DÍA NACIONAL POR LA RECONCILIACIÓN 2025 - COLOMBIA
Nm 21, 4b-9
Esta perícopa que vamos a leer hoy viene exactamente después
de la muerte de Aarón (Nm 20, 22-29). Es una perícopa muy interesante y muy
importante porque en ella aprendemos que Dios les había prometido una tierra
feraz, la tierra de promisión. Y, uno cuando oye eso piensa que Dios les va a
dar una tierra, cultivable, de fáciles y frecuentes cosechas, deshabitada,
donde nadie les va a cuestionar la titularidad y donde todo será de pan coger.
Y en cambio, ¿qué se encuentran? una tierra habitada, con dueños y que esos
dueños la defienden a dentellada limpia, por ser suya, y no la ceden así como
así, y los israelitas tienen que esforzarse mucho para conquistarla.
Salieron, pues, los israelitas, rumbo al Mar Rojo, rodeando
para evitarlo, el territorio de Edón. ¿Cómo iba el pueblo israelita? וַתִּקְצַ֥ר
[wat tik tsar] “Muy desanimado”, “total desaliento”, “extenuado”,
“carente de fuerzas”. El pueblo armaba su campamento aquí, lo recogía, lo
volvía a armar acullá, se enfrentaba con los cananeos que hallaba a su paso.
¿En que resultaba todo esto? En que el pueblo se sintiera así: abatido,
completamente fatigado, desesperanzado, sin una gota de aliento, algunos
traductores han puesto “perdieron la paciencia”. Y ¿qué hacían? ¡Despotricaban
contra Dios y contra Moisés! ¡Atención! Suele suceder que la fatiga nos
quebranta, y nos lleva a dudar de la “Fidelidad Divina”; y, entonces, nuestra
lengua osa atentar contra el Nombre Sagrado, levantando murmuraciones de
insatisfacción.
Vienen entonces las הַנְּחָשִׁ֣ים
הַשְּׂרָפִ֔ים serpientes “venenosas”, la palabra es “quemantes”, “ardientes”,
viene de שָׂרָף [saraf] la raíz de la
que también se deriva “serafín”, se suele decir que por el efecto febril que
causaba su picadura y la agonía subsecuente. Es una especie de secuencia:
fatiga extrema → descontento → murmuración y chisme →
culebras → muerte.
A la serpiente se la ha atribuido tradicionalmente ser
simbología de la traición, la maledicencia, la difamación, en fin,
representación del “chisme”. Más extensamente se le tiene por personificación
del Maligno, y al Maligno se la llama “Padre de la Mentira” (Cfr. Jn 8,44).
Viene -muy importante- la toma de conciencia por parte de
los israelitas- que se confiesan delante de Moisés. ¡No se impone penitencia!
Moisés intercede ante YHWH y, el Señor le ordena hacer una imagen en bronce de
“una de esas” (ardientes) y cuando alguien fuera víctima de su picadura, su
cura provendría de “mirar a la serpiente en la asta de bandera, y se salvaba.
Ya en el Evangelio joánico nos dicen que: “Mirarán al que
traspasaron”. (Juan 19, 37) de lo que encontramos antecedente en la profecía de
Zacarías: “Llenaré de espíritu de bondad y oración a los descendientes de David
y a los habitantes de Jerusalén. Entonces mirarán al que traspasaron y harán
duelo y llorarán por Él como por la muerte del hijo único o del primogénito”
(Za 12,10).
Estos textos se emparentan y resultan ser vaticinio del
efecto Salvífico del Salvador muerto en la Cruz -verdadera asta de bandera-
donde serpentea el “INRI” (Iesus Nazarenus Rex
Iudaeorum), estandarte de la Salvación.
Pero la serpiente en la vara no les gana las batallas, ni
asusta a los cananeos. Sólo es un antídoto, solo es un antídoto contra la
picadura de las serpientes.
Podemos identificar de la mejor manera posible a la
serpiente, si vamos a los tiempos de Salomón, él trajo de Egipto una esposa y
además todo un modelo social y económico. En Egipto la serpiente era símbolo de
la cultura y la diplomacia que sostenían la política absolutista del Faraón.
Como se le ve en las representaciones encontradas, aparecía con una serpiente
en la frente, lo que significa que se le consideraba detentador de la absoluta
e incuestionable sabiduría para gobernar sin freno. ¿Cuáles fueron las
consecuencias de este modelo gubernamental que importó Salomón? Trabajos
forzados, pesados tributos, lujo de la corte y, por el otro lado -como siempre
sucede- miseria del pueblo (cfr. Euclides Martins Balancin e Ivo Storrnilo).
Sal 78(77), 1-2. 34-35. 36-37. 38.
Se ha casado una Alianza. Este salmo tiene por objeto narrar
la historia de la Salvación para que podamos cerciorarnos en ella, de la
fidelidad de la Alianza. Pasemos revista desde el Éxodo hasta el reinado de
David. Es una historia salvífica cuyo curso requerimos interpretar para poderlo
trasmitir a nuestra descendencia y -de esta manera- perpetuar la gratitud y el
compromiso que tenemos con el Señor. La Alianza requiere memoria histórica no
para rendir cuentas escolares de un aprendizaje, sino para atesorar nuestra
verdadera herencia: nuestra identidad religiosa, la herencia de la fe.
Con los versos entresacados se han organizado cuatro
estrofas: En la primera hay una propuesta a recibir los “enigmas del pasado”,
porque el Señor nos narra su relato dándole un enfoque clarificador:
“desenigmatizándolo”. Él es el Señor de la Historia.
Como buscando el suicidio, muchos tronchaban su vida estrellando su pecho contra la calamitosa roca del pecado; ahí sí, los demás, prontamente se volvían suplicantes cayendo en cuenta que -en cambio- Dios también es Roca, pero no para matarse contra ella, sino para recibir resguardo y protección.
El Señor desenmascara el culto hipócrita que “adula” a Dios
de dientes para afuera; pero -mientras tanto- el corazón anida la infidelidad a
la Alianza.
¿Venía entonces el castigo? No, sino el Corazón Compasivo,
siempre fiel, siempre firme a la Alianza. Se compadece y perdona, porque Él no
es un dios de destrucción, Él es Dios-Misericordia.
Jn 3, 13-17
Es posible que la
frescura y novedad que ha traído el Papa Francisco se quede en actitudes suyas
sin que interpele las nuestras. Que el aire nuevo que de alguna manera se ha
sentido con sus gestos y palabras pase a ser una manera propia de su
personalidad y no modifique la nuestra. Por eso es tan importante insistir en
la propia conversión para esta renovación eclesial que necesitamos.
Consuelo Vélez
¿Cómo se prolonga y se lleva adelante esta alianza en nuestro
tiempo? En la perícopa del salmo se muestra la expresión de la Misericordia.
“Una y otra vez reprimió su cólera, y no despertaba todo su furor”. La alianza
es -verdaderamente- un Dique de contención de su Cólera. Jamás le dará rienda
suelta, porque antes que enojo Él es Perdón. Tenemos que entender la verdadera
dinámica que subyace a Dios que se humana y se hace “Dios-con-nosotros”. Pues,
Su Presencia entre nosotros es Presencia Soteriológica.
Nadie ha estado -previamente a su existencia- en el Cielo, con Dios-Padre. ¡Pero Jesús sí! Él ha bajado del Cielo y escogió por destino, hacerse hombre-integro con la única salvedad del pecado, (urge aquí una precisión antropológica: esta fórmula que se acuñó tuvo un sonante éxito y la repetimos mecánicamente, pero ella anida una ambigüedad, ¿el hombre es -por antonomasia- pecador? Nuestra respuesta es ¡no! El hombre fue creado sin fisura, buenísimo, como lo afirma Dios al final del sexto día (Cfr. Gn 1, 31); pero, el pecado introdujo en él una chitiadura, que técnicamente se denomina “concupiscencia”. La chitiadura no es propiamente un defecto de fabricación, es el resultado de un “golpe” que se le ha dado a una pieza, dejándola resquebrajada y propensa a la ruptura. La concupiscencia es la fragilidad que nos hace vulnerables a la tentación). Nada que sea corruptibilidad lo alcanzó. Aceptó cargar con todos los inconvenientes y las insuficiencias de la criatura, para poder redimirnos. Ya lo estampó la teología ¡sólo lo que es asumido es redimido! (San Ireneo de Lyon); si algo no se asume, queda excluido: el pecado no fue asumido porque no es un rasgo propio sino accidental, en consecuencia, no es redimido. La redención se aplica al sujeto que por pura gracia la recibe: la Sangre de Jesús gotea para perdonar, pero hay que ubicarse en la trayectoria de la gota que desciende, para que ella caiga justo sobre la “falta” y la subsane.
La idea común que manejamos es que la sangre “mancha”. ¡No
así la “Sangre Redentora” que limpia y purifica cuanto toca!
Esto significa que, “el pueblo” ha obtenido la Victoria, por
medio del Salvador. Esta Victoria del pueblo escogido, se alcanzó por medio de
Jesús. ¿Quién es en este relato el interlocutor de Jesús? La Victoria del
Pueblo: “Nicodemo”. ¡Es muy extraño que este judío, miembro del
sanedrín, fariseo por su formación y su posición económica y religiosa como
Rabino, tenga precisamente este nombre de raíces griegas: “Victoria del
Pueblo”! La Victoria estriba en que Él ha descendido de su Morada Eterna, para
que nosotros podamos ascender a Dios.
Juan siempre presenta la Cruz como Trono-y-Proyectil de
glorificación: La Cruz es un cohete directo a la Gloria, para el “pueblo
victorioso”; así como Eva, nace del costado de Aquel dormido en la Cruz con
profundo sueño. Esta sangre no ha sido simplemente derramada, ha sido
trasfundida en los que creen, para que ellos tengan Vida Eterna. El Calvario
tiene que descifrarse como tal, el lugar de la Divina Trasfusión.
Es esta Trasfusión la que llena nuestra “vacuidad”. Nosotros
hasta el Soplo de Vida de Dios somos הֶבֶל [jabel] “nada”, “vacío”,
“vanidad de vanidades”, “futilidad”, “Abel”. Nuestra identidad se alcanza si
nos encontramos a nosotros mismos en la “imagen-molde”, en el “ideal de
hombre”, solamente adhiriéndonos a Él se puede llenar nuestra “nada”. ¡Si somos
esclavos del “engaño”, en el ser-paradigmático de Jesús que cumple a cabalidad
la perfección del ser-humano, no podremos ver La Luz! ¡Mucho menos descubrir en
Él al Pastor, Él que cumple
a cabalidad ser modelo y sentido de Vida!
Colombia está llamada a asumir lo que Papa Francisco llamó la “Mística del encuentro”. los obispos de Colombia dirigen un mensaje bajo el lema “Colombia, ¡abre tu corazón de Pueblo de Dios!, ¡déjate reconciliar!”, palabras con las que el Papa Francisco animó al país durante su visita apostólica en septiembre de 2017. Frente a la polarización y la violencia que vive el país, el episcopado subraya que “Colombia necesita reconstruir la confianza como primer paso para lograr la reconciliación”. Señalan que este no es solo un anhelo político, sino un “imperativo humano y cristiano”, que exige “tratarnos como hermanos” mediante el diálogo, la justicia y la misericordia. Los obispos hacen un llamado contundente a todos los actores políticos, sociales, económicos y religiosos, para que asuma la reconciliación como “una responsabilidad inaplazable”: “No podemos delegar esta tarea en otros ni esperar tiempos más favorables: el momento de sanar, de reencontrarnos, de tratarnos como hermanos es ahora”, enfatizan.En sintonía con el Año Jubilar, piden que la reconciliación sea “el más notorio signo de esperanza” e instan a cada colombiano a convertirse en “sembrador de reconciliación”, siguiendo “la mística del encuentro” promovida por el Papa Francisco.
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