sábado, 16 de junio de 2012

EL REINO DE DIOS ES JESÚS MISMO




 
  
Según las informaciones que tenemos Jesús vivió, actuó y murió apasionado por una causa: la llegada del Reino de Dios, o nueva humanidad fraterna.

Jesús Espeja. o.p.

Señor, …………..
Haz que pueda yo también
tener un corazón como el suyo,
que vive en paz porque sabe
que ha hecho todo lo posible y de la mejor manera,
sin meterse en la parte del trabajo
que les toca al sol y a la lluvia.

Averardo Dini



1

En su Carta Apóstolica Rosarium Virginis Mariæ del Papa Juan Pablo II, publicada el 16 de octubre de 2002, nos propuso incorporar los Misterios Luminosos al Santo Rosario. El primero, el Bautismo en el Jordán; el segundo, la Transformación del agua en vino en las Bodas de Caná; el tercero, la Predicación del Reino; el cuarto la Transfiguración en el monte Tabor y el quinto, la Institución de la Eucaristía. Estos misterios se refieren a la vida pública de Jesús. Pero, el tercero, el de la Predicción de Reino de Dios, parece compendiar los otros.

Si, la predicación del Reino de Dios no es solamente una serie de alusiones a este Reinado. Cada acción, cada milagro, cada parábola, sentimos que de manera directa o indirecta, conecta e ilustra lo que implica este Reinado. Muchas veces, durante la lectura del Evangelio, se tiene la impresión que lo único que le interesa a Jesús es el anuncio del Reinado de Dios. La Soberanía de Dios coincide punto por punto con la Revelación de Dios. Dios nos ha dado a conocer –por medio de su Revelación- todos los valores necesarios a la edificación del Reinado de Dios. “el Reino está siempre presente donde los hombres realizan la justicia, buscan la fraternidad, se perdonan mutuamente y promueven la vida”.[1] Como si nos hubiera entregado en Jesús el Mapa-Perfecto-para-reconstruir-el-Reino.


2


Lo que Jesús nos anuncia en el Evangelio de hoy, Mc 4, 26-34 es un hermosamente esperanzador mensaje. Prácticamente es la declaración hecha por el propio Jesús que su Reino si se está construyendo. De una manera imperceptible, más allá de nuestra mirada y de nuestra conciencia, aún cuando escapa a nuestros ojos y a todos nuestros sentidos, el proceso se está dando; a despecho de los que lo rechazan porque pugna con sus conveniencias o toca a sus mezquinos intereses, el Reino de Dios avanza; καὶ καθεύδῃ καὶ ἐγείρηται νύκτα καὶ ἡμέραν, καὶ ὁ σπόρος βλαστᾷ καὶ μηκύνηται ὡς οὐκ οἶδεν αὐτός. αὐτομάτη ἡ γῆ καρποφορεῖ, πρῶτον χόρτον εἶτεν στάχυν εἶτεν πλήρη σῖτον ἐν τῷ στάχϋι. “de noche o de día, la semilla brota de cualquier manera y crece aún sin que se de cuenta. La tierra da fruto por sí misma, primero hierba, luego espiga bien cargada de trigo” Mc 4, 27-28. Queremos destacar la palabra αὐτομάτη o sea “por sí misma” el proceso de avance de crecimiento, de transformación de simple semilla en planta y de planta a planta con espigas bien cargadas de granos εἶτεν πλήρη σῖτον ἐν τῷ στάχϋι.

Esta palabra de Jesús nos garantiza que el Reino se va dando en un proceso seguro, como que es Palabra de Dios, este proceso no depende para nada de nosotros; no está en función de nuestros pecados, ni de nuestra santidad, depende simple y llanamente de la gratuidad de Dios. Él tendrá señalado el día, la hora, el momento cuando el fruto esté maduro ὅταν δὲ παραδοῖ ὁ καρπός habrá llegado el día de cosechar, es entonces, y sólo entonces que ordenan recogerlo; la parábola quiere decir que El Reino de Dios habrá llegado a su plenitud.



Me gusta compararlo con un libro, por ejemplo, con una novela: No nos ha correspondido ser parte de la primera página, es decir, de la época de constitución de las primeras comunidades cristianas; tampoco –al parecer- nos ha correspondido estar en las páginas del desenlace; pero la Misericordia del Señor nos ha permitido que nuestros nombres aparecieran en algunas páginas de esta maravillosa obra que llamamos Historia de la Salvación. Gloria sea dada al Señor que escribió nuestros nombres en el Libro de la Vida.


3

Mesianismo deriva de Mesías (Mesiah), pero no es lo que el Mesías vino a proponernos. Sino, todo lo contrario. El mesianismo es la creencia pueril y propia de una mente esclava, de una mentalidad que no es libre todavía, de esperar que Dios o su Enviado se hagan cargo de la edificación del Reino. Claro que hubo, hay y siempre habrá gente interesada en mantener este esquema mental: “Usted quédese ahí quietito esperando que Dios vendrá y hará resplandecer su Gloria, vendrá Glorioso con Todo su Poder y premiará a los justos y castigará a los malvados”. Esto es verdad, pero es sólo la mitad de la verdad. Falta la otra mitad, quizás la mitad mas importante porque es la que se refiere a nosotros.


La mitad que nos compete es aquella donde nosotros comprometemos todas nuestras fuerzas y toda nuestra vida en la construcción del Reino. En esta perícopa del Evangelio que leemos hoy, Jesús nos confirma la certeza en la Victoria de su Reinado. Pero leamos atentamente el inicio de la parábola: ἄνθρωπος βάλῃ τὸν σπόρον ἐπὶ τὴς γῆς  “Un hombre esparce la semilla en la tierra” (Mv 4, 26b) ¿Quién es este hombre? Como modelo, como prototipo, es Jesús, Él nos da el ejemplo, es el primogénito, pero después, somos todos y cada uno de nosotros, los comprometidos en la “siembra”.

Recapitulemos, no es una tarea que compete al Mesías y nosotros cruzaditos de brazos, niños juiciosos y bobalicones ahí, mirando; la siembra –valga decir- la expansión y consolidación del Reino es competencia de todos los que somos células del Cuerpo Místico de Cristo, a quienes el Sagrado Corazón nos bombea la Energía Infatigable, y también incontenible –aun cuando discreta y nada espectacular- que trabaja sin cesar, dormido o despierto, de noche o de día: progresa, avanza, crece y brota. No es pues mesianismo, ya lo decíamos, es todo lo contrario. Aquí cabe repetirlo una vez más, el Señor Dios no procede con violencia, ni con imposición, ni con totalitarismo. La dictadura de Dios es la del amor:בְּחַבְלֵ֨י אָדָ֤ם אֶמְשְׁכֵם֙ בַּעֲבֹתֹ֣ות אַהֲבָ֔ה  Yo los atraía hacía mí con los lazos del cariño, con las cadenas del amor.” (Os 11, 4a). Ese es Dios, no es un Dios Omnipotente pero porque él mismo se ha atado las manos, se h sometido a nuestra voluntad, a nuestra aceptación, a nuestra colaboración con sus Amorosos Designios.

Quedarse cruzado de brazos esperando que el Reino se construya solo eso es mesianismo. El Reino ”ante su ofrecimiento el hombre no debe quedar pasivo; debe realizar esfuerzos para apropiárselo: Se alcanza, se arrebata, se entra, se busca, se está o no cerca, unos van antes que otros, se cierra la entrada a él.”[2] Estar del lado del Mesías, estar con el Hijo de Dios Humanado es poner manos a la obra, aún cuando a nosotros no nos corresponda ver la obra terminada, ver el Edificio Completo, es la complacencia de Dios, vernos dar lo mejor de cada uno, entregándonos por entero a la edificación de su Reinado. Demos gracias a Dios que nos ha tomado en cuenta para sus Misericordiosos Propósitos y  Él multiplicará los panes pero a nosotros nos los dará para que los repartamos.

No nos corresponde ver o pedir cuentas sobre el frondoso arbusto donde construirán su nido los pájaros, con ver el granito de mostaza y comprender todo el poder saborizante que tiene podremos justipreciar, ¿cuantos granos producirá un arbusto robusto? Pues multipliquemos por millones los sabrosos platos sazonados que se servirán a partir del arbusto que brotará de ese único granito de mostaza. Apliquémonos a construir el Reino, no ambicionando cosechar los frutos sino convencidos que las semillas que hoy se van tirando por el campo, tachonaran de flores los senderos del mañana.


He escuchado, últimamente, en diversas versiones, la historia del hortelano muy anciano a quien su interlocutor sentenciaba no podría disfrutar de los frutos del árbol y, quien a su vez contestaba, que gracias a otros sembradores desinteresados, generosos, que lo había precedido, él había podido degustar y paladear sabrosos frutos durante toda su vida. Nunca es tan verdadero como en el caso del Reino de Dios, que no construimos para nuestro egoísmo sino para las generaciones venideras. Amigos, construyamos con tesón y empeño. ¡No nos quedemos con los brazos cruzados! El Señor, El Misericordioso, al atardecer de nuestra vida, nos cancelará los servicios, con su Infinita Justicia-Generosa- dándonos el ciento por uno. A cada uno su denario, según lo pactado. Sin cuantificar las horas trabajadas, nos dará a cada uno una medida generosa, rebosante, remecida, apretada. (Lc 6, 38).

En la perícopa inmediatamente anterior a la que estamos considerando en este XI domingo del tiempo ordinario, está la parábola del sembrador: Allí se señala que algunos de nosotros somos semillas estériles, algunos caídas entre abrojos o entre las piedras del camino, otros agostados por el sol, no cargamos ningún fruto. etc. (Cfr. Mc 4, 1-20) A todas estas, hablando de no cargar ningún fruto, recordemos la higuera que Jesús maldijo por ser vana; en otra parte dice Jesús que quien no carga fruto merece ser cortado y arrojado al fuego.

¿En qué consistió la predica de Nuestro Salvador? Con todas sus acciones nos llamó a comprometernos en la Construcción de su Reinado. En un continuo transparentar todo lo Bueno que viene del Padre. Entonces, vivir es transparentar la Misericordia del Padre, implantar –insistimos con la sola fuerza del amor, la fuerza más poderosa de todo el Universo- la Soberanía de Dios.


4

La profecía de Ezequiel 17, 22-24, vaticinaba a Jesús, de quien sabemos Es-Él-Mismo-Reino: Sacado de la cepa de Israel, no de cualquier parte, sino de lo más selecto y granado, de la “copa”, es decir, un “Hijo del mismísimo David”. Para plantarlo en “la Montña más Alta de Israel” (Ez 17, 23a), en el Calvario, en el Gólgota, para convertirse en un “Cedro Magnifico”; el Árbol de la Cruz donde está clavada la salvación del mundo” “¡Venid, Adoremos!


Esta profecía se empeña en demostrarnos con palpable claridad la predilección de Dios por los más débiles: “Humilla los árboles altos y eleva los árboles pequeños” (Ez 17, 24b). O, con Palabras tomadas del Magnificat: “Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes; a los pobres los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos” Lc 1, 52-53.

Dice el Cardenal Carlo María Martini que “Es el trastoque de los valores: lo que parece tener valor ante los ojos del mundo, no vale nada ante Jesús, para quien valen los pobres, los pequeños, los perseguidos, los humildes.”


5




Reflexionemos un momento sobre la Segunda Lectura que para esta oportunidad está tomad de Cor 5, 6-10): La Vida Eterna, la vida en el Paraíso Celestial de la cuál disfrutaremos después de la vida mortal, tiene unos campos de entrenamiento. Es la vida terrenal. Estamos aquí para entrenarnos, para prepararnos, para injertar en nosotros esos valores que nos hacen ciudadanos del Cielo. Esta ciudadanía se va ganando cuando injertamos en nosotros los “valores del Reino”. Aquí vamos adaptándonos en tanto nos dediquemos a practicar esos valores del Reino para que sepamos vivir la Ciudadanía del Cielo: Se entiende que uno no puede llegar completamente desadaptado a visitar cierto país y mucho menos si uno se va a radicar allí.  Por eso, aquí –en la vida terrenal- tenemos que ir adquiriendo el “idioma” y ser capaces de demostrar, cuando vayamos a solicitar “la Visa”, que cumplimos las condiciones, los requisitos para radicarnos en ese “País Maravilloso”, Allí donde resplandece el Rostro de Dios Eternamente. Esos requisitos se pueden sintetizar así:[3]
>Convertirse y creer en la Buena Nueva (Mt 1, 14)
>Nacer del agua y del espíritu (Jn 3, 7)
>Hacerse como niños (Mt 18, 1-4; Mc 10, 15; Lc 18; 17)
>Vivir en justicia (1 Cor 6, 9_10; Gal 5, 21)
>No volver atrás (Lc 9, 62)

“No volver atrás” en el sentido de no mirar hacía atrás para seguir haciendo “más de lo mismo”, hay que cambiar, hay que metanoisarse, hay que “convertirse”, es más, hay que mirar sólo y exclusivamente hacia delante, hacía Jesús el Modelo-Perfecto, el Reino de Dios hecho Persona.


El Señor adaptó perfectamente los Campos de Entrenamiento y nos dio el Paraíso Terrenal. Sin embargo, ya conocemos al pie de la letra el relato de Adán y Eva y la intervención del “Patas”. ¡Ahí fue cuando los campos de entrenamiento fueron “parrandeados”! La historia de la Salvación no se detiene, el Padre de Eterna e Incomparable (Inconmensurable) Misericordia nos mando un “Manual Perfecto del Campo de Entrenamiento” con un Modelo a Escala Natural”, ese Modelo Perfecto, esa Guía-Ideal es la Persona de su propio Hijo, Nuestro Señor Jesucristo. En Él está contenido el Reino, podríamos, sin exagerar un ápice, decir que Él es el Reino y estaríamos diciendo la pura verdad.

Entonces, al tener a Jesús, ¿poseemos el Reino? Si y no. Poseemos el Modelo Perfecto, tenemos las Claves-Totales (en los Evangelio se nos habla 104 veces del reino de Dios y en el Nuevo Testamento un total de 139 veces), pero su posesión es tarea existencial de toda-una-vida. Alcanzamos el Reino cuando toda nuestra existencia se conforma, se configura, es comunión con el modelo perfecto.


Por eso, la predica del Reino no es un discurso sobre un Rey y un Reinado, no es un concepto, no es una doctrina. La predicación del Reino es Jesús y su forma de Ser, su forma de Vivir,  Es-Él-Mismo.

Al tener a Jesús, Dios Padre nos regaló los Planos y todas las indicaciones necesarias para que los Campos de Entrenamiento fueran perfectamente reconstruidos y adaptados para que en ellos podamos “prepararnos” para gozar de la nueva y eterna ciudadanía. Pero una cosa es tener los Planos y otra cosa distinta, vivir en el Campo de Entrenamiento y “entrenar” todos los días. ¿Cómo habitaré en el País de la Vida por años sin término (Sal 23(22), 6b)? La respuesta está en este mismo salmo, en el verso 6ª: Cuando nos dejemos acompañar por la Bondad y el Amor del Dios que Es-Buen-Pastor.


Nosotros también tenemos que anunciar el Reino, invitar a otros a radicarse en ese País de la Perfección y la Maravilla donde abundan la Leche y la Miel y la Leche es la Bondad y la Miel es el Amor Inefable de Dios. La mejor propaganda que se le puede hacer es vivir nuestro “Entrenamiento” con coherencia.









[1] Puebla # 228
[2] Arias Reyero, Maximino  JESÚS EL CRISTO Ed. Paulinas Madrid-España 1982.

[3] Esta síntesis de las exigencias  la hemos tomado de Miranda, José Miguel TEMAS BÍBLICOS Ed. Centro Carismático “Minuto de Dios” Bogotá, 1988 4ta Ed. p.125.

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