lunes, 30 de junio de 2025

Martes de la Décimo Tercera Semana del Tiempo Ordinario


 

Gn 19, 15-29

La actitud de Lot, representa la incapacidad de apartarse del pecado. Queremos salir, estamos decididos; pero hay algo que nos tira hacia atrás. En efecto, es muy difícil cortar con una situación pecaminosa. Pero la voz de Dios nos dice: “huye”. Se trata de huir para ir adelante en el camino de Jesús.

Papa Francisco

Sodoma y sus depravaciones se atrajeron la muerte. A tal punto llegó la oscuridad de su corrupción, que fueron borrados del mapa.


 

Sin embargo, no está en el Plan de Dios permitir la destrucción de sus “justos”, y envía a sus Ángeles, para preservar a Lot, su mujer y sus dos hijas. A esta familia les cuesta abandonar el lugar donde han tejido su fortuna, están allí como encallados; así que los Ángeles tienen que “remolcarlos” para que puedan -por fin- desenterrar sus “pesadas anclas”. ¡Un verdadero rescate!

 

Les recomienda ir a los montes para resguardarse allá. Pese a esto, y pasa muy frecuente, que creemos tener mejores soluciones, Lot pide que lo dejen resguardarse en una ciudad minúscula, llamada Soar -que significa “tan pequeña que es insignificante”- y se le dio tiempo para llegar al refugio que él mismo había escogido; fue así como el arrasamiento de Sodoma y Gomorra se dilató, hasta tanto la familia de Lot no llegó a la ciudad-refugio escogida.

 

Cuando los Ángeles los rescataron, les habían prevenido que, en el proceso de tomar refugio, no habían de “mirar atrás, ni de detenerse”; la mujer de Lot desobedeció esta instrucción y quedó convertida en una estatua de sal. ¿Cómo podemos entender este hecho? Digamos que “mirar hacia atrás” puede -figurativamente- entenderse como una “caricia mental”, consistente en la evocación y la nostalgia, de lo que en aquellos lugares ella se había habituado a vivir, “mirar hacia atrás” sería la manifestación de un apego a las “mañas” allí adquiridas, una tendencia a vivir con las desviaciones que ellos practicaban y cohonestar con su baja moral. Notamos que a Dios le agrada mucho la capacidad de levantarse de inmediato y avanzar sin dubitaciones hacia un futuro “incierto” donde la única garantía es Su Protección; en cambio, le displace nuestro terco enraizamiento.


 

Abraham, por su parte mira y ve las ruinas y los escombros humeantes, sin embargo, su mirada es diferente: él no mira con inútiles añoranzas, sino que mira para testimoniar el Poder Ilimitado de Dios y reconocer con gratitud que la excepción hecha con él mismo y con la familia de su sobrino Lot, fueron beneficios regalados a través de Abrahán. En él, la mirada es mirada de gratitud: ve la Bondad y no echa de menos lo que fue, sino que avizora el futuro que se le ofrece en los sucesivo, él sabe que esta lluvia de fuego sepultó la maldad, pero a él se le ofrece un nuevo mañana, una opción para “empezar de nuevo”.

 

Sal 26(25), 2-3. 9-10. 11-12

Podría leerse el Salmo como una exploración de los pensamientos de Abrahán contemplando las humaredas en que habían quedado convertidas las ciudades de perdición.

 

Es un salmo de súplica -alefático, se toman las letras hebreas Bet-Guimel, Yod-Kaf y Lamed-Mem, para estructurar las tres estrofas de la perícopa, donde, de alguna manera se sobreentiende la Alianza. Esta salvación que se pide, se suplica -precisamente- como cumplimiento de lo ofrecido, de lo pactado. No hay otro derecho para reclamarle a Dios, sólo la Alianza que el Generosamente nos ha ofrecido.

 

El Salmista puede dar fe que la Alianza se ha cumplido por parte del Señor, pues él tiene ahora ante sus propios ojos, la humareda densa, como humo que saliera de un horno. Allí, yacen los restos calcinados de los pecadores, de los sanguinarios.


 

Hay confianza en el Señor, es lo que muestra la primera estrofa, dónde el Salmista abre y muestra el interior de su conciencia, para testimoniar que su caminar es un andar en coherencia con la Ley, esto es lo que quiere decir “caminar en Tu Verdad”.

 

Le ofrece a Dios -de par en par- sus entrañas y su corazón, los lugares de la interioridad donde se fraguan planes y proyectos, donde anidan las intenciones, para que בְּֽכָל־מָ֭קֹום עֵינֵ֣י יְהוָ֑ה “a Dios que no se le oculta nada”, pueda poner en ellos pajarillos que trinaran la certeza, en el corazón del suplicante: es en Él, en Quien deposita el salmista toda su confianza.

 

Mt 8, 23-27

Podemos decir que el Evangelio de San Mateo comienza con la Infancia de Jesús que se extiende desde 1,1 hasta 2,23; desde 3,1 hasta 4,25 se da inicio a la actividad de Jesús; y, de 5,1 hasta 7,29 hemos estudiado el Sermón de la Montaña.


 

Pasamos a la que podríamos ver como la cuarta parte: 8,1 hasta 9,38. Trabajaremos sobre este segmento, hasta el martes de la semana próxima, (con una breve pausa, este jueves cuando celebraremos la fiesta del Apóstol Tomas; en esa fiesta la Lectura del Evangelio proviene del Evangelio según San Juan). La actividad se desarrolla en Galilea, región en la que vamos a permaneceré hasta 13, 58 cuándo empezará el viaje de Jesús por diversas regiones. Hemos presenciado -a través de los ojos de Mateo- tres curaciones: la de un leproso, la del criado del centurión y la de la suegra de Pedro. Ahora vamos a ver el tema del “seguimiento”, que empieza a desarrollarse en 8, 18; en este co-texto se inserta el episodio de la de calmar una tormenta, llamando al orden al viento y al mar.

 

“Se produjo una tempestad tan fuerte”. Las olas son signo de las fuerzas del mal que tienden a oponerse al Señor, que amenazan “devorar” a sus seguidores, sus discípulos”. El Señor, “duerme” podríamos decir que, en medio de la borrasca, Jesús está confiado en los Brazos de su Padre. Contrasta con la angustia y el afán que invade a aquellos hombres de poca fe.

 

Son los elementos con sus fuerzas, movilizadas por un enemigo “clandestino” que se mueve entre las sombras, amargando la vida de los “seguidores”, que desfallecen e incurren en la inseguridad, en el temor pánico, en el desespero. La tempestad era -en la conciencia antigua- la encarnación de las fuerzas naturales del mal. Los discípulos por su parte, “llaman al Señor”, y eso está muy bien; pero, lo que no está bien es que se dejen sumir en el espanto, que no sepan confiar y dejarse acoger en el “Amor-Celestial”. Hay un enfrentamiento clásico entre confianza y temor. Dualidad que muchas veces se hace presente en nuestra vida, y nos desestabiliza. La fe está en no permitirlo. Pero a veces tenemos que decir “Creo; pero socorre mi falta de fe” (Mc 9, 24cd).

 

«En la barca, de hecho, incluso si duerme, Jesús está, y comparte con los suyos todo lo que está sucediendo. Su sueño, por un lado, nos sorprende, y por el otro nos pone a prueba. El Señor está ahí, presente; de hecho, espera —por así decir— que seamos nosotros los que le impliquemos, le invoquemos, le pongamos en el centro de lo que vivimos. Su sueño nos provoca el despertarnos. Porque, para ser discípulos de Jesús, no basta con creer que Dios está, que existe, sino que es necesario involucrarse con Él, es necesario también alzar la voz con Él. Escuchad esto: es necesario gritarle a Él.» (Papa Francisco)


 

Siempre existe el riesgo de quedarnos allí, inmóviles, paralizados, como Lot que no acertaba a despegar; que tuvieron que venir Ángeles a sacudirlo, cuando ya el fuego y el azufre hervían en la punta de sus pies. Los milagros son una clase de Manual de instrucciones para nosotros, sus discípulos; no se nos instruye para la espectacularidad -mucho cuidado, no somos atracción de circo, ni personajes de la feria de rarezas- lo que el Señor nos enseña es el abandono en sus Manos Divinas. Estamos llamados a confiar -no en nosotros- sino en el obrar portentoso del Padre. No nos quedemos en admirar a Jesús, en un torrente de aplausos, que al otro día se vuelven traición- damos el siguiente paso, confiarnos en Él, con toda confianza. Y Señor, Tú sabes que tenemos fe, pero conoces la flaqueza de nuestra fe, se Tú Quien la vigoriza y robustece. Sopla el Ruah en el velamen de nuestra barca, ¡Sálvanos de la inmovilidad! ¡Es lo primero para seguirte!

domingo, 29 de junio de 2025

Lunes de la Décimo Tercera Semana del Tiempo Ordinario

 


Gn 18, 16-33

Es importante hacernos una idea panorámica de nuestro recorrido a través de la Biblia, para insertar cada Lectura Diaria en su co-texto, y comprender de qué estambre se desprende el hilo de cada fragmento; a riesgo de quedarnos con una serie de “cortos” desconectados unos de otros, en cuyo caso nos será más difícil entender de qué nos habla Dios.

 

Empezamos el lunes (23 de junio) la Lectura del Génesis, en el capítulo 12, con la presentación de Abrán. Una y otra vez, el Señor le promete una abundante prole, promete darle tierra y ahí vamos. Pero en sí, el relato parece no avanzar. Hoy, hemos llegado al capítulo 18 del Génesis; sin embargo, la historia de Abrahán se extiende hasta Gn 25, 11. O sea, que esta semana tendremos como Primera Lectura, más del Génesis y más de la historia de Abrahán y el viernes y el sábado empezaremos a contar la historia de Isaac y la entrada de Rebeca en escena.

 

Pues bien, la semana entrante, presentaremos a otro “patriarca”, Jacob (Israel), el lunes y el martes. Luego, pasaremos directamente a José, a quien nos dedicaremos hasta el lunes 14 de julio, cuando pasaremos al Libro del Éxodo.

 

En la perícopa inmediatamente anterior a la que leemos hoy, Abrahán recibe la visita de Dios-Trinidad. Y, lo que se revela es este hermoso “carisma” que es la “acogida”. No les pide identificación, no espera la presentación de credenciales y cartas de recomendación. Ruega que le acepten su “hospitalidad” y les brinda alojamiento: Acogida para todos, porque todos son hijos de Dios.

 

Les ofrece, en primer término, agua para refrescar los pies del caminante, a la sombra de una Encina de Mambré. Les ofrece un primer “entremés” a manera de “tente en pie”. Acto seguido, le pidió a Sara que amasara pan para “Él”, y a un criado le pidió guisar un magnifico ternero para brindarle la Cena.

 

Hay un dicho popular que reza: “Dios no se queda con nada ajeno”.  Así que le ofrecen la maternidad para Sara de un hijo de su propia sangre, de manera tal que – trascurrido el tiempo regular entre visita y visita-  para la próxima vez que lo visitara, Sara estará acunando ya, al bebé propio.

 

Viene el famoso episodio de la “risita de la estéril”, que ella justifica como risa nerviosa. Ella era consciente que ya había llegado a la menopausia, se llama a sí misma בָּלָה “agotada”. “consumida”. Y la respuesta, similar a la que dará San Gabriel a María Santísima: הֲיִפָּלֵ֥א מֵיְהוָ֖ה דָּבָ֑ר “¿Hay algo demasiado difícil para el Señor?” En nuestro lenguaje popular haríamos la siguiente glosa: ¡A Dios, nada le queda grande! Y con pensamiento teológico añadiríamos, ¡Porque Dios es los más Grande!

 

La perícopa que nos ocupa hoy, contiene como inicio, la reflexión que la Santísima Trinidad se hace, a Sí Misma, mientas, después de su visita y de la promesa de iluminarles la vida con un heredero, dirigen la mirada hacia Sodoma. Los lleva a plantearse la fidelidad a Su Amistad.  Si Abrahán no fuera su Amigo, podría permanecer ignorante, pero -al brindarle Su Amistad- junto con ella, le entrega una “Misión”, que compete a él y a su descendencia: “Lo he escogido para que mande a sus hijos, a su casa y a sus sucesores que guarden el camino del Señor, practicando la justicia y el derecho”. Observamos que esto significa que la Amistad plantada como Alianza con Abrahán lo constituirá padre de la fe (Av significa padre y raham, naciones). Esta Amistad-Alianza, es el movimiento Divino para darse un pueblo, que estará apuntalado sobre los dos rasgos divino: Justicia y Derecho.

 

Todo esto tiene como escenario un símbolo, al que muchas veces no se le presta ninguna atención: ¡La Encina de Mambré! La אֵלוֹן [aylon] “encina” es una señal que representa fuerza, longevidad y conexión con la tierra. La encina habla de la estabilidad de la Amistad-Alianza. Así decir Alianza es decir “firmeza”, “permanencia”, “perdurabilidad”.

 

La Justicia y la rectitud de la Justicia obligan al Juez. Si un Juez, recibe una queja, escucha un reclamo, el Juez no se puede quedar impávido, tiene que atender al querellante, e impartir Justicia. Jesús nos habló de esa responsabilidad de un juez en la parábola del juez injusto y la viuda importuna, narrada en Lucas 18,1-8, donde se trata de una viuda que busca justicia de un juez que “no muestra temor a Dios ni respeto por los hombres”.

 

No se trataba de una queja cualquiera, no era que alguien se había cogido una uva sin permiso, ni que alguien había tomado un vaso de agua sin la autorización del dueño del pozo; esta queja era “fuerte y su pecado grave” -leemos en la perícopa-.

 

Clamor es la palabra clave en esta perícopa. Alguien tiene que tener las entrañas de piedra para pasar inadvertido un clamor. El Señor no pasa desapercibido un clamor: Dios escucha las peticiones, súplicas y lamentos de las personas, especialmente aquellos que se encuentran en momentos de angustia, necesidad o dificultad. Hay uno muy especial, que no podemos ignorar en esta oportunidad: es el clamor por la Sangre de Abel, en Gn 4,10, la sangre de Abel, asesinado por su hermano Caín, clama a Dios desde la tierra pidiendo justicia. Este clamor simboliza la injusticia y el sufrimiento, que no puede contar con la indiferencia de Dios ante la víctima que tiene derecho a apelar al Señor. La palabra en hebreo es זַעֲקַ֛ת [zea-a-qat] “algo así como el chillido de un corazón atropellado”, “grito vehemente”, “alarido”, “voz emocionada y llena de angustia”, hay personas que consideran que es un simple “llamado”, pero no, el clamor encierra el significado de “gemido”, de “petición llena de súplica, de ruego”. Pensemos cómo sería el “clamor de la sangre de Abel” (cfr. Gn 4,10), para entender el significado de la palabra [ze-a-qat]. Hay un componente connotativo en esta palabra hebrea: צָעַק, [tsa-aq] no es la voz de uno, sino una comunidad dolorida que se reúne en torno a su dolor para presentárselo a Dios”. Por ejemplo, la voz de los hijos que no pudo engendrar por este asesinato tan aleve que lo privó de la vida y del tiempo para haber engendrado a muchos. No es solo la muerte de Abel, es la muerte de toda una raza y un pueblo que habría llegado a ser su descendencia, todas esas voces se juntan y se hacen oír en los Oídos del Señor.


Dios en Persona bajó a comprobar qué había de cierto en la reclamación. El acude personalmente a constatar de donde brota este griterío de todo un pueblo que reclama por una vida interrumpida prematuramente.

 

Esta es una enseñanza admirable que apuntala el procedimiento jurídico de mantener el criterio de inocencia para un acusado, hasta tanto se compruebe lo contrario. Dios obra así para darnos un paradigma de cómo conducir nuestra justicia, ya que nos somos Dios, que conoce el fondo del corazón de cada uno.

 

Entonces se inicia aquella celebre página de “regateo” entre Abrahán y Dios. Abraham intercede por la ciudad, preguntando si Dios perdonaría la ciudad si hubiera cincuenta justos, luego cuarenta, y así sucesivamente, hasta llegar a diez. ¿Qué es lo que Abrahán la presenta a Dios para redimir a los habitantes de Sodoma? צַדִּ֖יק [sadiq] ¡Inocente! (“justo”, “recto”).

 

Abrahán no tiene cara para pedir por los רָשָֽׁע “culpables”, “impíos”, “malas personas”; pero, él no puede imaginar que Dios sea “injusto” para arrastrar a la perdición a los inocentes junto con los culpables. La rectitud de su corazón se niega a admitir que por lo menos no hubiera una decena entre los habitantes de Sodoma.

 

Regatear implica discutir el precio, pedir una disminución en la cuantía del cobro, rogar por un abaratamiento. Hay por lo menos dos cosas que decir respecto al regateo: Está permitido en algunos mercados y tiendas dirigidas por judíos, especialmente en comunidades más tradicionales, el regateo puede ser una práctica habitual. Y, segundo, sin embargo, no es una regla general y puede variar según la ubicación geográfica y la comunidad específica; si se lleva a cabo de manera agresiva o irrespetuosa, podría ser visto como una falta de respeto hacia la otra parte, la cultura judía valora el respeto mutuo y la dignidad en todas las interacciones. Por lo tanto, podríamos justipreciar la “osadía” de Abrahán que está regateando con el Propio Dios.

 

El relato pone de relieve que este “atrevimiento” pone en alto el “corazón” de Abrahán que se interesa por los justos que habitaban en Sodoma, y se compadece, lo que suena muy coherente con su condición de “Padre de las Naciones” que sucedió recién en Gn 17, 5, ya que, según este contexto, estaría abogando por sus “hijos”. El Padre implora al Padre Celestial por sus chiquillos, y saca la cara por ellos.

 

Sal 103(102), 1b-2. 3-4. 8-9. 10-11

El Señor lo que quiere es que caigamos en cuenta que, si Abrahán es observado por Dios, es porque su manera de proceder se parece a la de Dios. Es decir, que Abrahán manifiesta con su proceder que el gen-Divino está en Él. ¿Cómo actúa Abrahán? Compasiva y misericordiosamente. ¿Quién es por antonomasia el “Compasivo y Misericordioso? ¡El Señor!

 


Vamos a decirlo con lenguaje parabólico: El Señor manda al laboratorio una muestra de la Sangre de Abrahán y descubre que es “su hijo”. Se da cuenta que tiene en su sangre los alelos necesarios para reconocerlo como descendiente suyo. ¿Queremos ser verdaderos hijos de Dios? Pues dejemos salir a la superficie nuestra capacidad de ser compasivos y misericordiosos, como lo es Él.

 

Si Él ha sido compasivo para engendrarnos “semejantes a Él” (Gn 1, 26s) por su purísima, desinteresada y gratuita Voluntad, ¿qué nos cabe a nosotros? Una gratitud incomparable: Darle gracias y bendecirlo por los siglos de los siglos.

 

Pero, para que nuestra sangre saliera tan perecida a la suya, a imagen y semejanza de la sangre Divina, Dios-Padre hizo una “trampita”, nos infundió una trasfusión de la Limpísima Sangre de Cristo, y para que nuestra carne confirmara el análisis, nos nutrió con el Verdadero-Pan-del-Cielo. Así, esta transfusión, tuvo una consecuencia inimaginable: Depuró nuestra sangre haciéndola tan pura como la Sangre de Cristo. En el examen de sangre salimos con una sangre virginal, como la Castísima Sangre de Cristo: ¡Porque lo merecíamos? ¡No, todo lo contrario, sin mérito alguno!

 

Este salmo contiene otra enseñanza suprema, una verdadera Revelación: El Señor es -por definición- el completamente Otro, el Totalmente Diferente. Mientras nosotros somos rencorosos, Dios no conoce el rencor, porque su Ser-es-por-definición: Amor-Perdón.

 

Nosotros somos los que actuamos así: ¿hizo bien la tarea? ¡buena nota!; ¿hizo floja la tarea? ¡Nota floja¡; ¿Hizo mal la tarea? ¡reglazo en la palma de la mano! O alguna otra modalidad: El reglazo en la mano, el jalón de orejas, la sentada en la esquina del salón mirando hacia la pared, la arrodillada en el patio de recreo, alguna suerte de humillación pública.

 

¿Hemos notado que cuando alguien está sumido en un marco de crueldad puede terminar por añorarla y aguardar a que el sistema reaparezca, el anhelo por recibir un latigazo es normal cuando alguien ha vivido sometido a este trato por un tiempo suficientemente prolongado?

 

A nosotros nos sorprende hasta el límite de no poder creer que Dios no nos trate a garrote y látigo porque nos gusta pensar que nos lo merecemos. Y, no podemos creer que exista otro tipo de pedagogía.

 

Mt 8, 18-22

Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.

Mt 8,20

A veces sucede algo en una esquina, y es muy interesante ver cómo se agolpa la gente y se forma un verdadero tumulto. No se necesita ser un notable sociólogo para saber que la gente va allí motivada por la curiosidad, y muchas veces por una curiosidad verdaderamente insana. Uno oye el relato de lo sucedido y alcanza a oí la multiplicidad de conclusiones que se extraen, y, por otra parte, el poco corazón que se demuestra en la interpretación de los hechos.


 

¿Qué soñamos? ¡un mundo donde la gente acuda con un corazón limpio y bien dispuesto! Un corazón como el del Señor, que sea compasivo y misericor-dioso, con esta división de la palabra no queremos referirnos a la etimología usual, sino destacar que misericor-Dioso es un atributo de Dios, casi podríamos añadir que exclusivo de Dios; pero no, pensamos, o queremos creer que todos tenemos ese chip (pequeña pieza de material semiconductor que contiene múltiples circuitos integrados con los que se realizan numerosas funciones en computadoras y dispositivos electrónicos; nosotros solemos usar esta expresión como si nuestra manera de ser correspondiera a un conjunto de estos semiconductores y nuestra personalidad fuera como el procesador de un computador), pero por el injerto de muchos periféricos, la función original se ha desvirtuado. Hemos llegado a ser anti-compasivos y cero-misericordiosos.

 

Pensamos que esto es falso, que nos aleccionan con esas ideas, pero que en nuestro ser profundo subyacen los rasgos esenciales del original, tal como fuimos creados y puestos en el Edén. Aun cuando a esas personas no se les quiera prestar atención, las hay, y no son pocas. Están tejiendo el hilo de la bondad y, con sólo mirar a los vecinos, notaremos que abundan las personas que hacen el bien y no andan esperando que alguien toque una corneta, o que los saquen en televisión.  


 

Notemos que, de toda esta multitud que se agolpaba en torno a Jesús, un escriba quería consagrarse al “seguimiento”. Hay otro, que quiere darle largas al asunto, dejarlo para más adelante, es un “discípulo”, que quiere tira la toalla e interrumpir su discipulado.

 

¿Trata Jesús de proceder como un populista -con promesas y piruetas demagógicas- y convencerlos de que si se hacen discípulos les va a ir muy bien y sacaran buen partido? Nos parece que Jesús no se hace falsas ilusiones ni quiere hacer particularmente atractivo el “llamado”, parece ilusionarlo más que quienes se queden sean los que están dispuestos a soltar sus fantasías de esplendor y sus pintorescos recuadros de “poderio”; no quiere arrastrar rémoras en su “equipo de trabajo”. No los espanta, pero no les pinta pajaritos de colores. Al que le gusta ver figuritas iridiscentes lo que debe hacer es comprar un caleidoscopio. El que quiera seguir al Señor debe ser capaz de renuncia, de descentramiento, de desacomodo.


 

Una cosa notable en esta perícopa es la facilidad con la que inventamos subterfugios para lograr dilatar y diluir nuestra Alianza-Amistad con Dios. A este respecto deberíamos recordar el proverbio popular: “No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”.  

 

sábado, 28 de junio de 2025

SI LA PREGUNTA TE LA HICIERA A TI: ¿TÚ QUIEN DICES QUE SOY YO?


Hch 12, 1-11

Dos vicisitudes marcan esta perícopa, Herodes – no es Herodes llamado el Grande que murió en el año 4 a.C., sino Herodes Agripa I, el nieto de aquel- mata al Apóstol Santiago -haciéndolo acuchillar- y toma prisionero a San Pedro. Jerusalén seguirá siendo la sede de la Iglesia Madre, pero surgirá un nuevo centro de acciones que será Antioquía de Siria.  Se sella una primera parte de la historia de la Iglesia que muestra la conclusión de la Misión Petrina.

 

Parece ser que Herodes Agripa llegó a posesionarse en la Pascua del año 41, él no era verdaderamente judío, sino que tenía ascendencia idumea, y esta persecución contra los cristianos era un intento de granjearse su simpatía.

 

Pone en celda a San Pedro, vigilado por piquetes de 4 soldados, dos de ellos dentro de la celda, dos en el exterior.  Y al otro día, iban a presentarlo al pueblo judío. Viene el Ángel y le dice, “Date prisa”, “Ponte el cinturón y cálzate”, “abrígate con el Manto”. Se la cayeron las cadenas de las manos y caminó siguiendo al Ángel, quien lo escolto hasta el exterior, las puertas del palacio real se abrieron automáticamente; al llegar a la esquina, el Ángel desapareció.


Este relato nos deja ver que la protección de Dios no ha cesado y que el Señor sigue actuando.

 

Sal 34(33), 2-3. 4-5. 6-7. 8-9

A lo que acaba de suceder debe acompañarlo una intensa acción de Gracias, y también en nuestro corazón al recordarlo. Acompañemos con nuestra dicha a San Pedro que con esta salida de la prisión inicia su Éxodo, que no consiste en morir, sino en una liberación de las cadenas y en un caminar con los Ángeles ante la Presencia.

 

Él puede decir con total sinceridad que la Alabanza para Dios se ha vuelto constante en sus labios desde aquel momento. Y no es una alabanza que sólo se oye en el Cielo, sino que su eco llega a todos los piadosos, que son el linaje de los sencillos, la parentela de los humildes.


Pensemos en aquellos momentos mientras estaba preso: ¿qué diría? ¿qué pensaría? Muy seguramente le relataba a Jesús sus padecimientos, ofreciéndoselos como ratificación de su amistad y como propiciación por sus negaciones. Y el Señor, “lo libro de sus angustias”.

 

Y con tan magnifica experiencia Teologal, de la Presencia Liberadora de Dios, da testimonio: “Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha, y lo salva de sus angustias.

 

Y nos hace ver que el Ángel no es que, estaba muy ocupado y no llegaba, sino que el Ángel estuvo todo el tiempo “acampando” a su lado, hasta el momento exacto que Dios marcó para liberarlo. Bienaventurado todo viviente que confía plenamente en el Señor y aguarda por el momento que Él señale.

 

2Tim 4, 6-8. 17-18

La vida del Misionero es una Maratón Olímpica: Esta es la comparación que propone San Pablo, y él señala que ha puesto todo su empeño en cada paso de la carrera, procurando correr dando siempre lo mejor de sí, a la Gloria del Señor. En esta competencia, se debe entender así, no será premiado un solo competidor, tampoco es el caso que haya sólo un podíum exclusivo para oro, plata y bronce; la muy merecida corona la recibirán todos los que hayan perseverado en la espera de su venida. El podio será multitudinario, con más puestos que las arenas del mar y las estrellas del cielo.


No se logrará si Dios no interviene proveyendo las fuerzas necesarias a esa constancia, a esa fidelidad. No solo hay que anunciar, sino que hay que anunciar con integralidad, no dejando por fuera elementos vitales para una buena comprensión de El-Dios-Revelado.

 

Sabe que va a ser sacrificado y no ruega para evadirlo, sólo implora la asistencia para no quebrarse, para experimentar ese “paso” con Fortaleza, sin deficiencias de última hora, preservado dentro de la Fidelidad que lleva al Cielo. Esto es, no para su orgullo, ni para colmar sus vanidades; sino para llevar al Reino toda la Honra, Gloria y Majestad propias del Señor.

 

Mt 16, 13-19

PRIMUS INTER PARES

El marco espacial de la perícopa es el extremo norte, muy lejos de Jerusalén, en territorio pagano. Pedro en su proceso formativo alcanza un estatus de solidez probada; su fe llega a ser de piedra. Sobre esa fortaleza Dios ha decidido edificar y poner el encargo de dilucidar lo que es Eclesial y lo que está por fuera. No se ignora que toda autoridad puede eclipsarse, puede desgastarse, puede corromperse, puede contaminarse. En vez de ser algo que edifica, puede ser algo que roe la verdad, que declina en detrimento de la valiosa libertad.

 

Se trata de una trasferencia de autoridad, Jesús le entrega a San Pedro, “las llaves del Reino de los Cielos”, lo designa su עַל־בֵּיתֹ֔ו [al-bayith] “Mayordomo”, se dice en hebreo; esta que es una categoría verdaderamente “teológica” y significa que está a cargo de “gerenciar” todos los asuntos de la Casa. La definición que da el texto Evangélico dice “lo que ates en la tierra, será atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo”.


Le asigna el cargo porque pasó el examen y contestó correctamente la pregunta “Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?”. ¡Qué pilo San Pedro! No lo entendemos así. Entendemos que Dios-Padre lo escogió y la manera que tuvo esta comunicación del Padre al Hijo fue ser portador de la respuesta, no era algo que él sabía por su enorme agudeza teológica, fue algo que brotó de su espontaneo, señal con la que el Padre le indicó a Jesús cuál de sus Apóstoles sería el “titular del Llavero”.

 

Es por esta razón que Jesús no le dice: Te pongo a cargo porque eres muy listo y con tu claridad has dilucidado con precisión mi identidad. En cambio, le dice “Dichoso tú, Simón Barjonas, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el Cielo. (Mt 16, 17bcde). Con todas las letras dice, lo que hablas no lo sabes tú, te lo ha soplado el Divino-Aliento.

 

La Iglesia no está construida ¡y ya! Es la comunidad donde vive la fe, no es una colección de láminas ya completa que lo único que debe hacerse es guardarla en la caja fuerte (o aplicarle una densa inyección de líquido momificante, como quisieran algunos). Cada creyente, que es Iglesia -de una manera no solo literaria- sino Iglesia-viva, va desarrollando una maduración y una -vivencia-y-comprensión de su ser-Iglesia; el conjunto de esas individualidades constituye un sistema de capilares por donde circula la Sangre de la Iglesia-Viva-y-Actuante de cada momento histórico. La Iglesia es, como ser vivo, mucho más que la Biblioteca Vaticana y estriba en ese dinamismo, que es -por mucho- tan frágil como todas nuestras limitaciones y donde la sola Perfección y Completitud es el Señor.

 


Esa comunidad mundial es una Orquesta Sinfónica, y el Papa tiene a su cargo la Batuta. Que ninguno, en su atrevido egoísmo se arrogue el título de improvisar disonancias o romper el tempo que esa varita nos va señalando. A la vez, que no cejen nuestras plegarias para que el Director reciba la Inspiración del Magno-Compositor y logre armonizar todos los miembros del Cuerpo Místico, y -digámoslo nuevamente- nada por propio orgullo, ni para colmar vanidades; sino para llevar al Reino toda la Honra, Gloria y Majestad.


Todos recibimos alguna llave, quizás la que os toque a nosotros sea una pequeña, que sólo abre un cofre pequeño, ¡pero todos recibimos una! ¡En la Celebración de esta Solemnidad, roguemos al Cielo para que lleve la Mano de Papa León, al manejar la Llave! ¡Y que guíe también la mano nuestra, aunque sólo nos haya tocado una llave minúscula!

viernes, 27 de junio de 2025

INMACULADO CORAZÓN DE SANTA MARÍA VIRGEN


Esta devoción al Inmaculado Corazón de María, no es nueva; fue popularizada por el Papa Pío XII al instituirla el 4 de mayo de 1944, declarándola fiesta -y San Juan Pablo II -la declaró obligatoria para toda la Iglesia. Originalmente se celebraba el 22 de agosto -como Octava de la Asunción-; el Concilio Vaticano II, la trasladó al sábado siguiente del segundo domingo de Pentecostés, o lo que es lo mismo, en la semana siguiente al domingo de Corpus Christi. Se buscaba obtener por medio de la intercesión de María "la paz entre las naciones, la libertad para la Iglesia, la conversión de los pecadores, el amor a la pureza y la práctica de las virtudes".

 

Is 61, 9-11



¿Cuál es el suelo que dio sus brotes? ¿Cuál es el jardín donde germinan las semillas de Dios? Es María, Purísima Madre Inmaculada, que se engalana con música de tiernísimos himnos y todos los fallos y veredictos resplandecerán -de ahora en adelante- por ser profundamente justos; porque el Juez que dicta esos fallos es el Mismísimo Hijo de Dios.


Semejante floración provendrá de la estirpe davídica, y su esplendor alcanzará más allá de cualquier frontera, pues ese Pan-brotado en la Casa de Pan (Belén)- será nutricio por generaciones y Alimento de Salvación. Todos lo mirarán como fuente de Misericordia y los hijos de los hijos -por toda la Eternidad- serán bienaventurados porque el Poderoso obró con Infinita Magnanimidad en tu Castísimo Seno Materno. ¡A ti te llamaremos La Bienaventurada!

 

Sal 1S 2, 1.4-5. 6-7. 8abcd

… el Magnificat, el cántico de alabanza de María en el encuentro con Isabel. Este himno de alegría y alabanza a ese Dios que ama a los pequeños es una nueva versión de la oración de acción de gracias con la cual Ana, la madre de Samuel, que no tenía hijos, muestra su reconocimiento por el don del niño con el que el Señor había puesto fin a su aflicción. En la historia de Jesús, dice el evangelista con su citación, la historia de Samuel se repite a un nivel más alto y de modo definitivo.

Benedicto XVI

Este salmo, que no lo es propiamente, se extractó de la Oración de Ana, por haber concebido por fin un hijo, cuando se le había, ya, identificado como estéril, y era víctima de las burlas de la otra esposa de Elcaná que se llamaba Feniná. De ese embarazo nació שמואל [Shmuel] “Samuel”, "el que es escuchado por Dios", “nombre de Dios”, el profeta. La plegaria de Ana ocupa los once primeros versos del capítulo segundo en el Primer Libro de Samuel. Recordamos que Ana le ofreció a Dios reservárselo como Nazireo, y, por tanto, se crio en el Templo, al servicio del Sacerdote Elí.

 


Es patente el parentesco de esta plegaria con el Magníficat, donde -además- encontramos, salpicándolo, referencias a los Salmos, en particular al 89, 98, 103, 107, 111 y 113.

 

Siempre en la línea de la opción preferencial por los más despreciados, la plegaria -así como sucede también en el Magnificat- gira en torno al דָּ֗ל [dal] “pobre” y al אֶבְי֔וֹן [ebyon] "menesteroso”.

 

Lc 2, 41-51

Es la fiesta de Pascua y Jesús hace su primera peregrinación al Templo de Jerusalén. Es la Primera Pascua de Jesús y uno de los momentos en los que dice con claridad que pertenece al Padre.

Vincenzo Paglia

Qué triste habría sido que Jesús hubiera limitado su interés a su familia nuclear y sólo se hubiera interesado en María y José. En su lugar, Jesús amplia la extensión y la cobertura como familia, a toda la humanidad. Su claridad de Hijo, le permitía entendernos a todos, más allá de su limitada geografía y de su marco temporal, a todos los seres humanos. Él estaba “en las cosas de su Padre”, y en ellas ¡qué dicha! quedamos incluidos.


«Y es que María ya había vivido la experiencia de la cruz y la Resurrección en el Hijo adolescente. Esta experiencia del Templo era un preanuncio de la perdida, de la ausencia de Jesús, los tres días de sepultura, de su ausencia. Estos tres días fueron dura loza sobre los ojos de María, que como María la de Magdala, en llanto no encuentra a su Señor, María vivió ya el dolor del Hijo perdido tras el fracaso de la cruz… era como un ensayo de la muerte y la tumba de Jesús». (Emilio L. Mazariegos)

 

El Magnificat nos dice, con su lenguaje Crístico, que ya en los labios de Samuel estaba vaticinada la disponibilidad del Niño Dios a cumplir la Voluntad del Padre, cuando dice, siguiendo las instrucciones de Eli: "Habla, Señor, que tu siervo escucha". Hay aquí, -en la perícopa de hoy- subyacente, una alusión a Samuel: El Niño Jesús -con sus doce años- también quiere convertirse en un huésped de YHWH, y prefiere quedarse en el Templo; siente que su ser lo llama a cumplir con sus deberes filiales quedándose en el Templo para “ocuparse de las cosas de su Padre”; María y José no se quisieron dar por aludidos que se refería a su Padre del Cielo.

 

«Él debe estar con el Padre, y así resulta claro que lo que puede parecer desobediencia, o una libertad desconsiderada respecto a los padres, es en realidad precisamente una expresión de su obediencia filial. Él no está en el Templo por rebelión a sus padres, sino justamente como quien obedece, con la misma obediencia que lo llevará a la cruz y a la resurrección.» (Benedicto XVI)


Un rasgo que muchas veces se deja desapercibido es la coherencia de vida de Jesús con su fe judía. Su familia -según la carne- era fiel cumplidora del precepto del peregrinaje a Jerusalén con motivo de la Pascua, y se nos dice que año tras año iban. Recordemos, que, a su tiempo, fue presentado -como bebé-  a los 40 días de nacido. Las fiestas que obligaban a peregrinar eran llamadas por los judíos רגליים [regalin] o sea “piernas”, por lo que la visita se desarrollaba como un ejercicio muscular, haciendo el camino a pie, (retomamos la idea de un Dios Itinerante).

 

Esta página del Evangelio Lucano quiere mostrarnos que Jesús -en tanto que era el Hijo de Dios- sabía toda la “teología” imaginable como para charlar de tú a Tú, con los διδασκάλων [didascalon] “Maestros”, y no se limitaba a estar allí oyendo, sino que les planteaba sus preguntas.

 

Obsérvese que el tiempo que duró su estancia en el Templo -el tiempo que desapareció de la tutela de sus padres terrenales-, fue el mismo que estuvo Jesús en la tumba.

 

«La angustia de María y José es una angustia comprensible. ¿Cómo no iban a estar angustiados sin Jesús? Nosotros con frecuencia, aunque estemos alejados del Señor, nos sentimos felizmente tranquilos. O por lo menos, eso parece. María y José nos enseñan a tener la justa preocupación: no perder al Señor. Se ponen a buscarlo». (Vincenzo Paglia)

 

Hay personas que llegan a pensar que María y José eran unos padres muy descuidados para haber partido de Jerusalén sin percatarse de que su Hijo no venía en la caravana de los “retornantes”, pero tiene que entenderse que, esta manera de “viajar juntos”, (forma de sinodalidad propia de las culturas trashumantes) se inserta en el contexto cultual- de marchar juntos al Templo, lo que no significaba tener al hijo, que ya tenía los 12 años, -cuando se empieza a ser adolescente- al alcance de la vista, sino que se le empieza a dar libertad de estar con sus coetáneos. Estos elementos proporcionalmente ensamblados indican una formación para el ejercicio de la libertad bien entendida.

 

La palabra técnica es συνοδίᾳ [sinodia] que designa la “caravana”. En la caravana se acompasan libertad-y-obediencia. Es una forma de ser que define la naturaleza de todo aquel que es “peregrino” (palabra que antiguamente sólo se usaba para designar a aquel que iba al extranjero, y que luego adquirió un tinte exclusivamente religioso). Desde nuestra visión de fe, no somos más que peregrinos en esta tierra, necesitados de aprender a usar de la Libertad que el Señor -en su Munificencia- nos ha donado.

 

La sinodalidad no es una cuerda corta atada al cuello, no es una traílla; es -por el contrario- toda la amplitud, y todo el espacio para ir y venir, sin disolver la identidad con la caravana a la que nos sabemos vinculados. Pero, el vínculo no es una soga Es el sentido de pertenencia y no el recorte de las alas que le practican a los pajaritos para tenerlos ahí, limitados, cautivos, carentes de autonomía y de iniciativa.


 

Roguemos al Corazón prístino de María: "¡Llévanos a Jesús de tu mano! ¡Llévanos, Reina y Madre, hasta las profundidades de su Corazón adorable! ¡Corazón Inmaculado de María, ruega por nosotros!

jueves, 26 de junio de 2025

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS


Ez 34, 11-16

Yahveh será el inmediato pastor de Israel: vv 11-16. La monarquía desaparecerá y será reemplazada por una teocracia donde Yahvé gobernará directamente a su pueblo.

Salvador Carrillo Alday MSpS

Como vemos la historia del pueblo de Israel hunde sus raíces y cimienta sus fundamentos en culturas pastoriles. Cuándo uno rastrea en la historia de los carismáticos de este pueblo siempre va a dar a un pastor, pero no sólo por su oficio, sino porque su corazón lleva en sí esa impronta. Pastor era Abrahán y lo era Lot, que luego se unió a la cultura sedentaria de Sodoma; Pastor era Moisés, y también era pastor David, de quien insistentemente se menciona su dedicación a los rebaños y que no teme enfrentar al oso y el león que los amenace.

 

Es notable que Dios los llamó a su servicio porque ese oficio y sus rasgos distintivos era lo que modelaba sus corazones. ¿Cómo es el corazón de un pastor? Es un corazón que no vacila en jugarse el todo por el todo en favor de su majada.

 

Tomando este antecedente, la perícopa de hoy nos comunica que Dios nos asume como sus ovejas y se compromete bajo Palabra de Alianza y a jugárselas todas a favor nuestro.


Ve con pesar y experimenta la más viva compasión al descubrir que andamos dispersos. Como haciéndonos caer en la cuenta el riesgo descomunal que significa andar cada uno por su lado. Nosotros creemos que hacemos gala de autonomía e independencia cuando nos desgajamos de nuestro rebaño propio y “cogemos camino”. A tontas y a locas nos extraviamos, no por accidente, sino aprovechando los “oscuros nubarrones”, cogemos las de Villadiego.

 

Sólo cuando hemos expuesto el pellejo a la destrucción y nos hemos ofrecido como fácil bocado de lobos, es cuando por fin nos damos cuenta que “hemos faltado contra el Cielo y contra nuestro Padre y ya no merecemos llamarnos hijos suyos (Cfr. Lc 15, 21).

 

Actuamos de manera díscola, pese a lo que Dios no opta por el abandono como castigo a nuestros descarríos. Por el contrario, como un Padre verdaderamente responsable, se afana en correr en nuestro socorro:

a)    Va corriendo a rescatarnos de los diversos pueblos por donde nos hemos extraviado

b)    Nos reagrupa

c)    Nos lleva de regreso a nuestro terruño, allí donde está nuestro redil

d)    Nos saca a pastar por los montes de Israel

e)    Nos organiza majadas y resguardo en los más altos montes de Israel

f)     Y nos lleva a pingues terrenos donde la abundancia esté a nuestro alcance

g)    Asume personalmente nuestro pastoreo, sin encomendarnos a terceros que puedan tergiversar el cuidado y traducirlo en explotación.

h)    En caso de tener heridas Él se hace enfermero nuestro.

i)      Y nos sana y bien nos cuidada también -a la enferma, a la descarriada- la nutrirá con la misma equidad.


 

A todo el que tenga autoridad y se le haya encargado un pequeño rebaño -su familia, sus vecinos, su pequeña comunidad eclesial- tanto como a los que tienen un amplio rebaño, el alcalde, el gobernador, el superior de una comunidad, el gerente de una empresa, por dar algunos ejemplos- todos hemos recibido ese “pastoreo” como tarea de vida.

 

Sal 23(22), 1b-3ª. 3b-4. 5. 6

Dios es el Pastor Supremo

Estamos ante otro salmo del huésped de Yahweh. En el versículo seis leemos la afirmación de habitar en la Casa de YHWH: “Habitaré en la casa del Señor por siempre, por toda la vida, y nuestra vida -porque así Dios lo ha querido, es vida perdurable. El Señor en Persona ha construido este aprisco, Él mismo está a la puerta verificando que no se cuele ningún “enemigo” infiltrado. Él se sabe de memoria nuestros nombres, individualmente, el de cada uno. Él, por su propia iniciativa se ha constituido enfermero de las enfermas y de las heridas. Nos ha “asumido” a cada uno como hijo-propio, no como el pastor por contrato, sino porque Él ama a sus ovejitas.

 

Para organizar la perícopa de hoy, se tomaron cuatro y medio versos. Con ellos se dio forma a cuatro estrofas.


En la primera tenemos cinco afirmaciones:

      i.        YHWH es el Pastor nuestro

     ii.        En consecuencia, ¡nada le falta!

    iii.        Lo lleva a pacer en “verdes prados”

   iv.        Lo lleva a beber en fuentes tranquilas

     v.        Le permite descansar y no lo obliga a jornadas extenuantes.

 

En la segunda estrofa hay tres datos esenciales

      i.        Si el Pastor es Dios, Dios que es Justo va y lleva a sus seguidores por rutas “justicieras”, para ser coherente con el significado de su Nombre Santísimo

     ii.        Aunque se vea obligado a transitar por rutas de oscuridad, va tranquilo a “ojo cerrado”, porque sabe que camina con el Señor a su lado.

    iii.        El Pastor lleva un garrote y un bastón, con el bastón contiene a las ovejas, por eso el diseño del mango es así, como un gancho adecuado para engarzar el cuello de la oveja y no permitirle que se desvíe; y el garrote es para enfrentar las fieras que las puedan hostigar.

 

El Pastor sirve una Mesa, o sea que le organiza una comida, un verdadero banquete; y, hasta ahí, no hay nada de raro. Pero ahí viene el detalle sorprendente, le organiza un banquete, donde los comensales son precisamente los enemigos suyos. Y, ya estando sentados a manteles, entonces, delante de todos ellos lo Reconoce, con un rito esencial de nuestra liturgia: ¡Lo unge! O sea, delante de todos los enemigos, lo instituye Sacerdote, Profeta y Rey. Es como una “Presentación en Sociedad de su Primogénito.

 

Finalmente, cuando el Señor Lo ha dado a conocer ante toda la Asamblea, la Ovejita le corresponde enunciando los dos rasgos fundamentales de su Papá: La llama Papá Bondadoso y Papá Misericordioso. Y declara, ante todos, que como Herencia ha recibido de esa Bondad y Misericordia, el Galardón que durará sin fin.

 

¿Qué podría faltarle? ¡Nada!

 

Rm 5, 5b-11

La justificación queda en el pasado, la salvación se abre al futuro… La justificación está unida a la muerte de Cristo. La salvación está unida a su vida-resurrección y al Espíritu Santo que es como el “arquitecto” de esa nueva construcción.

Carlos Mesters

La mujer de Lot volteó a mirar hacia atrás. Esto no quiere decir tanto como darse vuelta o torcer el cuello para echar una última mirada. Quiere decir mucho más, quiere decir -especialmente- añorar lo de antes, querer volver a lo mismo, estar aferrado a la formula “todo pasado fue mejor”, ser un indietrista rancio e inveterado: Lo que nos trae a la memoria las nostalgias cuando salieron de Egipto, extrañando las cebollas y los puerros que comían allá (Nm 11, 4-6). La nostalgia alimentaria es simbólica de la fascinación por toda una cultura, y lo que ella encierra: en ese caso idolatría y politeísmo, practicas mágicas y un antecedente histórico de sacrificios humanos y la práctica del esclavismo. Añorar el esclavismo, ¡qué ironía!


La mayor parte de las veces, esta nostalgia se desprende de las condiciones en que se vivió en alguna época y que ahora se han visto -con el correr del tiempo- francamente desmejoradas, como leíamos en la Celestina, “cada uno habla de la feria según le va en ella”. Y, entonces, quisiéramos regresar a esos antiguos esplendores.

 

También hay que decir que ese enfoque se produce -casi siempre – por una idealización de cierto momento histórico- que ajustamos con una imagen idílica, aplicándole el mejor maquillaje a mano y pintándolo con nuestras más finas acuarelas.

 

Podríamos tomar como referencia la era pre-cristiana y tendríamos que reconocer que, hasta su llegada, no se podía, seriamente vislumbrar el inicio de esta Nueva Construcción. Todo está desbrozado a partir de la Justificación que nos ha brindado Jesús. Observemos cómo el Espíritu Santo resulta ser el que se ingenió toda la estructura Salvífica. Por Él empieza San Pablo la idea en le perícopa.  Parecería que San Pablo está glosando la idea señalada por Jn 16, 7: “Pero les digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes; pero si me voy, yo se lo enviaré". Esta es la cumbre de la perícopa, el Señor no nos ha dejado solos y abandonados, ahora está en nuestro pecho, en nuestras vidas.

 

Podríamos sub-entender que había un impedimento, la falta de “justificación”. Jesús, derramando su Sangre de Cordero-Redentor, nos la entregó, de tal manera que la Luz que habíamos perdido se hace visible y el Señor procede a la siguiente fase, puede Salvarnos, porque ya hemos sido justificados.

 

Éramos impíos, pero eso no fue obstáculo para que Jesús se comprometiera con todo su Ser en nuestro proyecto Redentor. En esta Carta a los Romanos se destaca -para nuestra sorpresa-, que nadie arriesgaría su propio “pellejo” por un pecador. Y nos señala que si fuéramos “justos” tal vez en ese caso- alguien se diera a esa empresa, caso en el que, por lo menos se diría, era tan “bueno” que se merecía tan gran Redención. Pero Jesús no condicionó nuestra Redención a que alcanzáramos antes la justificación. Sabiendo que estábamos hasta el “cogote” hundidos en nuestras propias miasmas, fue por nosotros, acudió en nuestro auxilio. No se contuvo, sino que pagó el Rescate, ¡y a qué precio! ¡No hubo merecimiento! ¡Fue pura gratuidad!


Luego, con su resurrección procede a la siguiente etapa: Pasamos a ser salvados ¡por su vida!, coparticipes en su Resurrección.

 

Si Dios no nos negó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos nosotros ¿cómo no habrá de darnos también junto con su Hijo, todas las cosas? (Rm 8, 32)

 

Lc 15, 3-7

Σπλαγχνίζομαι [splagchnizomai] “tener entrañas compasivas”

Lo primero a tomar en cuenta, nos parece, es que nuestra Santa Madre Iglesia, que no sólo es Madre, sino que es además Maestra, ha optado estas Lecturas para hablarnos del Sagrado Corazón. El Sagrado corazón no es una vela con un corazón ocupando el lugar del candelero. El Sagrado Corazón es el Pastor que da su Vida por todas y cada una de sus Ovejas. La Luz para todos los que estamos a oscuras.


La lógica del Reino es una lógica muy Lógica. Si una oveja está en el Redil, ¿qué afán hay que dedicarle? Allí, al lado del Señor, está a salvo y sobre seguro. Toda la energía hay que dedicarla a las ovejas descarriadas. A las que están por fuera del aprisco.

 

Es muy importante notar a quien les da esta explicación. Se las da, precisamente, a los que presumen de estar dentro de la majada: ¡A escribas y fariseos! Esto nos recuerda en la parábola del Padre Misericordioso y los dos hijos, al hijo que se había quedado y lo que le dice el Papá en Lc 15, 31: «Hijo mío, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. Pero había que celebrar esto con un banquete y alegrarnos, porque tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado».

 

Es muy evidente que los escribas y los fariseos están envidiosos de su “hermano perdido”; como ellos siempre habían sido juiciosos, creen tener el monopolio absoluto de la atención Paterna. Ellos se creen con derecho de pedirle al Papá que ni voltee a mirar a “ese hijo tuyo”, observemos la expresión, que reniega llamarlo “hermano, hermano mío”.


 Hay varios detalles a tomar en cuenta:

a)    No importa que sea una sola, y que las otras noventa y nueve ovejas estén a salvo. Es la que está en riesgo la que amerita toda la protección salvífica.

b)    Al encontrarla no la lleva de la oreja, o a fuete, o a punta de garrotazos -como lo recomienda cierta pedagogía de “la letra con sangre entra”-, ni lo humilla por todo el camino con palabras de grueso calibre. Con inusitada ternura, lo alza y lo carga en sus hombros.

c)    Comparte la dicha del rescate, invita a todos los conocidos para mostrarles a este “resucitado” que ha regresado y que Él -con su Misericordia excepcional- toma de nuevo bajo su Paternidad.

 

Es el que se ha quedado huérfano, -sin Padre y sin Dios- el más necesitado. Es el que se queda desvalido, el que canaliza esta ternura infinita que define lo que es la verdadera paternidad y lo que explicita el paradigma del Buen Pastor.

 

Dios que es Infinitamente Tierno no se deja distraer del que está requiriendo su ayuda. Aún hay más, reconoce a sus hijos verdaderos porque llevan, también en su corazón, el gen de la “compasión”. Muchos con corazón de piedra quieren hacerse pasar por hijos legítimos: ¡El Señor no se deja engañar!


«… es como si Jesús dijese: Vosotros os escandalizáis, pero mi Padre se alegra. Es precisamente éste «el mensaje más profundo: la alegría de Dios». Un Dios «a quien no le gusta perder. Y por ello, para no perder, sale de sí y va, busca». Es «un Dios que busca a todos aquellos que están lejos de Él». Precisamente «como el pastor» de la parábola relatada por San Lucas, «que va a buscar a la oveja perdida» y, aunque esté oscuro, deja a las demás ovejas «en un lugar seguro y va a buscar» la que falta, «va a buscarla». (Papa Francisco)

 

Si algo tenemos que implorar al Cielo, es que nos regale la capacidad de enternecernos como el Buen Pastor que se deja llevar a Compasión.