sábado, 21 de septiembre de 2013

APADRINEMOS A LOS ANAWIN


Am 8, 4-7; Sal 113(112), 1-2. 4-6. 7-8 (R.: cf. 1a y 7b) ;1Tim 2, 1-8; Lc 16, 1-13

Amos denuncia, hay unos que se dedican a  הַשֹּׁאֲפִ֖ים  אֶבְיֹ֑ון  וְלַשְׁבִּ֖ית  עַנְוֵי־  כ  עֲנִיֵּי־  אָֽרֶץ׃  ק  “exprimir al pobre, a despojar a los miserables (hundir más al humilde; o mejor, a hacer al humilde más humilde; y aquí la humildad no es la virtud del que se abaja, sino el empobrecimiento que des-dignifica, que borra, que anula a la persona). No le dejan ni un momento de descanso, quieren ponerlo a trabajar a toda hora, están ansiando la cosecha para recogerla y comercializarla y el Día Santo, el Día consagrado al Señor, quieren que pase rápido, para poder continuar sus negocios, sus ventas y –en consecuencia- su explotación. ¿Pertenecemos al bando de esos opresores? ¡Contra ellos va la denuncia de Amos!

No sólo los gobernantes que ejercen con injusticia, no solo los empresarios que alteran los pesos y medidas o venden la patria, es decir, el bienestar de los ciudadanos para favorecer a “otros ciudadanos”; que hacen implantar leyes que les faciliten “exprimir al pobre”; también los que le ayuden al tendero a falsear la báscula, los que instalan el “muñeco” –como se le llama en el argot popular- el dispositivo que adultera el taxímetro; quien tuerce medio renglón en favor de su “amiguita” o pone un cero más o menos para arreglarle al amigo o al familiar.



Cualquier “torcedura” consciente que conduzca a una injusticia (aquí otra vez no importa que sea aparentemente “poca cosa”, cada poca cosa va torciendo el cauce y va debilitando el basamento del Reino) conduce a ponernos del lado de los “despojadores”. Recordemos que según la profecía Jesús vino precisamente a enderezar los caminos, a allanarlos allí donde algún peñasco se atravesaba. ¡Que lo haga Jesús! Pero ¿quiénes somos Jesús? Pues precisamente sus llamados, todos los que Él ha vocacionado, nosotros, los que hemos sido convocados, los miembros de su “pequeño Resto”, sus discípulos.

Vemos en el Evangelio a un οἰκονόμον “Encargado”, un “Mayordomo”, un “Administrador” –solemos llamarlo hoy día- fonéticamente suena a “economista”, o sea, “encargado de la casa”. Amenazado de despido, resuelve “favorecer” a los acreedores de su Señor y empieza la campaña de adulterar los “vales” (hoy hablaríamos de cheques, letras, hipotecas). A cada uno le disminuye la deuda. Jesús aplaude esta conducta, destaca la “astucia” de este administrador que se hace a “indulgencias con Ave Marías ajenas”. ¿Cómo así? ¿Jesús cohonesta con este pícaro adulterador de cuentas? O sea que ¿Jesús estaría de acuerdo con los que estafan el erario público para favorecer a sus amigastros que le han pasado la “tajada” por debajo de la mesa (o que se la pasaran después, una vez firmada y garantizada la prebenda)?


¡No es ese el caso! Que no se procure hacer decir a Jesús lo que Él no ha dicho. Hay que entender que el Señor Rico es Dios Padre; los encargados somos nosotros, los que hemos recibido la vida, la creación, los bienes, los talentos, la inteligencia, los conocimientos, las capacidades, las herramientas, las máquinas, los inventos, las técnicas y las tecnologías. Y, ¿Quiénes son los acreedores de Dios? ¿Con quién tiene Él letras e hipotecas firmadas?

Ya en el Salmo encontramos la respuesta, clara y contundente: “El Señor levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para sentarlo con los príncipes de su pueblo; a la estéril le da un puesto en la casa como madre feliz de hijos” Sal 113(112), 7-9. O sea que Dios, en su Palabra –como reconocemos lo es todo lo que contiene la Sagrada Escritura, y este Salmo proviene de allí- les ha “firmado” una hipoteca, un compromiso a los Anawin, y su Palabra se cumplirá hasta el último punto de una i. En el salmo no están nombrados como anawin sino como דָּל [dal] flaco, desamparado, menesteroso y דָּל [ebyón] necesitado; sumadas las dos categorías prácticamente igualan al עֲנָוִ֣ים anawin: el pobre necesitado, que no tiene nada y a Nadie más que a su Amigo-Dios.



Los anawin son los clientes de Dios Nuestro Señor, y Él gozoso los ha acogido para ser su Padre. Es con ellos que tenemos que ganar indulgencias, a ellos tenemos que escribirles menos en sus hipotecas; es con ellos con quienes debemos anotar en el recibo: no que deben cien barriles de aceite sino sólo cincuenta. Favorecer a aquellos que siempre han sido exprimidos, restablece la justicia, nos gana indulgencias en su corazón; así, cuando llegue el momento, ἑαυτοῖς ποιήσατε φίλους ἐκ τοῦ μαμωνᾶ τῆς ἀδικίας, ἵνα ὅταν ἐκλίπῃ δέξωνται ὑμᾶς εἰς τὰς αἰωνίους σκηνάς cuando “se nos acabe el dinero”, nos recibiran en las “moradas eternas”; o sea que ¡es un tema escatológico!: No se trata de falsear los recibos para tener mayores prebendas en este mundo; no se trata de agravar la injusticia nutriendo más nuestras propias arcas; se trata de ganar méritos para poder acceder a la vida eterna.



Hay dos planos distintos pero el uno es indicio del otro, particularmente ante los ojos de Dios: Se nos da el “dinero” ¿cómo lo manejamos? Porque de ello depende que luego nos comisionen los “verdaderos bienes”: εἰ οὖν ἐν τῷ ἀδίκῳ μαμωνᾷ πιστοὶ οὐκ ἐγένεσθε, τὸ ἀληθινὸν τίς ὑμῖν πιστεύσει; Lc 16, 11. ¿Reparemos en esto?. Recibimos “billetes de monopolio”, “papel moneda de juguete” y según lo manejemos habrán dos consecuencias –que es la misma- recibiremos los “bienes verdaderos” y “habitaremos las moradas celestes”.



¡Ahí está lo importante! No vayamos a “pecar” falsificando los recibos de deudas en favor de los ricos–en un Domingo reciente nos proponía no invitar al banquete a aquellos que podían retribuirnos la atención sino a los que no tienen con qué- incrementando la espiral de la injusticia: cada vez menos con más y cada vez más con menos. No es eso lo que dijo Jesús, No es eso lo que Dios quiere.. ¡Cuidado con falsear sus enseñanzas! ¡Misericordia quiero y no sacrificios! Leamos atentamente, lo que Dios espera de nosotros al entregarnos en administración los bienes de la tierra es que demostremos en este “test” cómo vamos a jugar en la realidad-real, en la Vida Celestial.



Y el examen es excelente, una prueba realmente confiable: ὁ πιστὸς ἐν ἐλαχίστῳ καὶ ἐν πολλῷ πιστός ἐστιν, καὶ ὁ ἐν ἐλαχίστῳ ἄδικος καὶ ἐν πολλῷ ἄδικός ἐστιν. “El que se muestre digno de confianza en cosas sin importancia, será digno de confianza en lo importante y el que no se muestre digno de confianza en cosas mínimas, tampoco será digno de confianza en lo importante” Lc 16, 10 Magnifica prueba psicotécnica. Claro, es un examen divino para abrirnos las puertas de su “Empresa”; ningún empleado infiel entrará; ningún deshonesto será “contratado”. Pero el que le ablande la deuda a un pobre, a un necesitado, a una mujer estéril, a una viuda, ese tendrá prelaciones, ese habrá ganado prevendas para la “otra vida” (como se la suele llamar).


Con esto vamos directamente a la frase final de la perícopa de la Primera de Timoteo que leemos en esta fecha: ἐπαίροντας ὁσίους χεῖρας “levantemos al cielo las manos puras” 1Tim 2, 8.

¿Para que alzar las manos?

 ¿Levantamos las manos para protestar? ¿Levantamos las manos para sumarnos a alguna revuelta? ¡No! La Primera Carta a Timoteo nos pide alzar las manos ¡puras! para que oremos, por todo el mundo, pero en particular por los “reyes”, valga decir, por los que gobiernan, los jefes de estado, los alcaldes, los que tiene el poder y deciden con ese poder; alzar las manos para orar por los que tienen autoridad, por los que rigen los destinos; oremos por ellos porque han recibido en sus manos, muchos “billetes didácticos” para que se muestren dignos en lo que son “billetes de mentiras” y merezcan recibir en encargo los “billetes de verdad”.

Gente hay en cantidades que creen que a ellos se les conmoverá el alma y tenderán a la justicia si los presionamos, si les hacemos huelgas y hay otros más, que piensan usar las armas del vandalismo para alcanzarles la conversión. Eso nos lleva directamente a jugar el juego del enemigo. A creer como cree el “Malo” que haciendo el “Mal” alcanzaremos “las metas buenas”. No hay que ser muy perspicaz para darnos cuenta que esta lógica no funciona, no sirve. Pero, si así y todo no nos damos cuenta, repasemos la historia, ¿cuánta violencia? ¿cuánto armamentismo? ¿cuántas guerras? ¿cuántos muertos llevamos? ¿qué se ha logrado?

Entonces, ¿dónde deberá estar depositada nuestra fe? ¡Sigamos el ejemplo y la enseñanza de los anawin! En Dios Nuestro Señor. ¡Él es el único que trasforma los corazones! ¡Él es el único que Convierte! Es a Él a quien debemos dirigirnos y alzarle nuestras manos “puras”, manos que son fieles en lo poco y merecen el Gran Encargo”, manos de “Constructores del Reino”, manos que se han esforzado en ser “justas”, manos de “Defensores de los débiles”, las manos de los “padrinos de los anawin”.


Pongamos –esta es la invitación- todo nuestro empeño, alma, vida y “sombrero” en ser fieles en las “cosas de poco valor” para gozar eternamente de los Bienes del Cielo junto con los favoritos de Dios, los débiles, los que son tenidos en menos, explotados y oprimidos, en esta vida y que serán recompensados en el Cielo, porque su sóla heredad es su Amigo el Dios del Cielo.

Una palabra final: Toda esta plática converge en un signo riquísimo en significado: El carro que tiene ahora el Papa Francisco, del mismo color y material celestial del hábito franciscano: el hábito de San Francisco, tenía forma de cruz y era de lana gris. El paño, en efecto, no era teñido, sino tejido con lana blanca y negra natural entremezclada que le daba un color ceniciento. El Renault 4 del papa Francisco también es gris ceniza (su color físico es blanco, pero su simbología es gris ceniza) y, como pedagogía para todo el pueblo cristiano también ¡tiene forma de cruz!






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