viernes, 6 de junio de 2025

Sábado de la Séptima Semana de Pascua

No pretender que la Escritura se acomode a nuestro gusto                           

Hch 28, 16-20. 30-31.

Y toda carne verá la σωτήριον τοῦ Θεοῦ [soterion tou Theo] “Salvación de Dios”.

Lc 3, 6

Se tiene la sensación de que San Pablo quiere abrirles los ojos a los “principales” en Roma. Denuncia que fueron los propios judíos los que lo entregaron a los romanos, muy a pesar de que él no había hecho nada contra las tradiciones de sus mayores y mucho menos contra su amado pueblo Israelita. Les relata que, al interrogarlo, los propios representantes de Roma, querían liberarlo; pero los judíos se empecinaron en contra suya, él tuvo que apelar al César -como ciudadano romano. Les dice que precisamente por eso fue que los convocó porque les quiere presentar que, por coherencia con la causa judía y por su confianza en las promesas -que fueron hechas a su pueblo-, él arrastra esta condena.

 

A veces, por algunas frases que se pronuncian, se puede y se ha llegado a pensar que Pablo dejó de lado a los judíos y se entregó por entero a la predicación entre los paganos. Lo que vemos aquí, en estas últimas páginas, es que el apóstol de los gentiles nunca los descuidó y estuvo al cuidado de ellos hasta sus últimos momentos. Ya el profeta Isaías se lo había predicho, son tercos, duros de corazón, hay que anunciarles, pero te estrellaras y quebraras tus élitros contra la dura roca de su corazón (cfr. Is 6, 9-10). Otro detalle muy válido de señalar es que Pablo no ve el cristianismo como una secta del judaísmo -como lo veían los romanos que no observaban con detalle los pormenores de esta Buena Noticia y pasaron desapercibidos de la novedad y la diferencia del Evangelio respecto del Vino viejo en los odres viejos. Es esto lo que Lucas quiere destacar en estos versos. Al haber apelado al César, tuvo como consecuencia que llevó el Anuncio Apostólico a Roma, indirectamente el Imperio tomó a su cargo llevar al Mensajero hasta aquellos dominios y anunciar la Noticia del Reino de Dios en los territorios imperiales.

 

Pablo vivía en Roma en su condición de “casa por cárcel”, como -en aquella época no había grilletes con señal electrónica-, tenía un guardia que lo controlaba permanentemente, su mano derecha atada con una cadena a la izquierda del guardia. Allí recibía a todos los que venían a visitarlo, a consultarle, aprovechando toda oportunidad de predicar, y testificar en favor de Jesucristo.

 

La ley preveía que había un plazo de dos años para retenerlo en esta situación de prisión pre-cautelativa; pero, todo el tiempo se nota que los romanos no lo tenían por un sujeto peligroso, por eso no le toco vivir en la zona pretorial, sino que le habían permitido -como ya lo mencionamos- estar en su “casa por cárcel”. Los más profundos estudiosos coinciden en que Pablo -vencidos los términos- fue dejado en libertad, inclusive algunos presumen que, de acuerdo a sus planes, habría viajado a España.

 

Y así pudo enseñar «lo que se refiere al señor Jesucristo con παρρησίας [parresias] “toda libertad”, ἀκωλύτως [akolytos] “sin estorbos”, “sin impedimentos”.» Esta es la última palabra que leemos en Hechos.

 

«… el cristiano no es sacado de la lucha cotidiana para llenar con el Espíritu la totalidad histórica de su ser… el poder del Espíritu asume la guía del cristiano para hacer de su existencia una traducción creativa del amor de Dios por los hombres» (C. M. Martini)

 

Siempre estamos corrigiendo a los hagiógrafos: ¿Por qué no escribieron esto, o aquello, por qué no incluyeron donde compraban la ropa, como se llamaba el tío abuelo, que deporte practicaban o, donde pasaban sus vacaciones…? A muchos -por ejemplo-  les parece que la segunda obra de Lucas queda incompleta, con lo que los literatos llaman un “final abierto”, y se preguntan, una y otra vez, por qué no redactó y narró la muerte de Pablo. Para comprender este proceder es importante visualizar que no era ese el propósito del Libro de los Hechos, este no se trata de una biografía ni de Pedro, ni de Pablo. En cambio, en el capítulo 1, en el verso 8, se nos enuncia el objetivo de la Obra: “Pero cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes recibirán poder y saldrán a dar testimonio de mí, en Jerusalén, en toda la región de Judea y de Samaria, y hasta en las partes más lejanas de la tierra”.

 

Punto seguido, el Señor Asciende, siendo llevado al Cielo. El objetivo literario que Lucas se planteó, se ha cumplido; ahora falta que nosotros nos encarguemos de dar continuidad a la Misión que Jesús nos entregó como última Voluntad, como Testamento, aquí en la tierra, la de llegar hasta los “confines del orbe”.

 

El “actante” global de este Libro es el Espíritu Santo, y el Objetivo es llevar la Iglesia fundando Comunidades por doquier: «La conversión de toda la vida humana a Cristo es la finalidad de toda la acción del Espíritu Santo, y este fin es absoluto y total» (C.M. Martini).

 

Sal 11(10), 4. 5 y 7

Este pequeño poema sencillo y vigoroso … es como una respuesta a los que se desaniman al ver que el mal triunfa por todas partes.

Eliécer Sálesman

Este salmo cae en el grupo de los salmos “proféticos”. De él -en total 7 versos- se toman tres para organizar la perícopa de hoy, con dos estrofas.


Dios está en su Templo, en su Morada-Celestial, uno podría pensar que allí no le llega ninguna noticia de todo cuanto ocurre en esta tierra. Pero estamos muy equivocados, su Amor se expresa en su constante Mirada, tierna y cuidadora, que vela, así como un padre/madre terrenal vela por su criatura. Sus ojos no parpadean para cuidarnos y su Paternidad es constante en su Protección.

 

No quiere decir que Él no discierna entre nuestros comportamientos de buena o mala laya;

Distingue entre los que no tienen culpa de nada y el que ha sembrado las semillas de tempestades y está presto a cosechar tempestades. ¿Hay alguien a quien Dios rechace? ¡Si! Al violento, al que usa la fuerza y su “autoridad” contra el desvalido, su sangre clamará el Cielo Eternamente y Dios no lo olvidará. Así que ¡Solo los justos contemplaran el resplandor de su Rostro!

 

¡Está es, lo reiteramos, una profecía!

 

Jn 21, 20-25

Epistethios: el-que-está-sobre-el-pecho

Son las dos dimensiones que encontramos en cada uno de nosotros, peregrinos sobre la tierra y ciudadanos del Cielo. El que se olvida que es ciudadano del Cielo, ya no es peregrino: se hace dueño de la tierra. El que se olvida que es peregrino sobre la tierra, descuida el mandamiento del amor fraterno, que nos hace ciudadanos del Cielo.

Silvano Fausti

Glosando a San Agustín

Hoy encaramos la tercera parte de este capítulo 21, donde encontramos, como entretelones, una comparación velada entre San Juan y San Pedro: “el fondo histórico podría ser este: Pedro amaba a Jesús, pero no era el discípulo que lo amaba más. En la comunidad de Asia se recordaba a Juan como el discípulo que, por antonomasia, “amaba a Jesús”. Y entonces nos podemos preguntar: ¿por qué Pedro dio testimonio de su fe con la muerte, mientras Juan vivió por largo tiempo y murió tranquilamente en su cama: no era más justo que Juan hubiera dado ese testimonio? En cierto sentido, inclusive, este interrogante podía extender una sombra sobre la figura de Juan, casi como si él, a pesar de haber sido amado tanto por el Señor, no hubiera tenido la valentía de pedro. Por esto aquí el Señor afirma que hay una libertad absoluta en el obrar de Dios: a ciertas personas que tal vez saben dar menos se les pide mucho, a otras que pueden dar mucho, se les pide aparentemente menos. A Juan se le pide que permanezca”, es decir, ser testigo mediante su larga presencia en la Iglesia; Pedro, en cambio, a pesar de ser más lento en el entender y más impetuoso, tuvo una misión complicada y pagó con su propia persona. Juan pues, tuvo la misión de permanecer por largo tiempo en le Iglesia como testigo del Verbo, como el que podía nutrir con las palabras de Jesús una gran comunidad de fieles e instaurar en la Iglesia primitiva un conocimiento profundo del misterio pascual. Y esto al final de este Evangelio, nos hace ver a todos nosotros cómo tenemos que estar disponibles para lo que Dios nos pida, tal vez para cosas distintas de las que esperamos, tal vez parta un destino que no nos merecemos, o también un destino más fácil del que podíamos prever». (C.M. Martini)


Dejamos un poco a Pedro cumpliendo su Misión de pastorear. Nos acercamos al que tanto amaba al Señor y a su vez era amado por Él. No podemos olvidar que tenía la dicha de reclinar su cabeza en el pecho de Jesús. (Cfr. Jn 13, 23). A Él le entregó el Mandamiento del Amor, fue él el hagiógrafo a quien le cupo la dicha de consignar lo de la Amistad y el Mandato del Amor, porque Él no nos ve como “Siervos”, si del régimen de la servidumbre se trataba, no nos ve como esclavos, si el régimen imperante era el de la esclavitud, no nos ve como peones, si de labrar la tierra se ocupaba aquella sociedad. Nos ve como amigos, y llega a dar la vida para llegar al colmo del Amor por nosotros y dejar fundido a fuego el sello de la Amistad (Cfr. Jn 15, 13-17).

 

Pero nosotros siempre nos vamos por las ramas, nuestra dificultad para llegarnos a su Amistad consiste -no tanto en nuestra torpeza- más bien en esos desplazamientos, en esas evasivas para no ver la realidad a los ojos. Jesús nos está hablando que lo prioritario es el cumplimiento de Su Santísima Voluntad, totalmente conforme a la del Padre, y ellos en cambio, se ponen a cavilar si eso tal vez significa que el Discípulo Amado iba a ser inmortal. Cualquier cosa es buena para desviar la atención y pasar al territorio de lo mágico, de lo pueril, de lo esotérico, de los mistérico. ¡Nuestra debilidad consiste en una obcecada dificultad para sacar el “tren de aterrizaje” y, en cambio, preferimos un sobrevolar a distancia sideral!

 

Otro ejemplo es este de los libros sin cuenta que se podrían escribir sobre la instancia de Jesús con nosotros, si el empeño consistiera en reparar en todos los detalles y anécdotas. Y no podemos aterrizar en que ya está todo lo necesario, que si algo faltara Él lo habría hecho incluir. Que Él -que lo hace todo Bien y Completo-, junto todas las piezas indispensables. No se trata de desvelarse calculando si tendría que ser una biblioteca como la de Alejandría, o la del Congreso en Washington, o la británica, o la Beinecke en la Universidad de Yale (New Heaven). O, dadas las técnicas actuales de almacenamiento de la información, si se podría constituir, por fin, una biblioteca exhaustiva sobre Jesús.

 

Es muy seductor sobrevolar a distancia, irse en parapente, dejarse arrastrar y despistarse. Pero el amor, nada tiene que ver con esos sobrevuelos. El amor consiste en cercanía, en proximidad (de ahí la palabra prójimo que nos desafía a hacernos cercanos), en amistad, en dar testimonio, y en que el “testimonio” sea ἀληθὴς [alethes] verdadero. Quepa destacar que este concepto entraña no tanto un acuerdo con la “realidad” sino más bien, una concepción ética, la responsabilidad de ser una información que no se puede ocultar, sino que se ha de difundir, algo que se tiene el deber de compartir, algo que sería “pecado” acaparar, porque todos dependen de Él para poderse Salvar.

 


«La palabra del Hijo es Espíritu y vida para todos los hermanos (6,63). Como se ha dicho en otra parte, el hombre es tierra amasada con agua, que vive de aire y de luz. Pero nuestra agua es el océano en el que bulle la vida, nuestro aire es el respiro mismo de Dios, nuestra luz es su amor. No podemos aferrar el don de Dios. Pero podemos acogerlo y ser acogidos por Él: “En Él vivimos nos movemos y existimos” (Hch 17,28)» (Silvano Fausti)

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