miércoles, 30 de abril de 2025

Jueves de la Segunda Semana de Pascua


 Hch 5, 27-33

Nuevamente los apóstoles van a prisión, los adversarios son los mismos, los saduceos, el partido de los gobernantes del Templo, y de los manejadores de la Ley. Otra vez son conducidos a interrogatorio, y en esta nueva situación, la acusación es la desobediencia. Aquellos han conminado a los apóstoles a callar. Nuevamente ellos ponen por delante la obediencia a Dios antes que a los hombres. Y, se encargan de presentar el kerigma, para profundizarlo y enraizarlos con aquellos que necesitan que se les repase la lección. Es muy importante que la injusticia quede clara, ellos fueron los que llevaron a Jesús al Calvario, ellos fueron los que lo desangraron. El Sanedrín -en coherencia con las acciones de Pilato- se lava las manos, se niegan a reconocer sus manos tintas en Sangre del Mesías.

 

Los elementos del kerigma -en este caso- son:

a)    YHWH resucitó a Jesús

b)    Ustedes lo mataron colgándolo de un madero.

c)    Dios lo ha exaltado con el poder de su Diestra, entronizándolo “Jefe y Salvador”.

d)    Por Su Intermedio, se dona a Israel la conversión y el perdón de los pecados.

e)    Los apóstoles junto con el Espíritu Santo testifican la Naturaleza divina de Jesús y su Mensaje.

f)     El Espíritu Santo se otorga a los que obedecen con su aceptación a Dios.


 Los saduceos se consumen de rabia y ponen todos los medios a su alcance para matarlos.

 

 

Sal 34(33), 2 y 9. 17-18. 19-20

 

Hay una potente demostración de la parcialidad de Dios en favor del atribulado, y es que Él escucha y responde sus clamores. De nuevo el Salmo de ayer, pero se toman versículos diferentes, para formar las tres estrofas de la perícopa de hoy:

 

La primera estrofa se configura con el versículo 2 y 9 -que se usaron ayer. Bendición y alabanza llenan mis labios, todo el tiempo. La bondad del Señor está a la vista para degustarla y verla.


 

La maldad no es algo que el Señor deja impune, por el contrario, la enfrenta para destruirla y erradicarla. Así que clamemos al Señor, Él escucha y libra de las zozobras.

 

Cercano para los atribulados, Salvador de los apesadumbrados. El justo contará con el blindaje protector que le da YHWH.

 

 

Jn 3, 31-36.

Lo que somos es lo que manifestamos, y hablamos de las cosas que hemos visto. Jesús nos dice hoy: “El que es de la tierra habla de la tierra. El que Dios envió habla las palabras de Dios”.

Papa Francisco

En la parábola de los viñadores homicidas, el Señor envía primero a sus siervos para que reciban los frutos de la cosecha; estos “siervos” son venidos de “la tierra”; pero después, en un segundo momento, confiando que le respetaran la vida, envía a su Hijo, lo comisiona para llevar a cabo el cobro; este Nuevo Delegado, no es de la tierra, es del Cielo y “está por encima de todos”. Él puede mostrar sus Divinas Credenciales y, además, hablarles de las cosas Celestiales, porque Él las conoce de primera mano, ha estado allí y de allí proviene.


 Si uno no acepta lo que Jesús dice, está afirmando que Dios es mentiroso; no se da cuenta que las palabras de Jesús son las propias Palabras del Padre, y que el Padre le ha entregado a Su Hijo, total Potestad, sobre todo, porque Dios Padre no da por porciones, sino con abundancia inmensa.

 

En cambio, el que cree en el Hijo, recibe por esta creencia, la Vida eterna. El que lo rechaza, está haciendo el peor “negocio”: cambiar la Vida Eterna por la Ira de Dios (recordemos que la palabra ira referida a Dios no es otra cosa que una antropomorfización de la divinidad para señalar una “ruptura”, un “daño profundo”, referido a la Amistad entre Dios y el hombre), porque si hay algo que duela al Padre es la impugnación de su Amadísimo Hijo.

 

Así podemos regresar e iluminar el tema bautismal “nacer de nuevo de agua y del Espíritu”. Recientemente hemos visto que Jesús nos da el Espíritu, sopla sobre nosotros y nos impulsa la energía vivificante de su Aliento, de su Halito (anhelito). ¿Y el agua? “Espíritu y Agua, cielo y tierra, Cristo e Iglesia van unidos: de esta manera se produce el “renacer”. En el sacramento, el agua simboliza la tierra materna, la santa Iglesia que acoge en sí la creación y la representa” -nos dijo Benedicto XVI.


 «Revisemos nuestras conversaciones diarias ¿De qué hablamos? Es posible que estén llenas de la amargura de quien todo lo ve oscuro, de quien todo lo critica, de la inmadurez de quien murmura, de la palabra maledicente y vacía, o preocupada por las apariencias, las modas y el prestigio… Jesús dice también que Él “da el Espíritu sin medida”. Un Espíritu dado a todos por igual, copiosamente, y que se evidenciará también en lo que hablamos a diario». (Papa Francisco)

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