Ex 32, 7-11. 13-14; Sal
50, 3-4.12-13.17.19; 1ª Tm 1, 12-17; Lc 15, 1-32
Primera Lectura
Lo
entendemos como dos pedagogías diferentes: En el Primer Testamento hay una
primera forma de pedagogía, algo así como una pedagogía para niños. Su pueblo
está en formación, vaga por el desierto, es ingenuo y pueril, así pues en esta
etapa de su formación requiere una pedagogía especial. Le da grandes prodigios,
le permite atestiguar su poderío, lo saca con gran poder y majestad de Egipto y
le da líderes, jueces, patriarcas, héroes; le permite y lo acompaña a
conquistar la Tierra Prometida –podemos afirmar que- lo lleva de la mano, como
a un niño que aprende a caminar.
Ya
su pueblo ha alcanzado cierto grado de madurez, está conformado, ha recibido
“Las Tablas de la Ley”, ha recibido la Tierra de Promisión, tiene su gran hito
cultual, el Templo de Jerusalén; se procede a una nueva pedagogía: Jesucristo,
¡el Evangelio del Amor! Hay un cambio en el modelo pedagógico que va de la
playa a la montaña; ustedes saben que son a cual más de hermosos, pero
distintos; sus paisajes, sus panoramas son radicalmente diferentes, cada uno
con su propia grandeza y su propia majestuosidad. ¡Se trata de un cambio
pedagógico radical!
Nosotros
leemos la Primera Lectura así: Dios dicta su sentencia para un pueblo de cabeza
dura Él va a consumirlos: Pero Dios conoce a Moisés, Él sabe que Moisés no es
para nada egoísta, Él sabe que su solidaridad con el Pueblo escogido llega a
los límites de matar al capataz egipcio que atropellaba a su hermano hebreo.
Dios nos conoce hasta el límite que no hemos pronunciado una palabra y Él ya la
conoces entera cfr. Sal 139(138), 4. Dios sabía que Moisés renegaría de
privilegios para Él, que no era la clase de persona que daría la espalda a los
suyos sino que intercedería por ellos. En esta Lectura extractada del Éxodo 32,
7-11. 13-14 Dios nos rebela como escoge los líderes que Él nos da, se trata de
personas acrisoladas, templadas, fieles, solidarias con su pueblo. No se trata
de que Dios del Primer Testamento sea un Dios castigador y luego, en el Segundo
Testamento, se haya reblandecido como un viejito; se trata de revelarnos quien
merece ser líder, cómo es un Discípulo. Se trata de que nosotros no somos Dios
y no podemos conocer el corazón de los hombres pero Dios –en esta perícopa- nos
da esa facultad y, por un momento, nos volvemos capaces –mejor aún- Él nos
capacita para que veamos dentro del corazón de Moisés y sepamos por qué es el
interlocutor, el mediador, el pro-fetes (que habla en nombre de otro) a quien
Dios hablaba cara a cara, desde la Zarza hasta el Monte humeante de la entrega
de las Tablas y hasta la Tienda del Tabernáculo, y salía con el Rostro
radiante.
Una palabra sobre el Salmo
Cada uno de nuestros
pecados “pesa” sobre nuestros hermanos. Cada toma de conciencia, cada esfuerzo
de conversión contribuye a mejorar el clima en el cual viven los demás.
Noël Quesson
No
se puede soslayar que en el Evangelio el hermano menor no sólo estaba
“perdido”, no sólo había extraviado el camino; no, el asunto era muchísimo más
grave: “estaba muerto”. Entonces, la verdadera conversión es un cambio tan
profundo que es una verdadera resurrección, el Padre lo dice así: “ha vuelto a
la vida”; pero trasformado, ahora es capaz de ponerse a la altura de un
“servidor”, es consiente que ha ofendido al Cielo y a su Padre, ahora está en
condiciones de atarse la toalla alrededor de la cintura y lavar los pies:
ποίησόν με ὡς ἕνα τῶν μισθίων σου. “trátame como a uno de tus siervos a paga”.
El
Salmo nos invita a la verdadera y radical conversión, a rogarle a Dios para que
nos “transforme”, para que nos “transfigure”, para que nos lave de los delitos
y nos purifique de todo pecado, para que nos ayude a “configurarnos” con Jesús,
a reflejar su Amor, a trasparentar su σπλαγχνίζομαι, a ver a nuestros prójimos
con los mismos ojos con los que Él nos ve. Amén
Ensayemos algún
desenlace alternativo
Se verifica el fin
del haber porque dilapida toda su
riqueza, del valer porque de hijo de
rico pasa a ser porquerizo, del poder
porque nadie lo recibe y se descubre en una soledad terrible.
Arturo Paoli
Podemos
imaginar algunas ligeras variantes en el desenlace de la parábola del “hijo
prodigo”. Por ejemplo, si al hermano iracundo el Padre le pidiera que
reorganizaran la herencia para que –de lo que quedó después del malbaratamiento
de la parte derrochada- VOLVIERAN A PARTIR, YA NO LA MITAD PARA CADA UNO SINO
UN CUARTO. ¿Será que lo que el Padre
quiere es recuperarle la herencia al hermano menor? Es muy importante resolver
este punto: cuando vuelve el hermano menor, ¿automáticamente entra a ser, otra
vez, coheredero? En otro momento, al examinar esta parábola decíamos que el
anillo que ordena a los criados que le pongan en el dedo era el
sello-firma-cheques (hablando analógicamente, claro). Entonces, ¿podrá volver a
derrochar?
Pensémoslo
una segunda vez, si él está sinceramente arrepentido ¡no volverá a cometer los
mismos errores! Y esto es definitivo –a nuestro modo de ver- para poder
entender la parábola. Consideremos que, cuando el muchacho prepara el discurso
que dirigirá a su Padre cuando vuelva: Πάτερ, ἥμαρτον εἰς τὸν οὐρανὸν καὶ ἐνώπιόν
σου, οὐκέτι εἰμὶ ἄξιος κληθῆναι υἱός σου· ποίησόν με ὡς ἕνα τῶν μισθίων
σου. “Padre, he pecado contra el Cielo y
contra Ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus
trabajadores” Lc 15, 18b-19. Ya está puesta la semilla intensa y profunda del
sincero arrepentimiento, el deseo firme de no incurrir más en lo mismo.
Por
eso, cuando uno medita ¿Por qué el Padre accedió a partir la herencia antes de
su muerte’, o -dicho en otras palabras- ¿por qué dejó el Padre que su hijo
joven e inexperto partiera de su lado? (lo que nos conduce a otra variante de
la parábola, la de un Padre que no deja partir al hijo para prevenir el
despilfarro). Hay que valorar lo que la crisis enriquece la existencia. ¿Qué
creen ustedes, que el Padre debió haber amarrado al hijo a la pata de la cama
para que no partiera de su lado? Recuerdo vivamente (como si hubiera sido ayer)
el momento en que Carlos Humberto quiso casarse y, contra toda evidencia, su
matrimonio no duro dos años, pero en el momento dado, no valieron los consejos
de sus padres y sus hermanos, tras de esas recomendaciones y avisos él creía
ver tan sólo la envidia de unas “personas” que no querían dejarlo vivir su
felicidad. Muchas veces se nos mete entre pecho y espalda el deseo de “…recibir
nuestra parte y partir a un país lejano…” y en ese momento, cuando uno está
enceguecido por la terquedad, no valen consejos. Parece que la única manera de
aprender –en esos casos- es golpearse las rodillas aunque nos hagamos daño y
nos las hagamos sangrar.
Así
que muchas veces, el mejor padre o madre se ve obligado a dejar que su hijo se
raspe las rodillas. Es muy conocida la anécdota del niño que insiste en tocar
la plancha caliente a pesar de la prevención que se la ha hecho de que se va a
quemar…. (nos parece que el año pasado dijimos lo mismo), ¿qué se puede hacer?,
dejarlo que se queme porque “nadie aprende en pellejo ajeno” reza la sabiduría
popular. Nosotros mismos hemos llegado a decir que “un papá verdaderamente
responsable esconderá la plancha en un lugar inaccesible para evitar que el
chico o la niña se quemen… pero hemos visto que en más de una ocasión el niño
(o la niña) llegaran hasta ese sitio tan inaccesible y… se quemará. ¡No es
cuestión de padres responsables sino la dialéctica de la curiosidad! El hijo (o
hija) que recibe el pre-aviso –por alguna extraña razón- cree que le están mintiendo…
(es la misma situación de Eva ante la tentación, a pesar de darse cuenta que el
Malo con su disfraz de serpiente le está mintiendo, la curiosidad puede más).
Pensémoslo
una tercera vez: No creemos que se
trata -sensu stricto- de una herencia en
el sentido de un “dinero” sino de una especie de alegoría y lo repartido por el
Padre son los “valores del Reino”, no los bienes terrenales sino la “Vida de la
Gracia”, no “dinero” sino verdaderos “bienes”, el Amor de Dios Padre. Y el país
lejano donde se va a despilfarrar es el alejamiento de esos valores, de esas
leyes, es vivir de espaldas a la Ley de Dios, la ley del Amor. Un país lejano
es el lugar donde no impera ni se recuerda lo que Dios nos ha señalado y
revelado –por medio de su Hijo- como los peldaños que conducen a la salvación.
Esto es tema clave, el arrepentimiento conduce a una conversión y la conversión
consiste exactamente en eso, proponerse vivir conforme con su “Santa Voluntad”,
la conversión –para que sea verdadera conversión- tiene que ser la libre
aceptación de sus enseñanzas, la apertura de nuestro corazón para escuchar
enamorados lo que Él nos dice, aceptar sus “románticos” murmullos pronunciados
al oído de nuestro corazón, con su Dulce-Voz. Como el profeta Jeremías: “El
Señor me sedujo, y yo me deje seducir…” Jr 20, 7. Consiste en permitir que Él
obre en nosotros y a través de nosotros hasta que podamos decir con San Pablo:
ζῶ δὲ οὐκέτι ἐγώ, ζῇ δὲ ἐν ἐμοὶ Χριστός· “No soy yo quien vive, es Cristo quien
vive en mí” Gal 2, 20b. Sin oposición, sin violencia, en armonía interna,
siendo capaz de aceptar que el timón de nuestra barca lo lleve Él.
Des-cosificar nuestras relaciones
interpersonales
El
tema de la conversión no sólo comprende un arrepentimiento sólido y muy
sincero, sino además, un cambio rotundo en el modo de relacionarnos con las
cosas y especialmente con las personas. En estos Domingos previos venimos
viendo la importancia de replantear nuestras relaciones con las cosas,
especialmente cuando las cosas nos encadenan y tienden a ganar una importancia
exagerada, desmedida y a convertirse en “ídolos”. También nuestra relación con
las personas (particularmente como lo decíamos el Domingo anterior, el XXIII)
con la familia, pueden convertirse en un impedimento, en una traba para tener
una relación profundamente personal con Dios. En la parábola del “Hijo pródigo”
se echa de notar que este joven ve en su Padre, no la persona amorosa que lo
ama, sino el dispensador de dinero, bienes y provisiones (cosa que hoy día
suele suceder y que denominaremos “ver al papá como un cajero automático”.
Descubrimos el gran valor que tuvo el “despilfarro” de sus bienes por parte del
hijo menor, cuando ya no le quedaba nada, tuvo que “darse cuenta” por fin del
verdadero significado del Padre. Podemos decir que la “conversión” consiste en
una “re-significación que revalúa”.
No
falta quien haga un cálculo de inversión-ganancia para evaluar la “perdida”:
¿se justificaba que el joven malbaratara toda su herencia para que dejara de
ver al Padre cosificadamente como si su papá tuviera el rostro de un billete?
Pero el amor no tiene tablas contables de inversión ganancia, tampoco la
economía salvífica sopesa a doble columna cuánto se invierte para “salvarnos”.
Lo que hemos constatado es que Dios en la Persona de Jesús lo “apostó” todo,
absolutamente todo por nosotros, hasta la última gota de su Sangre. El slogan
de la economía de la salvación es este: μείζονα ταύτης ἀγάπην οὐδεὶς ἔχει, ἵνα
τις τὴν ψυχὴν αὐτοῦ θῇ ὑπὲρ τῶν φίλων αὐτοῦ. “No hay amor más grande que el de
dar la vida por un amigo” Jn 15, 13.
El
ciego recién curado también veía a las personas como cosas, le parecían que
eran árboles Mc 8, 24b. y Jesús le puso las manos nuevamente sobre los
ojos y quedó completamente sano. Este
“hijo menor” ha necesitado de este toque sanador, perderlo todo, pasar hambre,
tener envidia de los cerdos y no poder probar las bellotas con las que los
alimentaban, subrayamos siempre que para un judío la peor suerte es la de tener
que cuidar cerdos, un “animal inmundo”. Diríamos que este joven “tuvo que tocar
fondo” para des-cosificar su relación con el Padre.
En
general son muchos los casos en que no alcanzamos a ver a la persona y sólo
alcanzamos a ver una cosa que es la mediación con ella. Ver a los otros con los
mismos ojos con los que nos ve Dios significa sanar nuestra mirada y ser
capaces de ver al ser humano que está detrás, que es lo verdaderamente valioso,
que es nuestro hermano, un hijo de Dios como nosotros (y no nos cansamos de
insistir en este punto porque es un punto nodal de nuestra fe).
Amor desproporcionado
Cuando miro mis manos, sé que me han sido
dadas para que las extienda a todo aquel que sufre, para que las apoye sobre
los hombros de todo el que se acerque y para ofrecer la bendición que surge del
inmenso amor de Dios.
Henri J.M Nouwen
Todo
el Evangelio nos muestra que Dios nos ama más allá de la lógica humana, nos ama
con su Lógica Divina. Y nosotros ¡No la alcanzamos a entender! En un intento
ingenuo vamos a tratar un asomo de referencia diciendo lo que no es: Hemos
visto algún niño que creaba una figurita en plastilina y después la destripaba
despiadadamente con las mismas manitas con las que la había fabricado. ¡Ese no
es el Padre Celestial! Dios nos crea e inmediatamente nos ama, es más, antes de
crearnos ya nos amaba y, si nos ve amenazados por algún riesgo, no vacila en
dejar solas las 99 ovejas que “están a salvo” e ir corriendo a rescatarnos. Nos
cuida y nos quiere más que lo que la
mujer que atesoraba 10 monedas de plata, cada uno de nosotros le es millones de
veces más precioso.
Ahora,
si hay uno al borde del abismo y lo logra rescatar, hace fiesta ¡óigase bien!
FIESTA, y no vacila en hacernos matar “el ternero cebado” y nos recibe con
manto nuevo y anillo al dedo y sandalias. Pero otro detalle, no somos figuritas
de plastilina para Él, nuestro creador no es un niño caprichoso que hace y
deshace según la volubilidad de su talante. ¡No! Nos creó y luego, nos dotó de
dignidad y libre albedrío. Si queremos nuestra parte, y si escogemos marcharnos
a un país lejano, no por eso nos deja de amar; observemos que: ἔτι
δὲ αὐτοῦ μακρὰν ἀπέχοντος εἶδεν αὐτὸν ὁ πατὴρ αὐτοῦ καὶ ἐσπλαγχνίσθη, καὶ δραμὼν
ἐπέπεσεν ἐπὶ τὸν τράχηλον αὐτοῦ καὶ κατεφίλησεν αὐτόν. “Estaba todavía lejos cuando su Padre
lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos
al cuello, lo cubrió de besos.” Lc 15, 20b. Este verbo σπλαγχνίζομαι ha venido a cobrar una enorme
importancia dentro de la teología, porque representa el amor ágape de Dios, su
Amor Misericordioso, no un sentir frio, despersonalizado, sino un “sentir”
maternal, como nos lo ha explicado otro gran teólogo remitiéndose a la palabra
hebrea que da sentido a la palabra “Misericordia”, un sentir que nace de las
entrañas, del mismo útero. Así nos ama Dios: Tiernamente, con sus entrañas, por
más pecadores que seamos, mejor dicho, precisamente por pecadores, porque nos
ve al borde del abismo y si logra llegar a nosotros antes que caigamos, ¡HACE
FIESTA!