Si 48, 1-4.9-11
Los
Libros del Antiguo Testamento se suelen clasificar así: El Pentateuco, los
Libros históricos, los Libros Proféticos y los Libros Poéticos y Sapienciales.
Los Libros sapienciales se ocupan de reflexionar los grandes temas del ser
humano, las enseñanzas morales y religiosas, meditan el profundo e insondable
misterio de Dios, sobre la Sabiduría y sobre la economía Salvífica, el estudio
y la oración. Ellos son: Job, Proverbios, Eclesiastés, Sabiduría y
Eclesiástico.
El
Eclesiástico fue escrito originalmente en hebreo, por Jesús ben (hijo) de Sirá,
por allá en el 190 – 180 a.C. -probablemente en Egipto- pero su original se
perdió y sólo se han recuperado fragmentos. El nieto hizo una traducción al griego
-aproximadamente en el 132 a.C. y esta es la que nos ha llegado. Los
manuscritos más antiguos que se han ido encontrando de las Sagradas Escrituras
han demostrado una conservación muy estricta y tan precisa que se pueden
considerar mínimas las divergencias; no ha pasado los mismo con los hallazgos
de este Libro, que difieren grandemente.
En
el siglo II a.C. la Palestina pasó del dominio de los Ptolomeos (egipcios) al
de los Seleucidas (sirios) estos últimos ejercieron un imperialismo cultural
forzando a la helenización de todos los pueblos y culturas sometidas. Frente a
lo cual se presentaron dos tendencias opuestas en el judaísmo: Los que estaban
abiertos y dispuestos a adaptarse y, por otra parte, los tradicionalistas que
se negaron a aceptar esa penetración cultural y procuraron esforzadamente
conservar su identidad.
Jesús
Ben Sirá escribió su obra intentando revitalizar la memoria y la conciencia
histórica y revalorizando como perennes sus tradiciones. Para lo cual la base
era la identificación de la sabiduría con el mosaísmo consignado en la Torah.
Hay otra fibra esencial, en este Libro, que está impregnada e imbuida por el
Salterio.
Fue
el cristianismo naciente el que usó este Libro como Lectura obligada para los
neófitos, y por eso se le llegó a llamar Eclesiástico, como quien dice,
“herramienta de la Iglesia para incorporar sus nuevos conversos”.
Para
trazar el mapa de este Libro, podemos considerar que Ben Sirá, compuso tres
recopilaciones que nos revelan cómo visualizaba un judío -de aquella época- la
historia de su pueblo, así:
Los
capítulos 1-24, forman la primera
Los
capítulos 25-33 la segunda compilación y
Los
capítulos 33- 50 la tercera.
El
capítulo 51, vendría a ser la conclusión (un salmo de alabanza)
En
los capítulos 44-50 se nos presenta un elogio de los antepasados (una especie
de “historia sagrada” comprimida, entre los cuales se nombran a: Enoc, Noé,
Abrahán, Isaac. Jacob, Moisés, Aarón, Finés, Josué, Caleb, Natán, David,
Salomón, Elías, Eliseo, Ezequías, Isaías, Josías, Jeremías, Ezequiel y al Sumo
Sacerdote Simeón.
La perícopa de hoy, hace el elogio del profeta Elías, profeta del norte. Señala unos hitos de su profetismo:
a) Desató la hambruna
y, por tres veces, hizo llover fuego
b) Fue llevado por un
torbellino de fuego, y arrebatado por una carroza tirada por caballos ígneos.
En otras palabras, no murió y tenemos aquí una alusión a la Vida Eterna. Por
eso, se le seguía esperando (Jesús nos dijo que su presencia se expresaba en
Juan el Bautista, los judíos lo siguen esperando y en cada Pascua lo nombran
confiando que la siguiente pascua ya haya venido. La Cuarta Copa está servida
para que Elías, al volver, la beba. En la inmediatez de su vuelta tendremos la
llegada del Mesías), para nosotros, ese “Precursor” ya vino: Abajando lo escarpado
y rellenando lo hundido, señalando hacia el Cordero Redentor.
c) Le correspondió el
encargo de aplacar la ira y -antes de partir- trajo reconciliación entre padres
e hijos, y zanjó las divisiones que habían aparecido entre las tribus de
Israel.
Por
eso, señala bienaventurados a los que presenciaron sus portentos y fueron
testigos y por tanto murieron reconciliados en el amor.
Sal
80(79), 2ac y 3b. 15-16. 18-19
Vamos
a insistirle al Señor, Él, que es Omnipotente, puede hacerlo realidad. Muchos
no lo reconocieron, nosotros vamos a insistirle por aquellos que no supieron o
no quisieron recibirlo y aceptarlo. Su Real-Celestial-Divino Trono no se apoya
en las nubes, sino que sus bases son los Querubines.
Los
querubines son miembros de la Corte Celestial, son los Ángeles que están más
cerca de Dios: “ángel que está junto al trono de Dios”. Son por su complexión
física como “carrozas”; nosotros le pedimos a Dios que venga y los más
“cercanos” no dejarán de escoltarlo. Nuestro llamado es para que Él venga a visitar
nuestra viña. La viña figura el pueblo elegido de Dios.
Queremos
la vida en la tierra para invocar al Señor, para llamarlo en nuestro
Auxilio. Y rogamos con todas nuestras
fuerzas que nos יְשׁוּעָה [yeshuah] “restaures”. Esta restauración significa varias
cosas: bienestar, liberación, salud, ayuda, salvación. Vale la pena mirar y
comparar como se escribe el nombre de Jesús en hebreo: יהושע
[Yehoshua], cada vez que nombramos a nuestro salvador estamos clamando que nos
“Restaure”, y esto es porque Jesús significa “Dios es salvación”. Míranos con
buenos ojos y seremos salvados.
El
salmo traduce nuestro clamor, incorporando en la invocación el concepto de
“Pastor” que teológicamente significa “Gobernante Justo”: Pastor de Israel,
vuelve a salvar a tu pueblo”. Cuando decimos que es del linaje de David, no
queremos aludir al ADN; lo que queremos decir es que, pertenece a loa clase de
los Pastores Niños, recordemos que cuando el papá lo envió a llevarles la
lonchera a sus hermanos, que estaban en el frente de combate, apoyando al
ejército que enfrentaba a los filisteos, y entre ellos a Goliat, David estaba
pastoreando las ovejas de su padre. (Cfr. 1S 17, 17).
En
1S 17, 34-36, David explica cómo debe actuar un gobernante justo, un verdadero
pastor: “”si un león o un oso venía y se llevaba una oveja del rebaño, iba
detrás de él y se la quitaba del hocico, y si se volvía para atacarme, lo
agarraba por la quijada y le daba de golpes hasta matarlo. Así fuera un león o
un oso, este servidor de Su majestad, lo mataba. Y a este filisteo pagano, le
va suceder lo mismo, porque ha desafiado al ejercito del Dios viviente.
Este
salmo, es un salmo de súplica: Donde le
impetramos a Jesús un מרנאתא [Marana tha], y así lo dice la antífona: “Oh Dios, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve”.
Mt
17, 10-13
La Transfiguración
comienza cuando, en lugar de pensar y escucharnos a nosotros mismos, lo
escuchamos a Él y pensamos en Él. Es la muerte del hombre viejo y el nacimiento
del hombre nuevo. Esta escucha hace pasar de las obras de la carne al fruto del
Espíritu.
Silvano Fausti
Esta
página Evangélica está en continuidad con la Primera Lectura, donde leímos lo que
Jesús Ben Sirá, el Escriba, había predicho sobre la venida previa a la del
Mesías, del Precursor. Es importante destacar esta precisión y claridad que
Jesús nos hace: “Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que han hecho
con él lo que han querido”.
Esta perícopa que leemos hoy, es la segunda parte de la perícopa de la Transfiguración. La primera parte es Mt 17, 1-9 donde Jesús departe con Moisés y Elías, que figuran aquí la Ley y los Profetas, es decir las dos primeras partes de la Biblia Judía (תַּנַךְ Tanaj, cabe anotar, aquí, que la Biblia Judía tiene 24 Libros, organizados en tres secciones, precisamente la תּוֹרָה [Torah] “la Ley” y los נְבִיאִים [Nevi´im] “profetas” junto con los כְּתוּבִים [Ketuvim] “los Escritos”). A la biblia hebrea también se la lama Mikrá que significa “lo que se lee”.
De
esta manera la Transfiguración nos dice que toda la Escritura se refiere a
Jesús como Palabra que lo augura.
El
nombre אֵלִיָּהו [ēliyahū] es muy diciente, significa “Mi Dios es Yahweh”. Jesús nos da una
clave exegética: ¿Por qué ha de venir primero Elías? Porque el “ha de venir a
restaurarlo todo”. Pero si el restaurador no es reconocido ¿qué pasará? ¡Que el
Anunciado será despiadadamente victimizado!
Estamos
pues ante un nuevo anuncio de su muerte. La Transfiguración es una clara
teofanía para un auditorio limitado: Pedro, Santiago y Juan. Dios se deja oír
para comunicarnos que Jesús es el “Verdadero Mesías”: este es mi Hijo Amado, en
quien me complazco, escuchadlo”.
Pero, ¡no
lo escuchamos! En cambio, lo “desfiguramos” como preludio de su asesinato.
Cuando Pilato lo muestra es un guiñapo irreconocible. Pilato enuncia “He aquí
al hombre”, ¿cómo se entiende esta Ecce homo? Aquí tienen lo que ustedes, con el pecado, han hecho de la humanidad. La
muerte desfigura, la Resurrección Transfigura para rescatar la figura original,
la que fue hecha a imagen y semejanza. La Transfiguración es un “avance”, el
“adelanto” de lo que se verá Tres Días después de la “desfiguración”. Pero todo
esto se da, solamente porque Mi Dios es Yahweh.
“Pero los corazones de los discípulos, los corazones de la gente, no estaban preparados para entenderlo. No habían entendido las profecías, no habían entendido que él era precisamente el Cordero para el sacrificio. No estaban preparados”. (Papa Francisco)



















