sábado, 25 de agosto de 2012

FIDELIDAD AL SEGUIMIENTO


κύριε, πρὸς τίνα ἀπελευσόμεθα; ῥήματα ζωῆς αἰωνίου ἔχεις,
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna;
Jn 6, 69
1

Se pone en escena la fidelidad del seguimiento. Muchos adherimos a Jesús y nos interesamos en seguirlo, pero el tema de fondo no es comenzar a seguirle, lo verdaderamente valioso es continuar, permanecer, no abandonarlo ya, sino asumir la constancia en el discipulado. Si recapitulamos lo que hemos leído en estos  cinco domingos consecutivos, en los que hemos visitado el evangelio según San Juan, ocupándonos del capítulo 6: [El pan de vida]; vimos a Jesús multiplicando el pan y los peces para alimentar a 5.000 hombres, pero no como propaganda demagógica y proselitista, que con gesto populista reparte mercados o tamales para captar votantes, para allegar simpatizantes, para uncir borregos. No, lo que hace Jesús es efectuar un “signo” que establece una analogía con Moisés y el maná que Dios les dio en el desierto; no se trata de que Jesús va a montar una cadena de restaurantes gratuitos donde la gente seguirá comiendo sin preocuparse de tener que pagar lo consumido… “vengan, les daremos camisetas, boletos gratis para el gran show, habrá cerveza en abundancia y si nos dan su voto tendrán un puesto garantizado en las dependencias del estado.”; eso es lo que muchos leen de la multiplicación de los panes. Jesús con toda paciencia y con lujo de detalles los baja de la nube: Estoy hablando de otra cosa. Estoy hablándoles de una vida que no termina, de alimentarse de mi cuerpo y mi sangre, como una especie de canibalismo;… pero si no pueden participar de este canibalismo, no habrá verdadero seguimiento, nuestra amistad no será real, nuestra incorporación sería pura farsa.




Todos sabemos que la religión judía aborrecía toda forma de canibalismo, incluso estaba prohibido comer carne de muchos animales, especialmente si estos habían sido ofrendados a deidades paganas; mucho peor comer carne humana, y beber su sangre. Es de dominio público que para la cultura judía de la época, la sangre era portadora del alma, mejor dicho, era el alma misma. Entonces, ¿cómo incurrir en esta comida impura de carne y sangre humana? Pongamos en el lugar del auditorio de Jesús y comprendamos su reacción: σκληρός ἐστιν ὁ λόγος οὗτος· τίς δύναται αὐτοῦ ἀκούειν; “Este modo de hablar es intolerable (muy duro), ¿Quién puede admitir eso? (¿Quién puede sufrirlo, o mejor, soportarlo?)”  Jn 6, 60c.

Tomamos una frase de Mateo, 10, 22 b ὁ δὲ ὑπομείνας εἰς τέλος οὗτος σωθήσεται. “Pero el que se mantenga firme hasta el fin, se salvará.”, que nos parece que compendia la idea con la que se cierra este capitulo en San Juan. Creemos que lo que San Juan nos trasmite es esa idea, ὑπομείνας εἰς τέλος mantenerse hasta el fin; o sea, perseverar en el discipulado. Nos lo ratifica la pregunta que a continuación formula Jesús a los Doce: τοῦτο ὑμᾶς σκανδαλίζει; “¿Les desconcierta lo que les he dicho?” Aparece aquí esta palabrita, de la que se deriva la nuestra “escandalizar”, Σκανδαλίζει , del verbo  σκανδαλίζω causa de tropiezo, que conduce al pecado, que produce indignación, algo espantoso (en el sentido de producir espanto), espeluznante,  ofensivo, desconcertante, perturbador; aquí la hemos traducido “desconcierta”, pero de pronto podríamos traducir “¿les parece espeluznante que les proponga que coman de mi carne y beban de mi sangre?”; quizás así atraparíamos mejor el sentido de la pregunta de Jesús.

Jesús los desencantó, no les garantizaba “barriga llena y corazón contento”; en cambio, les proponía “beber de su sangre y comer de su carne”; para ellos eso era antropofagia; hoy en día, cuando la Iglesia nos ha aclarado el significado eucarístico de este “Banquete” sacramental, podemos entender a qué nos invita Jesús: a alimentar nuestra vida con los valores y virtudes cristianas, a tejer nuestros huesos y nuestra carne con la manera de ser de Jesús –como tanto hemos insistido- con esa palabra neo-adverbial, a vivir Jesús-mente. Comer su carne y beber su sangre no es antropofagia, es vivir coherentemente el seguimiento del ejemplo de Jesús, vivir con coherencia el Evangelio; hacer nuestras todas las ideas que Jesús nos enseñó, vivir –no a nuestro acomodo y según nuestro arbitrio, sino según la Voluntad del Padre. Y eso es lo que significa que en la forma consagrada está Su Presencia real, Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo: significa que al comulgar asumimos vivir como Jesús, aceptarlo como Señor de nuestra vida, darnos a la tarea –no de Ser-Él, sino de ser-nosotros-mismos-empeñados-en-construir-el-mismo-Reino-que-Él-propone. O sea, comulgar significa aceptar concientemente ser parte de su Cuerpo Místico. Ser parte del Cuerpo Místico es lo que la Carta a los Efesios dice hoy: τὸ μυστήριον τοῦτο μέγα ἐστίν· ἐγὼ δὲ λέγω εἰς Χριστὸν καὶ [εἰς] τὴν ἐκκλησίαν.   “Este es un gran misterio, y yo lo refiero a Cristo y  la Iglesia”. Ef 5, 32

2

Hay una tradición profética que compara la relación de Dios con su pueblo con la relación que tiene el esposo y su esposa. La esposa no es otro cuerpo, sino –como lo dice en Efesios 5, 28, "amar a sus esposas como cuerpo suyo que son".  Esto nos da la clave para entender el misterio del Cuerpo Místico de Cristo, nosotros no somos otro cuerpo distinto, sino que somos Su-Mismo-Cuerpo. Inventemos una palabra para decirlo «somos co-corpóreos» con Cristo.

Pero este milagro de Unidad ¿cómo se ha logrado? También nos lo dice la carta a los Efesios: ὁ ἀγαπῶν τὴν ἑαυτοῦ γυναῖκα ἑαυτὸν ἀγαπᾷ· “el que ama a su esposa se ama a sí mismo”. Así sabemos es el Amor de Dios por nosotros. Ahora bien, el amor del esposo por su esposa lo lleva a abandonar la casa del Padre y de la Madre, y así obró Jesús, dejó a su padre en el Cielo y se vino a la tierra, y nos amó, porque somos su esposa, hasta el fin. Y, nos lo dio todo, y no escatimó nada para Sí.

Una hermosísima expresión de Adán y a la vez un piropo conmovedor es cuando dice “Esta si que es carne de mi carne y hueso de mis huesos”; hoy, en la carta a los Efesios leemos lo que hace Cristo con nosotros, como nos siente, como nos experimenta: ὅτι μέλη ἐσμὲν τοῦ σώματος αὐτοῦ, ἐκ τῆς σαρκὸς αὐτοῦ καὶ ἐκ τῶν ὀστέων αὐτοῦ· “…miembros de su Cuerpo, Carne de su Carne y huesos de sus Huesos” Ef 5, 30 b (en este caso traducimos de la versión de la Iglesia Ortodoxa Griega).

Ha causado mucho revuelo esta perícopa de Efesios que leemos hoy, les revuelve el estómago a progresistas y feministas que acostumbran a convulsionar ante su lectura. Creemos que esta lectura que permite captar cómo somos parte del Cuerpo Místico de Cristo lo explica casi todo; pero no podemos ignorar que este documento data del siglo I, por allá por los años 80. Podemos revisar las tres frases cruciales, a ver qué tienen de alarmante o de “escandalizador”



1) Respétense unos a otros… que las mujeres respeten a sus maridos. El verbo original era ὑποτασσόμενοι que se podría traducir por sométanse pero, no es mujeres sométanse, ni hombres sométanse, sino sométanse unos a otros. Ef 5, 21
2) El marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza y salvador de la Iglesia. Observese que aquí aparece la palabra ἐκκλησίας. Ef 5, 23.
3) Así los maridos deben amar sus esposas, como cuerpos suyos que son Οἱ ἄνδρες, ἀγαπᾶτε τὰς γυναῖκας, καθὼς καὶ ὁ Χριστὸς ἠγάπησεν τὴν ἐκκλησίαν καὶ ἑαυτὸν παρέδωκεν ὑπὲρ αὐτῆς, y recalca que se debe entregar completamente como Cristo se entregó por Ella, o sea, por la Iglesia.

Reflexionemos un poco: ¿por qué me producen tanta rasquiña estas palabras? ¿Por qué nos cuesta tanto trabajo captar las resonancias de la Voz Divina que resuenan armóniosamente detrás de la lectura superficial?

3.

Tomamos el capítulo final del Libro de Josué como texto para la Primera Lectura: Estas palabras se nos dirigen directamente a nosotros el día de hoy. No tomemos las cosas con evasivas, no digamos que son palabras pretéritas que en tiempos remotos יְהוֹשֻׁעַ "Yeshua" habría pronunciado en Siquem. No. Estas palabras nos son dirigidas a nosotros en este domingo XXI del tiempo ordinario del año de Gracia 2012. “ Digan aquí y ahora a quien quieren servir” Jos 24, 15a

Podemos servir a todo tipo de deidades paganas, al dinero, al placer, a la vida fácil y desordenada que no tiene vínculos con los valores y –más grave todavía-que no tiene principios irrenunciables, principios no-negociables. O, podemos servir al Señor.

Jesús, en el evangelio de San Juan cap. 6 verso 67 pregunta a los Doce: εἶπεν οὖν ὁ Ἰησοῦς τοῖς δώδεκα· μὴ καὶ ὑμεῖς θέλετε ὑπάγειν; “Entonces Jesús les dijo a los Doce: ‘ También ustedes quieren dejarme?’



Este es el tema de hoy, somos verdaderos católicos, discípulos fieles, comprometidos en el seguimiento de Jesús. O ¿somos infieles, seguidores del pan y el pescado fácilmente adquirido, discípulos de tamalito y cerveza? De los que están dispuestos a dar el voto (lo que podría verse como un discipulado de un ratito, por motivos interesados, lo que hemos llamado de la “barriguita llena”) podemos ser discípulos del hedonismo, del dinero, del sexo, de la vida desordenada, de la cultura de la muerte, del egoísmo, del “yo perdono pero no olvido”, en cuyo caso no somos del Señor, sino idólatras, servidores de los dioses de los amorreos.

¿Somos justos o malvados? Por los justos vela el Señor (véase el Salmo 34 (33) 18-20. 16 que leemos hoy como Salmo Responsorial), en cambio, el Señor está contra los malvados; ciertamente estos últimos no comen del Pan de Vida, esa Carne que es verdadera comida y esa Sangre que es verdadera Bebida.



No haya lugar a duda que estos interrogantes nos emplazan hoy y nos retan a darnos una respuesta y a asumir conforme a lo que contestemos, un discipulado coherente o, si preferimos la otra bifurcación, el compromiso con las deidades paganas.


sábado, 18 de agosto de 2012

LA PROMESA DEL JESÚS


y por tu savia divina
estoy plasmado y modelado

Averardo Dini

1

La perícopa del Evangelio para este Domingo XX del tiempo ordinario ciclo (B), proviene del Capítulo 6 de San Juan, versículos 51-58. Aquí, vamos a trascribir, además, los versículos previos, del 48 al 50, para observar cómo está organizada la “cebollita” de esta perícopa.



[48]  Yo soy el pan de vida.  [49]  Sus antepasados ἔφαγον comieron el maná en el desierto, pero murieron: [50]  aquí tienen el pan que baja del cielo, para que lo φάγῃ coman y ya no mueran.

[51]  Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que φάγῃ coma de este pan vivirá para siempre.

[51c]  El pan que yo daré es mi carne, y lo daré para la vida del mundo.»

[52]  Los judíos discutían entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a
φαγεῖν comer carne?»  [53]  Jesús les dijo: «En verdad les digo que si no φάγητε comen la carne del   Hijo  del hombre  y no πίητε beben su sangre, no tienen vida en ustedes. [54]  El que τρώγων come mi carne y bebe mi sangre vive de vida eterna,

[54b] y yo lo ἀναστήσω resucitaré el último día.
 
[55]  Mi
σάρξ carne es verdadera βρῶσις comida y mi αἷμά sangre es verdadera πόσις bebida. 

[56]  El que τρώγων come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.  [57]  Como el Padre, que es vida, me envió y yo vivo por el Padre, así quien me τρώγων come vivirá por mí. 

[58]  Este es el pan que ha bajado del cielo. Pero no como el de vuestros antepasados, que ἔφαγον comieron y después murieron. El que τρώγων coma este pan vivirá para siempre.



Consideramos que la capa más externa está formada por los versos 51a,b y el verso 58. La siguiente capa, debajo de la anterior, estaría formada por el verso 51c y los versos 56-57. La última capa, la que envuelve al núcleo, formada por los versos 52-54 y por el verso 55. Y el núcleo está formado por el verso 54b. Este verso es el corazón de esta perícopa. Los versos 48-50, que no se leen hoy (los leímos el Domingo pasado) constituyen una glosa explicativa al “núcleo de la cebolla” de hoy; estableciendo un paralelo entre Moisés y Jesús, como diciendo “Jesús es superior porque Él da el Pan de la inmortalidad, el pan resucitador. Estas “cebollitas”, que permean e invaden todo el Evangelio joanico, señalan siempre, en el corazón de la “cebolla” cual es la afirmación “central” que allí se nos quiere comunicar.

Por otra parte, hemos resaltado con cursivas, las varias repeticiones del verbo comer que se presentan en esta perícopa. Pero en griego aparecen dos verbos distintos: por una parte está φάγω que es propiamente el que traducimos por comer; de otro lado está τρώγω que se traduciría más exactamente por roer, masticar, mascar, morder algo (hacienda ruido). En verdad, uno puede comer algo, pasándolo entero, pero si uno lo mastica, lo roe, lo masca, entonces lo “digiere” mejor, por que lo ha reducido a pedacitos más fáciles de incorporarlos al propio ser. Aquello que no se mastica bien puede pasar de largo sin aportar sus nutrientes al cuerpo.



Comer a Jesús, y más si es masticándolo, consiste en incorporarlo a nuestro propio ser, viviendo Jesús-mente (adverbio que significa a la manera de Jesús), trasparentándolo, observando con detalle cómo procede Él en cada situación y tratando de reaccionar de la misma manera. De hacerlo así, ¿cuál será la presea? Jesús lo dice hoy en el núcleo de la cebollita: “Él mismo nos resucitará en el último día”. No nos hará multimillonarios, no nos resolverá todos nuestros problemas terrenales, no hará por nosotros lo que a nosotros nos compete, respetará el criterio de subsidiariedad, y esperará de nosotros respuesta comprometida y solidaría, reacción fraterna y compasiva, amorosa y –cuando toque- esperará que sepamos perdonar. Pero, en el último día, ahí si actuará el Mesías, ese Día, Él nos resucitará.

Digámoslo una vez más, ahí es donde Moisés se queda corto, Moisés entregó el Maná que Dios Padre envió a su pueblo en el Éxodo por el desierto, pero sólo era un alimento para saciar el hambre terrena. El mismo Jesús llenó la barriguita de 5000 hombres y 12 canastos se llenaron, así como en Caná también sobre-abundó en su generosidad al convertir el agua en vino. Pero, la promesa mesiánica es de alcances insospechados, es una vida sin término; la carne de Jesús, es para que ya no haya muerte: Jesús derrotó a la muerte.

Así pues, este discurso del Pan de Vida nos ha llevado a entender que lo que Jesús ofrece, su mesianismo, excede con creces nuestras expectativas. Nosotros nos apozamos en la espera de la “barriguita llena”, del ejército victorioso, del trono y el reinado de terciopelo y oro, de palacio y destello. Eso, desde la perspectiva terrena puede sonar fascinante; desde la perspectiva Celestial es –seguramente- deleznable. Con ojos terrenos ¿qué más podríamos codiciar?, pero Jesús lo que quiere es enseñarnos a volar con las alas del Espíritu… del Espíritu Santo.

Para poder entender en que consiste comer su carne y beber su sangre, tenemos que anhelar y ambicionar con los ojos de Jesús; pero sólo se tiene esa mirada si se vive Jesús-mente.

2

La primera lectura de la liturgia de hoy está tomada del Libro de los Proverbios, esta palabra se ha usado como traducción de la palabra מָשַׁל que viene a significar como semejanza, parecido, comparación, equivale a parábola corta, apotegma, alegoría, proceso de ejemplificación, proverbio, dicho popular, refrán, moraleja. Se ha dicho que, hasta que Salomón inventó el “mashal” nadie podía entender la Torá. Se ha escogido de esas varías traducciones posibles, la de Proverbios, para titular este libro de la Biblia, adscrito al grupo de los textos sapienciales.



Este refranero, que contiene una guía práctica de comportamiento, está enriquecida con consejos útiles para la vida e indican al creyente cuál debe ser su manera de vivir. (O sea, le dicen, cómo vivir Jesús-mente). Por lo general se ha clasificado en cinco segmentos: 1) Encomio de la Sabiduría 1-9; 2) 1ª Colección de Proverbios de Salomón, 10-22; 3) Otros sabios nos dan sus proverbios 22-24; 4) 2da Colección de Proverbios salomónicos 25-29; y 5) Adendos 30-31. La perícopa que se lee hoy concluye el Encomio de la Sabiduría.

Para vivir Jesús-mente, hay que vivir con Sabiduría, es más, muchos han pensado que aquí la Sabiduría es la personificación de Jesús, y es cierto que las razones para pensarlo están dadas, observemos:
a) Ha preparado un Banquete (Eucaristico)
b) Mezclado el Vino y puesto la Mesa (el Altar)
c) Ha encargado a sus mensajeros para invitar a todo el mundo, sistematizando el Envío (Iglesia-Evangelización) para que “desde los puntos que dominan la ciudad” lo proclamen.

3

Lo contrario de vivir con prudencia, de obrar con sabiduría –que se nos propone en la Primera Lectura- es lo simétrico: Portarse como insensatos. Lo que denuncia la Carta a los Efesios. ¿Cómo es un insensato? La Carta nos lo dice, lo describe, en este caso con dos rasgos:

a) Es un irreflexivo que no procura entender la voluntad de Dios
b) Se emborracha cayendo en el libertinaje.

La invitación que hace la Carta a los Efesios es a la prudencia, para lo cual se debe

a) Aprovechar el momento presente (porque los tiempos son malos; lo entendemos como el medio en que nos movemos es corrupto, está lleno de concupiscencia, de incitaciones al mal camino, al extravío).

b) Uno, lo que  debe hacer es llenarse de “Espíritu Santo”.

c) Construirse una vida de espiritualidad, lo que se alcanza orando, leyendo los salmos, con himnos y con cantos, y con gratitud hacía Dios.

d) Corona la prudencia una Acción de Gracias constante, al Padre y en el Nombre de Jesucristo.


Los exegetas han visto en estos textos, catequesis bautismales de las primeras comunidades cristianas…”… tienen sabor sapiencial,, es decir, apuntan hacia el buen sentido que debería regir la vida de las personas. Las relaciones sociales serían mejores si todos nos dejáramos guiar por esa sabiduría que produce la luz para nosotros mismos y también para los demás.”[1]

4


En el Salmo nos encontramos cuatro fórmulas más para vivir con sabiduría, para ser prudentes:

a) Guardar la lengua del mal (Que tu palabra sea siempre algo mejor que el silencio)
b) Alejar del nuestros labios el engaño (En plata blanca: “No mientas”)
c) Apartarse del mal y hacer el bien
d) Procurar por todos los medios la Paz.

Estas cuatro pautas demostraran si amamos al Señor.








[1] Bortolini, José. CÓMO LEER LA CARTA A LOS EFESIOS. TODO EL UNIVERSO REUNIDO EN CRISTO. Ed. San Pablo. Bogotá Colombia. 2005. p. 60

sábado, 11 de agosto de 2012

“YO SOY EL PAN VIVO QUE HA BAJADO DEL CIELO”

ἐγὼ εἰμι ὁ ἄρτος ὁ καταβὰς ἐκ τοῦ οὐρανοῦ
1 Re 19, 4-8; Sal 34(33), 2-9; Ef 4, 30-5, 2; Jn 6, 41-51

La eucaristía es sacrificio en sentido propio.

Juan Pablo II

Los alimentos que comemos cada día nos mantienen vivos durante años, pero llega un momento en que no pueden defendernos de la muerte. Es inútil que sigamos comiendo. No nos pueden dar vida más allá de la muerte.

Pagola

Agustín escribe que el recibimiento de la Eucaristía no significa tanto que comamos al Dios vivo que nos es presentado, sino que ese Dios vivo entra a vivir en nosotros.

Romano Guardini

1

En la Primera Lectura de hoy nos remitimos al Libro de los Reyes, al –así llamado- ciclo de Elías que va desde 1Re 17, hasta 2 Re 2. En este ciclo vamos a leer hoy un relato “nuclear”, con lo que queremos decir que está como en el medio del ciclo. Mientras la semana anterior, ¿lo recuerdan?, nos ocupó un relato sobre Moisés, tomado del capítulo 16 del Éxodo; esto podríamos mirarlo a la luz de episodio de la Transfiguración, cuya conmemoración litúrgica tuvo lugar precisamente el lunes de esta semana anterior, la semana XVIII, hoy iniciamos la semana XIX con la segunda figura que en el Monte Tabor acompañaba a Jesús en el episodio de la Transfiguración: como se ha repetido insistentemente, Moisés y Elías son figuras cimeras de la fe judía que representan la “Ley” y los “Profetas”; y Jesús allí compendia todo, tanto lo uno como lo otro.

Evidentemente Moisés vagó por el desierto cuarenta años; también pasó en el Horeb cuarenta días; según la lectura de hoy, entresacada del ciclo de Elías, este personaje paradigmático de los profetas, va a caminar cuarenta días y cuarenta noches. ¿Hacía donde se encamina esa peregrinación de Elías? Precisamente hasta el Horeb, donde Dios se le había apareció a Moisés en la zarza ardiente que no se consumía. Elías significa “YHWH es Dios”. Todos estos aspectos, así como las festividades judías, a las que nos referimos la semana anterior, se entretejen en un solo tapiz; una manta donde otra vez Jesús, en una corriente de continuidad, teje nuestra fe con los elementos de la fe judía, generando un hilvane continuo, del Primer Testamento al Segundo Testamento; este “hilvane” tiene a Jesús como hilo conductor (en arquitectura-albañilería diríamos “Piedra Angular”), la fe judeo cristiana.


¿Cuál es el “eje-relacional” entre Dios y el hombre en este episodio? Dios, por medio de un ángel (recordemos que ángel significa mensajero) le da a Elías de comer, precisamente Pan. O sea, a Elías le es dado de comer un Pan que viene del cielo, traído a la tierra y puesto a su cabecera.

El contexto de esta anécdota es que Elías es un desplazado huyendo, primero por Judá y luego por el Negev. Un pobre desplazado pese a la “victoria” que tuvo en el Carmelo con los profetas de Baal.

Todo esto desembocará en una misión, misión que recibe Elías y que terminará implementando Eliseo: Este ciclo de Elías empalma en el libro de los Reyes con el de Eliseo, figura de continuismo respecto de Elías, quien –al ser arrebatado al cielo- trasmite a Eliseo, el manto, como símbolo de “trasferencia de mando”, por así decirlo.

2

El 15 de julio de este año de Gracia del Señor, Domingo XV del tiempo ordinario ciclo (B); leímos como Segunda Lectura, una perícopa tomada de Efesios 1, 3-14. Cuando la examinábamos hablamos de un compendio general de la estructura de toda la carta, resumida en seis “bendiciones”.  La perícopa de hoy retorna sobre la tercera bendición (Ef 1, 7-8), que se refiere al perdón alcanzado por medio de la sangre de Cristo. Hoy también, el corazón de la perícopa, en el centro de la “cebolla”, leemos: γίνεσθε [δὲ] εἰς ἀλλήλους χρηστοί, εὔσπλαγχνοι, χαριζόμενοι ἑαυτοῖς, καθὼς καὶ ὁ θεὸς ἐν Χριστῷ ἐχαρίσατο ὑμῖν. “Sean buenos y comprensivos[1] y perdónense los unos a los otros, como Dios los perdonó por Cristo”. Además, según la división en capítulos, este verso es el último del capítulo 4.

En la carta se nos señalan una serie de herramientas que apuntan a lograr esa bondad y esa misericordia, a saber: πᾶσα πικρία καὶ θυμὸς καὶ ὀργὴ καὶ κραυγὴ καὶ βλασφημία ἀρθήτω ἀφ’ ὑμῶν σὺν πάσῃ κακίᾳ. Eliminar[2] la aspereza, la ira, la indignación, los insultos, la maledicencia y toda clase de maldad.

Concluye la perícopa con los dos primeros versos del capítulo 5; allí se alude especialmente a la segunda bendición (ver Ef 1, 5-7), la que llama a vivir como hijos de Dios. Se nos conmina a vivir en el Amor como lo hizo Jesús, la expresión es μιμηταὶ , o sea imitándolo. ¿En qué lo manifiesta? En su παρέδωκεν “entrega”, puesto que Él se προσφορὰν [3] ofreció a Dios en sacrificio, o mejor dicho, se hizo Hostia, valga decir, la Víctima que se presenta en Sacrificio.

Aquí es donde la perícopa de Efesios linda con el sentido Eucarístico que impregna las lecturas de este Domingo XIX.  En este sentido nos pueden iluminar profundamente las palabras de S.S. Juan Pablo II: «Aunque la lógica del “convite” inspira familiaridad, la Iglesia no ha cedido nunca a la tentación de banalizar esta “cordialidad” con su Esposo, olvidando que Él es también su Dios y que el “banquete” sigue siendo siempre, después de todo, un banquete sacrificial, marcado por la sangre derramada en el Gólgota.»[4]

3

Volvamos a la estructura que nosotros llamamos “la cebolla”. Esta “cebollita” es como la parte fundamental del discurso de Jesús sobre el pan de vida, el centro del discurso, formado como por capitas concéntricas, como una cebolla, y de ahí el nombre que le damos a esta estructura. El Evangelio de hoy arranca en el corazón de la cebolla. Al discurso de Jesús sobre la Eucaristía, sobre el pan Eucarístico, sobreviene la reacción de los judíos. ¿Por qué reaccionan? Por lo que Jesús había dicho ἐγὼ εἰμι ὁ ἄρτος ὁ καταβὰς ἐκ τοῦ οὐρανοῦ, “Yo soy el Pan Vivo que ha bajado del cielo”(Jn 6, 41b), Ese tipo de afirmaciones, declarándose “Pan de Vida” y todavía más “bajado del cielo” son las que más tarde se usarán para acusarlo de blasfemo. El corazón de la cebolla está formado por los versos 41-43. ¿Qué “murmuran” los judíos? Que ellos no ven a alguien que provenga del cielo, sino simplemente al hijo del Carpintero, un vecino común y corriente, es más el simple hijo de María y José. Ya en el versículo 36 había dicho que ἑωράκατε [με] καὶ οὐ πιστεύετε. “Ustedes (me) ven y no creen”.  

«Creer en ti: es buscarte sin cansarse,
es ir hacia Ti con alegría,
es recibirte con confianza,
es escucharte a Ti antes que a nadie,
es guardar en el corazón tu Palabra.»[5]

Jesús no es reconocido, no es aceptado, Él nos entrega su Mensaje –la Buena Noticia- pero nosotros estamos empecinados en escuchar sólo las malas, con razón dicen los periodista que las malas  noticias venden. «…falta en la vida de Jesús todo lo que presupone el ser entendido, y conviene darse cuenta claramente de cuánto e eso… la incomprensión no depende de que su mensaje sea simplemente demasiado alto, sino de que viene de un Dios al que nadie conoce, y entre Él y los hombres hay todo un vuelco de la escala de valores y la necesidad de la metánoia (conversión), y por tanto la comprensión sólo se hará posible por el Espíritu Santo que viene del mismo Dios»[6]

Observemos ahora la siguiente capa de la cebolla, la que está formada por un lado por los versos 44-45 y por el otro lado por los versos 37-40: En el verso 44 ofrece “ἀναστήσω resucitar en el último día” a los que “sean capaces de venir a Él”; todo esto, inscrito en ese continuidad judeo-cristiana de la que hemos venido hablando, porque como estaba escrito en los profetas, el que haya ἀκούσας oído al Padre y se haya μαθὼν dejado instruir por Él , vendrá a Jesús. (Él dice ἐμέa mi”, al final del verso 45).
En la capa siguiente de nuestra “cebollita”, tenemos, por arriba los versos 35-36; y por debajo, los versos 46-48. Allí se agrupan tres afirmaciones
a) Nadie ha visto al Padre, sino Jesús, Él dice ὁ ὢν παρὰ [τοῦ] θεοῦ, οὗτος ἑώρακεν τὸν πατέρα. “sólo el que viene de Dios”
b) ὁ πιστεύων ἔχει ζωὴν αἰώνιον. Quien cree, ese tiene vida eterna
c) Uno de los “Yo soy” que vienen en el evangelio de San Juan: Ἐγὼ εἰμι ὅ ἄρτος τῆς ζωῆς. Yo soy el pan de vida Que en la parte superior de la cebollita está complementado con la idea de que ὁ ἐρχόμενος πρὸς ἐμὲ οὐ μὴ πεινάσῃ, καὶ ὁ πιστεύων εἰς ἐμὲ οὐ μὴ διψήσει πώποτε  “…quien cree en mi no tendrá ni hambre ni sed nunca jamás”.(Jn 6, 35b).

La capa más exterior de la cebolla está conformada, por un lado por los versos 32-34; y por el otro lado por los versos 49-51a. Ya el verso 51b pertenece a otra sección, que es la parte conclusiva del discurso: “el pan del que está hablando es su propia carne”. Está incluido en la perícopa de hoy, pero lo consideramos ajeno a “nuestra cebollita”. En esta capa exterior de la cebolla está alojada la superación de Moisés y Elías por Jesús: Aquellos trajeron el maná y se lo dieron de comer al pueblo, sin embargo, el pueblo que lo comió, murió; en cambio, con el Pan bajado del Cielo, ya no mueren; sino que vivirán para siempre”. «Por eso san Ignacio de Antioquía definía con acierto el Pan eucarístico “fármaco de inmortalidad, antídoto contra la muerte”»[7]

Nos parece que en este lugar viene muy bien un comentario de San Juan Crisóstomo que enlaza esta perícopa con lo que viene a continuación (como ya dijimos es la parte conclusiva del discurso del Pan de Vida, donde Jesús declara que está hablando de su propio Cuerpo que Él nos dará como Pan de Vida): «¿Qué es, en efecto, al pan? Es el Cuerpo de Cristo. ¿En qué se trasforman los que lo reciben? En Cuerpo de Cristo; pero no muchos cuerpos sino un solo Cuerpo. En efecto, como el pan es sólo uno, por más que esté compuesto por muchos granos de trigo y estos se encuentren en él, aunque no se vean, de tal modo que su diversidad desaparece en virtud de su perfecta fusión; de la misma manera, también nosotros estamos unidos recíprocamente unos a otros y, todos juntos, con Cristo»[8]

Así la vinculación eucarística que nos reúne en comunión y nos corporiza a todos en el Único Cuerpo de Cristo, nos corporiza en su Cuerpo Místico, al cual fuimos ya integrados por adopción paternal, en «…el Bautismo, se renueva y se consolida continuamente con la participación en el sacrificio eucarístico,… Podemos decir que no solamente cada uno de nosotros recibe a Cristo, sino que también Cristo nos recibe a cada uno de nosotros…En la comunión eucarística se realiza de manera sublime que Cristo y el discípulo “estén” el uno en el otro…»[9]

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Siendo la Eucaristía don de valor  maravilloso, es –sin embargo- muy difícil describir y compartir la experiencia mística que ella comporta. El primer elemento que nos trasmite y patentiza su valía es la conciencia de la Presencia Integral de la Segunda Persona de la Divinidad en Ella. Al decir de su Santidad Juan Pablo II: «La Iglesia ha recibido la Eucaristía de Cristo, su Señor, no sólo como un don entre otros muchos, aunque sea muy valioso, sino como el don por excelencia, porque es don de sí mismo, de su persona en su santa humanidad y, además, de su obra de salvación…el sacrificio eucarístico, no sólo hace presente el misterio de la pasión y muerte del Salvador, sino también el misterio de la resurrección, que corona su sacrificio…”Por la consagración del pan y el vino se realiza la conversión de toda la sustancia del pan en la sustancia del cuerpo de Cristo Señor nuestro, y de toda la sustancia del vino en la sustancia de su sangre…La Iglesia vive del Cristo Eucarístico, de Él se alimenta, por Él es iluminada. La Eucaristía es misterio de fe y, al mismo tiempo, “misterio de luz”»[10]

Nos ayuda a dar otro paso en la profundización del valor de la Eucaristía el relato del Cardenal vietnamita François-Xavier Nguyen Van Thuan quien -dirigió los ejercicios espirituales del Papa y de la Curia romana- habiendo sido encarcelado en Viet Kong durante trece años, nueve de los cuales los pasó sumido en el más absoluto aislamiento con lo que se pretendía doblegarlo, sin embargo, él siguió celebrando la Eucaristía; sus amigos le hacían llegar una botellita de vino, para lidiar con sus “dolores estomacales”, pretexto que usaron para hacerle accesible el “fruto de la tierra y del trabajo del hombre” indispensable a la celebración sacramental; y también -le proporcionaron sus amigos- hostias escondidas en una antorcha contra la humedad; y más tarde cuando no pudo contar con las hostias, celebraba con moronas de pan que el Cardenal atesoraba a tal propósito. Pese a esta precariedad que atravesaba en el campo de concentración, afirmaba el Cardenal: ”… diariamente, con tres gotas de vino y una gota de agua en la palma de la mano, celebré la misa. ¡Éste era mi altar y ésta era mi catedral!... A cada paso tenía ocasión de extender los brazos y clavarme en la cruz con Jesús, de beber con Él el cáliz más amargo. Cada día, al recitar las palabras de la consagración, confirmaba con todo el corazón y con toda el alma un nuevo pacto, un pacto eterno entre Jesús y yo, mediante su sangre mezclada con la mía. ¡Han sido las misas más hermosas de mi vida!" La carencia de cáliz, no interrumpió la Comunión entre Jesús y su fiel discípulo, supliéndolo con el cuenco de su propia mano.

Mencionando esta precariedad nos viene a la memoria también el recuerdo del sabio jesuita Teilhard de Chardin, quien vivió en tres ocasiones la carencia de los recursos materiales para la celebración eucarística, primero en el frente de combate y después en una exploración por Mongolia y en Asia Central. «Puesto que yo, tu sacerdote, no tengo hoy, Señor, ni pan ni vino ni altar, extenderé mis manos sobre la totalidad del Universo y tomaré la inmensidad como la materia de mi sacrificio. ¿El círculo infinito de las cosas, no es la Hostia definitiva que quieres trasformar? ¿El abismo efervescente en donde se mezclan, en donde se agitan las actividades de toda sustancia viva y cósmica, no es el cáliz doloroso que Tú deseas santificar?»

Ese sentido “cósmico” de la celebración eucarística también es descubierto por Juan Pablo II, cuando él miraba y recordaba globalmente el sin número de “altares” donde celebró: «… tantos momentos y lugares en los que he tenido la gracia de celebrarla. Recuerdo la iglesia parroquial de Niegowic donde desempeñé mi primer encargo pastoral, la colegiata de San Florián en Cracovia, la catedral del Wawel, la basílica de San Pedro y muchas basílicas e iglesias de Roma y del mundo entero. He podido celebrar la Santa Misa en capillas situadas en senderos de montaña, a orillas de los lagos, en las riberas del mar; la he celebrado sobre altares construidos en estadios, en las plazas de las ciudades... Estos escenarios tan variados de mis celebraciones eucarísticas me hacen experimentar intensamente su carácter universal y, por así decir, cósmico.¡Sí, cósmico! Porque también cuando se celebra sobre el pequeño altar de una iglesia en el campo, la Eucaristía se celebra, en cierto sentido, sobre el altar del mundo. Ella une el cielo y la tierra. Abarca e impregna toda la creación. El Hijo de Dios se ha hecho hombre, para reconducir todo lo creado, en un supremo acto de alabanza, a Aquél que lo hizo de la nada»[11]

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Por un momento volvamos a la Primera Lectura, iluminados por el Salmo que la liturgia nos propone para hoy.

Si el afligido invoca al Señor
Él lo escucha y lo salva de sus angustias
el ángel del Señor acampa en torno a sus fieles,
protege y salva a los que honran al Señor.

San Ignacio se refería a esos episodios de “ausencia” de Dios y aclaraba que Dios no estaba ausente pero el Tentador lo oculta de nuestro corazón, cayendo así en ese estado de “desolación” cuando nos sentimos “alejados” de Dios.


El episodio de Elías que leemos en este Domingo nos muestra a Elías en “desolación” pero también nos muestra a Dios amparándolo, cuidándolo, velando por él, enviándole alimento, animándolo. Y también vemos el cumplimiento del Salmo: el ángel del Señor acampa en torno  al  fiel Elías.

¡Dios es un Dios Providente, no nos desampara! ¡Hagamos la prueba y veremos qué Bueno es el Señor!






[1] Aparece la expresión εὔσπλαγχνοι que se relaciona-como lo hemos comentando- con las entrañas, y que se podría traducir como “tengan buenas entrañas” o sea, sean comprensivos o, quizá mejor, sean compasivos o –aún mejor- misericordiosos.
[2] ἀρθήτω del verbo αἴρω o sea retirar, remover, levantar, hacer desaparecer.
[3] Nos parece que esta palabra προσφορά, άς, ἡ se podría traducir como “hostia”
[4] Juan Pablo II, CARTA ENCÍCLICA ECCLESIA DE EUCHARISTIA. Ed. Instituto Misionero Hijas de San Pablo 2003 p. 67
[5] Dini, Averardo. EL EVANGELIO SE HACE ORACIÓN TOMO II-CICLO B. Ed. Comunicaciones Sin Fronteras Bogotá – Colombia p. 72
[6] Guardini, Romano LA REALIDAD HUMANA DEL SEÑOR. Ediciones Guadarrama  Madrid-España. 1981. p. 101
[7] Citado por Juan Pablo II. Op. Cit. p. 28
[8] Homilías sobre la Primera Carta a los Corintios, 24, 2. Didajé IX.
[9] Juan Pablo II. Op. Cit. p. 33
[10] Ibid pp 18, 22,23, 11
[11] Ibid p. 13