sábado, 25 de febrero de 2012

πειραζόμενος

(SOMETIDO A PRUEBA)
Gn 9, 8-15/ Sal 25(24), 4-10 / 1 P 3, 18-22/ Mc 1, 12-15



Una voz grita:
“preparen al Señor un camino en el desierto
tracen para nuestro Dios
una calzada recta en la región estéril.
……………………………………..
Entonces mostrará el Señor su Gloria,
y todos los hombres juntos la verán.
El Señor mismo lo ha dicho.”

Is 40, 3. 5

Hay que salir de la esclavitud
Que me ha vuelto triste y pobre
Y comenzar a atravesar el desierto
…………………………………
Donde el cielo es atravesado por el arco iris,
Signo de tu gran abrazo, Señor. Amén.

Averardo Dini
1

Empezando, queremos considerar un dicho del refranero pupilar que ser refiere a un individuo de personalidad mermada, o quizá, simplemente una persona con una billetera de modesta dimensión, entonces, se hace alusión, denominándolo “Pobre diablo”. Queremos detenernos en este giro del habla porque en su connotación despectiva trasluce un menosprecio por el Malo. A él se nombra en el Evangelio de hoy con la palabra Satanás [Σατανᾶς, ᾶ, ὁ] que podríamos traducir como “el enemigo” o “el adversario”, “el Malo”, “El Tentador”; y frente a él queremos indicar dos posiciones, a cual más de peligrosas:

a) Afirmar que no existe
b) Despreciarlo –como sucede en la expresión arriba reseñada- y considerarlo un ente inofensivo, “algo” a lo que no hay que atender y mucho menos cuidarnos de él.

Ninguna de las dos actitudes es recomendable. Es lógico que todos aspiremos a tenerlo lejos de nuestra existencia, y, que si nos conducimos con una vida virtuosa, una vida fortalecida por la práctica asidua de la sacramentalidad, nutrida con la Confesión frecuente y la Eucaristía –como mínimo- semanal, tendremos las defensas altas y, sin embargo, tampoco seremos invulnerables, porque, como muchas veces vemos, son precisamente los más virtuosos quienes más ataques reciben. Esto lo podemos constatar en la perícopa que nos ocupa en este Domingo, donde el mismísimo Jesús se ve sometido a prueba por “El Tentador”.



Procuremos recordar que Satanás es un Ángel, Ángel Caído, bien es cierto, pero Ángel al fin de cuentas, y como tal, cuenta con recursos muy poderosos de astucia y confusión, porque como lo manifestó Jesús, es el padre de la mentira. (cfr. Jn 8, 44).

Pretender que no existe es sumamente peligroso, es como tener una infección y dejarla desatendida, pretendiendo que no existe; ganará terreno y cuanto más tarde se le combata menores serán las probabilidades de poderla erradicar puesto que se habrá potenciado y aferrado hasta hacerse inmune a los antibióticos.

Por eso, conviene reconocer que a largo plazo está perdido, porque ya Jesús lo ha derrotado con su preciosísima Sangre y con su Maravilloso Sacrificio; pero a corto término, para cada uno de nosotros hay una prueba que librar y un combate que dar, combate que requerir –si queremos alcanzar la victoria- de todo nuestro empeño; tomémonos pues los medicamentos y las vitaminas espirituales con disciplina y regularidad, a fin de estar –si no inmunes- por lo menos vigorosos para resistir sus múltiples y, a veces, sofisticados acechos.


2

El Desierto [ἔρημος, ον]: es para todos nosotros sinónimo de soledad, de esterilidad, de enorme arenal y, nos resulta un poco absurdo o –por lo menos- paradójico que Jesús llega allí “conducido” [ἐκβάλλω]; y ¿quién lo conduce?, nada más y nada menos que el Espíritu πνεῦμα. Pero, ¿cómo así? ¿Qué clase de sadismo empuja al Espíritu a conducir a Jesús, la Persona de Dios encarnado, humanado, a semejante paisaje de desolación?



Nos ayudará a mejor entender esta situación si entendemos que el desierto que conoce este pueblo judío es un desierto que en cierta temporada se viste de verdor e interrumpe su sediento panorama para revestirse de vida, momentánea pero esperanzadora.

A esto debemos añadir que la historia bíblica visualiza el desierto como la mejor época de la relación entre Dios y su pueblo, comparable con la de los recién casados, cuando los amoríos son de la mayor intensidad. Fue en ese período de prueba que el pueblo alcanzó la humildad y reconoció que sólo fieles a su Dios podrían superar su fragilidad. Fue allí donde Dios los nutrió, los guío, les dio el Pan del Cielo y calmó su sed haciendo brotar agua de las piedras. Ya en otra parte, en un blog anterior, afirmábamos que fue el período durante el cual el pueblo limpió su mentalidad de “esclavos” para aprender a vivir en libertad, porque Dios Padre no quiere para sí un pueblo que se le someta servilmente, sino un pueblo que conciente y responsable asuma la construcción del Reino de Dios. Sólo un pueblo que piensa como libre puede construir una sociedad just donde prevalezca el amor, la solidaridad, la fraternidad.



Como si fuera poco, la promesa escriturística vaticinaba que el Mesías vendría del desierto.

Entonces, en primer lugar, tengamos claro que la prueba y verse sometido a la tentación no es crueldad del Espíritu, sino ejercicio espiritual. Bien lo entendieron los Padres Eremitas que establecieron sus comunidades en áreas desérticas, porque el desierto es para la vida espiritual lo que es el gimnasio para la vida del cuerpo, un campo de entrenamiento, de fortalecimiento, de reforzamiento. Es allí donde su templa la musculatura y se hacen todos los ejercicios para mejor responder en el torneo, y en este caso el torneo es el de resistir la tentación.

3

Hemos venido mostrando que después del prólogo en El Evangelio según San Marcos se nos viene ilustrando cómo es una “jornada típica” de Jesús. Entre las cosas típicas y corrientes de todos los días del Divino Maestro está la tentación. Muchas veces, por la forma como está narrado el Evangelio, creemos que la tentación es una etapa inicial en el camino hacía Dios, pero que una vez que se supera vienen grados superiores de “iniciación” libres de esta molestia. Tenemos que reconocer que el asunto no es tan etapista. La tentación permanece allí, rondando, atenta al menor desfallecimiento, el Malo muchas veces blande la paciencia de los seres eternos que no les afana nada porque cuentan con “todo el tiempo del mundo”.



Ciertamente el Malo parece retirarse definitivamente en diversas oportunidades, simplemente para regresar con otro disfraz remodelado que, lo oculta de nuestra alerta para que él pueda acercarse agazapado y procurar herirnos con su dardo. En ese juego tn peligroso podemos ir reuniendo una gran ventaja, la experiencia que vamos ganando al resistir –si bien, como dijimos antes, no nos hace invulnerables- si nos capacita para mejor discernir las tentaciones y mejor y mucho más rápido desenmascararlas.

Lo que pasa es que, cada ataque es más refinado, más avasallador, más poderoso. Muchas veces el patas nos afloja con su constancia en acecharnos, en repetir incansablemente sus seducciones. No nos dejemos amilanar, acudamos siempre a la protección de Dios, refugiémonos en las Llagas de Jesús e invoquemos a su Santísima Madre, nuestra intercesora, a quien Jesús nada niega, para que Dios nos asista con las fuerza necesaria. Y recordemos la vida de los santos que combatieron exitosamente a pesar del acoso imparable, no desfallezcamos, los Ángeles nos ayudaran cuando parezcamos ya quebrarnos: γγελοι διηκόνουν ατ “los Ángeles lo asistían” dice en el Evangelio de hoy (Mc 1, 13b).



Después que a Juan lo encarcelaron παραδοθῆναι (“fue entregado” sería la traducción más a la letra; sin embargo los traductores siempre han preferido “fue arrestado”) Jesús empezó la predicación en Galilea. Esto es muy interesante, en vez de amedrentarse, y como queriendo decir que el anuncio de la Buena Noticia no se iba a detener silenciando a Juan, viene Jesús a Galilea a iniciar la predicación. ¿Qué es lo que predica? μετανοετε κα πιστεύετε ν τ εαγγελί: Arrepiéntanse y crean en el Evangelio. Nos gusta, enlazarlo con Isaías 40 , 10-11:

Llega ya el Señor con poder,
Sometiéndolo todo con la fuerza de su brazo.
Trae a su pueblo
Después de haberlo rescatado.
Viene como un pastor que cuida su rebaño;
Levanto los corderos en sus brazos,
Les lleva junto al pecho
Y atiende con cuidado a las recién paridas.

Así ha sido a través de los siglos, cuando un corredor cae, viene otro detrás que recoge el “testigo” y sigue adelante. La peor derrota es cuando calla el profeta y la injusticia sigue incólume. Aún cuando acallen la voz de los profetas la denuncia continua y el enemigo desenmascarado es más ineficaz que cuando transita y pasa desapercibido haciendo su maligna obra, campeando sin trabas.


sábado, 18 de febrero de 2012

ÉL NOS CURA POR DENTRO Y POR FUERA

Is 43,18-19,21-22,24-25; Sal 40, 2-14; 2Cor 1, 18-22; Mc 2, 1-12

… los pecados eran mi verdadera parálisis,… Cuando el corazón no está esclavizado por el pecado, está lleno de Ti y las cargas de la vida se vuelven alas para volar. Amén

Averardo Dini


1

Tenemos el verbo ἀφίημι que podríamos traducir como despedir, despachar, liberar, o mejor librar, remitir, pero especialmente –como se ha traducido en este caso- perdonar. En esta perícopa, en el verso 5, lo mismo que en el verso 9, está usado en la forma ἀφίενταί “te quedan perdonados”. También, en el versículo 7 se usa en la forma ἀφιέναι que equivale a nuestro infinitivo “perdonar”.

Este verbo se contrapone al verbo ἔγειρε, al cual ya nos hemos referido en un blog anterior, verbo que tiene el significado de “resurrección”. En este caso, se traduce como “levántate”. Los dos verbos (perdonar y levantar) tienen una relación simétrica de oposición en este texto que nos ocupa. Y esto es así porque, como lo propone Etienne Charpentier, «… este relato… Está formado por el <montaje> entre un relato de un milagro y una controversia: intentad distinguirlos.»[1]; y la oposición de los dos verbos articula la controversia. Ni el paralítico, ni los cuatro que lo descuelgan por el hueco de la teja levantada venían buscando el perdón de los pecados sino la “levantada”, es decir el milagro de superar la parálisis.

Pero Jesús plantea una “dialéctica” entre causa y efecto, entre pecado y enfermedad, entre ser perdonado y poderse levantar, recoger la camilla e irse a casa. ¿Quiere decir que Jesús acepta que la enfermedad proviene del pecado, que es la manifestación física de su culpa? En otra parte del Evangelio, al ser interrogado por el origen de la enfermedad en un ciego de nacimiento, para saber si el pecado que causó su ceguera fue del ciego o de sus padres, Jesús niega esta teoría y su respuesta es contundente: no fueron ni este ni sus padres (cfr Jn 9, 1-41), desconectando así lo uno de lo otro. Estar enfermo era pues una exhibición de la pecaminosidad de alguien, esta persona estaría puesta en evidencia frente a todos, algo así como si Dios pusiera en picota pública al pecador. Los enfermos iban pues arrastrando el mostrarlo de su pecaminosidad y el pecador se veía puesto al margen, despreciado, aislado, ¿Quién iba a querer tener por amigo a un pecador? En la perícopa anterior sobre el leproso, vimos como Mc 1, 40-45; vimos como se marginaba al leproso y cómo quien entraba en contacto con él quedaba “impuro”. Todas estas formas de aislamiento generan marginación, y deshumanizan. En Mc 1, 41 “Jesús tuvo compasión, extendió la mano, lo tocó y le dijo: «Yo lo quiero, queda limpio». Quisiéramos subrayar dos verbos en este versículo: tener compasión y tocarlo; la acción de tocar por parte de jesús rompe la barrera de aislamiento y en el leproso regenera la capacidad de vincularse nuevamente a la comunidad, es un gesto de acogida, de aceptación, con el cual Jesús reincorpora al leproso de su condición de ostracismo comunitario, ya no es más un rechazado, ya no está desplazado de su comunidad, “viviendo solo fuera del campamento” (Lv. 13, 46b).



En la perícopa de hoy, Mc 2, 1-12, el tema es la facultad que tiene el hombre de perdonar, que es exclusiva de Dios -como lo piensan los escribas allí presentes, pero que el Hijo del hombre nos la acerca, nos la transfiere, nos la co-munica y de la cual nos hace coparticipes por la vía sacramental. No podemos visualizar cómo se borran los pecados en el sacramento de la Conversión (la confesión) pero Jesús lo hace visible demostrando que el paralítico ya se puede “levantar”, entonces sus pecados si habían quedado perdonados cuando Jesús lo dijo. Ya pudieron ver que si podemos perdonar los pecados por Gracia divina comunicada y todos quedaron atónitos, de una sola pieza, porque “¡Nunca habíamos visto cosa igual”! Mc 2, 12.

Aún cuando allí no esté presente esta relación de causa y efecto entre pecado y enfermedad, Jesús aprovecha esos paradigmas interpretativos de la cultura judía para mostrar cómo la bondad de Dios transfiere lo que sólo es prerrogativa de Dios a los que tienen fe, y a través de Jesús a sus seguidores a los que tiene fe en el Hijo del hombre. Jesús recoge un factor de prejuicialidad que era de circulación corriente en esa sociedad, en ese tiempo, y lo aplica para mostrar que con la encarnación de Dios en la persona de Nuestro Señor Jesucristo, la compasión de Dios se puso a nuestro alcance y, el perdón de nuestros pecados, se puede lograr, mediado por los que Dios mismo llama a tal fin.

2

Uno de los elementos más sorprendentes en esta perícopa es el diligente empeño que ponen los cuatro que conducen al paralítico que, con gran confianza y seguridad saben que si el inválido logra ponerse en presencia de Jesús su curación será segura.



Cuentan los investigadores que era muy fácil acceder al techo de una vivienda porque se construían escalerillas exteriores para subir al techo; pero, levantar las tejas στέγην y hacer una tronera por la que pudiera pasar la camilla κράβαττον donde yacía el paralítico. Esta operación no es nada fácil, se requiere ir descolgando las cuerdas al mismo ritmo para que la camilla no se ladee y el hombre hubiera dado con toda su humanidad en tierra. Algunos exegetas observan que el duelo de casa no debía estar nada contento con aquellas peripecias, de hecho levantar el techo es como empezar a desbaratarle la casa. Otros, a quienes nos sumamos, tratamos de entender que pasaría por la cabeza de aquellos hombres, el paralítico y los cuatro empeñados en llevarlo ante la presencia de Jesús.

Si acudía gente de todas partes era porque la fama de Jesús se había regado por toda le región. Muchos sabrían ya los prodigios que Él estaba obrando. El divino Poder que manifestaba era ya del dominio público porque muchos, como el leproso, no podían callar pese a que el mismo Jesús se los prohibiera y lo habían difundido como un reguero de pólvora, según reza la proverbial fórmula popular para declarar la velocidad con la que se difunden este tipo de noticias que son de interés popular. Son las noticias que van de boca en boca sin necesitar de ninguna tecnología, que van saltando como un ave de corazón en corazón volando siempre con las alas al viento. Todos se enteran porque es vital para ellos; así el anuncio de una esperanza para el paralítico llegaría hasta ellos, y se habrían puesto en marcha buscando la salud, en una romería de fe, en una peregrinación.

Cabe exaltar el papel que juegan los cuatro. Son ellos los que conducen al que necesita a Jesús hasta Él. Muchos necesitan ser conducidos. Muchos requieren que se les muestre el camino, que se les indique hacía donde está Él.  Hay quienes requieren ser acompañados hasta allí, donde verán y encontraran a su Sanador y Salvador; otros necesitan casi ser literalmente “transportados” hasta Jesús. Los más incrédulos requieren casi forzarlos a llegar donde está la Luz y la Verdad.

Este papel hemos de desempeñarlo todos los que hemos sabido de Él. Quien se llame su discípulo, quien quiera comprometerse en el seguimiento tiene que comprometerse a ser transportador de camillas donde yacen los “paralíticos”; aquellos que todavía no se pueden acercar por sí mismos. Eso se denomina evangelizar y es tarea de todo cristiano.

3

En el Salmo 41(40) el que cierra la primera parte del salterio, en el verso 4(5) se lee: “Apiádate de mi, Señor, te lo suplico; sáname, pues he pecado contra Ti”. Nos encontramos con un detalle que pocas veces reflexionamos. En muchas ocasiones somos alcanzados por los efectos benéficos de la salud y la curación de nuestros males nos llega. A veces, sin poner cuidado a nuestras afecciones el cuerpo parece repararse y regenerarse por sí mismo, y entonces, nos curamos, nos sanamos.

Otra bien diversa es la situación del perdón: el perdón tiene que pedirse. Nadie puede ser verdaderamente perdonado si no media el arrepentimiento de parte del ofensor. Puede que la victima se libere de la carga de rencor y de dolor –como muchas veces lo constatamos- la victima es capaz del gesto magnánimo, sin embargo, mientras el ofensor no se arrepienta, este acto unilateral no es verdadero perdón, es pura generosidad de la víctima.



Estamos a favor del perdón, inclusive cuando el ofensor no es capaz de subir hasta lo alto de la escalera y arrepentirse. Pero, el tremendo inconveniente que esta situación presenta es que, el ofensor seguirá terco y persistente construyendo el antirreino, sembrando por doquiera su ponzoña.

En sus primeros versos este salmo nos conmina a cuidar de los pobres, es decir, a construir el Reino haciendo justicia a los más indefensos. «Tú siempre escuchaste la súplica del huérfano y la viuda y tomaste como hecha a Ti cualquier injusticia que se hiciera a ellos. En nuestros días, Señor, son pueblos enteros los que son huérfanos, y sectores enteros de la sociedad los que se encuentran desamparados como la viuda sin apoyo y sin ayuda. Sus gritos han llegado hasta ti, y Tú, en respuesta, has despertado una conciencia nueva en nosotros para hacernos solidarios con todos los que sufren y hacernos trabajar para acabar con los males que les afligen. .. Queremos que este empeño se convierta en la meta de todos nuestros esfuerzos y en la misión de nuestra vida entera.»[2]

El Señor será abundante en sus cuidados y prodigo en consuelo cuando el sufrimiento o la enfermedad acudan. Con la sola condición de cuidar del pobre y del desvalido Jesús, el Amigo que nunca falla, estará allí cuando la enfermedad toque a tu puerta, esa es parte de su promesa.

4

En el temperamento humano registramos con mucha frecuencia la variabilidad, hasta se han acuñado palabras para referirnos a aquellas persona de van cambiando su estado de ánimo y rápidamente pasan de la alegría a la tristeza, de la amistad a la animadversión y del cariño al odio, así como de la simpatía a la antipatía. Con frecuencia nos topamos con quienes en este momento saludan –inclusive con efusividad- y un rato después montan en indiferencia o desprecio. Estas personas –con su talón de Aquiles- son presa fácil de los chismes y la manipulación; dan crédito a toda clase de cotilleo y por eso, su emotividad es tan inestable.

La historia registra personalidades de gobernantes matizadas con esta tipología y, estudiando las mitologías de diversas culturas topamos a la vuelta de cada página con dioses cambiantes que hoy envían cosechas abundantes y mañana hambrunas.

En los cinco versos de la muy breve perícopa que leemos hoy de la segunda carta a los corintios el hagiógrafo (San Pablo) ha consignado la revelación del temperamento de Dios, en su Hijo, Cristo Jesús (recordemos lo que San Juan nos enfatizó: quien ve al Hijo ve al Padre que lo ha enviado (cfr. Jn 14, 8b): Jesús es siempre “si” y no un rato “si” y al otro rato “no”. Y, además, Jesús es el detonante al cumplimiento de todas las promesas Testamentarias.


Podríamos compendiar la idea con la frase sintética que el mismo San Pablo (o tal vez Apolo) consignó en la Carta a los Hebreos: ”Pero Cristo Jesús permanece el mismo hoy como ayer, y por la eternidad”. (Hb 13, 8)










[1] Charpentier, Etienne. PARA LEER EL NUEVO TESTAMENTO Ed. Verbo Divino Estella – Navarra 2004 p. 81
[2] Vallés, Carlos G. sj. BUSCO TU ROSTRO. ORAR LOS SALMOS Ed. Sal Terrae Santander España 1989. p. 82

sábado, 4 de febrero de 2012

ÉL SE LE ACERCÓ, Y TOMÁNDOLA DE LA MANO, LA LEVANTÓ

Job 7,1-4, 6-7; 1 Co 9,16-19,22-23; Mc 1,29-39



La mayor parte de tu tiempo
lo pasaste en las ciudades pequeñas,
en los pueblos perdidos,
donde la gente huele feo
y las casas rebosan de pobreza.

Averardo Dini



El domingo anterior (29 de enero de 2012) dejamos la lectura del Evangelio según San Marcos en el versículo 28 del capítulo primero, hoy, retomamos en el versículo 29 y avanzaremos hasta el 39, lo cual nos prepara para retomar dentro de ocho días, en el versículo 40; y así sucesivamente: lo que queremos subrayar es que venimos haciendo una lectura continuada del Evangelio de San Marcos correspondiente a este ciclo B del año litúrgico que estamos viviendo. También hemos querido resaltar que en estas lecturas se ha ido retratando el modo de vivir y las acciones comunes a la vida de Jesús configurando lo que se ha dado en llamar un “día tipo” o “jornada típica” de Jesús. Lo típico sería, entonces, que Él comparta siempre con sus discípulos, vaya por ahí, expulsando demonios, sanando a los enfermos de los más diversos males, des-alienando a las personas para que ellas puedan vivir una vida plena, visitando la sinagoga, orando y en algunos casos también, polemizando contra un enfoque tradicionalista de la religión que, en vez de liberar, se pone al servicio de la opresión. Finalmente, pero no menos importante, por el contrario, conducta clave en la vida de Jesús, encontramos la oración, su relación con el Padre, que dinamiza todo su actuar e inspira todas sus acciones.

Jesús sale de la sinagoga y se dirige a casa de Simón y Andrés, va acompañado, además, por Santiago y Juan. Cuentan los historiadores que era común tener una comida en la casa de algunos amigos después de visitar la sinagoga, si ese es el contexto cultural, podríamos decir que Jesús hace lo que cualquier judío normal haría.

“Allí cura la suegra de Simón Pedro de la fiebre. Esta señora se convierte también en prototipo de discipulado de Jesús, dado que después de ser curada se pone a servirlo en adelante. La forma verbal es diēkŏnĕi que está en imperfecto para expresar una acción continua y duradera en el pasado[1]

Algunas personas malintencionadas pretendiendo pervertir el mensaje evangélico re-interpretan la acción curativa de Jesús diciendo que Jesús le quita la fiebre a la suegra de Pedro para ponerla a su servicio, es decir, se falsifica el acto curativo para releerlo como una gestión de explotación. Otros, no menos despistados, creen ver en ello una acción “machista”, era una mujer, pues que se ponga a cocinar, lavar y planchar (cada cual juzga como procede”.

Si seguimos nuestra recomendación, siempre estamos convocando para relacionar cada perícopa con la totalidad del evangelio, la carta, o –en general- del libro que se lee. Además, leer siempre a la luz de toda le Escritura. Habrán oído ustedes acerca de la lectura de un texto, fuera de contexto, que se convierte en un pretexto para demostrar… falsedades. En este caso, por ejemplo, si se leen cualesquiera otros episodios de Marcos, se hecha de ver, inmediatamente, que Jesús ni siguiera acepta que lo sigan muchos de los que Él curó y que espontáneamente se ofrecen a seguirlo. De igual manera, se descubre en Jesús al menos machista de los judíos de su época. De verdad, ensayen ustedes a descubrir en alguna parte un texto que mostrara en Jesús a un explotador, todo el tiempo apela a nuestra libertad; a muchos los invita a seguirlo, a nadie presionó. Hoy día, ¿a cuántos nos llama? Y ¿cuántos desprecian su vocación y asumen otros rumbos? Ser su discípulo es lo mejor es lo mejor que nos puede pasar, pero es nuestra libre elección seguirlo o no.

1

La suegra de Simón tenía fiebre. Hoy en día decimos que la fiebre es un síntoma, no es una enfermedad en sí sino el indicio que nos permite saber que algo está fallando en el cuerpo, que una infección, está atacándolo. No así en el tiempo de Jesús, en ese momento la fiebre es una enfermedad, y esa enfermedad revela el pecado que recae en la persona y cuya cuota de cobro, Dios la traduce en esa “enfermedad”. Poco más o menos, cada enfermedad revelaba la presencia de un demonio que atacaba a la persona enfermándola ya que, al alejarse de Dios, podía ser presa fácil del ataque de las huestes del mal. ¡Eran otros tiempos! Sí, en otros tiempos las cosas se interpretaban distinto; probablemente en el futuro también se burlaran de algunas de nuestras interpretaciones actuales. La función que cumple la ciencia es precisamente descorrer estos velos y conquistar una, siempre más clara, comprensión de la realidad. Al llegar a este punto es bueno concluir diciendo que la ciencia y la fe no tienen porque divergir; como muchos científicos verdaderamente sabios lo dicen: “Cuánto mejor comprendemos la realidad y se desvelan los misterios del mundo, más cerca estamos de Dios”. Fe y ciencia convergen.


En ese contexto histórico en que ocurrió la curación de la suegra de Simón Pedro aquella mujer, si estaba enferma era porque había pecado. «El relato se organiza en torno a cinco verbos en modo personal: (Jesús) vió, toco. (La fiebre la) dejó. (Ella) se levantó (y le) servía.»[2]

Dice también Baudoz que el verbo principal ἤγειρεν (levantarla) está enmarcado por dos participios: προσελθὼν (acercarse) y κρατήσας (tomarla) de la mano. El verbo levantar que se usa es el mismo que e usa todo el tiempo para referirse a la resurrección, como en los dos casos 1) cuando Jesús le ordena a la hija de Jairo que se levante y todos habían afirmado que ya era inútil porque la niña estaba muerta (Mc 5, 41); o en una situación similar, cuando “resucita” al joven poseído (Mc 9, 27). El verbo ἐγείρω que se usa en este caso, que significa más exactamente “despertar” a alguien, establece una suerte de analogía entre el dormir y el estar muerto, entre el despertar y el resucitar.

«Corresponde al que es curado entrar en la comunidad eclesial para servir a los hermanos como si fueran el mismo Jesús»[3]

Dame a mí también, Señor, un corazón
que prefiera la vida pobre a la suntuosidad, el dinero ganado sudando a la riqueza robada.
Dame a mí también un corazón
que sepa vivir sin muchas exigencias,
que sepa contentarse con lo que tiene,
preocupado solamente de estar cerca
a los olvidados, a los marginados
y también a los que en lugar de guantes
lleven en sus manos los duros callos de la fatiga.

2

Con mucha frecuencia la Primera Lectura retoma el tema del Evangelio; a veces, desde otra óptica, a veces mostrando el avance desde los tiempos pretéritos hasta los tiempos de Jesús para señalarnos, lo que podríamos calificar de evolución histórica de los valores. En esta oportunidad nos encontramos con un parentesco temático por oposición, por contraste. ¡Y vaya contraste!

Mientras Jesús es todo entrega y total servicio; y la suegra de Pedro, como discípula suya que llega a ser, también se vuelca en el servicio a sus semejantes, no porque sea mujer se pone a servir, sino porque cualquier discípulo, cualquiera que se haga llamar cristiano, sirve; Job, va por lo contrario, su vida es tristeza y desolación, transcurre sin esperanza: de día aguarda impaciente la llegada de la noche y en la noche no consigue conciliar el sueño, inquieto esperando la hora de levantarse, para levantarse –también- sin sentido y así, en un ritornelo desesperado y descorazonante. Mientras la vida de Jesús está llena del deseo de servir y la suegra de Pedro se hace diaconisa, la vida de Job, defraudado por sus amigos, es el epítome de la sinrazón.

Nos gusta retornar –una vez más- sobre esa frase de San Agustín, tan cara a la Madre Teresa de Calcuta. “El que no vive para servir, no sirve para vivir”. Es urgente que sepamos donar nuestras fuerzas al servicio de la construcción del Reino. Si recibimos el milagro de recobrar la salud, contra todo pronostico clínico –por ejemplo- estaremos en presencia de un milagro, pero nuestra sanación será –vista a los Ojos de Dios- como un despropósito; a menos que nos curemos para comprometernos con el Reino de Dios.

El pecado se llama “mortal” porque es un estar muertos en vida. Aún que vamos por ahí con signos vitales, nuestra vida es falsa e ilusoria, como la de un zombie, porque estar vivo es servir, compartir, fraternizar, sabernos hermanos puesto que hijos de Dios somos, en fin, consolar, perdonar, amar. Si, el sacramento de la confesión nos libera del pecado, estamos en presencia de otro milagro, de pronto, menos espectacular, pero milagro al fin de cuentas. Entonces, tú también, ¡levántate y ponte a servir!

«El Reinado de Dios no son las curaciones. Estas son como los calmantes del dolor. El Reinado de Dios será la solución total del problema. Pero para ello hay que liberar, por la enseñanza, de la esclavitud interna, suscitando el espíritu crítico del hombre frente a la ideología y a la enseñanza de los letrados y fariseos.»[4]

3

«…al día siguiente cuando Jesús decide hacer su oración matinal a solas en un lugar desértico. Al no encontrar a Jesús en casa, Pedro decide emprender su búsqueda para hacerlo volver a la ciudad donde todos lo esperaban; pero notemos que Jesús no obedece a Pedro (¡, 37-38)». Acabamos de hablar del servicio, un deseo sano, moderado, proporcionado por servir, todo lo contrario de la obsesión por el servicio. En las sociedades post – modernas se ha hecho normal y de corriente circulación una nueva adicción: el trabajoadicto.


Durante muchos años las personas escapaban de su hogar y evitaban enfrentar la relación hogareña y el tema de construir familia saliendo de su trabajo hacia el billar, el bar,  la taberna o, también era frecuente, encontrarlos en las tiendas de barrio, llenado las mesas con sus botellas de cerveza y vacías, dados a la tarea de beber cuanto más, mejor. Sin embargo, todas estas actividades requerían de un gasto, una inversión en alcohol, ya que en ninguna parte los alojaban gratuitamente hasta altas horas. Poco a poco, y según hemos leído, esta modalidad de quedarse en la oficina hasta muy tarde, se convirtió en una manía barata. No se trabaja mucho por ser útiles a la sociedad y el mundo; no, se queda uno hasta tarde en el trabajo para ausentarse de la vida.

A la consigna de servir, se debe añadir, hasta el justo término. Como decía la Madre Teresa de Calcuta “hay que dar hasta que nos duela”… pero vamos a añadir: “hasta ahí no más”. Lo que pase de ese límite ya es una aberración.

Si, enfáticamente declaramos que el servicio es una consigna para darle sentido a la vida, que –como nos dice el Padre Gustavo Baena sj. el que no vive para servir, perdió su viaje a la tierra. Pero, eso es todo. Hoy Jesús nos da un ejemplo contundente: el quiere atender a todos, se complace en sanarlos, en expulsar sus demonios, en predicarnos a su Padre, con palabras y con hechos. Pero pone un límite. Hay un tiempo estrictamente dedicado a la comunicación con su Padre, un contacto que requiere privacidad, intimidad, soledad, silencio: es como un tiempo dedicado a “cargar las baterías”, un tiempo coronado por la contemplación de la fuente del Amor, de la Misericordia, así con mayúscula; y un límite al servicio, y ese límite para Jesús es el momento en que la gente se quiere volver dependiente.

La Misericordia que practica Jesús no es de la clase de misericordias que encadena, Él no es Misericordioso para que la gente lo alabe, le toque platillos, le “eche flores”, lo admire y ya. Todo lo contrario, Él es Misericordioso para que nosotros aprendamos a ser misericordiosos y no más. El quiere discípulos libres, nunca esclavos. Y esta frase debe estar en la base de nuestra teología. «… tras una explosión de popularidad, quiere ponerse a orar al Padre. Huye del peligro de la popularidad. Jesús no quiere ser un líder y jugar con las mismas armas del poder. El líder, que, asume él solo las responsabilidades, infantiliza al pueblo y lo priva de la libertad. La reacción de los discípulos es muy otra. Ellos se extrañan de que Jesús se marcha cuando todo el mundo lo busca. Caen en la tentación de la popularidad…, pero Jesús se niega, porque no quiere ser líder de masas: “Vámonos a otra parte que voy a predicar también allí” »[5]

«Liberar a alguien de algo es el mayor favor que puede hacérsele. Pero la liberación tiene un peligro. Con frecuencia el libertador libera… con el resultado de que los liberados quedan sometidos al libertador. Conocemos países que estaban dominados por una dictadura, se organizó la revolución que derrocó a la dictadura… sólo para convertirse en una nueva dictadura. El precio de ser liberado, es con frecuencia, el someterse al libertador.»[6]

Es admirable, en este aspecto, la pedagogía de Dios que liberó a su pueblo de la esclavitud en Egipto y lo sacó para llevarlo a la Tierra Prometida, pero –para que se desintoxicara de su ideología de explotado, lo hizo vagar durante cuarenta años, toda una generación. Y luego, tuvo que conquistar esa tierra, no se la regaló, la tuvo que pelear palmo a palmo. ¡Qué enseñanza!

Muchos han denunciado nuestra fe por su mesianismo y tiene razón. Si la nuestra es una religión donde todo lo hace Dios, nunca vamos a ser libres, siempre seremos esclavos. «Cuando decimos Reino de Dios, entendemos la obra o acción de Dios en su pueblo. Jesús no predicó simplemente a Dios sino al Reino de Dios. El Reino de Dios es el trabajar de Dios en su pueblo para que viva en hermandad… Pide conversión, y que no nos instalemos o apeguemos a nuestras cosas. Él mismo es el primerao que va cambiando, que se desinstala y desprende, y que va a dedicarse por entero a construir el Reino.»[7]

4

¿Qué enseñanza nos queda? Podríamos ponerlo en las siguientes palabras: No es suficiente con ir a misa el domingo. Salgamos de la misa para –como hacen los Ministros Extraordinarios de la Comunión- ir a visitar a los enfermos, llevarles la Buena Noticia de Jesús, reconfortarlos en su dolor, en sus sufrimientos, animarlos, hacerles saber que son importantes para nosotros. Otra vez evocamos al Padre Gustavo Baena que nos decía que los enfermos y los ancianos son la “reserva sanadora de la Iglesia”, que desde su lecho de enfermos pueden hacer mucho más por nosotros comparado con  lo que hace la gente joven y sana, porque pueden y de hecho oran mucho, plenifican así su comunicación con Dios, y desde sus sufrimientos adquieren ante los ojos del Padre Celestial esa imagen de Cristo Sufriente que mueve el corazón del Padre. No tienen porque sentirse inútiles. Son la “reserva salvífica”.

Algo que nos admira en el relato de San Marcos, que hemos leído, es que Jesús cura sin palabras. Según nos lo cuenta este evangelista Jesús no dijo con sus labios ni una sílaba. Todo lo que hace es acercarse, y tener ese dulce gesto de tenderle las manos. Observando con nuestra mente esta escena, diríamos que el poder sanador de Jesús  sale de esas manos misericordiosas.

Imitemos estos gestos de Jesús, si no puedes visitar un enfermo el domingo hazlo cualquier día; si no puedes visitar enfermos, visita un preso, acompaña a un solitario, consuela a un triste, aconseja a un joven, asiste a un desesperado. Pero construye el Reino.


[1] Martínez Aldana, Hugo Orlando. EL DISCIPULADO EN EL EVANGELIO DE MARCOS. Consejo Episcopal Latinoamericano CELAM Bogotá – Colombia 2006. p. 31.
[2] Baudoz, Jean Fran ois. LECTURA SINÓPTICA DE LOS EVANGELIOS. CINCO EJERCICIOS DE LECTURA. Ed. Verbo Divino Estella-Navarra 2000 p.11
[3] Ibid p. 15
[4] Mateos, Juan sj. COMENTARIO AL EVANGELIO DE SAN MARCOS  Ed. Tierra Nueva. Quito –Ecuador. 2000 p. 34-35
[5] Mateos, Juan sj.  Op. Cit. p. 34
[6] Vallés, Carlos G. sj. DIEZ AÑOS DESPUÉS. Ed. San Pablo. Bogotá Colombia 1999 p. 98
[7] Méndez  Peñate, Adriana. JESÚS. MANUAL PARA LEER EL EVANGELIO DE MARCOS Ed. Tierra Nueva y Centro Bíblico Verbo Divino 7ª Ed. 2000 p. 25