Is 29, 17-24
“Pronto, muy pronto, el
Líbano se convertirá en vergel, y el vergel parecerá un bosque”.
Is 29, 17
La
promesa detona esperanza: La palabra que encontramos en Isaías es כַּרְמֶל [karmel] “tierra sembrada con árboles
frutales y flores”, “un huerto con una gran variedad de flores y árboles
frutales”. Es tan poderosa esta imagen que la palabra se convirtió en un topónimo:
nos remite al Monte Carmelo, En el monte matan a un buey, construyen los
altares y Elías propone que el dios que invocado prenda fuego al sacrificio
será el verdadero. Los sacerdotes invocaron durante toda la mañana a Baal entre
las risas y burlas de Elías, pero no pasó nada. En cambio, Elías -tras empapar
de agua la ofrenda y el altar- llamó a Yahweh y este envió un rayo que prendió
el sacrificio. El Líbano era un moridero, decir Líbano era decir un secarral,
tierra áspera, inhóspita, pelada, que daba grima; y el prodigio no se detendrá
ahí, porque llegar a ser un vergel será una fase intermedia para desembocar en
la fertilidad más absoluta: el vergel, un símbolo de abundancia, se volverá tan
denso como un bosque.
En
la esperanza, se espera que nosotros sepamos andar sostenidos, más aun,
impulsados por ella. No se trata de simplemente vivir y dejar morir, se trata
de “avizorar”, de “otear”, en algunos casos de “sospechar” para dónde vamos,
para ganar un “sentido” existencial, Dios nos pide, nos invita a oír en las
palabras de la Escritura lo que se nos revela, y a superar nuestra ceguera para
darnos cuenta que no nos movemos en un vacío, sino que allí donde parece haber
nada, está el aire que respiramos y que nos acaricia. El aire -en esta
metáfora- es precisamente la Presencia de Dios que se mueve a nuestro lado,
Presencia Paternal. Que garantizando nuestra “autonomía”, sin embargo, evita
que nos despeñemos. Se nos pide esperanza, pero Dios a Su Vez, deposita en
nosotros la confianza de que sabremos, no sólo oír en la Escritura, sino
“visualizar” Esa Ternura Infinita que nos envuelve como un aire -que ya lo
dijera, San Pablo predicando en el ágora, en Atenas- en Él vivimos, nos movemos
y existimos (Cfr. Hch 17, 28).
Debemos
notar que la esperanza no es la estación final de una ruta de tren; algo
distante y un poco abstracta. La esperanza está directamente emparentada con
los rieles. Aún más, de nada nos valdría “suponer” la estación final si la
carrilera no llegara hasta allá. Si la estación final está en tierra muy fría,
antes de abordar, deberíamos adquirir ropa abrigada, si la estación final es
muy abarrotada y circular por ella puede llegar a extraviarnos, bien haremos en
proveernos de un plano que muestre su organización y sus salidas, así como nos
permita conocer en cual muelle arribaremos y vamos a desembarcar, y que nos
indique cómo llegar a un punto donde podamos abordar un taxi, para trasladarnos
al hotel o al alojamiento que sea nuestro destino. Entonces la esperanza, ya
desde ahora, modela lo que será nuestra llegada a la terminal. Podemos
considerar esta falta de previsión y de perspectiva, como una modalidad de ceguera,
quizás nosotros diríamos “miopía” para significar la cortedad de vista, la
ceguera ante lo que está más distante. Quien no goza de la esperanza solo
alcanza a ver la inmediatez. Va -cuando mucho- hasta la punta de su propia
nariz, nunca más allá. ¡ese adolece de la telescopia que da le verdadera
esperanza!
Esta
perícopa pertenece al penúltimo segmento del Proto-Isaías, que comprende los
capítulos 28 a 35 y que se han agrupado bajo el título de “diversos poemas
sobre Israel y Judá”. Casi toda esta sección gira en torno a la calamidad que
les exportaron los Asirios en el periodo que va del 705 al 701. Como Ezequías,
rey de Judá había pactado con los egipcios para oponerse al avance de asiria,
Senaquerib -que había heredado el trono asirio de Sargón II su papá- (este
nombre, significa en acadio, “el dios de la luna ha sustituido a los
hermanos" seguramente porque Senaquerib no era el hijo mayor de Sargón II,
pero estos habían muerto, y por tanto fue él quien se sentó al trono, lo que
ellos interpretaban como voluntad del dios luna); resolvió invadirlos y bajarle
los humos, en 701 a. C. atacó las ciudades fortificadas del reino de Judá en
una campaña de subyugación. Se presentan como seis modalidades de desgracias a
consecuencia de esta invasión, y esta subsección, las va mirando una a una.
Presentadas como ayes. Ay de Samaria, Ay de Ariel, ay de aquellos que se
esconden del Señor para ocultar sus planes.
En
particular la perícopa de hoy está tomada de la “Promesa de Salvación de
Israel, que concluye el capítulo 29, vv. 28,1 – 29, 16. Después de la perícopa
de hoy -sobre la Salvación de Israel- retomará los ayes en 30, 1: Ay de los hijos
rebeldes, Ay de los que van a Egipto a buscar ayuda, Ay de ti, destructor no
destruido.
Pero,
¿qué es lo que plantea la promesa de salvación para Israel?
1) Que un bosque
desaparecerá para dar paso a un sembradío, y ese sembradío será tan tupido que
parecerá un bosque.
2) Que los sordos
podrán oír
3) Los ciegos podrán
ver
4) Los que no tienen
palancas ni influencias con los gobernantes y sus funcionarios contaran con el
apoyo del Dios Santo de Israel
5) Se acabarán tanto
los insolentes como los arrogantes, y los malhechores. Estos se caracterizan
como obradores del mal y se dedican a calumniar a los inocentes
6) El Señor afirma que
en lo sucesivo la descendencia de Jacob no pasará vergüenzas.
Cuando vean cómo el Señor ha obrado
prodigios a favor de su pueblo elegido:
1) Reconocerán la
Santidad de Dios
2) Temerán al Señor
3) Los que estaban
confundidos se aclaran y serán sabios.
4) Los que intrigan
para sembrar rebeldía, aceptarán por fin, la לֶ֫קַח “instrucción, “doctrina”, “enseñanza”.
Tenemos
que buscar cómo llenar de sentido la palabra esperanza, y que se imbrique en
procura de una humildad autentica -no de una apertura y entrega a la
manipulación- sino a un domeñar del afán, porque como afirmara Simone Weil, “la humildad es paciencia atenta”. Se trata de aguardar la
realización de la promesa sin atraparla en las redes de la premura, y sin
fijarle a Dios plazos definidos. La esperanza se autentica escapando al ritmo
fragoroso que la mercadotecnia impone: afánese mucho para que reflexione poco.
También decía Simone Weil: La atención absolutamente pura y sin mezcla es oración.
Sal
27(26), 1bcde. 4. 13-14
Se
trata de un salmo del huésped de Yahweh: en este salmo, una sola cosa le
implora a Dios, que él pueda habitar en el Templo, toda la vida, para vivir
contemplando a Dios, gozando de su Presencia. El espíritu que anima este salmo
es un espíritu de seguridad, de confianza. Y, es mediante la oración que se
gana esa protección.
El salmista reconoce al Señor como fuente de su Luz y Dueño de su Salvación. Es a la vez Dios quien se erige como defensor de su Vida, por eso no hay ningún miedo que lo acorrale.
Cuando
él llegue al país de la Vida tiene la esperanza de que disfrutará de la dicha
que Dios le proporcionará en esa nueva realidad. En ese otro plano de
existencia pletórica.
En
la antífona todo se resume diciendo que Dios es Luz, y a la vez, Salvación.
Mt 9, 27-31
Los ciegos del
Evangelio … se sienten seguros al pedir salud al Señor. Y la oración tiene
estas dos actitudes: es de necesidad y es segura.
Papa Francisco
En
la Primera Lectura, el profeta Isaías, pronostica que en breve sucedería que
los ojos sumidos en tinieblas y embargados por la oscuridad verían,
abandonarían su ceguera. Las acciones de Jesús en este Evangelio mateano que
leemos hoy, señalan que el plazo se venció y ya está acaeciendo lo que la
profecía vaticinaba. ¿Qué es lo que hace Jesús? En primer lugar, los interroga
por su fe. ¿Creen ellos que Él tiene el poder para curar la ceguera? (O sea, si
reconocen en Él, el cumplimiento de la Promesa).
Hay varios tipos de ceguera: está la ceguera que impide ver la realidad física que nos rodea, es una ceguera de naturaleza fisiológica. Hay otra ceguera, que no nos permite llevar las imágenes al cerebro y articularlas con una lógica que nos permita el ejercicio intelecto-comprensivo para integrarlas, con “sentido”. En esta ceguera, los hechos y las imágenes se suceden unas a otras sin guardar entre ellas articulación y ensamblaje.
No
sabemos a qué ceguera se refiere el Evangelio, la vía fácil nos llevaría a
pensar que es muy lógico que fuera la que depende de alguna falla fisiológica
del órgano de la vista. Sólo hay un pequeño detalle: los ciegos lo seguían,
entonces, ¿cómo lo seguían si eran ciegos de la vista. Podemos suponer que
alguien los conducía (pero eso sería nada más que una suposición, y no resuelve
el interrogante).
En
todo caso, en el milagro de hoy sólo se dice que (a pesar de ser ciegos), lo
seguían. El cómo, queda abierto…
Después
de este milagro de los dos ciegos, le traen un endemoniado. En ese caso, el
relato señala claramente que “lo trajeron”. ¡Este si fue conducido!
Pasamos
a otro aspecto bien diverso del anterior: Nos gustaría hacer un “mapa” muy
general del Evangelio de San Mateo, para ubicar la perícopa que leemos hoy: Del
5,1 al 7,29 este Evangelio trae el Sermón del Monte, a continuación del 8,1 - 9,38, se narran varios hechos de Jesús:
i)
La cura de un leproso,
ii)
Jesús cura el criado del Centurión
iii)
Sanó a la suegra de Pedro
iv)
Calmó la tempestad
v)
En Gadara, antigua ciudad helenística en Jordania, ubicada
en la actual Umm Qais, centro de la Decápolis, donde desbarrancó los cerdos que
habían tenían sujeto a un poseído por los demonios, y Él los expulsó.
vi)
Sanó a un paralitico,
vii)
Llamó a Mateo para que se le uniera.
viii)
Resucito a la hija del jefe de la sinagoga
ix)
Y luego, viene el milagro de hoy
En
todo caso, esta perícopa breve, de tan solo 5 versículos, donde se hace
depender el poder sanador y taumatúrgico de Jesús de la fe de los destinatarios
del “favor”, en este caso, de la fe del par de ciegos: ellos afirmaron creer
que Él podía sanarlos.
«Todas
las religiones buscan la iluminación. Esta no es fruto de ejercicios extraños,
sino de ojos nuevos; no consiste en ver cosas nuevas, sino en ver nuevas todas
las cosas, con los ojos del Hijo. Quien tiene el corazón del Hijo, en todas
partes ve el amor del Padre.» (Silvano Fausti)





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