καὶ ἠκολούθει αὐτῷ ἐν τῇ ὁδῷ.
Jer 31, 7-9/Sal 125,
1-6)/ Heb 5,1-6/ Mc 10, 46-52
La opción fundamental
es lo más profundo a la hora de querer seguir a Jesús. Es el “venderlo todo”
para comprar el tesoro escondido en el campo… Sin la verdad sobre Dios en Jesús
no es posible hacerla, pues nadie se decide por lo que no conoce.
Emilio Mazariegos
1
Es muy edificante para alcanzar la comprensión
más plena del mensaje de este Domingo trigésimo del tiempo ordinario, del ciclo
B, observar comparativamente los Evangelio de los Domingos vigésimo octavo y
vigésimo noveno. Recordemos que en el Domingo vigésimo octavo nos encontrábamos
con un joven que salía al paso de Jesús,
buscando saber la clave para alcanzar la vida eterna y, encontrando como
respuesta poderse liberar de toda atadura y de todo condicionante para asumir
el discipulado: “Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres…Después
ven y sígueme” Mc 10, 21c.e. Sabemos que sus muchos bienes le impidieron la
aceptación de esa invitación. Muchas posesiones pueden ser un lastre que nos
impida ser discípulos y se frustre así nuestra vocación a la Salvación.
Alcanzar esa meta, por el contrario, está condicionada por que nuestras
pertenencias -pocas o muchas- puedan ponerse al servicio de los pobres.
En el Domingo vigésimo noveno, es decir, el
Domingo pasado, vimos a los “discípulos”, es decir, a los que “ya” se habían decidido
al seguimiento, totalmente ciegos, es decir, “que no pueden “ver”, o sea, no se
pueden dar cuenta real y verdadera de, a quien están siguiendo, porque no van
en pos de los valores que Jesús representa, sino de otros intereses egoístas,
ocupar ciertos “puestos de poder” al lado del mesías (obsérvese que lo
escribimos con minúscula para resaltar que no es el Ungido de Dios, o sea, el Mesías
Verdadero que Jesús propone), perfectamente podemos asumir el discipulado pero
no ir tras Jesús sino tras de otros intereses, tras una fantasmagoría surgida
de una falsa concepción del Salvador.
Cuando Bartimeo, este Domingo trigésimo, llama
a Jesús υἱὲ Δαυίδ Ἰησοῦ, ἐλέησον με, Hijo de David ten
compasión de mí. Mc 10, 47c, nos es lícito pensar que pese a su ceguera “física”,
había oído hablar de Jesús y le habrían dicho que era el mesías puesto que al
llamarlo “Hijo de David” le está diciendo mesías; valga decir que Bartimeo
había sido informado que por los caminos de Judea andaba el Descendiente de
David, el mesías según lo aguardaba el pueblo judío, el que restablecería el
esplendor que había tenido la nación en los tiempos de David.
¿En qué radica la diferencia? Pues en que
Bartimeo no tiene nada, mejor dicho, sólo tiene su manto-cobija, esa es toda su
posesión, y en ese tener mínimo -prácticamente equivalente a tener nada- radica
una profunda libertad que conduce a la disponibilidad. Nada le pesa, nada es
rémora para su avance, va totalmente “ligero de equipaje”. Ya Jesús había
ordenado a sus discípulos no andar con equipajes que entorpecieran su libertad
para ir y venir, ni siquiera les autoriza llevar un manto de repuesto; como lo
hemos dicho antes, el requisito es la ligereza del equipaje”, sacudirse todo
aquello que pueda impedir andar con desprendimiento, darse, entregarse
generosamente. Bartimeo no poseía ni siquiera un nombre, lo recordamos como el
hijo de Timeo, lo que no es un nombre “propio”, sino un nombrar a alguien por
línea de descendencia. Se podría aseverar que no era persona “importante”
puesto que de haberlo sido se le habría conocido por nombre propio y no se le
habría nombrado por referencia a su filiación paterna. Así de ligero es el
equipaje de “Bartimeo”. Por eso, no le cuesta nada abandonar el manto: ὁ δὲ ἀποβαλὼν τὸ ἱμάτιον αὐτοῦ ἀναπηδήσας ἦλθεν πρὸς τὸν Ἰησοῦν. Arrojó el manto, se puso de pie y se acercó a
Jesús. Mc 10, 50.
Veamos la otra diferencia garrafal: Bartimeo no
está anclado a la referencia que le han dado de Jesús, le han dicho que es el
Hijo de David, pero esta “noticia” no bloquea su apertura. Ante la pregunta de
Jesús: τί σοι θέλεις ποιήσω ¿Qué quieres que te haga? Mc 10, 51b, Bartimeo
no pide ser agrandado en títulos u honores, no pide cargos preferenciales, no
pide prerrogativas para dominar a otros ni riquezas para someter a alguien.
Pide lo esencial, lo fundamental, lo más necesario. ¿Qué puede ser lo más
necesario para un ciego? ῥαββουνί, ἵνα ἀναβλέψω. Maestro, que pueda ver Mc 10, 51d. Esa petición
implica, además de llegar a tener la capacidad física de ver, tener la claridad
intelectual para “ver”, para darse cuenta de la realidad, para ir a la Verdad,
la que muchas veces queda oculta a una mirada superficial o prejuiciosa.
Por eso enfatizábamos que Bartimeo no se ata al
prejuicio que le han dado sobre Jesús. En otra curación milagrosa de Jesús, el
Divino Maestro ordena, Effetá. En el caso de Bartimeo esta etapa de la curación
ya está superada, Bartimeo ya está “abierto”, disponible para aceptar la Verdad
en su vida. Los propios discípulos sufren de “cerrazón”, no aciertan a entender
a su Maestro, andan con Él sin entenderlo cabalmente, Él les dice y les enseña
algo y ellos lo tergiversan. El mismísimo Pedro, ante el anuncio de la pasión
del Señor, cree tener derecho a regañarle tratando de “ corregirle” la visión a
Jesús. Como se dice en la jerga popular: “Los pájaros tirándole a las escopetas”.
Esa ceguera que solemos sufrir conduce a uno de los regaños más duros del
Maestro a uno de sus discípulos: “Vade retro satána”, y luego, “piensas como
los hombres y no según Dios”. Mt 16, 23b.d.
En cambio Bartimeo, no piensa como los hombres,
por decirlo de alguna manera podríamos decir que “suspende el juicio” en espera
de ser instruido: Ese es el verdadero discipulado. El que no se hace a una
imagen y la aferra, sino que se mantiene abierto a la “Revelación” dispuesto y
abierto a oír y ver. Así al conocer a alguien no se puede prejuzgar o pretender
mantenernos en cierta imagen recibida, preconcebida, sino “abrir los sensores”
para un conocer directo y no de oídas.
ὕπαγε, ἡ
πίστις σου σέσωκεν σε. καὶ εὐθὺς ἀνεβλέψεν καὶ ἠκολούθει αὐτῷ ἐν τῇ ὁδῷ. “Ve, tu
fe te ha salvado. . Al instante recobró la vista y lo seguía por el camino.” Mc
10, 52b-d. Bartimeo
no posee nada, ni prejuicios; por eso alcanza la Gracia y la bendición de ser
el último discípulo que Jesús gana antes de entrar en Jerusalén, allí tendrá
lugar el episodio conclusivo de su vida mortal. Si Bartimeo hubiera sido un “rico”,
se habría aferrado pertinazmente a la “noticia” que tenía de Jesús; habría
porfiado en ver en Jesús la figura a la que nos hemos referido con frecuencia,
la de un mesías que es guerrero-rey-general de poderoso ejercito humano. Esta clase
de ricos son los “teóricos” que se agarran a su “teoría” como un bebé se agarra
a su frazada.
2
Vemos que los Sumos Sacerdotes ofrecen
sacrificios de mediación ante Dios. Han sido escogidos con este fin: προσφέρῃ δῶρα [τε] καὶ θυσίας ὑπὲρ ἁμαρτιῶν, “Ofrecer
dones y sacrificios por los pecados” Heb 5, 1c. Ofrecen cabritos, corderitos,
pichones, palomas,.etc.
Jesús es un Sumo Sacerdote de otro tipo, y en
esto la Carta a los Hebreos en la perícopa que leemos hoy es contundente y nos
sentimos en el deber de enfatizarlo: Jesús es un Sumo sacerdote pero κατὰ τὴν τάξιν Μελχισέδεκ, “según
el rito de Melquisedec” Heb 5, 6b.
¿Cómo es el rito de Melquisedec? Para saberlo
tenemos que ir la libro del Génesis: Gn 14, 18-19a, donde se nos informa que el
rito de Melquisedec era con “Pan y vino”:
ומלכי־צדק מלך שלם הוציא לחם ויין והוא כהן לאל עליון׃
ויברכהו ויאמר
Entonces
Melquisedec, rey de Salem, trajo pan y
vino, pues era sacerdote del «Dios Altísimo». Melquisedec lo bendijo,
diciendo…
Creemos
que esta es la línea y la dimensión clave para entender la perícopa de Hebreos
que constituye la Segunda Lectura de esta liturgia dominical.
3
No podemos concluir sin resaltar la alusión Resurreccional contenida en θάρσει, ἔγειρε, φωνεῖ σε. Ánimo, levántate que te llama Mc 10, 49c. Este verbo aquí ἔγειρε no sólo convida a ponerse de pie sino que hace referencia a entrar en la Asamblea de los llamados para la Vida Eterna. Levántate es invitación a ser y hacerse acreedor a la Resurrección. Es llamado al discipulado. Nadie puede seguir a nadie sin antes levantarse. Levantarse –no habría que decirlo- es pasar de una posición “inferior” a una más “elevada”. Para seguir la línea de un pensamiento expresado más arriba, diríamos que levantarse es liberarse de “lastres” que impiden el seguimiento, el compromiso discipular.
«¿Y a quienes llama el Señor? San Pablo, en 1Co
1, 26-29, escribe: “Fijaos a quienes llamó Dios: no a muchos intelectuales, ni
a muchos poderosos, ni a muchos de buena familia. Todo lo contrario: lo necio
del mundo lo escogió Dios para humillar a los sabios; lo débil del mundo lo
escogió Dios para humillar a lo fuerte; lo plebeyo del mundo, lo despreciado lo
escogió Dios: lo que no existe para anular a lo que existe, de modo que ningún
mortal pueda gloriarse ante Dios»[1]
Dios escogió la sencillez del Pan y el Vino, los llamó como especies para el
Santo Sacrificio, insertándose así en la línea de lo plebeyo, de lo “Anawin”.
¿Por qué esta elección? Busquemos la razón de
esta opción preferencial. «Un corazón pobre es manso, es capaz de llorar y
sufrir con el otro, es limpio, es pacífico, es misericordioso, es capaz de empeñarse
en ayudar a establecer la justicia, soporta las persecuciones, tiene alegría
aún en medio de las calumnias, insultos; no pierde la paz y la alegría por
nada.»[2]
Jesús no llega directamente a Bartimeo, sino por interpuesta persona. Hemos mencionado los que le habrían referenciado a Jesús y le habían sugerido la idea de que Él era el mesías. Ahora, dice a sus más cercanos “Llámenlo”.
Nosotros, los que seguimos a Jesús, tenemos ese
encargo, esa misión: Llamar, en nombre de Jesús, llamar porque Él nos lo ha
mandado, invitarlos a que se “levanten”; quizá ellos aprovechen la ocasión y se
pongan a seguir a Jesús por el Camino de la Fe.