Hch 5, 27-33
Nuevamente
los apóstoles van a prisión, los adversarios son los mismos, los saduceos, el
partido de los gobernantes del Templo, y de los manejadores de la Ley. Otra vez
son conducidos a interrogatorio, y en esta nueva situación, la acusación es la
desobediencia. Aquellos han conminado a los apóstoles a callar. Nuevamente
ellos ponen por delante la obediencia a Dios antes que a los hombres. Y, se
encargan de presentar el kerigma, para profundizarlo y enraizarlos con aquellos
que necesitan que se les repase la lección. Es muy importante que la injusticia
quede clara, ellos fueron los que llevaron a Jesús al Calvario, ellos fueron
los que lo desangraron. El Sanedrín -en coherencia con las acciones de Pilato-
se lava las manos, se niegan a reconocer sus manos tintas en Sangre del Mesías.
Los
elementos del kerigma -en este caso- son:
a) YHWH resucitó a
Jesús
b) Ustedes lo mataron
colgándolo de un madero.
c) Dios lo ha exaltado
con el poder de su Diestra, entronizándolo “Jefe y Salvador”.
d) Por Su Intermedio,
se dona a Israel la conversión y el perdón de los pecados.
e) Los apóstoles junto
con el Espíritu Santo testifican la Naturaleza divina de Jesús y su Mensaje.
f) El Espíritu Santo
se otorga a los que obedecen con su aceptación a Dios.
Los saduceos se consumen de rabia y ponen todos los medios a su alcance para matarlos.
Sal
34(33), 2 y 9. 17-18. 19-20
Hay
una potente demostración de la parcialidad de Dios en favor del atribulado, y
es que Él escucha y responde sus clamores. De nuevo el Salmo de ayer, pero se
toman versículos diferentes, para formar las tres estrofas de la perícopa de
hoy:
La
primera estrofa se configura con el versículo 2 y 9 -que se usaron ayer.
Bendición y alabanza llenan mis labios, todo el tiempo. La bondad del Señor
está a la vista para degustarla y verla.
La
maldad no es algo que el Señor deja impune, por el contrario, la enfrenta para
destruirla y erradicarla. Así que clamemos al Señor, Él escucha y libra de las
zozobras.
Cercano
para los atribulados, Salvador de los apesadumbrados. El justo contará con el
blindaje protector que le da YHWH.
Jn
3, 31-36.
Lo que somos es lo que
manifestamos, y hablamos de las cosas que hemos visto. Jesús nos dice hoy: “El
que es de la tierra habla de la tierra. El que Dios envió habla las palabras de
Dios”.
Papa Francisco
En
la parábola de los viñadores homicidas, el Señor envía primero a sus siervos
para que reciban los frutos de la cosecha; estos “siervos” son venidos de “la
tierra”; pero después, en un segundo momento, confiando que le respetaran
la vida, envía a su Hijo, lo comisiona para llevar a cabo el cobro; este Nuevo
Delegado, no es de la tierra, es del Cielo y “está por encima de todos”. Él
puede mostrar sus Divinas Credenciales y, además, hablarles de las cosas
Celestiales, porque Él las conoce de primera mano, ha estado allí y de allí
proviene.
Si uno no acepta lo que Jesús dice, está afirmando que Dios es mentiroso; no se da cuenta que las palabras de Jesús son las propias Palabras del Padre, y que el Padre le ha entregado a Su Hijo, total Potestad, sobre todo, porque Dios Padre no da por porciones, sino con abundancia inmensa.
En
cambio, el que cree en el Hijo, recibe por esta creencia, la Vida eterna. El
que lo rechaza, está haciendo el peor “negocio”: cambiar la Vida Eterna por la
Ira de Dios (recordemos que la palabra ira referida a Dios no es otra cosa que
una antropomorfización de la divinidad para señalar una “ruptura”, un “daño
profundo”, referido a la Amistad entre Dios y el hombre), porque si hay algo
que duela al Padre es la impugnación de su Amadísimo Hijo.
Así
podemos regresar e iluminar el tema bautismal “nacer de nuevo de agua y del
Espíritu”. Recientemente hemos visto que Jesús nos da el Espíritu, sopla sobre
nosotros y nos impulsa la energía vivificante de su Aliento, de su Halito
(anhelito). ¿Y el agua? “Espíritu y Agua, cielo y tierra, Cristo e Iglesia van
unidos: de esta manera se produce el “renacer”. En el sacramento, el agua
simboliza la tierra materna, la santa Iglesia que acoge en sí la creación y la
representa” -nos dijo Benedicto XVI.
«Revisemos nuestras conversaciones diarias ¿De qué hablamos? Es posible que estén llenas de la amargura de quien todo lo ve oscuro, de quien todo lo critica, de la inmadurez de quien murmura, de la palabra maledicente y vacía, o preocupada por las apariencias, las modas y el prestigio… Jesús dice también que Él “da el Espíritu sin medida”. Un Espíritu dado a todos por igual, copiosamente, y que se evidenciará también en lo que hablamos a diario». (Papa Francisco)
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