domingo, 20 de noviembre de 2011

PUES, MANOS A LA OBRA

La falsa compasión es la de las mujeres que lloraban camino de la cruz. La verdadera, la del Cireneo, que ayudó a llevarla. Sólo una humanidad de cireneos hará posible que quienes sufren lleguen a descubrir que Alguien (y alguien) les ama.

José Luis Martín Descalzo
RAZONES PARA EL AMOR

La acción central que ejecuta el «Hijo del Hombre» en Mt 25, 31-46 está dada por el verbo ἀφορίζω : cortar, separar, dividir, desterrar, condenar al ostracismo. El mismo verbo designa dos acciones: separa a las ovejas de los cabros; estos últimos, dice en el versículo 46 que ἀπελεύσονται irán, serán arrojados, serán expulsados, es decir que al ser separados de las ovejas, al mismo tiempo resultan exiliados, desterrados, que es el otro significado del verbo que rige esta perícopa.

A las ovejas las llama más adelante, en el versículo 34 ελογημένοι το πατρός: benditos de mi Padre, también son llamados δίκαιοι , es decir, justos, virtuosos, en el versículo 37. ¿Qué reciben como herencia? El Reino, dicho también en el versículo 34; ¿con quién están hablando las Benditos del Padre? quien les contesta, véase en el versículo 40, es el Rey βασιλεὺς.

A los otros, a los de la izquierda, el texto dice que son κατηραμένοι, que significa “malditos”; y estos ¿qué heredan? τὸ πῦρ τὸ αἰώνιον τὸ ἡτοιμασμένον τῷ διαβόλῳ καὶ τοῖς ἀγγέλοις αὐτοῦ el fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles. ¿Qué fue lo que no hicieron para merecer ese fuego eterno? Ellos no διηκονήσαμέν, sirvieron, no los socorrieron.

Y, ¿quienes son los beneficiarios, los destinatarios de esos servicios, de esas obras de caridad que actúan como representantes del Rey? τῶν ἀδελφῶν μου τῶν ἐλαχίστων “estos hermanos míos, los más pequeños”; ἐμοὶ ἐποιήσατε: a mí me lo hicieron; detrás del rostro de los más insignificantes, de los olvidados y despreciados, se esconde el Rostro de Jesús. Esa es la causa de la separación, nuestra actitud con “los más pequeños”.

¿Hay algún motivo para equiparar a los más pequeños con los que sufren? Nos parece que es evidente puesto que el Rey señala algunas categorías que son subconjunto del conjunto “estos más pequeños”, a saber: los que tienen hambre, los que tienen sed, los forasteros, los desnudos, los enfermos, los encarcelados,… Se podría extrapolar para incluir hoy en día a los desplazados (que lindan dentro de la categoría de forasteros), los enfermos –en particular los terminales- las víctimas del SIDA, los huérfanos, los desempleados (cuya función social es abaratar los salarios, puesto que cada desempleado es un rival en potencia de uno que tiene trabajo; ese es un “competidor”, una de esas “hojas de vida” que rondan por ahí como chantaje empresarial); los sub-empleados (el desempleo enmascarado, incluyendo en ellos a todo el sector informal), las múltiples víctimas de la violencia, donde caben los discapacitados y los re-insertados –los de ambos bandos- que han internalizado un modus vivendi en el marco del conflicto, y cuya dificultad principal es su re-adaptación a la vida civil, a un mundo donde las cosas no se alcanzan por la fuerza de las armas, de la violencia. Creemos ver en ellos el Rostro de Jesús en nuestro marco actual.

Este listado que se nos ofrece ¿es exclusivo? Creemos sinceramente que no. Creemos que prácticamente cualquiera puede acceder al grupo de “estos más pequeños”; muchos entramos y salimos de él sin darnos cuenta: un adulto mayor, un pensionado, las madres solteras, las madres cabeza de familia, una persona calumniada, las víctimas del cyber-matoneo, una persona deprimida, los enfermos mentales, los alcohólico-dependientes, los adictos a las sustancias sicoactivas, los sexo-adictos, los ludópatas, los trabajo-adictos. De muchos de ellos nos desentendemos, los aceptamos y los acogemos teóricamente, pero en la práctica los marginamos y, nos los sacudimos con la fórmula sumaria: “eso sí, para que se metieron”, y luego, el olvido, la indiferencia. Resumido en una frase de Ugo Betti: “No es verdad que los hombres nos amemos. Tampoco es verdad que nos odiemos. Nos desimportamos aterradoramente”.

1

Casi todo el Evangelio constituye una invitación a la unidad. El trabajo que realiza Jesús tiende a unificar, a reunir. De hecho, lo que dice en Ezequiel que hará el Pastor será ir por las ovejas descarriadas נִפְרָשׁ֔וֹת, y las ira a buscar,  וְדָרַשְׁתִּ֥י אָ֕נִי . Ez 34, 11-12. Sin embargo, el propósito normal de Dios-Rey, será otro para el momento de la Parusía. Como vimos arriba, el propósito es ahora el de separar o dividir para juzgar y premiar o maldecir según corresponda.

2.

Celebrar la fiesta de Cristo- Rey del Universo. Pero usar la palabra Rey junto a la palabra Ungido, que es la palabra Cristo, nos plantea el tema de ¿cómo es un Rey Divino? ¿Qué significa Rey como explicación de la Divinidad? La primera Lectura de hoy Ez 34, 11-12. 15-17, nos habla de un Rey que busca, que vela, que va hasta donde se hayan desviado, superando la niebla y la oscuridad. Es un Rey-Ternura que apacienta, que lleva al reposo, que cura a la herida y va al rescate de la extraviada, a la débil la robustece, la fortifica y a la vigorosa la conserva. Las lleva a pastizales de Justicia.

A esta explicación de la clase de Rey que es Dios-Hijo, sumemos la clarificación que trae el Salmo 23 (22). El Rey –Pastor hace que no nos falte nada, nos lleva al reposo en verdes praderas y abreva sus ovejas en fuentes tranquilas. Por otra parte, no se conforma con obrar como Pastor; es, también, el Rey-Anfitrión de un Banquete, Él mismo pone la mesa, para reconfortar  después de la caminata –tal vez después de haber cruzado un desierto abrasador- por eso nos unge la cabeza con perfume; y, para calmar la sed, nos da de beber una copa llena hasta los bordes, rebosante. Esto no es algo momentáneo o circunstancial, será una situación permanente, para toda la vida: "Por años sin término".

Miremos al Rey-Pastor, no lleva Cetro sino Cayado. Quienes saben de pastoreo saben que el cayado es protección defensiva contra el ataque de las fieras que amenazan al rebaño. Este Rey se ocupa de todo lo necesario para sus ovejas: el busca los abrevaderos, los pastizales, la seguridad del rebaño, Él vela por las descarriadas, busca las vías sin amenaza, los senderos seguros. Para el Pastor su Vida es su rebaño, piensa, se preocupa y se interesa por cada ovejita, todo el tiempo; todos sus pensamientos y lo único que hay en su Mente son sus ovejas.

La petición que nos hace Jesús a través de Sor Faustina Kowalska es que su deseo consiste en que tengamos un conocimiento más profundo del Amor que quema Su Corazón, y que oremos así: “¡Oh Sangre y Agua, que brotaron del Corazón de Jesús como una fuente de Misericordia para nosotros, yo confío en Ti!”. Y verdaderamente que podemos confiar y ponernos enteramente en las Manos de este Rey tan generoso y magnánimo. Meditemos sobre el Rey-Pastor y algo del Amor de Jesús podremos captar.
3.
En la Carta de Santiago, capítulo 2, versículos 14-16 leemos: “14 ¿De qué sirve, hermanos míos, si alguno dice que tiene fe, pero no tiene obras? ¿Acaso puede esa fe salvarle? 15 Si un hermano o una hermana no tienen ropa y carecen del sustento diario, 16 y uno de vosotros le dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no le dais lo necesario para su cuerpo, ¿de qué sirve?
La perícopa que leemos hoy, tomada del Evangelio de San Mateo 25, 31-46, no se puede leer desconectada de los dos Domingos anteriores, cuando leímos Mt 25, 1-30. Jesús nos enseña a vivir, a estar preparados para su regreso, a permanecer siempre obrando el bien, siempre comprometidos con nuestros hermanos, con todos, sin discriminaciones como lo hemos venido enfatizando, siempre vigilantes de nuestra coherencia de vida, de caridad, de amor. Hoy nos vuelve a formular su llamado, nos recuerda una vez más que -como lo expresó san Juan de la Cruz- “en el atardecer de la vida, seremos juzgados sobre el amor”.
Jesús nos propone como vías hacía su aceptación, aquellas que la Iglesia ha designado como Obras Corporales de Misericordia. Nos convoca -como lo repite la epístola de Santiago- a evitar la indiferencia. Resaltemos que, Jesús no menciona ningún Mandamiento como requisito para entrar en su Gloría, para ser de los “benditos de su Padre”. Además, tampoco menciona ningún acto cultual o ritual. Es importante resaltar que sólo pide Amor-Ágape como respuesta a toda necesidad, a cada sufrimiento, a todo dolor. Lo que espera Jesús de nosotros es que actuemos contra el mal y la injusticia; lo que no perdona, lo que lleva a ser maldito es el no obrar, tal como lo hicieron el Sacerdote y el levita que desviaron su camino para no comprometerse con el asaltado y herido que hallaron a su paso.

4.


Algunos peligros al leer esta perícopa: que creamos que sólo estas seis acciones mencionadas en el evangelio agotan las vías hacía nuestro Rey. Creer que Jesús hizo una enumeración exhaustiva y que fuera de esas no hay ninguna otra.
En particular queremos recordar que adjuntas a las obras Corporales de Misericordia están también las Obras Espirituales de Misericordia, tan valiosas, caritativas y amorosas como las primeras.
1. Enseñar al que no sabe y
2. Dar buen consejo al que lo necesita. "Que la palabra de Cristo habite en ustedes con todas sus riquezas. Que sepan aconsejarse unos a otros y enseñarse mutuamente con palabras y consejos sabios" (Col 3,16)
3. Corregir al que se equivoca. "Si tu hermano ha pecado contra ti, anda a hablar con él a solas. Si te escucha, has ganado a tu hermano. Si no te escucha, lleva contigo a dos o tres de modo que el caso se decida por boca de dos o tres testigos. Si se niega a escucharlos, dilo a la Iglesia reunida" (Mt 18, 116-17)
4. Perdonar las injurias. "Pedro se acercó y le dijo: Señor, ¿cuántas veces debo perdonar las ofensas de mi hermano? ¿hasta siete veces? Jesús le contestó: No digas siete veces, sino hasta setenta veces siete". (Mt 18, 21-22)
5. Consolar al afligido. "Anímense mutuamente y ayúdense unos a otros a crecer juntos" (1Tes 5,11)
6. Tolerar los defectos del prójimo. "Sopórtense y perdónense unos a otros, si uno tiene motivo de queja contra otro" (Col 3, 13)
7. Hacer oración por los difuntos. "Pues si no hubieran creído que los compañeros caídos iban a resucitar, habría sido cosa inútil y estúpida orar por ellos" (2Mac 12,45).

Como podemos ver son acciones y recomendaciones evangélicas que la Iglesia ha puesto en una lista para facilitar su recordación por parte de los fieles. Consideramos que, tampoco ellas agotan las Obras que serán los criterios con los cuales seremos juzgados  por nuestro Rey-Juez. Cada día que pasa y cada nueva situación que la historia nos presente, nos están llamando a descubrir el Rostro Doliente de Jesús que aguarda nuestra respuesta activa. Sólo a manera de ejemplo diremos que estamos llamados a ser pacifistas frente al guerrerismo y anti-abortistas y anti-eutanatistas frente al ataque contra la vida; a defender la familia y la infancia y la juventud ante tanta enbestida actual.

Una de las maneras de poder permanecer vigilantes frente a los múltiples Rostros de Jesús es el conocimiento de las bienaventuranzas y (no basta la ortodoxia) es necesaria su ortopraxis. Será la conciencia, bien formada, la llamada a ejercer su vigilancia, ya que como se dijera en la Gaudium et Spes, “la conciencia es el sagrario del hombre” #16. Esta es la llamada a permanecer alerta para identificar a Jesús en el necesitado. Frente a los riesgos de subjetivismo, de parcialidad y de desinformación, permitámos a la Iglesia, Madre y Maestra, con el aval de muchos siglos de venir ejerciendo como guardiana de la ética más humana y humanizadora, que funja como nuestra guía y evitemos las desconfianzas que el “mundo” nos propone contra ella.

5.

Aún otro peligro: Creer que el buen obrar nos da carta de incredulidad para promover el ateismo o el anticlericalismo. No es suficiente que hagamos todo el bien que esté a nuestro alcance como un simple ejercicio de filantropía; en realidad es indispensable que sepamos reconocer el Rostro-necesitado-de-Jesús en los destinatarios de nuestras acciones. Lo que resulta Salvífico es que cada una de estas obras se actúe porque las hacemos por Él y para Él.

Monseñor Carlo María Martini nos previene contra un tercer riesgo, él lo llama docetismo a la inversa. El docetismo -del griego δοκέω que significa apariencia- fue una herejía que proponía que Jesús no es realmente humano, sino de apariencia humana. Por eso dice Monseñor Martini, docetismo al revés, ver en los otros sólo a Jesús, “lo que importa es la relación con Cristo, el prójimo es sólo un medio, una transparencia. Algo desastrozamente anti-ético es usar a alguien como medio, aún con las mejores intenciones: ¡Todo hombre-mujer es un fin en sí mismo.

Jesús como rostro doliente puede estar en cada uno de nosotros; también como sanador, salvador, consolador, mano amiga, pastor cuidador se puede hacer presente a través de uno cualquiera de nosotros. Ese es el Misterio del Cuerpo Místico de Cristo. No somos Cristo entero, pero somos uno de sus “pequeños”

No estamos contra la filantropía, es un hermosa faceta del humanismo; pero la vía salvífica es la vía de la fe.

Aún queremos añadir otra reflexión sobre los títulos cristológicos que aparecen en las lecturas litúrgicas de este domingo. Vea, por favor, el blog siguiente.

viernes, 11 de noviembre de 2011

DE LA VIGILANCIA A LA RESPONSABILIDAD

Evitar la fidelidad que paraliza


El hombre justo es aquel que ha llegado a confiar tanto en Dios que comienza a sentir en él la fuerza del Señor y se siente poderoso. Por eso se vuelve un hombre dinámico, emprendedor y luchador para llevar la luz en medio de las tinieblas y para renovar lo que necesita ser cambiado.

Hugo Estrada s.d.b.


El domingo anterior el verbo regente fue el verbo “vigilar” γρηγορεῖτε del verbo γρηγορέω que tiene el sentido de estar alerta, de estar despierto, de no dormirse, (recordemos que las 10 doncellas se adormilaron y se durmieron νύσταξαν πσαι κα κάθευδον; a causa de la tardanza del Novio). Lo contrario de dormirse, de descuidarse, de no prever es ser φρόνιμοι: sabio, prudente; por tanto la fidelidad con nuestro Dios consistiría en ser juicioso y sensato.

La palabra-eje que aparece en el Evangelio que la liturgia nos propone para hoy es la palabra “encomendar”, “entregar algo bajo responsabilidad: παρέδωκεν, esta proviene del verbo Παραδίδωμι (entregar, confiar; también significa traicionar, como en Mateo 10, 4, refiriéndose a Judas, o ser arrestado como en Mateo 4, 12, refiriéndose al aprisionamiento de Juan el Bautista, donde se usa en la forma παρεδόθη; en otro caso puede significar lo que nos fue enseñado, la tradición παράδοσιν, como en Mateo 15,2; en Mateo 26, 2, lo encontramos con la doble acepción de entregar y traicionar παραδίδοται ). Los estudiosos del griego nos indican que esta palabra, en el contexto religioso, era la que se utilizaba para referirse a “ganar una conversión”.


1

La parábola de hoy es la de los “talentos” τάλαντα que es el plural de τάλαντον, que significa peso o balanza. Los talentos fueron una moneda que circuló en Grecia y luego en Roma, pero se originó entre los babilonios. No podemos decir –a secas-que equivalía a 34 kilos de oro, puesto que hubo varios clases de talentos, entre los que vale la pena mencionar: el talento babilónico, más o menos equivalente a 30.3 kg; el talento egipcio, con 27 kg, el griego, también llamado “talento ático”, aproximadamente 26 kg. de plata; y, el talento romano 32,3 kg.

Al principio, cuando los Israelitas adoptaron el talento, se referían a la unidad babilónica, de tal manera que, cuando hablamos de él en el Antiguo Testamento eran 34 kg. Pero en el Nuevo Testamento ya se ha devaluado a 24,6 kg. de plata. También se dio el talento –pesado del Nuevo Testamento, algo así como 58.9 kg.

La influencia cultural del cristianismo y la fuerza de esta parábola fue transmutando el significado de la palabra y esta, poco a poco, pasó a significar la inteligencia, la aptitud, la habilidad o la capacidad –innata o adquirida- para desempeñar una actividad. Hablamos, por ejemplo, del talento que tiene alguien para interpretar un instrumento, para hablar en público, para bailar o practicar un deporte. Son aptitudes, una o varias, que parecen facilitar la puesta en practica y llevada a feliz término de una determinada labor.


2

Hay un aspecto Aristotélico que linda directamente con el tema del “talento” porque alguien que lo posea no necesariamente lo puede externalizar y llevarlo a desarrollo; por el contrario, puede suceder que –por diversas circunstancias- el talento permanezca abandonado, “enterrado”.

En alguna ocasión oímos a un papá quejándose porque su hijo –quien según él tenía un gran talento para el violín- al cabo de año y medio arrinconó el instrumento y las clases y, jamás volvió a “mirarlo”. Evidentemente, este joven había enterrado su talento.

Les decía que guarda relación con dos conceptos aristotélicos: ser en potencia y ser en acto. Este chico de la anécdota, tenía un talento en potencia pero, por la razón que haya sido por la que abandonó sus estudios de violín, jamás llegó a poseerlo en acto. Se observa de inmediato que ser-en-potencia realmente es un no-ser. Como aquel antiguo ejemplo de la roca que era en potencia una escultura pero que –mientras el escultor no se pusiera manos a la obra- nunca pasaría de ser una roca, cuando mucho una hermosos roca, pero nunca una escultura: La roca sin el trabajo del escultor no-es una escultura (bueno, hoy día no se, quizás la roca colocada en cierto contexto –una galería por ejemplo- se pueda valorar como una escultura-conceptual).

Se entiende que la potencia nos habla de una posibilidad. Todo árbol es en potencia una mesa, lo que no implica que no se hayan convertido muchos árboles en repisas, bibliotecas, retablos o… en fogata.

Todo padre da a su hijo el mejor equipamiento posible -a su alcance- para que el ser de su hijo pueda pasar de las potencialidades al acto. Lo promueve para que desarrolle todas sus “potencialidades”, estimula su aptitudinalidad buscando  que su vástago desarrolle todas sus capacidades. Dios-Padre no es menos, también nos entrega nuestro “herramientero“ y nos inscribe en diversos talleres y escuelas –que nosotros denominamos “escuela-de-la-vida”- para que esos talentos no se queden en meras potencialidades. Sin embargo –y allí es donde entra en juego nuestra libertad- no nos lleva de la mano hasta la puerta de la universidad-de-la-vida, no revisa nuestros informes de notas, no se entrevista regularmente con nuestros capacitadores y docentes, sino que nos financia la carrera, costea los gastos y nos anima y alienta para superar las dificultades que puedan sobrevenir.

Observamos en la parábola que Él entrega los talentos y se marcha a un largo viaje, cuyo regreso es a término indefinido. La relación entre el dueño de los talentos y los encargados de su manejo sólo tiene dos puntos de contacto: Al principio para entregarlos y, al final para pedir cuentas sobre su administración.

3

¿CON SUERTE?
El año pasado, para festejar el día de la primavera, los chicos de mi barrio, organizaron una excursión para pasar el día al aire libre. Compraron fiambre de varias clases y pan para hacer sándwiches y los llevaron a la casa de Tobías para preparar la vianda, antes de salir hacia el gran parque de la ciudad.

Con permiso de la madre, pusieron la bolsa con el pan sobre la mesa de la cocina junto con el fiambre, la mayonesa, la fruta, los tomates y los huevos duros. Si bien la mesa no era muy grande, tampoco era pequeña, y ya no cabía nada más sobre ella.

En un momento, era tanto el ir y venir de los chicos alborotados por la organización de la salida que a causa de un tropezón y sin que nadie se diera cuenta, un pan se cayó al suelo, y fue a parar debajo de una cajonera que estaba a un costado. El pan si se dio cuenta de lo que había pasado y aprovechó la situación, se quedó allí, bien quietito, mientras pensaba: ¡Qué suerte, a mí no me van a comer!

Por la mañana, entre chistes, risas y cantos, los chicos prepararon los sándwiches los metieron en papel aluminio para que no se resecaran, los colocaron dentro de las mochilas, lavaron la fruta y las guardaron en bolsas de nylon, partieron todos juntos.

Por la mañana jugaron a la pelota, a la mancha y a las escondidas. Al mediodía, pusieron un mantel en el pasto y, prolijamente, sobre él, la comida y las bebidas. Cantaron a la sombra de un árbol después de almorzar. No hubo ni una nube en el cielo y ni una pelea entre ellos. Nada podía haber salido mejor. A la hora de volver, recogieron todo, y cada uno volvió feliz y contento a su casa.

Cuando llegó la noche, mientras cenaban, Tobías contó a sus papás lo mucho que se habían divertido y lo rico que estaban los sándwiches. Así, conversando, la familia se quedó hasta tarde sentada a la mesa de la cocina tomando unos mates, porque Tobías no paraba de hablar y de hablar.

El último comentario que hizo fue: “Mañana, ni bien me despierte, voy a ir hasta la panadería a darle las gracias a don Carmelo porque el pan que nos vendieron estaba exquisito, nunca comimos algo tan rico.”

-Tobías -contestó la mamá- no exageres, el pan era el de siempre.
-No, mamá, te aseguro que éste era distinto, lo habíamos encargado y seguro que lo hicieron especialmente para nosotros.

Después de un rato, se fueron a dormir, y, por la mañana, bien tempranito, la mamá se levantó para ordenar y limpiar la casa. Mientras barría la cocina, al pasar la escoba por debajo de la cajonera, encontró el pan que se "había salvado" de ser comido por los chicos.

- ¡Qué lástima! -pensó- este pan se debe haber caído de la bolsa, pero ya no se puede comer, está todo sucio y duro. ¡No sirve ni para hacer pan rallado![1]

¿Cómo pudo imaginarse este pan que era afortunado evitando cumplir su sentido de existencia, servir de alimento? Y muchas personas vamos por el mundo haciendo lo menos posible, sacando el cuerpo, evadiendo, evitando. Cada evitación malogra nuestros talentos, limitando nuestro desarrollo, nuestro perfeccionamiento. En cambio, el cumplimiento de nuestra tarea, nos permite desplegar nuestro ser, trascender, atarnos un toalla alrededor de la cintura y empezar a lavarle los pies a alguien Jn 13, 5a. Una de las consignas más impactantes de la Madre Teresa de Calcuta reza como sigue « Quien no vive para servir, no sirve para vivir » y es verdad, el sentido de la vida está en gastarnos por los demás –como hemos insistido- sin discriminaciones y desinteresadamente.


4

Otros aspectos maravillosos de la parábola de los talentos. El Señor de los talentos los entrego sin dar ninguna instrucción, ninguna directriz, simplemente, “les encomendó sus posesiones” Mt 25, 14c. Quiero destacar que no los comisionó para que los invirtieran, los depositaran en el banco, los fueran gastando poco a poco, los repartieran entre sus familiares y amigos…no, no, ninguna indicación. Entera libertad.

Subyace en la parábola un sentido de responsabilidad que pesa sobre los receptores de los talentos. Pudiendo haberlos hurtado, haberse ido lejos y desaparecido junto con los talentos, pudiéndolos haber despilfarrado; todos cuantos oímos la parábola esperamos ese tipo de lealtad sólo esperable y explicable entre los que son socios de una misma empresa. Empeñados en construir una sociedad más justa, más fraterna, convencidos que un mundo mejor es posible. La ética que subyace a la parábola es la del compromiso en una relación en la que a todos los mueve el mismo interés y ¿cómo no? si a todos nos compete por igual la construcción del Reinado de Dios, para que el Sueño de Dios se haga realidad. Como lo dice el Padre Hugo Estrada, nos volvemos emprendedores, dinámicos, luchadores.

En segundo lugar, vale la pena observar que no le da a cada uno la misma cantidad, ni explica la razón del reparto desigual; simplemente Dios da a unos, unos talentos; y, a otros, unos diferentes. No hay razón para que acusemos –con argumentos democrateristas- a Dios de in-equitativo. Nosotros somos todos iguales a los ojos de Dios porque –pese a que seamos cada uno tan distinto de los otros- Él nos da de forma tal que se equilibre. Valga decir que esto es lo que hace de Dios el Justo por excelencia. Pero también tengamos en cuenta que a cada uno se le pedirán cuentas conforme a lo recibido y que “al que se le ha dado mucho se le exigirá mucho, y al que se le ha confiado mucho, se le pedirá más aún” Lc 12, 48b. No se trata de un concurso del mejor inversionista, no es el reality del «Aprendiz». Aún cuando todo esto es bastante abstruso desde la óptica de nuestra pobre justicia humana.

Tercero, el Señor de los talentos no es un burgués que entrega su capital para que se lo multipliquen. Pide cuentas pero no se apodera de las ganancias, no explota, a lo sumo re-distribuye, quitando al siervo infecundo el talento, hasta ese momento, inútil. Sus siervos no fungen de inversionistas ni de corredores de bolsa. Se trata –y perdonen la insistencia- de una parábola, es decir, de una comparación montada sobre el pivote de la responsabilidad. No se trata de un pretexto para encubrir ese horripilante mal social que es la concentración del capital cada vez en menos manos y la distribución de la pobreza, cada día entre mayor número de seres humanos.


5

La semana pasada reflexionábamos sobre la situación de un hombre a quien Dios mando empujar una roca gigantesca, descomunal y que por su gran tamaño él nunca pudo mover ni un ápice. Pese a lo cual, Dios le demuestra que la importancia de su “permanecer vigilante” está no en desplazar la roca sino en la “obediencia” del empujar. Hoy, una vez más, frente a la parábola de los talentos observamos que no hay una exigencia establecida: cada uno rinde según sus posibilidades; ni el reparto fue igual ni los resultados se piden iguales. Pero se debe dar algún resultado. El pecado del tercer hombre fue su inmovilidad, su quietismo, su parálisis. Podemos llegar, entonces, a la luz de la historia del hombre que empujaba la roca, a la misma conclusión a la que llegó San Agustín: «Dios no nos manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que Él manda, te invita a hacer lo que puedas y pedir lo que no puedas y que Él te ayuda para que puedas.»

El Cardenal Carlo María Martini[2] al comentar esta parábola nos señala ese riesgo inminente de caer en un tipo de equilibrio homeostático que nos hace cómplices en la inmovilidad, que prefiere caminar con el zapato lleno de piedritas, con tal de no tener que quitarse el zapato para sacudirlo. Esta es una situación cotidiana de quietismo mezclado con una gran dosis de conformismo a la vez que de complicidad. A veces –sencillamente- por respetos humanos, por no molestar a aquel, porque ¿Quién soy yo para contraponer mi punto de vista? Cohonestamos con pequeños y grandes males y preferimos coser un parche nuevo a un odre viejo que buscar decididamente un odre nuevo para el vino nuevo todo porque preferimos “no exponer ese pequeño talento que es mi seguridad, mi paz”. Lo que buscamos en ese tipo de equilibrios es que no se nos moleste, que podamos seguir cómodamente apoltronados, que nada ni nadie nos vaya a desacomodar y forzamos nuestra propia ética y nuestro compromiso, por ese terroncito de inmunidad. Y es esa ética elástica lo que se llama irresponsabilidad. Por esa muelle poltrona se nos quitará el talento y se lo darán al que tiene diez, por nuestra incapacidad de arriesgarnos.

A este hombre que no se arriesga se le encuentra culpable y reo de las “tinieblas de afuera” porque desconfía de Dios, lo visualiza como un ser “exigente que cosecha donde no ha sembrado y reúne donde no ha esparcido”; este personaje no conoce a Dios, ignora todo sobre Él y lo prejuzga. Se durmió -no en los laureles- sino en el talento. Queda al descubierto que no sirve enterrarlo. Hay mucho por hacer y mucho por cambiar ¡Manos a la obra, así sea con las uñas! “te dije que tu tarea era empujar la roca con todas tus fuerzas,... Nunca dije que esperaba que la movieras. ¡Tu tarea es empujar!






[1] Casalá, María Inés, Pisano, Juan Carlos. CUENTOS RÁPIDOS PARA TRABAJAR CON VALORES Ed. San Pablo 2004
[2] Martini Crnal, Carlo María. EVANGELIO ECLESIAL DE SAN MATEO. San Pablo 4ta Ed. 1996 pp. 55-57

sábado, 5 de noviembre de 2011

SIEMPRE ACTIVOS

La mística cristiana… es… una mística de amor; de crecimiento en el amor; de relación de amor con la Persona de Dios… es el amor el que libera. Amor que no es primariamente el producto de métodos de concentración o de conocimiento de sí mismo, sino de la comunicación del amor de Dios a nosotros.
La esencia de la mística cristiana es dejarse amar por Dios.

Segundo Galilea


Estar Dispuesto a morir en cualquier momento para llegar al Cielo y no ir a parar a otra parte; tratar de estar siempre en estado de gracia. Confesarse con frecuencia. Todo esto de vivir una vida virtuosa de Iglesia y sacramentos, es a lo que suena este Evangelio, el de Mateo 25, 1-13. Siendo todo esto muy bueno y casi inmejorable, le falta algo, el verdadero meollo de este asunto está en otro punto.

La Iglesia no es un instrumento para que yo me salve sino que es un instrumento para que yo salve a otros. Esta frase me orienta y me hace tomar viva conciencia de mi responsabilidad solidaria, no sólo con mis semejantes, sino con todo ser humano (y tuve la tentación de escribir con cualquier ser vivo, o mejor todavía con cualquier ser, por que todos son criaturas del mismo Padre). Me parece conveniente relacionar mi estado vigilante con esta idea del compromiso Salvífico que tengo con mis hermanos (o sea con la creación entera).

Durante mucho tiempo se fue construyendo una fe intimista que generó una teología egoísta (lo cual es una contradicción intrínseca: una verdadera teología no puede ser egoísta, tiene que ser descentrada, descentrada a favor del que fue asaltado por el camino y quedó allí tirado, herido, molido a palos). No se trata de que yo me salve y los demás que se pudran allá ellos, ¿por qué no se esforzaron como yo me esforcé? Como decíamos antes, esto no es teología, sino ideología justificante para la antropofagia. "El hombre hecho lobo para el propio hombre. La teología de buscar la propia salvación y los demás al infierno es egocéntrica, y por eso no es teología.

Reconocemos la parábola de las vírgenes (παρθένοις) sabias y las necias (φρόνιμοι - μωραὶ) como un llamado a la actitud vigilante que se podría compendiar con la frase de Jesús: “Por tanto, vigilen, porque no conocen el día ni la hora”. Mt 25, 13. Aquí esta claro que se refiere a una actitud vigilante, ¿pero, cuál es esa vigilancia?, o mejor, ¿qué es lo que estamos vigilando?. La llegada del Novio (νυμφίου), el Único con autoridad para dejarnos o no entrar a la fiesta de bodas. Viene la siguiente pregunta, que se desprende de las anteriores, ¿bajo que criterios permitirá o denegará la entrada?. A esta pregunta se dará respuesta un poco más adelante Mt 25, 31-43, del cual leeremos un fragmento sustancioso Mt 25, 31 – 36, dentro de dos Domingos, cuando la liturgia nos propondrá la celebración de Jesucristo, Rey del Universo.

Podemos adelantar algunos elementos. No es sólo tratar de salvarse uno mismo, no podemos hablar como Caín y contestarle a Dios "¿acaso soy yo el guarda de mi hermano?"; la Biblia no lo dice allí en Génesis, pero la respuesta que Dios nos da a lo largo del Nuevo Testamento, es que sí somos guardias de nuestros hermanos, ( en otras traducciones leemos "¿Acaso es mi obligación cuidar de él?") y no sólo de nuestros hermanos de sangre, ni sólo de nuestros hermanos de pueblo, o de barrio, o de raza. ¡No! lo que nos enseña Jesús es que todos somos hermanos y por eso nos enseña a decir “Padre nuestro” y no Padre mío o padre de los míos, o padre de mi raza o cualquier otro excluyente. La enseñanza recibida en el Evangelio nos obliga a reconocer que nadie queda exceptuado de nuestra fraternidad. Por eso, estar vigilante, equivale a estar alerta a cada oportunidad en que Dios pasa por nuestra vida con uno de sus infinitos disfraces observando nuestra respuesta, mirando si reaccionamos como verdaderos hermanos practicando ese amor – ágape que busca el Bien del otro sin esperar nada a cambio. Es estar alerta a cada encuentro, a cada necesidad, a cada sentimiento. No esperar a un Jesús tipo “cuadro del sagrado corazón” o uno que se parezca al retrato de la “Divina Misericordia” que Sor Faustina Kowalska le “dictó” a un pintor, porque vendrá vestido de hambriento, o desnudo, o de forastero, o de presidiario, o de enfermo o de … como dijimos antes, en uno de sus inagotables disfraces. ¿Si ves lo que significa permanecer vigilantes?

No puedo desperdiciar la magnifica oportunidad de recordar esa linda historia de León Tolstoi, titulada Martín el zapatero, que me ha marcado la vida de manera muy profunda, brindándome una intensa comprensión del evangelio de Mt 25, 31 – 46.

Cuenta la historia que Martín era un hombre ya entrado en años, que se ganaba la vida como zapatero.  Vivía solo, en una pequeña casa, ya que su mujer había muerto de muy joven y el hijito que ambos habían tenido, también enfermó y falleció.  Por todo esto que le había pasado, Martín estaba muy enojado con Dios, o lo que es peor, le era indiferente.

Cierto día, llegó a la casa de Martín un curita, que le traía como trabajo, hacer una nueva funda de cuero para su Biblia.  Para que esa funda sea perfecta, le dejó el libro para que tomara las medidas.  Esa noche, luego de cenar, sintió la necesidad de abrir la Biblia que el cura le había dejado y leyó la cita de Mt 25,31-46.  Cuando terminó de leerla, cansado por el trabajo de todo el día se quedó dormido sobre la mesa.  Tan dormido estaba que hasta soñó...  ¡Y qué sueño!  Escuchó la voz de Dios que le decía: "Martín, mañana voy a ir a visitarte".  Al otro día se despertó sobresaltado, nervioso, pero contento.  Dios iría a visitarlo a su casa.  Desayunó y se puso a limpiar y ordenar todo.  En eso, mientras estaba en plena tarea, golpeó a su puerta un anciano, que estaba exhausto de tanto caminar, Martín lo hizo pasar, le ofreció un mullido sillón para descansar y le sirvió un té. Cuando hubo descansado lo suficiente, agradeció y se fue.

Martín siguió con los preparativos para recibir a su visita. Al rato, golpearon nuevamente su puerta.  ¡Es el Señor!  pensó Martín, pero al abrir sólo vio a una mujer, con un bebé en brazos, que venía a pedirle: "Señor, estoy sola con mi niño, y no tenemos qué comer desde hace días...  ¿Podría usted ayudarme con algo?" Martín la hizo pasar, le dio algo de comer a ella, y calentó bastante leche para el bebé. Cuando comieron lo suficiente, la mujer se levantó, agradeció a Martín, con un beso en las manos, y se marchó.  

Martín, cada vez más ansioso, no veía la hora de que llegara su invitado.  Mientras limpiaba, miró por la ventana de su casa, y vio a un niño de la calle, con su ropa toda rota y sucia, entonces buscó en el armario.  Abrió un cajón en el que conservaba la ropita que había sido de su pequeño, tomó las más lindas prendas, salió y se las ofreció al niño de la calle, que las aceptó con una sonrisa de oreja a oreja.  Martín entró nuevamente en su casa y siguió preparando todo.

Así estuvo todo el día, hasta que, a la noche, cansado por el trabajo, se sentó y se quedó dormido.  Tan dormido estaba que hasta soñó...  ¡Y qué sueño!  En el sueño, vio a Jesús, y le dijo: "¡Señor, estuve todo el día esperándote!  Limpié, ordené, preparé todo... y Tu  ¡Me fallaste!" y en el mismo sueño, volvió a escuchar la Voz de Dios que le decía: "¡¿Cómo que te fallé?!  ¿No fui a tu casa?  Sí, fui, Y no una, sino  ¡Tres veces!  Una vez vestido de anciano, y me ofreciste descanso y comida.  Más tarde fui en forma de madre cansada y de bebé hambriento, y me atendiste muy bien.  Por último fui también como niño de la calle y me diste lo mejor...  ¿No te acuerdas, acaso, que todo lo que hacen por el más pequeño de mis hermanos, conmigo lo hacen?

En eso Martín se despertó.   Alegre como nunca.  Todo esto sucedió la noche del 24 de diciembre.  Ese año Martín vivió una Navidad distinta, porque había descubierto su verdadero sentido...

Jesús nos ama, dándonos la oportunidad de que lo amemos, por que como lo dijera San Francisco “dando es como recibimos”. La mística de nuestra religión reside en este secreto (secreto a voces), que amemos al prójimo para que, en ese amor, rebote a raudales el amor de Dios hacia nosotros.

                      



Cuando era niño, y también después, ya adolescente, me desconcertaba el egoísmo de las vírgenes “prudentes” (las vírgenes que si tenían aceite), ¿cómo  podían ser tan envidiosas y negarse a compartirlo? ¿por qué retenerlo todo para ellas y no facilitar un poco a las otras? Este asunto me hacia chocante la historia y me bloqueaba su asimilación.

Fue, hasta hace relativamente poco, que entre en contacto con  el método histórico crítico y supe que, en la Biblia se dan cita diversas y muy variadas formas de expresión. Este enunciado, tan sencillo, destrabó para mi una puerta de acceso que, hasta ese momento me impedía toda profundización biblistica. Ahora, me suena tan evidente como lógico que uno no escribe de la misma manera un documento histórico, un artículo periodístico, una nota informal para un amigo, un carta a la novia o la lista del mercado; así como hay una profunda diferencia entre una fórmula médica y un informe contable.

Tampoco tenía clara noticia de la diferencia entre una parábola y una alegoría. Esta última, establece un fiel paralelo entre cada uno de los elementos de la comparación, tomados detalle a detalle, cada cosa tiene su equivalente en lo comparado, llevando a cabo un fiel paralelismo que no deja de lado ningún detalle, ningún elemento. Cada signo de la comparación tiene su respectiva imagen en lo comparado. En cambio, en la parábola la comparación gira sobre un solo elemento y todos los demás elementos están subordinados a la comparación fundante de la parábola; sólo un elemento tiene su correspondiente correlato en los dos miembros de la comparación: la realidad referente y la realidad referida (pensado en terminos Saussurianos diríamos en el plano del significante respecto al plano del significado).

Sabemos que el relato en torno a las vírgenes necias y a las prudentes es una parábola y no una alegoría; por eso sería desatinado buscar otras correspondencias forzando un significado para el grito a medianoche, para el aceite, para que sean vírgenes, para la demora del novio en llegar, para la negativa a prestarles aceite, para explicar el hecho de alumbrarse con lámparas. ¿por qué de aceite y por qué no antorchas? ¿…? etc, etc, etc.

                      

El tema del amor, buscarlo siempre, aguardarlo siempre como se aguardan los enamorados; como la novia espera el novio. Pero también expresarlo siempre, buscar nuevas y nuevas maneras de ser amorosos: La vigilancia es esperanza activa, que espera confiada, pero no se sienta a esperar sino que prepara su alcuza de aceite, es más, la revisa periódicamente para estar seguro de tenerla siempre abastecida; no se trata de vivir “sin pecar”, “cumpliendo con los mandamientos y sin hacerle mal a nadie”, siendo eso bueno, hay que añadirle la firme decisión de –además- hacer todo el bien que podamos.

Como una gota de un colorante se extiende y colorea toda el agua, así es la vigilancia, la vigilancia es la fe que se difunde y colorea toda nuestra vida; nuestra fe no es una fe de puntos manchados, la fe entra en el líquido que es nuestra existencia y se difunde, todo lo va impregnando con el color de Dios y el color de Dios –lo sabemos- es el color del amor.

Por eso, ser vigilante es existir amorosamente, y cuando se ama, cuando se acaricia, ese destello del amor va a su destinatario pero la caricia también es experiencia de amor para el emisor; creemos firmemente que esa relación amorosa entre un emisor y un receptor se difunde y va construyendo, va contribuyendo para que brote la civilización del amor, la construcción del Reinado de Dios.

Los resultados no son de inmediata corroboración, parte de la vigilancia es saber aguardar pacientes el lapso entre el amor causante y la realidad consecuente: el amor causado; seguros que el amor ya está, porque Jesús lo difundió desde lo alto de la cruz:

Un hombre dormía en su cabaña, cuando de repente una luz iluminó la habitación y apareció Dios. El Señor le dijo que tenía un trabajo para él, y le enseñó una gran roca frente a la cabaña. Le explicó que debía empujar la piedra con todas sus fuerzas.
El hombre hizo lo que el Señor le pidió, día tras día. Por muchos años, desde que salía el sol hasta el ocaso, el hombre empujaba la fría piedra con todas sus fuerzas... y esta no se movía. Todas las noches el hombre regresaba a su cabaña muy cansado y sintiendo que todos sus esfuerzos eran en vano.
Satanás decidió entrar en el juego trayendo pensamientos a la mente del hombre: "Has estado empujando esa roca por mucho tiempo, y no se ha movido". Le dijo que la tarea que le había sido encomendada era imposible de realizar y que él era un fracaso. Estos pensamientos incrementaron su sentimiento de frustración y desilusión.
Satanás le dijo: "¿Por qué esforzarte todo el día en esta tarea imposible? Solo haz un mínimo esfuerzo y será suficiente".
El hombre pensó en poner en práctica esto, pero antes decidió elevar una oración al Señor y confesarle sus sentimientos: "Señor, he trabajado duro por mucho tiempo a tu servicio. He empleado toda mi fuerza para conseguir lo que me pediste, pero aún así, no he podido mover la roca ni un milímetro. ¿Qué pasa? ¿Por qué he fracasado? "
El Señor le respondió con compasión: "Querido hijo, cuando te pedí que me sirvieras y tú aceptaste, te dije que tu tarea era empujar la roca con todas tus fuerzas, y lo has hecho. Nunca dije que esperaba que la movieras. Tu tarea era empujar.
Ahora vienes a mí sin fuerzas a decirme que has fracasado, pero ¿en realidad fracasaste? Mírate ahora, tus brazos están fuertes y musculosos, tu espalda fuerte y bronceada, tus manos callosas por la constante presión, tus piernas se han vuelto duras.
A pesar de la adversidad, has crecido mucho y tus habilidades ahora son mayores que las que tuviste alguna vez. Cierto, no has movido la roca, pero tu misión era ser obediente y empujar para ejercitar tu fe en mi. Eso lo has conseguido. Ahora, querido hijo, yo moveré la roca".


Para ponerlo con las palabras de Benedicto XVI: «El término agapé, que aparece muchas veces en el Nuevo Testamento, indica el amor oblativo de quien busca exclusivamente el bien del otro; la palabra eros denota, en cambio, el amor de quien desea poseer lo que le falta y anhela la unión con el amado. El amor con el que Dios nos envuelve es sin duda agapé. En efecto, ¿acaso puede el hombre dar a Dios algo bueno que Él no posea ya? Todo lo que la criatura humana es y tiene es don divino: por tanto, es la criatura la que tiene necesidad de Dios en todo. Pero el amor de Dios es también eros…Él tiene sed del amor de cada uno de nosotros… No es de extrañar que, entre los santos, muchos hayan encontrado en el Corazón de Jesús la expresión más conmovedora de este misterio de amor. Se podría incluso decir que la revelación del eros de Dios hacia el hombre es, en realidad, la expresión suprema de su agapé. En verdad, sólo el amor en el que se unen el don gratuito de uno mismo y el deseo apasionado de reciprocidad infunde un gozo tan intenso que convierte en leves incluso los sacrificios más duros. Jesús dijo: «Yo cuando sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12,32). La respuesta que el Señor desea ardientemente de nosotros es ante todo que aceptemos su amor y nos dejemos atraer por Él. Aceptar su amor, sin embargo, no es suficiente. Hay que corresponder a ese amor y luego comprometerse a comunicarlo a los demás: Cristo «me atrae hacia sí» para unirse a mí, para que aprenda a amar a los hermanos con su mismo amor.»[i]

Todo el amor tiene su fuente en el mismo Ovillo, nosotros con su Hilo tejemos abrigadores trajes para todos nuestros hermanos. No somos capaces de cubrir su desnudez, pero Dios – Amor hace abrigadores nuestros tejidos. No basta contemplar el Ovillo, es preciso tejer con Él; y, según nuestros tejidos seremos juzgados.

¡A tejer amigos!




[i] Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma de 2007.