sábado, 28 de septiembre de 2013

HAY QUE ESCUCHAR A MOISÉS Y LOS PROFETAS


Am 6, 1a. 4-7; Sal 145; 1 Tm 6, 11-16; Lc 16, 19-31


¿De qué sirve mi comunión contigo, Señor,
si no comulgo con el pobre que encuentro?

Averardo Dini

Hay Uno que los ve a ambos

Fray Nelson Medina o.p.

Hay tal encadenamiento entre el domingo XXV y este Domingo XXVI que uno podría pensar o decir: ¡Se trata de la misma “película”, parte 2! Ese encadenamiento también se da en el Evangelio de San Lucas. El Domingo pasado llegamos hasta el verso 13 del capítulo 16. El último verso que leímos rezaba: “Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al dios dinero”. Se han saltado 5 versículos para continuar este Domingo XXVI con el resto del capítulo 16.




De este salto queremos recobrar dos sentencias fundamentales que –como un tensor- tienden secuela entre lo dicho y lo por decir:
1)    “Dios conoce los corazones de los hombres, y lo que los hombres tienen por grande, Dios lo aborrece” Lc 16, 15b
2)    “Es más fácil suprimir el cielo y la tierra que dejar a un lado una sola letra de la ley” Lc 16, 17

En el Domingo XXV leímos en el Evangelio: Καὶ ἐγὼ ὑμῖν λέγω, ἑαυτοῖς ποιήσατε φίλους ἐκ τοῦ μαμωνᾶ τῆς ἀδικίας, ἵνα ὅταν ἐκλίπῃ δέξωνται ὑμᾶς εἰς τὰς αἰωνίους σκηνάς. “Con el dinero tan lleno de injusticias, gánense amigos que, cuando ustedes mueran, los reciban en el cielo.” Lc 16, 9. No dice cielo, estrictamente dice αἰωνίους σκηνάς “moradas eternas”



En este Domingo XXVI leemos: ἐγένετο δὲ ἀποθανεῖν τὸν πτωχὸν καὶ ἀπενεχθῆναι αὐτὸν ὑπὸ τῶν ἀγγέλων εἰς τὸν κόλπον Ἀβραάμ· ἀπέθανεν δὲ καὶ ὁ πλούσιος καὶ ἐτάφη.  “murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al Seno de Abrahán. Murió también el rico y lo enterraron. Estaba este en el lugar de castigo, en medio de tormentos,…” Lc 16, 22 ambos textos nos quieren dar a conocer una realidad que de otra manera nos sería inalcanzable: ¡nadie ha vuelto de la muerte para contárnoslo!

Motivo de profundo regocijo tenemos al darnos cuenta de la Bondad Divina manifestada a través de Nuestro Señor Jesucristo, el Único que podía contarnos como es la realidad escatológica, el Único que podía decirnos qué hay y cómo es el “otro toldo”: Él nos lo da a conocer, claro que haciendo uso de comparaciones con la realidad terrena pues la realidad “celestial” escapa a todo referente previo, lo que Él nos da son “alusiones” comprensibles a nuestro pensamiento desde nuestro conocimiento de esta realidad.

Durante mucho tiempo se adelantó una teología que desconectaba como dos “realidades” independientes la vida terrenal de la vida después de la muerte física. Lo que pasa aquí –según esa teología- no tiene absolutamente nada que ver con lo que pasa en “el otro toldo”. Y, leyendo atentamente estos evangelios (buenas noticias) venimos a darnos cuenta que están estricta y poderosamente conectadas (¡Buenas noticias!, pero como casi siempre sucede, las que son buenas para unos, son no tan buenas para otros; y eso depende, no del color del cristal con el que se miren, sino de la perspectiva en la que uno se encuentre).



El Domingo anterior se nos indicaba ganar puntos con “el dinero tan lleno de injusticias” aquí (lógico, no podemos llevarnos el dinero para el “otro lado”) y así granjearnos “intercesores” allá; mejor todavía, “anfitriones” que nos reciban. ¡Cual no será la “importancia” que tiene los pobres allá que pueden entrar a decidir a quienes se recibe y a quienes no.

Por el otro ladito, Lázaro “es llevado” por los Ángeles al “Seno de Abrahán” (el Seno de Abrahán es el mismísimo cielo llamado así con un giro por demás comprensible y muy claro para los judíos puesto que Abrahán es el Patriarca por excelencia, el iniciador de la cadena de la fe, el Siervo Fiel de YHWH, que dejó todo y partió basándose tan sólo en la promesa de Dios. ¡Donde esté Abrahán esa será la Morada del Dios Eterno!



¿Qué hacía de bueno Lázaro para merecer la vida eterna? Leyendo con toda atención la perícopa descubrimos que aparentemente ha recibido un premio in-causado, porque él hace absolutamente nada más que existir, mendigar, estar allí, tirado, llagado, dejándose lamer las llagas de lo perros, viendo caer las sobras de la mesa. Pero, un momento, ¡atención! ¿Cómo vive Lázaro? ¡Sumido en su pobreza! La única razón de recibir como premio el Seno de Abrahán es “ser pobre”. El propio Evangelio lo explicita enseguida: εἶπεν δὲ Ἀβραάμ Τέκνον, μνήσθητι ὅτι ἀπέλαβες τὰ ἀγαθά σου ἐν τῇ ζωῇ σου, καὶ Λάζαρος ὁμοίως τὰ κακά· νῦν δὲ ὧδε παρακαλεῖται σὺ δὲ ὀδυνᾶσαι. “Hijo, recuerda que en tu vida recibiste bienes y Lázaro males. Por eso él goza ahora de consuelo, mientras que tú sufres tormentos” Lc 16, 25.

No queremos pretender penetrar las verdades teológicas con sociologismos pero comprendemos que toda riqueza tiene un correlato de pobreza: unos son ricos porque otros son pobres, o mejor aún, si no fuera porque hay pobres, no habrían ricos. A renglón seguido cabe la pregunta: ¿Cuántos pobres se necesitan para poder fabricar un rico? «El pobre no existe como fatalidad; su existencia no es políticamente neutra, ni éticamente inocente. El pobre es subproducto del sistema en el que vivimos y del cual somos responsables. En verdad el pobre es un empobrecido, es decir, un despojado, robado y defraudado del fruto de su trabajo y de su dignidad. Este empobrecimiento suscita un llamamiento al amor cristiano, no s´´olo para aliviar la carga humillante de la pobreza pobre sino para crear condiciones de superación de esta situación.»[1]


Para evitar ese enfoque queremos proceder con otro muy diverso: El “rico epulón” motivó su castigo en “el otro toldo” porque procedió como el sacerdote y el levita de la historia del “Buen Samaritano”, fue indiferente con el mendigo que yacía a la entrada de su casa. Si, evidentemente su pecado es el de la indiferencia, el de la que tantas veces denunciamos, la indolencia, la falta de solidaridad. Este “rico epulón” fue un verdadero Caín: Cuando escucho la voz de Dios preguntándole por su hermano, él contestó: “No lo sé, ¿acaso es mi obligación cuidar de él?” Gen 4, 9d.

Así como el “Economista”, “Administrador” (οἰκονόμον) del Domingo anterior, debía gastarse su dinero mal-habido, impío, para pavimentarse una vía de acceso a las moradas eternas, así también el “hombre rico que se vestía de púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día” debió haber dado no sólo las migajas que caían de la mesa a Lázaro, sino un buen y suculento plato de sopa, y no sopa para un día, sino –ya que estaba dentro de la medida de sus posibilidades- sopa diaria, honrando al pobre mendigo, su hermano, ese hijo de Dios que tenía como único enfermero a los perros que lamían sus heridas.


Nos hace recordar al Padre Pio de Pietrelcina (a San Pío), que no se conformaba con confesar y prodigar los milagros que Dios le permitía, sino que además se interesó en construir un hospital para suplir aquellas necesidades que en el marco de una guerra (la Segunda Mundial) iban a empezar a aparecer por todas partes, porque no se requiere la bilocación o el don de vaticinio que el padre Pio recibió de Dios para inferir que una guerra acarrea heridos, mutilados y sufrimiento a diestra y siniestra. Este ejemplo de San Pio nos muestra cómo granjearse intercesores en el cielo. Uno puede decir, “¡yo no soy rico! Lo que tengo no alcanzaría para construir ni un solo cuarto de hospital…”; pero el Padre Pio no tenía nada… pero lo tenía todo porque tenía confianza en la Divina Providencia. Confianza inamovible, férrea, a toda prueba.

Pero, si se quiere, no nos exijamos tanto, lo que podamos, no tenemos que salvar el mundo solos. Estamos convencidos que cualquier gesto de solidaridad, de caridad fraterna, (no paternalista, no arrogante, no humillante sino dignificadora) se amplía en círculos concéntricos y puede llegar hasta la orilla más remota.



Tampoco podemos ejecutar el gesto y sentarnos a esperar los resultados para ver la resonancia que tiene ese acto generoso. Lo que menos debe preocuparnos es visualizar el resultado, lo que nos debe mover es la energía de semejanza entre nuestro gesto y los de Jesús, aun cuando, guardadas las proporciones nuestro gesto sea milimétrico al lado de las acciones de Jesús. Queremos significar que nuestras acciones deben llevar el aroma de Jesús aun cuando ese aroma se perciba muy tenue, muy mínimo.

Hay realidades que se enlazan en una relación de causa y efecto como lo que obramos en esta vida respecto de lo que “viviremos” en la patria celestial; en cambio, hay otras realidades que no se tocan, como la realidad de la morada celestial respecto del ᾅδῃ Hades (el Infierno). El evangelio nos lo afirma: …μεταξὺ ἡμῶν καὶ ὑμῶν χάσμα μέγα ἐστήρικται, ὅπως οἱ θέλοντες διαβῆναι ἔνθεν πρὸς ὑμᾶς μὴ δύνωνται, μηδὲ ἐκεῖθεν πρὸς ἡμᾶς διαπερῶσιν. “Entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar, ni hacia allá ni hacia acá”. Lc 16, 26bcd.

¡Atención! No siempre hay que esperar hasta el otro toldo para recibir justicia. Muchas veces la justicia se hace o empieza a cumplirse ya en esta “vida”, sin tener que trasportarse a la otra. A ese tipo de justicia “pronta” alude la Primera Lectura: Algunos de estos “ricos” gozones, que banquetean, parrandean, viven en “borracheras” y “orgías”, glotones y desconsiderados que “no se preocupan por las desgracias de sus hermanos”; esos reciben su castigo de una, aquí en la tierra, “irán al destierro a la cabeza de los cautivos” Am 6, 7. Más arriba, antes de iniciar la perícopa que leemos en la liturgia de este XXVI Domingo Ordinario (C), se les advierte a estos derrochadores de lujos, perfumes y de ingeniosos instrumentos musicales para animar sus orgías, que ellos son los que “atraen el imperio de la violencia”, y claro está que a los pobres les envenena la sangre pasar dificultades mientras los otros despilfarran, desperdician, derrochan, hacen gala de ser botaratas, malversan, financian la corrupción y promocionan el escándalo y la vida disoluta. No que creamos en la violencia como vía de solución, pero, ¿qué se puede esperar de un mendigo que ve rodar el pan a los pies de la mesa mientras él pasa hambre?: eso es atraer el “imperio de la violencia” Am 6, 3b.

Tarde o temprano, en la otra vida o ya en esta, nos lo advierte el Salmo: “El Señor… es quien hace justicia al oprimido” Sal 146(145), 7a. Y si seguimos leyendo el Salmo vemos que Dios se ocupa de deshacer entuertos y todo lo endereza puesto que Dios es Justicia y Justiciero; y, una vez más, nombra a sus “clientes”, a sus “ahijados”, más aún, a sus “hijos”, sus protegidos, sus favoritos, los nombra enumerándolos: los hambrientos, los  presos, los ciegos, los caídos, los hombres honrados, los extranjeros, los huérfanos, las viudas. Otra vez están condensados, en los que se mencionan, todos los anawin.

Toda esta enseñanza nos compromete a una tarea y esa nos la explicita la Carta a Timoteo de donde se toma la Segunda Lectura: τηρῆσαί σε τὴν ἐντολὴν ἄσπιλον ἀνεπίλημπτον “cumplir fiel e irreprochablemente, todo lo mandado….” 1Tim 6, 14ª.

¿Cómo se cumple todo lo mandado? El mismo texto nos lo dice:

a)    Llevando una vida de rectitud
b)    Piedad
c)    Fe
d)    Amor
e)    Paciencia
f)     Mansedumbre
g)    Luchando el noble combate para conquistar la vida eterna.

Y el evangelio, ya lo dijimos, abundó en cómo se la conquista, favoreciendo a los que son los favoritos del Padre Eterno.

«La celebración de la Eucaristía no puede hacerse en el espíritu de Jesús si junto con ella no están el hambre y la sed de justicia. Traicionamos la memoria del Señor, si por ella ocultamos o hacemos insignificante la presencia de relaciones injustas en la comunidad de los fieles que celebran y asisten a la eucaristía.»[2]




[1] Boff, Leonardo. TEOLOGÍA DEL CAUTIVERIO Y DE LA LIBERACIÓN. Tomado de TEXTOS SELECTOS ediciones paulinas Santafé de Bogotá. – Colombia 1992 p. 119.
[2] Boff, Leonardo. DEL LADO DEL POBRE. Op Cit. p. 118

sábado, 21 de septiembre de 2013

APADRINEMOS A LOS ANAWIN


Am 8, 4-7; Sal 113(112), 1-2. 4-6. 7-8 (R.: cf. 1a y 7b) ;1Tim 2, 1-8; Lc 16, 1-13

Amos denuncia, hay unos que se dedican a  הַשֹּׁאֲפִ֖ים  אֶבְיֹ֑ון  וְלַשְׁבִּ֖ית  עַנְוֵי־  כ  עֲנִיֵּי־  אָֽרֶץ׃  ק  “exprimir al pobre, a despojar a los miserables (hundir más al humilde; o mejor, a hacer al humilde más humilde; y aquí la humildad no es la virtud del que se abaja, sino el empobrecimiento que des-dignifica, que borra, que anula a la persona). No le dejan ni un momento de descanso, quieren ponerlo a trabajar a toda hora, están ansiando la cosecha para recogerla y comercializarla y el Día Santo, el Día consagrado al Señor, quieren que pase rápido, para poder continuar sus negocios, sus ventas y –en consecuencia- su explotación. ¿Pertenecemos al bando de esos opresores? ¡Contra ellos va la denuncia de Amos!

No sólo los gobernantes que ejercen con injusticia, no solo los empresarios que alteran los pesos y medidas o venden la patria, es decir, el bienestar de los ciudadanos para favorecer a “otros ciudadanos”; que hacen implantar leyes que les faciliten “exprimir al pobre”; también los que le ayuden al tendero a falsear la báscula, los que instalan el “muñeco” –como se le llama en el argot popular- el dispositivo que adultera el taxímetro; quien tuerce medio renglón en favor de su “amiguita” o pone un cero más o menos para arreglarle al amigo o al familiar.



Cualquier “torcedura” consciente que conduzca a una injusticia (aquí otra vez no importa que sea aparentemente “poca cosa”, cada poca cosa va torciendo el cauce y va debilitando el basamento del Reino) conduce a ponernos del lado de los “despojadores”. Recordemos que según la profecía Jesús vino precisamente a enderezar los caminos, a allanarlos allí donde algún peñasco se atravesaba. ¡Que lo haga Jesús! Pero ¿quiénes somos Jesús? Pues precisamente sus llamados, todos los que Él ha vocacionado, nosotros, los que hemos sido convocados, los miembros de su “pequeño Resto”, sus discípulos.

Vemos en el Evangelio a un οἰκονόμον “Encargado”, un “Mayordomo”, un “Administrador” –solemos llamarlo hoy día- fonéticamente suena a “economista”, o sea, “encargado de la casa”. Amenazado de despido, resuelve “favorecer” a los acreedores de su Señor y empieza la campaña de adulterar los “vales” (hoy hablaríamos de cheques, letras, hipotecas). A cada uno le disminuye la deuda. Jesús aplaude esta conducta, destaca la “astucia” de este administrador que se hace a “indulgencias con Ave Marías ajenas”. ¿Cómo así? ¿Jesús cohonesta con este pícaro adulterador de cuentas? O sea que ¿Jesús estaría de acuerdo con los que estafan el erario público para favorecer a sus amigastros que le han pasado la “tajada” por debajo de la mesa (o que se la pasaran después, una vez firmada y garantizada la prebenda)?


¡No es ese el caso! Que no se procure hacer decir a Jesús lo que Él no ha dicho. Hay que entender que el Señor Rico es Dios Padre; los encargados somos nosotros, los que hemos recibido la vida, la creación, los bienes, los talentos, la inteligencia, los conocimientos, las capacidades, las herramientas, las máquinas, los inventos, las técnicas y las tecnologías. Y, ¿Quiénes son los acreedores de Dios? ¿Con quién tiene Él letras e hipotecas firmadas?

Ya en el Salmo encontramos la respuesta, clara y contundente: “El Señor levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para sentarlo con los príncipes de su pueblo; a la estéril le da un puesto en la casa como madre feliz de hijos” Sal 113(112), 7-9. O sea que Dios, en su Palabra –como reconocemos lo es todo lo que contiene la Sagrada Escritura, y este Salmo proviene de allí- les ha “firmado” una hipoteca, un compromiso a los Anawin, y su Palabra se cumplirá hasta el último punto de una i. En el salmo no están nombrados como anawin sino como דָּל [dal] flaco, desamparado, menesteroso y דָּל [ebyón] necesitado; sumadas las dos categorías prácticamente igualan al עֲנָוִ֣ים anawin: el pobre necesitado, que no tiene nada y a Nadie más que a su Amigo-Dios.



Los anawin son los clientes de Dios Nuestro Señor, y Él gozoso los ha acogido para ser su Padre. Es con ellos que tenemos que ganar indulgencias, a ellos tenemos que escribirles menos en sus hipotecas; es con ellos con quienes debemos anotar en el recibo: no que deben cien barriles de aceite sino sólo cincuenta. Favorecer a aquellos que siempre han sido exprimidos, restablece la justicia, nos gana indulgencias en su corazón; así, cuando llegue el momento, ἑαυτοῖς ποιήσατε φίλους ἐκ τοῦ μαμωνᾶ τῆς ἀδικίας, ἵνα ὅταν ἐκλίπῃ δέξωνται ὑμᾶς εἰς τὰς αἰωνίους σκηνάς cuando “se nos acabe el dinero”, nos recibiran en las “moradas eternas”; o sea que ¡es un tema escatológico!: No se trata de falsear los recibos para tener mayores prebendas en este mundo; no se trata de agravar la injusticia nutriendo más nuestras propias arcas; se trata de ganar méritos para poder acceder a la vida eterna.



Hay dos planos distintos pero el uno es indicio del otro, particularmente ante los ojos de Dios: Se nos da el “dinero” ¿cómo lo manejamos? Porque de ello depende que luego nos comisionen los “verdaderos bienes”: εἰ οὖν ἐν τῷ ἀδίκῳ μαμωνᾷ πιστοὶ οὐκ ἐγένεσθε, τὸ ἀληθινὸν τίς ὑμῖν πιστεύσει; Lc 16, 11. ¿Reparemos en esto?. Recibimos “billetes de monopolio”, “papel moneda de juguete” y según lo manejemos habrán dos consecuencias –que es la misma- recibiremos los “bienes verdaderos” y “habitaremos las moradas celestes”.



¡Ahí está lo importante! No vayamos a “pecar” falsificando los recibos de deudas en favor de los ricos–en un Domingo reciente nos proponía no invitar al banquete a aquellos que podían retribuirnos la atención sino a los que no tienen con qué- incrementando la espiral de la injusticia: cada vez menos con más y cada vez más con menos. No es eso lo que dijo Jesús, No es eso lo que Dios quiere.. ¡Cuidado con falsear sus enseñanzas! ¡Misericordia quiero y no sacrificios! Leamos atentamente, lo que Dios espera de nosotros al entregarnos en administración los bienes de la tierra es que demostremos en este “test” cómo vamos a jugar en la realidad-real, en la Vida Celestial.



Y el examen es excelente, una prueba realmente confiable: ὁ πιστὸς ἐν ἐλαχίστῳ καὶ ἐν πολλῷ πιστός ἐστιν, καὶ ὁ ἐν ἐλαχίστῳ ἄδικος καὶ ἐν πολλῷ ἄδικός ἐστιν. “El que se muestre digno de confianza en cosas sin importancia, será digno de confianza en lo importante y el que no se muestre digno de confianza en cosas mínimas, tampoco será digno de confianza en lo importante” Lc 16, 10 Magnifica prueba psicotécnica. Claro, es un examen divino para abrirnos las puertas de su “Empresa”; ningún empleado infiel entrará; ningún deshonesto será “contratado”. Pero el que le ablande la deuda a un pobre, a un necesitado, a una mujer estéril, a una viuda, ese tendrá prelaciones, ese habrá ganado prevendas para la “otra vida” (como se la suele llamar).


Con esto vamos directamente a la frase final de la perícopa de la Primera de Timoteo que leemos en esta fecha: ἐπαίροντας ὁσίους χεῖρας “levantemos al cielo las manos puras” 1Tim 2, 8.

¿Para que alzar las manos?

 ¿Levantamos las manos para protestar? ¿Levantamos las manos para sumarnos a alguna revuelta? ¡No! La Primera Carta a Timoteo nos pide alzar las manos ¡puras! para que oremos, por todo el mundo, pero en particular por los “reyes”, valga decir, por los que gobiernan, los jefes de estado, los alcaldes, los que tiene el poder y deciden con ese poder; alzar las manos para orar por los que tienen autoridad, por los que rigen los destinos; oremos por ellos porque han recibido en sus manos, muchos “billetes didácticos” para que se muestren dignos en lo que son “billetes de mentiras” y merezcan recibir en encargo los “billetes de verdad”.

Gente hay en cantidades que creen que a ellos se les conmoverá el alma y tenderán a la justicia si los presionamos, si les hacemos huelgas y hay otros más, que piensan usar las armas del vandalismo para alcanzarles la conversión. Eso nos lleva directamente a jugar el juego del enemigo. A creer como cree el “Malo” que haciendo el “Mal” alcanzaremos “las metas buenas”. No hay que ser muy perspicaz para darnos cuenta que esta lógica no funciona, no sirve. Pero, si así y todo no nos damos cuenta, repasemos la historia, ¿cuánta violencia? ¿cuánto armamentismo? ¿cuántas guerras? ¿cuántos muertos llevamos? ¿qué se ha logrado?

Entonces, ¿dónde deberá estar depositada nuestra fe? ¡Sigamos el ejemplo y la enseñanza de los anawin! En Dios Nuestro Señor. ¡Él es el único que trasforma los corazones! ¡Él es el único que Convierte! Es a Él a quien debemos dirigirnos y alzarle nuestras manos “puras”, manos que son fieles en lo poco y merecen el Gran Encargo”, manos de “Constructores del Reino”, manos que se han esforzado en ser “justas”, manos de “Defensores de los débiles”, las manos de los “padrinos de los anawin”.


Pongamos –esta es la invitación- todo nuestro empeño, alma, vida y “sombrero” en ser fieles en las “cosas de poco valor” para gozar eternamente de los Bienes del Cielo junto con los favoritos de Dios, los débiles, los que son tenidos en menos, explotados y oprimidos, en esta vida y que serán recompensados en el Cielo, porque su sóla heredad es su Amigo el Dios del Cielo.

Una palabra final: Toda esta plática converge en un signo riquísimo en significado: El carro que tiene ahora el Papa Francisco, del mismo color y material celestial del hábito franciscano: el hábito de San Francisco, tenía forma de cruz y era de lana gris. El paño, en efecto, no era teñido, sino tejido con lana blanca y negra natural entremezclada que le daba un color ceniciento. El Renault 4 del papa Francisco también es gris ceniza (su color físico es blanco, pero su simbología es gris ceniza) y, como pedagogía para todo el pueblo cristiano también ¡tiene forma de cruz!






sábado, 14 de septiembre de 2013

CONVERSIÓN RADICAL


Se verifica el fin del haber porque dilapida toda su riqueza, del valer porque de hijo de rico pasa a ser porquerizo, del poder porque nadie lo recibe y se descubre en una soledad terrible.
Arturo Paoli

Podemos imaginar algunas ligeras variantes en el desenlace de la parábola del “hijo prodigo”. Por ejemplo, si al hermano iracundo el Padre le pidiera que reorganizaran la herencia para que –de lo que quedó después del malbaratamiento de la parte derrochada- VOLVIERAN A PARTIR, YA NO LA MITAD PARA CADA UNO SINO UN CUARTO.  ¿Será que lo que el Padre quiere es recuperarle la herencia al hermano menor? Es muy importante resolver este punto: cuando vuelve el hermano menor, ¿automáticamente entra a ser, otra vez, coheredero? Ya el año pasado al examinar esta parábola decíamos que el anillo que ordena a los criados que le pongan en el dedo era el sello-firma-cheques (hablando analógicamente, claro). Entonces, ¿podrá volver a derrochar?

Pensémoslo una segunda vez, si él está sinceramente arrepentido ¡no volverá a cometer los mismos errores! Y esto es definitivo –a nuestro modo de ver- para poder entender la parábola. Consideremos que, cuando el muchacho prepara el discurso que dirigirá a su Padre cuando vuelva: Πάτερ, ἥμαρτον εἰς τὸν οὐρανὸν καὶ ἐνώπιόν σου, οὐκέτι εἰμὶ ἄξιος κληθῆναι υἱός σου· ποίησόν με ὡς ἕνα τῶν μισθίων σου.  “Padre, he pecado contra el Cielo y contra Ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores” Lc 15, 18b-19. Ya está puesta la semilla intensa y profunda del sincero arrepentimiento, el deseo firme de no incurrir ya más en lo mismo.



Por eso, cuando uno medita ¿Por qué el Padre accedió a partir la herencia antes de su muerte’, o -dicho en otras palabras- ¿por qué dejó el Padre que su hijo joven e inexperto partiera de su lado? (lo que nos conduce a otra variante de la parábola, la de un Padre que no deja partir al hijo para prevenir el despilfarro). Hay que valorar lo que la crisis enriquece la existencia. ¿Qué creen ustedes, que el Padre debió haber amarrado al hijo a la pata de la cama para que no partiera de su lado? Recuerdo  vivamente (como si hubiera sido ayer) el momento en que Carlos Humberto quiso casarse y, contra toda evidencia, su matrimonio no duro dos años, pero en el momento dado, no valieron los consejos de sus padres y sus hermanos, tras de esas recomendaciones y avisos él creía ver tan sólo la envidia de unas “personas” que no querían dejarlo vivir su felicidad. Muchas veces se nos mete entre pecho y espalda el deseo de “…recibir nuestra parte y partir a un país lejano…” y en ese momento, cuando uno está enceguecido por la terquedad, no valen consejos. Parece que la única manera de aprender –en esos casos- es golpearse las rodillas aunque nos hagamos daño y nos las hagamos sangrar.



Así que muchas veces, el mejor padre o madre se ve obligado a dejar que su hijo se raspe las rodillas. Es muy conocida la anécdota del niño que insiste en tocar la plancha caliente a pesar de la prevención que se la ha hecho de que se va a quemar…. (nos parece que el año pasado dijimos lo mismo), ¿qué se puede hacer?, dejarlo que se queme porque “nadie aprende en pellejo ajeno” reza la sabiduría popular. Nosotros mismos hemos llegado a decir que “un papá verdaderamente responsable esconderá la plancha en un lugar inaccesible para evitar que el chico o la niña se quemen… pero hemos visto que en más de una ocasión el niño (o la niña) llegaran hasta ese sitio tan inaccesible y… se quemará. ¡No es cuestión de padres responsables sino la dialéctica de la curiosidad! El hijo (o hija) que recibe el pre-aviso –por alguna extraña razón- cree que le están mintiendo… (es la misma situación de Eva ante la tentación, a pesar de darse cuenta que el Malo con su disfraz de serpiente le está mintiendo, la curiosidad puede más).



Pensémoslo una tercera vez:  No creemos que se trata  -sensu stricto- de una herencia en el sentido de un “dinero” sino de una especie de alegoría y lo repartido por el Padre son los “valores del Reino”, no los bienes terrenales sino la “Vida de la Gracia”, no “dinero” sino verdaderos “bienes”, el Amor de Dios Padre. Y el país lejano donde se va a despilfarrar es el alejamiento de esos valores, de esas leyes, es vivir de espaldas a la Ley de Dios, la ley del Amor. Un país lejano es el lugar donde no impera ni se recuerda lo que Dios nos ha señalado y revelado –por medio de su Hijo- como los peldaños que conducen a la salvación. Esto es tema clave, el arrepentimiento conduce a una conversión y la conversión consiste exactamente en eso, proponerse vivir conforme con su “Santa Voluntad”, la conversión –para que sea verdadera conversión- tiene que ser la libre aceptación de sus enseñanzas, la apertura de nuestro corazón para escuchar enamorados lo que Él nos dice, aceptar sus “románticos” murmullos pronunciados al oído de nuestro corazón, con su Dulce-Voz. Como el profeta Jeremías: “El Señor me sedujo, y yo me deje seducir…” Jr 20, 7. Consiste en permitir que Él obre en nosotros y a través de nosotros hasta que podamos decir con San Pablo: ζῶ δὲ οὐκέτι ἐγώ, ζῇ δὲ ἐν ἐμοὶ Χριστός· “No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí” Gal 2, 20b. Sin oposición, sin violencia, en armonía interna, siendo capaz de aceptar que el timón de nuestra barca lo lleve Él.

Des-cosificar nuestras relaciones interpersonales

El tema de la conversión no sólo comprende un arrepentimiento sólido y muy sincero, sino además, un cambio rotundo en el modo de relacionarnos con las cosas y especialmente con las personas. En los Domingos anteriores vimos la importancia de replantear nuestras relaciones con las cosas, especialmente cuando las cosas nos encadenan y tienden a ganar una importancia exagerada, desmedida y a convertirse en “ídolos”. También nuestra relación con las personas (particularmente como lo decíamos el Domingo anterior, el XXIII) con la familia, pueden convertirse en un impedimento, en una traba para tener una relación profundamente personal con Dios. En la parábola del “Hijo pródigo” se echa de notar que este joven ve en su Padre, no la persona amorosa que lo ama, sino el dispensador de dinero, bienes y provisiones (cosa que hoy día suele suceder y que denominaremos “ver al papá como un cajero automático”. Descubrimos el gran valor que tuvo el “despilfarro” de sus bienes por parte del hijo menor, cuando ya no le quedaba nada, tuvo que “darse cuenta” por fin del verdadero significado del Padre. A veces decimos que la “conversión” consiste en una “re-significación que revalúa”.



No falta quien haga un cálculo de inversión-ganancia para evaluar la “perdida”: ¿se justificaba que el joven malbaratara toda su herencia para que dejara de ver al Padre cosificadamente como si su papá tuviera el rostro de un billete? Pero el amor no tiene tablas contables de inversión ganancia, tampoco la economía salvífica sopesa a doble columna cuánto se invierte para “salvarnos”. Lo que hemos constatado es que Dios en la Persona de Jesús lo “apostó” todo, absolutamente todo por nosotros, hasta la última gota de su Sangre. El slogan de la economía de la salvación es este: μείζονα ταύτης ἀγάπην οὐδεὶς ἔχει, ἵνα τις τὴν ψυχὴν αὐτοῦ θῇ ὑπὲρ τῶν φίλων αὐτοῦ. “No hay amor más grande que el de dar la vida por un amigo” Jn 15, 13.

El ciego recién curado también veía a las personas como cosas, le parecían que eran árboles Mc 8, 24b. y Jesús le puso las manos nuevamente sobre los ojos  y quedó completamente sano. Este “hijo menor” ha necesitado de este toque sanador, perderlo todo, pasar hambre, tener envidia de los cerdos y no poder probar las bellotas con las que lo alimentaban, subrayamos siempre que para un judío la peor suerte es la de tener que cuidar cerdos, un “animal inmundo”. Diríamos que este joven “tuvo que tocar fondo” para des-cosificar su relación con el Padre.



En general son muchos los casos en que no alcanzamos a ver a la persona y sólo alcanzamos a ver una cosa que es la mediación con ella. Ver a los otros con los mismos ojos con los que nos ve Dios significa sanar nuestra mirada y ser capaces de ver al ser humano que está detrás, que es lo verdaderamente valioso, que es nuestro hermano, un hijo de Dios como nosotros (y no nos cansamos de insistir en este punto porque es un punto nodal de nuestra fe).

Amor desproporcionado

Todo el Evangelio nos muestra que Dios nos ama más allá de la lógica humana, nos ama con su Lógica Divina. Y nosotros ¡No la alcanzamos a entender! En un intento ingenuo vamos a tratar un asomo de referencia diciendo lo que no es: Hemos visto algún niño que creaba una figurita en plastilina y después la destripaba despiadadamente con las mismas manitas con las que la había fabricado. ¡Ese no es el Padre Celestial! Dios nos crea e inmediatamente nos ama, es más, antes de crearnos ya nos amaba y, si nos ve amenazados por algún riesgo, no vacila en dejar solas las 99 ovejas que “están a salvo” e ir corriendo a rescatarnos. Nos cuida y nos quiere más que lo que  la mujer que atesoraba 10 monedas de plata, cada uno de nosotros le es millones de veces más precioso.



Ahora, si hay uno al borde del abismo y lo logra rescatar, hace fiesta ¡óigase bien! FIESTA, y no vacila en hacernos matar “el ternero cebado” y nos recibe con manto nuevo y anillo al dedo y sandalias. Pero otro detalle, no somos figuritas de plastilina para Él, nuestro creador no es un niño caprichosos que hace y deshace según la volubilidad de su talante. ¡No! Nos creó y luego, nos dotó de dignidad y libre albedrío. Si queremos nuestra parte, y si escogemos marcharnos a un país lejano, no por eso nos deja de amar; observemos que: ἔτι δὲ αὐτοῦ μακρὰν ἀπέχοντος εἶδεν αὐτὸν ὁ πατὴρ αὐτοῦ καὶ ἐσπλαγχνίσθη, καὶ δραμὼν ἐπέπεσεν ἐπὶ τὸν τράχηλον αὐτοῦ καὶ κατεφίλησεν αὐτόν. “Estaba todavía lejos cuando su Padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos.” Lc 15, 20b. Este verbo σπλαγχνίζομαι ha venido a cobrar una enorme importancia dentro de la teología, porque representa el amor ágape de Dios, su Amor Misericordioso, no un sentir frio, despersonalizado, sino un “sentir” maternal, como nos lo ha explicado otro gran teólogo remitiéndose a la palabra hebrea que da sentido a la palabra “Misericordia”, un sentir que nace de las entrañas, del mismo útero. Así nos ama Dios: Tiernamente, con sus entrañas, por más pecadores que seamos, mejor dicho, precisamente por pecadores, porque nos ve al borde del abismo y si logra llegar a nosotros antes que caigamos, ¡HACE FIESTA!.

Y entonces ¿la Primera Lectura?



Nosotros lo entendemos como dos pedagogías diferentes: En el Primer Testamento hay una primera forma de pedagogía, algo así como una pedagogía para niños. Su pueblo está en formación, vaga por el desierto, es ingenuo y pueril, pues en esta etapa de su formación requiere una pedagogía especial. Le da grandes prodigios, le permite atestiguar su poderío, lo saca con gran poder y majestad de Egipto y le da líderes, jueces, patriarcas, héroes; le permite y lo acompaña a conquistar la Tierra Prometida –podemos afirmar que- lo lleva de la mano, como a un niño que aprende a caminar.



Ya su pueblo ha alcanzado cierto grado de madurez, está conformado, ha recibido “Las Tablas de la Ley”, ha recibido la Tierra de Promisión, tiene su gran hito cultual, el Templo de Jerusalén; se procede a una nueva pedagogía: Jesucristo, ¡el Evangelio del Amor! Hay un cambio en el modelo pedagógico que va de la playa a la montaña; ustedes saben que son a cual más de hermosos, pero distintos; sus paisajes, sus panoramas son radicalmente diferentes, cada uno con su propia grandeza y su propia majestuosidad. ¡Se trata de un cambio pedagógico radical!



Nosotros leemos la Primera Lectura así: Dios dicta su sentencia para un pueblo de cabeza dura Él va a consumirlos: וְעַתָּה֙  הַנִּ֣יחָה  לִּ֔י  וְיִֽחַר־  אַפִּ֥י  בָהֶ֖ם  וַאֲכַלֵּ֑ם. Ex 32, 10 ab. Pero Dios conoce a Moisés, Él sabe que Moisés no es para nada egoísta, Él sabe que su solidaridad con el Pueblo escogido llega a los límites de matar al capataz egipcio que atropellaba a su hermano hebreo. Dios nos conoce hasta el límite que no hemos pronunciado una palabra y Él ya la conoces entera cfr. Sal 139(138), 4. Dios sabía que Moisés renegaría de privilegios para Él, que no era la clase de persona que daría la espalda a los suyos sino que intercedería por ellos. En esta Lectura extractada del Éxodo 32, 7-11. 13-14 Dios nos rebela como escoge los líderes que Él nos da, se trata de personas acrisoladas, templadas, fieles, solidarias con su pueblo. No se trata de que Dios del Primer Testamento sea un Dios castigador y luego, en el Segundo Testamento, se haya reblandecido como un viejito; se trata de revelarnos quien merece ser líder, cómo es un Discípulo. Se trata de que nosotros no somos Dios y no podemos conocer el corazón de los hombres pero Dios –en esta perícopa- nos da esa facultad y, por un momento, nos volvemos capaces –mejor aún- Él nos capacita para que veamos dentro del corazón de Moisés y sepamos por qué es el interlocutor, el mediador, el pro-fetes (que habla en nombre de otro) a quien Dios hablaba cara a cara, desde la Zarza hasta el Monte humeante de la entrega de las Tablas y hasta la Tienda del Tabernáculo, y salía con el Rostro radiante.



Una palabra sobre el Salmo

No se puede soslayar que en el Evangelio el hermano menor no sólo estaba “perdido”, no sólo había extraviado el camino; no, el asunto era muchísimo más grave: “estaba muerto”. Entonces, la verdadera conversión es un cambio tan profundo que es una verdadera resurrección, el Padre lo dice así: “ha vuelto a la vida”; pero trasformado, ahora es capaz de ponerse a la altura de un “servidor”, es consiente que ha ofendido al Cielo y a su Padre, ahora está en condiciones de atarse la toalla alrededor de la cintura y lavar los pies: ποίησόν με ὡς ἕνα τῶν μισθίων σου. “trátame como a uno de tus siervos a paga”.



El Salmo nos invita a la verdadera y radical conversión, a rogarle a Dios para que nos “transforme”, para que nos “transfigure”, para que nos lave de los delitos y nos purifique de todo pecado, para que nos ayude a “configurarnos” con Jesús, a reflejar su Amor, a trasparentar su σπλαγχνίζομαι, a ver a nuestros prójimos con los ojos con los que Él nos ve. Amén





sábado, 7 de septiembre de 2013

CONDICIONES PARA EL DISCIPULADO

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Sab 9, 13-18; Sal 90 (89), 3-6. 12-14. 17 (R. 1); Flm 9b-10. 12-17; Lc 14,25-33

Si uno vive evitando problemas y conflictos, si no sabe asumir riesgos y penalidades, si no está dispuesto a soportar sufrimientos por el reino de Dios y su justicia, no puede ser discípulo de Jesús.

José Antonio Pagola


Condiciones de renuncia

Con cierta frecuencia hemos tocado el tema de la conformación de nuestra línea de pensamiento en el marco de una sociedad de mercado. Una herramienta básica para comercializar las mercancías es, sin lugar a dudas la publicidad. Ahora bien, la publicidad tiene por misión procurar que el “comprador-en-potencia” devenga un “comprador-en-acto” para lo cual se refinan constantemente nuevas y nuevas estrategias que echan mano al aporte de ciencias tan diversas como lo son la semiótica y la psicología, pasando por la sociología y la fisiología; en realidad el publicista apela a cuanta teoría o técnica pueda disparar los resortes del consumismo. Se trata –como muchas veces se ha dicho- de mover nuestras pasiones, nuestras pulsiones y generar o “hacer conciencia” de necesidades que “no sabíamos que teníamos”. Estas técnicas y estas estrategias pasan por “cómo hacernos sentir bien”, “cómo sentirnos muy cómodos”, “como hacernos sentir mejor que los demás”, “cómo hacer sentir al otro menos que tú”, y así sucesivamente. Y todo esto cuidadosa y sistemáticamente repetido día tras día, hora tras hora, minuto a minuto, desde la cuna hasta el último instante de nuestra existencia, desde que te levantas hasta que te acuestas, inclusive, cuando duermes y cuando estas despierto (recordemos aquí la existencia de mensajes subliminales).

Entonces viene y se nos presenta una frase tajante, contundente, directa a la mandíbula: οὕτως οὖν πᾶς ἐξ ὑμῶν ὃς οὐκ ἀποτάσσεται πᾶσιν τοῖς ἑαυτοῦ ὑπάρχουσιν οὐ δύναται εἶναί μου μαθητής. “quien no renuncie a sus bienes no puede ser mi discípulo” Lc 14, 33, esto materialmente entra en corto circuito con aquello. Mejor dicho, ¡o es esto o es aquello!

Viene otro punto de conflicto, de crisis: En una cultura que nos enseña a rehuirle al dolor de cualquier manera, una sociedad donde predomina el “pensamiento anestésico”, donde se señala como demencia cualquier aceptación del sufrimiento como masoquismo patológico, viene Jesús con su celebérrima: ὅστις οὐ βαστάζει τὸν σταυρὸν ἑαυτοῦ καὶ ἔρχεται ὀπίσω μου, οὐ δύναται εἶναί μου μαθητής. “Quien no carga con su cruz y me sigue no puede ser mi discípulo” Lc 14, 27.


Luego, hay otro puntico que se nos ha soldado al cerebro: “Lo primero es la familia”, “la familia está por encima de todo”, “al final de cuentas lo único que tenemos es la familia”. Viene Jesús y pronuncia Εἴ τις ἔρχεται πρός με καὶ οὐ μισεῖ τὸν πατέρα αὐτοῦ καὶ τὴν μητέρα καὶ τὴν γυναῖκα καὶ τὰ τέκνα καὶ τοὺς ἀδελφοὺς καὶ τὰς ἀδελφάς, ἔτι τε καὶ τὴν ψυχὴν ἑαυτοῦ, οὐ δύναται εἶναί μου μαθητής. “Si alguien viene a mí y no me ama más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos  , a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo” Lc 14, 26.

Nos hallamos ante una verdadera disyuntiva, puestos en una encrucijada, colocados frente y al borde del dilema, ¿qué hacer? ¿Cómo entender estas frases de Jesús? Hay quienes nos dicen que es una manera hiperbólica de hablar, que no se debe leer con extremismos, que Jesús no exigía estos máximos, que tranquilos que podemos añadir  edulcolorante y… todo bien.



Pensamos que no podemos disolver el mensaje de Jesús en 10’000.000 de litros de agua para acomodarlo, suavizarlo y domesticarlo. Creemos que realmente hay que pararse a ver, antes de querer construir una torre, a ver si hay con qué financiarla hasta el final y terminar la obra, o sí sólo echaremos  los cimientos para ser objeto de la burla generalizada (Cfr, Lc 14, 28): Τίς γὰρ ἐξ ὑμῶν θέλων πύργον οἰκοδομῆσαι οὐχὶ πρῶτον καθίσας ψηφίζει τὴν δαπάνην, εἰ ἔχει εἰς ἀπαρτισμόν

La tradición nos ha enseñado, y ahí está la pauta para la correcta comprensión, que Jesús no iba contra la familia, que no hay nada de malo en poseer algo, una casa, un carro, un juego de sala o una nevera, mientras no estemos atados a ello, mientras eso no nos esclavice, mientras no lleguemos al límite de aquella jovencita que afirmó “Sin mi celular no soy nadie”, es ahí donde verdaderamente nace el problema, ahí se nos vienen encima todas las dificultades porque en ese preciso momento la “cosa poseída” vino a estar por encima del ser humano, de la persona. Consideremos por un momento aquello de “yo soy yo y mis gatos” aun cuando uno pueda entender el cariño por una mascota… pongamos justo sentido de proporción entre la dignidad de la persona humana y… sus “muy queridos gatitos” (y ténganlo por seguro que Jesús tampoco tenía nada contra los mininos).



En tercer lugar, el dolor, un elemento connatural con la vida, ¿cómo podríamos extirparlo sin desnaturalizar la existencia? Verdad que no proponemos las peregrinaciones hasta una Basílica, de rodillas (lo respetamos, como una manifestación de la religiosidad popular; y, pensamos, que cabe en la libre elección del ser humano de hacerlas o no, respetando eso sí a quienes quieran hacerlo, ya que será a esa persona a quien le duelan las rodillas y no a uno); pero, no podemos retirar como premisa absolutista el dolor de la existencia porque este, tarde o temprano, pasara y nos hará su coqueto guiño.

Jesús no nos dice: Si se meten a discípulos míos, cuenten con que nunca les dolerá nada, cuenten con riqueza, posición social y títulos nobiliarios. Si nos decidimos a asumir el discipulado calculemos bien si tenemos soldados suficientes para hacerle frente al que nos enfrentará con veinte mil. A vedes, cuando un joven, por ejemplo, está en el Seminario y se aproxima la hora de su ordenación, pasa que sus formadores lo mandan a un año de “prueba”; se trata de desvincularse del Seminario e ir durante ese tiempo a cotejar si con sus diez mil podrá hacer frente a los veinte mil que vienen.

El verdadero discípulo está llamado a sopesar la profundidad del compromiso, no sólo el que está pensando en ser sacerdote o religioso, no sólo la joven que quiere irse de “monjita”, sino todo el que se incline hacia el discipulado, que primero tantee si sus fuerzas le alcanzan porque el Señor no quiere medias tintas, el compromiso es serio y si no se asume con seriedad es mucho el mal que se puede hacer. Pongámonos a pensar, por ejemplo, el daño que puede hacer un “catequista” que le “gusta” catequizar pero que, dizque “no está de acuerdo con ciertas cositas de la Iglesia”; pues esa persona no tiene con qué enfrentar “los veinte mil que vienen” porque en materia de fe uno no puede hacerse una religión sobre medidas aceptando o rechazando según nos venga en gana; hay una coherencia que obliga, de otra manera, οὐαὶ δὲ δι’ οὗ ἔρχεται· λυσιτελεῖ αὐτῷ εἰ λίθος μυλικὸς περίκειται περὶ τὸν τράχηλον αὐτοῦ καὶ ἔρριπται εἰς τὴν θάλασσαν, ἢ ἵνα σκανδαλίσῃ τῶν μικρῶν τούτων ἕνα. Lc 17 1b-2 “más te valdría atarte una piedra de molino al cuello” porque estarías dañando y confundiendo a todos tus catequizados: en vez de salir de tus manos formados, saldrían “deformados” y sobre ellos se te pedirán cuentas.



Hacerse pues discípulo entraña la renuncia a los ídolos y las idolatrías; implica la libertad de los hijos de Dios que les permite tener las alas lo suficientemente fuertes y grandes como para volar al lado de los ángeles, porque el “discípulo” es eso, nada más ni nada menos que un “mensajero”. Relativizar lo que el mundo nos propone para priorizar lo que Dios nos señala, conscientes que ese es el Verdadero Tesoro, para poderlo compartir porque los bienes espirituales no son para acapararlos sino para multiplicarlos por medio de la repartición, porque cuanto más se repartan más se multiplicaran. Pero no nos engañemos, la renuncia a las ambiciones terrenales está de por medio.

Condición de hermandad

También en el terreno de las relaciones interpersonales es necesario un nuevo enfoque, un planteamiento diverso. Las relaciones con las personas pueden volverse fácilmente relaciones con “una cosa” o por una cosa. Es típica –y la mencionamos a manera de ejemplo- las relaciones de padres a hijos y viceversa. Muchas personas ven a su hijo como un “estorbo”, algo así como “un compromiso engorroso” por eso prefieren no tenerlo. Hoy día se oye con frecuencia que “es mejor no tener hijos” y hemos oído a muchos refiriéndose a ellos como “unos desagradecidos” que “se meten en cada problema” y que “no se sabe con qué van a salir”. Se les ve como maldición o como castigo; y, no se conforman con pensarlo sino que lo publicitan y lo proponen como “fórmula de vida”.



Simétricamente, muchos hijos e hijas, ven en sus progenitores al que me castiga, el que me impide, el que no me da permiso, o el que me da, el que me regala, el que me compra cosas, el que me da dinero, el que me lleva y me trae, al que puedo engañar, al que puedo manipular a mi antojo, a los que puedo indisponer entre ellos para sacar el mejor partido, y… quien sabe que otras relaciones se plantean que impiden un trato de persona a persona y lo reducen, lo empobrecen, lo deshumanizan.



Otro ejemplo de una relación “cosificada” es el de la relación esclavista, esa que impide ver un ser humano y sólo deja ver al que “tienen que servirme”, al que “está obligado a hacer por mí cuanto me plazca”. Como sabemos muchas sociedades se construyeron sobre la base de esta relación amo-esclavo, en la que el amo era dueño hasta de la vida y podía matar a su esclavo. A todos nos viene a la memoria las imágenes en las películas del traficante de esclavos que permitía al comprador avaluar la calidad de su mercancía revisando la dentadura del esclavo, o encadenados por el tobillo en las bodegas de los barcos, enfermos hasta morir, torturados y obligados a látigo, separados de sus familias que eran desmembradas para enviar a cada uno de sus miembros a diversos lugares. En esas sociedades este trato in-humano era visto como normal y la historia nos explica que los esclavos ni siquiera eran tenidos como seres humanos. Cabe recordar –pese al cliché que se maneja, la esclavitud no ha sido abolida, sólo ha cambiado su forma. Muchas relaciones interpersonales se siguen dando aproximadamente en estos términos, sino en peores. Para dar un ejemplo recordemos a una “tía-abuela” que la traen para que haga los oficios domésticos y “atienda a mis hijos”, sin paga, sin ningún derecho, sin ningún horario, simplemente porque le prodigan la alimentación y un techo. Casos espantosos se pueden mencionar –otro ejemplo: Hemos sabido de una joven que “se enamoró” por Internet, el novio vino a Colombia, conoció la familia, se casó con ella y se la llevó a vivir a su país. Poco a poco la fue incomunicando, la fue aislando y en poco tiempo la redujo a la esclavitud del apartamento, con el único fin de tener “sirvienta gratuita”, la mantenía no sólo incomunicada sino encadenada. También hemos sabido de casos de personas que nacieron con algún defecto congénito y fueron criadas en un sótano, y en estos casos el denominador común era el “permanecer encadenados”. Para no dar más ejemplos permítasenos mencionar el tráfico de seres humanos, muchos de ellos destinados a la esclavitud “sexual”; este es uno de los más terribles azotes de nuestra sociedad, y que -según estiman muchos analistas- es el segundo renglón que más mueve dinero en el mundo, sólo por debajo del mercado de armas.



La carta a Filemón se relaciona con uno de estos casos de “esclavitud”: Onésimo, nombre que significa “útil” (ya ahí, en el nombre, podemos descubrir la “cosificación” de la relación) era esclavo de Filemón, (algunos piensan que habría huido de su lado robándole algo). Filemón es apelado por San Pablo en esta carta para que –dimensionando el compromiso del “discípulo”- replantee la relación con Onésimo, para que en lo sucesivo la relación ya no se plantee en términos de esclavitud sino en términos de hermandad, de fraternidad, porque Onésimo también es hijo de Dios y por eso San Pablo se refiere a él como un hermano y le pide a Filemón que le dé el mismo trato.



Sin embargo, observemos que este cambio de relaciones interpersonales que deja ver al otro como “ser humano” no se puede imponer, no se puede exigir como obligación (χωρὶς δὲ τῆς σῆς γνώμης οὐδὲν ἠθέλησα ποιῆσαι, ἵνα μὴ ὡς κατὰ ἀνάγκην…κατὰ ἑκούσιον. “no he querido hacer nada sin tu consentimiento para que…. no sea como por obligación… Fil 1,14);  pero si es un requisito del discipulado. Nos atrevemos a afirmar que el precepto rezaría así. “Nadie que tenga a su hermano como esclavo o lo trate como tal, o “cosifique” la relación con él, merece ser llamado mi discípulo”.