2Cor 12, 1-10
Hoy
llegamos al final de nuestro cursillo sobre la Segunda Carta a los Corintios.
Muchas veces nos hacemos a la idea que es indispensable reunir una serie de
recursos, tener un fondo monetario sólido y habernos dotado con una formación
intensiva para poder gatillar un proceso de pastoral. En el proceso de
formación de esta Iglesia en Corintio, se nos descubre que la realidad es muy
otra. Podríamos recordar -con toda oportunidad- aquella sentencia en Jn 3, 8: “El
Espíritu Santo sopla donde quiere”. Por eso, debemos estar siempre conscientes,
que la Gracia de Dios puede hacer “hijos de Abrahán sacados de piedras” (Cfr.
Mt 3, 9); pudiendo sacar fe y construir los cimientos del Reino con los pobres,
los desposeídos, los que tenemos por indignos e inclusive con quienes nos
parece imposible.
También
San Pablo habría podido presumir -como lo hacían los súper apóstoles- de haber
sido discípulos directos de Jesús, de haberlo conocido, de haber andado junto a
Él. Como freno a una arrogancia potencial, Dios le concedió a San Pablo un
aguijón en su propia carne para mantenerlo sencillo y frenar cualquier jactancia.
Pablo soporta una especie de espina que lo tortura, con un sufrimiento que no
le da tregua. (Muchos han conjeturado que se trataba de alguna enfermedad).
Claro,
como cualquiera de nosotros lo haría, Pablo le pide a Dios que le retire esta
prueba, pero Dios se niega y le dice que tiene la fuerza suficiente para
sobrellevarla. La enseñanza que recibe de Dios ante este padecimiento es que
debe apoyarse enteramente en el Amor que Dios le prodiga. El poder de Dios se
manifiesta a través de la debilidad y no por medio del poderío. Si Dios se
manifestara por los poderosos estaría entrando en flagrante contradicción con
el paradigma que nos dio en Jesús, a quien no le ahorro ningún sufrimiento,
sino que hizo de Él -por medio de su kénosis- Siervo Sufriente, para recalcar
que Dios muestra su poder en la debilidad.
A
continuación, y para seguir con el estilo propio de estos escritos paulinos,
recurre de nuevo a un oxímoron: “cuanto más débil me siento, es cuando más fuerte
soy”. En el verso anterior había dicho “mi poder se muestra plenamente en la
debilidad”.
Toca
las cumbres místicas que Dios le ha revelado para llevarlo a un plano
verdaderamente inefable. Lo que descubre Pablo en estas manifestaciones es la
cortedad de la lengua humana para hablar de las cumbres místicas de lo
Celestial. Esto es -en todo caso- coherente con la experiencia de muchos místicos
a quienes se les ha encargado un conocimiento que quizás permanece secreto por
la incapacidad humana para volar hasta esos planos y alcanzar semejantes
alturas.
La
manera de evocar estas experiencias demuestra que Pablo no se quiere mostrar ni
hacerse un pedestal, sino comunicarnos la inusitada sencillez que lo libra de
cualquier jactancia.
En
el Evangelio de San Mateo se habla de tres niveles celestiales. Aquí, San
Pablo, también narra la experiencia mística refiriéndose al “Tercer Cielo”. Los
primeros creyentes y los fieles en general llegaron a concebir -manteniendo la
idea de “siete” como número que alude a la plenitud- pensaban en el Cielo como
un lugar jerarquizado en siete niveles.
La
fórmula está planteada en términos tales que se podría reinterpretar como “sólo
en los que se hacen débiles se manifiesta el poder de Dios”, o perifraseado de
otra manera, “en los que se pretenden poderosos el Poder Divino no se manifiesta”.
Los súper apóstoles han tratado de proceder basados sobre sus supuestas credenciales. Pablo, en cambio, ha recibido el aval del Cielo en sufrimientos, pero también en los milagros que lo han acompañado, Dios expresó y dejó relucir las credenciales de Pablo suscribiéndolos con su Firma. La estampó debajo del comprobante que reza, ¡este es Pablo, mi verdadero apóstol!
Sal
34(33), 8-9. 10-11. 12-13
A mí me toca sólo
aceptar y entregarme con admiración agradecida y gozo callado, y disponerme así
a recibir la caricia de Dios en mi alma.
Carlos González Vallés
s.j.
Hay
una potente demostración de la parcialidad de Dios en favor del atribulado, y
es que Él escucha y responde sus clamores. Se toman seis versículos, para
formar las tres estrofas de la perícopa de hoy:
Bendición
y alabanza llenan mis labios, todo el tiempo. La bondad del Señor está a la
vista para degustarla y verla.
La maldad no es algo que el Señor deja impune, por el contrario, la enfrenta para destruirla y erradicarla. Así que clamemos al Señor, Él escucha y libra de las zozobras.
Cercano
para los atribulados: Salvador de los apesadumbrados. El justo contará con el
blindaje protector que le da YHWH.
Este
es un salmo Eucarístico, quiere dar gracias y busca cómo darlas. No es tan
sencillo, no es simplemente decir ¡Gracias Dios mío! Sino, entrar sinceramente
en la dinámica de la gratitud. Uno tiene que ponerse de rodillas y poniéndose
la mano sobre el corazón, preguntarse ¿cómo le expresaré al Señor toda la
gratitud que se merece, porque su bien no lleva cuentas, y se multiplica sin descanso.
«Quienes en esta época no quieren
escuchar el “grito de los pobres” se colocan abiertamente fuera del plan de
Dios. … Quien no está con los pobres, contra las injusticias y las
desigualdades, no puede llamarse realmente un hombre religioso».
La
arteria principal que nutre el salmo, tal como lo tenemos hoy, es el “temor de
Dios”. יָרֵא [yare']
“temer”, “reverenciar”. Puede ser el miedo que procede del susto, pero puede
ser la “reverencia” que produce Su Gran Poder. Dice el Salmista “a quienes le
temen Él los protege”; también dice “nada le falta a los que le temen”, y nos
convoca a ser instruidos, a aprender cómo manifestar este temor, cómo vivirlo.
El
versículo responsorial nos dice que saboreemos y observemos en detalle cuán
grande es la Bondad Divina. Eso articulado con la idea de “temerle”, nos
conduce a la gratitud. Agradecimiento porque derrama sobre nosotros -los que le
tememos- su bondad.
Mt 6, 24-34
Construir sobre sólidos cimientos
Obremos como si todo
dependiera de nosotros, sabiendo que todo depende de Dios
San Ignacio de Loyola
Hay
comunidades, grupos y catequistas que se organizan sobre amistades interesadas,
egoísmo, búsquedas de poder y/o de prestigio, que no aguantan los vientos y
lluvias de la vida ¡esos grupos fracasan!
Consignar en el banco Terrenal devela una visión materialista, ocupada en el ejercicio de la ambición prolongada, en la tacañería y la acumulación. Consiste en tener y tener y tener. La idea obsesiva de poseer se expresa como acumulación de dinero, el enriquecimiento es la meta idolátrica. Puede suceder, y sucede, que se coloquen, aquí y allá, algunos ribetes de “espiritualidad”, y que -por ejemplo- anualmente asistamos a ejercicios espirituales; sin embargo, tal procedimiento solo traduce un “guardado de apariencias”.
La
perícopa inicia declarando que no se puede navegar con un pie en una barca y el
otro… en otra. Y establece, para quienes gustan de las piruetas, que la
dualidad es insostenible: muy rápido va a traicionar a uno de los bandos y
optará por este, claudicando del otro: Perentoriamente declara: ¡No pueden
servir a Dios y al dinero!
Y
es que le dinero conduce a una idolatría en favor de Mammon, 'dios de la
avaricia', y no podemos olvidar que esta es uno de los pecados capitales.
Es
arduo, indudablemente, en una cultura prevalentemente aparentosa, descuidar el
gasto, la adquisición, el “poder adquisitivo” como un sólido indicativo del
status. Los restaurantes que se frecuentan y los modistos que se ocupan de tu
porte. Y, sin embargo, Jesús apunta en el sentido de desprenderse de estos
aperos, de todas esas arandelas, de tantos y tantos aparejos que nos obstruyen:
¿Por qué preocuparnos? ¡No andéis preocupados, no os preocupéis del mañana!
Nos
muestra, invitándonos a dirigir nuestra atención a la sencillez y a la sensatez
orlada de austeridad. Es necesario evitar el consumismo, es necesaria una vida
como la muestra Jesús, que no se afana inútilmente por el mañana, alegando la
necesidad del derroche y el consumo bajo el pretexto de agilizar la
circulación. Los pajaritos son elegantes, hermosos, hallan su alimento, no se
afanan en tareas que -más allá de un límite razonable- tienden a convertirse en
esclavitudes modernas. No hay que confundir la diligencia con la sed febril de
riqueza. Nos dice el evangelio que todo esto son formas de paganismo, porque
solapadamente rinden adoración a ídolos.
Entonces
¿nada hay que merezca aplicación y entrega? ¡Si! el Reino de Dios y su
Justicia, esos son los pivotes reales de la existencia. Es sobre ellos que se
debe abisagrar la vida y darle esplendor y bienaventuranza. Afanarnos sólo y
simplemente por todo aquello que hace a la Gloria de Dios y al bien del
prójimo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario