domingo, 23 de junio de 2013

EL VALOR DE LA ORACIÓN Y EL SEGUIMIENTO

Zac 12,10-11; Sal 63(62); Gal 3, 26-29; Lc 9, 18-24


…no podemos penetrar en la oración de Jesús sino orando y dejando que Él nos modele a su imagen.
Jacques Loew

Ver y pensar todo diferente, con otros ojos

Προσεύχομαι es el verbo que encontramos en el verso 18 (el primero de nuestra lectura de hoy) tomada del capítulo 9, del Evangelio Lucano que leemos en este XII Domingo del tiempo ordinario, ciclo C. este verbo es contextualizador, ya que funciona como telón de fondo del relato que nos trasmite la perícopa –formada por siete versículos- Lc 9, 18-24.

Por su etimología el verbo significaría “intercambio de deseos” o “intercambio de ideas”: Προσ – εύχομαι se traduce “orar”. Inicia el versículo 18 diciendo: Καὶ ἐγένετο ἐν τῷ εἶναι αὐτὸν προσευχόμενον κατὰ μόνας “Y sucedió que, estando Él una vez orando a solas…”; es decir, este dato se nos da como marco circunstancial de los hechos, como lo dijimos arriba, nos pone en contexto. «El verbo “oraba” aparece a menudo en el tercer Evangelio: diecinueve veces el verbo “proseúchestai”(Lc 11,1) (orar, implorar), y ocho veces el verbo “deístai” (pedir, implorar, Lc 5, 12)… el verbo usado para señalar a Jesús en oración casi siempre está en participio: Jesús estaba en oración (proseuchoménou)»[1] En nuestro caso el verbo está en Participio presente pasivo, en acusativo singular; que comunica la misma idea, se encontraba en esta práctica, en comunicación con su Padre, en diálogo con Dios cuando interroga a los discípulos, como si de su charla con el Padre le hubiera brotado una inquietud: τίνα με οἱ ὄχλοι λέγουσιν εἶναι “¿Quién dice la gente que soy yo?”.

«Jesús le dedica tiempo a la oración,… se nota, siempre en Lucas, la atención al lugar: el desierto, un lugar aislado, la montaña, la noche, el Getsemaní, el Calvario (Lc 6, 12; 9, 18; 9, 28; 11, 2-4). Humanamente hablando son los lugares de las soledades más profundas y más dramáticas: son las soledades ofrecidas por la naturaleza o causadas por la vida.»[2] En este Evangelio, Jesús no está solo, sus discípulos están a mano, pero, ha “entrado en su tienda”, en una soledad producida por su dialogo con el Padre, donde Ellos Dos están a Solas, aun cuando una multitud los rodee: «Lucas comienza el relato de la historia con una paradoja intencionada: ”Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos”(9,18). Los discípulos quedan incluidos en ese “estar solo”, en su reservadísimo estar con el Padre. Se les concede verlo como Aquel que habla con el Padre cara a cara, de tú a tú. …Ellos pueden ver lo que la “gente” no ve, y este conocimiento les permite tener un conocimiento que va más allá de la “opinión” de la “gente”.»[3] Este comentario del Papa Emérito es altamente enriquecedor, nos orienta por qué Jesús los interroga precisamente a ellos, es porque su “opinión” es más profunda que la de la “gente” precisamente porque ellos son los discípulos, los que lo siguen, los que están presentes inclusive cuando Él habla “a solas” con su Padre.



En su encuesta de opinión hay tres respuestas principales: Unos lo ven como Juan Bautista, otros como Elías, y –otros- lo ven como uno de los grandes profetas que ha resurgido: Ἰωάννην τὸν βαπτιστήν, ἄλλοι δὲ Ἠλίαν, ἄλλοι δὲ ὅτι προφήτης τις τῶν ἀρχαίων ἀνέστη. (Lc 9, 19b). Pero ahora viene el gran salto, ya no les preguntará sobre la opinión ajena sino sobre la que ellos mismos se han formado, los compromete a dar su propia apreciación, no los deja esconder detrás de la cortina de lo que otros dicen sino que los confronta en su propio decir, en su personal parecer.
ὑμεῖς δὲ τίνα με λέγετε εἶναι Y ustedes, ¿quién dicen que soy Yo? Lc 9, 20b. Y Pedro se lanza, como siempre fogoso e impetuoso, con una categoría muy propia de la cultura hebrea, la categoría de Mesías, y responde: τὸν χριστὸν τοῦ θεοῦ. “El Cristo de Dios”. Pierre Grelot, refiriéndose al texto sinóptico en el Evangelio de San Marcos, dice «… se trata todavía de una confesión puramente “judía”, que interpreta a Jesús como un Mesías político según las ideas de la época.»[4]

Muchas veces de una manera simplista aceptamos la respuesta de San pedro como la respuesta correcta, nos conformamos con la respuesta que lo reconoce Mesías= Cristo, pero porque hoy hemos llegado a re-significar la expresión Mesías con la del Siervo sufriente que redime muriendo en la Cruz pero, dejamos de lado que en ese entonces era un título militar del líder esperado (como hemos insistido en varias oportunidades, Mesías era el guerrero esperado que le restituiría a Israel el poderío y esplendor de los tiempos Davídicos), habida cuenta de lo cual tenemos que reconocer que no era la respuesta acertada sino que trasparentaba esa concepción que veía en Jesús ese ideal político-militar.



Una línea de hilván entre los segmentos de esta perícopa del Evangelio lucano que nos ocupa, podría establecerse en cuatro fases: a) Jesús dialoga con su Padre (su Padre hace un balance, ¿la gente y los discípulos han logrado entender y ver en Jesús al Hijo de Dios que viene a redimirnos? b) Jesús pregunta qué dice la gente de Él: obtiene tres respuestas diversas, que constituyen otras tantas aproximaciones, en general, lo ven como “un profeta de los antiguos” c) Jesús confronta a sus discípulos pidiéndoles su propia versión d) obtiene una cuarta “aproximación”, no menos “nublada”, quizás más nublada, más imprecisa.

Acto seguido, Jesús formula dos correcciones:
a)    Él no es ese Mesías que esperaban los judíos, Él bien a 1) παθεῖν sufrir mucho 2)  ἀποδοκιμασθὴναι ἀπὸ τῶν πρεσβυτέρων καὶ ἀρχιερέων καὶ γραμματέων a ser rechazado por las autoridades judías, por los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley 3) καὶ ἀποκτανθῆναι y le quitaran la vida 4) sólo que τῇ τρίτῃ ἡμέρᾳ ἐγερθῆναι. al Tercer Día resucitará. Con esta corrección Jesús los hace “aterrizar”, los “baja de la nube”.(Cfr. Lc 9, 22)
b)    Jesús entiende a partir de su designación mesiánica por parte de San Pedro que cuenta con unos seguidores interesados que esperan –seguramente- contar con pingües beneficios por ser miembros de la “corte” del que va a ser “Rey”. Entonces, Él les presenta con toda honestidad y claridad lo que pueden esperar: 1) ἀρνησάσθω ἑαυτὸν Negarse a sí mismo 2) ἀράτω τὸν σταυρὸν αὐτοῦ καθ’ ἡμέραν cargar con su cruz de cada día; sólo entonces estará en condiciónes de seguirlo. Cfr. Lc 9, 23

Esto nos lleva a la conclusión: Dios no piensa como nosotros, nosotros no pensamos como Dios. Cuando pensemos como Dios comprenderemos que la lógica que rige su manera de ver las cosas es una lógica paradójica: ὃς γὰρ ἂν θέλῃ τὴν ψυχὴν αὐτοῦ σῶσαι ἀπόλεσει αὐτήν· ὃς δ’ ἂν ἀπολέσῃ τὴν ψυχὴν αὐτοῦ ἕνεκεν ἐμοῦ οὗτος σώσει αὐτήν. el que quiere asegurar su vida sólo logra perderla; en cambio, si ἕνεκεν ἐμοῦ por la causa de Jesús, por sus metas, por los valores que Él nos ha propuesto, ese la asegurará. La dificultad radica en que llevamos siglos del pensamiento egoísta, de la cultura individualista, de relativismo moral, de insolidaridad, de un corazón duro como piedra, sin entrañas de misericordia; la μετανοῖεν metanoia necesaria es rotunda, intensiva; sólo la gracia del Espíritu Santo, (seguramente por eso se le representa como Paloma Alada) podrá permitirnos remontarnos hasta esas alturas: La cúspide del amor, el Amor-Agape.

Acercarnos a la Persona

Por mucho tiempo hemos puesto el eje y marcado el énfasis de nuestra religiosidad en ciertos aspectos: Ir a misa, la vida sacramental, las oraciones de repetición, las verdades de la fe, inclusive, la memorización de citas bíblicas. Todo esto es bueno, muy bueno. Sólo que es incompleto.



Pienso que uno puede llegar hasta leer la biografía de alguien y memorizar muchos detalles, anécdotas curiosas de ese personaje, pero eso no garantizará que tengamos un conocimiento real de la persona. Para conocer a alguien, hay que vivir con él, encontrarnos con Él, inclusive llegar a copiar sus experiencias, hacer lo mismo para poder afirmar que hemos compartido con esa persona muchos momentos, y que a través de esa experiencia, hemos alcanzado un verdadero conocimiento de su personalidad.



El discipulado no consiste en un conocimiento erudito de muchos datos y de un sinfín de anécdotas. El verdadero discipulado está expresado en el verbo “Seguir”. Entonces, toda esta reflexión de la perícopa de hoy nos lleva a que εἰ τις θέλει ὀπίσω μου ἔρχεσθαι “Si alguno quiere seguirme….” (Lc 9, 23), debe, como la mariposa al salir de su capullo, desprenderse de su caparazón, despojarse de toda armadura y darse por entero, aplicarse al seguimiento, tratando de ser como Él (con humildad pero con ánimo, la meta es alta, pero Dios es Infinitamente Misericordioso), ir poniendo nuestro pie en cada una de sus huellas, para eso está la Revelación, para eso está la Escritura, para eso nos dejó instituida la Iglesia, para que pudiéramos identificar su Rastro y ¡rastrearlo!

Quizás el Domingo pasado al concluir con el cuento de Tony de Mello, alguien pudiera haber pensado que no hay que ganar adeptos para nuestra Iglesia; pero eso no fue lo que quisimos decir, lo malo está en quererlos ganar por honra y gloria propios; cuando evangelizamos compartiendo nuestra experiencia al lado de Jesús, no debe animarnos la vanagloria, debemos hacerlo poniendo en el centro a Jesús, no al egoísmo. Hacerlo todo por amor a Jesús, siguiéndolo. Eso lo alcanzamos al despojarnos, al desacomodarnos y abandonarnos en las manos de Dios.



«No se trata de saber el Evangelio, sino de “saborearlo”. No se trata de buscar ideas en el Evangelio sino de encontrarse con la Persona única, atrayente y fascinante de Jesús el Señor… A Jesús no se le puede comprender, pero si amar, creer en Él, fiarse y confiarse en Él. Y el camino es el de un corazón orante, un corazón humilde, abierto a la trascendencia,…»[5]



[1] Masseroni, Enrico. ENSÉÑANOS A ORAR. UN CAMINO A LA ESCUELA DEL EVANGELIO. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá – Colombia. 1998 pp. 80-81
[2] Ibid
[3] Benedicto XVI. JESÚS DE NAZARET. I PARTE Ed. Planeta Bogotá – Colombia 2007 p. 341
[4] Citado por Benedicto XVI Op. Cit. p. 345
[5] Mazariegos, Emilio L. LA AVENTURA APASIONANTE DE ORAR. Ed. San Pablo. Bogotá Colombia pp. 39. 41.

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