jueves, 22 de mayo de 2025

Viernes de la Quinta Semana de Pascua


Hch 15,22-31

… la reunión de Jerusalén lleva adelante la apertura y ofrece la ocasión de justificarla teológicamente de forma tan definitiva que, en el resto de los Hechos, ya no se repetirá la cuestión.

Michel Gourgues

Los delegados que fueron comisionados para ir a hacer la consulta a Jerusalén, habían cumplido su Misión y habían logrado una respuesta. Como la respuesta se inclinaba hacia la posición que ellos mismos sustentaban, convenía que los acompañaran testigos fiables que representaran y comunicaran la “voz pontificia”. Aquí aparece la figura de los “legados Pontificios”, los Nuncios, cuya función consiste en “fomentar los vínculos de unidad entre los Apóstoles, su “primus interparis” así como con las Iglesias particulares, en este caso la de Antioquía; para el caso fueron Judas Barsabas y Silas; no bien regresaron, Bernabé y Pablo, llaman a la Asamblea para comunicarles lo que se decidió y dar lectura al Decreto.

 

El documento, ante todo desautoriza a los que eran pro-circuncisión, señalando: “Habiéndonos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, los han alborotado con sus palabras, desconcertando sus ánimos…”. Entonces presentan, en el documento a los “legatarios” y el encargo conciso que les dieron, señalando que eran personas completamente arraigadas y reconocidas, para que se encargaran de ser sus portavoces. Es hermosa y profunda la conciencia que tienen los de Jerusalén de no estar decidiendo por propio impulso, sino que sienten que sólo sirven para que el Espíritu Santo viabilice la comunicación de la Divina Voluntad: “Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponerles más cargas que las indispensables” (Hch 15, 28) “El Espíritu Santo y nosotros” es una expresión que traduce la “comunión” plena entre los Apóstoles, la Comunidad y el Divino Designio vocalizado por el Santo Espíritu. Pero, si lo leemos con atención, podemos entender -entre líneas- que tampoco rehúsan la autoridad que les ha sido confiada, sino que -por el contrario- se hacen cargo de la participación que les toca. La comunión los lleva a un accionar cooperativo donde Dios dispone y ellos gustosamente acatan y pasan a ejecutar sin intransigencias.

 

Queremos recoger aquí la cita donde se establece, expresamente, que era lo que “parecía bien al Espíritu Santo y a ellos”:

a)    … “no imponerles ninguna carga más que las cosas necesarias

b)    que ἀπέχεσθαι τῶν ἀλισγημάτων τῶν εἰδώλων [apechestai ton alisgematon ton eidolon] “os abstengáis de lo sacrificado a los ídolos”, de πορνείας [porneias] “inmoralidad sexual”

c)    de lo πνικτοῦ [pnictou] “no ha sido desangrado”, también significa “estrangulado”, además significa “ahogado”, porque un animal que moría estrangulado o ahogado no había sido desangrado; y de αἵματος [haimatos] “sangre”;

de tales cosas, si os guardáis, hacéis bien. Ἔρρωσθε [Erroste] “Que os vaya bien", “Fortaleceos”, “Que prosperen”. Se suele traducir por “Adiós”, es una fórmula de despedida.

 

Cabe notar que la situación no es idílica; como todo lo que está realmente vivo, conlleva una dialéctica anabólica-catabólica. Si seguimos acompañando la evolución histórica de la Iglesia -que es lo que se propone mostrarnos el Libro de los Hechos-, nos encontramos que permanentemente hay contradictores ad intra y ad extra. Podríamos decir con Carlos Mesters: “Los primeros cristianos tuvieron muchos conflictos. Sólo el Libro de los hechos habla de ellos más de cien veces. Se trata de conflictos de todos los tipos: “conflictos de tendencias, heredadas del judaísmo, conflictos entre el centro y la periferia; conflictos con la política; conflictos con los intereses económicos”; conflictos entre grupos y entre personas, entre líderes y miembros de las comunidades, entre liderazgos de primera y segundas generación, entre lo antiguo y lo nuevo, entre tradición y fe; conflictos que los cristianos provocaban en los cristianos; conflictos externos e internos, conflictos inevitables o evitables, conflictos previstos y provocados, y conflictos ocasionales e imprevistos; conflictos abiertos y claros, y conflictos escondidos y no declarados, etc., etc.”


La Carta llevó aliento y alegría a aquella Iglesia particular. Vemos en todo esto el nacimiento de una organización, un reparto de atribuciones, unos decretos, unos delegados, un Concilio, unas “asambleas”. La iglesia fue gestando un “sistema” que respondiera a sus necesidades y a su crecimiento, a un cierto “centralismo” -al seno del cual florece la unidad de criterios y la sinodalidad- y al reconocimiento de una jerarquía, muy funcional y valiosísima a los fines Pastorales.

 

Sal 57(56), 6, 8-9. 10-12.

Este canto es a la vez un Miserere y una Eucaristía. Miserere porque implora la Misericordia de Dios y Eucaristía porque da gracias al Señor por sus bondades.

P. Eliécer Salesman

Tomamos sólo dos estrofas, organizadas con 5 versos entresacados de los 11 que forman este Salmo. Este salmo es un “oráculo”. La estructura de estos salmos oraculares comprende tres momentos. 1) La petición o declaración de que Dios nos habla, que Él no es un “Mudo” que actúa dejándonos sorprendidos y desconcertados, sino que hay un canal de “Comunicación”. 2) Luego, por lo general de manera muy breve, con una frase muy concisa, a veces con una sola palabra, se anota que llegó el mensaje; y, 3) luego, viene la reacción ante el oráculo.


En nuestro caso, la primera estrofa es de la zona de petición del oráculo, y la segunda, de la reacción agradecida por lo que ha comunicado. Este salmo clama porque sabe que hay quien se interese por nosotros y nos asista. Pero también agradece, porque el “oráculo”, sea cual fuere la respuesta, siempre es respuesta esperanzadora, reconfortante, consoladora.

 

«¡Cuánto me consuela, Señor, saber que Tú tienes planes sobre mí! Para ti no soy algo inútil. No soy del montón, no soy una creación de rutina, no soy un producto accidental. Estoy en tus pensamientos y en tus planes desde antes del comienzo de todas las cosas. Soy pensamiento en tu mente antes de que las estrellas brillaran y los planetas encontraran sus orbitas en obediencia. Tengo sentido ante Ti antes de tenerlo ante mí mismo». (Carlos González Vallés s.j.)

 

Jn 15, 12-17

Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en Él. Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.

1Jn 4,16

 

El tejido de esta perícopa sigue enmarcado en el contexto de Dios-que-permanece, de Dios-que-acompaña, del Emmanuel. Llega al clímax de la declaración de Amor, pidiendo ser correspondido. Abre y cierra demandando Amor, como siempre unificando los dos Mandamientos que hacen uno-solo, el mayor: Amarlo a Él y amar al prójimo. Y, para mayor refuerzo, nos lo presenta como Mandamiento.




Además, hay una explicación del contenido del Amor: Como Él nos Ama, nos tiene por amigos. No nos toma como siervos -que bien podría- dada su Grandeza, su Enormidad. Podría, como muchos amores humanos, pretextar intenso amor, pero reservarse secretos, establecer fronteras, “reclamar sus espacios”. ¡Aquí Él no! ¡Él nos da a conocer todo, no se reserva nada! Todo cuanto el Padre le ha dado a Oír, Él nos lo ha dado a Conocer.

 

Algo que nos pone en claro y sobre lo cual recalca: Es Él el que nos ha escogido, no fuimos nosotros los que llegamos al súper-mercado a elegir el dios de nuestro gusto, el que tiene las propagandas más atractivas en la televisión, el del jingle más pegajoso. Ha sido Dios quien -desde antes de llegar al vientre materno- ya nos había destinado para -dos cosas- φέρητε [ferete]dar fruto” y μένῃ [mene] y que ese fruto “permanezca”.

 

Notemos que cada perícopa concluye entregando la prerrogativa de pedir y ser atendido en el pedido, si el discípulo pide apelando el Santo Nombre. Sin embargo, pedir es un elemento esencial, es condición sine qua non; No podemos obligar a Dios para que nos elija, pero podemos garantizarle empecinadamente que, si nos honra con su Regalo, lo aceptaremos y seremos felices y comprometidos con ese Don, totalmente convencidos que ¡desde el Océano de su Misericordia, ya nos tiene ἔθηκα [etheka] “destinados”, “constituidos”, “establecidos”, “instituidos con solio propio”! (cfr. Jn 15, 16). Esta forma de permanecer es la “permanencia” en los frutos, frutos de fe, de gracia, de fraternidad, de projimidad, de amor.

 

«El Señor nos hace sus amigos, nos confía la Voluntad del Padre y se nos da Él mismo. Esta es la experiencia más hermosa del cristiano y especialmente del Sacerdote: hacerse amigo del Señor Jesús, y descubrir en su corazón que Él es su Amigo» (Papa Francisco) 

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