¿Acaso se puede ser
discípulo de Jesús sin ser apóstol?
Emilio Mazariegos
Señor, que mi vida
sea transparente para que se vea la luz que llevo dentro.
Carlos Vallés, sj.
Discípulos y misioneros
para que nuestros pueblos tengan vida en Él
Desde
el Domingo anterior hemos entrado en la segunda parte del Evangelio Lucano: En
la estructura del Evangelio Lucano primero viene un prólogo (Lc 1,1 -4); luego
la Infancia de Jesús (1, 5- 2, 52); a continuación, una especie de preparación
de Jesús para el cumplimiento de su Misión (3, 1 – 4, 13). Ahora si empieza la
verdadera misión de Jesús, la primera parte en Galilea (4, 14 – 9, 50) y así,
entramos en esta etapa decisiva, que dio inicio el Domingo XIII ordinario que
va desde 9, 51 y se extenderá hasta 19, 28: Jesús se enrumba hacia Jerusalén;
en el verso 51 leímos el Domingo anterior: Ἐγένετο δὲ ἐν τῷ
συμπληροῦσθαι τὰς ἡμέρας τῆς ἀναλήμψεως αὐτοῦ καὶ αὐτὸς τὸ πρόσωπον ἐστήρισεν
τοῦ πορεύεσθαι εἰς Ἰερουσαλήμ.
“Cuando se iba llegando el tiempo de su Ascensión afrontó decidido el viaje
hacia Jerusalén”. Este versículo actúa como bisagra de los dos tiempos, el de
Galilea y, luego el del viaje hacía Jerusalén que nos ocupará hasta el Domingo
XXXII, es decir, hasta el 10 de noviembre, solamente leeremos de su estancia en
Jerusalén el Domingo XXXIII y en la Fiesta de Jesucristo Rey del Universo lo
encontraremos ya crucificado; así habremos llegado al final de este año
Litúrgico del ciclo C. así que el viaje a Jerusalén nos ocupara prácticamente
todo el Segundo semestre del año.
La
semana pasada –se puede decir- que el verbo central era: ἀκολούθει μοι
“Sígueme”; para este XIV Domingo
Ordinario del ciclo C, pasamos a otro verbo: ἀποστέλλω
“enviar”, “encomendar una
misión”. Quisiéramos tomar como eje de nuestra reflexión la perícopa: Μετὰ δέ ταῦτα ἀνέδειξεν ὁ κύριος ἐτέρους ἑβδομήκοντα [δύο] καὶ
ἀπέστειλεν αὐτοὺς ἀνὰ δύο [δύο] πρὸ προσώπου αὐτοῦ εἰς πᾶσαν πόλιν καὶ
τόπον οὗ ἤμελλεν αὐτὸς ἔρχεσθαι. “Algo
después designó el Señor a otros setenta [y dos] y los envió por
delante, de dos en dos, a todas las ciudades y lugares adonde pensaba ir.” Lc
10,1.
Μετὰ δέ
ταῦτα “Algo después…” cumple una función diegética[1],
tendiendo un puente entre lo que se relata anteriormente, “uno que echa mano al
arado y mira atrás no es apto para el reinado de Dios.”, y lo que se va a decir
ahora. Es un puente entre lo anterior y lo siguiente: El que mira hacia atrás
no es idóneo… para ser un enviado. Habida cuenta de la idoneidad exigida, se
procede a la elección de otros
setenta [y dos] para que pasen de la retaguardia (de los que lo siguen), a la
vanguardia (de los que son enviados).
Lo
dijimos en el pasado, el discípulo no puede permanecer perennemente en ese
status, lo es, en tanto y cuanto recibe una “formación”, durante un período más
o menos largo de preparación, una vez formado, pasa al frente, deja de ser el
que viene atrás “siguiendo” para pasar a la condición de “graduado” (decimos
nosotros desde nuestra visión educativa), dentro de otro paradigma se diría que
pasa de aprendiz a “maestro”; está ahora en condiciones de liderar un proceso
formativo en otros; nosotros hablaremos de la trasformación de discípulo en
apóstol, donde se subraya el sentido misional del “enviado”, de quien tiene a
su cargo llevar un “anuncio”, una “noticia”.
Así
que, con plena conciencia de salirle al encuentro a la muerte al caminar hacía
Jerusalén, entrega su “mensaje” y la comisión de llevarlo y hacerlo llegar, a
sus discípulos, que de esta manera pasan al nuevo status de apóstoles. Como
dice San Pablo: οὐαὶ γάρ μοι ἔστιν ἐὰν μὴ εὐαγγελίσωμαι [euangelisomai]. “¡Ay de mi si no evangelizo!”. (1Cor
9, 16c)
Aquí
vienen muy a propósito -nos parece- tres numerales del Documento de Aparecida, a saber:
144.
Al llamar a los suyos para que lo sigan, les da un encargo muy preciso:
anunciar el evangelio del Reino a todas las naciones (cf. Mt 28, 19; Lc 24,
46-48). Por esto, todo discípulo es misionero, pues Jesús lo hace partícipe de
su misión al mismo tiempo que lo vincula a Él como amigo y hermano. De esta
manera, como Él es testigo del misterio del Padre, así los discípulos son
testigos de la muerte y resurrección del Señor hasta que Él vuelva. Cumplir este encargo no es una tarea
opcional, sino parte integrante de la identidad cristiana, porque es la
extensión testimonial de la vocación misma.
145.
Cuando crece la conciencia de pertenencia a Cristo, en razón de la gratitud y
alegría que produce, crece también el ímpetu de comunicar a todos el don de ese
encuentro. La misión no se limita a un programa o proyecto, sino que es compartir la experiencia del acontecimiento
del encuentro con Cristo, testimoniarlo y anunciarlo de persona a persona, de
comunidad a comunidad, y de la Iglesia a todos los confines del mundo (cf.
Hch 1, 8).
146.
Benedicto XVI nos recuerda que: “el discípulo, fundamentado así en la roca de
la Palabra de Dios, se siente impulsado a llevar la Buena Nueva de la salvación
a sus hermanos. Discipulado y misión son
como las dos caras de una misma medalla: cuando el discípulo está enamorado
de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que sólo Él nos salva (cf. Hch
4, 12). En efecto, el discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay
esperanza, no hay amor, no hay futuro“.
Esta
es la
tarea esencial de la evangelización, que incluye la opción preferencial
por los pobres, la promoción humana integral y la auténtica liberación
cristiana.[2]
Las lecturas de este
Domingo
El
libro Profético de Isaías se extiende hasta 66, 24. Del capítulo 55 en adelante
se atribuye al Tritoisaías, discípulo o discípulos del Deuteroisaías. Para este
XIV Domingo Ordinario, ciclo C, tomamos del capítulo final los versículos 10-14c,
se omite el 14d. En este capítulo 66, primero –Dios por medio de su profeta(s)-
cuestiona el culto del sacrificios de bueyes, ovejas, perros, cereales,
marranos y hasta hombres, y lo rechaza porque eso no es lo que Él ha pedido;
serán depurados con sufrimientos. Luego, explica a los fieles que el
sufrimiento viene por aquellos, de entre los mismos judíos, que piden se
demuestre el poder de Dios, vienen los dolores que darán nacimiento a una
nación. Entonces, encontramos la perícopa que se lee en este Domingo, se trata
de una gran promesa para Jerusalén: se le promete paz, riqueza, poderío y
alegría.
La
Segunda Lectura, desde el principio del año C, hasta el octavo Domingo, la
tomamos de la Primera a los Corintios; a partir del Octavo Domingo, la tomamos
de Gálatas hasta este Domingo; a partir del próximo empezaremos a leer de la
Carta a los Colosenses. La Carta a los Gálatas se extiende hasta 6, 18. Hoy
leemos la perícopa final, 6, 14-18. La antigua Alianza tenía por signo la
circuncisión, la Nueva alianza, tiene por signo la Cruz, en ella se gloría San
Pablo, quien se despide derramando la gracia de Nuestro Señor Jesucristo sobre
nuestro espíritu.
El
Salmo es 66(65), 1b-3a. 4-7a. 16. 20. Nos dice cuál ha de ser el testimonio del
apóstol: Contar lo que Dios ha hecho por su pueblo y lo que ha hecho a favor de
él mismo, dando testimonio de los favores “¡que ha hecho por mí!” 66(65), 16d.
No favores que han recibido otros, sino aquellos con los que nuestra propia
vida se ha visto favorecida, es decir, testimonio directo.
Cómo volver todo esto
vida hoy
«La
palabras que definen en las constituciones de San Ignacio el fin de su
compañía: “No solamente atender a la salvación y la perfección de las ánimas
propias con la gracia divina, más con la misma intensamente procurar de ayudar
a la salvación y perfección de las de los prójimos”… lo interesante de este
pasaje es que, como notan los comentaristas, Ignacio usa aquí la palabra “fin”
en singular, no en plural. Para él, la “salvación y perfección del alma” y “la
salvación y perfección de los demás” no son dos fines distintos,… sino un solo
y único fin. Esto quiere decir, a su vez, que no puedo conseguir mi propia
“salvación” si no me dedico con toda mi alma a la salvación y perfección de los
demás… yo no puedo ser plenamente yo si no soy y existo y vivo al mismo tiempo
plenamente para los demás.»[3]. Este texto es clave como
punto de despegue del enviado puesto que refuta una antigua y casi
tradicionalista visión que veía el compromiso religioso, la misión como la
tarea de la auto-salvación, luego bastaba con no pecar, y conocer la doctrina;
bastaba con ofrecer mis bueyes, mis ovejas, mis perros y hasta a humanos (cfr.
Is 66, 3a-3b) en el sentido de ignorarlos y olvidarme porque el tema salvífico
era un asunto tan estrictamente personal e individual que los demás tenían que
ver cómo se las apañaban solos. Pues no, el tema de la salvación personal está
directamente tejido con mi responsabilidad de enviado, de anunciador, de
constructor del Reino.
El
trito-Isaías hace un anuncio profético positivo que levanta el ánimo a los
repatriados que vienen de sufrir los rigores de la dura y larga deportación a
la esclavitud. Así también para
nosotros, los enviados de este tiempo, «Ser cristiano hoy, es precisamente
reaccionar contra el desánimo, el desaliento, la desconfianza, la desesperanza,
gran pecado de nuestro tiempo; devolver la esperanza, renacer a la posibilidad
de que existe el Evangelio, de que el Espíritu y Jesús están trabajando con
nosotros…»[4]
[1]
Sin embargo, esta implicación no la hacen los personajes evangélicos sino que
puede ser leída entre líneas por nosotros, pero por ser inferencia, no es
estrictamente bíblica sino extra-bíblica, lo que nos autoriza su designación
como diegética.
[2]
DA. ##144-146.
[3] Vallés,
Carlos G. sj. CALEIDOSCOPIO. AUTOBIOGRAFÍA DE UN JESUITA. Editorial Sal Terrae
Santander-España. 1985 p. 121-122
[4]
Vallés, Carlos G. sj TESTIGOS DE CRISTO EN UN MUNDO NUEVO. Ed. San Pablo
Santafé de Bogotá- Colombia 1998. P. 54
[5]Mazariegos,
Emilio L. EMAÚS: EL CAMINO DE LA CONVERSIÓN. Ed. San Pablo Bogotá – Colombia
2003 p. 152
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