Malaquías 1,14-2,2.8-10; 1 Tesalonicenses 2,7-9.13; Mateo 23,1-12
La mayoría de nosotros tiene un cierto poder y autoridad, algún tipo de responsabilidad para con otra persona. El poder no es sólo un factor en la política y en la sociedad, es también un factor en la Iglesia , en los conventos, en las parroquias, en las familias, en las asociaciones. En casi todos los rincones de la vida encontramos personas luchando por poder, usando y abusando de Él, dominando a otras personas y tratando de controlarlas.
Albert Nolan op.
“En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos” dice Jesús en Mt 23, 2. Nuestra situación es más complicada porque nosotros nos sentamos en la propia cátedra de Jesús; ellos decían que eran discípulos de Moisés, pero nosotros declaramos nuestro discipulado de Jesús, Nuestro Señor. ¿Qué decimos nosotros? ¿Cómo obramos?
Se habla con frecuencia del origen de todos nuestros males y de todas las problemáticas sociales, familiares y comunitarias, y se suela achacarlas a una crisis de dirección, a una crisis de liderazgo y de autoridad. Nos parece que, en esa situación nos encontramos ante un proceso de “desplazamiento” que así denomina la sicología a la estrategia mental de asignar la culpa a otro, o a otros. Como lo dice el Padre Nolan en el epígrafe, todos tenemos algún poder, y en más de una ocasión, se usa y se abusa de él para dominar y controlar.
Evidentemente, ejercen liderazgo los políticos, especialmente aquellos que han llegado al gobierno, los militares, en particular la cúpula; los empresarios, los gerentes, los obispos y los sacerdotes y los educadores a todo nivel, seguramente más aquellos que se desempeñan como directivos docentes. Pero también, son líderes los padres de familia, los estudiantes de grados superiores respecto de aquellos que se encuentra en los cursos inferiores; los universitarios lo son respecto de los que cursan la educación media; y los estudiantes de la secundaria influyen sobre quienes estudian la primaria; y así sucesivamente. Son líderes los empleados de mayor “rango” respecto de sus subalternos, y los más antiguos con respecto a los más inexpertos. Así, la enumeración se vuelve de nunca acabar. No podemos continuar el desarrollo de la idea sin recordar que los abuelos, son uno de los liderazgos más válidos, aún, cuando nuestra cultura actual los tenga por nulos en tanto “no son productivos” y, por tanto, prácticamente con cero poder adquisitivo.
Como dijimos en otro momento, la mitología democrática, pretende reducir a la instancia electoral nuestro ejercicio democrático y, la crisis de liderazgo nos llama con urgencia a ejercerla en todo momento, con vigilancia continuada, buscando siempre el reforzamiento de instrumentos de control democrático. Que nadie se engañe con la falsa ilusión de la vigilancia delegada. La vigilancia y control es un ejercicio de todo ciudadano. Podemos suponer, eso sí, que hay un papel profético que algunos ciudadanos “más concientes” abanderan, marchando a la vanguardia de la recuperación de valores-verdaderos y de su correcta jerarquización, dando a cada uno su importancia relativa respecto a los otros, estableciendo una axiológía válida y denunciando los falsos valores con los que se manipula la opinión; este rol ético del profetismo está a la orden del día.
Este papel profético, está llamado a cumplirlo la Iglesia : “Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee” Mt 5, 13. En este preciso momento debemos recordar , una vez más, que la Iglesia somos todos los bautizados, y no sólo sus jerarcas.
Antes de pasar adelante, recordemos que la primera lectura que nos propone la liturgia para hoy corresponde a Malaquias, 1, 14b-2,2b. 8-10 un profeta post-exílico, quiere anunciar la llegada de un tiempo distinto pero la intuición que le da el Señor es que la casta sacerdotal se ha relajado, proliferan los matrimonios “mixtos”, lo que corrompe gradualmente la fe del pueblo y le daba entrada por la puerta trasera a los cultos paganos que se integraban sincréticamente al culto de YHWH. Además se extiende la costumbre de dar líbelo de repudio a las mujeres por razones mínimas, lo cual equivale a dar cabida al divorcio. Estas y otras costumbres desgastan el “pueblo escogido” y con el retorno de los exiliados se generará un problema aún mayor: Los que vuelven, llegan con pretensiones de retomar sus latifundios, llegan con dinero suficiente para pretender retomar –inclusive por la fuerza- sus derechos sobre la tierra. Los que se había quedado, por su parte, no les dieron la bienvenida, por el contrario, durante el exilio se sentían libres de impuestos y pudieron hacerse a lotes de cultivo. Cuál es la acusación de Malaquías a los sacerdotes: que “han aplicado la ley con parcialidad” Se pusieron de parte de los exiliados que retornaban con recursos suficientes desconociendo que los campesinos que estaban allí, también son “hermanos”, que tienen todos “un mismo Padre”. Es decir, esta clase sacerdotal, esta dirigencia, se ha corrompido, ha cedido ante los poderosos de la tierra, ha desviado la justicia, dándole carta preferencial a los adinerados, a los más pudientes. Por eso dice el profeta –que habla lo que Dios le indica (del griego pro-fami)- que estos sacerdotes “han anulado la alianza que hice con la tribu sacerdotal de Leví”.
Que diferente es la inserción de San Pablo en la 1ª a los Tesalonicenses, no viene a quitarle nada a nadie, con grande esfuerzo y fatiga “trabajando de día y de noche, a fin de no ser una carga para nadie” 1Tes 2,9b. Como propone Jesús, no debemos dejar ni siquiera que nos llamen “maestros” y nosotros simplemente somos “hermanos”, idea esta en la que también insiste Jesús. Es importante que siempre esté claro en nuestra conciencia que el Maestro es Jesús y que nunca pretendamos eclipsar su Magno Magisterio. El más grande se hará servidor, y ese es el núcleo de la verdadera autoridad, ponerse siempre al servicio del prójimos, preferenciando al necesitado.
Volvemos sobre la idea-fuerza de este Evangelio y las lecturas que orbitan en torno suyo, en este domingo 31º del tiempo ordinario, ciclo A: Todos tenemos autoridad, todos lideramos procesos, influimos y marcamos vidas, especialmente nuestros hijos y nuestros subalternos gravitan bajo nuestra égida.
Pero todavía hay un liderazgo mayor que nos compromete a todos. El liderazgo sobre nuestra propia vida, sobre nuestro propio ser y sus diversas dimensiones, de la cual no es la menor la dimensión espiritual. Tenemos que saber dirigirnos, orientarnos a nosotros mismos, discernir los caminos que conducen al cumplimiento de la Alianza. También nuestra relación con nosotros mismos puede ser de dominación y opresión o puede, por el contrario ser un autogobierno que libera y lleva hacia la plenitud, hacía la realización de nuestras propias potencialidades, todos los talentos que Dios nos dio, puestos al servicio de los demás y de nosotros mismos, claro, pero no exclusivamente.