1 Sam
16, 1b.6-7.10-13; Sal 22, 1-6; Ef 5, 8-14; Jn. 9,1-41
“Alégrate,
Jerusalén, y que se reúnan cuantos la aman. Compartan su alegría los que
estaban tristes, vengan a saciarse con su felicidad”.
Antífona
de Entrada
Tenemos en mente aquel milagro del Padre Pio:
Anna María Gemma di Giorgio es una “ciega de nacimiento”, que sanó con la
intercesión del Padre Pío… todavía está ciega oficialmente, ¡pero ve! Para mí
es un ¡milagro viviente! Todavía tiene sus ojos sin pupilas, con unas
opacidades blancas feas, que repugnan, ¡pero ve! Todavía es “oficialmente
ciega”, recibe el subsidio del gobierno como ciega, ¡pero ve perfectamente!
El nombre completo es Anna María Gemma di
Giorgio, que nació en la Nochebuena de 1939. Hay una Película del Padre Pío en
la que sus ojos se ven bien, con las opacidades, sin pupilas, ¡y se ve que
Gemma ve!: Coge flores y va diciendo sus colores, atraviesa la calle sola, echa
agua en una botella, ¡ve!… y se ven sus ojos sin pupilas, con opacidades grises
y blancas.
Evidentemente, como lo hemos dicho arriba, el Padre Pio no
podía “crearle unos ojos nuevos a Gemma, pero Dios le permitió la vista por
intercesión del Padre Pio. Tampoco Gemma era ciega por el pecado de sus padres
o por los de ella, era ciega sólo para que se revelara la acción de Dios en
ella. ¡Gloria sea dada al Señor, por los siglos de los siglos!
«Papá
Adán y mamá Eva (Gn 2, 7. 21-23)
Nos cuentan las viejas
historias, cuando todavía no se había inventado el papel ni la imprenta, que
Dios, después de haber hecho la luz y las estrellas, los peces de todo tamaño,
la tierra, las rocas, las montañas y los precipicios con todos los animales que
los habitan, vio todo, se dio cuenta de que no le había salido tan mal la cosa,
y decidió coronar la creación con algo “súper”. Pensó: -¿Qué haré? ¿Algún ángel
con diez motores y cuatro alas? ¿Un mundo nuevo en el cual se apriete un botón
y salgan las ideas y las buenas acciones, como quien presiona un botón de una
máquina expendedora y se llena un vaso con gaseosa? ¿O, por qué no, un paraíso
en serio, donde gocemos de una eterna primavera: sin inundaciones, sin
terremotos, sin sarampión, ni sarna, ni conjuntivitis, ni cáncer, sin
inflación, ni recesión, ni desempleo, ni contaminación ambiental; con “el
agujero de Ozono” zurcido de nuevo; sin corrupción, sin villas miseria, ni
miserables en las villas, sin dolor, sin estrés, sin… sin…? Y siguió pensando,
mientras se rascaba la cabeza y jugaba con su barba…
Entonces, como si se
hubiera encendido una luz vieja descubrió lo que siempre quiso: haría un hombre
y una mujer, mejor que la más bella piedra, el más jugoso fruto, la más ágil
gacela… Mejor que lo mejor hecho en los primeros cinco días de trabajo. Y una
vez que pensó, obró. Y esa obra tuvo dos nombres: Adán y Eva. Hombre y mujer.
Miró el fruto de su buena idea y no pudo menos que pegar un fuerte grito: -¡Aleluya,
jupi-jupi! Y se acostó a descansar pues la jornada había sido dura: hacer un
pequeño mundo que resumiera y perfeccionara todo, no era pavada…
¿Qué significa todo
esto? Que tanto vos como yo, nacimos hace muchísimo tiempo, cuando los ríos
daban sus primeros pasos. Que tanto vos como yo nos llamamos Adán y Eva. Que
tanto vos como yo tenemos necesidad de reír y de llorar, luchando por la vida,
pero no contra la vida. Que tanto vos como yo caminamos hacia un punto final,
hacía allí donde nace el arco iris.
ttt
Nadie nace hoy:
todos hemos nacido “ayer”. Todos somos un poco Adán y Eva, santos y pecadores.
En ellos está nuestra “marca de fábrica”. Pensemos cómo devolver, a esa marca,
la imagen y semejanza de Dios, sanando sus heridas.»[1]
La sexta señal es un Acto Creador
En el versículo 6 del capítulo nueve del Evangelio según San
Juan, de donde tomamos la perícopa correspondiente a este Cuarto Domingo de
Cuaresma, ciclo A, leemos: “Dicho esto, escupió en el suelo, hizo barro con la
saliva, se lo untó en los ojos”…
A todas luces, este versículo guarda una sorprendente
conexión con aquel otro del Génesis: “Entonces Dios el Señor, formó al hombre
de la tierra misma, y sopló en su nariz y le dio vida. Así el hombre se
convirtió en un ser viviente. Gn 2, 7.
Establecida esa relación entre estos dos versículos, uno del
Segundo Testamento y el otro del Primer
Testamento; podríamos leer el gesto de Jesús como que Él, Dios-Hijo, obra igual
que su Padre y crea con el barro. Se trata de la creación de “unos ojos
nuevos”, porque los ojos de un ciego de nacimiento no sirven, no pueden ser
“reparados”, entonces Jesús crea unos nuevos ojos para que este ciego pueda por
fin ver. No se trata de una recuperación de la vista; se trata de darle el
ciego algo que él jamás había tenido, simple y sencillamente, porque nació con
los ojos “dañados”.
“Jamás se oyó contar que alguien haya abierto los ojos a un
ciego de nacimiento.” 9,32. O sea que Jesús es el único Alguien capaz de hacer tal;
porque no es un hombre común y corriente; es el Hombre, el “hijo del hombre”.
Mejor dicho, esta es la prueba de que Jesús es el Enviado, la demostración del
mesianismo de Jesús. Este “Jamás se oyó contar…” que pronuncia el ciego de
nacimiento, es teología de altísimo vuelo, como lo es todo su discurso
testimonial:
“El hombre contestó:
‘Esto es lo maravilloso, que ustedes no entiendan de dónde es un hombre que me
abrió los ojos. Todo el mundo sabe que Dios no escucha a los pecadores sino a
los hombres buenos, que hacen lo que Dios quiere… Si ese no viniera de parte de
Dios, no podría hacer nada’”. Jn 9,30-31. 33.
No se puede dejar de lado una idea de San Ireneo sobre la creación
del Hombre que afirma que mientras Dios Padre creaba al ser humano, lo que
tenía en mente, mejor dicho, el modelo–tipo que tenía en mente era Jesús.
Dios-Padre, que vive en la Eternidad, crea al hombre, inspirado en su propio
Hijo, que era ya antes de todos los tiempos. Pero, ¿a cuál Jesús se remite,
como paradigma para su criatura? «Cristo es el modelo ideal del hombre. Pero Cristo
vivió sometido a las leyes comunes del desarrollo humano; ¿en qué etapa,
pues, de su vida sirvió Cristo de ejemplar al Padre en la formación del hombre?...
el modelo de Dios en la creación del hombre fue el Verbo Humanado, cabeza de la
creación, en unidad con sus miembros los santos, en la consumación final de los
tiempos… Por eso responderíamos que el ejemplar del hombre, a que Dios miraba,
fue la humanidad gloriosa de Jesús. Sólo Cristo resucitado constituye el
hombre perfecto, a cuya imagen y semejanza fue plasmado el cuerpo de Adán.»[2]
El ciego ve lo Divino de Jesús
Cuando el Ciego-de-nacimiento rinde su firme y valiente
testimonio sobre Jesús, el castigo que se le impone es la expulsión de la
Sinagoga. A este ostracismo, a esta expatriación, es más, a esta excomunión que
implica desvinculación de la comunidad, valga decir, cierre a todos los medios
de subsistencia (como lo mencionamos en otro lugar, la excomunión respecto de
la comunidad implicaba casi una pena de muerte porque segregados de la
comunidad era prácticamente imposible allegar los recursos mínimos para la
conservación de la vida); pero no queda sólo, es acogido por Jesús (por su
comunidad), como lo leemos en los versículos 9, 35-39.
Cuando Jesús le dice que Él es: “Lo has visto, es el que está
hablando contigo”. Respondió: Creo Señor. Se produce un fenómeno muy
particular: El antes- ciego ha recibido unos “ojos” muy especiales, son los ojos poderosos de la fe, porque
pueden ver aquello que los videntes-normales no son capaces de ver. «…santo
Tomás, al principio del capítulo LIII del Libro III de la Suma contra gentiles,
al tratar del lumen gloriæ, nota que, para ver a Dios, es necesario que la
inteligencia creada reciba de Dios una semejanza especial con Él. Es imposible,
dice, que la esencia divina se haga forma inteligible de un entendimiento
creado, “si no participa de alguna semejanza con la divinidad”. Y en la Suma
(I, q 12, a 5c y ad 3), esta semejanza es llamada por su verdadero nombre: “El
lumen gloriæ, dice hace a la criatura deiforme: Y por esta luz, los
bienaventurados se hacen deiformes, esto es, semejantes a Dios,… Pero ya desde
ahora son deiformes los justos en virtud de la gracia santificante por la que
Dios se les comunica. La gracia es esta semilla de Dios en nuestras almas, tan
estrechamente relacionada con el lumen vitæ de los bienaventurados, que excluye
por sí misma toda tiniebla de pecado (1Jn 3,9). Es luz, aunque todavía no
deslumbradora, porque es la iluminación de la esencia de nuestras almas por
Dios, luz increada, lumen vitæ (Jn 8, 12).»
El otrora ciego se cristifica
Los
fariseos están convencidos de que su modo de ver es el justo, ya que para ellos
la ley representa lo absoluto, aunque la ley también provenga de Dios, y en
consecuencia sacrifican a la ley, a Dios y al hombre: disponiendo de unos
buenos ladrillos, en lugar de construirse una casa, han optado por construirse
una prisión.
Silvano
Fausti
Este ciego llega a participar de una de las peculiaridades
del Resucitado: su irreconocibilidad. Se traemos a la memoria todos los pasajes
donde el Resucitado se presenta ante quienes lo conocían muy bien, ahora, no lo
pueden reconocer. Pues es eso exactamente lo que le pasa al antes-ciego; la
gente está dividida, unos creen que es él, otros opinan que no, que es uno
parecido. Hasta tal punto llega la duda que es necesario apelar a los propios
padres para saber si es o no es. Ese es el punto de tangencia entre Jesús y el
ciego sanado, el ciego que adquiere la visión. Este parecido nos dice que se
han llegado a igualar en “algo”; lo que pasa es que Jesús al obrar en él esta
“señal” lo incorpora a su Cuerpo Místico, siendo así, pasa a formar parte de la
comunidad de los creyentes, del pueblo llamado (todo “llamado” es también
“enviado”; es más, todo aquel que es llamado lo es para recibir la misión de ir.
Jesús ha sido enviado por el Padre, ahora, después de crearle
unos “ojos nuevos” Jesús lo envía a lavarse en el pozo de Siloé:
Él va y se
lava y regresa βλέπων “viendo”.
«…es doctrina de Santo Tomás[3]: “Nada
puede recibir una forma superior más que a condición de ser elevado a la
capacidad necesaria para esta forma por una previa disposición… Es necesario,
por lo tanto, que esta unión –la unión propia de la visión en el cielo-
comience por una mutación de la inteligencia creada. Mutación, que por otra
parte, no puede realizarse más que por la adquisición de una nueva disposición
en la inteligencia creada” (Cfr. 3 Contra gent. 53). Esta disposición al
acto y a la operación, que es al mismo tiempo mutación de la potencia y el
acto, constituye el lumen gloriæ, así llamado porque se
llama luz a “aquello que perfecciona el espíritu con relación a la visión”.»[4] Es por
esto que el antes-ciego, no solamente cuenta con la visión normal de las otras
personas, sino que aparte de eso, posee una visión especial, que le permite
descubrir con evidencia, que quien le dio lo que él nunca antes tuvo –según
todo el mundo lo sabía- tiene que ser el Mesías. Por eso, tan pronto Jesús se
identifica, él –por su parte- se postra ante Él. Porque su espíritu se ha
perfeccionado con la “luz” que le “aclara la visión”.
Estructura de esta perícopa del Evangelio
de San Juan
Está completamente fuera de nuestro alcance intentar una
exégesis más completa de esta pasaje tan rico, además como catequesis
bautismal, como también lo era el evangelio del Domingo 3ro de Cuaresma, el de
la Samaritana al borde del pozo. «”Padres y padrinos, a ustedes se les confía
el alimentar esta luz para que su hijo, iluminado por Cristo, camine siempre
como hijo de la Luz. Y perseverando en la fe, pueda salir con todos los santos
en el cielo, al encuentro del Señor”
Sin duda el rito, de la luz manifiesta la dimensión profética
de la vida cristiana. Por el Bautismo somos iluminados. Participamos de la Luz
que es Cristo. Ya no caminamos en las tinieblas, porque somos hijos de Dios.
Nos hacemos uno con Cristo, luz que ilumina el camino.
La vela encendida puede significar también nuestra fe,
porque, mientras esta permanece encendida, no caminamos en las tinieblas. Le fe
nos ha de conducir, pero ella tendrá que ser protegida y alimentada como la
cera alimenta la llama.»[5]
Sin embargo, no podemos soslayar la estructura de la
perícopa, así que diremos una palabra a este respecto:
El corazón de la perícopa es la identificación de Jesús como
un “profeta” (también la Samaritana lo reconoce cono tal cuando le dice “Veo
que eres un profeta” (Jn 4,19b).
El primer círculo exterior al núcleo, está formado por los
versículos 8-12, donde al ciego no lo reconocen; y por los versículos 18-23
donde los padres no “asumen” el reconocimiento pretextando que él tiene la edad
suficiente para explicar cómo fue sanado.
El segundo cinturón que rodea los anteriores está formado por
los versos 6-7 que muestra a Jesús-Dios-Creador; y 24-34 donde se argumenta que
si no viniera del Padre no podría obrar tales signos.
Finalmente, la capa más excéntrica está formada por arriba
por los versos 1-5 que nos muestran a Jesús que llega “Enviado” y los versos
35-38 donde el Enviado del Padre es reconocido por la postración del
antes-ciego.
Todo esto encuentra cúspide en los versos 39-41 que actúan
como epílogo, conclusión y sinopsis: Los que quieren juzgar a Jesús no tienen
verdadera autoridad de jueces, no tienen derecho a juzgar. En cambio Jesús, con
toda la autoridad de su “Enviador” emite el veredicto: esos pretendidos jueces
son simples ciegos, ¿cómo puede ser juez el que es ciego y no puede por su
ceguera juzgar?
[1] Muñoz, Héctor. CUENTOS BÍBLICOS CORTITOS Ed.
San Pablo. Bs As. – Argentina 2004 pp, 12-13
[2]
Orbe, Antonio. UNA TEOLOGÍA
CRISTOCÉNTRICA DEL HOMBRE. En SELECCIONES DE TEOLOGÍA. Facultad de Teología San
Francisco de Borja. Barcelona-España. Vol II, # 6, abril-junio de 1963. p. 80.
[3] El
argumento está construido para explicar cómo veremos cuando estemos cara a cara
frente al Señor; pero podemos extrapolarlo para entender por qué el antes-ciego
ve más y mejor que todos los otros, cuya vista es tan torpe que se asemeja a la
ceguera.
[4] De
la Taille, Maurice. s.i. ACTUACIÓN CREADA POR ACTO INCREADO En SELECCIONES DE
TEOLOGÍA. Facultad de Teología San Francisco de Borja. Barcelona-España. Vol 6
No. 21 Enero – Marzo 1967. p. 70.
[5]
Beckhauser, Alberto. LOS SACRAMENTOS EN LA VIDA DIARIA. Ed. San Pablo Bogotá D.C. – Colombia 2003 p. 59
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