὲ ἐλεύθερος, οὐκ ἔνι ἄρσεν καὶ θῆλυ·
πάντες γὰρ ὑμεῖς εἷς ἐστὲ ἐν χριστῷ Ἰησοῦ. “Ya no hay diferencia entre
quien es judío y quien es griego, entre quien es esclavo y quien es hombre
libre, no se hace diferencia entre hombre y mujer. Pues todos ustedes son uno
solo en Cristo Jesús”. Gal 3, 28. Así todos son acogidos, todos pueden adorar a
este Dios Misericordioso, cada uno con su idiolecto cultural propio 8lo que no
quiere decir que no seamos Iglesia, con un culto unificador –no uniformizador-
que acoge también las expresiones propias de cada cultura, como vemos en otros ritos
católicos: además del romano, está el ritos copto, el maronita, el melkita, el
sirio, el armenio, el caldeo. Y con cánticos y danzas litúrgicas que lejos de
significar desunión, respiran con amplias bocanadas, los aires de la identidad
cultural y de la unidad en la diversidad.
Entonces, ¿en qué reposa la unidad? Leámoslo en el
Catecismo de la Iglesia Católica, numeral 815: "Por encima de todo esto,
revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección" (Col 3, 14). Pero
la unidad de la Iglesia peregrina está asegurada por vínculos visibles de
comunión:
— la profesión de una misma fe recibida de los
Apóstoles;
— la celebración común del culto divino, sobre todo
de los sacramentos;
— la sucesión apostólica por el sacramento del
orden, que conserva la concordia fraterna de la familia de Dios (cf UR 2; LG
14; CIC, can. 205).
Esta unidad no es un programa “imperialista” que
nos llevaría a luchar por la implantación de la fe a “sangre y fuego” por todo
el orbe. Y esta afirmación reviste capital importancia puesto que la nuestra no
es una fe que se impone por violencia o por cualquier otro medio; nuestro único
medio es el amor. El profeta Jeremías hablaba de seducción porque los medios de
que se vale el Amor de Dios y el anuncio de su palabra son similares a los que
usa el enamorado para alcanzar el corazón der la amada: tiernos gestos de
infinita ternura, de dulce galantería. Nuestro error evangelizador, en más de
una oportunidad, ha provenido de una concepción torcida de las vías
evangelizadoras que se han tomado como de posible “imposición”. ¡Urge erradicar
este yerro!
El salmo nos convoca, más bien, a hacer notar, a
llamar la atención a ‘permitir que otros vean lo que no alcanzan a notar; que
los alcance la noticia que ningún noticiario les ha hecho llegar. ¡La Buena
Nueva! Por encantamiento, por enamoramiento, no y nunca por la fuerza.
Ser-Dios
sinónimo de Fidelidad
En la 2da Carta a Timoteo nos encontramos
enfrentados a la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo como a uno de esos
puntos nodales de la profesión apostólica de fe. Ese “punto nodal” lo es hasta
tal extremo que San Pablo se vio arrastrado a llevar cadenas y hasta dar su
vida. Observemos, que el encadenamiento del “evangelizador” no significa el
encadenamiento del “Evangelio”. Más bien al contrario, un evangelizador
encadenado le pone alas al Mensaje, a la Buena Noticia, para poder compartir y
hacer partícipes a otros, a muchos otros, de esta verdad salvífica, este
anuncio que nos abre las puertas a la gloria eterna.
En los versos 11 y 12 se nos muestra una simetría
perfecta:
a)
Si hemos muerto con Él, con Él viviremos
b)
Si sufrimos pacientemente con Él, también con Él reinaremos,
c)
Si lo negamos, Él
también nos negará.
Pero, abruptamente, en el verso 13 se rompe la
simetría: εἰ ἀπιστοῦμεν, ἐκεῖνος πιστὸς μένει,
“Si
somos infieles,… Él
permanecerá fiel”.
Y en el mismo verso 13 se nos da la explicación
teológica porque su justicia no es reflejar nuestra infidelidad sino continuar
con ese atributo de la Divinidad; es que si Él incurriera en la infidelidad
sería puramente hombre-caído y no Dios. Por eso, “Él permanecerá fiel porque no
puede desmentirse a Sí mismo” o sea negarse a Sí mismo, incurrir en una mentira
actuando al contrario de lo que Él es, porque la naturaleza de Dios es ser
Fiel.
Gratos
– vs- ingratos
El asunto enfocado en el Evangelio puede ser el de
la celebración del agradecimiento. Un agradecimiento que, en este caso, está
dirigido a Dios: μετὰ φωνῆς μεγάλης δοξάζων τὸν Θεόν, καὶ ἔπεσεν ἐπὶ
πρόσωπον παρὰ τοὺς πόδας αὐτοῦ εὐχαριστῶν αὐτῷ· “Alabando
a Dios en voz alta, se postró a los pies de Jesús y le dio las gracias.” Lc 17,
15b-16a. Pongamos el foco en la palabra εὐχαριστῶν eucaristón del verbo εὐχαριστέω
“dar gracias”, “recibir con gratitud”, “agradecer”, ¿distinguimos alguna
consonancia con la palabra Eucaristía, “Acción de Gracias”. Miremos la raíz χαρισ
jaris, (χάρις, ιτος, ἡ) «este
término “de la gracia” –“charitos”.
Viene de “charis”, gracia, de la que
deriva “chará”, alegría, y también la
palabra “gratis” usada por Pablo para
indicar la acción de Dios que perdona al pecador sin ningún mérito suyo»[1]
Sentimos
que la gratitud no es ningún “chip” que uno ya trae en la cabeza, como se ha
dado por decir ahora. La gratitud se aprende y se aprende en el hogar. Si en la
casa, en el seno familiar nadie agradece los mutuos favores y servicios que
constantemente nos prodigamos, pues no se aprende a agradecer, a ser
agradecidos. Si todo se le da a los hijos, sin merecimiento y sin gratitud, él
crecerá pensando (nosotros ni habíamos reflexionado sobre este asunto, fue
escuchando a Monseñor Wilfredo “Willie” Peña que vinimos a aterrizar
sobre este detalle) que “es mejor que sus padres”, que “es mejor” que todos los
demás. Lo más grave es que esto trae como consecuencia que piense que todos
están obligados con él, que todos deben darle y hacerle todo, que el mundo y,
hasta Dios mismo, están obligados a “servirle”, a tenerlo contento, a darle
gusto porque si no es así… viene la pataleta (y la pataleta puede llegar a los
límites del asesinato o el suicidio). A este gremio de los que piensan que “se
les debe todo” pertenecían nueve de los diez leprosos. Sólo uno de ellos estaba
alfabetizado en el significado de la gratitud y se sintió llamado, es más, quiso
expresar, externalizar la “alegría de su corazón” por el “favor” recibido.
Ya en
otras ocasiones nos hemos referido a quienes buscan milagro con pistola, sin dudar
pretenden chantajear a Dios con diversos trucos para coaccionarlo a obrar a su
favor, no falta el que lo amenaza, y –alguna vez lo mencionamos- hasta desertan
de la Iglesia y de su fe, porque Dios no les dio gusto.
Queremos
subrayar cómo acoge Jesús esta gratitud: “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”.
¿Qué se entiende?, que el Samaritano tiene fe, que Jesús lee esa fe en su
gratitud, que los otros nueve no tenían fe y, en consecuencia, aunque quedaron
limpios no lograron nada más, lograron una cosa pasajera, momentánea, algo que
no les iba a durar mucho; en cambio, el Samaritano logró un bien eterno. “La
Salvación”.
Trascribimos
las siguientes ideas de Averardo Dini: «la vida,…es vida llena sólo si se vive
como diaria acción de gracias, como eucaristía viviente y personal. Este volver
cerca de su altar en el primer día después del sábado no es tanto para pedirte
algo cuanto para hacer memoria de tu bondad, para cantar tus alabanzas, para
decirte nuestra gratitud, para entregarte nuestras “gracias” por los milagros
diarios que realizas en nosotros y por la mano amiga que nos tiendes cuando el
camino se hace más difícil. Haz, Señor, que todos nuestros días se abran con
una acción de gracias para Ti, se desarrollen con una alabanza, se cierren con
una eucaristía que prolonga y continúa, aunque con expresiones diferentes, tu
Santa Cena, sublime eucaristía al Padre, que por medio de ella vuelve hacia
nosotros su corazón misericordioso. Amén.»
[1] Martini,
Card. Carlo María. LAS CONFESIONES DE SAN PABLO Ed. San Pablo 6ta reimpresión Bogotá
– Colombia 2005 p. 127
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